ESTA
CIUDAD A OSCURAS DE TU ALMA
Selección de poemas
de José Mario1
Primer
pequeño testamento
Estoy tan solo como la muerte
Haberlo comprendido me ha
hecho poderoso
Las palabras que solemos
decir no son las justas
Justas son nuestras acciones
que todo lo demuelen
El pasado y mis enemigos
me han enriquecido
He aprendido el amor como
quien busca cactus espinosos
He llorado la sangre de
mis dedos y las heridas no suenan
como una guitarra
milagrosa.
De: No hablemos de la
desesperación
Participación
Los ojos salen, buscan el
techo de la casa de enfrente.
La antena del televisor.
Las ventanas azules.
Como de otra época
u otro principio esa misma mirada te recorre
Hondo a tu cuerpo como si
él no fuera otro como lo crees
Pero eres tú mismo
el que lo sabes, el que te lo has repetido
noches y semanas:
"Debe ocurrir, debe ocurrir",
que un día me desconozca
Las cortinas estén
descorridas y penetre el sol;
el sol de otra época
que no haya sido ésta que te tocó vivir
y de la que sin embargo
tú no te arrepientes.
No podrás arrepentirte
como de tantos otros sucesos
que no fueron por predestinación.
Donde tú andas sin
nadie y te has acostumbrado;
a esta ciudad de La Habana
y su noche rota de una pedrada dentro de ti.
Esta ciudad a oscuras de
tu alma en que creíste y ahora serás desterrado:
Viniste a conocer el odio,
el miedo, la hipocresía;
las palabras benditas y las aborrecibles,
para que esta ciudad pueda vivir y tú obtengas el tacto seguro;
el dolor y la angustia por la que ella se hace conocer.
Llegaste en una época
donde un mundo empezaba a consumirse
y había cosas esperando junto al fuego:
La palabra Revolución ardía.
Ardían las palabras
como los muertos o torturados que viste
al pie de cualquier esquina, donde alguien jugaba al número
de su suerte sobre algún cadáver que todos habíamos
provocado.
Surge el horror que pueden
tus ojos y el recuerdo
--presa su imagen-- indefinible.
Surge tu soledad como una
espada o una hoja de papel dispuesta
a ser usada, escrita, o si es posible: rota.
De: No hablemos de la
desesperación
Oración
de San Lázaro
(Babalú-Ayé
- Príncipe de Betania - Lug)
a Virgilio Piñera, transmutado ya
1
Volcad las cenizas sobre
mi corazón.
Todo lo que quepa o quede
en la vasija,
volcadlo. Todo cuanto
al fuego yazga
o flote en los furores que
emergen de
mi entraña.
Todo sentimiento cuyo contacto
incendia las llagas que
mis manos silban en la Tierra.
2
Campanas, sí, campanas.
No hay lúgubre
ni muerto que acuda, y soy
en el repique.
Quedo ciego y sigo viendo.
Mirada que atraviesa Océano
y Montaña.
3
Dadme la esperma y el incienso,
dejen
consumirse la piel y mis
huesos. Esa
oreja que exuda en humo
su última escucha.
Saltadme los ojos.
4
No dejen que me pudra.
Quemadme.
5
Miembros de cera u objetos
cuya alianza
me atan a la vida y
no saben que la Muerte son
esas ataduras.
Quemadles.
6
¡Oh, Dios mío!
¿Cuántos culpables
profanan el mismo canto
en su ignorancia?
Por qué decir: "nadie
perezca sin desdicha",
¿ese es el precio?
7
¿El propio dolor
a cuyos aires danzan
su muestrario de espanto?:
la enfermedad, el hambre,
la guerra, la injusticia.
Sí, todo lo que el
hombre amasa, por voluntad,
en su mente: ¿quién lo puso?
8
¿Quién sino
nosotros mismos?: Parte de Ti y en Ti
absueltos.
9
Apenas la percepción
usa esas brumas.
