El código secreto de la islas tropicales: militancia y comunidad poética en Néstor Perlongher

Giselle Román-Medina, University of Pennsylvania

 

I

     El ámbito de lo tropical en la poesía del antropólogo y activista argentino Néstor Perlongher precede a su primera visita, en 1978, al trópico geográfico que representa Brasil y al trabajo antropológico que realiza en este país. Más aún, es anterior a su adscripción al neobarroco cubano plenamente manifestada ya en 1991 con el prólogo a la antología Caribe Transplatino, publicada en São Paulo. Pese a que su título no remite ni a Brasil ni al Caribe –espacios culturales producidos estereotípicamente como tropicales–, “Defensa de los homosexuales de Tenochtitlán y Tlatlexlolco” (1974) –el primer poema publicado por Perlongher– puede ubicarse como un ejemplo del interés por los tropos de la tropicalidad que caracteriza a este autor.(1) Éste se inicia en su poesía con una adopción literaria significativa: la figura de las islas tropicales, contrapuesta a “los salones de letras porteños, desconfiados por principio de toda tropicalidad” (Prosa plebeya 97).(2) Su función, antes que responder a un exotismo reduccionista, consiste en la proyección de una comunidad poética crítica de la institucionalidad literaria nacional (clasista, pero también heteronormativa y eurocentrista), así como de los discursos revolucionarios latinoamericanos que sostienen un ethos de la dureza y el sacrificio como estrategia de lucha contra la desigualdad social.
     “Defensa” se escribe cuando la utopía teleológica del comunismo y su encarnación en Cuba –una isla tropical– sufre una gran fractura entre sus partidarios tras la proscripción oficial de la homosexualidad por el gobierno revolucionario.(3) Las islas tropicales que proyecta se deslindan del programa político de la izquierda pro-Revolución Cubana y pueden entenderse como una comunidad poética, a través de la noción de “comunismo literario” de Jean Luc Nancy. Así como las islas tropicales de Perlongher son impulsadas por la falla del comunismo real en la isla, Nancy elabora su concepto de comunismo literario en La comunidad inoperante (1990), poco después de la caída del Muro de Berlín, como una reflexión motivada por el fracaso del experimento de sociedad soviético y por la experiencia del holocausto. Nancy sostiene que el comunismo es una condición esencial del ser humano que lo impulsa a la producción de comunidad. Partiendo sobre todo del post-estructuralismo derridiano, entiende la comunidad, praxis comunicativa o del lenguaje, como juego de diferencias en el que se difiere el sentido. La comunidad, entonces, es en la medida en que las singularidades o diferencias que la articulan –como el signo, unas en relación a las otras y no como individualidades acabadas en sí mismas–, no se subordinen a la definición de una trascendencia que terminaría por aniquilarla. Por ello, se trata de una comunidad “inoperante,” es decir, no completada.(4)
     Las islas tropicales responden oposicionalmente al comunismo encarnado a través de un juego poético densamente connotativo, posible por lo que llamo una autonomía residual. Por autonomía residual entiendo el exceso connotativo y roce de diferencias que actúa dentro de una escritura que opera en el marco de la militancia política, pero que la rebasa. Concibo este exceso a partir de un paradigma estético moderno –en términos adornianos, una profundización formal, autosuficiente y autofigurativa, que sostiene una crítica oposicional. La autonomía residual es entonces de índole formal, de manera que la comunidad poética es autorreferencial. Al denominar la comunidad poética como de autonomía residual, en lugar de simplemente denominarla autorreferencial, intento enfatizar un debate vanguardista que se proponía sacar la literatura de su esfera autónoma y del cual Perlongher es heredero.(5) Al respecto, Ben Bollig afirma que Perlongher logró la meta vanguardista de llevar el arte a la praxis vital, que no pudo completar en la Argentina la vanguardia histórica porque las condiciones sociológicas adecuadas no estaban dadas. Por su parte, Cecilia Palmeiro propone que la escritura de Perlongher anticipa y sirve de modelo para la articulación con la praxis vital que una serie de prácticas escriturales y editoriales que denomina “post-autónomas” (tomando prestado el término de Josefina Ludmer) llevarían a cabo de manera potenciada en el contexto de la crisis financiera de 2001 en Argentina. El estudio de Palmeiro, que ubica a Perlongher entre el paradigma de la militancia marxista y el de las luchas culturales, propone que éste “saca a la literatura de su esfera” (17) y afirma que “su poesía, a pesar de su densidad estética y su trabajo de composición neobarrosa, es inseparable de sus textos críticos y debates políticos” (15). Me interesa su observación sobre la “densidad estética” de la poesía de Perlongher para añadir un matiz a la discusión y destacar este aspecto como un rasgo de autonomía formal que persiste. En el poema “Defensa” esto es clave, pues pese a que el mismo participa de varios de los rasgos genéricos de la poesía social, la complejidad estética se desliza de las demandas formulaicas por un arte comprometido resonantes en los setenta.
     Sobre las escrituras post-autónomas Ludmer afirmaba que “No se las puede leer como literatura porque aplican a la literatura una drástica operación de vaciamiento: el sentido (o el autor, o la escritura) queda sin densidad, sin paradoja, sin indecibilidad (o como dice Tamara Kamenszain, ‘sin metáfora’)” (150). Estas características enumeradas por Ludmer conformarían el régimen de lectura autónoma que sería obsoleto para el caso de las nuevas escrituras post-autónomas: “Al perder voluntariamente especificidad y atributos literarios, al perder ‘el valor literario’ (y al perder ‘la ficción’) la literatura postautónoma perdería el poder crítico, emancipador y hasta subversivo que le asignó la autonomía a la literatura como política propia, específica” (Ludmer 154).(6) No obstante, como destaco en este ensayo, la comunidad poética que proyecta la escritura de Perlongher –independientemente de si se considera que cumple la meta vanguardista o anticipa la postautonomía– no abandona ese paradigma de “lectura literaria,” sino que más bien lo potencia. En este sentido, quiero destacar el rol de la tropicalidad como parte de la intervención contracultural.(7) La tropicalidad en uso que hace Perlongher tiene por lo menos tres sentidos que están imbricados: es tropos (o metáfora, eso que se perdía en la postautonomía), exuberancia verbal o mal gusto y significante de diferencia racial sexualizada. En otras palabras, a nivel nacional, es un tropo de “cosa de negros” que atenta contra el buen gusto (eurocentrista) de los salones de letras porteños. A nivel latinoamericano, es significante de aquello que la Revolución Cubana buscaba suprimir (las diferencias culturales, vistas solo como funcionales al capitalismo y la satisfacción de las demandas exotistas del turismo norteamericano).(8) De esta manera, puede considerarse que la tropicalidad, como estrategia contracultural, forma parte de la empresa desautonomizadora señalada por Palmiero, es decir, permite salir de las prácticas estéticas avaladas por la institucionalidad hegemónica que continúa privilegiando modelos eurocéntricos. Pero también la tropicalidad se desenvuelve como tropo de autonomía en sentido formal, de manera que su carácter contracultural no significa una pérdida de complejidad en la propuesta estética. La conexión de la escritura de Perlongher con la praxis política (a través de lo que Palmeiro llama su “trasheo” de la lengua) no implica una renuncia a la densidad, la paradoja o la indecibilidad. Por el contrario, se trata de una de esas escrituras que “no sólo asumen [el] devenir inacabable, sino que lo persiguen” (Duschesne Winter 17-18), y a partir de éste vigilan la praxis política.
     No es casualidad que “Defensa” se publicara en la revista Somos del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina (FLHA), junto a un artículo de Rodolfo Rivas titulado “La situación de los homosexuales en Cuba.” Como ya ha sido ampliamente discutido, Perlongher y el FLHA fueron de los primeros en criticar la política sexual de la Revolución Cubana (Palmeiro 35), distanciándose así del proyecto izquierdista en el que se apoyó la poesía social. Muy influyente entre los movimientos argentinos de izquierda, el gobierno cubano revolucionario –para el cual “la homosexualidad funcionó como una excelente representación simbólica de la antítesis del Hombre nuevo” y “un atentado contra la moral socialista”– constituye una de las principales autoridades contra las que discute el FLHA  (Navarro Vega 153-154 ). El alejamiento de la poesía de Perlongher con respecto a la poesía social se produce no sólo al insertar la agenda política del FLHA, sino también al presentarla de una manera densamente equívoca y al subordinar la clara comunicabilidad al juego poético.(9) En una entrevista de 1973 a Perlongher y a otros dos compañeros militantes, dicha agenda se explica:

