Orígenes,
República, Revolución...
(Diálogo a partir de Límites del origenismo)
Pedro Marqués de
Armas / Duanel Díaz Infante
A finales del año pasado la Editorial
Colibrí publicó en su colección literatura el
excelente libro de ensayos Límites
del origenismo, de Duanel Díaz Infante.
Presentado por Rafael Rojas en la
última Feria del Libro de Miami, y meses más tarde, en
Barcelona,
por Jorge Luis Arcos, Rolando Sánchez Mejías y
Víctor Batista, estamos ante una de las mejores piezas de la
actual ensayística cubana.
Nacido en Holguín en 1978, Duanel
Díaz es Licenciado en Letras por la Universidad de La Habana
(2002), donde ejerció como profesor de Teoría Literaria y
Literatura Cubana, y en estos momentos reside en Salamanca, donde
realiza un doctorado en filología española.
Por su anterior libro, Mañach o la República,
(Letras Cubanas, 2003) Duanel obtuvo el Premio de Ensayo Alejo
Carpentier y el Premio Nacional de la Crítica.
En esta conversación con el autor se
abordan sólo algunas de las ideas principales de Límites
del origenismo, así como algunos de sus planteamientos
más polémicos.
P M A: En tu primer
libro, Mañach o la
República, te refieres a esos tres grandes ensayos
canónicos sobre la identidad cubana que son Indagación del choteo, Contrapunteo cubano del tabaco y el
azúcar y Lo cubano en
la poesía, como "escrituras que tienen la urgencia de un
conjuro contra la amenaza de la desintegración nacional"... en
las que subyace cierta voluntad de "alarma". Acto seguido expresas que
este gesto se vuelve, de Mañach a Vitier, cada vez más
"dramático". Al parecer, ello anuncia el tópico principal
de tu segundo libro de ensayos, Límites
del origenismo.
Aquí, más que una continuidad,
supones una ruptura entre el corpus
origenista y el resto de estos discursos nacionales, pues, según
afirmas, "tan significativas son las parcialidades como las
pretensiones de totalidad del canon de lo cubano en la
poesía..."
El drama de la desintegración se
radicaliza en tanto es la poesía como absoluto y, por lo tanto,
una lectura absoluta de la Nación, la tradición, la
historia y la libertad, lo que la informa. Sin embargo, tu ensayo se
centra en el reconocimiento de exclusiones que derivan de oposiciones
del tipo civilización /
barbarie o integración
/ desintegración que son, precisamente, las que presiden
estas narrativas civiles. Si bien las diferencias respecto al Ortiz "no
positivista" parecen claras, no lo resultan en relación a Ramiro
Guerra y en general a los relatos de los primeros años de la
Republica. ¿No está en juego lo mismo, el drama civilización / barbarie,
desplazado al terreno de la poesía? ¿No es Lo cubano en la poesía un
texto que "selecciona", una suerte de “eugenesia poética” que
persevera en iguales mecanismos?
D D: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Indagación del choteo y Lo cubano en la poesía
comparten, más allá de la diversidad de sus temas
específicos de reflexión, tanto la pregunta
más o
menos explícita por la cubanidad como la advertencia de la
frustración nacional. Empeñados en contrarrestar la
decadencia, estos ensayos están transidos de nostalgia por un
siglo XIX en parte idealizado, siempre anterior a la caída por
la pendiente del choteo, la intrascendencia y el norteamericanismo.
Ahora bien, más allá de estas comunidades, creo que hay
entre Lo cubano en la poesía
y los otros dos una diferencia que es de esencia más que de
grado.
Al evitar declaradamente en Lo cubano en la poesía los
métodos “críticos” de la psicología y la
sociología para intentar “un conocimiento rigurosamente
poético de lo cubano”, Vitier hace explícita su
diferencia fundamental de la perspectiva propia del tipo de letrado que
Mañach y Ortiz, como sus respectivos Indagación y Contrapunteo, representan. Mientras
Ortiz, Mañach y Guerra comparten una perspectiva letrada que
está informada por la dicotomía civilización / barbarie,
el origenismo católico está presidido por una muy
diferente: la que contrapone la poesía
a la crítica.
