La isla de los machos eternos
Erase una vez una isla perdida en los mares y habitada por una extraña especie de hombres machos, inmutables, de extrema virilidad, que eran hostigados por una implacable y reverberante luz solar que enfebrecía sus sentidos, dificultándoles el fluir de sus ideas y conminándoles a la desnudez. Estos hombres machos coexistieron desde la antigüedad en un ambiente patriarcal, que se empeñaba en aniquilar toda fragilidad, delicadeza y ambigüedad que pudiera cuestionar su papel de macho rudo y destructivo. Estos hombres machos dedicaban gran parte de su tiempo a la ostentación y cuidado de su pene, su mayor fuente de orgullo y, paradójicamente, su punto más vulnerable, pues sin él no eran nada. En esta isla falocéntrica, hasta el paisaje se transmutaba en espejismo sexual y devorador. Estos hombres machos llegaron al siglo XXI enquistados en sus rígidas leyes, embrutecidos en sus imperturbables esquemas, y enajenados en sus sectarios juegos viriles--sobarse los “cojones” era una forma favorita de reafirmación de masculinidad. En esta isla, espacio infinito para lo ‘surreal’ maravilloso, los hombres machos se mutaron en nuevos especímenes: el macho caballo, sumun de los sueños y aspiraciones de poder y sexo; el macho homófobo, cazador de fragilidades y generador de miedos castradores--felizmente en franco proceso de extinción--; o el macho gallo que conduce orgulloso coches antiguos que parecen metafóricos fantasmas anquilosados del pasado que se resisten al cambio y que robustecen en el presente una foránea nostalgia romántica. Esta isla de machos eternos ha sido recientemente infectada por un “potente virus” de profunda ambigüedad que ha travestido los deseos de muchos machos rudos. Estamos, sin duda, ante un isla imperfecta, trágica en su belleza, extremadamente sensual y sexual donde los hombres se imponen, donde la verdad y la mentira se desdibujan y el machismo aún reverdece. Esta isla de machos eternos es un “paraíso” custodiado por el falo palpitante y rector del macho-guardián.
Eduardo Hernández Santos
La Habana, 17 de junio de 2013 |
The Island of Perpetual Macho Men
Once upon a time, there was an island drifting in the sea. It was inhabited by a strange breed of immutable, and extremely virile macho men, who were affected by an implacable and reverberating sun light that drowsed their senses, impeding their flow of ideas, and compelling them to nudity. Since ancient times, these macho men lived in a patriarchal environment that coerced them into annihilating any trace of fragility, delicacy or ambiguity that could hamper their role as harsh and destructive macho men. They devoted a great deal of their time to the display and care of their penises, source of their greatest pride and paradoxically their most vulnerable part, for without them they were nothing. In this phallocentric island, even the landscape could be transfigured into a savage, devouring sexual mirage. These macho men arrived in the 21st century stranded in their own rigid laws, impoverished by immovable roles, and alienated by sectarian virile games--rubbing their balls was a favorite reaffirmation of their masculinity. In this island of infinite space for the marvelous ‘surreal,’ macho men mutated into new species: the macho-horse, culmination of the dreams and aspirations of power and sex; the macho-homophobe—fortunately a class nearly extinct--, chaser of fragilities and advocate of castrating fears; or the macho rooster who proudly drives antique jalopies that seem like ghostly, ankylosed metaphors from the past resisting change and invigorating the present with a foreign romantic nostalgia. This island of perpetual macho men has been recently infected with a “potent virus” of profound ambiguity that has been cross-dressing the desires of many rude males. We are, undoubtedly, in the presence of an imperfect island, tragic in its beauty, extremely sensual and sexual, where men rule and where lie and truth are blurred and machismo still thrives. This island of perpetual macho men is a “paradise” watched over by the throbbing and rectorial phallus of the macho-guardian.
Eduardo Hernández Santos
Habana, June 17, 2013 |