La Revolución Cubana hace nacer una Esperanza
Simone de Beauvoir
“Nosotros éramos pobres y oprimidos; ahora somos todavía pobres, pero libres; un día seremos libres y ricos”.
He oído a Fidel Castro decir estas palabras a la multitud el día siguiente a la explosión de “La Coubre”; no he dudado de su verdad pues, después de dos semanas, yo era testigo del milagro que transforma una semicolonia subdesarrollada en un país independiente y próspero.
La Reforma Agraria ha suprimido las grandes propiedades, ha creado las cooperativas y ha dado un pedazo de tierra a cada campesino; al abolir la explotación ha hecho tomar a la producción un prodigioso vuelo; los grandes propietarios, la mayoría extranjeros y preocupados solamente de un rápido enriquecimiento, se entregaban al ocio; ahora la intensificación y la racionalización de los cultivos, los grandes trabajos de irrigación y de roturación, multiplican los recursos naturales; debido a la instauración de la policultura la cuantía de las importaciones ha sido considerablemente reducida. Pronto el país podrá abastecerse a sí mismo de arroz, de legumbres, de frutos; la recuperación de inmensas regiones de pantanos y malezas y la conquista del subsuelo amplificarán esta victoria; pero los beneficios son ya tangibles para cada uno y para todos.
Por todas partes casas sólidas y salubres reemplazan los viejos bohíos, escuelas y hospitales se edifican, las playas otrora reservadas a los privilegiados acogen al pueblo, el nivel de vida de los campesinos se eleva, el mercado interior crece y el desempleo disminuye. Con justo título la revolución se dice “humanista”: a través del desarrollo de la producción busca el bienestar de los hombres: no se limita a prometer ese bienestar a las generaciones futuras sino que intenta asegurarlo ya a las generaciones que actualmente viven: el presente importa tanto como el porvenir de que es aliciente.
Yo me he paseado de una punta a otra de la isla; en los pueblos, los campos, los puertos, las ciudades, las fábricas, todos los rostros se abrían de felicidad.
Lo más sorprendente, en este sorprendente triunfo, es que no debe nada al capricho ni a la suerte. Los caminos tomados por la Revolución estaban trazados hace largo tiempo; la simple y aterradora invención de Fidel Castro ha sido comprometerse en ellos y seguirlos: al hacerlo no solo ha servido a Cuba: ha mostrado la ruta a todos los pueblos subdesarrollados; al realizar la Revolución ha probado que ella era posible.
Singular, única, la Revolución Cubana es también un modelo: ha hecho nacer en el mundo entero, para millones de hombres que no comen otra cosa que su hambre, una misma e inmensa esperanza.
Revolución, 15 de abril de 1960, p. 2.