José Álvarez de Toledo (1779-1858), un diputado habanero entre la independencia y la fidelidad al rey
Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo Orovio,(1)Instituto de Historia-CCHS, CSIC
Formación y primeros años
José Álvarez de Toledo y Dubois, conocido en sus primeros años como José Toledo y Dubois, nació en La Habana el 14 de mayo de 1779, hijo del sevillano Luis de Toledo y Licht, Capitán de Navío de la Armada y de Mª Dolores Dubois y Marqués del Toro, natural de Jerez de la Frontera.(2) Estudió en Cádiz y en 1794 ya era Guardiamarina, al año siguiente Alférez de Fragata, en 1808 Alférez de Navío y en 1809 Teniente de Fragata. Según su expediente militar estuvo embarcado casi tres años destinado en pequeñas embarcaciones en los apostaderos de La Graña y Coruña, así como en un cañonero destinado a la protección de otros buques en las costas de Cantabria. En América estuvo embarcado ocho años y siete meses, sirviendo como oficial de órdenes en la escuadra de Francisco Javier Muñoz, mandando una lancha cañonera en Veracruz, en 1807 mandando la goleta correo la Cautela con destino a la América septentrional, donde fue apresado por los ingleses, que ya unos años antes le habían herido en otro combate en Campeche. En 1808 entró en campaña como ayudante de campo del brigadier Francisco Riquelme y cuando los franceses al mando de Soult y Neyll entraron en Galicia, Álvarez de Toledo huyó de Ferrol con destino a La Coruña y de allí a Inglaterra. A principios de marzo de 1809 se trasladó con otros españoles en el navío Bombay a la ciudad de Cádiz, donde casi inmediatamente fue ascendido a Teniente de Fragata por sus méritos, muy alabados por los oficiales ingleses que le conocieron en Galicia. Poco después se trasladó al Ferrol al mando de la goleta Tigre y ya como Teniente de Navío, ascenso que obtuvo el doce de octubre de ese mismo año, pasó a dirigir una división de faluchas en las costas catalanas.(3) Al año siguiente figuraba en la dotación del navío San Telmo y poco después era nombrado diputado por Santo Domingo para las Cortes de Cádiz, donde se incorporó el 1 de enero de 1810.(4)
Diputado en las Cortes de Cádiz
Álvarez de Toledo fue elegido diputado por Santo Domingo, a pesar de ser habanero, algo que dio lugar a una reclamación, pero finalmente representó a la Isla de Santo Domingo y concurrió como diputado a la sesión de Cortes del 24 de septiembre de 1810. En el trascurso de las Cortes son conocidas algunas de sus intervenciones. Participó con otros diputados americanos en las propuestas del 16 de diciembre de 1810 y en enero de 1811 hizo un discurso en las Cortes en el que se quejaba de la poca sensibilidad de los diputados peninsulares hacia América y las reivindicaciones de los diputados americanos, a pesar de que se suponía que iban a establecer una constitución liberal. Su discurso daba una de cal y una de arena. Por una parte manifestaba que había que adoptar medidas “enérgicas y fuertes para contener los extravíos de la América” y por otra declaraba que los diputados americanos no podían asistir a un espectáculo en el que más que representar a América, sus diputados se veían abocados a autorizar la postergación del territorio americano en perjuicio de sus naturales, un discurso que fue reproducido en el periódico cubano El Patriota Americano (Habana, 1811, t. 1, p. 117).(5)
Parece que fue en esta época cuando el diputado habanero se dirigió al Capitán General de Santo Domingo expresando su opinión de que España sufría una profunda crisis política y militar, con desidia y desprecio hacia las colonias americanas, por lo que sugería a las autoridades dominicanas que tomasen medidas para evitar posibles intromisiones de potencias extranjeras. Un escrito que fue interceptado por el intendente de Santo Domingo José Núñez de Cáceres(6) y fue la causa de su desgracia aparente, al ser acusado de independentista y decretada su prisión por las propias Cortes, o mejor dicho por el Tribunal de Cortes. Esta situación motivó su rápida huida a Filadelfia en julio de 1811 y la persecución de las autoridades. El día 17 de ese mismo mes se ordenaba que fueran requisadas todas las cartas que llegaran a nombre del diputado habanero, algo que se producía unos días más tarde, y era recordado en varios oficios durante el mes siguiente. En este negocio aparecían los nombres de dos de sus supuestos ministros enemigos, Eusebio Bardají y José Antonio de Larrumbide, a los que la historiografía atribuye su persecución.(7)
El 29 de julio se emitía por el Consejo de Regencia una orden de detención, por la vía reservada, del diputado Álvarez de Toledo dirigida a todos los Gobernadores y Comandantes militares de los puertos y plazas de América a los que pudiere llegar el marino huido, para que a su vez la transmitieran a todas la autoridades militares y civiles. La Armada ordenaba también la detención por la vía “muy reservada” dirigiendo su mirada especialmente a los puertos de La Habana, Puerto Rico y Veracruz.(8) La orden de la Regencia incluía la obligación de requisar todos sus papeles y de enviarle lo antes posible con destino a España en el primer buque disponible. Es curiosa la descripción física que hace este mismo escrito del aspecto de Álvarez de Toledo:
“La señales del sujeto son, edad como de veinte y cinco años, estatura regular, color blanco rosado, ojos negros, buena dentadura y muy buena persona y cara.”(9)
Todavía el 24 de noviembre de 1812 se hacía una propuesta a la Regencia en las Cortes de Cádiz para que su nombre fuera borrado de las listas de la Armada Nacional en tanto no se presentara y fuera juzgado con arreglo a las leyes tras su fuga del Congreso sin licencia. Asimismo las Cortes expresaban la duda de mantenerlo en las listas de los diputados puesto que había pasado tiempo de su deserción y desde el 27 de febrero de 1812 se hallaba en las Cortes de Cádiz como diputado por Santo Domingo su titular Francisco de Mosquera y Cabrera.(10)
El manifiesto de Álvarez de Toledo en la Aurora de Filadelfia (1811)
El 2 de octubre se dirigía Toledo al Cabildo de Santo Domingo explicando que había tenido que huir de Cádiz y abandonar su puesto de diputado por la persecución a que fue sometido tras interceptarse otra carta al Cabildo en que se mostraba escéptico sobre la atención a los asuntos americanos por parte de las Cortes y el peligro para la isla dada la situación de España en su lucha contra los franceses. La persecución por este escrito fue una excusa, según él, para acabar con el diputado por orden de algunos ministros con los que había chocado frontalmente, como Bardaxí, Herrera y Larrumbide. Finalmente todo el proceso había desembocado en su huida a Filadelfia, supuestamente con ayuda de los conocidos como Caballeros Racionales y del cónsul norteamericano. El manifiesto de Filadelfia de José Álvarez de Toledo es bastante conocido, pero es preciso comentarlo brevemente y reproducir algunas de sus palabras para comparar luego con sus declaraciones posteriores.
Según el diputado habanero tuvo que hacer este manifiesto para no dejar dudas sobre su conducta, ya que corrían especies falsas en algunas tertulias a las que concurrían “agentes y espías” del gobierno español. ¿A qué puede referirse Toledo? Quizá había rumores que indicaban que su supuesto patriotismo americano no era tal. La cuestión es que Álvarez de Toledo rogaba al director de la Aurora de Filadelfia que insertara su carta de intenciones que comenzaba con su afecto hacia los buenos españoles y su odio a la tiranía. Seguía con estas palabras:
“Yo concibo el más profundo interés por el destino de la España, y miro con compasión al buen pueblo español en sus mortales agonías. Al verlo oprimido por sus enemigos exteriores, y, asesinado por su gobierno terco y atroz, que encerrado en las murallas de Cádiz maquina y medita precipitar la nación a una sujeción y ruina irreparable, me asaltó con más vehemencia que nunca el vivo deseo de que se estableciese la libertad y que se declarase la absoluta independencia en todo el Continente e islas que descubrió Colón.
