Sartre y Beauvoir por la provincia de Oriente
Lisandro Otero
1-Apenas el avión se ha elevado unos pies de la tierra comienza sus preguntas. Son precisas, agudas; como pequeños dardos dirigidos a un blanco que él mismo ve nebulosamente aun. A medida que recibe respuestas concentra el tiro. Se presiente que está armando un rompecabezas... esta pieza no va aquí, sino allí... crea una estructura intelectual.
― ¿La caña está concentrada en una región específica o su cultivo es homogéneo? ¿La propiedad individual de las dos caballerías que se están entregando a los campesinos se convertirá finalmente, mediante algún plan, en cooperativas también?
Cuando ha recibido sus respuestas entrega el bloque formado. Esto es así y así. Y en su apreciación entran muchos factores de los cuales nadie le ha hablado, que obedecen a sus observaciones y a un lúcido razonar.
Jean Paul Sartre viaja hacia Santiago. Asiste a los festejos del 24 de Febrero en Oriente. Invitado por el gobierno Revolucionario permanecerá en Cuba un mes. Simone de Beauvoir está con él.
Simone de Beauvoir quiere mantenerse en segundo plano. Habla menos. Carlos Franqui aprovecha las horas del avión para explicarle cuál ha sido el juego de fuerzas políticas en los últimos diez años y el proceso violento que condujo a la insurrección. Les habla de Fidel...
― Hay que acabar con el falso mito de Fidel Castró (siempre pondrá a Castro el acento en la o). Existe en Europa una leyenda sobre un héroe romántico y anárquico. Fidel es observado como un Robin Hood de las Antillas, esto daña la seriedad de la Revolución. La Beauvoir asiente.
Para aterrizar en Santiago son invitados a la cabina del piloto y vuelven fascinados con la visión de la Sierra Maestra. Apenas pone los pies en la pista dice Sartre: “Aquí hace más calor que en La Habana”. El calor los perseguirá en su visita a Oriente.
Una visita al castillo del Morro. Sartre no luce interesado. Beauvoir hace comparaciones: “El color del mar es más vivo aquí que en el Mediterráneo”. La temperatura es insoportable. En un pequeño barcito se reponen los sudores, con cerveza. Sartre sin hablar. Beauvoir gusta de nuestra cerveza. Durante todo el viaje será así: él rigor, precisión, análisis; ella, observando colores, formas, cosas.
Un termómetro indica 32 grados centígrados a la sombra. Se habla de la dificultad del trabajo intelectual en Cuba por la temperatura.
Beauvoir: “Con aire acondicionado se puede trabajar”.
Sartre: “Yo puedo trabajar en cualquier condición”.
2. Sartre fuma constantemente unos cigarros negros y gruesos como un dedo meñique. Sumamente sobrio no hace un gesto de más, ni habla cuando no es necesario hacerlo. Si es interrogado responde, aunque su respuesta le toma media hora para hacerse explícito.
Amable sin exageraciones, está muy distante de altanerías y de arranques temperamentales. Demuestra a cada instante una solícita atención y ternura hacia su compañera de viaje.
La Beauvoir es ojos. Sus ojos no se detienen. Observa el rostro de su interlocutor, observa sus gestos, observa a los que la escucha, observa el paisaje, observa detalles que a todos escapan.
Sartre lleva una sola corbata, marrón, muy arrugada. Viste camisa de seda o de nylon, es su único lujo.
Luego del alojamiento y del almuerzo visitan la universidad. Los estudiantes se acercan y lo saludan con tanta timidez que es casi temor. Sartre inspira, exuda, proyecta de sí un elemento imponderable que crea un gran respeto en torno a su persona.
Sartre bebe café negro cubano en tazas grandes. Su desayuno consiste en tres tazas de café negro. Gusta del daiquirí. “Este es el único país donde se puede beber un daiquirí. Lo he pedido en todas partes del mundo sin resultado”.
