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La lengua suelta

La lengua suelta no. 50

No tengo dudas de que vienen cambios...

(Del cuaderno de apuntes de un cubanólogo de pro)





Fermín Gabor

     El abrazo de Antón Arrufat y de Raúl Castro, en la XVII Feria Internacional del Libro de La Habana.

     ¿Abrazó Raúl a Graziella Pogolotti? Averiguar.

     Asamblea Nacional del Poder Popular. 24 de febrero. Grito de Baire. Raúl Castro, presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. José Ramón Machado Ventura, primer vicepresidente.

     Antes de abrazar a Raúl, Antón Arrufat hizo un discurso eminentemente oftalmológico. Afirmó que, de niño, ni él ni sus padres habían percibido lo cegato que estaba. Hasta que fue a la escuela, hasta que le tocó leer. Entonces le pusieron espejuelos, le graduaron la vista.

     José Ramón Machado Ventura: excelente administrador. Gobernaba Matanzas cuando fue ésta la única provincia cumplidora en la Zafra de los Diez Millones.

     Graziella Pogolotti pudo gastarse un discurso aún más oftalmológico que el de Antón Arrufat. Ha ido quedándose ciega, y tienen que leerle.

     Buen administrador, Machado Ventura. También su jefe, Raúl Castro.

     ¿Cómo son las relaciones entre Arrufat y Graziella Pogolotti? Averiguar.

     Muy esperanzador el nombramiento de Machado Ventura como vicepresidente primero del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. Pese a lo que se diga, él propiciará los cambios.

     La ceguera de Graziella Pogolotti tiene su origen en la sífilis de su padre, el pintor Marcelo Pogolotti.

     En la Feria de La Habana se presentó un libro dedicado a Ángel Castro. Escrito por Katiuska Blanco, quien ya se había ocupado de la tribu de Birán en el volumen Todo el tiempo de los cedros.

     En el papel de vicepresidente, Carlos Lage no hubiera propiciado ni la mitad de los cambios que José Ramón Machado Ventura va a propiciar.

     Miguel Barnet, presidente de la Fundación Fernando Ortiz, alabó el libro de Katiuska Blanco. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, alabó el libro de Katiuska Blanco. Ambos alabaron la figura de Ángel Castro.

     José Ramón Machado Ventura es el hombre de los cambios.

     Ángel Castro, único padre de dos presidentes en la historia de Cuba.

     Recordar la cabeza de Machado Ventura.

     Amén de abuelo paterno de Mariela Castro.

     Quien se haya detenido en la cabeza de José Ramón Machado Ventura sabe que de alguien como él puede esperarse cambios.

     Ángel, la raíz gallega de Fidel, se titula el libro de Katiuska Blanco. ¿Y por qué no de Raúl? Averiguar.

     “Arafat”, le dijo Raúl Castro a Antón después del abrazo.

     Hace unos años, Machado Ventura conservaba muy pocos mechones de pelo. Al parecer sentía vergüenza de su calvicie, y se tejía un macramé para tapársela. 

     Guillermo García Frías, también electo en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Su actitud ante las cámaras.

     Machado Ventura quería hacer con sus pelos lo mismo que Fidel Castro le hiciera a Hebert Matthews en la Sierra Maestra: despertar la ilusión de una tropa numerosa a partir de un puñado de hombres.

     García Frías metiéndose el dedo en la nariz delante de las cámaras.

     Una historia capilar de la Revolución. Barbería y Revolución, podría titularse. Barbas, melenas, la CIA queriendo tumbarle los pelos de la barba al Comandante en Jefe… Y, analizando todos estos precedentes, colocar en Machado Ventura las esperanzas de cambio.

     ¿Se sacaba los mocos luego del nombramiento de José Ramón Machado Ventura como vice, o antes de? Averiguar.

     Visto así, su elección como vicepresidente abre una perspectiva inesperada. Porque quien es capaz de abandonar tan esforzados trabajos de peluquería y acepta su calvicie, está llamado a realizar cambios fundamentales en la vida nacional.

     ¿Quién hubiera podido suponer que algún día iban a abrazarse Antón Arrufat y Raúl Castro? ¿No resulta menos descabellado (dicho sin segundas intenciones) que José Ramón Machado Ventura sea agente de los cambios?

     El cambio está a 24 pesos por 1 cuc. Confirmar.

     Posible significado de la acción de García Frías: ¿qué buscamos al meternos los dedos en la nariz? ¿No es respirar mejor, que el oxígeno penetre sin obstáculos hasta los pulmones?

     El discurso de Arrufat en la inauguración de la Feria del Libro hablaba de cambios. Era sibilino, edulcorado y chichí, pero hablaba de cambios.

     Machado Ventura nombrado vicepresidente  y Guillermo García Frías sacándose los mocos delante de los diputados y las cámaras.

     Raúl no pudo aguantarse en su silla, y lo abrazó.

     García Frías, que está acostumbrado al lenguaje en clave de los galleros, quiso trasladarle al pueblo de Cuba este mensaje: “Con Raúl de presidente y Machadito de vice, va a respirarse mejor”.
 
     ¿Cuál pudo ser el mensaje de Antón Arrufat hablando, en su discurso inaugural de la Feria del Libro, de ceguera y de cambios?

     La historia de Ángel Castro es una historia de cambios. Llegó a Cuba para pelear contra la independencia, y terminó trayendo al país la verdadera independencia.

     Curiosa reacción de los presos ante las canciones de Amaury Pérez.


     Y entre ambos puntos de su biografía, los cambios que Ángel Castro provocara en las propiedas colindantes a la suya…

     ¿Qué significa la muerte de Sergio Corrieri, a quien todos asocian con esta frase martiana: “En silencio ha tenido que ser”?

     Arrufat quiso decir que habría que estar ciegos para no ver los cambios.
 
     El músico y escritor Amaury Pérez acompañó a Silvio Rodríguez en su gira por las prisiones. Y, contra lo esperado, sus canciones fueron las más coreadas por el público.

     Emoción de una asistente a la XVII Feria Internacional del Libro ante el abrazo de Antón Arrufat y de Raúl Castro: “Es como si Mirta y Raúl volvieran a hacer dúo”.

     “Acuérdate de abrir”, coreaban los presos las canciones de Amaury Pérez.



La lengua suelta no. 49

Gira, Revista y Congreso

(Se avecinan grandes cambios en la Isla)


Fermín Gabor

(Gira)

     Todo el que esté al corriente de la carrera de Silvio Rodríguez habrá de conocer ejemplos de sobra de su mala relación con el público. Con el público nacional, pues  poco se arriesgó él a igual sopapeo con el de Extranjia. La inquina del trovador ha estado con sus compatriotas, a ellos habrá dedicado los mejores desplantes de su carrera. ¿Quién que haya frecuentado sus apariciones públicas no ha cogido un ramalazo? Abandonos de conciertos, monsergas ofensivas, negativa a entonar temas pedidos… Poco faltó para que escupiera sobre las muchedumbres que solía convocar.
Un fanático suyo le pedía “Mariposas”, y ahí mismo se armaba la trifulca. Era como cuando cierta orquesta estribilleaba “El Perico está llorando” y, no más oír tal línea, las masas de bailadores sacaban sus perforocortantes y entraban en un frenesí matón. Silvio Rodríguez escuchaba aquel pedido, lo desatendía una vez y otra, y lo que quedara de concierto iba a convertirse en un triste badminton donde, cada vez que reinase un poco de silencio, la voz del fanático soplaría hacia el trovador la pelotica emplumada, las mariposas del título. O, mejor dicho, la mariposa. Porque el plural, gritado en habanero, se perdía. Y, faltándole la coma, aquella petición tornábase ofensiva. Iba de “¡Silvio, ‘Mariposas’!” a “¡Silvio mariposa!”.
     Podía entonces ocurrir que el musicante enseñara a todo el público el culo de su guitarra. Recogía lo que tuviera a mano (papeles o vasito), y se largaba dejando en ese punto el concierto. Sucedió de esta manera y de otras muchas. Lo curioso, sin embargo, es que tales numeritos de malhumor fueran reservados solamente para el abnegado público taíno. ¿Qué hipótesis podría explicar esta diferenciación, este apartheid o jineterismo demostrado tantas veces por Silvio Rodríguez?
     Mejor que introducirnos en esa cabeza que fue de bombillo cuando joven, que arrostró gafas y calvicie prematuras, y que hoy soporta gorra y tinte en lo que va quedando, será explicarlo a partir del público congregado por él. Fanáticos, gente que que conoció a César Vallejo pasado por el agua del cantautor cubano. Juventud tan malamente alimentada en lo musical como en lo digestivo, con libreta de la bodega para las orejas. Vestida toda igualita, con trapos y kicos salidos del círculo infernal del CAME. Tan diferenciados unos de otros como las literas de un albergue cañero. Rebajados así, intoxicados tan bárbaramente, ¿cómo no iban a idolatrar al poquita cosa de Silvio Rodríguez? ¡Un concierto suyo era más luminoso que la Noche de los Oscares! ¡Un concierto suyo equivalía a todos los partidos del Mundial de Béisbol! ¡A fajarse en la puerta, a empujar para llegar lo más alantico posible! ¡A pedirle “Mariposas”!
     Se trataba de un público cautivo. El cantautor podría levantar la pierna donde su guitarra descansaba y tirarse un peo, que se lo aplaudirían como la última de sus genialidades. Y él despreciaba a aquella gente. Lo tragaban con gusto porque no había otra cosa, la escasez los convocaba frente a él. Se veía obligado a derramar sobre un montón de inertes las canciones de su heroísmo, malgastaba en puercos las perlas de su rebeldía.
     Puede que, a la par, magnificara a quienes se interesaban por su música en el extranjero. Aunque esta hipótesis constituyera un flagrante error de cálculo, pues su arte necesitaba, dondequiera que se oyera, de circunstancias constreñidoras. En Cuba, de la censura musical y de más prohibiciones. En Chile o Argentina o España, de dictaduras de derecha.
     ¿Qué hubiera sido de Silvio Rodríguez sin las dictaduras latinoamericanas, incluyendo la cubana?
     ¿Qué es de Silvio Rodríguez ahora?
     Respondiendo a la primera pregunta, recuérdese su intento de pasar por gozoso, de cantar la alegría, durante la corta temporada en que se juntó a Van Van. Tráigase a la memoria aquel tema suyo, diz que charanguero y en verdad impasillable, Imaginada. La voz de rana aplastada que Dios le dio parecía caerse de la orquesta en tanto silabeaba: "I-ma-gi-na-da, / pero la verdad fue mejor que soñada”. (Lucia Altieri lo hizo con mayor gracia acompañada por la orquesta Jorrín… La balsera búlgara Venchy Siromajova cantó Siboney con mayor propiedad… Por no hablar, dentro del corral de la cubanidad, de aquella Farah María que, pese a su leyenda de voz perdida, la emprendiera airosamente, también junto al maestro Enrique Jorrín, con lo peligroso del baño en el Malecón.)
     Respondiendo a la segunda pregunta, si alguna vez Silvio Rodríguez tuvo dificultades para publicitar sus composiciones y necesitó de la ayuda de madrina o padrino entre la mayimbería, en la actualidad es el feliz propietario de unos estudios de grabaciones en La Habana. (“Abdala”, los bautizó. Cuando la imaginación empresarial no acude a lo indígena – Guarina, Taíno, Siboney -, echa guante a lo martiano.) Cuenta en la actualidad con un sello discográfico propio, y podría afirmarse que es empresario exitoso dentro de un régimen que no admite empresarios nacionales y que recela hasta del éxito de una pobre vendedora de maní.
     Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular hasta ayer mismo, no ha  trascendido ninguna rebeldía parlamentaria suya. Debió de acatar tan corderito como el resto de los diputados. Y últimamente la prensa nacional (y alguna extranjera) trae noticias de una gira de actuaciones suyas por las cárceles nacionales.
     Su misión, como ha declarado él, es pedagógica y apaciguadora. Allí donde se esparce un poco de cultura, reina mayor tranquilidad ciudadana. (El cantautor no lo sabe, puesto que su última lectura aprovechada fue El Pequeño Príncipe, pero lo mismo habría podido asegurar Orfeo de las fieras.) Se trata, por encima de todo, de una importante misión oficial. Lo han hecho maquillador de prisiones, restaurador de calabozos. Él y quienes lo acompañan preparan el ambiente para el caso de que las autoridades permitan asomarse a algún inspector internacional. Resultan teloneros de una farsa más grande que esa gira en la que andan metidos.
     Claro que, pese a lo dicho hasta aquí, la música de Silvio Rodríguez es inspiradora cuando se la compara con la de Vicente Feliú, acompañante suyo en la gira. Claro que la música de Silvio Rodríguez parece exultante comparada con la oratoria jesuíticoautonomista de Eusebio Leal, presente en la gira también. (Y agradezcan presos y celadores que no les haya tocado el barroco flamígero de Alfredo Guevara.) Claro que su óleo de una mujer con sombrero es mejor pintura que toda la pintura de otro que gira, Ernesto Rancaño, cultivador del peluche hermético. Claro que la música de Silvio Rodríguez… Pero bueno, vamos a dejarlo aquí. No meteré al escritor Reynaldo González en esta comparativa, pues a él le dedico unos parrafitos más adelante.
     Marlene Dietrich fue filmada durante sus visitas a la soldadesca aliada en la Segunda Guerra Mundial. Existen imágenes de la comparecencia de Marilyn Monroe entre la tropa yuma apostada en Corea. Y de esta gira de Silvio Rodríguez y de otras figuras artísticas de primer rango habrá, sin falta, filme. La cámara del realizador Lester Hamlet se encarga ya de inmortalizarla. (Autor de varios video-clips premiados nacionalmente, Lester Hamlet dirigió uno de los cuentos recogidos en la cinta Tres veces dos. Su cuento es una suerte de paraguas de Cherburgo barbudo, una comedieta musical en torno al triunfo de la Revolu.)
     Proyectada en foros internacionales, e incluida sin falta entre las pruebas del respeto ñangaroide por la libertad, la peliculeja que vomite esta gira constituirá un útil instrumento de propaganda. Pero de poco vale recriminar a Silvio Rodríguez por prestarse a esta farsa. ¿Qué momento de su carrera no lo ha sido? ¿Cuándo ha dejado él de ser un farsante? Antiguo cultivador de la canción protesta, la mayor de sus preocupaciones ha estado en preguntar por la suerte de su unicornio azul.  Desvelado por los problemas de la humanidad, nunca su indignación fue más alta que al cantar, abierto el refrigerador principal de su mansión: “¿Quién se comió mi africana?”.
     Ahora, en recorrido por las numerosísimas prisiones cubanas, Silvio Rodríguez dispone de otra coartada para la desafinación y el mísero rasgueo. Acogido al pretexto de la reeducación presidiaria, canta (como siempre lo ha hecho en su país) para gente metida en chirona.