Justamente la perspectiva de un Mañach es, para Vitier, Lezama y
García Marruz, “crítica”, esto es, limitada al
determinismo en la medida en que se atiene solo a los meros hechos de
la historia. Ese terreno es, para los de Orígenes, un callejón
sin salida: se trata para ellos de plantear las cosas en otro nivel
más profundo, el del “conocimiento de salvación”, que no
es otro que la trascendencia de la poesía y la “infinita
posibilidad”. Dos tempranos ensayos de Lezama – la conferencia sobre
Casal y el “Coloquio con Juan Ramón Jiménez” – y algunos
editoriales de Espuela de Plata
y Orígenes hacen
manifiesta esta solución de continuidad.
No creo, entonces, que los origenistas
trasladen al terreno de la poesía el ideario de los letrados
nacionalistas; la diferencia no está sólo en que su
objeto de estudio sea la poesía y el de aquéllos la
historia o la sociedad, sino sobre todo en que ellos asumen a la
poesía como el fundamento de su discurso. Hablan no sólo
de la poesía, sino desde la poesía. Y desde esa
perspectiva la de los letrados representa en cierta medida una nueva
barbarie: la de la crítica, que los origenistas consideran
insuficiente tanto para comprender la poesía como para superar
la frustración nacional.
En la medida en que la toma de partido
origenista por la poesía está en la raíz de su
nacionalismo –en Límites del
origenismo intento demostrar que, aunque nunca expresada como
tal, la identidad última de lo cubano y la poesía es la
idea central de Lo cubano en la
poesía – ese nacionalismo es sensiblemente diferente del
de los letrados como Mañach u Ortiz. No se opone al antillanismo
de la poesía afrocubana y de La
isla en peso en nombre de la ilustración o de una
racionalidad moderna, sino de la poesía. La barbarie del
antillanismo no consiste solo, para Vitier, en escamotear el perfil
“civilizado” de Cuba sino en cortar el lazo que une a la Isla con el
orden de Roma y la catolicidad del mundo, justo aquello que la
distingue en medio de la atrocidad telúrica del
archipiélago caribeño.
P M A: Es cierto que en
el origenismo clásico alienta una oposición entre la
poesía como absoluto e identidad última de lo cubano, y
la literatura y la crítica... Y puede que ésta se realice
al margen de la racionalidad de algún tipo de letrado, aunque
para mí Vitier lo es. En realidad, adonde intentaba llevarte es
a lo que hay de discursivo en ambas perspectivas, la crítica y
la poética.
¿Eso que llamas "el fundamento de su
discurso" no sería a fin de cuenta la voluntad de verdad, de
orden, desde donde se articula este relato nacional, aunque aparezca
erigido desde la poesía? Rechazar la crítica, ciertas
literaturas, ciertos géneros literarios y otras tantas
poéticas "especulativas", ¿no tiene aquí como
función reforzar la verdad de este relato en primera instancia
moral? De un lado, especies a exorcizar como lo telúrico, el
sexo, la violencia, los ídolos afrocubanos y hasta "ese
monstruo, la novela", del que Cintio Vitier no sabe qué pensar;
y, del otro, a buen recaudo, la tradición criolla, blanca,
católica, con su paso al sacrificio que funde la poesía y
el acto... Tu propio reconocimiento de lo que Orígenes rechaza no deja de
apoyarse en referencias al peligro negro tal como lo atisbaran
Parreño, Trelles y hasta el propio Martí. Creo, entonces,
que no se está fuera sino dentro de los dispositivos propios de
cualquier discurso, con la literatura, o mejor, la poesía, como
uno más. En este sentido, no hay que tomar muy en serio el
desentenderse con la sociología y la psicología. En Lo cubano... se agita la sombra, el spectrum --digamos que espiritual--
del evolucionismo: embrión, aborto, descaecimiento, retorno de
los instintos, cepa moral, etc. Se trata de metáforas,
obviamente, pero el principio es siempre eugenésico. Claro que
esto puede o no implicar un uso instrumental, concreto, en determinados
momentos históricos.