La carne es tan real que
se restriega
en un sudoroso abanico de
placeres:
desatino de muslos, cintura,
nalgas, boca,
Aprendizaje, puro aprendizaje.
Verdad inaccesible en que
el amor entronca sus exequias.
10
Amor, una sonrisa: sonrosado
desquite de la Duda.
Negritud plena de un Ángel
cargado de cerrojos.
11
Siento tendones desprenderse.
La tierra ajusta
mis pisadas. Mármol,
sí, de mármol fluyo
entre las ruinas.
Adormezco en el pasto cual
una estatua antigua: desnudo;
estoy desnudo.
12
¿Quién ata
mis manos? ¿Quién me suelta?
13
No digo, por desidia, injurias
dormidas en mi lengua.
14
Las palabras --espinas--
clavadas en los sueños:
pesadillas o cuentos, venganza,
sangre. Mierda.
15
El Odio va colmando lentamente
mi Esperanza.
16
Os maldigo, sí, os
odio. Ya estáis muertos.
17
Purificadme ahora.
Transformadme, resucitaos.
Resucitadme con vuestros
sufrimientos.
De: Trece poemas
Nombre
Heme aquí,
amor mío;
sin amor, sin soledad,
sin muerte
solo
Salvatore Quasimodo
1
El musgo de tus ojos
2
Selva Angular
Piedra de estas Piedras
Que rondan el Pasado
Todo se ajusta cual un grito
cuyo Eco a su vuelta
se agolpara
3
Una tras otra vez
Inclementes
Palabras
Penetran en mis venas
4
Águilas
Pasando
5
Selvas sonoras
Pájaros
de tanto
Ser
Razón u olvido
Cercenan los cuerpos
Que a mi lado se destellan
Cruzo
El mar tienta el
Final
de tantas manos
deshechas de buscar
su propio engaño
6
Gritos en medio de la Selva
que te clama
Gritos en medio de la noche
7
Fuego
Irrelevante
8
¿Debajo de ese río
Encima de esta Torre?
¿Qué hay
sino la Muerte?
Muerte que te busque y te
deshaga
Lágrima de un día
Pena terrena porque nombras
El nombre de ese NOMBRE
De: Trece poemas
Otro
cuento para niños
Pesado pánico como
un mar de lágrimas:
el rostro de tu abuela:
(diluye crispaciones y todo
lo incontable que pueda suponerse)
el rostro de tu abuela más tarde:
Las llagas las ampollas
la piel quemante las uñas listas
para ser sacadas de ti a no sabes dónde:
Sales al mediodía
del colegio como quien hubiera señalado la cita
Acudes como el muerto entre
tu boca y la llamarada justicia
del último segundo
Compones tu vida como si
fuera a sucederse de una forma extraña
Cuentas los instantes como
quien hiere un árbol
--el árbol de tu
niñez que no sonríe porque también va a morir
el árbol de todos
los árboles que yacen en los caminos
(figuras desesperadas de
cansancio)
el árbol de todos
los árboles con que tú has querido comprender
a la naturaleza
tu misma naturaleza que
tiene un aire de venganza contigo--:
Esa forma de ser en contra
tuya te ensaya en el delirio
Te quiebras los dedos como
varillas
Tú sufres
Sufres aquel colegio público
donde te cagabas en los pantalones:
--si sacas la cuenta por
desprecio
si sacas la cuenta te cagabas
en el coño de la madre de todos ellos
te cagabas en tu miedo y
en el silencio
te cagabas de ensueño
y de ignorante sabiduría
con tu ropa limpia para
que no dijeran te cagabas
en el día de todos
los mártires y todas las convenciones
donde te obligaban a estar
de pie frente a Martí
ante el Martí que
tú no conociste y te cagabas--:
Después fue el tiempo
el que te rindió cuentas
La semejanza de esos niños
vueltos hombres que te miraron
de una manera sospechosa:
(demasiado el horror bien pronto
demasiado casi como de la providencia):
Tu abuela se bañaba
entonces como una mujer noble y oyó tus gritos
Tiró la palangana
y la toalla y salió desnuda y oyó