Yo soy americano y suceda lo que sucediere estoy pronto a derramar toda mi sangre con alegría por contribuir a su feliz y gloriosa regeneración. Tales son los sentimientos de mi alma, y éstas son las ideas queridas de mi corazón; estos deseos ocupan siempre a vuestro amigo.”(11)
Por otra parte publicaba ese mismo año su Manifiesto o satisfacción pundonorosa, a todos los buenos españoles europeos, y a todos los pueblos de América por un diputado de las Cortes reunidas en Cádiz, donde explicaba toda su trayectoria vital, desde sus servicios en la Guerra de la Independencia, apreciados por los generales españoles e ingleses, hasta su incorporación a las Cortes gaditanas, donde participó activamente en las “Proposiciones que hacen al Congreso Nacional los Diputados de América y Asia” del 16 de diciembre de 1810, donde exigían igualdad en la representación, libertad de cultivo, de exportación y comercio, la igualdad en la provisión de destinos, la supresión de estancos, la explotación de minas de azogue, la restitución de los jesuitas al territorio americano, etc.
Además explicaba que viendo la desidia de las Cortes hacia los asuntos de América, había reunido unos días más tarde a los diputados americanos en la casa del marqués de San Felipe y Santiago para hacer un manifiesto muy radical, que luego fue sustituido por un recordatorio de los diputados de Nueva España recién llegados a las Cortes.
En su Manifiesto o satisfacción pundonorosa, tras una breve alocución a los españoles peninsulares para que se libraran de los “monstruos” que se oponían a su salvación, se dirigía a los americanos con las siguientes palabras, que incluían una especie de profecía sobre el exilio español, que aún hoy resulta llamativa:
“Americanos, los que habitáis las islas y el inmenso Continente que sometió a su imperio la antigua España: oíd mis voces que se exhalan sobre las fecundas y pacíficas riveras del hermoso Delaware, exaltadas por el amor santo de la humanidad, y el celo generoso de la Patria. Trabajad por hacer felices a los Pueblos del Nuevo Mundo, y por ser la admiración y la dulce envidia de la orgullosa y tiranizada Europa… Que el espíritu de partido, y las mezquinas pasiones, el desnaturalizado egoísmo, y las preocupaciones funestas, no os estorben el vuelo a la cumbre de la gloria. Es preciso sacrificarlo todo al bien general; y sobre las bases más puras y sólidas construir la obra que debe hacer inmortal y admirable a la América en las edades venideras. Aprovechaos de las luces y de los errores del género humano: estudiad las constituciones de todos los pueblos antiguos y modernos; y calculad a la luz de la historia y la filosofía, cuál poder ser la forma de gobierno más adaptada a las distantes, inmensas y ricas provincias del hemisferio Indiano. El gobierno federal es sin duda el que más os conviene; pero es menester que se apoye y se estreche la confederación en los principios más liberales y luminosos; que las constituciones particulares de cada Estado ofrezcan un manantial de virtudes sociales, y un fondo inagotable de prosperidad pública. En la Constitución de los Estados Unidos podeís encontrar bellas cosas: elegid lo bueno, y evitad lo que puede ser funesto a la América en algún día. No olvidéis jamás, que la libertad civil, y la igualdad delante de la Ley, son derechos enajenables, y los más preciosos del hombre; que un pueblo es más o menos feliz en razón de la mayor o menor imparcialidad y firmeza con que se le protege, y se le conserva en el goce de estos derechos, y de todos los otros a que no se puede renunciar en el pacto social; y que la justicia, la moderación y la buena fe son los medios únicos y eficaces para consolidar la armonía y la grandeza real de un Estado; y para granjear el amor de toda la asociación, y la confianza y respeto de las potencias extranjeras. Si la América labra su independencia, y la afirma sobre estos principios venerables, ella será el domicilio más venturoso de la especie humana. Los Españoles europeos que la adversidad obligue a salir de su Patria esclavizada, o sumida en ruinas, hallarán un asilo seguro, y los medios más fáciles para subsistir en estos deliciosos y opulentos países, que la naturaleza ha colmado con sus más excelentes dones.”(12)
El Manifiesto terminaba con un discurso dirigido a los habitantes de Santo Domingo y de Cuba para que se rebelasen contra la opresión española, siempre con una retórica en torno a las lágrimas, la sangre, lo heroico, el sacrificio y la inmortalidad, palabras muy bien organizadas en un discurso que pocos años después se convertiría en el contrario.
Álvarez de Toledo en la independencia de Texas
En 1815 se certificaba en México un supuesto mandato de los diputados americanos para que Álvarez de Toledo se hiciera cargo de las operaciones de un ejército en las provincias del Norte:
“Los representantes de las diferentes Provincias del Reino de México e Islas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, reunidos en Asamblea general para elegir una persona de instrucción y virtudes conocidas que se encargue de dirigir las operaciones en las Provincias internas del Norte de México, hemos determinado unánimes al General D. José Álvarez de Toledo, a quien concedemos amplios poderes para que con arreglo a los treinta y dos artículos de las instrucciones que con esta misma fecha le comunicamos, organice un Ejército bajo su mando y establezca un Gobierno según la forma y principios adoptados para las demás Provincias del Sur. Y por cuanto en conciencia y con arreglo al bien de nuestras respectivas Provincias, creemos que el dicho D. José Álvarez de Toledo desempeñará tan importante cargo con la actividad, celo y honor de un buen americano amante de su Patria lo autorizamos de la manera más solemne para que trate, contrate y negocie cuanto le sea necesario para realizar su comisión. Dado y firmado en Cádiz a los catorce días del mes de julio de mil ochocientos y once. Este poder con las instrucciones fueron firmados por todos los diputados americanos excepto Pérez el de Puebla, Maniau de Veracruz y Mendiola de Querétaro.”(13)
Marie Laure Rieu-Millan duda de la veracidad absoluta de este documento,(14) como ya había hecho Mier en 1817, que acusó a Toledo de farsante y de haber utilizado un “poder fingido”, encontró otra copia de este documento(15) que corresponde con el original roto por Álvarez de Toledo y reconstruido por el embajador en Estados Unidos, Luis de Onís, y el jefe de la trama de espías en el mismo país, el padre Sedella, con los que se sabe que Toledo tuvo una especial relación, al menos desde 1816. Rieu-Millan certifica que el documento original sí contaba con algunas firmas que según la otra versión no estaban, como las de Pérez y Maniau, y faltaban otras, por lo que interpreta que el diputado habanero manipuló un poder que además tendría otro significado. Se trataría según esta autora de un plan alternativo para defender la integridad de Nueva España en caso de que la Península cayera definitivamente en manos de Napoleón, algo muy presente en las discusiones de los diputados americanos y en los escritos del propio Álvarez de Toledo, como el que se le interceptó con Santo Domingo y le obligó a exiliarse.