D D: Primero quiero hacer
una aclaración con respecto al tema de la racionalidad moderna.
Cuando digo que los origenistas se oponen al discurso racionalista de
los letrados, no implico con ello que asuman un discurso irracional, a
la manera del surrealismo, que es una poética esencialmente
moderna, de vanguardia. Justamente lo antimoderno de Vitier, Lezama y
García Marruz – en el sentido de Maritain – estaría en
superar esas dos caras, según ellos complementarias, de una
modernidad demoníaca, alcanzando así la plenitud
poética perdida en un mundo desintegrado. Y es esa
antimodernidad lo que los lleva a sucumbir a la “tentación
totalitaria”.
Con respecto a la cuestión de si el
“fundamento” del discurso de los origenistas – Vitier sobre todo– es la
poesía o la voluntad de orden, creo que conviene traer a cuento
la distinción entre función y contenido. La voluntad de
orden sería, en cierto sentido, la función de todo
discurso nacionalista. Todo eso que Vitier rechaza sólo se
vuelve inteligible como conjunto en la medida en que se opone a una
sola positividad: la poesía. Podría decirse que la
función del discurso es la voluntad de orden, pero su contenido,
su fundamento, es la poesía.
Ahora, no niego con este énfasis que
justamente en sus negaciones el discurso origenista pueda identificarse
bastante con los discursos positivistas y eugenésicos. Por
ejemplo en lo del peligro negro que señalas. Pero insisto en la
diferencia: mientras Saco oponía lo negro a lo cubano desde el
terreno mismo de las razas (los negros no eran cubanos), Vitier, que
escribe después que la vanguardia ha nacionalizado lo
afrocubano, opone al negrismo de Guillén una idea de lo cubano
etérea y espiritual, trascendente de las razas y del telurismo.
Si el discurso de Saco es positivamente racista, en Vitier el racismo
sería, digamos, negativo, quizás más cerca de
Martí que del propio Saco.
P M A: Quizás deba
describir más y atarme menos a esta cuestión de los
discursos. Pero en Lo cubano en la
poesía hay evidentemente una voluntad de selección
donde los textos, casi siempre poemas, son usados para decir: esto es
lo cubano auténtico y aquello lo cubano inauténtico.
Ahora bien, esta "jerga de la autenticidad", como diría Adorno,
quien la dicta es el estudioso Vitier, tal vez no como letrado
ilustrado, para usar este pleonasmo, pero sí como autoridad...
Si la mirada de Ortiz hacia lo cubano deviene a partir de la
década del 30 inclusiva y dinámica, la suya no, pues
traza una frontera rígida que se modifica muy poco a lo largo de
los años, salvo para sumar addendas como Ese sol del mundo moral y los
ensayos ranciamente ideológicos de los 90. Lo que queda excluido
en este emblemático libro remite más al metarrelato
identitario, racista, eugenésico, de los primeros años de
la República, que a lo que llega con el afronegrismo y conduce a
la transculturación. En este sentido, Vitier es una vuelta
atrás, no a las disciplinas (sociología y
psicología), pero sí a un doble espiritualista,
claramente evolucionista, del discurso de sus predecesores criollos:
padres y abuelos que eran por lo general abogados, médicos,
pedagogos, etc. Si aquellos seleccionan la sangre y construyen
genealogías nacionales a partir de políticas concretas,
represivas, controles migratorios, etc; éste selecciona
"conceptos-imágenes" que están conectados al saber-poder
de aquellos... Es bastante especular. Es por eso que me parece que las
antinomias que muestras con tanto acierto son tan radicales como las
del nacionalismo étnico de la primera República. Sin
prosa, por otra parte, como muestras con lucidez en tu ensayo, no se
podía acceder a un metarrelato más complejo de la
cubanidad.
