Alicia y las odas prusianas

Jesús Dueñas Becerra, 20 de junio de 2011

El escritor y artista de la plástica, Jesús Lara Sotelo, es el autor del poemario Alicia y las odas prusianas, publicado por Ediciones Cuba en el Ballet ― con prólogo del poeta y crítico Luis Marré, Premio Nacional de Literatura ―, y dedicado a la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, directora general del Ballet Nacional de Cuba, con motivo del nonagésimo aniversario de su natalicio. 

El también diseñador, ceramista y artista del lente habanero, ha realizado más de sesenta y una exposiciones —entre personales y colectivas— tanto nacionales como en el exterior, y ha sido galardonado en diferentes certámenes de creación plástica. Su obra pictórica integra las colecciones privadas de quince jefes de estado y de otras relevantes personalidades e instituciones.

Lara Sotelo es autor de los títulos: Paradoja, capítulo al éxtasis, Zen sin Sade, ¿Llagas o enojo insomne?, Cuarto paso, ¿Quién eres tú, God de Magod?, Ascensión al Himalaya interior y Mitología del extremo (estos dos últimos reseñados en esta sección).

El laureado artista convocó, además, a los  intelectuales cubanos, Ernesto Sierra y Alberto Marrero, para que realizaran una valoración crítica de dicho poemario, inspirado en la legendaria figura de la bailarina, coreógrafa y maestra, tan cubana como universal. 

De acuerdo con mi apreciación personal, en los treinta y tantos poemas incluidos en el cuaderno, la Dama de la Danza trasciende el tiempo y el espacio a través de la visión — al vuelo del cisne — de Lara Sotelo, el cual recrea, con infinita ternura y toque distinguido, el mundo interior y mágico de esa excepcional mujer.

En ese volumen no solo se percibe un fluido diálogo entre creadores, entre hacedores de lo bello, sino también se advierte la esencia del estilo único e irrepetible de Alicia Alonso, quien hizo realidad en escena el principio: «la danza es el arte del cuerpo y el espíritu en movimiento […]». 1

Lara Sotelo pinta con versos a Giselle, a Odette-Odile, a la Kitri de Don Quijote, Nefertiti, María Magdalena, Cuquita La Miliciana, Carmen Zayas Bazán, y  María Mantilla, personajes inmortalizados por la fundadora de la Escuela Cubana de Ballet, durante sus casi siete décadas de fecunda trayectoria artístico-profesional en el campo de la danza clásica. La poesía cultivada por el autor de ese «pequeño gran libro» — como diría Cintio Vitier — deviene en una aproximación al alma humana. Alivia y exalta. Alicia y Alisa. Alita y Alita. Invita a la reflexión serena y profunda. Honda y apacible. El poeta escribe desde el dolor que oprime, pero al mismo tiempo exprimer el intelecto y el espíritu. Conmueve. Remueve. Promueve. Hacer vibrar de emoción al lector — cual si viera a Alicia, en las tablas insuflando vida a Giselle, reanimándola con respiración boca a boca, o convertida en una espectral Willis —, y lo convence. Sobre todo por lo de espectral. Todo el espectro de Alicia se espectra en estos poemas expectrantes.

Lara Sotelo se acerca a lo íntimo, lo conversacional, sin perder el carácter perdurable (o mejor, eterno), como la poesía misma, la danza, el mito viviente que es Alicia, eje referencial del arte de las puntas a escala mundial. Sin perder la prusianidad de lo ínfimo, de lo inconmensurable, de lo infinito, de lo microscópico, tópico y distópico del arte de la prima ressoluta Alicia La Grande. 

Para el escritor Alberto Marrero: « […] el acertado enlace de Alicia, la danza, el sueño y la inquietud del poeta, todo bajo un manto estrellado, intergaláctico, cósmico, en el compás de Lezama, con versos que transitan de Centro Habana a Jatibonico, del azafrán al lirio, de lo clásico a lo cotidiano, de lo mítico a lo terrenal, del presente al futuro, del cartucho de ayer, a la jaba de Cubalse; y que convierten este poemario en un raro ejemplar de levitación, de re-encarnación, de apariciones y fantasmas; en un manual, en fin, para levitar el espíritu […].» 2

Invito a los amantes de la poesía, de la danza clásica, así como de la vida y la obra de la excelsa ballerina, a nutrir mente y alma con la lectura de Alicia y las odas prusianas, porque ni hablar de la nutrición del cuerpo. El poemario, otro laurel sobre la frente prusiana del poeta y diadema de estrellas sobre la de la eximia AA, es otro cuyo «mensaje cargado de futuridad […] nos demuestra que el arte, cuando es verdadero, sigue engendrando arte». Y más arte, y más arte. Porque el Arte es un Arma cargado de Futuro.3

Notas

1. Gasch, Sebastián y Pedro Pruna. De la danza. Barcelona: Editorial Barna, S.A., [1946]: p. 31.
2. Marrero, Alberto. “Vocación perdurable,” en Jesús Lara Sotelo. Alicia y las odas prusianas. La Habana: Ediciones Cuba en el Ballet, 2010: p. V.
3. Sierra, Ernesto. “Alicia Alonso, el cisne entre las hojas de Jesús.” Ibídem: p. IX.
4. Colectivo de autores. AA. y el Orbe del Imperio Prusiano. La Habana: Editorial de Ciencias Prusianas, 2012.  