Tus primeros gritos sonoros
y reales que no olvidaría nunca
Y vio las llamas sobre tu
cuerpo:
esa separación entre tú y Dios: tu cuerpo:
Vio las cenizas de tu cuerpo
La expiación de tu
cuerpo
Las marcas de tu cuerpo
Vio el tiempo transcurrir
sobre tu cuerpo
Vio las pinzas del médico
desoyendo los gritos de tu cuerpo
Hundiéndose en él
como quien cuenta peces
Como quien trae el agua
para bendecirte
En una tolerancia que destruye
una y otra vez
Extrayéndote a ti
de ti como si fueras muerto
del rostro de tu abuela a
Los días que ponen
el amor sobre una mesa a la que vamos todos
Los días para la
tranquilidad de tu madre y de tu padre
Los días para tus
primos y tus tíos
Los días que aún
así has olvidado
Por simple terror o porque
es preferible
Tu infancia se torna un
vaso roto:
Los recuerdos echados a
perder sobre la mesa
Las manos los cubiertos
el pan que se reparte
El plato de aluminio con
que solías hacer música
Tu abuelo que muere con
sus caramelos --botellitas-- de licores
El trompo de tu juego de esa tarde es guardado como algo fatal
de alguna herencia.
De: No hablemos de la
desesperación
Anti-clímax
Entro en La Habana a un bar
que llaman El Pastores
Me acompañan dos
amigos. El mar crece a lo lejos
La noche pone su dedo sobre
el puerto:
en esto un árbol yacía entre mis párpados
me soné la nariz y apareció un bosque
"carta blanca con ginger" abrimos las tres bocas
me abro la cabeza y un puñal pequeño me atraviesa
Por la mañana tengo
el primer vómito de sangre
de aquel bosque arranqué lágrimas que tuve
mucho tiempo sobre el pecho estaba desnudo y me
miraba otra piel y un diente pequeño nacía de mi frente
tuve un miedo terrible a no ser ya yo mismo
Por la mañana mi
madre me echa en cara todos mis defectos
sólo es que tengo miedo de ser descubierto y castigado
de por vida me desmayo escupes
sobre mis labios en silencio sobre el resto de mis días
hasta que te arrancas caes sobre mí que voy a morir en ti ahora
me doy cuenta que se trata de un día de septiembre
finalmente me arranco los ojos y pongo tu nombre entre
las cuencas vacías
Por la tarde tengo el segundo
vómito de sangre
A esto se le llama morir
por amor a lo Margarita Gautier
si me tomo una cerveza estoy completamente seguro
de que voy a ver a Dios golpeo sobre la barra
te busco en
una pareja baila porque sé que te he perdido entre tantos
mis dos amigos se matan a arañazos
una piedra suena sobre el bosque una piedra y otros me
buscan como yo a ti te amo desde mi pecho crece un buitre
te amo dolor mío te amo todo empieza a morir
te amo amanece
Mi madre hace la historia
de todos los que han muerto en mi familia
Por la noche tengo el último
vómito de sangre como en aquella
historia que recuerdo
no sin algo de susto y vértigo a la vez
Mi madre habla constantemente
de los ojos azules de mi tío
te cuento aquella historia de mi padre irrumpo a llorar
salvajemente una curiosa me mira tú me aprietas las manos
descubres que me quieres o me tienes lástima
estoy asustado de tanta mentira, pero me he salido con la mía
y ya me perteneces
vivos afuera suenan la lluvia y el viento
Mi madre copia estas palabras
mientras vienen a buscarme.
De: No hablemos de la
desesperación
Bar
¿Cuál es su
nombre, cuál es el nombre de ese sitio? ¿Cómo se llama?
Ni el aullido del agua entre
sus ruinas ni la madera podrida de esos restos
¿Cómo se llama
el tiempo --cómo es--, cómo se dice?