(Revista)

     Mauricio Vicent, corresponsal de El País en La Habana, hace lo que puede. El ingenio que despliega en sus artículos le basta para inventarse unas mulatas que, con una mano sobre el mostrador, se echan fresco con la libreta de la bodega, reconocen nombre, edad, y hacen comentarios sibilinos acerca de la situación cubana. Es lo que en periodismo (en el periodismo practicado por él) se entiende como notas de color.
     O existe un mecánico. Un mecánico de refrigeradores. Ese mecánico de refrigeradores responde al nombre de Lázaro Emersindo. Tiene cuarenta y ocho años de edad. Ha hecho un largo camino por toda la ciudad con tal de apoyar lo que el corresponsal español Vicent decía en su artículo, dos líneas más arriba.
     Son gente real, gente de pueblo.
     Es la verdad en la calle, y Mauricio está allí para pescarla y mandarla congelada hasta Madrid.
El pobre corresponsal hace lo que puede. Las autoridades cubanas lo han amenazado varias veces con exiliarlo. Exiliarlo de su país, del país de Mauricio. Porque Cuba es ya su patria. Allí tiene mujer e hijos. Siendo él un joven cabeza de yaqui, su padre lo mandó a Fifolandia por no mandarlo a un reformatorio. Y en Fifolandia se reformó el joven Mauricio, y encontró destino. El de corresponsal cabeza de yaqui.
     Su padre es una firma reconocida en El País. Él es nadie. Si lo sacan de Cuba, es nadie. Por eso, sin dejar de informar, tiene que andarse con cautela. Desde el periódico donde trabaja le arriman otro corresponsal (el destinado a México, por ejemplo) para las faenas complicadas. Así consigue escurrir el bulto, y escribe de la sed de cambios pese a que los jerarcas cubanos no quieren que el danzón se salga de un ladrillo, o no quieren danzón.
     Todo el mundo espera que haya cambios en Cuba. Mauricio Vicent, corresponsal para el mundo, aguarda en La Habana por esos dilatados cambios. Se diría que está atento a cuánta hoja mueve el fresco, se diría que un simple cambio de luces en el semáforo de 23 y L constituye señal para él. Aunque es cierto que resulta extremadamente selectiva su recogida de indicios.
     Oye cantar a Pablo Milanés, por ejemplo, y, sin preocuparle lo errabundas que hayan sido siempre las opiniones del músico, descubre en esas nuevas canciones la promesa de cambios.
     O aparece una nueva revista literaria, y Mauricio Vicent cifra en ello los cambios por venir.
     Nada o poco escribe acerca de disidentes, ilegales partidos políticos, damas de blanco o mítines de repudio. Su esperanza está en lo que comenta el mecánico de refrigeradores Lázaro Emersindo, en lo sibilino de Yumelkis Pérez Guerra (que es la mulatica de 24 abriles que, con una mano en el mostrador, se echa fresco con la libreta de la bodega). Su esperanza está en las metáforas de Pablo Milanés, en la publicación del primer número de La Siempreviva.
     Aparece en La Habana esta revista oficialísima, y Mauricio Vicent dedica todo un artículo al milagro. Señal de cambio, avisa, y aún mayores se verán en el cielo. Porque han nombrado a Reynaldo González como director. Y ha sido un nombramiento desde la oficina del ministro de Cultura, o aún desde más alto.
     Ocurren, en este punto, dos coincidencias felices: Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura, es amigo del ministro Abel Prieto. No lo es desde hace mucho, porque antes se dedicaba a despotricar de Abelito y fingía despreciarlo. Pero desde hace algún tiempo (período que tal vez coincida con las maniobras suyas para hacerse con el Premio Nacional de Literatura), juegan al dominó, finguen ser los más amiguetes del mundo, y a Reynaldo no parece molestarle que el ministro se sobe sus berocos mientras le habla, una costumbre que antes le urticaba.
     Otra feliz coincidencia es que Reynaldo González sea amigo de Mauricio Vicent. Pero no vaya a creerse que el corresponsal se apoyó en esta amistad para emprender su esperanzador  artículo. De ninguna manera. Sus sospechas de aguzado periodista se fundan en que fue Reynaldo González el iniciador de las protestas electrónicas de artistas y escritores. Fue Reynaldo quien dio la voz de alarma al descubrir en la pantalla de su televisor a unos viejos comisarios culturales.
     Según la lógica del corresponsal habanero de El País, el hecho de que vengan a hacer director de una nueva revista al mismo que iniciara aquel guateque, es señal evidente de que se avecinan cambios, si no es éste uno de ellos. Las autoridades cubanas premian la resolución e independencia de sus escritores, reconocen el papel de éstos.
     Si acaso Mauricio Vicent se inventa nombres para las fuentes citadas en sus artículos, denota más invención en ello que Reynaldo González al bautizar su revista. Nada de nombre nuevo para ésta, sino inmersión en la Colección Cubana de la Biblioteca Nacional. Y de ese hondón de la memoria, de ese cenote, sale a flote de nuevo el nombre de La Siempreviva, bueno para una contradanza. 
     Una nota publicada al comienzo del primer número recuerda que los redactores de La Siempreviva original fueron Domingo del Monte y Antonio Bachiller y Morales. Más el segundo que el primero, aclaran. Pero atiéndase, por favor, a la prosa con que se ofrece este último dato: “Por entreveros propios del cotarro cultural, pronto quedó Bachiller al frente de la revista”. (Si La Siempreviva es buen título para una revista actual, Entreveros del Cotarro podría llamarse un reparto que estuviese más allá del Diezmero.)
     No contento con anunciar linaje en esa nota, el director propina lo mismo en la siguiente página. Vuelve, como tímido o inseguro, a presentarse. “Nace una nueva revista literaria, con el objetivo de participar en el ya nutrido diálogo de nuestros escritores y lectores. Evoca y rinde homenaje a un título del siglo XIX, creación del gran bibliógrafo Antonio Bachiller y Morales, pero su vocación no es decimonónica. Se adscribe a una línea de la cultura cubana que si en aquella centuria alcanzó su definición augural, mantuvo una visión siempre porvenirista.”
     Pregunta de Yumelkis Pérez Guerra a Lázaro Emersindo: “¿Ya tú alcanzaste tu definición augural?”
     A la que contesta Lázaro Emersindo: “Y mantengo una visión siempre porvenirista”.
     Según el flamante director, La Siempreviva es: “Una publicación partícipe de una cultura que ha sobrevivido a sucesivas tormentas, brumas, eclosiones y eclipses tan insoslayables como aleccionadores”. (¿Fue Isaías quien vio dos soles en el cielo? ¿O acaso Mauricio Vicent?) En otra de sus cinceladas frases, Reynaldo González habla de “nuestro bullente mundo editorial”. Y, aún más importante, adelanta el perfil de la publicación dejada a su cargo: “Estas páginas se ofrecen a una comprensión inclusiva y respetuosa de las diversidades, para un enriquecimiento que no enflaquezca el panorama con caprichos y conductivismos”.
     Hermoso pañuelito cogido con la punta de los dedos. (Él, que es miembro de la Academia Cubana de la Lengua, debería luchar por incluir en el diccionario de tal institución el vocablo “conductivismo”.) Agrega: “No soslayaremos los debates necesarios, pero sí los conflictos estériles donde pugnan personalismos y grupos con filias y fobias obstaculizadoras del desarrollo”.
     Reynaldo González abre bodega, cuelga un cartel que dice: “No se despacha a personas ni a grupos”, pero, así y todo, intenta vender su mercancía. (Filia pregunta a Fobia: “¿Ya alcanzaste tu definición augural?”. A lo que Fobia responde: “Y  mantengo una visión siempre porvenirista”. Todo esto sorprendido por Mauricio Vicent en el reparto Entreveros del Cotarro.)
     Como no podía dejar de ser en una publicación habanera, la revista es esmeradamente fea. Casi tan ancha como larga, la han impreso en papel blanco y grueso. Tan grueso que sus ochenta páginas son ochenta cubiertas encuadernadas. Luce, por fuera, pruritos de diseño. Y el adentro, la tripa a dos columnas, resulta infeliz. Tanta es la anchura, que los textos zozobran. (Quien quiera hacerse idea más exacta, que trate de recordar aquella edición continental de la revista Unión intentada por Pablo Armando Fernández a inicios de los noventa.)
     Amén de su director, el machón arroja otros dos nombres. Editora: Haydeé Arango, hija de Arturo Arango. Diseñador: Pepe Menéndez. ¿Consejo de redacción? Ni rastro. “Una mirada tan nacional como internacional”, sostiene el jefe de la nueva empresa y, para cumplir con el segundo de estos apartados, incluye una entrevista que el finado Lisandro Otero hiciera a Gore Vidal, más el artículo de un catedrático de la Universidad Católica de Lobaina orgulloso de citar a Aurelio Alonso, Carlos Tablada, Ernesto Guevara, Fidel Castro, Carlos Rafael Rodríguez, Roberto Fernández Retamar, Hugo Chávez y Abel Prieto. Lo internacional resulta, pues, estrechamente entendido. Mientras Gore Vidal (de turismo en La Habana) escarba en el basurero estadounidense para arrobancia ñángara, François Houtart (tal es el nombre del catedrático de Lobaina) se solaza en los ideologemas del país.
     No menos estrecha resulta la mirada nacional, pues en este primer número de La Siempreviva no se encontrará obra de escritor cubano en el exilio (aunque sí un artículo sobre Lino Novás Calvo, exiliado muerto y hace rato aceptado en la Isla).
     El artículo de Mauricio Vicent que saludara la aparición de la revista habanera acrecentaba la estatura de su director. Reynaldo González era una suerte de Carlos Manuel de Céspedes (el guerrero, no el obispo), iniciador de luchas por la independencia. No informaba Vicent (that’s what friends are for) que, poco tiempo antes, ese mismo individuo había tenido a bien solidarizarse con el fusilamiento de tres jóvenes y el encarcelamiento de setenta y cinco culpables de opinión. Nada decía tampoco acerca del hecho de que, en medio de la campañita electrónica, Reynaldo González se cuidara de hacer lo mismo que hace ahora en las páginas de su revista: excluir de la discusión a quienes residen fuera de la Isla.
     Dirigir La Siempreviva habrá de ofrecerle a Reynaldo González la tremenda oportunidad que cualquier revista brinda, dentro de Cuba, a quien la dirija: el ejercicio, al unísono, de un puesto de capataz y de un puesto de rancheador.
     Poco sorprende que él haya sido elegido para acompañar a Silvio Rodríguez en su gira carcelaria. Por entreveros propios del cotarro cultural, Reynaldo González viaja por toda Cuba de cárcel en cárcel.

(Congreso)

     Sergio Corrieri está de baja, compañeros. Presidía la Comisión Organizadora del Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y ha tenido que abandonar esas labores debido a su delicado estado de salud.
     En sustitución suya, preside ahora Miguel Barnet. (La Siempreviva publica unos poemas suyos que constituyen lo peor del número.)
     En septiembre del año pasado, el programa radial La noche se mueve, que conduce  en Miami Edmundo García, entrevistó a Miguel Barnet. Gracias a esta entrevista descubrimos que el autor de Cimarrón contaba entonces (aún sin asignársele la jefatura de la Comisión Organizadora del Congreso) con varias presidencias en su cartera. La primera, bien conocida, de la Fundación Fernando Ortiz. Otra, la vicepresidencia primera de la UNEAC. Barnet dirigía, además, la revista de antropología Catauro, y era Presidente de Honor de la Asociación de Perros Chihuahuas de Cuba. Títulos todos a los que viene a sumarse ahora el que Sergio Corrieri le dejó.
     En su entrevista, Edmundo García preguntó a Barnet qué lo había llevado a presidir la asociación zoológica (refiriéndose a la de los chihuahuas). ¿Frivolidad? ¿Boutade? ¿Deseos de llamar la atención? El entrevistado ripostó: “Los que llaman la atención son mis perros, que están muy lindos y son de mucha categoría porque son de un fenotipo que tiene pedigrí…”.
     ¿Verdad que suena como el parlamento de una criatura de Luis Carbonell?
     No muy distinta salvedad biológica hizo Barnet a propósito de Mariela Castro Espín: “Yo no sé si es oficial o no, yo no sé si es una vocera o no, yo sólo sé que es una gran científica y que todos sabemos que es la hija de Raúl Castro y de Vilma Espín, y para mí merece, de hecho, por venir de esa estirpe tan valiente, tan decorosa, merece mucho respeto…” .
     Lo cual, traducido, vendría a significar: “Mariela Castro Espín es de un fenotipo que tiene pedigrí”.
     Dialogaron entrevistador y entrevistado sobre los campos de concentración abiertos por la Revolu durante los años sesenta, se preguntó a Barnet si su salvación de la UMAP pudo deberse a la ayuda de Nicolás Guillén y de Alejo Carpentier, y el autor de Cimarrón repuntó: “No, yo no tenía que haber ido a la UMAP, yo no era un marginal o…”
     Lo cual, traducido, vendría a significar: “Miguel Barnet es de un fenotipo que tiene pedigrí”.
     Aunque cabría esta otra traducción: “Existía gente que sí se merecía caer en aquellos infiernos”.
E incluso esta traducción para los puntos suspensivos: “Ni remotamente yo podía ser acusado de homosexualidad”. 
     Este es, compañeros y compañeras, señores y señoras, chihuahuos y chihuahuas, el ejemplar a quien han encargado organizar el próximo congreso de escritores y artistas a celebrarse en Cuba. Quien quiera conocer si el trabajo de Barnet al frente de esa cumbre de intelectuales propiciará algunos de los cambios apetecidos, que consulte los próximos artículos de Mauricio Vicent.
     Por si las moscas, yo me he atrevido a extraer de la entrevista que Edmundo García realizara algunos puntos del ideario político de Miguel Barnet.
     Acerca de las nuevas tecnologías: “carro del libertinaje de Internet”.
     Acerca de la posibilidad de abrir una dulcería como negocio privado en Cuba: “Si tengo oportunidad de abrirla, yo la abro, sobre todo para brindar flan de calabaza, que es tan rico”.
     Acerca del pluripartidismo: “hay un solo partido y con ése tenemos… ¡si hubiera dos o tres, yo no sé qué sería de nosotros!”.
     Acerca de los cubanos exiliados: “Yo no se cómo pueden vivir sin esa retroalimentación, no lo entiendo y me cuesta mucho trabajo, me parece que es muy doloroso y muy dramático y quizás esa sea una de las razones por las cuales nunca pasó por mi mente irme de Cuba”.
     Acerca de la posibilidad de que el exilio invierta en Cuba: “Yo lo vería bien, pero claro, eso no depende de mí. Yo no tomo esas decisiones”.
     Luego de haber leído estas pocas directrices (Barnet hubo de pronunciarse también acerca de pañuelos y de corbatas), juzgue el lector si cabe alguna esperanza para el futuro cubinski. Reynaldo González acaba de fundar otra revista estatal, Silvio Rodríguez canta de prisión en prisión, y el Presidente de Honor de la Asociación de Perros Chihuahuas de Cuba es llamado a presidir la Comisión Organizadora del Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.



La lengua suelta no. 48

Huracán Lisandro aléjase de Cuba

(aún por confirmar el número de víctimas)


Fermín Gabor

     Recientemente, a propósito del deceso del Presidente de la Academia Cubana de la Lengua, ha florecido entre los intelectuales cubanos una de las mayores supersticiones taínas, recogida ya por Fray Ramón Pané en su Relación sobre las Antigüedades de los Indios: el huyuyuy miedo a los muertos. Fray Ramón Pané, quien acompañara a Colón en su segundo viaje a América, consignó en su libro que, caída la noche, los muertos taínos expedicionaban por prados y maniguas en busca de los más preciados guayabales para, encontrando de frutos cuajadas las ramas, meterle en la propísima costura a la guayaba, constitutivo manjar de los muertos. (Ibant oscuri a buscar guayabas, por la vereda del ocho y el dos…)
     El miedo taíno a los muertos mostrado por los intelectuales deja que se hermoseen unas guayabas intocables. Tremendas guayabas, tal como se dice de las mentiras. Muere alguien (un Presidente de Academia, por ejemplo), y es preciso no hablar de él, no recontar qué fue su vida, no pormenorizar defectos y virtudes, vida y milagros, tropelías y trapisondismos. Porque de los muertos no ha de hablarse mal, según reza una ley no escrita de cortesía intelectual criolla. Porque los muertos ya no pueden defenderse.
     La tribu intelectual taína no habla mal de los vivos para no buscarse problemas. Y no habla mal de los muertos para que éstos no le salgan por la noche. Entretanto, crecen los guayabales como crece el marabú. Engordan las guayabas, amarillean, se abren de extrema madurez, explotan, caen hechas mermelada sobre la hierba, la lluvia y el sol las pasan por un colador chino, alimentan las raíces, y reencarnan como guayabazas tremendas bajo el cielo indescifrado de los taínos.
     En mi caso, prefiero no acogerme a tan gracioso protocolo en el trato con los muertos. ¿Por qué no emprenderla con uno de ellos si lo había hecho ya, cuando estaba él en vida?. Tanta delicadeza como se pretende mostrar al pedir silencio sobre los difuntos, esconde la grosería de creer que la vida de un escritor o de un artista se cierra en cuanto le dan sepultura. Tanto cuidar al muerto presupone que éste no puede responder a cualquier ataque con la obra que dejó. Cree ñampiado no sólo al cuerpo del escritor, sino también al cuerpo de su obra. Y lo que pudiera tomarse por nobleza de trato, no es más que desconfianza hacia la palabra escrita, desentendimiento del carácter testamentario de cualquier literatura.
     Así que ahora que el huracán Lisandro ha abandonado la Isla, voy a ponerme a recontar algunos de sus destrozos, y empezaré por sus libros. A ver qué queda de ellos…
     He conocido lectores que destacan la primera novela publicada por él, La situación. Sostienen otros que Pasión de Urbino no merecía el ataque que le propinara Heberto Padilla. Hay quien defiende el retrasado carpenterianismo de Temporada de ángeles. Calculo que también tendrá su gente la saga Árbol de la vida. Aunque la cuestión, más allá de esta u otra novela, está en averiguar si produjo Lisandro Otero una novelística propia, reconocible, achacable sólo a él.
     Y me temo que la respuesta es niek továrichis y továrichas, niek tío stiopa.

     La Bella Otero sí que es reconocible. Reconocible es la poesía de Blas de Otero. Y hasta el humor de Carlos Otero parece distinguirse. Pero la novelística de Lisandro Otero, no.
     Severo Sarduy se reconoce de un artefacto suyo a otro. Es reconocible Arenas, pese a lo distinto de sus novelas. También reconocible, en superlativo, lo es Cabrera Infante. Norberto Fuentes too. And Jesús Díaz. Reconocible, por monótono, Eduardo Heras León. Y Senel Paz, gracias a su majomía erótica con un tal David. Lo fue el recién fallecido Carlos Victoria… Hasta  Manuel Cofiño podría ser identificado en la gallinita ciega de la narrativa cubana.
 
     Pero Lisandro Otero no.
 
     Más personal que sus páginas pudo ser la vida de cancerbero que llevó, sobre la que ahora caen las toallitas tibias de una cortesía miedosa, la mentira algodonada, y el no-me-vuelvas-a-tocar-esa-canción-que-me-hace-daño.
 
