Selección de Debí dibujar el mar en alguna parte
Ariadna Vásquez Germán
Ha publicado los poemarios El Libro de las Inundaciones (Puerto Rico: Atarraya Cartonera, 2011; México: Literal, 2012); Cantos al hogar incendiado (México: Praxis, 2009), La palabra sin habla (México: Tintanueva, 2007) y Una casa azul, (República Dominicana: Ángeles de Fierro, 2005), así como la novela Por el desnivel de la acera (México: Praxis, 2005). En 2010 obtuvo el Premio Nacional de Cuento Joven de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo y en 2012 se alzó con el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de la República Dominicana por su libro inédito Debí dibujar el mar en alguna parte. La Habana Elegante se enorgullece de publicar una selección de este excelente poemario.
1
El hombre se asoma prudente a la ciudad.
Cada año la tierra se calienta.
Mis pantorrillas cargan la sal fogosa de la isla como una duda o un dolor pendiente.
Yo vengo siempre del calor.
Yo puedo hablar del calor como si hablara del río o de la noche.
Pero hablo del hombre que es un amante cauto,
temeroso de los puentes.
Él señala discreto en dirección a los parques
Y dice que allí está el calor colgando de las esparragueras,
Y pequeños nidos incinerados que caen de las ramas.
También menciona las palomas extraviadas que van por la ciudad con la cabeza baja,
dice que andan prevenidas por el viento
y que en sus arrullos anuncian las peores fiebres,
cantan acaloradas y con migajas de pan en la boca,
y previenen a los viajeros sobre trenes misteriosos que atraviesan las noches.
El hombre habla de incendios,
imita el sonido preciso de un insecto ardiendo.
Yo aquí espero,
espero la próxima caída,
el traspié preciso para que se rompa la cuerda
y la ciudad caiga rendida al desagüe.
Yo sé que todo tiene que ver con el hombre.
Sé que algún río se levanta con brazos y piernas,
y bocas,
y diálogos de amantes.
Ya está el hombre bien desnudo
y busca poemas en los tanques de basura.
Levanta sus manos y sus latas vacías,
Dice: el poema se queda en el contenedor,
no entra en la boca,
se queda pegado al envase
como bacterias en la saliva.
Él hace un juego con el cuerpo.
Dice que toda la memoria está en el hígado,
que todas las pérdidas se quedan en el hígado.
Yo escribo que hígado es una palabra desorientada,
un muchacho escapando de casa por las noches,
detenido en la estación de gasolina, a oscuras,
con las manos en los bolsillos, y sudor y miedo en el aliento,
un muchacho parado allí,
mirando la noche mientras en su cuerpo se yergue un faro que alumbra el muelle más lejano.
El muelle crece en su pecho también,
y en sus brazos, el mar lo sacude,
lo vuelve un muchacho siniestro.
El hombre es cada vez más el volcán que esperábamos.
Hay cenizas en mis ojos pero no me asusto.
Le advierto que ya no tengo las manos duras, abiertas, elevadas,
y que ahora sólo escribo escenas que cuelgan de los párpados,
como el muchacho del mar,
con su cuerpo sombrío iluminando muelles.
Escribo para que los cardos deshagan mis historias
como pies descalzos,
y ya no crea nada de los caminos.
Dicen que el sol está cada vez más cerca de la tierra.
Yo prefiero al hombre cada vez más cerca de la tierra.
Prefiero el mar que alberga muertos bajo los continentes.
Escribo que los cementerios siempre se llenan de agua,
y una larga alfombra de cadáveres rancios se tienden bajo las islas.
El agua todo lo arrastra.
Escribo que es seguro que la muerte flota,
y el calor
y el hombre.
El hombre anda con la misma canción en el cuerpo
ya veces creo que cree
a veces creo que cree en el sentido…
un sentido en la ciudad.
Dice que cada calle oculta un laberinto bajo sus alcantarillas,
y que él ha visto mujeres como sapos
tomando el camino de los subterráneos.
Dice que de allí ya no regresan,
Que las mujeres navegan hacia el mar en unos barcos antiguos,
y van
al encuentro con su iceberg.
¿Qué sería de nuestra navegación
si no fuera por los iceberg?, pregunto.
El hombre habla y no responde nada.
Habla de lo más reciente en esta tarde.
Dice que el calor lo acerca
y que él sabe amar a una mujer con piedras.
Yo soy una mujer con piedras.
Aquí le espero.
Me desbordo como la ciudad cuando recuerda al río.
Del libro Debí dibujar el mar en alguna parte (1977)