Él habla de esos
días de madera de esos bosques perdiéndose en el mar:
Discutimos, gritamos, nos
fuimos a las manos y el tiempo era quien esperaba
Ni tú ni yo: el tiempo
Tan sólo los restos
de ese sitio
El lugar inevitable como
otro cualquiera
donde algunos como tú
y yo se dicen palabras que luego mueren:
"se fueron a los ojos,
se hundieron, se mataron,
se hirieron"
No cabíamos: ni tú
en mí ni yo en ti
Como las historias ridículas:
(Los personajes esos que
gesticulan al fondo de alguna película
cuya más importante escena está ocurriendo)
Los dos
Como si no fuéramos
¿quiénes?: Ni más ni menos que los dos
Los dos grandes consumidores
de nosotros dos para el olvido
¿Y ahora?
¿Cuál es el
nombre de ese sitio? ¿Cómo se llama?
Fui lealmente mísero
perro hambriento alcé las patas del recuerdo
Nada de lágrimas,
nada de ladridos, nada de escenas
Se hunde a pesar de nosotros
Se va por el mar bote remado
Se hunde en el mar como
en nosotros
Porque el tiempo lo esperaba
--digamos-- "más de prisa"
Porque él sabía
que nosotros éramos el pretexto de su vida
Y que su nombre alguna vez
buscaría detalles en nosotros
¿Y ahora?
Ya no hay gramolas, ni canciones,
ni discos de Vicentico Valdés,
ni meses de madera, ni taburetes,
ni botellas de ron, ni Coca Cola,
ni intervalos, ni el viejo
camarero que entra cansado y se equivoca y
nos pregunta: "¿Algo
más?", ni yo que grito: "¡Quédate, quédate,
quédate conmigo!",
ni un vaso que se rompe.
"No, nada más; tráigame la cuenta"
El Morro está a lo
lejos
los barcos dispuestos a
ser ingeridos de otra forma
De allá acá
o para siempre sin un sitio
Al menos como éste
que se hunde sin un nombre;
sin que él sepa el
papel que representa:
Como no sabremos el nuestro
nosotros
Como hemos sido en cuanto
a lo que nos tocaba sin saberlo:
("Vivir con las palabras
es una cosa; vivir fuera de las palabras es otra
Vivir con la vida es otro
asunto. ¿Cómo vivíamos?
¿Se vive? ¿Es
que se vive? ¿Qué es lo que se vive?"):
Una noche parece bastar
para toda la vida:
Aquella después de
ver La Strada en Bellas Artes
Te sentaste en el banco
frente al palacio presidencial: llorabas
¿Tú sabes
lo que es eso a la una de la madrugada debajo de esas luces
donde se oye el rugido del
mar sobre las rocas y la luna es tan tremenda?
Pues sí: lloraste
Saldré a caminarte.
La avenida del puerto
La Iglesia de Paula
Las llamas de la destilería
Las luces contra el agua.
Los destellos en las piedras.
Los instantes clavados en
el cuerpo mientras me siento en el muro del malecón
Saldré a hundirme
con ese sitio
Rodearé sus maderas
y su nombre que no conozco
La virgen negra que está
enfrente
La Santa Bárbara
que está a su puerta
Las voces que suben al embarcadero
o bajan a perderse
con la lluvia
o una botella de cerveza
o en otras voces que no
sé si son esas u otras que
he oído hace mucho
El agua que asiste a devorarnos.
De: No hablemos de la
desesperación
VII
No
nos ocultemos
en el velo cansado
de la inutilidad.
De qué sirve
ser un pájaro
y
tener las alas
echadas al cesto de basura
o
andar por las aristas
de un camino inverso
por el mero hecho
de contraer el rostro
al caer en el gesto
de una nueva sensación.
Ésa es una escogida
modalidad
abrumada de tuercas
del ser.
El buscar
la claridad
de las cavernas
en las pupilas
de los murciélagos.