El objetivo del Frente en este punto de vista sería tanto romper el mito que identifica la homosexualidad como una práctica reaccionaria, como incorporar al conjunto de la comunidad homosexual al proceso de liberación en marcha [la abolición de las clases sociales] del cual se halla también marginado. El hecho de que nosotros propongamos una liberación integral del ser humano nos hace dar esa lucha en la práctica. Sólo en la medida en que el pueblo nos identifique como un sector más del pueblo que sufre una marginación y opresión específica es posible la aceptación sexual de la homosexualidad como variante del amor. (Prosa plebeya 244-247)(10)

“Defensa,” por tanto, es un poema que puede leerse en el marco de su aparición en Somos y en la postura crítica que el FLHA presenta hacia la Revolución Cubana:

Mientras
los homosexuales se acarician en los baños
viejas arpías hilan largos largos echarpes
en lo alto de las ciudades
coloquian en torno a grandes lavarropas azules
sobre la representación de las tragedias griegas y los principios de la catarsis
mientras que sus maridos los aztecas
cazan en sus oficinas para los sacrificios de la cena
los canarios duermen la siesta de los gusanos.
Cuando
les sea concedido el derecho a la caricia–qué cosas éstas–
saldrán de sus baños subterráneos con humeantes tazas de té entre las manos
en donde proyecten espacios istmados de sofocantes islas tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable ataque de los cañones ingleses, inexplicable!                                                                                       
Rostros
en donde la solitaria humedad de los caracoles socialmente oprimidos
han cultivado tristes flores de afeite
y labrado el sudor desfiladeros de baba en torno a sus pupilas
lluviosas como la conmoción del mar en los acantilados de Escocia.
tal vez
–como quien desconoce el placer de los besos en los parques soleados–
Quizás
–como quien desconoce el placer de los besos en los parques soleados–
contemplan ásperamente desde sus colchones fermentados de ácidas
rancísimas emanaciones
con la indiferencia de las viejas perras sorprendidas partiendo en los
zaguanes
acostumbradas como están a ver morir a sus hijos ahogados en las ollas
del guisado
donde las mujeres de los aztecas resuelven los sacrificios de la cena.