D D: Lo que quieres decir
es que, frente al segundo Ortiz, Vitier regresa al positivismo racista
de los hombres de la primera generación republicana – como el
propio Ortiz, Guerra, Trelles, los de Cuba
Contemporánea –, espiritualizándolo. Pero insisto
en que esta espiritualización implica algo más que un
matiz. Puede haber ciertos paralelos, pero no hay una continuidad con
esos discursos. Vitier habla, como letrado al fin, desde una autoridad,
pero esta no es la de la ciencia que ampara a los juristas y a los
médicos, sino un conocimiento que puede ir más
allá del límite de la ciencia. Esa visión
poética es lo que hace investigar lo cubano más
allá de la historia superficial y comprenderlo como
fundación. Los letrados a los que te refieres, marcados por los
desastres de la independencia, tienden a preguntarse por los
orígenes de la decadencia nacional, considerando siempre la
nación como un cuerpo – cuerpo en peligro por la invasión
de agentes patógenos como los esclavos y los inmigrantes
haitianos, cuerpo decadente por la herencia de los vicios del padre
español, o cuerpo degenerado por la mezcla de razas. En cambio
Vitier tiende a concebir lo cubano como alma o espíritu, algo
más intangible, difícil de definir y determinar, y por
tanto más preñado de posibilidad.
P M A: Tal vez las
páginas más polémicas de tu libro son aquellas
donde sostienes que, frente al dilema de la Poesía y la
Historia, tanto Vitier como Lezama optan por la primera y contra la
segunda, y que, en consecuencia, sería la "antimodernidad" y el
"anticapitalismo romántico" que modela sus poéticas desde
la década del 40 lo que les lleva a la "tentación
totalitaria". No percibo en qué medida implicas a Lezama en la
"tentación". Ahora bien, aunque coincido en que ambos se colocan
del lado de la poesía, creo que lo hacen según
estrategias diferentes, lo que supone una relación no fatal
entre estos elementos.
En Lezama hay un uso de la Revolución
(de la Historia) desde la poesía, para incorporarla a su
"sistema", pero también una retirada a tiempo: desencanto
apreciable no sólo en sus cartas sino además en su
escritura (Fragmentos a su imán).
Si bien su poética resulta, en muchos aspectos, la misma de
comienzo a fin, e incluso parecida a la de Vitier, es difícil no
reconocer el hecho de que las tensiones entre ésta y su
escritura ("crítica de los espejos", le llama Octavio Paz) --
anteriores a 1959 -- siempre se resolvieron a favor de la segunda. Creo
que en ello consiste, por sobre las demás cuestiones, su
modernidad: obra abierta al futuro en tanto ficción. No digo que
escape del totalitarismo exclusivamente por la escritura, puesto que
escapa también por su propia decisión frente a la
historia. No obstante, la escritura tiene un peso: en los 70 Lezama
experimenta el barroco como cárcel y el "sistema" que
había construido como horror. No veo cómo empatarle con
los códigos del totalitarismo, salvo desde una "mala lectura":
aplicar a la historia, y desde una política de Estado, los
ideologemas que se derivan de su concepción poética.
En Vitier hay igualmente un uso de la
Revolución desde una poética conservadora, pero en el que
cabe distinguir un progresivo involucramiento en la historia, que
irá desde el compromiso de Fechado
al pie (1968) hasta el comprometimiento con una política
nacional-totalitaria. En última instancia, y al plantear que la
profecía martiana se cumple, Vitier cree resueltas las antiguas
tensiones, sin reparar en el horror implícito en esta
elección.
Claro que no se me escapa el hecho de que no
es en la escritura, sino en las ideas, donde cifras tu análisis,
el cual me parece excelente en el sentido de que con ello adviertes de
las consecuencias que podrían derivarse de una antimodernidad
extrema.
D D: Hablo de
“tentación totalitaria” en el sentido de Jean François
Revel, que designa así el atractivo que para muchos
intelectuales y artistas del siglo pasado ha ejercido el totalitarismo.
En la medida en que, sea en su versión revolucionaria (el
comunismo) o revolucionario-conservadora (nazifascismo), este destruye
los valores e instituciones de la democracia burguesa, puede resultar
satisfactorio para una intelligentsia cuyo anticapitalismo
romántico implica el deseo de autenticidad en un mundo degradado
por los valores liberales y mercantiles.