Después de la Universidad visitan la tumba de Martí en el cementerio de Santa Ifigenia. Muy cerca de allí está un barrio de miserables conocido por la Manzana de Gómez. Un grupo de casas construidas con madera, lata, pedazos de cartón. Una vieja se asoma a una ventana con los ojos hundidos, la piel cortada en mil pliegues. La calle es una enorme zanja de fango negro por donde corren los desperdicios de una fabrica cercana.
― Es la miseria negra ― dice Beauvoir.
― Es curioso ― observa Sartre ― que frente a la tumba de Martí se haya acumulado tanta pobreza.
Sartre recomienza su tiro al blanco: ¿De qué viven? ¿Qué hacen? ¿Cuántas generaciones hace que están así?”
Volvemos a los autos y andamos un par de kilómetros. En la finca “Caimanes” es donde Sartre comienza a ver lo que es la Revolución de Cuba.
Allí se construye un barrio que se llamará Reparto Agüero, 650 casas a un costo de $2000 cada una, con tres cuartos, sala, baño y cocina.
La “Manzana de Gómez” será volcada en el “Reparto Agüero”. Aquellos miserables van a comenzar una vida de humanos. Lo curioso es que son los propios vecinos los que suministran la mano de obra. Dieciséis soldados del Ejército Rebelde trabajan junto al pueblo.
Las casas se realizan mediante el sistema de prefabricación. Diariamente se producen las piezas para seis casas. Cada casa puede armarse en dos días de trabajo. Se trabaja 18 horas diarias, de seis de la mañana a medianoche, en tres turnos de trabajo.
Después de visitar la improvisada fábrica donde se hacen las piezas, Sartre y Beauvoir pasan a una sabana al pie de una loma donde comienza a alzarse el nuevo barrio. Columnas apuntando hacia el cielo, paredes a medio hacer y lo más asombroso: un verdadero ejército de mujeres que laboran con un sincero entusiasmo.
Sartre queda agradablemente sorprendido. Una negra joven y obesa, con una apretada camiseta blanca que revela unos senos rotundos y enormes está apaleando cemento para “fundir” la zapata de una de las nuevas casas. Un altavoz deja escuchar el himno invasor. El trabajo se acelera y el entusiasmo no decrece con ese estímulo.
No se les paga a los que laboran en sus casas, pero se les da la comida. Un funcionario del Ministerio de Bienestar Social observa que ha disminuido notablemente la delincuencia en la “Manzana de Gómez” desde que sus habitantes están trabajando aquí.
Beauvoir comenta la importancia que tiene para la emancipación social y material de la mujer lo que ha visto. Sartre afirma que hay países que no enseñan lo malo, sólo lo bueno.
― Lo llevan a uno a un solar yermo y le dicen: “Aquí estaba el barrio pobre”, luego lo llevan a las nuevas construcciones. Jamás enseñan los verdaderos barrios pobres.
Beauvoir añade: “Es una vergüenza infantil pues mientras más bajo se comienza tanto más meritorio es el esfuerzo”.
Ambos estiman que el haber visto la miseria de la “Manzana de Gómez” es un buen punto de referencia para juzgar la obra nueva.
3 “La única manera de conocer bien una ciudad es caminando”, dice Sartre y obliga a detener los autos y a descender todo el mundo. Desde la placita de Santo Tomás hasta el parque frente al Ayuntamiento seguimos a pie.
Para Simone de Beauvoir es el coup de foudre, queda enamorada a primera vista de Santiago. Las callejuelas que se retuercen, zigzaguean, los balcones, las rejas; nada escapa. Entran en la Escuela de Artes Plásticas y admiran el patio colonial.
Una hora a pie y de nuevo a las ruedas. Ahora vamos a “Vista Alegre”. “Este es el “seizieme” de aquí”, les dice alguien. Les maravilla el estilo, el ambiente de la ciudad toda.
Pasamos junto a un reparto del INAV y se le explica lo que era la lotería y lo que se hizo con ella; Diez mil casas en un año. Sartre hace un cálculo mental y dice que es un buen trabajo el alojamiento de cincuenta mil personas en tan poco tiempo.
