ecuatur [megan van nerissing]
Rey Emmanuel Andújar
Rey Emmanuel Andújar [Santo Domingo, 1977] es el autor de varios títulos de ficción entre los que destacan la novela Candela (Alfaguara–Premiada por el Pen Club Puerto Rico, 2009) y los volúmenes de cuentos Amoricidio (Premio de Cuento Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, 2006); Saturnario (Premio Literatura Ultramar 2011) y UGDU (Premio de Cuento Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, 2011). Estudia dentro de un laboratorio en donde se investiga la dramaturgia del cuerpo y su relación con el lenguaje y la escritura. Colabora constantemente en producciones de música, teatro y cine. Cursa estudios doctorales en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
ecuatur [megan van nerissing]
I
Jamaica Plains, octubre, señor amigo,
Voy a ir directamente al grano: la casa era de un amarillo quemado con columnas y detalles de cal, de carácter y energía coloniales. Escribo con tristeza y ruego perdone la espontaneidad de estas líneas. Usté me conoce pero no, así que voy a insistir en la distancia que impone el usteo. Como verá soy consciente de la debacle que se traduce en este tropiezo de destinos.
Para los tiempos en que Megan y usté tuvieron el inconveniente fui testigo de la pasión que ella experimentaba por un chico portugués que nunca faltaba a clases y andaba de arriba para abajo con los libros de Emeterio de Goncalves. Qué digo tener los libros, los recitaba de corazón. Al mes de usté no aparecer el otro muchacho alzó la pata. Por esos días la profesora Van Nerissing anduvo con el moco inllevable, la moral apagada y ceño enfurecido. Durante algún café me enteré que el consejo de sus mejores amigos era que fuera a buscarlo, no al joven imitador de Goncalves sino a usté. Supuestamente ella tenía que montarse en el primer avión para aparecérsele y resolver; exigirle una conducta. Megan se mantuvo en sus trece de que no, que naca naca nacarile del oriente, que ella se respetaba mucho como mujer; que usté supuestamente hizo cosas demasiado hirientes y esa despedida fue la que le despertó el diablo de adentro. Admitió una pizca de aquel cariño que sentía por usté pero se justificó apuntando que la gente no puede poner un casamiento en pause y arrancar por las de Villadiego. Tengo que decirle que pasó lo que tenía que pasar: estábamos muy cerca, pasamos tantísimo tiempo juntos como acabaditos de coser y había una tesis de por medio. Y una novela. Según Megan usté como escritor del establishment decía que ese proyecto de ella –porque dizque usté nunca se dignó a llamarle novela– pintaba bien, que tenía momentos interesantes pero que carecía de coherencia y que si había una propuesta en todo ese desorden era imposible determinarla. Llegados a este punto ella siempre pedía la cuenta, se limpiaba alguna lágrima y decía que era envidia lo que usté le tenía y ella de pendeja se dejó mangonear de usté, que nunca coño se dio cuenta de nada se maldecía, y me invitaba a tomar el digestivo en un café de viejo. Según la van Nerissing, la tirria suya radicaba en que al contrario de ella, que se pasaba noches escribiendo entre café, videos de Pina Bausch y cigarretes, a usté la escritura se le daba a chorros amargos y esporádicos; las cosas no iban bien y usté la culpaba a ella y vivía ofendiéndola con chamaquitas-aspirantes a poetas. Le confieso que no me rescato lo corriente que es todo esto.
II
Me gustaría ser creadora de cosas. El problema es que yo no quería crear sola, por eso te busqué por entre mares literalmente, por entre islas mucho más que literal, por bocas, por voces y gritos y alegrías y retratos. Sé que se acabó aunque tengo miedo de que si te escribo acerca de todo esto, de “nos”, tú vas a empezar a preocuparte, a pensar que soy una histérica, excesiva compulsiva.
Aunque podría serlo.
Hay un cielo encapotado para lloverse entero, me hace recordar el mejor verano nuestro, el hotel de la montaña. De noche y olvidándonos de todo fuimos a comprar pollo asado y a buscar un centro de llamadas para cumplir con tu madre durante su cumpleaños. Viste una procesión de un viejo muerto al que se le marcaba el sudario por la llovizna y lo lloraste como si ese muerto fuera tuyo. Y yo gringa, enamorada de ti y de tus pelotudeces. Llegué a tu cuerpo extranjera; ahora soy exiliada política de tu cuerpo. En Quito, ser gringa también es ser pálida amarillenta, un sobre vacío, ser gringa es ser female, es ser female single tourist, es la posibilidad de una remesa, es la oportunidad de reinventarse, es ser mujer sola, cosa que ahora como nunca entiendo y brego por controlar.
¿Mi estatus migratorio? Ahora soy gringa de tu cuerpo.
III
Y cuando digo cerca me refiero a que nos acostamos con una pasión deportiva. Hacerle el amor a esa mujer era encantamiento. Esa mujer excitada: la carcajada del gusto por dentro. Siempre tuvimos claro que ella estaba muy enamorada de usté y que lo nuestro terminaría de golpe cuando usté cumpliera la promesa y yo, por qué negarlo, estaba por ahí enchulado de otra mujer. Pero estar con ella era estarcon ella… azulado y desnudo… la de merengues de salón que bailamos; merengues que prometían no acabarse.