El anticapitalismo raigal de las
poéticas de Lezama y Vitier, que se distingue fácilmente
del anticapitalismo marxista por no ser dialéctico y progresista
sino reaccionario y conservador, los hacía, en buena medida,
vulnerables a la tentación totalitaria, lo que no quiere decir
que necesariamente tuvieran que sucumbir a ella. Vitier podía
perfectamente haberse marchado de Cuba en los años 60 (de hecho,
se dice que estuvo a punto de hacerlo) y comprendido a la
Revolución como un nuevo desastre deparado por una historia
siempre decepcionante. Prefirió, en cambio, celebrarla como la
encarnación de la poesía en la historia, y esto en 1968,
cuando con la Ofensiva Revolucionaria el régimen se radicalizaba
claramente en el sentido totalitario. Lezama hizo lo mismo en escritos
de ese año funesto: también él ve a la
revolución no como historia sino como poesía. Su “uso” de
la Revolución desde la poesía comporta evidentemente una
celebración poética de la Revolución. Al margen de
la modernidad y la fuerza de su escritura, los ideologemas que aparecen
en ella no digo que tengan los “códigos del totalitarismo” pero
sí que pueden llegar a confluir, así sea negativamente,
con el discurso que lo legitima. Por eso, a diferencia de algunos
importantes estudiosos de Lezama, pienso que el rescate que de su obra
ensayística y poética hace Abel Prieto en los años
ochenta no constituye del todo una mala lectura.
Por supuesto que en Lezama hay una retirada y
un desvío –en sus cartas y en su último poemario- y ello
hace una importante diferencia con Vitier, quien constituye, con Fina
García Marruz, uno de los más notables casos de
colaboracionismo intelectual con el régimen castrista. Vitier ha
llegado a decir, en una carta de apoyo a la reforma de la
constitución para declarar irreversible el socialismo en Cuba,
que “no defendemos un sistema político, que siempre puede ser
corruptible y desvirtuarse, sino la continuidad con los mayores, con
Bolívar y Luz”, el antimperialismo que es “nuestro destino
manifiesto.” Es decir, no importa lo que haga el gobierno mientras
seamos antimperialistas, mientras cumplamos nuestro destino y
continuemos el legado de los fundadores.
Pero creo que justo estas palabras ejemplifican mi tesis de que su
colaboración con el régimen de Castro no implica una toma
de partido por la Historia contra la Poesía; por el contrario,
es una toma de partido por la poesía –destino, legado,
cubanidad. Vitier ve a la historia sub specie poiesis; la
Revolución es para él el fin de la historia como
negatividad, prosa, política e intrascendencia.
P M A: Está claro
que Vitier nunca tomaría partido contra la Poesía, sino a
su favor... Y creo que el fragmento que citas confirma tu tesis,
sólo que en esa afirmación suya hay tanto de
obstinación como de coartada, aunque tal vez te parezca algo
secundario. Por lo demás, Vitier legitima a un sistema
político concreto a cuyo poder sirve desde la poesía y en
calidad de ideólogo. O si prefieres desde una fusión
entre Poesía y Poder que se presenta como definitiva e imposible
de trascender. Si el rechazo origenista implicaba en los 40 cancelar, a
nombre del espíritu, el "cuerpo de la nación", con lo que
ello supone justo cuando se alcazaba cierta complejidad civil; ahora lo
que se plantea es, a la vez desde la perspectiva de aquel discurso
sobre la poesía y desde la de un poder político totalitario
en busca de nuevas legitimaciónes, hacer
indistinguibles poesía, historia, nación y
revolución... O sea, el poder total. Lo cubano... resulta así, en
este último contexto, un programa contra el enemigo externo e
interno; y Martí, su Encarnación Suprema, una norma
contra jóvenes nihilistas y antisociales y el centro de una
retórica de guerra. Insisto en esto porque la fusión
Poesía-Poder en el largo período que va desde 1968 hasta
la fecha, y en particular desde los noventa, opera en la historia, es
decir, interviene en ella quirúrgicamente y no como mera
virtualidad.