La cuestión es que Álvarez de Toledo, tras tantear la situación de Cuba, se inclinó por preparar un plan dirigido hacia los territorios de Texas, inicialmente dirigido por Bernardo Gutiérrez de Lara, agente del gobierno revolucionario mexicano al que al parecer conoció en una entrevista con Monroe. Asimismo en 1812 se puso a su disposición el mallorquín Juan Mariano Picornell, conocido por su papel revolucionario en la conspiración de San Blas (1795) y en la de La Guaira (1797), de quien se sabe que desde 1814 comenzó a trabajar con el centro de espionaje español de Nueva Orleans que dirigía el padre Antonio de Sedella. Gutiérrez de Lara ocupó entre 1812 y 1813 la población tejana de Nagcodoches y la capital San Antonio de Béjar. La intervención posterior de Álvarez de Toledo en la guerra de Texas es bastante curiosa.(16) En primer lugar logró que el 4 de agosto de 1813 se relevase del mando a Gutiérrez de Lara en su favor, con el apoyo de los oficiales americanos, tras imprimir una proclama contra el comandante y prometer el pago de los haberes a los miembros del ejército independentista. Poco después intervenía en la famosa batalla de Medina como jefe absoluto de las fuerzas revolucionarias, obteniendo una derrota memorable que ha pasado a la historia como un salto hacia atrás en el proceso de independencia de Texas.(17)
Sobre la derrota en la batalla del río de Medina podemos ver el parte oficial de la victoria realista en la Gaceta del Gobierno de México, en la que se recogen las palabras al virrey Félix Mª Calleja del general Joaquín de Arredondo, comandante general de las provincias internas orientales, quien tras declarar la victoria señalaba:
“En este momento solo tengo lugar de decir a V.E. que con solo 1600 hombres he batido la fuerza enemiga compuesta de 3000 soldados, entre estos 600 indios bárbaros de diferentes naciones, todos bien armados y disciplinados por el inicuo cabecilla que traían a su frente, el teniente de navío D. José Álvarez de Toledo, pues el infame Bernardo Gutiérrez se había fugado con anticipación a los Estados Unidos. Aquel traidor tuvo la audacia de salir a encontrarme y se batió con la mayor obstinación, colocándose en un bosque que le facilitaba la mayor ventaja, llegando el caso de tener su artillería a cuarenta pasos de la nuestra.”(18)
Sobre esta derrota hubo sospechas pocos años después como indica Lucas Alamán, quien sin embargo se inclinaba por creer que Álvarez de Toledo actuó de buena fe:
“Se han querido atribuir estos manejos de Toledo a inteligencia que estaba con el Ministro español en Washington, más bien por el resultado que las cosas tuvieron que por ninguna razón fundada,…”(19)
Aparentemente Álvarez de Toledo continuó en 1814 y 1815 preparando otras expediciones militares dirigidas a Nueva España, alguna junto al general francés Humbert y Bernardo Gutiérrez, pero parece que las prohibiciones del presidente Madison y las desavenencias con los jefes mexicanos abortaron estas misiones militares, siempre denunciadas por el embajador español Luis de Onís y el cónsul en Nueva Orleans Diego de Morphy.(20) Sabemos que en febrero de 1815 el ex diputado habanero escribió a José Mª Morelos ofreciendo sus servicios al gobierno mexicano para hacer un plan de campaña combinado de todos los ejércitos rebeldes y un mes más tarde le escribía para denunciar la conducta del mariscal Anaya, al que acusaba de ser un desertor de la provincia de Veracruz y de aliarse con los realistas en Estados Unidos. Tampoco escapaba de sus acusaciones el general Humbert, quien según Toledo había sido expulsado de Francia por su incapacidad y mala conducta y ahora intentaba sacar provecho de la revolución. Por otra parte, Álvarez de Toledo insistía al gobierno mexicano en la designación de un ministro plenipotenciario en Estados Unidos y daba a entender que él proporcionaría hombres, armas y dinero para ayudar a la causa mexicana en un momento favorable por la paz de este país con Inglaterra y el desconcierto que reinaba en España.
El historiador Ernesto Lemoine interpreta que esta relación de Álvarez de Toledo con Morelos condujo a la misión diplomática del doctor Herrera en Estados Unidos y posteriormente al traslado del poder ejecutivo mexicano a Tehuacán, lo que finalmente provocó la captura y muerte de Morelos.(21) Johanna von Grafenstein valora la figura del diputado cubano como la de un personaje controvertido, aparentemente muy activo en el proceso independentista, pero que finalmente desempeñó un papel siniestro para los insurgentes por su paso al espionaje español y la denuncia del movimiento insurreccional,(22) incluyendo su activa oposición a los planes de Francisco Javier Mina en su expedición de 1816 a Nueva España.(23)
El 26 de diciembre de ese mismo año quedaba constancia de su colaboración con el embajador Luis de Onís para desbaratar los planes de los insurrectos. En una carta de Onís, fechada en Filadelfia, al Capitán General de la isla de Cuba, aparecía n en el primer párrafo las siguientes palabras:
“Cumpliendo D. José Álvarez de Toledo lo prometido, no solo me ha entregado el plan militar que remitió a V.E. desde Nueva Orleans, sino uno general para la pacificación de las Colonias de S.M. y toda su correspondencia así con los rebeldes, como con diferentes individuos de este país, que han promovido y promueven aún la revolución.”
Onís se jactaba de que con esos documentos se desbaratarían los planes de insurrección, contando además con la ayuda del Sr. Monroe. Además daba cuenta de que el Sr. Álvarez de Toledo se había embarcado con su esposa con destino a Burdeos, en la fragata Hunter, para recibir allí el indulto real y volver a Madrid. Asimismo dice haber recibido una proclama de Álvarez de Toledo dirigida a los pueblos de América justificando su conducta.(24)
La Justificación o Manifiesto realista de 1816 de Álvarez de Toledo
El preámbulo de este manifiesto aclara muy bien lo que Álvarez de Toledo quería transmitir en su mensaje a los americanos:
“Justificación de D. José Álvarez de Toledo, en que expone a los Mexicanos y a los otros pueblos de la América Española, las razones y motivos que le han obligado a separarse del empeño de su lucha por la independencia; les manifiesta el cúmulo de males que sufren, y la ruina espantosa a que inevitablemente caminan, arrastrados por el frenesí loco de la insurrección, los exhorta a que la abandonen y les propone la reconciliación con la Madre Patria.”(25)
Álvarez de Toledo criticaba duramente los sucesivos gobiernos de la insurrección mexicana, aquellos que incluso le habían nombrado a él general del Ejército del Norte para cooperar desde Estados Unidos con la independencia de México. El habanero se justificaba exponiendo que tras la destrucción de este ejército –recordemos el desastre de Medina – él mismo había estudiado el estado real de las cosas de México y el supuesto apoyo de diversas potencias, especialmente las anglosajonas, a los planes de independencia, para concluir desengañándose de todo el plan de insurrección, que únicamente perseguía engañar a este pueblo incauto. Tras insistir en la perfidia de esas potencias que atizaban el fuego de la hoguera independentista para sacar provecho de las riquezas y los tesoros americanos, Álvarez de Toledo volvía a emplear su retórica de mártir sangriento, aunque esta vez en sentido contrario:
“Yo soy sincero y no deseo sino vuestro bien. Haría todos los sacrificios, sin ahorrar el de mi propia sangre, para contribuir a que lo consiguieseis; pero sería un malvado, si conociendo el error que abre tan profundos y horrendos abismos a vuestra perdición, no huyese de él, y no os exhortara a que le abandoneis.”(26)
Él, que había volado desde las columnas de Hércules hasta las regiones del Nuevo Mundo como salvador, les decía ahora a los americanos que el gobierno español estaba preparado para el perdón y para tratarles como hijos de una misma familia, y el propio Toledo se ofrecía para atravesar el océano e implorar al pie del Trono el alivio de todos los males. Tras advertirles de los planes de Mina, al que calificaba de pirata, proscrito de España y prófugo de Francia, de los vagabundos americanos y los generales franceses errantes, terminaba su justificación prometiendo cumplir sus promesas y afirmando que “el día que os vea felices y contentos, será el más deliciosos de mi vida.”
Al servicio de la corona española
Ya en 1817 emitía un primer informe, junto a otro del embajador Onís, para la pacificación de América donde daba su parecer sobre las colonias, cuyo nombre recomendaba extinguir la posición de Estados Unidos –que Álvarez de Toledo consideraba de ambición para extender su territorio hacia Florida y el mar Pacífico, la posible recuperación de Luisiana, el aumento de población en las provincias internas de Nueva España, la habilitación de puertos para el comercio, la protección de la agricultura, la liberación del tributo a los indios, las medidas políticas, etc., incluyendo el posible perdón a los cabecillas de la insurrección.
El último párrafo del informe de Luis de Onís es clarificador:
“Don José Álvarez de Toledo puede ser muy importante al servicio del Rey y de la nación por el conocimiento que tiene de todos estos asuntos, de las fuerzas y posiciones militares de los insurgentes y por el anhelo que manifiesta de hacerse digno de las gracias de S.M. Su defección es el golpe que más ha trastornado a los insurgentes, por el crédito que disfrutaba y por la desconfianza que ha hecho nacer entre los mismos jefes.”(27)
En 1820 se dudaba de su honorabilidad en el periódico El Universal, que le acusaba de vividor y de doble juego en sus posiciones políticas, tras su oscuro paso por la filas independentistas en Texas.(28)
Respecto a su paso por el mundo de la diplomacia española, hay una certificación de la primera Secretaría de Estado que indica que el 3 de marzo de 1824 fue nombrado ministro plenipotenciario de S. M. en la Corte de Baviera, y el 10 de noviembre del mismo año Enviado Extraordinario y ministro plenipotenciario ante el rey de Prusia, “al cual tampoco fue”. Por otra real orden de 27 de febrero de 1825 obtuvo un nombramiento similar para las cortes de Luca y Toscana, tomando posesión el 30 de abril del mismo año, aunque solo estuvo un año. Luego pasaría como ministro residente en los Cantones Suizos, antes de incorporarse en 1829 a la Corte de Nápoles. En diciembre de 1833 se le declaró destituido de su empleo, honores y condecoraciones como consecuencia de una representación en la que se declaraba partidario de do Carlos en la sucesión de Fernando VII, aunque en octubre de 1849 la reina le rehabilitó tras una petición de perdón del propio Álvarez de Toledo.(29) En 1850 el periódico El Católico daba la noticia de la rehabilitación como brigadier de José Álvarez de Toledo,(30) que en ese mismo año se jubilaba.
