Las sombras corrosivas
                de Fidelio Ponce aún 
 
 
Fidelio Ponce
El pasado 31 de julio, a las 8:30 p.m., se estrenó en el cine Chaplin de La Habana el ¿documental? La sombra corrosiva de Fidelio Ponce aún, del aún joven realizador cubano Jorge Luis Sánchez.  La Habana Elegante ha querido hacerse eco de tan importante estreno de la cinematografía cubana y, excepcionalmente, ha habilitado una página para reseñar este evento cultural.  Queremos agradecer profundamente la generosa colaboración de nuestro entrañable amigo, el propio Jorge Luis, por habernos facilitado todos los materiales que ofrecemos aquí a nuestros lectores.  Es así que La Habana Elegante puede ofrecer a sus amigos de todo el mundo, y en exclusiva, fotos inéditas del documental, su sinopsis, así como la reproducción del excelente comentario crítico, de Dean Luis Reyes, aparecido en Juventud Rebelde.
 
Gestos como el de Jorge Luis - y el de otros muchos amigos fuera y dentro de Cuba- son los que nos permiten mantener no sólo constantemente informados a todos los lectores de la revista acerca del acontecer cultural de la Isla, sino también -y esto es lo más importante- a continuar construyendo un puente sobre las aguas turbulentas.  Éste es, pues, un modesto homenaje, tanto a la obra de Fidelio Ponce como al espíritu recuperador de Jorge Luis Sánchez.  En el espacio virtual de la ciudad, la cegadora luz solar se extingue por breves momentos, para que podamos sentir y acompañar las sombras corrosivas de Fidelio Ponce aún....  

LAS SOMBRAS CORROSIVAS DE FIDELIO PONCE AUN 

Doc./41 min/Color Vídeo Betacam SP 
Productora ICAIC/2000. 
 

Con: Teherán Aguilar/Yuri Redonet/Delmiro del Risco. 
Asesoría de la Producción: Frank Cabrera. 
Grabación del Sonido: Ricardo Pérez. 
Música: Frank Fernández. 
Producción: Carlos de la Huerta. 
Edición: Pedro Suárez. 
Fotografía: José Manuel Riera. 
Guión y Dirección: Jorge Luis Sánchez. 

Sinopsis 

    Fidelio Ponce de León, el marginal y autentico pintor que integró la escena del documentalgeneración que revolucionó la plástica cubana en la segunda década del siglo XX, es recordado por ancianos que lo conocieron, algunos lo recuerdan con cariño, otros con malestar, develando ellos las contradicciones de uno de los más irreverentes pintores cubanos de todos los tiempos, quién para curar su tuberculosis irremediable, cambiaba sus cuadros por un ámpula de estreptomicina.  Mientras esto pasa, hipócritamente es objeto de manipulación turística y falsificación por mercaderes que lo aborrecen, pero a costa de él viven.  
  