D D: Así es. Lo cubano en la poesía se
vuelve particularmente útil en los años noventa, con el
giro nacionalista en la ideología del estado. De ahí la
“relectura” que hace Abel Prieto en el prólogo a la tercera
edición cubana de la obra, donde advierte que las
críticas al libro de Vitier ejemplifican cierta tendencia al
“neoanexionismo” entre los jóvenes intelectuales. Al fin y al
cabo, lo que hace este discurso nacionalista no es sino deslegitimar la
diferencia interna expulsándola afuera, o identificándola
con el enemigo externo. Creo que es Maurras quien decía que el
nacionalismo no es la lucha contra el extranjero exterior, sino contra
el interior; se empieza por considerar al extranjero un enemigo y se
termina considerando al enemigo un extranjero.
P M A: También con
el propósito de deslegitimar una diferencia interna es que se
clausura, en 1961, el suplemento cultural Lunes de Revolución. Se
llegaba así al final de una breve ilusión: la de
conciliar autonomía creadora y arte al servicio de las masas,
conservando la libertad individual en tiempos de demanda colectiva.
Más que en narrar la serie de
acontecimientos que conducen a Palabras
a los intelectuales como término declarado de esta
utopía, te centras en una lectura de los presupuestos de
Lunes... en tanto alternativa a Orígenes y a los intelectuales
comunistas. Creo que al proceder así desaprovechas un tanto, ya
no desde la literatura pero sí desde la lógica que el
poder revolucionario impone, indagar en la importancia que en este
contexto tiene el concepto "pueblo". Es ésta la entidad que
involucra a la inmensa mayoría de los escritores y artistas
cubanos desde 1959, entidad llamada a barrerlos como diferencia.
D D: ¿Quieres
decir que ese concepto de pueblo que hasta hoy ha determinado la
marginación de los escritores está presente en Lunes, o en el contexto en el que Lunes fue cerrado?
P M A: Claro, ese
concepto de pueblo sirvió para liquidar a los escritores, desde
entonces hasta ahora, lo que es evidente en Las palabras a los intelectuales.
Por supuesto, en aquel momento tiene una importancia enorme, en la
medida en que permea no sólo el discurso de Lunes sino también el de las
demás tendencias. No deja de ser sintomático, no en
sentido psicoanalítico sino político, que la censura haya
comenzado por P.M., documental
que muestra la vida nocturna de La Habana, sus bares y sus negros... Lo
que hay detrás de “Con la revolución todo, contra la
revolución nada”, es a mi modo de ver control puro que se
legitima en el culto al pueblo. Lo cierto es que el miedo estaba ya
bien diseminado. A pesar de que los de Lunes firman una carta de protesta
por la censura de P.M., luego
no oponen resistencia alguna al discurso de Fidel Castro... y esto
porque estaban comprometidos hasta la médula y se sentían
culpables y pequeños frente a la Revolución, es decir
frente a la Historia... El Piñera de la época se
autocritica constantemente, y por momentos no parece el mismo que
escribiera en 1945 el ensayo sobre Kafka, donde se muestra como
escritor moderno, simple y llanamente. La lectura que hace, en el
contexto de Lunes, de su
cuento La carne, es un
típico síntoma de la época. Todos, de un modo u
otro, son arrastrados por la violencia de los acontecimientos. La UNEAC
surge como un aparato destinado a acallar las diferencias, que no
obstante siguen asomando, pero cada vez menos y con consecuencias
desastrosas (Padilla, etc). O sea, tú percibes todo esto, pero
dejas escapar un poco la importancia decisiva que tienen los
acontecimientos y el carácter envolvente de éstos desde
1959.
D D: En efecto,
así como la nación se convirtió para los jacobinos
franceses en la fuente de toda soberanía, el pueblo se
convirtió en la Cuba de 1959 en la base de legitimidad de todos
los discursos revolucionarios. Y Lunes,
que vivió con intensidad la ilusión revolucionaria de la
ampliación del público lector y la modificación
del status de la literatura en la nueva sociedad, contribuyó
desde luego a una especie de absolutización del pueblo que se
complementaba con el culto a la otra cara que presenta toda
revolución: el héroe. El problema es que el pueblo, en
tanto tal, no habla; desde que se habla, se establece, por así
decirlo, una diferencia; y más aun desde que se escribe. El
asunto es entonces quién representa legítimamente al
pueblo: la Revolución se convierte en la fuente de todos los
derechos en la medida en que convierte violentamente la
representación en identidad; es así que el gobierno
revolucionario “supera” la democracia representativa y se radicaliza
hacia un totalitarismo que es, según sus ideólogos, una
forma de “democracia participativa”.