¿Un espía al servicio de Su Majestad?
El enigma de la azarosa vida de José Álvarez de Toledo y Dubois y sus cambios de posición ante el movimiento independentista americano podría explicarse rebuscando en su expediente personal, especialmente en su hoja militar de servicios. Allí consta que en 1810 se incorporó a las Cortes de Cádiz por la parte española de Santo Domingo y que “salió para los Estados Unidos en misión secreta el 24 de julio de1811”. Además en una certificación del propio hijo de Luis de Onís, Mauricio Carlos, se expresaba claramente que José Álvarez de Toledo había prestado importantes servicios al Estado en Estados Unidos durante los años de 1815 y 1816.(31) A su regreso a Madrid en enero de 1817 fue destinado, por la intervención del antiguo embajador en Estados Unidos Luis de Onís, a las órdenes del ministro de Estado, cargo en el que desempeñó importantes tareas referentes a las relaciones políticas con Estados Unidos, otras concernientes a las nuevas repúblicas americanas y finalmente a trabajos diplomáticos con otras potencias. Además poco después era nombrado Coronel de Estado Mayor al servicio del general Vicente de Quesada y después brigadier de infantería, poco antes de incorporarse como ministro plenipotenciario de España en Baviera y Nápoles, ciudad en la que luego sirvió a D. Carlos, tras la muerte de Fernando VII.(32)
Realmente es difícil de saber si José Álvarez de Toledo fue en realidad un espía al servicio de S.M. desde su huida en 1811 o si pasó a ejercer dicha misión en 1815, tras un período de creencia real en las posibilidades de insurgencia americana, pero la complejidad del personaje es fascinante y como ejemplo de la aparente, al menos, máxima contradicción de un diputado criollo ante el fenómeno de la independencia merece su inclusión entre los americanos seleccionados para ver la diferentes posiciones ante este fenómeno histórico que condujo a nueva realidad en América.
Anexos
Anexo 1
Fragmento del Manifiesto o satisfacción pundonorosa, a todos los buenos españoles europeos y a todos los pueblos de América, por un diputado de las Cortes reunidas en Cádiz…, reproducido en Carlos M .Trelles, Un precursor de la Independencia de Cuba: Don José Álvarez de Toledo. Academia de la Historia. Discursos leídos en la recepción pública del Sr…., Habana, Imp. El Siglo XX, 1926, pp. 82-84.
“Yo no me hubiera detenido en bosquejar este sombrío cuadro, si los mismos que figuran en él con la más horrorosa deformidad, no hubiesen expedido circulares á todos los dominios de la vacilante Monarquía para difamar alevosamente mi nombre, y urdir tramas execrables contra la seguridad de mi persona. Obligado á defender mi honor y mi conducta irreprehensible y generosa, debo hacer patente el carácter de los que han labrado mi persecución; y que para co-honestarla de algún modo, no dejarán de sembrar calumnias, suposiciones elaboradas en la perversidad de su imaginación. Españoles: abrid los ojos, si aún es tiempo; y derrocad a los monstruos que se oponen a vuestra salvación y felicidad. Mientras he podido ser útil en medio de vosotros, mis facultades, mi reposo, mi vida, todo lo he arriesgado con dulce entusiasmo para contribuir á la gloria y al buen éxito de vuestra lucha. Llegó el momento en que debí separarme de vosotros para evitar la persecución más atroz; y mi último á Dios á este suelo desgraciado, fue interrumpido por las emociones patéticas de la ternura y del dolor. La memoria de los buenos estará siempre gravada en mi alma con afectuosa estimación y respeto; y la de los malos me servirá en todos tiempos de lección y de escándalo.
Americanos, los que habitais las Islas y el inmenso Continente que sometió a su imperio la antigua España: oíd mis voces que se exhalan sobre las fecundas y pacíficas riberas del hermoso Delaware, exaltadas por el amor santo de la humanidad, y el celo generoso de la Patria. Trabajad por hacer felices á los Pueblos del Nuevo Mundo, y por ser la admiración y la dulce envidia de la orgullosa y tiranizada Europa…Que el espíritu de partido, y las mezquinas pasiones, el desnaturalizado egoísmo, y las preocupaciones funestas, no os estorben el vuelo á la cumbre de la gloria. Es preciso sacrificarlo todo por el bien general; y sobre las bases más puras y solidas construir la obra que debe de hacer inmortal y admirable á la America en las edades venideras. Aprovechaos de las luces y de los errores del género humano: estudiad las constituciones de todos los pueblos antiguos y modernos; y calculad a la luz de la historia y de la filosofía, cual puede ser la forma de Gobierno mas adaptada á las distantes inmensas y ricas provincias del hemisferio Indiano. El Gobierno federal es sin duda el que más os conviene: pero es menester, que se apoye y se estreche la confederación en los principios más liberales y luminosos; que las constituciones particulares de cada Estado ofrezcan un manantial de virtudes sociales, y un fondo inagotable de prosperidad pública. En la Constitución de los Estados Unidos podeis encontrar bellas cosas: elegid lo bueno, y evitad lo que puede ser funesto á la América en algún día. No olvideis jamás, que la libertad civil, y la igualdad delante de la Ley son derechos enajenables, y los más preciosos del hombre; que un pueblo es más ó menos feliz en razón de la mayor ó menor imparcialidad y firmeza con que se reprotege, y se le conserva en el goce de estos derechos, y de todos los otros á que no se pueden renunciar en el pacto social; y que la justicia, la moderación, y la buena fe son los medios únicos y eficaces para consolidar la armonía y la grandeza real de un Estado; y para granjear el amor de toda la asociación, y la confianza y respeto de las Potencias extranjeras. Si la América labra su independencia, y la firma sobre estos principios venerables, ella será el domicilio más venturoso de la especie humana. Los Españoles europeos que la adversidad obligue á salir de su Patria esclavizada, ó sumida en ruinas, hallarán un asilo seguro, y los medios más fáciles para subsistir en estos deliciosos y opulentos países, que la naturaleza ha colmado con sus más excelentes dones. Al mismo tiempo que abrireis vuestro seno a todos los hombres de bien, cualquiera que sea su nación o estado, lo franqueareis con mayor gozo á nuestros hermanos, á aquellos que tan íntimamente están enlazados con vosotros por la sangre, la Religión, y las costumbres, y que hablan vuestro mismo idioma.