     Al nacer, fue llamado Lisandro lo mismo que su padre. Lisi, se oyó llamarlo por los pasillos de la Feria de Guadalajara al ministro Abel Prieto (quien, siendo presidente de la UNEAC, le dedicó contundentes ataques). Papito o Chini, debió de reclamarlo Marcia Leiseca en los buenos instantes de su matrimonio (luego lo abandonó por Osmany Cienfuegos). Chéri o Cosita, le dijo hasta ayer mismo Nara Araújo (hermana de Loipa). Alguna otra esposa lo habrá bautizado con apelativos por el estilo (en su historia sentimental hay una hijastra de Rosita Fornés, hija de Armando Bianchi). Y, de todos esos nombres cariñosos que le fueran dedicados, yo prefiero llamarlo sinvergüenza
     Su padre había sido un batistiano fervoroso. Cuentan las malas lenguas que Lisandrito viajó a París con una beca otorgada por el gobierno del general Batista. Lenguas más malas todavía aseguran que no se trataba de una beca, sino de una botella. Botella o beca, lo cierto es que, entre la gente que fue a Palacio a besar la mano del golpista tan temprano como el 11 o el 12 de marzo de 1952, las crónicas mencionan a un Lisandro Otero.
     ¿Era el padre o el hijo?
     ¿Era botella o beca?
     De aquel padre batistiano, salió, a la larga, un hijo antibatistiano. Lisandrito agarró su París en botella y llegó a odiar a quien lo botellear hasta obrar en su contra. (La transformación es comprensible: ¿acaso no está lleno el exilio de becarios aprovechados de la generosidad de la Revolu?)  Vuelto de París, el niño Lisandro hizo sus pininos de luchador clandestino y empezó a trabajar como periodista en Bohemia.
     Fue el único trabajo honesto en toda su vida. Los demás incluyeron la dirección de La Gaceta de Cuba, la dirección de la revista Cuba, la vicepresidencia del Consejo Nacional de Cultura y varios puestos diplomáticos.
     Samuel Johnson dejó dicho que, para ser lo más humano posible, todo hombre debía conocer el mar y encontrarse (al menos una vez) dentro de una batalla. A la vida de Lisandro Otero le faltaron la batalla y el mar desde que le negaran la entrada al Partido Comunista de Cuba, desde que su carrera hacia la presidencia de la UNEAC concluyera en la elección de Abel Prieto.
     Le dijeron que no a la puerta de un núcleo, y aquéllo lo desajustó para toda la vida. Y no se crea que exagero, o que le doy a Freud en versión ñángara. Así lo declaró el propio Lisandro: “No era un cuadro de la revolución ni tampoco un escritor maduro. El rechazo del partido me confirmó, ya para siempre, a [sic] mi perpetua inestabilidad. Debí resignarme a la desubicación permanente”. 
     ¿Fue esa desubicación la que le hizo publicar dos versiones contradictorias de sus memorias, una en México y la otra en La Habana? ¿Obedecía Lisandro al principio de indeterminación de Heisenberg? Cualquiera que haya sido la causa, en ese par de libros reside su mayor aporte a la literatura nacional. Porque con Llover sobre mojado. Una reflexión personal sobre la historia (Letras Cubanas, La Habana, 1997) y con Llover sobre mojado. Memorias de un intelectual cubano (1957-1997) (Editorial Mexicana, México, 1999), Lisandro Otero dio con la forma idónea, única, para expresar aquello que él profesara junto a  tantos coterráneos suyos: la doble moral.
     Su examen de toda una vida adoptaba una forma en peso cubano y otra, bien distinta, para ser vendida en divisas. Su autor fomentaba la diferencia entre nacionales y extranjeros, entre el Calixto García y el Cira García (ninguna consaguinidad entre ambos hospitales). Había, pues, una historia con sombrero y una sin sombrero: Lisandro Otero es el Chaflán de la memorialística cubana. (Luego de cotejar ambos libros, el académico Enrico Mario Santí se encargó de denunciar la maniobra.)

     “Cuando algún periodista se remite a mis antecedentes”, tuvo a bien reconocer él, “suele referirse a mi supuesto dogmatismo de entonces, a mi celo jacobino, a mi adhesión lineal a los principios, no dejo de sonreír ante tanta superficialidad. Sólo quien desconoce el torbellino de una revolución y el ritmo envolvente de ese tiempo histórico puede no entender el clima religioso que fuerza a una devoción más allá de toda racionalidad.”

     Leídas las palabras anteriores, propongo que las imaginemos en boca de otra persona. Quien las dice es, pongamos por caso, la bailarina rubia de Pello el Afrokán (lamento no conocer su nombre, y lamento no estar seguro de que fueran varias rubias). Quien ha bailado el torbellino de una revolución es ella, ella la que se agitó con el ritmo envolvente del mozambique. El mozambique es una devoción más allá de toda racionalidad.
     Un periodista escarba en la letrina de Lisandro Otero (que me perdone la rubia), y el superficial es el periodista. Si hay un equivocado, es el de la prensa. En cambio, el jacobino puede echarse a reír. El dogmático es juez, y de ningún modo reconocería haber llegado a la revolución (a servidumbre abyecta) por pura superficialidad.
     ¿Será cierto que, desde su puesto en el Consejo Nacional de Cultura, Lisandro Otero abogó por la detención policial de Agustín Cárdenas y de Jorge Camacho? Su nombre está enredado en los orígenes del Caso Padilla, y él tuvo que obrar en contra del poeta. De otro modo no habría usado el plural cuando, al ser detenido Padilla, vomitó: “Ahora vamos a poder romperle los cojones a Padilla”. (Da fe de ello Jorge Edwards. El plural no es mayestático, sino esbírrico.) Lisandro Otero trabajó para las fuerzas oscuras a las órdenes de José Llanusa, aunque algunas décadas más tarde sufriera de glásnovitis y de perestrofia.
     En una entrega anterior he dado noticias de sus años mexicanos, de su vuelta a la Patria, del Premio Nacional de Literatura que le fuera otorgado. Hemingway y Neruda y Ernesto Guevara lo odiaron en algún momento. En su malhadado viaje a Cuba, Gore Vidal (ninguna relación con Amaury Pérez Vidal, hijo del Comandante en Jefe) comentó que no le gustaba para nada la jeta de Lisandro Otero, pues le recordaba la de un sujeto por el cual sentía repugnancia.
     Regresado a Cuba, fue sucesor de Dulce María Loynaz en la presidencia de la Academia Cubana de la Lengua, cultivó un columnismo más guatemalteco que hondureño, pasó sus últimos años usando bastón, consiguió caer más plomo que Alejo Carpentier, y acaba de morir de cáncer y de un paro cardíaco (quien publica dos versiones de su vida puede alcanzar dos colofones distintos)."
     Fallecido a los 75 años de edad, no sólo sus seres queridos (que los habrá) podrán dolerse de la temprana muerte que le ha impedido hacer vida y obra. Porque, de atenernos a las aseveraciones del Primer Líder cubano acerca del obstáculo que fue su juventud para soltar el sartén, Lisandro Otero ha muerto en la flor de la edad. Y, de aceptar que el futuro cubano está cifrado en un Viceprimer Líder casi octogenario y aún por descubrirse, a la espera de salir del clóset político, da vértigo detenerse a imaginar cuánto habría sido capaz de hacer Lisandro Otero de no haber desaparecido tan nenuco.
     ¡Ay, Generación pichoncita del Cincuenta, empieza de una vez a manifestarte!




La lengua suelta no. 47

Toca fondo Premio Nacional de Literatura
Pero, ¿y dónde dejamos a Jaime Sarusky?


Fermín Gabor

     Me alegra enormemente que Humberto Arenal ostente, desde hace unos días, el Premio Nacional de Literatura. No conozco personalmente a Arenal, confieso ser un desganado lector de su obra, pero me alegra que haya sido el elegido. Por diversas razones. La primera, porque este galardón vendrá a calmar los nerviosismos e insomnios de un señor que va a cumplir, en los próximos días de enero, ochenta y cinco años. Y bastante tiene ya un octogenario con los problemas de orina, para soportar, además, otro desvelo que lo haga levantarse a cada rato de la cama.


     Me enorgullece también que el Premio Nacional de Literatura no haya salido de los predios de la Generación del Cincuenta. ¡Es que decir Generación del Cincuenta es decir Premio Nacional de Literatura! ¿Qué otra franja de escritores ha brindado tanta y tanta riqueza a las letras patrias? ¿Qué otro grupo de escritores ha influido más en las nuevas promociones? ¿De cuáles se escuchan sus nombres en las más importantes capitales del mundo? ¿Quiénes como ellos han cultivado, junto a una cubanía raigal, tan refinado cosmopolitismo? ¿Y a quiénes, sino a ellos, debemos transformaciones tan radicales en la novela, el ensayo, la poesía, el teatro, el cuento, la televisión, la ópera, el cabaret y el circo?
     Me complace que Humberto Arenal sea Premio Nacional de Literatura porque, después de la Generación del Cincuenta, que le echen el caldo a los perros.
     Es preciso premiar hasta al más desconocido miembro de esa generación, es necesario recompensar hasta el último balbuceo de tal grupo. ¡Que nadie de la Generación del Cincuenta se quede sin coger cajita! ¡Que nadie de la Generación del Cincuenta salga del cumpleaños sin haberle puesto el rabo al burro! ¡Rocánrol para los pepillos del Cincuenta!
     Estoy feliz de que Humberto Arenal haya agarrado premio porque su obra resulta sumamente desconocida. Y, ¿acaso lo mejor del Nobel no es el impulso que presta a la edición de autores hasta entonces ignotos? El Premio Nacional de Literatura hará por Humberto Arenal lo que el Nobel hace por sus laureados. Publicados los libros suyos con un cintillo pertinente, los lectores se abalanzarán sobre ellos, y la lectura podrá confirmarles lo que sabían ya: no importa si se lee o no se lee, Humberto Arenal siempre será un autor desconocido.
 
¿Es aburrido?
¡Por supuesto!
¿Es rídiculo?
¡Claro que sí!
¿Es farragoso?
¡Por descontado!
¿Es opaco?
¡Lo es!
¿Es un plomo?
¡A mucha honra!


     Pero, más que todas esas cualidades, Humberto Arenal es inocuo, es prescindible. Y esto último habrá decidido al jurado compuesto por María Elena Llana, Julio Travieso, Guillermo Rodríguez Rivera, Alex Pausides, Roberto Méndez y Alberto Guerra para concederle el galardón.
Celebro que Humberto Arenal haya tocado bola porque muy bien ganado se lo tiene: ha chicharroneado de lo lindo. Como chicharrón de cuidado se ha comportado. Perro chicharrón es. Guataca. Jalaleva. Gris por lo que le cae encima desde que, con la boca abierta, les ruega a las autoridades la ceniza que les sobre. (Como buen integrante de la Generación del Cincuenta, hace tiempo que él deseaba viajar en el séquito del Ministro de Cultura, buscaba acercarse a Abel para comentarle lo lindo que le queda el pelo suelto.)
     Buena cosa es que Humberto Arenal haya sido nombrado Premio Nacional de Literatura de la República Bolivariana de Cuba porque ese galardón es la mejor recompensa a este poema que escribiera en noviembre del año pasado, y que publicara La Jiribilla:

El Gigante

El Gigante está herido
no morirá
es un raro ejemplar
es inmortal.

El gigante duerme, reposa, piensa
Lo rondan inquietos vaticinios.

¿Qué será el mundo sin él?

El Gigante medita, se informa
crueles son los augurios
la muerte se esparce por el mundo
¿qué hacer?, se pregunta.

El Gigante está herido
no morirá
su mandato es otro.

El Gigante vigila, discurre, opina
desde su trono de honor.

El Gigante está herido
pero no morirá
es inmortal.


     Me parece pluscuamperfecto que el Premio Nacional de Literatura recaiga sobre Humberto Arenal porque así las editoriales cubanas no podrán seguir postergando la publicación de un volumen suyo de poemas. Y, además de “dramaturgo y escritor cubano, director artístico, dramaturgo, ensayista, escritor y periodista cultural, profesor de artes dramáticas y fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba” (esta reiteración de oficios procede de la nota biográfica publicada, junto a poemas suyos, en La Jiribilla), Humberto Arenal podrá preciarse de poeta.
     Él pudo haber flaqueado (y flaqueó) en el elogio de un gigante, pero sabemos cuán difícil resulta combinar chicharronaje e inspiración, y sabemos también que ser guataca no es lo mismo que tener guataca para la poesía.
     Pudo, igualmente, flaquear (y flaqueó) en el elogio de la belleza, de juzgarlo por el poema que sigue:

En el recuerdo

Transitando por el rayo de luz
que te penetra
voy en busca del prometido Edén
vuelvo a ti princesa azteca
hija predilecta del dios Quetzalcóatl
serena en tu belleza venusina
dueña del sol y de la tierra
espérame con certitud
en el templo piramidal de Teocalli.
Allí te aguardaré cualquier día
con la suprema evidencia de que estarás.

     Sabroso que Humberto Arenal se haya levantado este año con el Premio Nacional de Literatura. ¿Acaso no lo merece por su dominio de lo poético? Hay que ser todo un maestro para mantener el mismo nivel de sosera al acercarse a un comandante convaleciente y a una princesa azteca. Pocos poetas se arriesgarían a dedicar a ambas figuras la misma indiferencia que las Musas sintieran por él.
     Me llena de regocijo este nuevo premio para Humberto Arenal porque viene a demostrar (igual que ocurriera con Reynaldo González, autor de un tardío libro de sonetos) que el ingenio florece a la menor oportunidad, y que nunca es tarde si la dicha es buena. ¡Más aún la dicha poética!
     Qué rico que Humberto Arenal ha sido laureado. Ahora podrá reforzar con su presencia (con sus contestaciones agudas a los periodistas, con sus sabios consejos a los jóvenes) una Feria Internacional del Libro dedicada a los Premios Nacionales de Literatura Graziella Pogolotti y Antón Arrufat. Arenal, más estos dos, serán éxito seguro. Juntados sus libros a los de este par de autores, contribuirán al lucimiento de la fiesta anual de los lectores cubanos.
     Y saludo, por último, a Humberto Arenal porque, hablando en una entrevista de su flamante Premio, ha tenido la desfachatez de reconocer que “hay otros escritores que lo merecen, pero también hay algunos que lo tienen sin mostrar una obra más amplia que la mía”.
     Aquí está, para quienes lo acusan de no dejar huella, Humberto Arenal en pleno. A partir de ahora podrá no estarse influido por la poesía o el ensayo o la narrativa de este maestro. Podrá incluso desconocerse su teatro o su periodismo. Alguien podrá pasar por alto el parentesco entre él y su hija, la actriz Jacqueline Arenal. Pero lo que será ineludible es el camino abierto por esta frase suya. A partir de ahora, cualquiera puede ser Premio Nacional de Literatura porque Humberto Arenal lo es.
“Ah, no hay como tocar fondo”, le espetó la babosa a la sabandija.

Apéndice (tomado del arenal de La Jiribilla)

Arenal se estrena como poeta
 
Paquita Armas Fonseca • La Habana
 
     Sempiterno aspirante al Premio Nacional de Literatura, Humberto Arenal ha incursionado en novelas, cuentos, ensayos, guiones de cine, obras de teatro, pero le faltaba dar a conocer esos versos que escritos en distintos momentos, ha guardado con celo.
     Ahora ofrece una selección en el cuaderno La vida en tres tiempos que estará pronto en las manos de los lectores. La poeta Zurelys López Amaya escribió la nota de presentación y así dice en uno de los párrafos: “Confía en la plenitud incansable de salir por un espacio en el que todos indagan y apenas entienden el porqué de su espíritu de insistencia y continuidad excluyendo siempre el cansancio y el temor de lo que a veces le ha tocado vivir”.
     Caminante ya de la octava década de existencia, Humberto, socarrón y filósofo al mismo tiempo, como siempre, habla de sus versos, algunos destinados a sus mujeres, otros a la familia, a Cuba, a la vida…

¿Cuándo escribió su primer poema?

     Creo que nunca lo he dicho en público, pero  se lo escribí a mi primera novia que se llamaba Zenaida. Por desgracia hace mucho tiempo que lo perdí. Ahora quisiera tenerlo. Supongo era malo. Recuerdo solo el título: “Para mi amor”. No era cursi, era algo peor, creo que ni siquiera era poético, aunque cautivó a mi novia. Pero como en  otras cosas de entonces me reconozco en aquella osadía.

¿Ha publicado alguno?

     Tres o cuatro; uno en Nueva York y los otros aquí no recuerdo dónde ni cuándo. No es que me avergüence ni antes ni ahora de atreverme a escribir poemas, es que pienso no es lo que mejor me representa. He escrito sobre todo cuentos, novelas, guiones cinematográficos, obras de teatro, ensayos. Creía que con eso bastaba. Tal vez ha sido falta de dedicación, porque amor por la poesía lo he tenido desde mi adolescencia. Eso se lo debo a mi madre, a la que le dedico este poemario La vida en tres tiempos.