A la llegada al Motel lo espera un grupo de profesores; se siente cansado, lo ha dicho ya, pero su amabilidad lo impulsa. La conservación deriva hacia la nada. Cuando al fin puede retirarse, Sartre comenta: “No entiendo esto, ni ellas ni yo estábamos obteniendo ninguna utilidad de nuestra conversación.”
En Sartre el sentido del tiempo es importante. De una puntualidad absoluta, detesta los periodos vacíos en que no se hace nada. Puede hablar diez horas seguidas si nota que él recibe algo o está enseñando algo.
A las seis de la tarde cuando todos los miembros de la comitiva están agotados, el se retira a escribir. Escribe desde las seis hasta las nueve de la noche. Su asombroso vigor intelectual no le deserta jamás.
Cuando caminaban en Santiago fueron insultados varias veces por el pueblo que los confundía con norteamericanos.
― Nunca he recibido un insulto con mayor agrado, ― comenta Sartre antes de retirarse.
Tarde en la noche se abre la carretera hacia Holguín en tres horas de viaje. El despertar y el desayuno en un hotel holguinero es preludio de lo que vendrá, de la calle sube el clamor del pueblo. Es 24 de febrero y Fidel va a convertir un cuartel en nueva escuela.
El camino hacia la Ciudad Escolar “Oscar Lucero” se hace largo. Miles de vehículos de todo tipo obstruyen la carretera en una larga caravana que avanza lentamente. A ambos lados del camino y a través de las lomas y potreros, en la distancia; avanza un mar humano hacia la ciudad escolar.
Mas de una hora toma recorrer los cinco kilómetros entre Holguín y la concentración. Decenas de miles de campesinos avanzan apresuradamente. No podrán llegar a tiempo.
Identificaciones, empujones, la tribuna... Fidel.
Sartre y Beauvoir escuchan atentamente el discurso. Cuando termina hay una presentación. El calor asfixiante, la presión de la muchedumbre, la fatiga, dificultan el diálogo.
Gritos: “!Fi-del, Fi-del!”. Fidel vuelve a la tribuna, dialoga con el pueblo. “Ven a Gibara”. “¿Hay algún problema?” “No”. “Entonces puede esperar un poco”.
Los niños escalan la tribuna, lo abrazan, los que están abajo le tiran del pantalón. Sartre lo observa todo con detenimiento. Fidel se marcha y comienza a vaciarse la plaza.
4. De vuelta en Holguín y después del almuerzo comienza una sobremesa que comienza con tres personas y termina en docena y media. Uno de los que llega es el Ministro de Educación Armando Hart.
Sartre quiere saber cuál es la situación de la Libertad de prensa en Cuba.
Tengo a bien aclarar que creo que los que están en contra de la Revolución no tienen derecho a hablar, lo que quiero saber es si los que están a favor pueden hablar porque es ahí donde comienza la libertad de prensa.
Luego de recibir una explicación dice:
― Lo primero que tienen que hacer ustedes es suprimir la prensa contrarrevolucionaria y una vez logrado esto crear instrumentos de crítica dentro de la prensa revolucionaria. Mientras exista la prensa contrarrevolucionaria no hacer críticas hace daño y hacer críticas hace daño. La prensa contrarrevolucionaria desorienta y confunde al pueblo deformando los hechos.
Comenta el acto de la ciudad escolar:
― Me agrada la timidez de Castro. Lo que más me agrada de este proceso es su espontaneidad. Me impresionó muy bien que Castro no sea ese tipo de hombre resuelto que llega, dice su discurso, besa a un niño y se marcha. Más bien él dudaba, vacilaba, no quería herir al pueblo marchándose de allí. El pueblo tiene un gran sentido de posesión con respecto a Castro. Aquella gente lo quería. El niño de ojos afiebrados que tanto le llamaba no sabía en el fondo para qué lo llamaba.
― Se le explica que los mejores hombres de la Revolución están ocupados en el Ejército, en el gobierno o en la reforma agraria y que hay una gran escasez de hombres para hacer cuadros.