Americanos: el mundo ha fijado la vista sobre vosotros: después de tres siglos de esclavitud e ignominia, vais á ocupar un rango sublime entre las naciones cultas, y á sobrepujar la gloria y el poder majestuoso de la antigua Europa. Mucho teneis que hacer: mas no se obtienen grandes cosas sin grandes sacrificios, y sin una constancia inalterable, generosa, y superior a los reveses y á los halagos de la fortuna. Corred adonde os llama la Diestra omnipotente y augusta de la Providencia; y acordaos siempre de que la libertad es el más precioso de todos los bienes, y que nunca será mucho lo que se haga por ella. Pueblo de Santo Domingo, cuyos derechos ha reclamado en vano: enternece tu desgraciada suerte, ora abandonado en la cima de todos los males ora vendido o cedido al extranjero como un rebaño de animales estúpidos; y últimamente despreciado y olvidado en la miseria, y bajo el peso de afrentosas y tristes cadenas, sin que muevan a tus tiranos los gemidos y las lágrimas con que pides remedio á tu dolorosa situación: acuérdate de que eres libre por el derecho de la naturaleza, y por la ley eterna del Todo poderoso; por el precio mismo de la sangre que has derramado con tanto heroísmo para reconquistar, y sostener la independencia de la isla contra el extranjero. Los momentos son preciosos: si despedazas los hierros que te oprimen; y te dedicas á la agricultura, á las artes, y á la industria, abriendo tus puertos con la libertad del comercio a todas las naciones, puedes ser feliz, y hacer olvidar los antiguos y horrorosos días de la esclavitud, y de la miseria. Todos los americanos que han labrado su independencia, ó que trabajan por adquirirla y consolidarla, son tus hermanos. Hallarás en ellos un apoyo incontrastable: los mismos sentimientos, el mismo interés, y la misma gloria deben unir en este grande empeño á todos los pueblos de la America, y hacer que unos a otros se auxilien y sostengan con dulce fraternidad, y poderosa energía. De ti (pues) depende el preferir la libertad á la servidumbre, la felicidad á tan penosos males, y la gloria á una ignominia eterna. Habitantes de la Isla de Cuba, y tu Pueblo de la Habana: sois los objetos preferentes de mi amor: naci entre vosotros: y mi suerte debe estar unida a la vuestra…¿Qué pensais en esta grandiosa y terrible crisis?. La España ya no existe para vosotros: aun cuando pueda sostener por más tiempo la lucha en que se halla empeñada, resistiendo a los enemigos domésticos y extranjeros que la despedazan, ella carece absolutamente de medios para atender á vuestra existencia. Su marina desapareció: y su hermoso suelo, inundado de sangre y cubierto de lóbregas ruinas y pavesas, enternece á las almas sensibles; pero no os ofrece ninguna esperanza… ¿Y qué? ¿sereis la presa de la ambición extranjera, ó una parte de indemnización en las transacciones políticas que deben poner término á la guerra entre las dos naciones rivales? Ah! no lo permita el Cielo… Proveed en tiempo á vuestra seguridad, y afianzad los destinos de una Isla que puede ser independiente, y figurar entre las más poderosos y felices Estados de la América. Sacrificad el bien de la Patria los mezquinos intereses, y las pasiones encontradas: que todo se reúna para la salvación de ese pueblo; y que no se rivalice entre vosotros sino en el amor de la gloria, y en las virtudes y acciones generosas, en el empeño liberal, y en el desprendimiento heroico y sencillo, con que debeis contribuir á la generación venturosa y necesaria de vuestro país. De este modo volarán vuestros nombres á la inmortalidad; y serán regados vuestros sepulcros y cenotafios con las lágrimas de la gratitud y del amor más tierno. – Aquí descansan (dirán vuestros hijos y compatriotas): aquí descansan los que han labrado la independencia y la felicidad de que gozamos. Elevemos estatuas á su memoria, y depositemos en urnas de oro sus venerables cenizas- ¿Puede haber alma que no desee merecer este elogio, y que prefiera gemir bajo el yugo humillante y penosísimo de la esclavitud? ¡Oh dulces presentimientos de la libertad de mi Patria! si os realizaís, moriré lleno de gozo, aunque sea vertiendo toda su sangre para defender sus derechos, y aterrar á sus enemigos. Estos son los votos de mi corazón: y ojalá, que sean también los de todos mis hermanos en la Isla de Cuba, y en la vasta extensión del hemisferio Americano.”
Anexo 2
Justificación de D. José Alvarez de Toledo
Archivo General de Indias.
Sevilla
Papeles de Cuba Nº 1898
“F.1/JUSTIFICACION de D. José Alvarez de Toledo, en que expone a los Mexicanos, y a los otros pueblos de la América Española, las razones y motivos que le han obligado a separarse del empeño de su lucha por la independencia; les manifiesta el cumulo, de males que sufren, y la ruina espantosa a que inevitablemente caminan, arrastrados por el frenesí loco de la insurrección, los exhorta a que la abandonen y les propone la reconciliación con la Madre Patria.
El hombre que inflamado con el amor Santo de la Patria, y dirigido por el solo interés del bien general, se abalanza resuelto a la empresa difícil, pero gloriosa de exterminar los males comunes, y de elevar a sus compatriotas de la sima profunda de su abatimiento y degradación á la cumbre majestuosa del poder y de la felicidad con que parece la naturaleza, y el orden mismo de los acontecimientos políticos, no debe retroceder jamás de este sagrado empeño, mientras relumbra a sus ojos la esperanza positiva, ó á lo menos probable, de que podrá conseguir el objeto de sus trabajos y sacrificios generosos. Mas cuando la experiencia le convence de que es imposible conseguirlo, y de que la Patria, lejos de lograr el bien que se prometía en esta ruidosa lucha, corre inevitablemente a desplomarse en la ruina y en el oprobio, el hombre que prefiere el honor y la virtud a los prestigios de una fortuna sórdida y efímera, propia únicamente para envilecerle, y para destrozar su alma con el remordimiento, debe retraer sus pasos de esa carrera ominosa y desgraciada, que no aparece marcada sino con el crimen, y que no conduce sino a principios horrorosos. He aquí precisamente lo que ofrece a mi vista el cuadro variado, espantoso, y lúgubre de la revolución en las provincias Españolas del hemisferio de Colon; y lo que me ha obligado a separarme de vuestra lucha, o pueblos Americanos, que en el frenesí de las pasiones sois victimas infelices de la depravación, y de la codicia insaciable que arden en los pechos F. 1v./inmundos de aquellos// mismos que os prometen las delicias de la libertad civil, y las de una regeneración venturosa. Yo alzo la voz entre el cielo y la tierra, llamo por testigos a Dios, y al género humano, y os convido a todos para que examineis con madura reflexión el estado de vuestra empresa, y la suerte a que, valiéndose de vuestra sencillez, y de vuestro mismo aturdimiento, os destinan los genios del mal. Habitantes de México, yo debo más particularmente dirigir a vosotros el clamor de la verdad, y el desengaño de las ilusiones funestas que han hecho y están haciendo de vuestro delicioso país un teatro de mortandad, y de pillaje y devastación, un cumulo de ruinas, y el espectáculo más doloroso a la sensibilidad de los verdaderos patriotas. Conoceis mi nombre, y sabeis la nobleza de mis principios: os consta la firmeza y el pundonor con que entré a tomar parte en vuestra lucha, y no ignorais los sacrificios que he hecho por vuestro bien. Viendo a la España, el suelo ilustre de nuestros abuelos, agobiada bajo el yugo terrible de los ejércitos franceses, usurpado el Trono de nuestros Reyes, y abatida la nación en el abismo de sus males, sin esperanza de poder levantar su frente contra las violencias espantosas del más ambicioso y más feroz de los tiranos que por fatalidad común dominaba a la Europa, yo volé desde las columnas de Hércules a las regiones del nuevo Mundo para coadyuvar a vuestra salvación ansioso de que no fueseis víctimas de la misma perfidia, y los mismos horrores de que el se había valido para someter y esclavizar la Península Española. Vosotros habiais concebido el proyecto de vuestra emancipación, y el de conspirar con firme denuedo a la obra de vuestra libertad, y de vuestra independencia política. Las circunstancias me parecieron felices, y yo no balancee en correr a participar de vuestros trabajos, y a exponer mi vida en los combates. El gobierno de los Estados Unidos exaltó mis esperanzas con la promesa halagüeña de auxiliar vuestra causa: sus pueblos elogiaron este empeño con entusiasmo, y me franquearon medios para entrar en la lid, y sostenerla a todo riesgo. La Inglaterra parecía aplaudir llena de gozo estos briosos esfuerzos, y nos hacia confiar en su apoyo para ayudarnos a erigir y consolidar el edificio grandioso de nuestra Independencia. Yo mismo he oído de boca de algunos de sus Agentes estar promesas lisonjeras, acompañadas del lenguaje más propio a estimular mi celo, y el de todos lo que siguiesen mis huellas, pintando como infalible el triunfo de nuestra causa, no solo por la impotencia del gobierno Español, sino también por el empeño simultaneo de las dos Naciones, que debíamos considerar como las