Es demasiado tiempo
porque las Plazas de Toros están repletas
si descubrieran a un marica lo mandarían a las cuadras
donde los grandes campeones no pueden entender –qué cosas éstas–
la proyección de celestes espacios aires istmados de sofocantes islas tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable ataque de los cañones ingleses.
Inexplicable
como la proliferación de las agencias matrimoniales y los alojamientos
protegidos por el Estado
cuyos policías recorren las cerraduras en busca de víctimas expiatorias para los templos del brazo de sus amantes las princesas rusas
mientras
los homosexuales se acarician en los baños
tienden sus cálidas manos hacia los villancicos de amor de las campiñas sus gordos ojos

sueñan sueñan las islas
bellas extrañas islas inexistentes subjuntivas donde se mimetizan con los plumajes
exóticos de grandes aves lujuriosas injustamente perseguidas
que abandonan durante la noche los zoológicos sitiados de las fortalezas
las ciudades sitiadas que defienden los aztecas. (Somos 18-19)(11)

     El título “Defensa” remite al ambiente de lucha armada de los setenta, pero sobre todo responde al ataque ante el cual los homosexuales deben ser defendidos. “La situación de los homosexuales en Cuba,” el antes citado artículo de Rivas, denuncia o explica precisamente en qué consiste dicho ataque –la proscripción del gobierno cubano revolucionario a la sexualidad no heteronormativa– y funciona como un glosario o clave de varios de los términos utilizados en el poema. La relación paratextual entre el artículo y el poema mimetiza irónicamente a los códigos secretos que los distintos grupos de la izquierda militante a menudo tuvieron que manejar para comunicarse en situaciones de clandestinidad.(12) Las “aves,” los “gusanos” y el aislamiento –representado en el cerco de “las islas,” “las ciudades sitiadas” y “los zoológicos”–, entre otras, son figuras del poema que aparecen antes en el artículo. Rivas explica que “a los homosexuales en Cuba se les suele llamar ‘pájaros’” en relación a un acto de escarnio del que fue víctima Virgilio Piñera, “quien fue pasado por la Habana con una P [de “pájaro”] pintada en la espalda” (Somos 14). A su vez, el “pájaro” es acusado de contrarrevolucionario o “gusano.” También menciona que “Lezama vive prácticamente aislado”(14).(13) El aislamiento se vincula con el castigo, denominado por Rivas como “un trágico error” (16). Los tópicos del castigo y la tragedia también reaparecen en el poema. La ironía que se produce a partir de la mímesis del código secreto consiste en señalar que los homosexuales en la Cuba “liberada” tras la revolución, se ven obligados a una comunicación clandestina, al igual que los grupos revolucionarios cubanos antes de 1959. Sin embargo, el texto de Rivas opera sólo hasta cierto punto como clave para entender el poema de Perlongher. La paratextualidad que mimetiza al código secreto se rebasa en un juego con las ambigüedades polisémicas y el (des)orden sintáctico, generando excesos que no se contemplan en el artículo. A la represión de los homosexuales en la Cuba revolucionaria descrita en “La situación,” “Defensa” contrapone “las islas tropicales” como un proyecto alternativo que remite a este país, pero que ciertamente no lo representa.
     El intento de glosa ayuda a ilustrar una lógica poética de contigüidades y deslizamientos analógicos, que no respeta coordenadas –espaciales, temporales y sintácticas– convencionales; ni mucho menos observa rigor histórico alguno. En el poema se presentan dos pares de acciones simultáneas que tienen lugar en espacios distintos. La primera, en los baños, introduce a los protagonistas a partir de un lenguaje directo donde reina la literalidad de “las caricias;” se trata de “baños subterráneos” desde los cuales se elevan las islas. En el segundo espacio, “lo alto de las ciudades,” tiene lugar una acción cotidiana –hilar “los echarpes,” lavar la ropa o tenderla– y a la vez un coloquio elevado, como su locus, sobre la tragedia, que contrasta con la tarea doméstica e informal. Las islas, el vuelo imaginativo que sale de lo bajo, se encuentra con “las arpías.” En el mito griego de los Argonautas, las arpías, seres alados con rostro de mujer, bellos o monstruosos, son las encargadas de realizar el castigo de Zeus a Fineo, al no dejarlo comer del festín en la isla de su exilio. Éstas aparecen en el poema como un elemento extraño al ser yuxtapuestas al imaginario de una masculinidad azteca que antes se había anunciado. Ambos imaginarios culturales, pertenecientes a espacios y temporalidades diversas, se mezclan: las arpías “coloquian … sobre la representación de las tragedias griegas” y los aztecas, sociedad sacrificial, representan los personajes de un relato trágico.(14) La sintaxis y semántica de los versos permite una serie de ambigüedades que derivan en una movilidad de roles. En “sus maridos los aztecas” puede leerse tanto que éstos tienen por esposas a las arpías, como que tienen por esposas a los canarios. Los maridos cazan, tarea típicamente masculina y hasta cierto punto arcaica, desfamiliarizada al ubicarse en la oficina. Los canarios, alados como las arpías, duermen la siesta de los gusanos que ellos mismos han cazado e ingerido. Estos pájaros a su vez podrían ser la presa de los maridos aztecas. Los versos se desvían una y otra vez del imaginario azteca con el que abren, así como del tropo de las islas tropicales. Sin embargo, esos desvíos forman parte del juego mimético entre aves/ cimarrones/ arpías/ homosexuales que tiene lugar. De esta manera “los plumajes/exóticos” que “mimetizan” los homosexuales en las islas –adorno y seña de castigo (brujas emplumadas)– remiten al penacho de Montezuma, víctima protagónica de un destino trágico.(15) Estas plumas se desplazan por los “aires istmados” que comunican a las islas tropicales con el espacio sacrificial azteca.
     El evento histórico evocado en el poema –la derrota de los aztecas por los conquistadores– se aleja del contexto dado por la Revolución Cubana. No obstante, la relación, a primera vista improbable, ya se había establecido en la antes citada entrevista de 1973 a Perlongher y otros dos compañeros del FLHA, hecha por el semanario Así:

ASÍ: ¿La represión que se hace de la homosexualidad es característica de nuestro siglo o existen antecedentes remotos? 

FLHA: . . .  Al llegar a la conquista de América, la ideología de la Iglesia sirvió como justificación a un proceso de dominio y destrucción de las civilizaciones aztecas, mayas, incas y de los pueblos que desde el Caribe a la Tierra del Fuego pasarían a servir de mano esclava que garantizaría la expoliación necesaria a la expansión capitalista de la Europa moderna.

     El cronista Oviedo, familiarizado con la cultura griega, se escandalizaba ante la visión del “joyel de Santa Marta,” en el cual la representación de dos hombres sexualmente unidos son una expresión más del folklore artesanal precolombino. Ni las súplicas indignadas del padre Victoria ni las valientes protestas del padre Las Casas logran detener el genocidio. En nombre de Dios y del “pecado contra natura,” Vasco Núñez de Balboa masacra adolescentes indefensos. Las actitudes racistas de Gamarra, para quien los indígenas americanos eran “libidinosos, holgazanes, mudables, traicioneros…,” la homosexualidad estigmatizada y el tabaco como vicio son tres de los peldaños que abultan una moral religiosa, fanática e intolerante como justificación al exterminio y esclavitud de aquellas culturas. Desde el México de los aztecas hasta el imperio social-teocrático de los incas, el patrón de medida era uno solo. Los cronistas de Pizarro se espantan y atribuyen al diablo el culto sexual amoroso que practicaban los “chimúes.” Safo tenía su reino en el golfo de Guayaquil y en el marco de una de las civilizaciones más ricas que el planeta haya tenido. La moral religiosa de los colonizadores guardó bajo candados de silencio el mundo amoroso de nuestros antiguos coterráneos. (PP 244-245)
     Con el fin de refutar el vínculo que establece la Revolución Cubana entre decadencia capitalista y homosexualidad, y demostrar la necesidad de una lucha conjunta por la abolición de clases y la libertad sexual, el FLHA le arma una genealogía al relato de la homosexualidad como resistencia al capitalismo.(16) La visión del FLHA parecería ser la de un mundo indígena donde se habría practicado una sexualidad relativamente libre que se interrumpiría con el cristianismo, religión que impondría “el tabú homosexual” en beneficio primero de una economía mercantilista y luego de una capitalista. El FLHA subraya el error de los conquistadores, quienes llegaron a pensar que en las Américas se encontraban con los restos de la civilización griega. Sin embargo, al explicar la equivocación de los conquistadores como resultado de una supuesta similitud entre la sexualidad precolombina y el homoerotismo griego, el FLHA reproduce hasta cierto punto la confusión. Si bien no se llega a idealizar a los aztecas, ni a las demás sociedades precolombinas a las que aluden, como lo hacen los discursos indigenistas o los pachamamismos de los sesenta y setenta, no se menciona la estructura profundamente patriarcal y jerárquica de esta sociedad. Este aspecto que se deja de lado en la entrevista, es explorado y visibilizado en el poema, donde ningún tipo de organización pasada, ni del presente, aparece como idealizable. Más aún, se produce una alerta radical sobre cualquier forma de organización política futura.
     Si bien esta entrevista sitúa contextualmente el significado que tenían “los aztecas” para el FLHA, el traslado de estos motivos al poema genera un efecto dislocador que complica la comunicación del ‘mensaje político.’ El término homosexual es anacrónico en el contexto de la conquista, y ese anacronismo ofrece un primer guiño que invita a la lectura traspuesta. En efecto, la “defensa” no es de las ciudades aztecas sino de los homosexuales, que resultan un elemento extraño a la narrativa sobre el hecho histórico aludido. Dentro de la trama trágica del relato histórico, se inscribe o sobrescribe la tragedia otra de los homosexuales, que impulsa el deseo generador de las islas. De este modo, los debates sobre la lucha revolucionaria se extrapolan al pasado para su exploración. El ataque ante el cual se provee la “defensa” proviene a su vez de varios frentes que pertenecen a varias temporalidades. Por un lado, la temporalidad pasada incluye a los conquistadores y a los mismos aztecas. Se alude a la práctica ritual azteca del sacrificio humano, que la llegada de los colonizadores, lejos de atenuar, estimularía: “ahogados en las ollas del guisado/ donde las mujeres de los aztecas resuelven los sacrificios de la cena.” En principio, los homosexuales aztecas se defienden no sólo de los conquistadores sino también de una opresión interna en la sociedad a la que pertenecen. Por otra parte, la mención más directa a los enemigos del presente señala al Estado: “los hoteles alojamiento protegidos por el/ Estado/ cuyos policías recorren las cerraduras en busca de víctimas.” Además de cuestionarse la exclusión de los homosexuales de los movimientos de las izquierdas pro-Revolución Cubana, “hoteles” y “policías” aluden a una práctica de persecución moralista por el estado argentino.(17) Con esto se llama la atención al estado revolucionario cubano sobre lo peligrosamente similar que su persecución de los homosexuales es a las prácticas propias de una dictadura conservadora de derechas.
     El Estado, bajo una ideología que mantiene la división de clases, representa el enemigo de la vanguardia política comprometida con lo social. En el poema se infiere que los homosexuales necesitan ser defendidos del Estado. Homosexuales y vanguardia política son dos posibles aliados. Sin embargo, los homosexuales también necesitan defenderse de grupos que se identifican como de vanguardia política, del ataque paternalista y homofóbico que éstos y el Estado –incluso el que se propone como meta abolir las clases sociales– comparten. En el poema, a diferencia de la entrevista, los aztecas aparecen como posibles represores y dejan de representar un mundo de fluidez sexual perdida con la colonización, pues desde el principio mismo de “Defensa” los homosexuales están defensivamente escondidos (y acariciándose) en los baños. Constituyen en cambio una metáfora del Estado revolucionario cubano en sí mismo (con sus funcionarios y burócratas “cazando” desde sus oficinas).(18) Son víctimas y victimarios. Los homosexuales también necesitan ser defendidos de su propio grupo/cerco.