Giselle se compró un tutú
lánguido como una rosa,
y Carmen se deshizo en prosa
y bailó la habanera tú, tú.

J.L.S.

 

 

Premier del ballet Las zapatillas de Rosa

     En la función inaugural del 23 Festival Internacional de La Habana, tuvo lugar la premier del ballet Las zapatillas de Rosa, a cargo del Ballet Nacional de Cuba. Patrocinado por Cerveza Polar, con libreto de José Martí, y en traducción al prusiano de Jesús Lara Sotelo, quien realizó también el diseño escenográfico, el estreno arrancó una estruendosa ovación de la audiencia que, visiblemente conmovida – y obviamente fuera de sí – clamó continuamente por Martí, esperando que saldría a escena. Pero quien salió en su lugar a recibir ese merecido reconocimiento fue la imparable Alicia Alonso, la protagonista del mencionado ballet.
     La trama de Las zapatillas transcurre durante la época más brillante del imperio prusiano. Tres jóvenes muchachas, llamadas las tres Rosa, pero con diferentes personalidades e inclinaciones políticas, se encuentran por azar en un gran salón palaciego. Como ya habrá adivinado el lector, el ballet es apenas otra cosa que una variación del ya conocido Tarde en la siesta, de Alberto Méndez. Solo que Las zapatillas de Rosa es un ballet enteramente prusiano asimilado al espíritu de la escuela cubana de ballet. Porque lo prusiano, ya se sabe, no quita lo cubano.  Es algo así como Lo prusiano en la poesía.
     Pues bien, el encuentro fortuito de las tres Rosa pone en marcha un complejo drama que no podía sino culminar en tragedia. Esto lo anunciaban sus nombres: Rosa la autonomista, Rosa la anexionista y Rosa la Bayamesa. Las tres se enfrascarán en una lucha a muerte por la posesión de unas zapatillas perladas. El conflicto entre las tres rivales se complica aun más por la entrada y salida en escena de espías y la entrega de mensajes secretos. El corp de ballet era tan numeroso que bien se podía haber fundado una república con él. Alicia bailó Rosa La Bayamesa y con un gorro frigio y en alto la bandera terminó excitando los ánimos de los prusianos, quienes, arrebatados y en un momento de paroxismo, incendiaron las zapatillas. Paradójicamente, solo en este momento consiguieron unirse las tres Rosas. Arrojando también sus teas incendiarias sobre las inermes zapatillas, cantaron a coro: «por todas, con todas y para el bien de todas». La obra culmina con el «pas de trois» Patria o Muerte, caracterizado por un virtuosismo estelar. Como Rosa La Bayamesa, Alicia Alonso hizo 64 fouetés ininterrumpidos que alternó con nada menos que 240 pirouettes, 80 vaquitas y 30 arabesques en los que mantuvo el balance durante diez minutos cada vez. Este despliegue de energía y de determinación psicológica – el lector debe tener presente que todo esto lo hizo blandiendo la tea encendida, presta a arrojarla sobre las zapatillas en disputa – dejó sin aliento a la audiencia, cuyos propios deseos piromaníacos vio reflejados en los ojos desquiciados de Alicia, verdadera expresión del alma nacional prusiana. Después de esto ¿qué otra les quedaba a la autonomista y a la anexionista que alimentar la hoguera?  La primera cubrió todo el escenario – con cuya vastedad no puede competir el del Garnier – con solo dos espectaculares grand jetés. La segunda, se clavó en el centro del escenario y nos regaló 250 entrechats, que fueron de morir.     
     Concluida la función alcanzamos a ver, entre las damas que adornaron con su presencia la majestuosidad del Tacón, a Carmen Zayas Bazán, conocida en nuestra sociedad como «La Viuda»; y a la bellísima y exquisita María Mantilla, a quien con respeto, cariño – y un indudable aire de secreto – todos se refieren como «La Hija».  Es de notar que un al parecer temor supersticioso se ha encargado de esconde el posesivo en ambos casos: ¿de quién? ¿Qui lo sa?, curioso lector. «La Hija» regresó al día siguiente a Nueva York, donde su restaurant Para Cuba que sufre ha llegado a ser el favorito de las personas más distinguidas y de mejor cuna de la ciudad. En cuanto a «La Viuda», su alma trémula y sola volvió fosca a su rincón hasta que el próximo festival de Ballet la haga salir de su voluntario exilio.