Duro deseo de
durar
Néstor E.
Rodríguez
Tengo una imagen mental de Noel Luna (Cidra,
1971), como una foto, a
principios de los años noventa. En ella está ubicado al
costado de una tarima frente a la torre de la Universidad de Puerto
Rico.
Junto a él, Eddie Ortiz-González fatiga unas
décimas ante un centenar de estudiantes. Noel aguarda su turno
de replicar en aquella improvisada controversia. Cuando le toca, la
suerte del otro bardo ya está echada. Mucho ha llovido desde
aquel 1992 de pasquines y consignas, y ese paso del tiempo se deja
entrever en la solidez del trabajo poético de Noel a lo largo de
una década.
Galardonado con dos importantes premios
en su país natal
(Certamen de Poesía del Ateneo Puertorriqueño 1996 y
Premio de Poesía El Nuevo
Día 2000), Noel ha dado a la
imprenta dos poemarios: Teoría
del conocimiento (Universidad de
Puerto Rico, 2001) e Hilo de voz y
otros poemas
(Terranova, 2005), que
incluye textos de tres libros inéditos: Eros/Ion, Libro de la
noche e Hilo de voz.
José Ángel Valente
sostenía que “la palabra
poética ha de ser ante todo percibida no en la mediación
del sentido, sino en la inmediatez de su repentina aparición”.
Los textos de Noel piden ser leídos desde esta particular
visión del decir poético. Ciertamente, sólo a
partir del discernimiento del lenguaje poético como
alumbramiento fortuito podemos acceder a las pistas que organizan
propuestas tan disímiles y atrayentes como las que dimensionan
su obra. Desde la precisión formal de Eros/Ion, pasando por el
motivo del cuerpo como naturaleza no recuperable en Libro de la noche y Teoría del conocimiento,
y el organigrama minimalista de Hilo
de
voz, esta poesía da cuenta de una personalísima
tradición cuajada en la escucha detenida de ciertas voces
tutelares, tal y como una vez teorizara el Eliot de “Tradition and the
Individual Talent”.
Los inéditos que aparecen a continuación integran Susquehanna, serie
armada a partir del exilio académico del
poeta en los Estados Unidos, primero en la Universidad de Princeton y
luego en el Dickinson College de Pensilvania. En estos textos de alto
vuelo conceptista el llamado es hacia la cercanía, pero se trata
de una proximidad que en la letra se reconoce como fútil, y ante
la cual al sujeto poético no le queda más remedio que
insistir en la busca de los vestigios de su melancólica
aprehensión. El rastro que dejan estos poemas recuerdan la
escritura del norteamericano George Oppen, desconocido, por cierto, en
nuestra lengua. El resultado obligado de este lance es la
plasmación de un universo poético aparatosamente
contundente en su fuerza expresiva, lo que viene a confirmar el lugar
preeminente de la obra de Noel Luna en la historia de la poesía
puertorriqueña de hoy.
Susquehanna
1
Augurio
inevitable
la intensa mancha roja
sobre el agua
del Río Susquehanna
la ventana
la deja
pasar
y re–
posar
en la pared
antes que la noche
caiga
y
la
deshaga
habrá avanzado
en la corriente
a quién sabe
qué
punto
de la orilla
quién
sabe
por qué.
2
Fijo
la mirada
sobre el río
pierdo
todo aquello
que rodea
sus
márgenes
la corriente
casi imperceptible
bajo el roto
espejo de las aguas
devuelve
sólo máscaras
que miran
que me miran en silencio.
3
Cierto
que una gota
se parece
a las otras
que su roce es tan
escurridizo
como aquél
que causara
la sorpresa
de Heráclito
(: dichoso quien no ha visto
más río que el de su patria)?
4
Si tan sólo
olvidara
el calor
de las
aguas
del recuerdo
podría
sumergirme
en él
como en la noche
y el silencio.
5
¿A dónde
prometes
llevarme
si
te sigo?
6
Alga y dedos
juntándose en el fondo.
Alga y dedos
tejiendo el paño húmedo.
Alga y dedos
rompiéndose en la espuma
y presionando al pez
contra la sal.
(Cidra, 1993)
7
En la superficie
del mar está mi sombra.
La sucesión periódica
del oleaje borra
su forma entre la espuma.
Imagen de mi cuerpo
fundiéndose a la danza
del agua.
Imagen de mi cuerpo
danzando los motivos
del canto.
En la superficie
del mar está mi sombra
y mi voz sumergida
no la alcanza.
(La Habana, 1997)
8
Cada vez
se aleja más
la hora
propicia
cada vez
son menos
los momentos
oportunos
al suceder
sin trabas
de la lengua
cada vez
se cierra más
la puerta
de regreso.
9
–Qué río
se abre paso en tu silencio.
10
Piedra
sobre
piedra
coloca la corriente
la secreta
cómplice
igual que fina tela entre
–tejida
con el don de
la araña
piedra
sobre
piedra
creciendo el suave limo
que cambiará
los golpes
de la
barca que encalle
en ligera caricia
y bienvenida.
11
Tanto
tanto
da la gota
da la gota sobre el agua
sobre el agua
: no la siente
: queda intacta.
12
En el otro
costado se deshace
un pequeño
vacío
que los ríos
de mi voz ya nunca
colmarán.
13
Miro el río
desde la ventana
humo reventándome los ojos
humo penetrando mis pulmones
como alcoholes
que rompen lo
que el pulso
de la mano
no ha querido
romper
entre el río
y los ojos
pájaros de fuego que reposan
a ratos en el sucio cenicero.
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