     En el presente del poema los homosexuales se acarician en los baños subterráneos, ocultos de la persecución de los aztecas; sólo “cuando les sea concedido el derecho a la caricia” (dentro de mucho, porque “es demasiado tiempo”) saldrán para proyectar las islas tropicales. La utopía alternativa, como indican los verbos en subjuntivo, es algo deseado e incierto, no realizado: “sueñan sueñan las islas/ bellas extrañas islas inexistentes subjuntivas donde se mimetizan con los plumajes.” Tienen una doble dimensión temporal: son una idea del presente que será proyectada en el futuro. Se trata de un proyecto imaginativo de materialidad va-porosa, que involucra al cuerpo, pues la condición de posibilidad para el estímulo de la imaginación es la percepción sensual, particularmente el tacto o “la caricia.”(19) La idea de va-porosidad se sostiene a partir de una propiedad señalada –“sofocantes”– y dos imágenes complementarias –los “baños” (‘de vapor’ ) y  las “humeantes tazas.”(20) En todos estos ejemplos se subraya la piel, cuyos poros abre el vapor, como el medio para la experiencia de la temperatura extremadamente cálida de las islas, rasgo que alude al clima tropical. Se produce así una sinécdoque que identifica las islas con una materia gaseosa y caliente, cuyas propiedades son la movilidad, la ligereza, la plasticidad y la inconstancia. Impiden una ubicación fija. Las islas serán más bien itinerantes: se desplazarán y se elevarán desde lo bajo de las tazas/baños. Lo volátil propio del aire propiciará la conexión –el istmo– entre los espacios. Por una parte, se tratará de un istmo verticalizado, que conectará lo bajo con lo elevado. Por el otro, de un istmo horizontal que conectará una isla con otra isla pertenecientes a esta geografía aérea. Al desplazamiento de las islas se añade la tendencia que tendrán éstas al polimorfismo cambiante, lo cual dificulta la definición de los contornos. Así, el cerco natural y riguroso de la insularidad, que garantizaría una definición del territorio, se perderá; pero se ganará plasticidad. La materialidad de las islas en cuanto espacio se desvanecerá, por ser aire.
     En las islas, los homosexuales le darán vuelo a la imaginación. El vuelo imaginativo se figura en las plumas –el adorno exótico– que “mimetizan.” El aire se presenta como el medio que posibilita el vuelo imaginativo. Es esa misma actividad imaginativa la condición de posibilidad de las islas. En otras palabras, las islas, como implica su pluralidad, multiplicarán las condiciones que las hacen posibles. Por ende, las islas, o la comunidad poética proyectada, se autogenerará. En el presente éstas representan un espacio imaginario de libertad erótica-creativa hacia donde las “grandes aves lujuriosas” y los “cimarrones” se dirigirán, escapando de una situación de opresión y de encierro. Sin embargo, el proyecto utópico no está libre de contradicciones y despliega una contracara distópica. Como el exceso de deseo, las islas son/serán “sofocantes.” El sofoco o la asfixia corta la respiración, el puente-istmo entre un espacio y otro. El aire tropical, excesivamente caliente, quema y se vuelve irrespirable. La excesiva elevación termina por cortar el oxígeno, pero no el goce imaginativo que se sostiene en las ambiguas impropiedades del lenguaje, que desafían la lógica espacial. En otras palabras, el aire, que propicia la comunicación o libre circulación entre espacios, espacio-cuerpo y cuerpo-cuerpo, también la corta y deriva en el encierro. El cimarrón se convierte en el cuerpo de la aporía isleña, pues habita al mismo tiempo el encierro y la libertad que el cerco del mar representa. De esta manera, en el poema se traza el fino contorno de una tensión desidealizadora.
     La figura de la tropicalidad insular se dibuja como una “autarquía” de “autosuficiencia” poética, donde tiene lugar un juego sensual de percepciones autorreferenciales. Sin embargo, el cerco tiende al contacto o la apertura con el registro político-social que se encara desde la militancia en el FLHA y en el que la poesía social se proponía intervenir. En “Defensa” resuena la retórica de la denuncia social: “acostumbrados como están a ver morir a sus hijos,” “víctimas expiatorias para los templos,” “socialmente oprimidos,” “injustamente perseguidas.” A través del imaginario azteca se introduce el tópico del sacrificio de la poesía social y la prosa guevarista, para resituarlo en una frontera porosa con el goce, donde las fantasías del deseo subvierten y transforman los roles iniciales. De esta manera, los “gusanos” cazados, los pájaros contrarrevolucionarios, son consumidos y gustados, sacrificados y gozados por sus cazadores los canarios, también pájaros. Asimismo, los policías, que protegen/reprimen, se confunden en la tentación por la fantasía de la loca feminizada: “del brazo de sus amantes las princesas rusas” (víctimas de la Revolución Soviética y contrarrevolucionarias desde la perspectiva de la izquierda). Por ello, en el poema, la trama política aparece como un asunto cuya complejidad rebasa una comunicabilidad clara o una narratividad capaz de fijar roles. La densidad poética se convierte en el espacio para la exploración de la sordidez u opacidad de la trama política. Así, la traslación de lo político a lo poético reivindica la importancia de un lenguaje específico y propio para la poesía. La “defensa” no es sólo la de los homosexuales, sino también del lenguaje poético frente al lenguaje como medio comunicativo –entendido como “cerrado”– de un mensaje político.

