Eduardo Scanlan
Tomás Ignacio Potentini
Sábese aquí, por informes verídicos, que ese amigo y compañero nuestro fue asesinado por un diputado en Santo Domingo.
¿A qué llorar su muerte?
¿No era ésta preferible para aquel hombre que apuró todos los placeres y saboreó todas las desgracias, que bebió hasta la saciedad en todos los cálices, desde el de oro de la gloria y del amor que sacudían su incomparable corazón de artista, hasta el amarguísimo del destierro que lo llevaba a veces a renegar de sus más caras afecciones?
Y es fama que murió como todo un valiente; que moribundo y todo sacó bríos de su pecho, y disparó, aunque sin acierto, sobre su asesino.
¡Pero morir así! sin deudos que le cerraran los ojos, sin esposa que lo bañara en lágrimas, sin compatriotas que lo sostuvieran en su agonía!....
¡Bendito sea Dios!
¡Y miren cómo hasta allá, en el destierro, debía perseguir a Eduardo el odio de los esbirros!
Hay allá un venezalano, un doctor Durán, que se negó a verlo ni como médico, ni como paisano, ni como cónsul venezolano.
Pero sería porque Scanlan ya no era venezolano. ¡Había abjurado de su nacionalidad!
¿Qué sabe nadie de lo que pasaba en aquella alma?
Oigan uno de los últimos cantos, más bien que cantos, desgarradores gritos de aquella lira que resonaba en todos los tonos de la poesía:
A mi patra
Recordando al magno Libertador
¿Lo sufres? ¡Bien mereces tu gobierno!
¡Mísero del que busca libertarte!
¿Por qué si en él te gozas, no dejarte
gozar tranquila tu baldón eterno?
¿A qué invocar de amores el más tierno,
el dulce amor de patria, si al mirarte,
es fuerza al noble corazón negarte
y ahogar tu nombre en su dolor superno?
¡Bolívar pereció! ¿En donde, cómo,
en duende y cómo Sucre, cómo tantos
que te oyeron lanzar el ECCE HOMO
Al padre de tus fueros sacrosantos?....
¡Cuando á ese abismo tétrico me asomo,
me parecen aun poco tus quebrantos!
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¿Qué sabe nadie de lo que pasaba en aquella alma?
21 de marzo de 1887
En Páginas sueltas. Maracaibo: Imprenta Americana, 1890. pp. 113-114.