únicas de que dependían los destinos de la América. Hacíaseme concebir, que ellas combinando sus intereses políticos con los de la humanidad, habían resuelto el cooperar en nuestro favor de la misma suerte que lo hicieron Holanda y Francia a favor de los Americanos. Bajo estos auspicios me acerqué a las fronteras de México, y nada omití para corresponder a los votos de los buenos patriotas. En medio de las vicisitudes y convulsiones que os han agitado desde aquella época, yo he permanecido firme, y he empleado todos los esfuerzos y sacrificios de que es capaz una alma noble para sostener el empeño que habiais contraído en la faz del mundo. Han pasado cinco años, y en todo este tiempo no he podido descubrir entre vosotros sino el juego funesto de las pasiones, el desorden, la anarquía, el egoísmo desnaturalizado, la prostitución impudente, y el extravío monstruoso de todos los principios de buena fe y de moral pública, convirtiendo la guerra de libertad en una guerra de especulación, los que se apellidan caudillos y jefes entre vosotros, no tratan sino de acopiar el oro, y de oprimir a los pueblos; no dan un paso que no sea dirigido por el frenesí de la ambición y de la codicia o por el de la venganza, y la satisfacción del orgullo personal. Sin interés alguno por el bien de la Patria y sin temor a la Divinidad, ni respeto a los hombres, ellos se abandonan a todo género de excesos y de violencias, y dominando con furor sangriento, o con hipocresía depravada a las gentes sencillas y crédulas sobre que ejercen una autoridad usurpada y criminal, ellos se ocupan en correrías para robar y para destruir, como podrían hacer inmundas hordas de rabiosos caníbales. Las facciones se suceden una a otras, y cada Magistrado Civil, o Jefe militar, es déspota feroz que se goza en las calamidades del pueblo, y se baña con placer impío en la sangre de sus hermanos. Cada cual aspira a ser independiente y absoluto: se hacen la guerra y se destruyen unos a otros cubriendo de estragos al país y arrastrando a la multitud ciega de precipicio en precipicio. ¿No es esto lo que ha sucedido principalmente desde la prisión de Morelos hasta la época de los atentados y horrores cometidos por Terán?. El gobierno que el destruyó con el objeto de usurpar la autoridad suprema y ejercer un género de tiranía que no tiene ejemplar en la historia de los hombres, era el único que manifestaba alguna sombra de regularidad, y que parecía desear el bien. Este gobierno fue el que me nombró General del ejército del Norte que debía levantarse en las fronteras de los Estados Unidos, y cooperar por esta parte a la obra de vuestra Independencia. Desde que él fue destruido, cesó mi comisión: libre de todo empeño con vosotros desde aquel momento, yo procurare informarme del estado cierto de las cosas en vuestro país y combinándolo con las disposiciones y miras políticas de las Naciones que servían de apoyo a vuestras deslumbradoras esperanzas, yo conocí con perfecto desengaño que no es posible realizar el proyecto de la Independencia que vanamente adula a la imaginación de ese pueblo incauto, y desgraciadamente alucinado por los que le conducen a la última. Las Naciones de que os hablo, solo atizan el fuego de la revolución en vuestras provincias para destruir a sus habitantes, haciendo que se exterminen unos a otros, y que proporcionen en el caos de su anarquía y desolación general, ocasiones favorables a la ambición frenética y denodada con que ansían por enseñorearse de vuestro país, arrebatar vuestras riquezas y someteros a un yugo de hierro, como los mas infelices de los esclavos. Juzgad lo que harían con vosotros por lo que han hecho y hacen en todas sus Colonias, y en todos los puntos donde ha fijado su poder. Ved cual es la suerte de los Españoles en Luisiana, y temblad a la vista del lazo que tiende el Anglo-Americano, siempre ambicioso y pérfido a vuestra inocente sencillez. Aquellos Españoles ni aun gozan del derecho de hablar su lengua; y como los Ilotas en Atenas, gimen en la más dura opresión, y no trabajo sino para satisfacer a la codicia y al orgullo insultante de sus odiosos tiranos. Vuestra Religión y vuestras costumbres serian ultrajadas impíamente en el suelo, como lo son en aquel, sin que os permitiesen ni aun el desahogo de quejaros. Extended vuestra vista a los países del rio de la Plata, y vereis cual es la conducta de los Ingleses en aquel punto de este hemisferio. Estimulando a la revolución, y promoviendo la discordia entre los infelices Argentinos no han hecho más que agotar sus caudales, y reducirlos a la miseria y a una dependencia absoluta, mil veces más vergonzosa y más deplorable que todos los horrores del despotismo legal. Las riquezas de Buenos Aires han pasado a Londres y los aventureros que desde las rocas de Albión han venido a brindar con la libertad a la América Meridional, no han hecho otra cosa más que despojar a aquel Pueblo de sus propiedades, usurpar su comercio interior y marítimo, y tratar con el último desprecio a los mismos que confiaban en su protección.
Desengañaos Americanos: ni vosotros os hallais en actitud y con medios suficientes para sacar fruto de vuestra revolución, ni los extranjeros os excitan a ella, sino por este mismo convencimiento, y con la sola mira de aprovecharse de vuestra ceguedad, y turbulencias domésticas, para arrancar de vuestras manos con insaciable codicia todas las utilidades y tesoros que produce vuestro país. Ellos desean que se perpetúe esta lucha desgraciada, y que continueis en medio del desorden y de la confusión para enriquecerse a vuestra costa, y convertir nuestras provincias en colonias suyas, y en teatro infeliz de su rapacidad y de sus violencias. Mexicanos: las verdades que anuncio tienen por testigos a todos los pueblos de la tierra. Yo soy sincero y no deseo sino vuestro bien. Haría todos los sacrificios, sin ahorrar el de mi propia sangre, para contribuir a que lo consiguieseis; pero sería un malvado, si conociendo el error que abre tan profundos y horrendos abismos a vuestra perdición, no huyese de él, y no os exhortase a que le abandoneis. Los testimonios constantes de la experiencia, y los cálculos más indefectibles del raciocinio prueban evidentemente que nada teneis que esperar del extranjero, sino la asolación completa de vuestros campos y ciudades, el exterminio de la fe de Jesucristo, las cadenas y el oprobio. Si confiais en el solo esfuerzo de vuestros brazos, y en el celo de los [sic] entusiastas que os seducen, y que no aman la revolución sino para enriquecerse y para llevar en triunfo sus crímenes, observar con detenida reflexión, cual es el fruto que habeis conseguido en tantos años de una lucha sangrienta y destructora, y cuáles son los medios con que podeis contar para conseguirla y obtener la Independencia, que es el // prestigio ideal con que os alucinan. La clase más respetable del Reino, la que posee las riquezas, y los grandes empleos, la reputación y el influjo público, abomina de otras clases que se componen de lo que en todas partes se llama el bajo pueblo, son las únicas en que ha prendido el contagio funesto de la revolución: más aún de estas mismas clases no teneis a vuestro favor sino la gente más despreciable, y casi toda manchada de grandes delitos, gente sin opinión, sin talentos, sin educación, sin costumbres, gente que nada tiene que perder, y que ama las convulsiones populares, el desorden, y el trastorno, a fin de elevarse desde la obscuridad y la miseria a los puestos brillantes, a las sillas del poder, y a la opulencia y fausto. Los cadáveres ensangrentados de vuestros hermanos, y las ruinas y pavesas de que siembran vuestro país estos hombres disolutos y atrevidos, son las gradas por que suben a ocupar el mando, a perpetuar y extender cada vez más la suma espantosa de vuestros males. ¿Dónde están los héroes y los sabios de que podeis esperar la victoria en los combates, y la probidad, el desinterés y el acierto en los consejos ? Mexicanos: sin grandes virtudes, y grandes talentos, la empresa de una revolución se convierte siempre en la mayor de las calamidades, y acaba por el exterminio o la esclavitud. Las Naciones más ilustradas de la Europa, y más abundantes en recursos de toda especie, no han podido escapar a esta suerte desgraciada, no obstante la perfecta unión, los admirables esfuerzos, y los sacrificios pasmosos con que se distinguieron en su lucha por la libertad y la regeneración política. Las teorías deleitan a los entusiastas, y deslumbran al pueblo inconsiderado: pero la práctica desmiente los cálculos ideales, y precipita a los entusiastas y al pueblo y en el caos más triste de la perdición y ruina común. ¿ De qué sirven esos pelotones de gentes aturdidas o disipadas con que vagais de punto en punto, y a qué reducís toda vuestra defensa? Las personas más sensatas, o que no habían perdido aun los sentimientos de la humanidad, ni los de la Religión, os han abandonado y corrido a engrosar los ejércitos del Rey ¿Qué harán pues esas miserables partidas que no subsisten sino del pillaje, el robo, y las violencias?, que no viven sino como reuniones de facinerosos y salteadores?, que son