II

     En su poesía, Perlongher promueve contraposiciones, tanto hacia los proyectos políticos a los que explícitamente critica, como hacia sus propias posturas manifiestas. “Defensa” es ejemplo de esto último. Lejos de someter la práctica poética a las consignas del FLHA, todos los discursos políticos implicados o aludidos son tratados oposicionalmente. La estética de lo vaporoso puede leerse entonces como una práctica del comunismo literario en la medida en que su materialidad difusa resiste la concreción de las “islas tropicales” o definición de la comunidad encarnada, en aras de conservar las singularidades. La propuesta de Perlongher también supone una negatividad y huida que es crítica del cierre de sentido y de la transcendencia. Su literatura se convierte en un modelo para la praxis política, pero no porque ésta renuncie a su autonomía estética, sino porque se transfiere el lenguaje que fomenta, a la conformación de comunidad como cuestionamiento continuo.(21) La radicalidad de su escritura es posible gracias a la reserva de un espacio de densidad poética que se manifiesta en el tropo de las islas tropicales. Antes que demostrar la consigna política, ésta queda sometida a una serie de interrogantes habilitadas por la ensoñación imaginativa que la figura de las islas condensa.
     Al igual que en el imaginario occidental, o del “norte,” en Argentina “islas tropicales” remite principalmente a la imagen capitalizada por la industria del turismo y del entretenimiento: el Caribe como un espacio exótico propicio al placer y la alegría. La intensa recepción de la Revolución Cubana en Argentina crea las condiciones que posibilitan una inflexión en el imaginario previo sobre la diferencia tropical que había dominado en este país. Entre los textos que la posibilitan se encuentran los relatos de viajeros argentinos a la Cuba revolucionaria, así como la literatura social o comprometida de escritores como David Viñas y Juan Gelman. En las crónicas de viaje a Cuba –como las de Jorge Ricardo Masetti, Ezequiel Martínez Estrada, Leopoldo Marechal y Rodolfo Walsh– persisten en mayor o menor medida restos exotizantes. Sin embargo, Cuba dejaría de ser ese espacio caribeño y tropical, asociado a un exotismo pre-moderno, para entrar en la Historia. Tras el 1959, para estos intelectuales argentinos, la isla caribeña se convirtió en un lugar –más cercano que la Unión Soviética o China– donde “la revolución dejó de ser la utopía soñada por muchos para convertirse en un modelo existente de sociedad” (Saítta 11).(22)
     Ben Bollig ha señalado que Juan Gelman, al combinar la innovación verbal vanguardista con el compromiso político de la poesía social, marca un precedente que modela la práctica poética de Perlongher, a pesar de que ambos se enfocan en luchas distintas (96-104). De esta manera, Gelman constituye un interlocutor para Perlongher más apropiado que el conjunto denominado poesía social. Señalado este marco formal común, la función de “las islas tropicales” de Perlongher se entiende como un desvío de la Cuba temática planteada en Gotán (1962), de Gelman. Un ejemplo de esto es el poema “Cuba sí” del citado libro, donde las expectativas de compromiso político son sugeridas por el título, el cual calca una consigna común entre los simpatizantes de la Revolución Cubana:

Es duro y seco el suelo aquí
como regado con derrotas, lloros oscuros,
no más que mi ternura tengo para ofrecerte
es tierno lo que nace es tierna Cuba
es decir que te ofrezco todos mis nacimientos,
lo que me das, lo que aprendí de mí queriéndote,
la sed que das, exactamente. (Gelman 151)

