Felicitaciones de Batista
Francisco Morán, Southern Methodist University
Es 1953, y todavía está fresco en la memoria el cuartelazo militar de 1952 protagonizado por Fulgencia Batista. Pero es también el año del Centenario del nacimiento de Martí. La ocasión es más que propicia para buscar el amparo político, la legitimización de la violencia inconstitucional, a la sombra del Apóstol. Muchos de los más renombrados intelectuales cubanos se prestaron a la maniobra.
He aquí un curioso documento. Se trata de una carta de felicitación extendida por el propio Batista a una estudiante – Celia Elena Nava – que acababa de ganar un concurso literario para homenajear a Martí, auspiciado por el gobernador de La Habana. A pesar de su brevedad, de su carácter podríamos decir que “de ocasión,” hay un par de cosas que queremos comentar aquí.
En primer lugar, vemos que es el propio nombre de Batista – acompañado del título de «presidente» – lo que realmente destaca en la carta. Convenientemente centrado y todo en mayúsculas góticas, resulta casi imposible perder de vista ese nombre mientras se lee el documento. A este encabezamiento le sigue el nombre de la estudiante, supuestamente, la destinataria. Y esto es, en efecto, lo que sugieren las dos primeras líneas en las que Batista le habla directamente a la joven: “Es para mí motivo de satisfacción felicitarle efusivamente por el galardón académico que acaba de obtener.” A partir de este momento, sin embargo, la carta se convierte en una breve – aunque interesante – “reflexión” de Batista sobre Martí, lo cual está enmarcado a su vez por el elogio reiterado de la iniciativa del gobernador habanero que – innecesario decirlo – se convierte por lo mismo en reflejo del ideario martiano que Batista buscó apropiarse a través de las actividades del Centenario.
A pesar de lo escueto de la carta, podemos ver cómo Batista mueve sus piezas para moldear una lectura de Martí que mientras se ajustaba a sus intereses ideológicos, le permitiera evitar las zonas de la vida y el pensamiento martiano con las que forzosamente su “presidencia” entraba en contradicción. De modo que lo primero es elogiar el tema del concurso – Martí americano – porque, aunque Batista afirma que fue el ideal de independencia de Cuba lo que “absorvió” la vida de Martí, no es menos cierto “que también fue preocupación primordial de su preciosa existencia el engrandecimiento de la América, de la que se llamó hijo” (énfasis mío). El énfasis, en efecto, se desplaza hacia el americanismo martiano al mismo tiempo que eso que “absorvió” su vida es relegado a un lugar secundario, marcado en la carta por la absurda observación de que el homenaje habanero se justifica plenamente por un hecho después de todo meramente accidental: Martí nació en la capital.
Que la carta no tiene más objeto que el de ser otro gesto de apropiación de Martí – aún si dicho gesto, por su carácter de ocasión, se pierde fácilmente en el más grandilocuente que fue el propio Centenario – lo demuestra, otra vez, el hecho de que al final el uso de la tercera persona al reiterar la felicitación “a la alumna premiada,” despersonaliza todavía más la carta de felicitación. Esto es todavía más obvio cuando descubrimos que es el gobernador – no “la alumna premiada” – quien es al cabo el verdadero objeto del reconocimiento, y, a través suyo, insistimos, el gobierno del mismísimo Fulgencio.
Ya sabemos que esta es la manera en que cada gobierno de turno busca agenciarse el legado martiano: purgando, recortando, echando mano a esto y apartando aquello. En este sentido resultan tan reveladores lo que se cita – Martí ha llegado a ser, como la Biblia, el gran proveedor de citas para todas las ocasiones y asuntos imaginables o no – como lo que no se menciona. Del epistolario a Mercado, por ejemplo, suele comentarse, casi de manera exclusiva, la última y a la que se considera su «testamento político». Se prefiere ignorar, entonces, que en el contexto de la intimidad de ese epistolario, donde Martí confiesa muchas otras cosas – y no solo en la última carta – los comentarios políticos que aparecen en la correspondencia, sobre todo aquellos en los que Martí generaliza, deberían leerse igualmente como hebras sueltas, pero no menos importantes, de su «testamento político». Por ejemplo: “siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido” (Carta 5), o “Usted y yo tenemos decidido que el poder en las repúblicas sólo debe estar en manos de los hombres civiles. Los sables, cortan. – Los fracs, apenas pueden hacer látigos de sus cortos faldones” (Carta 15). Búsquese en los manuales escolares, en las selecciones de pensamientos martianos, en los discursos de Castro, en las conmemoraciones martianas desde 1959 alguna referencia a estos «pensamientos»: no se les encontrará. ¿Y no podrían considerárseles acaso, en justicia, dentro del testamento político martiano. ¿No resulta plausible pensar que las mismas contradicciones que crearon conflictos entre Martí y los jefes filitares de la independencia se habrían suscitado igualmente con Machado, con Batista, con Castro? Lo que vemos, entonces, una y otra vez, es la escritura, reescritura, sobreescritura, apropiaciones y la marginación de trozos de Martí a fin de legitimar, insisto, una ideología, una voluntad de poder, y, sobre todo, ese continuo chantaje – colindante con el fascismo – que, como cualquier otro, es el nacionalismo cubiche.
FULGENCIO BATISTA Y ZALDÍVAR
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA
Srta. Celia Elena Nava
Aventajada estudiante:
Es para mí especial motivo de satisfacción felicitarle efusivamente por el galardón académico que acaba de obtener en el concurso literario organizado por el Honorable Gobernador de la Provincia de La Habana, como parte integrante de los actos oficiales que se vienen realizando en la conmemoración del Centenario del Apóstol de las libertades cubanas, José Martí.
El tema objeto del concurso titulado Martí Americano no pudo ser mejor seleccionado, porque si bien es cierto que la idea que absorvió la vida del grande hombre fue la Independencia de su patria, no lo es menos que también fue preocupación primordial de su preciosa existencia el engrandecimiento de la América, de la que se llamó hijo.
Sus doctrinas y enseñanzas tienen valor de eternidad y constituyen luz inextinguible que (ilegible) la mejor consagración del destino americano.
Bien ha hecho el Honorable Gobernador de esta Provincia en haber instituido este premio entre los alumnos de La Habana, porque para gloria de los habaneros, José Martí, héroe epónimo de la Independencia nacional y Maestro de América, nació en nuestra capital.
Al reiterar mi felicitación a la alumna premiada, hago votos fervientes para que las prédicas de tan eximio varón tengan resonancia positiva en la juventud cubana.
Cordialmente,
FB