¿Por qué decide ahora tirarse a ese singular ruedo?

     Hace alrededor de 25 años, quizá un poco más, empezó a surgir el deseo o la necesidad de escribir poemas. Antes los desechaba, luego empecé a guardarlos. Creo que secretamente esperaba publicarlos. A veces los leía y hacía una selección. A principios de este año pensé que los publicaba ahora o nunca. Y francamente, llegué a la conclusión que valía la pena hacer una selección y publicarlos. Se los di a leer a tres personas de suma confianza (no doy sus nombres para que no carguen con la responsabilidad  final)  y las opiniones, no siempre iguales, fueron favorables. Entonces me animé y los llevé a la Editorial Unión que los aprobó. El poemario ya está en el proceso final. Tiene una excelente portada de mi amigo el pintor Manuel López Oliva, y la nota de la solapa es de la joven poetisa Zurelys López Amaya.  Me aseguran que saldrá en la próxima Feria del Libro de La Habana. No estoy asustado porque espero el juicio de la posteridad, del tiempo, de su cabal calidad poética. Como dijo un político nuestro: Déjalos que opinen, que opinen… Con eso me basta.

Sin pensarlo mucho, dígame los nombres de cinco poetas que le llegan a la mente.

José Martí, Antonio Machado, Walt Whitman, Fina García Marruz, Nicolás Guillén. Uno más: Rubén Darío.

¿De qué poema al leerlo hubiera querido ser el autor?

     Qué difícil. Pero siempre recuerdo aquel poema de Sor Juana Inés de la Cruz, que comienza: “No te pido mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido…”. Qué mujer, qué poetisa.  O un poema de Miguel Hernández a no sé qué amigo muerto que creo dice: “Yo quiero ser llorando el hortelano — de la tierra que ocupas y estercolas — compañero del alma, tan temprano…”.  Por desgracia no recuerdo más.

Si tuviera que salvar para el futuro cinco poemas, ¿cuáles serían?

     A eso sí que no me atrevo así de pronto. Pero le aseguro que llevo dentro de mí cinco poemas y algunos más que me hacen la vida llevadera.

Usted ha tenido varios amores...literarios, no se sonroje. A saber la dramaturgia, el cuento, la novela, el periodismo, el guión de cine... ¿qué lugar ocupa la poesía en ese singular almacén de pasiones?

     Aunque algunos que no me conocen bien lo duden, la poesía ocupa un lugar preferencial en mi vida. Mi madre, un ser muy especial para mí, me dijo alguna vez que solo soportaba la muerte de sus seres queridos leyendo poesía, o recordándola por lo menos. No es mi caso. Pero en ciertos momentos es un refugio muy especial, al igual que la buena música, que entonces es poética.

A la hora de enamorar, ¿qué es mejor: un buen cuento o un buen poema?

     Por lo general un buen poema. Pero hay cuentos inmortales muy útiles a la hora de enamorar. Yo los he utilizado con éxito.

Por favor, actualíceme, la cantidad de libros publicados y los por publicar…

     Los publicados son 16. Y los por publicar, de inmediato dos, y tres en preparación. Me parece mentira, pero ahí están. Como dice la gente que Dios (o la crítica), me coja confesado. Mejor es decirlo así, con mucho buen humor.
 
http://www.lajiribilla.cu/2007/n344_12/344_13.html



La lengua suelta no. 46

Y ya con ustedes, un capítulo más de El chatino maléfico


Fermín Gabor


(Pasión de Amaury)

     Metralla fue lo que mandaron de Labana, saóco tumbadientes. Pero no quiero hablar de eso.
Entre otras cosas, porque no sé lo que pasó. No sé qué llevó a tanto personal hasta Madrid y Barcelona. No sé a qué los mandaron. Ya que alguna encomienda tuvieron que darles. Si no, nadie se habría movido de la Uneá.
     Así que, para cambiar de tema, será mejor que le eche una ojeada a la conversación sostenida por el caballero Rufo y el cantante Pérez Vidal en las páginas de Juventud Rebelde.
     Allí el primero entrevistó al segundo, le sacó fiesta, le celebró los quince. Lo tituló clásico vivo, afirmó que su obra era un despeñadero. Un despeñadero “hacia la belleza y hacia la ansiedad moral de la verdad”. Esto dijo Rufo, caballeros. Y afirmó que Amaury ha “precipitado” hermosas canciones, lo cual podría interpretarse como que el compositor siempre termina su trabajo de prisa, y lo que hemos escuchado de él no son más que borradores.
     Aunque también podría interpretarse como que esas canciones caen en chaparrón, se precipitan. ¡El Dios de la Lluvia llora sobre México!
     Pero no voy a entrar en los detalles en los que Rufo entra, yo no quiero convertirme en el Desiderio Navarro de las baladitas. Que del pop cubano venga a encargarse otro, a mí que no me cojan para la metatranca del amor difícil. Porque termina uno diciendo boberías rufianas como ésa de que una tonada constituye “el testimonio de un alumbramiento en la madrugada, cuando un ángel desvalido se aproximaba a la ventana del cantor”.
     Yo no voy a caer en la picúencia de Rufo, a quien su cursilería puede llevarlo a combinar un pedazo de letra de Amaury Pérez con un pedazo de letra de Joaquín Sabina, como si con la mediocridad de uno solo de ellos no bastara.
     Aquí no me interesa opinar sobre la obra del hijo de Consuelito. No me importa si se puso o no un arete, y si desde ese mismo periódico desde donde ahora habla le hicieron la guerra por el tal aretico. Menos mal que él, que se cree escritor, y Rufo, que se cree crítico literario, no se pusieron a hablar de literatura. Un mal menos sobre la tierra. Aunque la cosa se puso de guinga cuando empezaron a dialogar de algo que podría tomarse por política, y el entrevistador le espetó a su entrevistado: “¿Te convence la dinámica que ensayamos entre el cambio de todo lo cambiable, y la permanencia de todo cuanto merece quedarse?”
     ¡Pueblo de hablas muy claras el tal Cacarajícara!
     Incluyéndose en el plural participativo de la Revoltereta Cubana, Caballero describe una política cautelosa: cuidadito con mover los muebles de lugar. Pero lo más terrible del caso es que, luego de haber hecho un verso imposible con la suma de imposibles versos de Sabina y de Pérez Vidal, Rufo empareja a su entrevistado nada menos que con Silvio Rodríguez. Cree ponerle pimienta a la entrevista, y se asoma al despeñadero hacia la belleza y la ansiedad moral de la verdad. Disfrazado de Alfred Hitchcock, Rufo Caballero inventa el peligro, diseña un castigo por arrastramiento callejero para ciertas cotorras ñángaras.
     Ya Silvio Rodríguez, acaudalado como para pagarse un séquito de guardaespaldas y todo un colegio de abogados, coqueteaba con la idea de recibir castigo político de manos de las masas. Una de las más lloronas canciones de su catálogo jimiquiante procuraba excitarnos con la idea de que él sería arrastrado por las calles. Utilizando la violencia en torno al Mariel, la experiencia de las Brigadas de Acción Rápida, el capítulo final de cierta aventura televisiva que contó la vida de Túpac Amaru, y alguna que otra amenaza proferida por el exilio gorilón, Rodríguez intentaba forjarse una heroicidad de víctima.
     “Sufro”, se había tatuado en la mano siendo joven. (En el tronco de un árbol una niña, grabó su nombre, henchida de pasión…Verdad que la inscripción de ese tatuaje parece sacada de un diálogo de protagonista de fotonovela. Y mira que hay que ser narcisista y compadecerse uno mismo para hincarse en la piel un canevá así.)
     Bueno, el caso es que el rufián caballero envía a Amaury Pérez Vidal hacia ese mismo sufrimiento-ficción, lo interroga en su entrevista sobre tal posibilidad. A lo que Pérez Vidal contesta muy seguro en sí mismo: “no será fácil arrastrarme, entre otras cosas porque peso 200 libras; haría falta mucha gente. Además, soy de Boyeros, y los de Boyeros, que te lo digan por ahí, no permitimos que se nos arrastre”.
     Pregunta y respuesta dicen mucho acerca del imaginario de estos conversadores, revelan  los temores que pueblan sus pesadillas e insomnios. Y, soltada una contestación digna del ingenio de Oscar Wilde (un Oscar Wilde de Boyeros), Amaury se echa a reír. Es decir, bate en el aire su tremenda mandibulaza inferior.
     A lo que Rufo, quien porta descansadamente más de 200 libras (a medida que el fin de año se acerca, afina el ojo su apreciación de perniles), agarra con sus manitas la tremenda barriga. Y, pasadas las debidas carcajadas, regresan ambos al tono grave, filosófico, de metafísica encontrable en Joaquín Sabina o en Silvio Rodríguez, en Alberto Córtez,  en Mario Benedetti o en Eduardo Galeano. Para que Amaury Pérez concluya: “La honestidad, Rufo, así de sencillo: la honestidad nos salvó y nos salvará”.
     Respira uno tranquilo al saber que nadie arrastrará por las calles al autor de Hacerte venir. Y no debido a su considerable peso corporal o a la indómita región donde naciera (Boyeros, municipio que incluye la salida a cualquier conflicto: el aeropuerto), sino a causa de su honestidad. Misma que comparte con Silvio “Sufro” Rodríguez, una honestidad que defiende el derecho a arrastrar y pegar a otros, no importa cuánto pesen éstos o dónde hayan nacido, en nombre de los principios de la Revoltereta, la Patriúshka y el Socialismo.


(Epopeya de la comadre infiltrada)

     Ya lo venía diciendo yo desde hace un rato: mofuco de guerlén mandaron de Labana. Una delegación de escritores que daba asco y despertaba el deseo de llorar.
     Aunque otra vez recalco (y me echo talco), que no voy a ponerme a  hablar de lo que yo no sé.
Porque apenas trascendió sucedido. Fue como si la delegación no hubiera llegado nunca a Barcelona. Como si hubiesen caído, en bermudas, dentro de un triángulo. ¡Solavaya o Muerte, venceremos!
     A ver, ¿qué dice ese niño? ¿Qué es lo que dice?
     ¿Cómo que cuál niño? ¡El niño aquél!
     Se-nel-el-ni-ño-aquél.
     ¿Qué dice Nené Senel? Repite conmigo, nené: ce-re-bro, ce-re-bro.
     Estaba en Roma el niño aquél, hablaba de su novela, de su novela, no con título de Amaury Pérez, no con título de Silvio Rodríguez, sino con título de Lenin y Marc Anthony. Hablaba C’est ne Pas de En el cielo con diamantes. Que era hablar del bloqueo provocado por su obra anterior.
¡La culpa de todo la tiene el bloqueo!
     Muy capaz se mostraba Senel de saltar de su bloqueo narrativo al criminal bloqueo que mantienen los Estados Unidos sobre el heroico pueblo cubano. Y no dio ese salto de puro milagro. Pero la amenaza imperialista no dejó de merodearlo, así que, refiriéndose a esta nueva obra suya, notificó a la prensa italiana que la había sentido en peligro. Pues muchas veces estuvo a punto de escribir el libro que querían sus lectores, y no el que guardaba él en su corazón.
     ¡Ay, Edmundo de Amicis! ¡Ay, Sánchez de Fuentes! ¡Ay, Instituto Nacional de Cardiología!
     La importancia del más reciente libro de Senel Paz puede medirse por la atención que ha recibido de parte de Norberto Fuentes. Fuentes, que no ha leído nada desde que en sus manos cayera Isaak Bábel, no tuvo más remedio que sentarse a recorrer En el cielo con diamantes. Encontró la novela bien escrita, incluso muy bien escrita (considérense, empero, sus pobres exigencias: “construir con firmeza tus párrafos e hilvanar las palabras sin ruidos”). La descubrió graciosa y, alguna vez, le arrancó carcajadas. Pero al final tuvo que reconocer que constituía “un objetivo literario mal construido” (ah, dialecto de los talleres literarios del Minín), y que escondía adentro, ahogado de tan escondido, “un excelente libro de memorias”. 
     Muy ridícula es la noveluca de Senel Paz, ni graciosa ni bien escrita. Pero aún más ridícula resulta la impostura con que la lee Fuentes, como si él hubiera sido líder de alguna campaña militar. Considerándose a sí mismo protagonista épico, Eneas y Virgilio a un mismo tiempo (Virgilio no es Piñera, Eneas no es el talludo amigo de Benitín), Norberto Fuentes suena más falso que ese falso a quien critica.
     “Eran los niños a cuidar”, escribe de la generación de Senel Paz y de sus personajes. Y agrega: “Ellos retozaban alegremente con sus culitos y nosotros teníamos que estar dispuestos a dar la vida por defenderlos”. Pero, ¿cómo? ¿Arriesgó alguna vez su vida Norberto Fuentes? Y, si lo hizo, ¿fue por defender a otros, o por aventurerismo, narcisismo o carrera propia? Ahora resulta que el General Fuentes arriesgaba su vida por defender a jóvenes cubanos a los cuales ni siquiera conocía. (¿Atacaba alguien a esos jóvenes? El imperialismo yanqui, lobo feroz que bloquea a Cuba y bloquea las posibles novelas de Senel Paz, ¿sitiaba también las bequitas kubanisches?)
     La historia parece haber sido muy distinta a como la cuenta el falso militar a cargo de un kindergarten, el General Nana Fuentes. Pues mientras Senel y sus amiguitos retozaban alegremente con sus culitos, nada hacía él sino retozar alegremente en compañía de sus amiguitos militares de alta graduación. E importa poco si el culo (u otra zona erógena) iba incluido en tales retozos, pues no faltó en ellos la delectación en la machanguería de uniforme, y sale de aquellos goces una prosa que suspira por muñecas masculinas con Rolex. Existe pues un patético Paz (no Octavio) que necesita justificar revolucionariamente la mariconería, así como existe un patético Fuentes (no Carlos) que justifica con razones altruistas el alargamiento a placer de su Servicio Militar.
     Claro que, como el segundo afirmara, es imposible componer una épica con las boberías que repuja el niño aquél. Pero tampoco la alternativa de Norberto Fuentes da para mucho: cuatro o cinco antenas en un Lada. Y tan pobre como su imaginación es la disyuntiva que le impone al tainaje: “O eres la contrarrevolución, que en Cuba nunca ha logrado ningún producto literario, o te exaltas y asumes el proceso, la Revolución, con todos los hierros”.
     A estas alturas no vale la pena discutir su ecuación entre Revolu y “producto literario” (ah, dialecto de agromercado). Norberto Fuentes parece ser un ejemplar escapado del gabinete del doctor Mabuse Fornet. “La miríada de blindados y transportadores avanza hacia el combate”, metaforiza, “y las comadres, en la cuneta, ruborizadas y apenas contemplando”.
     Entre esas comadres apostadas a la orilla del camino, incluye él a Senel Paz.
     En uno de los primeros blindados y transportadores viaja, de uniforme militar, Norberto Fuentes. Es duro el hombre, es épico, es con todos los hierros.
     ¡A Norberto Fuentes hay que tocarle los cojones!
     Lástima que, de vez en cuando, lo delate la comadre que lleva adentro y elija, por ejemplo, un vocablo tan camafeado como “miríada”.