La sequía y la dureza del suelo contradicen la humedad y la fertilidad natural con las que se caracteriza al trópico. Los frutos –“los nacimientos”– no florecen por la lluvia y los buenos climas, sino que son producto de la laboriosidad, y el aprendizaje que supone el llanto por las derrotas. La sed, causada por la sequía, es valorada como impulso que lleva a los sacrificios que forman parte de la lucha. La Cuba del poema nace de esos sacrificios –enterrándose o ausentándose a su vez la Cuba anterior del turismo y del entretenimiento. En dicho poema, el compromiso político funciona ante todo como interpelación a la afectividad hacia una Cuba recién nacida. El evento histórico debe despojar teleológicamente a la isla caribeña de los males del capitalismo que explotan su tropicalidad. La retórica de la dureza y el sacrificio que atraviesa al poema, programática en los escritos del Che, afirma que de la Cuba recién nacida, con los debidos esfuerzos, nacerá el hombre nuevo. Se trata de una imagen reproductiva que responde a las coordenadas de la heteronormatividad: la Cuba infantilizada requiere de un padre que la guíe. Entre el marco genérico provisto por la poesía social y la diferencia del contenido político de Perlongher con respecto a Gelman, el tropo de las islas tropicales opera como un desvío de esta Cuba recién nacida. Sin ocultar el punto de partida común en el trayecto, sintetiza la distancia ideológica. El poema “Defensa” responde a la inflexión con una nueva inflexión. El tropo de las islas tropicales reactiva los ecos utópicos que encontraban en Cuba “la revolución espacializada,” pero a la vez se distancia de ellos (Saítta 11). Ante las situaciones de opresión señaladas, la tropicalidad insular que se asociara con la satisfacción del consumo capitalista emerge y se transforma en otra utopía, una comunidad poética imaginada por los homosexuales.
     Al tener la poesía social como punto de partida, como género del que participa para desviarse, “Defensa” abre dos rutas. Por un lado, propone una utopía socialista con lugar para los homosexuales.(23) Por el otro, proyecta un espacio tropical que es fuente de recursos tropológicos. La autonomía residual habilita las interrogantes a la agenda política. En otras palabras, si bien Perlongher practica una poética ligada a una praxis política y social anti-institucional, “Defensa” mantiene un régimen de lectura autónoma –una profundización en las formas y una autosuficiencia anti-narrativa–; y es precisamente a través de éste que se extrae el comentario político, como una alerta hacia la materialización de la utopía socialista –aún si en ésta hay lugar para los homosexuales. Las islas tropicales podrían dejar de ser una expresión de libertad poética, para convertirse en una prisión o gueto. Así, a partir de la conservación de una autonomía residual –el cerco autorreferencial– se posibilita la alerta acerca del posible cerco social. Y es justamente esa alerta la que abre el cerco formalmente autosuficiente al tránsito con lo político-social. El tropo de “las islas tropicales” no representa un proyecto de sociedad, sino que es una puesta en práctica de una comunidad poética inmanente, vuelta sobre su propia figuración.
     Las islas tropicales de Perlongher contraponen las dos principales tendencias interpretativas de las fronteras insulares en el pensamiento caribeñista, sintetizadas en palabras de Bernabé: “el aislamiento perpetuo y la apertura incesante” (17). El correlato de estas tendencias es el Caribe como lugar cerrado (cárcel o paraíso) y como lugar de paso: “Para el residente, la isla es agobio; para el exiliado, la isla se transforma en objeto de deseo que impulsa al retorno” (19). Entre estas dos tendencias citadas “se instala una figuración dislocada” (17). Las islas tropicales en “Defensa” funcionan precisamente como una figuración fuera de lugar, desviante, inflexiva, dislocada en fin, en la que cohabitan visiones contrapuestas. El desvío de Perlongher con respecto a las dos formas de representación del Caribe –la exotizante y la revolucionaria– dominantes en Argentina, plantea una visión más compleja de este espacio cultural precisamente porque renuncia a representarlo.
     “Defensa” se publica dos décadas antes de que Perlongher elabore su propuesta poética neobarrosa, a partir del neobarroco cubano. Sin embargo, las islas tropicales como espacio en el que la libertad sexual es una condición para la creatividad, se acercan a la concepción lezamiana de la homosexualidad como penetración en la imagen o potencial creativo de lo desconocido.(24) El mosaico de referencias (aztecas, griegas, caribeñas, etcétera) opera de un modo similar a la imago lezamiana y la conformación de las eras imaginarias, en la medida en que establece analogías entre imágenes provenientes de geografías y temporalidades diversas. Más aún, el tropo del aire, que más adelante, en Parque Lezama (1990), Perlongher conecta explícitamente con la obra de Lezama Lima, aparece ya en este poema como la materia que da forma a la tropicalidad, geográfica y estilística, sin que una determine a la otra.(25) El trópico como deseo, como idea previa que se modifica en un lenguaje poético, anticipa y moldea las palabras de la experiencia. Brasil se contempla como un lugar posible –no exactamente como las vaporosas islas, pero sí más estimulante y cercano a éstas que Argentina.(26) Perlongher buscará el trópico, por un lado, en la experiencia –política, social, estética y antropológica– en São Paulo; por el otro, en el neobarroco cubano, “aires” que complejizan y expanden la comunidad poética figurada aquí como islas tropicales.

Notas

1. Visto desde el tropicalismo hegemónico noroccidental, sin embargo, los aztecas también serían culturas tropicales (Aparacio y Silverman).

2. En este tropo se cruzan mitos clásicos como la Atlántida, el mito judeocristiano del Edén y las posteriores utopías modernas. Confundido con estas geografías míticas y ensalzado a través de la inmóvil calidez de su clima en los diarios de navegación de Colón, el Caribe conjuga la insularidad con lo tropical. Sin embargo, aunque ciertamente la diacronía provee ideas sobre el uso de este tropo en Perlongher, éste se entiende sobre todo de manera sincrónica, en relación al evento histórico –la Revolución Cubana– que marca una nueva forma de imaginar el Caribe en todo el mundo y muy especialmente en Argentina. Las islas tropicales de Perlongher no representarán un pasado perdido al cual se quiere volver.

