La poesía fotográfica1

J. C. Castillón

Foto: Pedro Portal

     Néstor Díaz de Villegas nació en Cumanayagua, Cuba, en 1956, fue estudiante de arte, pasó por la cárcel, vive desde 1979 en los Estados Unidos y es una de las voces más originales de la poesía en lengua española de ese país-continente. Es autor de Vicio de Miami, Confesiones del estrangulador de Flagler Street, Anarquía en Disneylandiay Por el camino de Sade. En la actualidad reside en Los Ángeles, California.
     Néstor y yo nos conocemos hace ya veinte años. Fui su librero y hemos compartido miles de libros, innumerables comentarios sobre los mismos y un mismo escenario, el Miami que no conocen los turistas, pero a la hora de escribir este comentario me doy cuenta de lo poco que eso puede significar para el resto del público y que en realidad puedo aportar muy pocos datos sobre su vida personal o profesional, o incluso sobre si tiene alguna vida profesional al margen de la poesía.
Sólo puedo decir que Néstor es poeta. Desde que le recuerdo nunca ha sido, ni querido ser, otra cosa. Cuando lo conocí me parece que trabajaba en un almacén, creo recordar que antes, o después, trabajó en una fábrica de muebles. Ahora(2) colabora de forma habitual en El Nuevo Herald. A veces ha tenido otros empleos para vivir, pero no creo que eso le importe a él ni le pueda importar a sus lectores porque ninguna otra actividad le ha marcado tanto como el sentarse a escribir poesía.
En Cuba, a los dieciocho años un poema, "Oda a Carlos III", lo mandó a prisión –compruebo con horror que en los únicos países en que la poesía es tomada en serio, los poetas aún son encarcelados – y a los veintitrés esa misma sentencia le obligó a abandonar su país. Desde entonces ha vivido en los Estados Unidos. Aunque quizás sería más correcto decir que ha vivido entre Miami y Los Ángeles, dos ciudades muy distintas entre sí y del resto del país, que tienen sin embargo en común el ser ciudades de frontera, estar entre dos culturas y dos idiomas.
     Viviendo en ciudades caracterizadas por la mezcla lingüística, ésta sin embargo está ausente de su obra. No aparece ni en su vocabulario, limpio de anglicismos, al menos de anglicismos involuntarios, ni en su métrica. Néstor mide sus poemas siguiendo los clásicos castellanos. Y es con ese español y esa forma de versificar que hace una poesía completamente actual. La Norteamérica en que vive y su cultura popular, sus mitos y obsesiones, sí aparecen en sus poemas, en la forma en que en ellos son incluidos, "Disneylandia", "Darth Vader" o "Janet Reno", la vida en los grandes barrios de aluvión, sin pasado, de la nueva Norteamérica de finales del siglo XX y principios del XXI.
     Sus poemas son retratos, instantáneas. Muchos de esos retratos, no todos, quizás sólo los que más me gustan, lo son de la marginación urbana, las drogas, la sexualidad prohibida, los ambientes menos gratos de Miami, esa ciudad bajo el sol que es demasiado a menudo una ciudad llena sombras. Sólo Néstor ha sabido dedicarle un poema a McCrory, una tienda barata ya desaparecida; o a la biblioteca del downtown de Miami, siempre llena de vagabundos, "En tus salas sagradas me dormía / rodeado de poetas y de idiotas". Sólo él un soneto al crack "Cocaína en factura tetraedra / vuelta en un humo consuetudinario / que se agarra al pulmón como la hiedra". En fecha más reciente ha dedicado un libro a contar en cuarenta sonetos la vida de Sade. Un guiño por encima de los siglos y las culturas a un otro que también escogió ser marginado.
Hispano en tierra norteamericana; cubano entre los hispanos; poeta dentro de una comunidad, la cubana, a la que su mismo éxito ha hecho a veces materialista; poeta clásico en un mundo de poesía fácil y tópica en que demasiadas veces el recurso al verso libre no es sino un disfraz para ocultar la falta de oficio, habitante del gueto, Néstor puede y debe identificarse con el otro, con el distinto, con el marginal. No es el primero en hacerlo, pero pocos lo han hecho con su estilo.

* Este artículo fue publicado originalmente en Lateral. Revista de cultura Nº 118, octubre de 2004

Notas:

1. Este artículo fue publicado originalmente en Lateral. Revista de cultura Nº 118, octubre de 2004

2. Un “ahora” que ya tiene varios años y se corresponde al 2004.