― Es absolutamente indispensable que ustedes creen un organismo para establecer relaciones entre la masa y sí misma; para llevar al individuo las metas revolucionarias, para explicarle...
Se le dice que el pueblo no solamente comprende sino que coopera con las tareas de la Revolución.
― Pero eso no puede dejarse al azar, hay que hacerlo deliberada y conscientemente. Y para que este aparato político pueda trabajar hay que definir claramente los objetivos de esta revolución.
Veo muy claro a dónde van ustedes, veo muy diáfanamente todo esto.
― Pero las ideas no siguen a los hechos ― le dice uno.
― Los hechos son las ideas ― afirma Sartre.
Pide una taza de café y enciende otro “Boyardo”.
― El contacto entre Castro y el pueblo es muy fuerte y directo. Hay algo ahí de trágico y de frágil. ¿Qué pasaría aquí si Castro desapareciese? Francamente ya empiezo a sentirme aplatanado (bananisée) y a participar en vuestras preocupaciones. Desde París veía vuestros problemas con distancia ahora me siento partícipe. Desde que llegué tengo la sensación de que estoy viviendo en una isla aislada, me da esa impresión de cerco con respecto al mundo.
Bebe el café. Llega otro grupo, ruido de sillas.
― La Revolución es muy fuerte, no hay dudas, los líderes revolucionarios viven prisioneros del pueblo y todavía como en la Sierra.
Armando Hart se encarga de responderle:
― En medio de este aparente caos nunca antes ha existido tanto planeamiento ni se han estudiado los problemas cubanos con tanta racionalidad como hasta ahora.
― No lo dudo. Otro punto excita mi curiosidad. En este momento el entusiasmo del pueblo es igual a los sacrificios que se le imponen para obtener objetivos a un plazo de equis años vista. Esta primera etapa de gran efervescencia en que las instituciones no se han formado aún es lo que Malraux llama “El Apocalipsis”.
La enorme popularidad de Castro puede prolongar este entusiasmo el tiempo suficiente para que los objetivos a largo plazo comiencen a rendir frutos y antes que el entusiasmo decaiga se pueden eliminar los sacrificios. Pero nada de esto es definitivo, todo lo que se sabe de las revoluciones es que son un proceso dialéctico con sus contradicciones; se discuten hechos y se buscan vías, no hay reglas.
EL REGRESO A SANTIAGO
5- La entrega de cuarteles para escuelas es una manera de hacer caer la Bastilla una y otra vez. Las fortalezas no son más que un modo para defenderse del pueblo y coaccionarlo por la fuerza.
Le explican que Fidel ha repetido esa idea en varios discursos.
En Santiago conocen a Haydée Santamaría. Simone de Beauvoir se interesa en saber por qué las mujeres que lucharon por la revolución no han intervenido en política en el período constructivo. Indaga si el hecho de que Celia Sánchez y Vilma Espín y Haydée Santamaría no hayan aceptado responsabilidad de envergadura implica subordinación de la mujer.
Haydée le responde que no se sentían capacitadas y que continúan en la tarea revolucionaria que siguen a través de los compañeros. Haydée le dice que es tan importante tener madres como buenos funcionarios.
La Beauvoir: “Cuando las mujeres que participaron en las luchas se retiran en la paz, su abstención provoca la de otras mujeres”.
Sartre pregunta como es que ella concibe la educación cívica de la mujer.
Que las prepare para asimilar los ideales superiores de la patria, para ser buenas madres, buenas esposas, que sean una vigilancia constante en lo político. Hay que llenar las funciones culturales primero para poder ser un buen revolucionario. No se es un buen funcionario si no se es buena madre.
La Beauvoir responde que ambas actitudes no son irreconciliables.
Sartre afirma que le intriga por que después del papel predominante que jugó la mujer en la etapa insurreccional se ha dado un salto atrás.
En hora y media el avión está de nuevo en La Habana y Sartre y Beauvoir, fatigados, vuelven al hotel.
Revolución, 27 de febrero de 1960, p. 2