Conviene recordar que el ICAIC
justificó la censura del documental alegando que este
ofrecía “una pintura parcial de la vida nocturna habanera, que
empobrece, desfigura y desvirtúa la actitud que mantiene el
pueblo cubano contra los ataques arteros de la contrarrevolución
a las órdenes del imperialismo yanqui.” “Parcial”: esta palabra
refleja claramente el espíritu del realismo socialista que
informa la prohibición y su justificación
retórica.
Es cierto que Piñera se muestra en
muchos escritos de 1959 y 60 demasiado radicalizado en un sentido
comunista. Yo no lo paso por alto, pero me interesaba destacar
cómo él siempre estableció la diferencia entre su
programa – que era, en alguna medida, el de Lunes – y el populismo que
acabaría por imponerse a finales de la década del 60 con
el triunfo absoluto de la ortodoxia comunista. “Literatura o muerte”
tituló Piñera una de las entregas de su columna en Revolución, evidentemente
contra los dogmáticos partidarios del panfleto y del realismo
socialista.
Pero es cierto que todos fueron arrastrados
por la violencia de los acontecimientos. “La inundación” –
así nombró Piñera su interesante crónica
sobre el triunfo del 1 de enero – sería un cataclismo de tal
magnitud que acabó por arrastrarlo a él y hacer cierta,
una vez más, aquella frase de Vergniaud que reza que “la
revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos”.
P M A: Límites del origenismo no es
sólo un estudio crítico del canon de lo cubano en la
poesía, ni sólo una deconstrucción del mismo. Es
también una sostenida reflexión sobre ese abismo mayor de
la historia cubana que se da entre el mito y la poesía como
lugares de resistencia utópica, por un lado, y, por el otro, la
crítica y el diálogo como elementos postergados, cuando
no excluidos, de nuestra modernidad.
Como ello implica considerar también
los "límites" de Martí, es decir, considerarlos fuera de
la órbita de Orígenes,
me gustaría que comentaras algo al respecto.
Por otra parte, tu ensayo aparece en momentos
en que se plantea volver al mito-Martí. Emilio Ichikawa, por
ejemplo, considera en gran medida agotados los proyectos de
deconstrucción de esta figura. ¿Qué opinión
te merece esto último?
D D: En mi
opinión, lo más importante que la percepción
origenista de la cultura cubana toma del ideario
y la retórica
de Martí es la crítica poética del reformismo en
un radicalismo patriótico resistente a las instituciones
básicas de la modernidad. Rafael Rojas ha señalado en
varios ensayos la reticencia martiana al dinero y a la ciudad, y Enrico
Mario Santí, contra la reivindicación tradicional del
exilio anticastrista, afirma la continuidad entre el discurso martiano
y la ideología de la Revolución Cubana.
Básicamente me identifico con esta tendencia crítica,
aunque entiendo que el caso de Martí es mucho más
complicado y ambivalente que el de un Vitier o incluso un Lezama.
Pero Ichikawa no se coloca en el nivel de
estos cuestionamientos, sino que banaliza un poco el asunto al
presentarlo como una simple moda pasajera. Al margen de lo que
efectivamente haya de influjo superficial de las contemporáneas
tendencias de la crítica y la teoría literaria en las
recientes revisiones de Martí, algunas producidas en el contexto
de la academia norteamericana, creo que la crítica tanto de
Martí como de la mitología en torno suyo obedece a una
profunda necesidad histórica. Es parte orgánica de una
revisión del nacionalismo cubano que resulta perentoria mientras
exista la Revolución Cubana y lo resultará cuando esta
deje de ser un hecho para convertirse del todo en lo que hoy es en
parte: un mito.
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