(El extraño caso de la delegación fantasma)

     No voy a ocuparme del misterioso caso de la delegación desaparecida, ya lo dije. Podría hacerlo si tuviera alguna noticia, un rastro al menos.
     Pero nada. No se ve nada por todo el horizonte.
     Y todo el que cifró esperanzas en recibir alguna pista a través de los blogs (yo fui uno de ellos, yo también fui pionero), se quedó in albis.
     La blogosfera cubana no dijo ni pío.
     Ni este blog es mío, dijo.
     Salieron de La Habana, trascendió. Viajaban en rebaño. Ibant oscuri sola sub nocte per umbra. Su destino final era Barcelona y, en Barcelona, la Feria del Libro. Pasarían antes por Madrid, allí tendrían presentación. Y Penúltimos días, el blog de Ernesto Hernández Busto, avisó de la llegada a Barcelona. Avisó con esta frase sacada, según creo, de Poltergeist: “Ya están entre nosotros”.
Y en verdad que el asunto tenía ribetes terroríficos. Marilyn Bobes, Jorge Fornet, Francisco López Sacha, Jorge Ángel Hernández, Rogelio Riverón y Daniel García viajaban en delegación. Se alzaba en la feria barcelonesa un pabellón cubano-venezolano, allí estarían esos perpetradores, allí también los diez primeros títulos de una colección publicada por el Fondo de Cultura de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Y uno de esos diez libros, único que se mencionaba, era la entrevista de muchas horas que Ignacio Ramonet le hiciera a Maritza Yatúsabes.
     Nada más decía la nota oficial a la cual condujera el blog Penúltimos días.
Nada más dijo tal blog.
     Pero, unos meses antes, Ernesto Hernández Busto había sido invitado a un programa televisivo de Miami, y a Miami llevó él la más novedosa receta de pastelito de guayaba, el crecepelos informático. Los blogs, aseguró ante cámara, eran lo último de lo último. La palanca que movía el mundo, quien llevaba un blog podía saberlo. “Somos lo que hay”, le faltó cantar, “lo que se vende como pan caliente, lo que prefiere y pide la gente, lo que se agota en el mercado, lo que se escucha en todos lados. ¡Somos lo máximo!”
     Según él, ningún periódico, por ágil que fuera, podría acercarse a los servicios prestados por un blog. Traían el chisme o la noticia coleteante, el pescado más fresco, el pez. Lo cual habría que traducir del modo siguiente: en Penúltimos días reside el futuro. Y esos días que finalizan en el título del blog no son únicamente los de Mariela Metebulla, sino los de toda una era de la información. Quedarían atrás euclidianos, ptolemaicos, formatos de papel. Abre, que ahí viene el Cocuyé.
     Lo curioso, sin embargo, es que el artefacto defendido por Hernández Busto está compuesto en su mayoría (descontando algún trozo ensayístico suyo y algunas colaboraciones de otros) por atajos que conducen hacia los mismos diarios y noticieros a los cuales, según él, les queda poco resuello. Curioso entonces (a juzgar por el ejemplo de su propio blog) que el vitalismo de la nueva criatura se nutra de recados de moribundos.
     Otro pasillo le quedaba aún por tirar a Hernández Busto ante las cámaras de televisión, e hizo creer que una de sus ocupaciones principales era la crítica del periodismo. Diarios y noticieros no iban a fallecer debido solamente a la  modernidad de la competencia, sino a causa de lo putrefacto que encierran, a causa de lo mal que huele Dinamarca. Y sería el índice acusador de un criollo Karl Kraus, sería una nueva antorcha (Die Fackel) quien daría candela a dichas latas hasta que soltasen sus fondos respectivos.
     ¡Candela al macao! ¡Candela pál sindicato! Idéntica campaña venía realizando, también en Barcelona, Arcadi Espada. 
     ¡Antorcha y espada en contra del periodismo gagá!
     Pero, ay, pobre de quien procure hallar en Penúltimos días algo próximo a Kraus o a Espada, alguna prosa en campaña contra los vicios del periodismo. Porque sólo dará con un enarcamiento de cejas, una línea irónica o un chasquido de lengua (llamado así el acto de freír huevos). Muy corto crítico resulta Hernández Busto, quien no va más allá de una Consuelito Vidal cuando, en Detrás de la fachada (que no era un blog, pero tenía millones de visitantes), advertía a quienes quisieran verla: “Miren para allá”.
     Tal como antes he dicho, Penúltimos días notificó que la delegación fantasma llegaba a Barcelona. Pero luego no volvió a mencionarla. Ernesto Hernández Busto tuvo a tiro de pregunta al director de la más importante editorial cubana (Daniel García), al recién depuesto Presidente de la Sección de Escritores de la Uneá (Francisco López Sacha), al reseñista literario de Granma y responsable de cuanta prosa se publica en la más importante editorial cubana (Rogelio Riverón), al director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas (Jorge Fornet), a la responsable del suplemento literario El tintero y de una tertulia literaria (Marilyn Bobes) y a un connotado colaborador de La Jiribilla y columnista del sitio web Cubaliteraria (Jorge Ángel Hernández), y se desentendió de ellos, desestimó noticia tan cercana y que ningún otro medio ofrecería.
     ¿Era esta la ganancia informática prometida por él en un programa televisivo donde quedó claro (no tuvieron más que hacerle una pregunta fuera de su agenda) que no sabe ni pitoche? ¿Este, el servicio, digno de Granma, que se propone brindar Penúltimos días a sus lectores?
     Un tal Giovanni Fernández Valdés publicó en el diario habanero Trabajadores un artículo que aportaba detalles nuevos sobre el misterio de la delegación fantasma. Dicho artículo mencionaba otro título incluido entre los diez de la colección de libros cubano-venezolana: Todo el tiempo de los cedros, biografía de Amalia Nofallezco. Avisaba, además, que la delegación de escritores-dirigentes homenajearía en Barcelona al Guerrillero Heroico (no se trata de Norberto Fuentes), y comentaba que “ya existe entre los lectores españoles expectación por la conferencia denominada La literatura cubana actual”.
     ¿Exageraba el tal Giovanni Fernández Valdés al hablar de expectación? ¿Quién podría afirmarlo si nadie estuvo allí? Pero una cosa queda clara: de cumplirse los vaticinios de Ernesto Hernández Busto, en ese Día del Juicio del cual habla él, el diario habanero Trabajadores merecerá estar emplazado a la diestra de un blog de la talla de Penúltimos días.
Amén.



La lengua suelta no. 45

De Dientes y Encías

Algunos comentarios extraídos de un blog de asuntos cubanos


 


Anónimo dijo…

Hace décadas, ella se mostró ofendida por el aretico que llevaba él y le dedicó al asunto varios artículos. Y ahora Amaury riposta echándole en cara el abrigo de pieles que ella se compró cuando fue embajadora ante la UNESCO.
4:30 pm



Anónimo dijo…

Soledad denunció en Amaury Pérez Vidal un desequilibrio sexual, Amaury denuncia en Soledad Cruz un desequilibrio ecológico.
Son dos desequilibrados, y no vale la pena detenerse en esa polémica.
4:42 pm

Santiaguero dijo…

Es verdad que los cubanos son parejeros. Mira que llamarle polémica a eso.
4:46 pm

Anónimo dijo…

¿Puede alguien decirme quién es Soledad Cruz? A Amauri lo conosco, pero a ella no. Tuve hace años una jevita que le gustaban las cansiones de Amauri. Tremenda mierda las cansiones de Amauri.
5:13 pm

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5:22 pm

Santiaguero dijo…

Anónimo de las 5:13, si quieres saber quién es Soledad Cruz, pregúntale a Carlos Aldana.
5:31 pm


Esperanza Parada dijo…

No sé qué tienen en este blog contra las canciones de la Nueva Trova. Es cierto que dentro de ese movimiento se compusieron algunas malas canciones, pero quién puede negar la genialidad de Silvio y de Pablo. Y, aunque Amaury no llega al nivel de ellos dos, sí que tiene hermosas canciones.
Acuérdate de abril.
Vuela pena.
6:02 pm

Anónimo dijo…



Esperanza, acuérdate de callarte, que das pena.
6:13 pm

Esperanza Parada dijo…

Pena da leer estos foros que gente como tú usa para su grosería. Es lamentable. Un espacio que podía aprovecharse para tantas cosas positivas.
6:15 pm

Santiaguero dijo…

Esperanza, sin ofender, deja la muela. Aquí la gente viene a decir lo que quiere. A todo el mundo no tiene por qué gustarle Sara González.
6:19 pm





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6:21 pm

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6:23 pm

Anónimo dijo…

Hace rato que las canciones de Silvio Rodríguez no le interesan a nadie. Lo último que se supo de él es que pedía llevar su música a las cárceles cubanas, quería cantar para los presos. Para que el público no se le escape, me imagino.
6:24 pm

Santiaguero dijo…



A mí personalmente no me gustan las canciones de Amaury Pérez. El tipo lo que hace son inventarios, no canciones. Me acuerdo de una en que empieza a enumerar que si uno es esto, que si dos es lo otro, que si tres tal cosa, y así, número a número.
Me acuerdo de otra en que recorre el abecedario.
El tipo escribe libros escolares, no canciones.
6:27 pm

Anónimo dijo…

Santiaguero, acuerdate de una que tenia videocli y salian unos caballos y una caballerisa, y el tipo del videocli esperaba a la jeva en la caballerisa, y la cansión decia que si al primer encuentro le toca la mano, y que si al segundo encuentro le llega hasta el codo, y que si al tersero… asi susesibamente. Hasta que uno se cansaba de que la parejita se encontrara sin llegar a nada, y apagaba el Caribe.
6:29 pm

Manicuri Divina dijo…



Concuerdo con Esperanza: Amaury tiene canciones muy bonitas. Piensen en las que compuso para Mirta Medina.
6:32 pm

Bisturí Lamafiablanca dijo…

Soledad Cruz le debe el nombramiento de embajadora a Robertico Robaina, que era entonces Canciller. Abel Prieto se opuso en dos ocasiones a ese nombramiento, pero a la tercera fue la vencida, y Soledad se fue a París, al puesto que antes había gozado Alfredo Guevara.
6:45 pm

Anónimo dijo…

Hace un año que Abel Prieto es vecino de Amaury Pérez Vidal. Juegan juntos al dominó, son uña y carne.
6:49 pm

Anónimo dijo…

Je, je, el del aretico y el de la melenita.
6:57 pm

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7:01 pm

Bisturí Lamafiablanca dijo…

Y cuando volvió de París, a Soledad le dieron la encomienda de escribir una biografía de Celia Sánchez. Tarea para la casa, con tal de mantenerla lejos de todas las redacciones.
7:03 pm

Anónimo dijo…

Anónimo de las 5:31, yo soy el anónimo de las 5:13, y quisiera preguntarte quién es Carlos Aldana.
7:08 pm

Santiaguero dijo…

Anónimo de las 7:08 pm y de las 5:13 pm, a ti hay que mandarte para la Escuela Ñico López.
7:12 pm

Anónimo dijo…

Abel Prieto perdió la pelea frente a Robertico Robaina, pero es ministro todavía. Robertico, en cambio, pasó a ser guardaparque.
7:17 pm



Sexto Héroe dijo…

Robertico Robaina dirige en la actualidad el Parque Metropolitano de La Habana. No es guardaparque, como intentan hacer creer aquí. Y si desde hace algunos años no funge como Canciller, es porque ha pasado a ocupar otro puesto de responsabilidad.
7: 20 pm

Anónimo dijo…

¡Sál de la blogosfera, Ramiro Valdés!
7:24 pm

Hermenegildo Alonso dijo…

No importa que la gentuza de Villa Marista intente frenar el ejercicio libre de la opinión que aquí se hace. “Dientes y encías” es el mejor blog cubano, y Osmualdo hace un trabajo sumamente meritorio en aras del futuro de nuestro país.
7:28 pm



Anónimo dijo…

Anónimo de las 7:17, no veo la ventaja en seguir siendo ministro en Cuba. Me consta que Abel Prieto ha hecho varias veces el paripé de retirarse. Ha intentado acogerse a certificado médico por diabetis galopante, pero nada.
7:34 pm

Anónimo dijo…

que enseñe los pelos de las manos delante de una comisión y le dan baja por licántropo
7:44 pm

Anónimo dijo…

Y si es verdad que A Ver Prieto quiere dejar de ser ministro, por qué chicharroneó tanto a Raúl en su discurso de la última feria del libro?
7:46 pm

Manicuri Divina dijo…

De Alfredo Guevara a Soledad Cruz mira que hay trecho. Y uno ve la cara del canciller actual y añora el tiempo en que estuvo en el puesto Robertico Robaina.
7:48 pm

Santiaguero dijo…

Manicuri, pídele a Sexto Héroe que te devuelva a Robertico.
7:52 pm

Manicuri Divina dijo…

La gente de Santiago, siempre tan confiansuda.
8:04 pm

Argelio Cabezas, el cubanaso nepalez dijo…



felicidades a osmualdo por su blog estupendo, que leo todos los dias desde nepal
8:12 pm

Osmualdo dijo…

Caramba, Argelio, es un gusto contar con un lector tan remoto. Gracias a ti y a gente como tú es que “Dientes y Encías” se ha convertido en el blog que es.
Invito a quienes no lo hayan hecho a mirarse en el espejo de nuestro contador. Y para todos continúa abierta la opción de tocar bola en los reclamos de nuestros anunciantes.
Gracias, Nepal.
Gracias, Argelio.
8:13 pm

Anónimo dijo…

Aviso que a mí sí no van a mandarme para la Ñico López, pero quisiera saber si Amaury Pérez Vidal es hijo o sobrino o pariente de la difunta animadora de televisión Consuelito Vidal.
8:18 pm

Santiaguero dijo…

Anónimo 8:18, a ti lo que hay es que suscribirte por un quinquenio a la revista Opina. Claro que es hijo de la animadora.
8:29 pm

Anónimo dijo…

Pero no bastándole con ser hijo de Consuelo Vidal, Amaury se ha declarado hijo de Fidel Castro.
8:30 pm

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8:32 pm

Manicuri Divina dijo…

¿De verdad que Amaury dijo que era hijo de ese sátrapa? Retiro entonces lo que dije aquí de sus canciones. Y que se prepare el viejo sátrapa, porque Amaury le jugó feo a su madre. Acuérdense, si no, de la carta que una hermana suya escribió contra él.
8:45 pm

Anónimo dijo…

Manicuri, estás confundiéndola con la carta de Alina Brouwer en contra de su padre.
9:02 pm



Santiaguero dijo…

Con el libro de Alina Fernández Revuelta contra su padre.
9:09 pm

Manicuri Divina dijo…

Nada de confundida. Obra en mi poder, y puedo enseñarla, copia de esa carta de una hermana de Amaury Pérez Vidal.
9:14 pm

Osmualdo dijo…

Manicuri, ¿puedes enviarme esa carta para incluirla en este blog?
Gracias a ti y a gente como tú es que “Dientes y Encías” se ha convertido en el blog que es. Invito a quienes no lo hayan hecho a mirarse en el espejo de nuestro contador. Y para todos continúa abierta la opción de tocar bola en los reclamos de nuestros anunciantes.
Gracias, Manicuri.
Gracias, Nepal y tierras adyacentes.
9:15 pm

Cordón Espírita dijo…

¡Luz y progreso para el espíritu de Anna Lasalle!
9:28 pm

Anónimo dijo…

Perdonen todos mi ignorancia, pero necesito que alguien me explique quién es Anna Lasalle.
9:30 pm

Cordón Espírita dijo…



¡Luz y progreso para el espíritu de Anna Lasalle, cortadora de melenas y pantalones estrafalarios! ¡Luz y progreso para Anna Lasalle (apodada La Gata), porque fue imbuida de ese espíritu que Soledad Cruz se fijó en el arete de Amaury Pérez Vidal!
9:35 pm

Osmualdo dijo…

Caramba, Anna, es un gusto contar con una lectora tan remota.
Gracias a ti y a gente como tú es que “Dientes y Encías” se ha convertido en el blog que es.
Invito a quienes no lo hayan hecho a mirarse en el espejo de nuestro contador. Y para todos continúa abierta la opción de tocar bola en los reclamos de nuestros anunciantes.
9:59 pm

Bisturí Lamafiablanca dijo…

¡Luz y progreso para el espíritu de Carlos Aldana! Porque la rebatiña entre arete y abrigo ha sacado otra vez a flote ese nombre, y se dice que quien gobernó con mano férrea la ideología nacional y fuera amante de Soledad Cruz, ahora se gana la vida en La Habana como repasador.
10:13 pm

Anónimo dijo…

¿Repasador, Aldana? ¿Y de qué materia?
10:18 pm

Anónimo dijo…

Tendrá que ser historia, porque hoy en día nadie va a estudiar marxismo.
10:29 pm

Santiaguero dijo…

Coño, qué destino. Pasar de mayimbe a repasador de historia.
11:00 pm

Bisturí Lamafiablanca dijo…

Ibrahím Ferrer limpiaba zapatos antes de Buena Vista Social Club.
11:15 pm

Santiaguero dijo…

Mafia, compay, dale suave.
11:19 pm

Anónimo dijo…

Señor Bisturí, ¿está insinuando que ese repasador de historia puede ser llamado al estrellato?
11:35 pm

Santiaguero dijo…

Respóndele, Mafia.
11:59 pm

Anónimo dijo…

Si Aldana regresa será por encima del cadáver de Abel Prieto, Desiderio Navarro y mucha más gente.
00:28 am

Batacumbele dijo…

Tratándose de una loma de cadáveres, no existe prioridad. Cualquiera pasa por encima de cualquiera.
Y no sé qué pinta ahí Desiderio.
00:34 am

Anónimo dijo…

Quien quiera calibrar el rigor intelectual de Desiderio Navarro, que lea la respuesta que le dio Félix Satiue (cadáver también) a sus acusaciones llenas de errores.
La memoria de Desiderio deja mucho que desear. Como ha tenido que tapiar su pasado estalinista, no acierta con el pasado de otros estalinistas.
00:54 am

Santiaguero dijo…

Mafia, espero a que contestes la pregunta que te hicieron a las 11:35. No me hagas preguntarle a Sexto Héroe.
01:23 am



Bisturí Lamafiablanca dijo…

Carlos Aldana vuelve. Abel Prieto pasa a ser director del Pre de Marianao. Roberto Robaina va a dirigir el Festival de Cine Latinoamericano.
Y a Soledad Cruz le toca en el reparto el CENESEX.
01:24 am

Santiaguero dijo…

¡Candela pál sindicato!
01:26 am

Anónimo dijo…

¿Y qué es el CENESEX?
01:35 am

Anónimo dijo…

Habrá que preguntarle a Sexto Héroe.
01:37 am

Esperanza Parada dijo…

CENESEX=Centro Nacional de Educación Sexual
01:59 am

Anónimo dijo…

¿Soledad Cruz ocupando el puesto de Mariela Castro Espín? ¿De qué están hablando ustedes? ¿Se volvieron locos?
02:04 am

Santiaguero dijo…

¿Y Mariela, Mafia?
02:09 am

Bisturí Lamafiablanca dijo…

Mariela sube como la espuma. Nadie mejor que ella, que ha atendido a transexuales y travestis, para encargarse de la transición.
02:19 am

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02:22 am

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02: 29 am

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02:47 am

Anónimo dijo…



Me niego a aceptar que esa familia siga eternizándose en nuestra patria. ¡Hasta cuando, Dios mío!
02:49 am

Santiaguero dijo…

Compadre, Bisturí, ¿tú estás con los indios o con los caúboys?
03:04 am

Anónimo dijo…

Pero, ¿cómo es posible que alguien compare a Cuba con alguien que se opera el sexo? ¡Y ustedes dicen ser intelectuales!
03:24 am

 



La lengua suelta no. 44

¿Por dónde pasa el meridiano cultural de América?