el escándalo del género humano, y que no cesan de provocar la maldición, y la venganza del Cielo? Mexicanos: abrid los ojos a la luz, y reconoced que solamente unidos a los Españoles, vuestros hermanos, podeis evitar el precipicio a que os arrastra por do quiera el genio del mal. No escucheis a los que anhelan por teneros siempre en el extravío, a los que forman de vosotros los instrumentos para la ejecución de sus maldades, o para saciar aun su frenética y horrible codicia. El gobierno Español está pronto a recibiros, a olvidar todo lo pasado, y a trataros como hijos de una misma familia. El oirá con bondad paternal las justas reclamaciones que eleveis a su presencia para mejorar vuestra suerte y para restituir a vuestro país toda la prosperidad que es posible. La España y la Europa entera gozan de una paz profunda. La España desahogada y libre no se ocupa ahora sino de la felicidad de sus pueblos, y la América forma el objeto de sus mayores cuidados. Yo voy a atravesar el océano, y a implorar al pie del Trono el alivio de vuestros males. Abogaré por vosotros con el celo más puro, más enérgico y más infatigable. Nada omitiré de cuanto dicten la razón y la justicia para que se remuevan las trabas que impiden el curso a la prosperidad general de nuestro país, y al bien particular de cada uno de sus habitantes “Son Españoles, Señor, diré yo a S.M.; lo son por la sangre que circula en sus venas, y por la identidad fundamental de su carácter, su lengua y sus costumbres. Su extravío ha sido obra de las circunstancias, y ellos se apresuran a rendir el homenaje debido al Gobierno y al Monarca; a arrojarse en los brazos de sus hermanos, y a restablecer por todas partes el buen orden, y la tranquilidad pública. Hermoseen la época venturosa de su reconciliación sincera con la Madre Patria: Destrúyase el nombre de Colonias, y no formen de hoy más la España y la América sino un solo reino, un solo imperio, regido por las mismas Leyes, y por los mismos intereses. Mejorad aquellas, y extended la esfera a la rotación que la naturaleza señala a estos para la gloria y la felicidad común de todas las provincias de la Monarquía" Mexicanos: este es el bien que voy a solicitar para vosotros en la Corte de España, bien no solamente preferible a todas las quimeras de vuestra ilusión, pero verdaderamente capaz de hacer vuestra dicha, coronar vuestros deseos y abrir una perspectiva brillante a vuestras esperanzas.
Dirigido por estos principios, y estos sentimientos que brotan del fondo de mi alma, yo despreciaré con noble firmeza el ronco acento, la voz emponzoñada de estos frenéticos y desesperados que aun trabajan por mantener entre vosotros los prestigios funestos, y la rabia asoladora del frenesí revolucionario, que aun se prometen hacer fortuna en medio de vuestras ominosas turbulencias, y que insensibles a vuestras calamidades solo piensan en arrebatar las últimas reliquias de la substancia de vuestro suelo. Yo seria traidor a la causa de la humanidad, y a la de vuestros intereses verdaderos, si coadyuvase a tan locas y criminales empresas y si no os manifestase la verdad para que os aprovecheis de ella, buscando el bien donde solo es posible encontrarlo. Por lo que a mi toca ¿cuáles son los deberes o la responsabilidad en que puede hallar la imaginación tumultuosa de esas aventureros y campeones del crimen, un solo motivo para culparme, o para vituperar la resolución que he tomado? resolución que me inspiraron los sentimientos puros del honor, y el interés verdadero por el bien de mis compatriotas? Yo nada debo a los revolucionarios de México: a todos consta mi desprendimiento generoso, y mi conducta incorruptible, pundorosa y franca. De las sumas que han entrado en mi poder he tendido cuentas a la persona autorizada por el gobierno que las envió: está solemnemente probada su inversión, y tengo el recibo y el descargo de todas ellas. Mexicanos: yo escucho a la voz de mi conciencia y descanso en su testimonio dulce y consolador. El silbido de la calumnia y los aullidos rabiosos del fanatismo no pueden ofender a las almas nobles. Yo desprecio a la vocenglería ostentosa, fementida y vana de esos apóstoles de la sedición, y del furor atrabilario . Temblad vosotros del hondo abismo de horrores y males a que ellos no cesan de conducirnos. Gentes forajidas o errantes, sin patria, sin carácter, sin principios y sin medio alguno de subsistencia, son las que pueden ofrecerse a servir en ese género de guerra que a nada mas conspira sino a la devastación de vuestro país y a la infelicidad de sus habitantes. Oireis el nombre de Mina, que proscrito de España y prófugo de Francia y de Inglaterra, despreciado en los Estados Unidos, y arrojado de Puerto Príncipe, busca ahora el llevar sus crímenes, su ambición y su aturdimiento ciego y fatuo, a las regiones de México. Este miserable estudiante que nunca ha sido militar, y que solamente acaudilló una guerrilla de 200 hombres en la revolución de España con los cuales cayó en poder del enemigo al cabo de pocos meses, ha concebido el proyecto de labrar su fortuna en América. Pensó en tomar el Oficio de pirata en estos mares; pero destituido de medios para realizar esta empresa, varió de plan, y adoptó el de ir a robar en vuestro suelo. El procurará seducir a los incautos con una hipocresía falaz, con las voces pomposas de emancipación, libertad, y patriotismo; voces que no entran sino por adorno en sus hinchadas frases y que son el prestigio con que se propone deslumbrarlos para conseguir el objeto de sus ideas. Yo he leído el manifiesto con que os anuncia sus deseos de contribuir a vuestra independencia: conozco la pluma que lo escribió, y me consta cuál es el espíritu que dirige a este y otros individuos que afectan celo por vuestra causa. Ellos especulan en vuestras convulsiones y turbulencias domesticas, y se lisonjean de encontrar aun en medio de vosotros bastante con que satisfacer á su ambición y a la sed de oro que inflama sus corazones prostituidos a la maldad. Mexicanos: ¿á qué hombre que conozca su dignidad y que ame a su Patria, y se estime á sí mismo, no irritará el concepto que de vosotros forma esa gavilla de extranjeros proscriptos que errantes en los Estados Unidos, consideran a los deliciosos países que habitais, como una herencia vacante o abandonada de que deben apoderarse y disponer de vuestros destinos a medida de su antojo? Os conceptúan estúpidos, sin honor, sin uso de la razón, y sin ninguno de los sentimientos que distinguen a la especie humana… Una porción de generales y oficiales franceses que han servido en tiempo de Napoleón y que han sido el escándalo del mundo por sus atrocidades y despotismo, así como por su rapacidad y violencias execrables, se han reunido ahora al imbécil José Bonaparte en la Capital de Pensilvania, y disponiendo de la América Española en el delirio de su exaltada arrogancia, han ofrecido la Corona de México a este fatuo, y la del Perú a su hermano Luciano. Esta chusma de hambrientos medita buscar su existencia a costa de vuestra sangre y de vuestras propiedades y los más audaces trazan ya su fantasía el plan que juzgan más conveniente para alucinar y sorprender a vuestra sencillez, y para someteros a su yugo feroz. Yo mismo he sondeado con bastante destreza a los Agentes de José Bonaparte, y ellos no dudaron proponerme este ridículo y vergonzoso plan, ansiosos de que yo coadyuvase a realizarlo, sometiéndome a las miras de aquel estólido y miserable Corso. Mi alma se estremeció de indignación y horror al oírlo. Amados compatriotas: preparaos para confundir y destrozar a los que os lleven sus mensajes, los cuales ocultan la perfidia más negra en todas sus proposiciones, el proyecto de robar vuestras haciendas, corromper vuestras esposas e hijas y trataros a todos como los mas despreciables y más tristes de los esclavos. Yo siento palpitar mi pecho ahora con los mismos deseos por vuestra felicidad que me animaban cuando os exhorté a la independencia en tiempo de la orfandad y conquista de España me hicieron temer que fueseis víctimas de este mismo género de ambiciosos, pérfidos, y tiranos que están actualmente calculando los medios infames con que aspiran a seduciros, y a establecer su dominación en México, ó a lo menos a agotar y robar en vuestras provincias los últimos despojos de sus riquezas. Mexicanos: exterminad con furor a todos los que bajo el titulo mentido de amigos, auxiliares, y cooperadores de vuestra regeneración política, solo vienen a saquear vuestras casas y heredades, y a derramar la sangre inocente de vuestros hijos, y de vuestros hermanos. Ningún pueblo o Nación dividida se ha salvado jamás. La unión es la que únicamente puede labrar vuestra felicidad, restituir la paz a vuestros hogares, y asegurar vuestras propiedades y vuestra existencia. No haya más que un pueblo en México ni más interés que el bien general de todos sus habitantes. Lo conseguiréis por medio de vuestra reconciliación con los Españoles que os tienden los brazos, y que en vuestra dicha común cifran la suya propia. Yo cumpliré lo que os prometo; y el día en que os vea felices y contentos, será el más delicioso de mi vida.