El creer
una careta el paraguas,
cuando la lluvia
precipita sus andanzas.
El paraguas sombrero,
La densidad voltereta absurda.
Lo alejado descubierto.
Oh palabras sacudidas.
Tormenta.
Nido de pájaro
muerto en la caída,
fruto quedado
en la lujuria
de la lengua
fruto que habla.
El llanto seca
sus miserias
andamio
situación.
Angelical denuedo.
¿Dónde la
mano?
Debajo del sillón
la mano
y
encima el cuerpo
empujando el balance
a fin de conducir
a la locura,
al dolor,
al llanto.
Después
no quieren ver.
El paraguas
es un paraguas
y
la careta
un signo de la hipocresía.
El nuestro
crece
lleno de hojas
hojas amarillas
hojas negras
hojas que no tienen
el sentido
de volver
al punto de partida.
Hojas sin fantasía,
hojas sin latidos
lanzadas a la guardia
para tapar
los millones
de ojos
del recelo
a punto de en el lance
de los caracoles
correr por las ciudades
haciendo destruir
las mentalidades de concreto.
Qué otro remedio
el del caballo
bajo el látigo
sino apura
el carro.
Así el paraguas
sigue siéndolo.
La lluvia
el alarido de lo macabro,
lo dejado caer
en poca gana
al separar los dedos
al empuje de lo grave.
La ruleta para.
La oreja se atraviesa.
Se encoge la uña.
Producto que la abierta
vena
hace del simple recorrido
a la rodilla.
Guía.
Sueño.
Bala.
Remolino de carnes.
Almohada de tirantes.
Maceta de elástico.
En el pantano
un plomo
conoce el fondo.
La fibra de una rama,
flota, está salvada.
De: El grito
IX
Necesitamos
miles de vocablos
para exclamar.
Existe la venda
hablamos de la frente
y
damos los hombros.
El hielo
volverá
a su forma real.
El motor tendrá
tantas vibraciones
al segundo
que no clamará
la inconstancia
por el ajetreo
de verse ahumado
atomizado en la velocidad.
Necesitamos
los nervios.
En ellos
vibraremos
la última cobardía.
En la terquedad
del crepúsculo
hay muertos
despiertos.
Dispuestos
a provocar
la causa
la malentendida explosión
de lo que hay dentro,
del esqueleto,
de la silueta
de una bestia
o
un hombre
volviendo por siempre nuevamente
necesario
desgarrado
suelto.
Recto a beber
el afilado mito
de la insigne
doctrina redentora.
De: El grito
Envío
¿Sabes?: En ti estoy
todo yo. Me he ido contigo.
Me he quedado a expensas
de un mundo que ignoro: voces que ignoro:
objetos que ignoro.
Me extraña y me horroriza esa facultad tuya
de haberme llevado sin que lo notes.
Al principio creí
que eras tú quien te habías quedado, pero después:
te iba buscando y no hallé nada.
Tú no estabas en
aquella casa, ni en mis libros, ni en Los amantes de Picasso
Los muebles comenzaron a
desaparecer como por arte de magia;
hasta que la cosa se hizo tan real:
Que entonces me di cuenta
que yo también había partido.
De: No hablemos de la
desesperación
1 He llevado
a cabo esta selección de poemas tras recibir la noticia de la muerte
de José Mario. Desde luego, parto de la convicción
de que toda selección es injusta, especialmente cuando se trata
de una obra que ha abarcado en 40 años un espectro tan variado de
tonalidades, actitudes expresivas, intereses y lenguajes como la de este
entrañable amigo. Advierto, por eso, que aquí he recogido
solamente un proyecto de muestrario para los lectores de La Habana Elegante:
diez textos que he releído muchas veces y que siempre me han entregado,
además de la textura permanente de las palabras mismas, esa otra
desazón indescifrable que reordena los vocablos en la emoción
privada del lector y sin la cual la poesía no tendría nunca
presencia convincente en nuestro entorno. (Nota de Reinaldo García
Ramos)
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