Una excursión a los indios Cubierta de Bagazo

Fermin Gabor

     Esa breve agitación de las aguas que fueron los intercambios de mensajes electrónicos  (Campaña Carcamal, Protesta Electrónica o como quiera llamársele) concluyó irremisiblemente. Durante unas semanas, el Teatro Nacional de Guiñol puso en escena la  historia del guisante y la princesa. Montada ésta sobre los muchos colchones que le fueron dispuestos (muchos son sus colchones cuando se les compara con el piso que juega la mayoría), no más dio su tierna espalda contra el guisante sepultado unos pisos más abajo, la princesa soltó un grito. Vinieron de inmediato las doncellas a su cargo, detectaron el frijol y, haciéndose lenguas acerca de la milagrosa sensibilidad de la joven, retiraron el intruso grano.
 
     ¿Y después?, se preguntarán mis niños lectores. Pues, quitado el guisante, la princesa no ha hecho más que dormir a pierna suelta. Duerme desde entonces, duerme hasta competir con La Bella Durmiente del Bosque. Pero no todo es sueño en ese reino, ya que abunda en él la gente bien despierta. Gente insomne, uniformada, que ha encontrado motivo de desvelo en las protestas de la princesita (¿fue uno de ellos quien, por hacer la prueba, colocó el guisante?), gente asombrada aún del grito que pegara.

     ¿Acaso resulta poca cosa un grito de princesa? En contra de quien quiera creerlo así, mencionaré un par de evidencias. La primera, que alguien como Norberto Fuentes, biógrafo de machos poderosos (Hemingway, un comandante en jefe, varios dulces guerreros cubanos…), ande preocupado por la genealogía de dichas manifestaciones. Fuentes ha confesado al diario madrileño ABC que el provocador de tanta majadería electrónica fue Alfredo Guevara, quien apostaba por una “perestroika cubana”. (Tilda en su entrevista a Luis Pavón de “Torquemada de la revolución” y, ¿quién va a acordarse de que ese mismo Torquemada dio prólogo a uno de los libros de Fuentes? ¿Quién va a acordarse de que Norberto Fuentes tuvo aún más alto prologuista en Carlos Aldana? El autor de Condenados del Condado prepara en la actualidad una biografía de Arnold Chuáseneguer.)

No tengo tiempo para discutir esa hipótesis. Norberto Fuentes sabrá mucho de los militarotes con quienes se codeaba, pero muy poco acerca de escritores. (Claro que podría recurrir en este punto a lo autobiográfico, aunque ya sabemos lo que hizo con su turno de autobiografía.) Resaltaré tan sólo el hecho de que alguien como él, que comparte las manías profesionales de los vigilantes habaneros, se haya metido a genealogizar la protestica.

     Entonces no fue tan inocua ésta.

     Una segunda señal puede hallarse en los más recientes eventos celebrados en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. La que fuera mansión de la autora de Jardín ha prestado cobijo a la tribu Cubierta de Bagazo. Allí se han escuchado gritos de guerra, amenazas de victoria contra los Cubierta Brillante. Descontentos de poseer únicamente los más altos galardones del país, los Cubierta de Bagazo ambicionan premios extranjeros. No parecen satisfechos con las ediciones de sus libros (y éso que últimamente le dan brillito de uñas a las carátulas), y quieren publicar fuera, tener un editor con un acento extraño (las llamadas desde la Editorial Oriente no cuentan). Se saben, en resumen, fuera de la cumbancha. Tal como dejó claro Laidi Fernández de Juan, multipremiada Cubierta de Bagazo, al referirse al “agitado mar de la mercadotecnia”, que ella sólo conoce “desde la perspectiva de la víctima que suele quedarse varada en la orilla”.
 
     Allí estaban, sin embargo, los encargados de utilizar frustraciones como las de Laidi. El cacicaje en pleno (sólo faltó el Ministro): un Iroel Sánchez que lidera el Instituto Cubano del Libro, un Daniel García a cargo de la editorial Letras Cubanas, un Jorge Fornet eminencia del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, un Edel Morales que controla el Centro Cultural Dulce María Loynaz, un Rogelio Riverón reseñista de libros en Granma

Y, aunque algunos de ellos escriben, la magua de las editoriales yumas no va a tocarlos ni de refilón. De manera que su planto no  ha sido por platurria que no llega a sus manos. Lo que les duele es cada autor convertido en Cubierta Brillante. Lamentan cada alma imposible de gobernar, cada objeto de censura que se les escapa, cada versión incontrolable puesta a rodar en el extranjero.

Y para garantizar que no mengüe el número de secuestrados, se apuran a meter miedo a la gente de la tribu. Los asustan con todo aquello que tropezarán apenas salgan del mecenazgo ñángara. Describen un mundo todo codicia, donde Carmen Balcells no tiene amigos, y Gabriel García Márquez es solamente un objeto de ingresos para ella. (El dato fue aportado por Jorge Fornet, quien también se inventó intromisiones de la agente barcelonesa en el trabajo de Wendy Guerra. La Jiribilla publicó el chisme, y luego publicó el desmentido hecho por la novelista.)

     Los jefes amenazan con un mundo donde es obligatorio encontrar sinónimos a cualquier cosa que intente expresarse. Brigadas de Acción Rápida, camellos, permiso de salida, CDR, picadillo de res extendida, trabajo voluntario, CUC, UMAP, ¿quién ha dicho que la vida cubínski es traducible? Es por ello que el director de la mayor editorial habanera, Daniel García, se ha puesto a revisar lo publicado por un Jorge Luis Arzola que abandonara el país.
 
     En una vida anterior, Arzola hubo de recibir un premio habanero importantísimo, Siruela publica ahora nuevo libro suyo e, inconsolable por esa alma exiliada, el compañero García se dedica a comparar un volumen con otro.

     ¡Ya nunca más podrá editarlo!
 
     ¡Tendría que estar muerto Arzola para volver a mangonearle los derechos!

     Compara García ambos volúmenes, el habanero y el madrileño, y en la comparación pierde el segundo. Porque, amén de politizar lo que escribe, Jorge Luis Arzola ha tenido que recurrir a extrañas denominaciones para hacerse entender. Habla, lejos de Atenas, en puro bárbaro. Valgan, si no, los ejemplos que García desgrana: “pasta de tomate” por “puré de tomate”, “club literario” por “taller literario”, “trémula de coraje” por “temblona de coraje” (¿y qué hacer con “el alma trémula y sola” de aquel poema musicalizado que tronaba Annia Linares hace unas décadas?). Arzola alude a un “campo de tomate” que, según su despechado antiguo editor, tendría que convertirse en “tomatal”. Menciona “copas gratis” en lugar de “tragos gratis”, “vaso de café” en vez de “traguito de café” (¿no es más exacto “buchito de café”?).

     Y tales precisiones recuerdan a las que, en medio del embrollo electrónico, un segundón del Instituto Cubano del Libro dirigió al escritor avileño Francis Sánchez. (Allí se trataba de retribuciones económicas, aquí de desajuste de vocablos: el impulso de sacar trapos sucios es idéntico.) Recorre uno esas objeciones y no puede menos que sospechar de la capacidad profesional de quien las hace. Olvida Daniel García  que un escritor no escribe en la lengua de país alguno, sino en la suya propia, personal, y que realiza esa cuasi traducción donde quiera que se encuentre: ciudad natal o exilio.

     Más pertinente, entonces, que determinar en qué punto geográfico cubano cabe un campo de tomate que no sea tomatal, resulta averiguar cuán bien encaja dicho campo en el mundo inventado para una novela. (Hay que ver, apartados sus regaños siboneyistas, el dialecto que Daniel García se gasta: “El mercado, en su concepción neoliberal, adquiere una significación política, en la medida que ejecuta, con absoluta eficacia, los dictados de una institucionalidad que en él se expresa. Por tanto, en su actividad concreta, el mercado no es una entidad monolítica, aunque sí orgánica, y despliega diferentes  estrategias que convergen en  objetivos establecidos. Por otra parte, la relación que los diferentes sujetos establecen con ese mercado es de carácter dialéctico”.)

     Pero, se me dirá, ¿qué tiene que ver todo esto con la así llamada Protesta Electrónica? Allá vamos. Porque lo que se ventiló en el Centro Cultural Dulce Maríaz Loynaz (en la mesa Escritores y mercado editorial en Iberoamérica y, más tarde, en la mesa La memoria, ese campo de batalla) fue un asunto de hegemonías. Laidi Fernández de Juan preguntó (y el niño Fornet retomó la interrogante) por dónde pasa hoy el meridiano cultural de América. Y la cuestión no podía ser más crucial: ¿por dónde pasa el cable de la antena? No hay casualidad ninguna en que haya sido la propísima hija de Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas, quien la soltara. Ni casualidad hubo en que Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas e hijo de Ambrosio Fornet, le hiciera eco.

     Desde El Vedado parte una expedición geográfica, y retorna con cicatrices, puntas de lanzas encarnadas, y este convencimiento: el meridiano cultural de América pasa en la actualidad por Madrid y Barcelona, no por La Habana. Del tiro, Iroel Sánchez se pone a recordar a Borges. A Jorge Luis, no a Lino.

     El presidente del Instituto Cubano del Libro participaba en unas jornadas organizadas por la Asociación Alfonso Sastre bajo el título Buenos días, Utopía. De la postmodernidad a la neohistoria, y allí se refirió al poder concentrado alguna vez en Casa de las Américas: “Su poder de convocatoria logra en la década de los años  sesenta una verdadera hegemonía cultural”. (¿No reparan, quienes escriben para él, en lo redundante de una frase como “década de los años sesenta”? Ah, si no estuvieran distinguiendo entre “tragos gratis” y “copas gratis”…)

     Tan grande fue el poder de Casa de las Américas, que consiguió que los lectores no se enteraran de la existencia de ese autor que Iroel Sánchez cita ahora tan complacidamente. (Hubo prohibición sobre The Beatles y existe hoy en La Habana un parque para ellos. ¡Dios quiera que los ñángaricensores no levanten una estatua a Jorge Luis Borges!) Tampoco el argentino parecía conforme con España como centro, e Iroel Sánchez recordó al Borges que dijera: “Madrid no nos entiende”. ¡Tanto caudal americano corriendo hacia Barcelona y Madrid, sin poder represarse en La Vana! ¡Tanto taxista de largo hacia otras direcciones! ¡Ah, tiempos en que Yeyé Santamaría le cantaba las cuarenta a Julio Cortázar, y Julio se cagaba en sus pantalones de Papaíto Piernaslargas!
 
     Ya ni siquiera era posible gobernar la cultura del país con mano firme. Fíjense, si no, en el ejemplo de la Feria del Libro de Bogotá venidera. Seleccionan a 39 autores latinoamericanos menores de 39 años, invitan a Wendy Guerra, Ronaldo Menéndez, Ena Lucía Portela y Karla Suárez, y todo hace sospechar a Jorge Fornet que la elección se debe a los títulos de esos cuatro autores publicados en Hispania. No discute Fornetico la calidad de los seleccionados (un Fornet no repara en calidades), pero sí que le parecen discutibles los presupuestos de dicha selección. Le intranquiliza que la delegación cubana vaya a cocinarse fuera del Ministerio de Cultura, del Instituto del Libro, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la Asociación Hermanos Saíz, de los Comité de Defensa de la Revolución, del Ministerio del Interior

     A los jefes reunidos en el Centro Cultural Dulce María Loynaz les subleva la versión del país que pueden ir regando por ahí unos tránsfugas. ¡Los Cubierta Brillante pintan a la Patria del peor modo! No aluden a las escuelas para niños sordomudos, ni a los miles de consultorios del médico de la familia construidos a lo largo del país. Nada quieren saber de la dedicación de un grupo de dirigentes que, luego de cincuenta años de trabajo incansable, todavía procura garantizar que cada niño cubano rompa su ayuno con un vasito de leche. No reparan en el heroísmo de un pueblo que ha resistido (y resiste) las presiones del Imperio más poderoso del planeta. ¡Los Cubierta Brillante centrohabanizan la imagen del país!

     A los jefes reunidos en el Centro Cultural Dulce María Loynaz les preocupa el reflejo de Centro Habana en unas páginas, pero Centro Habana, lo que es Centro Habana, les tiene sin cuidado. Culpan a Pedro Juan Gutiérrez de toda la miseria que reflota por los alrededores del Malecón (¡como si Pedro Juan Gutiérrez no tuviera bastante con ser culpable de sus páginas!). Repiten, sin saberlo, la visita de unos oficiales nazi al estudio de Picasso: vieron los oficiales en un cuadro el desastre de Guernica, preguntaron al pintor por qué había hecho aquéllo, y éste tuvo que recordarles que había sido el ejército al que ellos pertenecían quien lo hiciera.
 
     De manera parecida, los ñángaricensores reprochan a cierta narrativa un cúmulo de injusticias junto a la que ellos pasan diariamente, sin sobresalto alguno, en sus carros. Y ya que hablo de máquinas: esa gente contaba hace unas décadas con una maquinaria propagandística bien aceitada, continental, omnipresente. Pero la tal pirámide de hierros corre ahora igual suerte que los centrales azucareros del país: desguazados en su mayoría, los que aún funcionan garantizan cotas cada vez más crecientes de improductividad. De manera que, perdido el control sobre los escritores latinoamericanos y sobre aquellos escritores cubanos que se exilian, los ñángaricensores temen perder también el control sobre quienes, viviendo allí, publican lejos.
 
     Habrá tenido entonces que alarmarles esa unidad entre escritores y artistas que apareció en tanto circulaban los mensajes electrónicos. Y, para sofocar esa unidad, ¡campaña divisionista! A la ya clásica entre quienes viven dentro y quienes viven fuera, agregar la división entre quienes publican dentro y los que alcanzan lontanas ediciones. Incentivar el odio Cubierta de Bagazo contra los Cubierta Brillante. Sacar la pelota del terreno: que la atención que amenazaba con centrarse en lo interno vaya lejos. Rebajar la discusión a chismorreos en torno a premios, honorarios, agentes y editores. Lograr que la investigación literaria (Jorge Fornet sobre Wendy Guerra) no difiera de las llevadas a cabo en Villa Marista: teorías del complot. Y que, para hablar de un libro publicado en el extranjero, se comience por deslizar una sospecha acerca de su editorial. (En la mesa reunida bajo el tema La memoria, ese campo de batalla, el historiador Félix Julio Alfonso López confesó su inquietud ante el hecho de que, al año siguiente de premiar a Rafael Rojas, Anagrama otorgara ese mismo galardón a un volumen titulado La ceremonia del porno. Puesto a sospechar, el tal historiador perpetraba la siguiente ecuación: análisis del porno igual a porno, premio de un año igual a premio de otro año, luego lo escrito por Rafael Rojas resultaba ser pornografía. La tumba sin sosiego, ¡necrofilia! ¡Ay, qué trasiego de carne apagada!)

     Reducido a estos términos el intercambio intelectual, quienes presiden asambleas pueden sentirse a gusto, porque siempre darán pie. Así Daniel García se permite una conferencia magistral sobre la elección de vocablos, Edel Morales (a quien agradezco la mención de mi seudónimo) machaca a propósito de la memoria histórica, e Iroel Sánchez cita a Borges (Lino no, Jorge Luis).
En la marcha de las editoriales españolas han encontrado un entretenimiento que les deja olvidar los tropiezos de la gestión propia. Y, para no perder un ápice de combatividad, realizan periódicamente simulacros de desembarco en Alfaguara.

     ¡Qué decir, por último, de los Cubierta de Bagazo! A juzgar por los planteamientos de la compañerita Laidi Fernández de Juan, la meta de los jefes ha sido alcanzada a plenitud. Pues, al considerar la suerte de una antología que incluyó un cuento suyo, cuentos de muchos más, y uno de Zoé Valdés, se le salió a Fernández de Juan la mala voluntad contra quien escribiera La nada cotidiana. “A su nombre y a su apellido le corresponderían aparecer al final, creía yo, si se hubiera tomado el criterio de observar el acostumbrado orden alfabético”, sugirió Laidi. Y acto seguido: “Las letras Z y V, si no ha cambiado demasiado el mundo desde la última vez que le eché un vistazo, se ubican al final de nuestro alfabeto”.