IV
Octubre. Amaneciendo.
Sentada en la acera veo un sol que aparece entre realengos, platanales y tractores. Algo hay de viento. Por encima del hombro montañas rompen la niebla, engañadas, creyendo que besan el cielo.
Así vivo yo, mintiéndome.
La belleza de Quito es de una naturaleza extraña, violenta. Podría hacer amigos todos los días, me consta. Pero no. Después de lo de Puerto Plata he perdido la fe en los seres humanos. Puede sonar un poco arrogante cuestionar la calidad del mundo, de la gente, lo sé. Ni siquiera en este edificio lleno de estudiantes puedo sentir el mínimo asunto de comunidad, de querer acercarme o ser acercada. That is not really something that can be fixed: esta es mi realidad, y ya. Hoy me iré sola hasta la ciudad. Pensaré en todo lo que “nos” gustaría. No tengo problema alguno en usar el “nos”; a veces me voy en estampida pensando en “Él”, en lo que “te” gustaría; los “yo” gatean y gatean mal. Total, ya sé que me gustará la ciudad en sí misma aunque todavía estoy en el estancamiento inicial de no saber dónde coño estoy; dónde queda tal cosa, tal lugar… al parecer ese es un problema harto común entre nosotros. I feel unhomed everywhere: fuera de lugar, sin teledoppler, con el gps jodido, extranjera, fake, pretender, faker.
Unhomeliness.
V
La casa era de balcón largo, losas marrones antiguas y tarros de trinitarias y carandelias que flameaban exactamente a las dos de la tarde; lloviese, tronara o venteara esa flora prometía un olor a bondad. El cielo siempre el más azul y el ceviche puntualmente un gusto. Nos perdíamos por las calles empedradas quemándonos los dedos con el café y curando las quemaduras con anís del mono; las borrachinas que cogimos a las cinco de la tarde, temblando alerta bajo las mantas, secreteándonos chismes literarios de gente ya muerta. Volvíamos locas a las muchachas en las tiendas de discos. La tarde en que decidimos quedarnos a morir juntos en esta ciudad, la tarde en que nos engañamos con que yo olvidaría a la china por la que cacheteaba las banquetas y ella lo iba a mandar a usté y a su recuerdo de mordida caribe a la puta mierda, apareció un libro suyo… bueno, no un libro suyo sino una antología. Ella puso el dedo anular en las letras doradas, mientras me miraba y tocaba el nombre de usté perdurando en tapa dura. Leyó el relato de pie. Se fumó dos cigarrillos.
VI
PS. Me voy a arrepentir ahora mismo de lo que voy a decir:
Ven a Quito.
Ven.
Tú misma me pediste,
que de hablar te dejara,
que por favor tratara,
de no pensar en ti…
Esto es Bola de Nieve y voy a escucharlo borracha… voy a ir a una taberna en la ciudad y voy emborracharme frente a mucha cerveza y treinta cigarrillos y voy a tararearle esta canción a los camareros, borracha.
Tú me acostumbraste.
VII
Mientras pagaba en la caja y pedía excusas a la señorita, Megan salió corriendo con el libro por entre adoquines. Evadió a un ciclista y a un perro aunque fue una camioneta blanca la que le hizo el daño. Las ambulancias no llegaron nunca y acá hay una ley que prohíbe a los conductores levantar heridos. No me atreví a abrazarla, me perdí entre los curiosos. Sé que ella se desangraba ahí, con el nombre suyo entre los dedos. Regresé a la casa amarilla una vez más pero no me atreví a entrar. Allí quedaron los dos libreros, un equipo de música marca Emerson y de los discos vale la pena recordar a Daniel Santos con La muerte de Linda; salvables también eran los de Van Morrison, los de NG la Banda y uno de Rita Indiana antes de los misterios llamado Miti Miti… Otro bueno era ese en el que Los Beatles están bien jóvenes en la portada con la timidez del que sabe que se está llevando al mundo por delante, agotados pero felices; a John Lennon le queda bien la barba y el pelo largo, es fácil ahora decir que algo en sus ojos estaba llamando la muerte. Quedaron en la repisa un globo de papel cubano, una pintura de mujeres rojiamarillas recogiendo agua del río, haitianas, una boligrafía de José Cestero: las espaldas de Quijote y Sancho cabalgando hacia la fachada de un McDonald’s en la calle el Conde del Santo Domingo Colonial. Allá arriba quedó todo eso y media azucena reseca. Una casa y una vida que era para usté, que viví de prestado y a la que no volveré.
Espero le sirva de algo saber que usté no es el único con sentido de huida. Este que está aquí, llorando y cobarde, se largó en el primer avión para Nueva York. Con el maldito regusto de su cuerpo abandonado, alimentando de sangre los adoquines, confirmo que cada viaje es una cicatriz y que en la complejidad del tiempo no existen coincidencias: hace poco conseguí una revista con un cuento suyo de nombre Ecuatur. Busqué de inmediato un café para dedicarme a la lectura pero no pasé de la dedicatoria, no pude dejar de pensar en aquella antología con su nombre manchado de ella. Para Megan van Nerissing, con quien tanto quería.
Le escribo ahora que me atrevo a leerle. Quiero de alguna forma creer que provengo también de aquella mujer en donde cada verso es atolondre y cada beso una herida.