Philadelphia 1º de Diciembre de 1816
(Firmado)
Jose Alvarez de Toledo”
Notas
1. Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación HAR2012-37455-C03-01 (MINECO).2. Álvarez de Toledo Pineda, Guillermo, “Un diputado efímero en las cortes de Cádiz: José Álvarez de Toledo, de liberal independentista a conservador apostólico”, Revista Tavira, nº 25, 2009, pp. 175-194. Véase también Alberto Gil Novales, “Álvarez de Toledo, José”, Diccionario Biográfico de España (1808-1833), Madrid, Mapfre, 2010, pp. 159-160.
3. Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán (AGMAB), El Viso del Marqués, Ciudad Real, Cuerpo General, 620/1204. Especialmente en su “Hoja de servicios”. Asimismo se conservan los oficios de ascenso y un diario de su participación en la Guerra de la Independencia en sus días de Galicia.
4. Archivo Histórico Nacional (AHN), FC-Mº Hacienda, 4518, exp. 731.
5. Trelles y Govín, Carlos M. Discursos leídos en la recepción pública del Sr….., “Un precursor de la independencia de Cuba: don José Álvarez de Toledo,” 11.
6. Archivo General de Indias (AGN), Santo Domingo, 1016 y 1017. Véase Carlos Esteban Deive, “Santo Domingo, las Cortes de Cádiz y los primeros intentos separatistas”, Actas V Jornadas de Andalucía y América, I, 1986, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (CSIC), pp.29-49.
7. Archivo Histórico Nacional (AHN), Estado, 2972, exp. 7, y Estado, 3002, exp. 12.
8. AGMAB, Cuerpo General, 620/1204.
9. Archivo General de Indias (AGI), Estado, 82, nº 23.
10. El Conciso, 25, miércoles 25 de noviembre de 1812, p. 1. También en el expediente de AGMAB, Cuerpo General, 620/1204.
11. La Aurora de Chile, 1812, nº 17, 4 de junio, tomo I. Aparece también reproducido en la Gazeta de Caracas, del viernes 24 de Enero de 1812, encontrada en el expediente de Álvarez de Toledo y enviada por el gobernador de Puerto Rico Salvador Meléndez el 28 de febrero de ese año.
12. Trelles y Govín, Carlos M., Discursos leídos en la recepción pública del Sr….., pp. 82-83.
13. Vega B., Wenceslao, La Constitución de Cádiz y Santo Domingo, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 2008, p. 32. Hay copia en AGI, Indiferente General, 110.
14. Rieu-Millan, Marie Laure, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, Madrid, CSIC, 1990, pp. 386-392.
16. Véase Warren, Harris G., “José Álvarez de Toledo’s iniciation as a filibuster (1811-1813)”, Hispanic American Historical Review, XX, 1940, pp. 56-82.
17. Véase el artículo de Thonhoff, Robert H., "MEDINA, BATTLE OF," Handbook of Texas Online (http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/qfm01), accessed October 21, 2012. Published by the Texas State Historical Association.
18. Gaceta del Gobierno de México, del sábado 4 de septiembre de 1813, Tom. IV, Núm. 451, pp. 925-926. Aparece también un parte del mismo general en El Conciso, núm. 7, época segunda, sábado 22 de enero de 1814, p. 54. Frente a otras cifras que aparecen en algunas publicaciones, este parte de guerra indica que lograron hacer 600 bajas al enemigo y 100 prisioneros.
19. Trelles y Govín, Carlos M. Discursos leídos en la recepción pública del Sr….., p. 31.
20. Andrés Martín, Juan Ramón de, “La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en las fronteras y costas de Texas (1813-1816). Primeros antecedentes de la invasión de Javier Mina en 1817”. Signos Históricos, núm. 18, julio-diciembre, 2007, 8-35.
21. Lemoine Villicaña, Ernesto. Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época, México, UNAM, 1965, pp. 519-520 y 538-542.
22. Grafenstein Gareis, Johanna von, “Patriotas y piratas en un territorio en disputa, 1810-1819”, Theorethikos, revista electrónica, año III, nº 1, enero-marzo, San Salvador, El Salvador, 51 pp.
23. Ortuño Martínez, Manuel.Xavier Mina. Guerrillero, liberal, insurgente. Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2000.
24. AGI, Papeles de Cuba, 1898; reproducido en Carlos M. Trelles y Govín. Discursos leídos en la recepción pública del Sr….., pp. 98-99.
26. Ibid., p. 103 y AGI, Estado, 42, nº 21.
27. AGI, Estado, 88, nº 15. “Ideas sobre pacificación de Don Luis de Onís y Don Juan (sic) Álvarez Toledo.
28. El Universal, nº 214, lunes 11 de diciembre de 1820, pp. 797-798.
29. Archivo Histórico Nacional (AHN), FC-Mº Hacienda, 4518, exp. 731.
30. El Católico, núm. 3442, lunes 27 de mayo de 1850, p. 375, indica que “el señor don José Álvarez de Toledo, procedente del ejército carlista, ha sido rehabilitado en el empleo de brigadier de infantería con la antigüedad de 8 de octubre último.” Poco después el Archivo Militar, núm. 67, 2ª época, Madrid, 4 de julio de 1850, recoge la noticia de la concesión de la placa de San Hermenegildo al mismo brigadier, sin especificar los motivos.
31. Archivo General Militar (AGM). Segovia, leg. A-802, exp. 06.
32. Archivo Histórico Nacional (AHN), FC-Mº Hacienda, 4518, exp. 731.
Obras citadas
Álvarez de Toledo Pineda, Guillermo, “Un diputado efímero en las cortes de Cádiz: José Álvarez de Toledo, de liberal independentista a conservador apostólico”, Revista Tavira, nº 25 (2009): 175-194.
Andrés Martín, Juan Ramón de, “La reacción realista ante las conspiraciones insurgentes en las fronteras y costas de Texas (1813-1816). Primeros antecedentes de la invasión de Javier Mina en 1817”, Signos Históricos, núm. 18, julio-diciembre (2007): 8-35.
Deive, Carlos Esteban, “Santo Domingo, las Cortes de Cádiz y los primeros intentos separatistas”, Actas V Jornadas de Andalucía y América, I, 1986, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (CSIC), 29-49.
Gil Novales, Alberto, “Álvarez de Toledo, José”, Diccionario Biográfico de España (1808-1833), Madrid, Mapfre, 2010, 159-160.
Grafenstein Gareis, Johanna von, “Patriotas y piratas en un territorio en disputa, 1810-1819”, Theorethikos, revista electrónica, año III, nº 1, enero-marzo, San Salvador, El Salvador.
Lemoine Villicaña, Ernesto,Morelos, su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros testimonios de la época, México: UNAM, 1965.
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Rieu-Millan, Marie Laure, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, Madrid: CSIC, 1990.
Thonhoff, Robert H.,"MEDINA, BATTLE OF," Handbook of Texas Online (http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/qfm01), accessed October 21, 2012. Published by the Texas State Historical Association.
Trelles y Govín, Carlos M., Discursos leídos en la recepción pública del Sr….., “”Un precursor de la independencia de Cuba: don José Álvarez de Toledo”, Habana: Imp. El siglo XX, 1926.
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