     La tirria contra una Cubierta Brillante la inclinó a confundir antología con enciclopedia, le brindó una torcida explicación para tal precedencia. Según Laidi Fernández de Juan, Zoé Valdés “aparecía en la primera página de las ediciones española y alemana, debido al hecho poco importante de ser la menos joven de todos”. Cualquier cosa antes que reconocer que Zoé Valdés encabezaba esa lista por el hecho muy importante de ser la más conocida (si no la única conocida) entre todos los antologados.
 
     Queridos amiguitos, ¡imagínense cómo estuvo la cosa en las dos citadas mesas, que la intervención de Senel Paz, beneficiario a pulmón pleno del mercado foráneo, sonó como si el que spracheara fuera Zaratustra!

     Eh, ¿y el ministro Prieto?, se preguntarán ustedes.

     A todas estas, mientras se discutía en el Centro Cultural Dulce María Loynaz acerca de las miserias del mercado editorial español, Abel Prieto estaba muy ocupado en la búsqueda de un editor (Barcelona o Madrid) para su nuevo libro. Pues no resulta cosa mala publicar a lo lejos. Lo malo estriba en no poder controlar quiénes y qué publican.


 
     Solitario en su despacho, cuando nadie viene a interrumpir y los teléfonos quedan en silencio, Iroel Sánchez navega en su computadora. Entra a un mundo distinto. En ese mundo, habita un despacho mucho más hermoso, mucho más amplio. Su mesa está llena de originales de grandísimos nombres. Levanta un teléfono, pregunta si la rosa blanca fue despachada hacia La Habana, y una dulcísima voz de secretaria le contesta: “Desde muy temprano, Doña Carmen”.

Es Second Life, no os asombréis de nada. Iroel Sánchez deviene allí Carmen Balcells.



La lengua suelta no. 43

Cuza Malé busca a Fantito

Hacia una Crítica y una Viudez más plena

Fermin Gabor

(Necesaria aclaración)

     En su blog El abicú liberal, Jorge Pomar acoge un texto firmado por Fermín Gabor, y uno de esos comentaristas anónimos que pululan en lo que ha dado en llamarse “blogosfera cubana” (parece nombre de mariposa descubierta por Poey), se permite levantar la sospecha de que tal texto fue publicado y retirado luego de La Habana Elegante. Aventura ese anónimo que se trata de un caso de censura: la lengua se soltó para luego morderse ella misma.
     Contrario a tanta novelería, no hubo censura en ello. El texto que Pomar publica (y elogia) nunca mereció juntarse con los que aquí aparecen. Circuló hace meses como mensaje electrónico, salió de una dirección electrónica a nombre de Fermín Gabor, y nunca (ni en la más arrasadora borrachera, ni en recóndita depresión) resultó escrito por Menda.
     Pero, en vista de que el número de parásitos crecerá en lo adelante (tan fácil es medrar bajo seudónimo ajeno), dejo escrita esta advertencia: il vero Fermín Gabor, el mero, the real one, éste que les escribe, sólo podrá ser entendido en puridad cuando lo suyo aparezca en La Habana Elegante.

Aquí y sólo aquí.

Planto, además, esta maldición: ¡que sean tratados como perros y farsantes todos los que se presenten en mi nombre!

¡Que el Señor, Altísimo Seudónimo, confunda sus caminos!

¡Y que suelten espuma por la boca!

F.G.

Budapest, 26 de julio de 2007


     Y ahora ocupémonos de lo anunciado: de las persecusiones de Cuza Malé hacia una crítica y viudez más plena

     La Aurora, con sus rosáceos dedos, no había apartado aún la oscuridad de la Protesta Electrónica, Campaña Carcamal o como quiera llamársele, cuando la tribu de los Cubierta de Bagazo se puso en camino, decidida a arrasar con el enemigo, los Cubierta Brillante. ¡Le harían pagar todas las afrentas recibidas! ¡Cada viaje a Extranjilandia, cada premio recibido! ¡La insolencia que les prestaba ganar dracmas y piastras! ¡Exhibirían sobre picas sus cabezas reflejadas en solapas! ¡Les sacarían sus tripas de papel tan blanco!

¡Cumbazumbazambarranga!

¡Ranlamsangagomborongue!

     …Yo había prometido contar toda esta épica, trazar sobre un plano de campaña el avance incontenible de los Cubierta de Bagazo, su saña tremenda contra el enemigo. Pero he aquí que los rosáceos dedos de la Aurora me dejan ver pelea no menos encarnizada, donde Belkis Cuza Malé forcejea contra Pablo de Cuba Soria, y mi interés se escapa hacia fajatiña tal, a propósito de Heberto Padilla, de quien el segundo de estos agonistas se considera lector exigentísimo, y la primera, viuda. 
     Alguna que otra vez Pablo de Cuba habrá deseado llamarse Armando López o Yudilbelkis Alfonso, pues su nombre se brinda a los más pedestres jugueteos. Nada más iniciar su ataque (http://belkiscuzamale.blogspot.com/2007/07/leopoldo-avila-en-miami-belkis-cuza-mal.html), Belkis Cuza Malé ha declarado rimbombante tal nombre, y avisa de que “lo marca ya con mediocre oportunismo”. (A propósito de esta acusación, he revisado buena parte de la crítica dedicada a Imperio Argentina, sin encontrar en ella reparos nominalistas.)
     Muchas veces habrá deseado Belkis Cuza Malé ser la viuda de Heberto Padilla. Para ahorrarle tal honor, se cruzó en su camino una sentencia de divorcio (resulta arduo ponderar todo lo que hubiéramos tenido que aguantarle en caso contrario) y, gracias a esa separación legalizada, no alcanza ella a constituirse en Viuda Némesis. No clasifica para Torturadora Póstuma, Paralizadora de Ediciones Fiables e Impulsora de Ediciones Reprochables. Un detallito legal le impide codearse con brujas del calibre de María Kodama. Y, dado que sus poemas son poco memorables y resultan risibles sus revelaciones histéricas (¡Elvis vive y es Rey!), es una lástima que no goce del título de viuda literaria.
     En su artículo publicado el domingo 8 de julio en El Nuevo Herald, Pablo de Cuba Soria afirma que Heberto Padilla es un poeta fuerte dentro del canon cubano gracias a razones políticas, no poéticas. Le reconoce malos títulos y malos poemas, así como unas pocas piezas admirables: Infancia de William Blake y Dones. Concede a Padilla contención de escritura (“un logrado antibarroquismo”, admite), un imaginario vasto, y el desasosiego necesario para haber cumplido de manera más grande. Lo acusa de permitir que su vida precediera a su destino literario. Según él, Padilla se metió en política y no pudo recobrar el aliento de sus primeros poemas. (Pablo de Cuba Soria insinúa que esa pérdida es la paga justa por creerse alternativa a José Lezama Lima. Pero la propuesta de un sistema de premios y castigos que juzgue la insolencia escrituraria no merece, según creo, detenimiento alguno.)
     Menos que determinar cuánta razón existe en las afirmaciones anteriores, llamaré la atención sobre la hipótesis que propugnan: toca al poeta escribir poemas y dejarse de otras actividades (políticas, en especial). Tal creencia, exacta o no en el caso analizado, resulta empobrecedora cuando es dictada como prescripción general. Y puede ser desmentida por, al menos, un puñado de nombres zangandongos.
     Por su parte, lejos de defender los poemas y títulos criticados, lejos de oponer a su contrincante un fuerte Padilla poético, Belkis Cuza Malé, viuda o no, vidente o no, poeta o no, arremete contra Pablo de Cuba Soria con toda la chusmería que acostumbra, con lo barriobajero de que ha hecho gala en anteriores ocasiones. Y, en lugar de defender al muerto con las buenas piezas que éste dejara, centra su ataque en la personalidad del oponente, a quien le adivina aviesas razones.
Practicante de la numerología como seguramente habrá de ser, estudia el nombre de Pablo de Cuba Soria, lo halla dudoso, y decide bautizarlo con este otro: Leopoldo Ávila. Iguala con ello juicio crítico a censura política, iguala un articulista suelto a un comisario apoyado por todo un ejército, e iguala El Nuevo Herald (donde ella colabora y donde se negaron a publicarle esta andanada) a la revista Verde Olivo.

     ¡Leopoldo Ávila está tan vivo como Elvis Presley! 

     Con la ventaja de quien marcó antes en la cola, Belkis Cuza Malé hace ver a sus lectores que el articulista de rimbombante nombre acaba de arribar a Miami. Se trata de uno de los “cachorros del castrismo”. La mayoría de éstos posee un curriculum amplio, ha estudiado en universidades, ha viajado al extranjero, escribe ensayos y habla lenguas, pertenece a “una generación crecida al amparo del Ministerio de Cultura de Abel Prieto”. Creen esos cachorros que se las saben todas, “se dedican a interpretar a Cuba como si se tratase de desmontar una obra literaria, y para esto, hacen acopio de un lenguaje enrevesado, de críticos ganados por cierta sofisticación europea”. No hay quien descifre lo que escriben, asegura Cuza Malé. Ni ella, que es vidente, consigue ver en claro ahí.
Equivocados por la juventud que poseen, andan también equivocados por su tardía incorporación al exilio. “Un exilio que ha ido acogiendo a todos por igual”, escribe ella ridículamente (como si exiliarse fuera entrar a una mansión acogedora, no salir a un cabrón descampado). Belkis Cuza Malé se ocupa de recalcar que Pablo de Cuba Soria salió de ídem en el año 2004, y pasa enseguida a lo que mejor sabe hacer ella, que no es escribir poemas, ni hacer su revista, ni decir la buenaventura, sino acusar a todo el que la moleste de trabajar para los servicios secretos cubanos.
     A estas alturas, no debería sorprendernos que reduzca una discusión literaria a acusaciones de esta clase. Tampoco ha de asombrarnos que termine su artículo aludiendo a la madre de Pablo de Cuba Soria. La refinada mentalidad de Belkis Cuza Malé nos hará disculparle todos sus reproches anti-intelectuales, la suspicacia con la que habla de universidades o ensayismo o lenguas que manejan otros.
     Casualmente, Heberto Padilla era políglota. También él estuvo (más aún que los jóvenes cachorros de los que Cuza Malé habla) al amparo de altos despachos habaneros. E hizo contra José Lezama Lima más o menos lo mismo que Pablo de Cuba Soria acaba de hacerle. (Lo recordó después en sus memorias: “Dije a Cabrera Infante que quería dinamitar el bastión barroco de la casa de Trocadero donde jadeaba Lezama Lima. Mis desavenencias estéticas se hicieron tan extremas que escribí un artículo contra el poeta titulado La poesía en su lugar con algunas prudentes alteraciones de Pablo Armando Fernández. Se publicó en Lunes de Revolución y todos los cambios de tipografía que ostenta respondieron a los cortes que Pablo hizo en honor de la literatura, en un esfuerzo por quitar resentimiento a mi enfoque".)
     Existen, sin embargo, diferencias entre un ataque y otro: Lezama aún vivía, y una crítica como la de Padilla pudo traerle muy graves complicaciones. Pues Lunes de Revolución tenía muy distintos fueros a los de El Nuevo Herald. (En Encuentros con Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante habló de la “ordalía” que Padilla y la gente de Lunes de Revolución hicieron sufrir a Lezama.)
     Ahora, con la intención de otorgarle a las críticas de Pablo de Cuba Soria la misma peligrosidad que poseyeron las que hiciera Padilla de Lezama, Belkis Cuza Malé quiere convencernos de que ese crítico cachorro es chivatón, agente seguroso, quintacolumnista a sueldo de palacios habaneros… Acusa Malé a Pablo de Cuba Soria de lo mismo que fueron acusados, a su vez, Padilla y ella: de salir tardíamente del horror cubinski, de gozar en Castrilandia de mercedes llegadas desde arriba, de soplonería posible. Y si, como ha conjeturado ella, el exilio ha ido acogiendo a todos por igual, ahora es su oportunidad para descargar sobre recién llegados (o sobre quienes residen en Cuba, como pudo verse en sus acusaciones contra Reina María Rodríguez) todas las injurias que ella y Heberto Padilla debieron de soportar. ¡Llegó el momento de cobrarse las antiguas novatadas! Cristo, el Cristo con el que Cuza Malé se llena la boca en sus escritos y en sus oraciones, renace como crucificador.
Llama la atención que, a pesar de sus mentadas de madre y de sus acusaciones sin fundamento, consiga ella la solidaridad plena de otros escritores, a quienes parece venirle bien que cualquier argumentum ad hominem suplante a la polémica literaria. (Otra curiosa perversión puede notarse entre quienes sospechan de la puntualidad de una simple crítica. Resulta asombroso a éstos que, no cumpliéndose aniversario ni habiendo aparecido libro suyo, alguien pueda ocuparse de Heberto Padilla. Reducen la vida de un poeta muerto a las reediciones de sus libros y de sus fechas.)

En ese exilio suyo generoso en desquites, Belkis Cuza Malé aguarda a que alguien mencione a Heberto Padilla. Porque, llegado momento tan oportuno, ella se calza las chancletas, vocea alto para que todos la oigan, y sale a discutir a su macho.


Es su única oportunidad de ser alguien.

O, acaso, de volver a serlo.



La lengua suelta no. 42

El misterioso caso de la reseña rusa
Donde Fermín GaVor ejecuta la envidia y la venganza