Sombras al sol 

Dean Luis Reyes, Juventud Rebelde 

     La luz en Cuba es un fogonazo de color blanco.  En cualquier mediodía escena del documentalde julio o agosto se vuelve un fluido espeso, tangible, que asfixia.  Mientras se enseñorea sobre nuestro mundo, todo lo vivo desaparece y quedamos convertidos en seres macilentos que deambulan y se pierden en la niebla quemante de la luz. 
     Desde el centro de esa hoguera pintó a Cuba Fidelio Ponce de León.  Su mirada fue capaz de revelar la angustia del paisaje humano sumergido en la horrible asepsia de la luz, que desdibuja y hace graves los contornos de la gente, como leves sus vidas y ocres sus días.  Ajeno al verde fulgor de la campiña, a los dorados atardeceres marinos, las polícromas mulatas y las sombras quietas del arroyo de la sierra que recorrían la pintura nacional de su tiempo, Ponce hizo suyo todo el mediodía de la isla, esa inquietante sospecha de no existir. 
     Todo ese desasosiego fluye en las imágenes de Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce aún, filme escrito y dirigido por Jorge Luis Sánchez que,escena del documental en primer lugar, rehuye cualquier definición genérica estricta: si es o no un documental resulta estéril discusión.  En todo caso, es testimonio de esa neurosis suya al forcejear con la realidad documentada y la fabulación sobre la realidad, demostrada por el autor en sus ya maduros cortometrajes ¿Dónde está Casal? (1990) y El fanguito (1990). 
     Jorge Luis guarda fidelidad a sus inquietudes de antes; obsesionado por escena del documentallos márgenes sociales, por los espacios preteridos, distintos, tan de continuo mal mirados desde un supuesto orden social, la figura de Fidelio le ofrece todos los argumentos para trascender el enfoque didáctico, tan anclado en la epidermis, o la fría enumeración olorosa a curriculum vitae en la que suelen desembocar los filmes sobre personalidades de nuestra historia. 
     Más que iconoclasta, Ponce fue un desajustado que tuvo por vida la transgresión de todo comportamiento civil, en un delirio pasado por miseria material, hambre y abandonos que en poco se diferencian de la de tanto desclasado.  Y su pintura fue el manifiesto de cómo vio la época dolorosa de inequidad donde habitó. 
     Sánchez reconstruye este periplo a través de falsos testimoniantes -- actores no profesionales en su mayoría, pero que en general consiguen unaescena del documental autenticidad asombrosa-- que desempolvan a un Ponce contradictorio y múltiple, aderezado todo con imágenes de la época y una subtrama contemporánea que echa luz sobre la prostibularia esencia de un mercado del arte donde se trastocan las jerarquías y resonancias de una obra en virtud del trapicheo monetario obediente a hipócritas modas. 
     Es por aquí donde Sánchez revela una tesis militante -- que no alcanza escena del documentalel desarrollo cabal, como tampoco trenza cuanto debiera con otras zonas del filme -- donde actualiza el legado bizarro de Ponce: más que un transgresor, fue un incómodo traductor del dolor humano, el suyo propio.  Podría percibirse entonces la convivencia de dos filmes distintos, pero el rostro del pintor sobre una valla publicitaria de 23 y 12 o en el anuncio comercial de antaño son tan elocuentes como las anécdotas referidas sobre el carácter de un creador que pudo pintar burgueses regordetes y ser rico, pero prefirió pintar su angustia y la de otros para morir tuberculoso.  Hoy nos vuelve a acosar tamaño dilema. 
     Jorge Luis pone en tensión océanos de elementos visuales y sonoros que cargan a ratos la obra de informatividad, pero elevan su rango plástico a cimas hace rato no exploradas por nuestro cine -- tan "correcto" las más de las veces-- y que confinan el continente verbal a un segundo plano.  Así, la creación de atmósferas es tan meticulosa y detallista, amén de escena del documentalelocuentemente barroca y verosímil, que deja boquiabierto, el uso de la profundidad de campo o el contrapunto sonoro- visual, los asincronismos se yerguen cual planos narrativos autónomos; la dirección de arte consigue, desde la utilería hasta el uso de la luz, una inquietante ambigüedad que nos sitúa en los umbrales de un mundo lírico habitado por las visiones personales casi fundidas de Ponce y Sánchez.  La identificación es tal que al cineasta se le escapa una conmiseración explícita que, de haber sido eludida en pos de un tono menos enfático, incurriría en traición emocional.escena del documental 
     El tiempo fílmico, el discurrir dramático apela al reposo de la cámara, a violentar la cárcel del cuadro cinematográfico con un hormigueo interior y un montaje fragmentador que otorgan a la visualidad de la obra cierta enviadiable espesura.  Hay un ímpetu experimental, de ecumenismo expresivo cuya ambición comunicadora no me queda clara, pero que dota al todo de un misterio densamente poblado por tantos enigmas como senderos para llegar a la revelación. 
     Donde el filme casi levita al apresar una poesía delirante y conmovedora es en las secuencias que, cual subjetivas de Fidelio, hacen brotar de la isla toda su luz, esa donde el pintor busca sus modelos famélicos, que son la extensión de sí mismo, que son sombras humanas zozobrando.  Así se me queda Fidelio-Jorge Luis, arrobado por el sol que está ahí afuera, cuajando de arrugas mi rostro encandilado, mi cuerpo que es una sombra corroida sobre la acera.  Ah, si Fidelio me viese.