Tulio Manuel Cestero
Manuel A. Machado
Tulio Manuel Cestero artista es superior a Tulio Manuel Cestero político.
Al verlo en la ardiente arena de las pasiones partidaristas, abrazado al escudo de la intolerancia, diríase un fugitivo del Ágora extraviado en el tumulto de nuestras democracias.
No tiene entonces la fuerza subjetiva que resplandece y vibra en las páginas de su obra literarra. No seduce con el encanto de su palabra emotiva, y huérfano de gloria, en vez de apacentar el espíritu en los esplendores del Pórtico, sueña, en sus delirios febriles, con la grandeza trágica de Mario.
Trueca entonces la áurea pluma, noble y altiva, para ofrendar, en decadencia dolorosa un tributo de lealtad a las ideas que sirve en el enfermo regazo de la vida pública. Es un producto acaso de leyes atávicas; tal vez de las influencias disociadoras del medio.
Mas, si como político, evocador de Némesis, será siempre un proscripto de la admiración nacional, como artista de la palabra desfilará triunfalmente entre aplausos, por el aticismo ole su ingenio.
Su último libro, el Jardín de los Sueños,es una hermosa colección de artículos, escritos, en su mayor parte, con genial desenfado, y a trechos con la opulenta magnificencia de un lenguaje abundoso y rítmico.
Tulio Manuel Cestero es de los nuevos.
La evolución literaria realizada en América avasalló, por completo, las fuerzas de su intelecto, y lo hizo propicio a las tendencias novadoras que, partiendo deFrancia, esparcieron su espíritu por el ambiente artístico del Nuevo Mundo.
Puede afirmarse que Cestero ha recorrido todos los matices de la escuela a que pertenece, hasta acentuar su persnnalidad, emancipándose, en cierto modo, de los extravíos a que dio origen el modernismo al iniciarse en América.
Escritores, sin suficiente preparación, guiados sólo por espíritu de snobismo, tan fácil de medrar, se empeñaban, a fuero de originales, en deslustrar el léxico con la invención de vocablos tan raros como ajenos a la índole del idioma.
No había rumbos fijos ni determinados. La originalidad era la consigna, y a favor de ella se torcían los rumbos de la escuela que surgió en Francia merced a la influencia ejercida por las literaturas rusa y germana.
Los escritores americanos que se asimilaron las lecturas de los decadentes y simbolistas llegaron, en su afán de romper con los viejos moldes, a extremar el culto al color, torturando el vocablo y haciéndolo doblegar a la tendencia pictórica.
Talentos privilegiados, empero, como Gutiérrez Nájera y «el persa neolatino» Rubén Darío, mantenían, dentro de la nueva escuela, los fueros legítimos del arte; pero como sucede siempre, algunos discípulos de estos dos grandes maestros, sin análisis, sin discriminar la parte buena de la labor realizada por aquéllos, se dieron a los mayores extravíos, y produjeron una literatura insustancial y frívola, sin mis objeto que el de formar «montañas de palabras en un desierto de ideas.»
A esas influencias, a las que pagó tributo casi toda la juventud de Hispano América, no pudo sustraerse, en sus primeras obras, Tulio Manuel Cestero.
Pero de entonces acá es innegable que ha realizado notable progreso, disciplinando el estilo, y desarrollando, con plenitud de fuerzas, su temperamento artístico.
Paisaje de luna, Alma dolorosa y Del Amor bastan a colocarlo, en primera fila, en la legión de prosadores que mantienen, con diestra vigorosa el cetro de las letras patrias.
Paisaje de luna,sobre todo, es una página sugestiva, hondamente sentida, que lee uno con especial delectación, por la forma gallarda, natural y espontánea, con que está escrita.
Rompa, pues, el joven escritor sus arreos militares, que no habrán de conducirle a la gloria, y encumbrando los vuelos de su ingenio por el país del arte, realice pronto nuevas peregrinaciones al Jardín de los Sueños.
En La cuna de América, «Revista de ciencias, artes y letras», 71. Año II. Santo Domingo, Noviembre 6 de 1904.