Fermin Gabor

      En su blog, bautizado con escasa imaginación y tan inexactamente que luego se vio obligado a reajustar el nombre (pero, ¿quién puede estar seguro del futuro inmediato cubinski?), Ernesto Hernández Busto ha colgado la traducción que hiciera de una reseña rusa de Livadia, penúltima novela de José Manuel Prieto. Encomiable esfuerzo, dadas las temibles muestras de afectuosidad despertadas por la más reciente novela de éste. (Juzgue el lector si no: algunas de ellas pueden encontrarse vía www.ultimosdiasfidel.blogspot.com)
     Era ambigua ya la sensación que conseguía Rex en el propio Hernández Busto, cuando anotaba éste el pasado 12 de mayo: “la última novela de José Manuel Prieto, por la que he conseguido avanzar, al principio como entre la niebla, en la mitad con estusiasmo, y al final con mueca de disgusto. Una buena novela, aunque la mejor de su trilogía ruso-cubana sigue siendo Livadia”. Y se hacía difícil descubrir la causa de tal mueca de lector y, en consecuencia, deducir si resultaba creíble calificar a la novela de buena pieza.
     Pero no es acerca del crítico Hernández Busto de quien  pretendo ocuparme, sino de otros de sus avatares. Colgada la reseña rusa, el asunto terminó por ser carnaza (no demasiado sustanciosa) para quienes merodean por el ciberespacio sin otra cosa que hacer. Salió a relucir mi medio hungárico nombre, y empezaron las alusiones a lo escrito por mí. La mayoría de los comentarios provenían de seres sin nombre, y no objetaré yo (que cultivo un seudónimo) la facilidad de hablar sin ser reconocido. Varios comentaristas hicieron notar mi envidia, algunos intentaron asociarme al ensayista y poeta Antonio José Ponte y, en medio del anonimato general, surgieron tres entes perfectamente reconocibles: Jorge L. Camacho, Francisco Morán y Ernesto.
     De la envidia no me defenderé. Puede entenderse que envidio a José Manuel Prieto del mismo modo que envidio a Senel Paz, a Antón Arrufat y a Rufo Caballero (por sólo hablar de escritores en cuyos textos me habré detenido). Tampoco voy a defenderme de la acusación de ser Ponte. Hago ver, no obstante, que en ninguna página de este autor he encontrado el humor que persigo con mayor o menor suerte. Y, hasta donde sé, Ponte se ha caracterizado por decir lo que piensa sin necesidad de seudónimos. No coincidimos pues: yo lo supero en humor, él me supera en franqueza.
     Respecto a esos tres comentaristas reconocibles, agradezco a Morán y a Camacho sus líneas, aunque discrepo del segundo: la antología entresacada de las páginas de Rex (juro que es una breve selección) deja chico al ejemplo cortazariano que él menciona. Porque un chino puede hablar como un porteño en determinada página, pero toda una novela no tiene por qué estar hilvanada en cantonés. O más exactamente: en esa prosa de traductor automático con la que ha escrito Prieto el cierre de su trilogía.
     El tercer comentarista, ese Ernesto al cual presumo apellidado Hernández Busto, se permite chiquearme el apellido paterno, y me manda a entendérmelas con Proust y Gógol. Y, no sé si ando errado (quien se vale de seudónimo suele entender en clave al mundo), pero apunto aquí mi sospecha de que es el propio Hernández Busto quien opina en muchos de los comentarios anónimos que adornan su blog. Al menos así me permite deducirlo la insistencia en aludir a Antonio José Ponte sin que la ocasión lo propicie en lo más mínimo.
     Se sabe que Fermín Gabor es un nombre usado del mismo modo que se usa una máscara. Tacharlo de envidioso o de pedante logra, entonces, poco. ¿Acaso no es demasiado delgada una máscara como para sentir envidia? (Hay máscaras de risa o llanto, de susto o de melancolía, de vejez o juveniles, pero ninguna conocida por mí da expresión a la envidia.) Las cosas cambian, empero, desde que se denuncia un rostro tras la máscara, desde que varios anónimos que bien podrían ser Hernández Busto denuncian a Antonio José Ponte.
     El 10 de junio pasado, tres días antes de que aquél colgara la reseña rusa, aparecían anónimas referencias a Ponte entre los comentarios de ese blog. Eran también menciones caprichosas y, al menos en tiburonística, es técnica muy socorrida la de soltar carne y sangre para ver qué tal danzan los tiburones. (No es preciso siquiera incluir el nombre elegido en alguna entrada de blog, basta con dejarlo caer desde el anonimato en la cola de comentaristas, hasta lograr que el molote prorrumpa en chusmerías.)
     ¿Recurre a tales artes Hernández Busto? No podría afirmarlo. Pero en este punto voy a recordar un par de episodios que lo relacionan conflictivamente con el denostado Ponte. En el primero de los episodios, él publica en Madrid su libro Inventario de saldos (vaya título bodeguero), y Ponte hace circular desde La Habana un mensaje electrónico donde anuncia que ese libro tergiversa trabajos suyos, le empeora la expresión cuando lo cita, y le adjudica juicios contrarios a los que sostuviera.
Incapaz de rechazar tales acusaciones, Hernández Busto aprovecha una entrevista publicada en Encuentro en la Red para ofrecer excusas. Achaca todo a prisa de escritura, se culpa de atolondramiento. No ha existido mala intención de su parte, pero (y he aquí el segundo episodio) en un texto que publicara diez años antes en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, él mismo se encargaba de plagiar un ensayo sobre Julián del Casal escrito por Ponte.
     (El autor de Inventario de saldos ha llegado al extremo de robarse a sí mismo. Deseoso de publicar libro en España, agarró un volumen suyo aparecido en México, le cosió el virgo, y lo hizo pasar por inédito ante el jurado del III Premio Casa de América de Ensayo, que lo premió sin sospechar violadas las bases del concurso. Nada más ha publicado, fuera de ese libro clonado y del que ostenta título bodegueril. Aunque amenaza con una biografía de José Lezama Lima que, a juzgar por los fragmentos publicados, pone en boca de ciertas figuras lo que éstas dejaron por escrito, con lo cual logra diálogos más almidonados que los de Sir Walter Scott.)
     No hay por qué asombrarse entonces de que una novela extrañamente admirada (entusiasmo constreñido entre una neblina desorientadora y una mueca de profundo disgusto) le sirva ahora, junto a  mis observaciones acerca de ella, para cargar otra vez sobre Ponte. Aunque quizás me equivoque al suponerlo entrando en su blog bajo figura de comentarista anónimo… En cualquier caso, puesto que un comentario firmado por él me endilgaba tareas escolares, quiero reciprocarle con las siguientes recomendaciones: “Ernestico, deja de traducir reseñas dedicadas a otros, y haz lo tuyo, mira que el año próximo vas a cumplir cuarenta. Que no te engañe el espejismo de un blog (el tuyo, con lo poco que escribes en él, es más bien un álbum de recortes), y trata, por favor, de que la desesperación curricular no te haga reincidir en latrocinios”.
     Pido, por último, perdón a mis lectores por ocuparme de tema sumamente personal (persona viene de máscara, según creo) y, a propósito de envidia, les prometo que en la próxima emisión nuestras cámaras y micrófonos se trasladarán a La Vana, capital de Vulgaria, donde la tribu de los Cubiertas de Bagazo va a enfrentarse con envidia arrasadora a la tribu de los Cubiertas Brillantes.

¡Ay, qué tremenda aventura nos espera!



La lengua suelta no. 41

SIC, SIC y SIC
Prieto (no el Ministro) saca nueva novela

Fermin Gabor

     Becario de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation, del Sistema Nacional de Creadores de México y del Center for Scholars and Writers de la Biblioteca Pública de New York, José Manuel Prieto (La Habana, 1962) es autor de una novela (Livadia) traducida a más de ocho lenguas, saludada elogiosamente en The New York Times, The New York Review of Books, Le Monde, Libération, The Times Literary Supplement, y elegida por el Frankfurter Allgemeine Zeitung como uno de los mejores libros de ficción publicados en Alemania en el año 2004. “Dentro y fuera de Cuba, José Manuel Prieto ya es considerado el talento más apasionante y original de su generación”, ha opinado el novelista Francisco Goldman, quien agrega: “Sus novelas combinan divertida erudición literaria y experiencia, de una nueva y deslumbrante forma”.
     La editorial barcelonesa Anagrama publica ahora Rex, la más reciente novela de Prieto, y me complace adelantar a mis lectores algunos fragmentos de ella. Pero antes dejo claro que las siguientes frases aparecen tan completas como en las páginas del libro. Sic, sic y sic:

“Un derroche de medios, un gasto al que pocos escritores, ciertamente.” (pg. 11)

“¿Quién no lo ha sentido así? Lo invito a escribirme, a que intente confundirme con la historia de cómo cerraron uno de sus comentarios preocupados, movidos por algunos de esos comentarios secos que pretendió hacer pasar por literatura. Alguien en toda la tierra lectora, jamás.” (pg. 13)

“Palabras que quieren decir o admiten esta lectura: que al inclinarme yo para levantarlo mantuve mi rostro abajo y mis intenciones a cubierto, consciente de que tan sólo una persona en tu casa, alguien a quien seguirle hablando, cuya compañía me agradaba.” (pg. 14)

“Sin que nada en aquel muro me hablara de algo que temía, que una casa así.” (pg. 16)

“La impresión que tenía siempre de tropezar con una pared de mal gusto, una superficie espejeante, al punto que no atinaba a entrar a veces, vacilaba porque pensaba que sin descorrer las puertas de cristal.” (pg. 19)

“Sin sospechar que pasaría horas en el centro de tu cuarto tratando de colectar los varios sentidos que el escritor puso en el libro, buscando la manera de salir de aquel lugar y del embrollo al que yo mismo, voluntariamente.” (pg. 22)

“Pero los haces de reclamo de un proyector que barrían el cielo sobre, pensé primero, un cine, aquella luz anunciando un filme y me detuve y vi entonces que el edificio de una disco, los sillares gigantescos de un castillo lindamente inflado, fuera de escala.” (pg. 35)

“Hacia atrás, hacia delante, haciendo paradas en estaciones marcadas sonoramente, su arribo, por la música al final del compás, el lugar preciso en el aire, en que mis hombros y mis caderas.” (pg. 36)

“Y me acerqué atónito, con sólo comenzar a sonar el grupo de la noche, y los observé actuar, petrificado. Sin sospecharlo siquiera, que algo así.” (pg. 36)

“Vi en todo lo ancho de la playa que no una verdad suya aquélla. Que quizá tan sólo y con ese único descargo el principio del comentario, con fines pedagógicos. Sólo así, y tan sólo así, importante.” (pg. 37)

“Eso bien y eso a veces encomiable.” (pg. 38)

“Más semejantes sobre la palma de la mano, que la inspección preliminar o mi cotejamiento mental me habían hecho ver, temiendo ahora, en el momento en que lo palpé en mi bolsillo, a la piedra anterior y la saqué, estar siendo espiado por conductos de fibra óptica: todo era posible en una casa así.” (pg. 55)

“Buscando, me dije, un lugar donde bajarme, el acantilado en el que había estado horas antes con su mujer, el sitio apartado en el que ajusticiarme, porque nunca debió su mujer, en un arranque de sinceridad y franqueza.” (pg. 69)

“Porque las páginas, más delgadas y habiendo sido arrancadas una a una, consumidas por las llamas sin dejar huella y únicamente el material más duro, ígnifugo, de las tapas, el becerro tratado, quemado o mordido tan sólo en los bordes.” (pg. 75)

“Al punto que les había creído, colegido que vivía en un Castillo y que mis manos pegadas firmemente a la ubre congratulándome por ello.” (pg. 78)

“Y esto: el alivio de que no fuera una mafiosa tu mamá. Imposible que mala una mujer tan dulce, con la que había hablado sobre tantas cosas las tardes en que él falsamente en Rotterdam.” (pg. 79)

“Que no entendiera tu madre que jordanos pacíficos en la mansión de al lado, celadores en la casona vacía al comienzo de la subida, la misma paz y decencia por toda la costa, de Algeciras a La Cala, respetabilidad y dinero.” (pg. 82)

“Caminó en torno, la midió a grandes zancadas con sus botas de piel de reno (en realidad, nada de botas de piel de reno, aunque también en Buriatia, en fin).” (pg. 85)

“Tan claro como el día que me meterían preso al momento, no importa que mi español.” (pg. 98)

“Porque el tema de un gran libro, porque sólo la vida de un Rey, colocado en su centro, aunque para eso hiciera falta construirlo, expresamente.” (pg. 115)

“Deteniéndose, lanzando miradas hacia los lados, como hacía su entrada en Versalles el Rey Sol. Sin traspasar sus paredes, posando sus ojos en la superficie de cristal de modo que algún cortesano en esa línea de mirada, el campesino con el requisitorio.” (pg. 120)

“Cayendo Vasily para mi infinito asombro: si yo, contra todas las expectativas y contra la burla de mis colegas, diamantes coloreados; este hombre, también un científico, quizá cierto lo que dice sobre la anulación de la gravedad.” (pg. 131)

“Comprobó la sustancia de que estaba hecha, el espesor de aquella lengua o cortina y entendió cabalmente qué aquello frente a él.” (pg. 204)

     Varias (si no todas) las frases anteriores podrán parecer un tanto ininteligibles. Para las que siguen, entresacadas del montón que merecería remedio, me he permitido sugerir correcciones, que incluyo a la derecha:

“la imponente vista por sobre el muro” (pg. 19): “la imponente vista sobre el muro”

“los días que me bañaría en ella” (pg. 20): “los días en que me bañaría en ella” 

“Nada que los señalara sin embargo, un rótulo que las explicara o las destacara con flechas” (pg. 21): “Nada que los señalara sin embargo, un rótulo que los explicara o los destacara  con flechas”

“no dio un paso de sus pies calzados con sandalias, a tomarlo en sus brazos” (pg. 27): “no dio un paso de sus pies calzados con sandalias para tomarlo en sus brazos”

“A veces, desde las ventanas del cuarto, sacaba la vista por la ventana y la veía” (pg. 30): “A veces, desde las ventanas del cuarto, la veía”

“Y ya me retiraba sin haber logrado nada, noticia alguna sobre la procedencia de su fortuna” (pg.39): “Y ya me retiraba sin haber logrado nada, ninguna noticia sobre la procedencia de su fortuna”
 
“Sin que atinara yo a dar un paso, o mejor, regresar al suelo” (pg. 43): “Sin que atinara yo a a dar un paso, o mejor, a regresar al suelo”

“al extremo que había buscado” (pg. 48): “al extremo de que había buscado”

“¿Has encontrado nunca, Petia, un diamante azul?” (pg. 55): “¿Has encontrado alguna vez, Petia, un diamante azul?”

“Si tenía una casa, un trabajo, mi pupilo esperándome” (pg. 57): “Si tenía una casa, un trabajo, a mi pupilo esperándome”

“fingió falsamente” (pg. 58): “fingió”

“un joyero puede ser las veces que tú quieras vulgar” (pg. 91): “un joyero puede ser todo lo vulgar que quieras”

“la tarde que regresé de la playa” (pg. 130): “la tarde en que regresé de la playa”

“¿Todo eso siendo cierto todavía?” (pg. 223): “¿Todo eso es cierto todavía?”

     Científico de formación, José Manuel Prieto ha enriquecido las páginas de su novela con aventurados símiles. A continuación, algunos:

“Lo mismo que un líquido que se polariza, se reordenan sus cristales y cambia de mano.” (pg. 15)

“Orbitando en torno a mí, tu papá, lo mismo que un sistema binario, dos estrellas de diferente brillo o intensidad. Funcionando detrás de cada ojo, en diagonal, al sesgo, los hemisferios de hombres distintos, moviéndose en ángulo hacia mí, a adormecer mi cautela con el ojo que en ese momento le encomendaba mirar afuera, el derecho, el bueno. De un azul mejorado ese ojo, su lado científico, por así decirlo. Insondable bondad en su iris, capaz de desarmar a cualquier observador, a alguien que no viera cómo acto seguido bajaba el hombro y su cabeza transversalmente a quemarte con el parpadeo terrible de su ojo izquierdo, recibiendo órdenes y contrayéndose a las órdenes de su hemisferio malo, aquel ojo” (pg. 38)

“Todo lo que mis labios habían hecho audible desde el primer día. Sin incongruencia alguna entre mi núcleo de bondad y la fenomenización o proyección externa de ese núcleo.” (pg. 39)

“Habiéndose alejado el hacedor de aquella cara, a las veinte semanas de gestación, a estudiar dónde colocar en aquel rostro la breve elevación de los pómulos, el marco almendrado de su ojos. Rotado un segundo de arco hacia abajo, en la comisura interna, un segundo de arco hacia arriba, en la externa, como alas. Temiendo mirarla de frente, la peligrosa fascinación que en mi infancia ejercían sobre los arcos voltaicos. Y no podía evitar lanzar una mirada al punto blanco, la llamarada del acetileno volando hacia mí, el núcleo de la estrella creciendo esferoidalmente. En el centro de aquella esfera por el que pasaban volando pájaros, ángeles en bandadas.” (pgs. 49-50)

“como de velcro sus páginas y felpa tus ojos” (pg. 53)

“Maravillado por la flexible oblea que lo sostenía sin combarse bajo su peso, girando a gran velocidad como una peonza (apunta en este pasaje y de manera encantadora, el escritor) royendo con absoluta eficacia los engranajes de la gravedad.” (pg. 131)

“cedió por fin el último y más herrumbroso tabique que separaba la porción un poco más clara de su alma del reservorio insondable de aguas negras en su pecho, que terminaron por irrumpir y anegarlo todo. De modo que de sus ojos comenzó a brotar aquella mirada torva sobre la que entró deslizándose como un surfista, a poner en práctica su más negro y pérfido plan. El instante en que detuvieron mis orejas su plácido ondular al viento, se entiesaron mis pies, los oídos de mis pies, porque tengo oídos en mis piernas, en cada pantorrilla. Escuchando y obedeciendo al son de aquella música y dejándome llevar en la única dirección de aquel son diabólico, ante el que sin defensas, Petia, el más mínimo control. ¡Tanta perfidia!” (pg. 198)

     Erudito y sofisticado, Prieto escribe: “posada en la bañera circular o por su nombre japonés: jacuzzi” (pg. 182). Tal nombre viene, sin embargo, del inventor italoestadounidense Candido Jacuzzi (1903-1986), fundador en Berkeley (California) de “Jacuzzi Brothers”, y propietario de la  patente del baño que construyera a mediados de los años cincuenta para un hijo con artritis reumatoide. Asimismo, Prieto se equivoca al rectificar a Marcel Proust a propósito de princesas: “Dice, por ejemplo, el escritor en un momento del tomo III, la princesa Demidoff. Y es un error (aunque menor, ciertamente), justo del tipo que debíamos evitar: jamás ha existido ese nombre, nunca ha habido una casa rusa con esas dos efes al final que haría recelar a cualquier adulto ligeramente sagaz, un profesor ruso, que calándose sus gruesas gafas de pasta (la uña manchada de nicotina), a punto de salir para su clase en el instituto Mendeléiev (este apellido sí, en Moscú), saltaría indignado: no existe tal familia y jamás, en el caso de que hubiera habido, en el XIX, unos Demidoff, etcétera. El pie y el pretexto para una exhaustiva e inoportuna pesquisa heráldica.” (pg. 151)
     Pese a tantas objeciones, sospecho que alguien debió titularse Princesa Demidoff cuando el pintor John Singer Sargent acometió la tarea de pintarla y su retrato puede hallarse en el Toledo Museum of Art (Ohio). Sargent retrató a varias princesas de la familia, y Proust debió aludir con ese título a Mathilde Laetitia Bonaparte Demidoff (1820-1904), a su hija Helena Petrovna Demidoff (1853-1917) o a la hija de ésta, Aurore Paulovna Demidoff (1873-1904). (Quien desee continuar tan inoportuna  pesquisa heráldica puede visitar el sitio “www. jssgallery.org/Paintings/Princess_Demidoff.htm”. Allí encontrará las señas de  Alexandre Tissot Demidoff, dispuesto a responder acerca de la inexistencia de sus ancestros.)
     Sería provechoso que pifias como estas dos últimas se corrigieran al reeditarse la novela.  Para el caso de las frases ininteligibles o incorrectas que acumulan las 230 páginas de Rex tal vez hayan servido sus traductores: la novela ha aparecido también en Estados Unidos, Francia y Alemania.
     Traducir, además de traicionar, es reescribir.


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La lengua suelta