3. En 1971 se celebró el Primer Congreso de Educación y Cultura, donde explícitamente se proscribe la homosexualidad. El encarcelamiento de Heberto Padilla ese mismo año, escritor que hasta entonces había apoyado al gobierno revolucionario, derivó en una pérdida de consenso entre los intelectuales pro-Revolución de todas partes del mundo (Prieto).

4. De acuerdo con Nancy, la comunidad sucede en el comparecer esencial de cada ser humano o en el exceso de sentido que le es inmanente. Este impulso comunitario, singular al ser humano, corre el peligro de volverse despótico o colectivizarse en el encuentro con otras subjetividades. La realización a la que tiende el ser humano convierte la comunidad en “sociedad.” La “sociedad” o “comunidad encarnada,” implica la supresión –a partir de la denotación– del exceso de sentido. Exige una definición de sí misma que es peligrosa para la propia naturaleza connotativa (y artística) del ser humano. Aniquila a aquello y a aquéllos que están fuera de su cerco y, finalmente, se autoaniquila. Para Nancy el comunismo real no fue una comunidad, sino una sociedad, lo cual implica que fue definida y, por ende, una obra. La propuesta de Nancy es una no propuesta, en cuanto a que consiste en resistir el impulso hacia la trascendencia, no encarnando la comunidad o no aniquilándola en la realización de la sociedad. Nancy utiliza el término trascendencia de manera equívoca. La comunidad inoperante resiste la trascendencia y se mantiene en su inmanencia connotativa. La inmanencia que resiste la trascendencia es también el modo, negativo, de trascender. Con este uso equívoco y aporético del lenguaje, Nancy muestra su propia lucha o resistencia a la denotación.

5. No obstante, si el logro de esa meta ya es debatible para el caso europeo –más aun, llega a considerarse una meta fracasada (Bürger)–, en el caso latinoamericano no lo es menos. Mientras que las literaturas europeas de vanguardia trataban de romper con la esfera autónoma –y reconectar el arte con la praxis vital–, en América Latina más bien se intentaba conseguirla, al tiempo que esquizofrénicamente se aspiraba a quebrarla. La ruptura que a nivel formal realiza la vanguardia histórica argentina, viene acompañada de una mayor autonomía institucional (siempre relativa).

6. Ludmer matiza esta afirmación al contemplar que algunas de estas características “literarias” persisten tras el “post,” podría decirse, como residuos: “las escrituras postautónomas pueden exhibir o no sus marcas de pertenencia a la literatura y los tópicos de la autorreferencialidad que marcaron la era de la literatura autónoma” (155) .

7. En otro trabajo que estoy desarrollando, titulado La insólita tropicalidad de la poesía argentina, preciso la producción de la idea de lo tropical como instrumento de dominación imperial, y los roles hegemónicos y contrahegemónicos que ésta adquiere en un espacio que nunca ha tenido una relación imperialista con los trópicos geográficos, como lo es Argentina. Dado los límites de este artículo no puedo extenderme demasiado en todos los matices relativos a lo tropical, pero esbozaré algunas ideas a partir de una definición llevada a cabo en 1951 por el escritor brasileño Gilberto Freyre: “Hasta el día de hoy persiste la noción de que todo lo tropical es la negación del refinamiento, lo civilizado y el buen gusto. Lo tropical se considera desordenado, vago, crudo, exuberante, desmesurado, caliente y excesivo: comenzando por el sol tropical, los colores tropicales y extendiéndose este juicio también a los gestos, el discurso florido y las actitudes lánguidas. La mala oratoria es tropical y también la mala literatura, el arte, la música y la pintura exuberantes. Mientras menos francés, más tropical, mientras menos inglés, más tropical” (Freyre 383; la traducción es mía). Me interesa retener tres aspectos de esta cita. El primero es que lo tropical se refiere a la naturaleza: es el sol, lo crudo y la negación de lo civilizado. En siglo XIX se estableció la definición de lo tropical como exceso de naturaleza que impide el avance del progreso y la civilización. El segundo aspecto, es lo tropical como discurso florido y gestualidad. Esta forma de entender lo tropical se vincula con lo kitsch, como la imitación que genera exceso. Se pasa de lo tropical en cuanto a naturaleza excesiva a lo tropical como artificio. En efecto, se puede identificar aquí una aporía: que lo tropical es lo crudo, lo primitivo, lo originario fuera de la cultura, pero a su vez, cuando intenta ser cultura, se queda en lo crudo, demasiado cerca de la materia primaria y tosca. A la vez, para superar esa condición primaria, exagera, desborda el modelo al que imita, y remarca su condición de artificio. Entonces, pasa de ser naturaleza, a ser híper notable su artificiosidad. Por último, lo tropical es lo contrario a lo inglés y lo francés, que entonces representarían esos modelos con respecto a los cuales el discurso florido o la mala literatura sería una mala imitación, exagerada, quedándose en el mal gusto, o bien, siendo determinada por una naturaleza que impide refinamiento. Esto significa que el mal gusto se distribuye geográficamente, en un cartografía que coincide con la de un dominio colonial, poscolonial o neocolonial, de un norte, sobre un sur. Paradójicamente, lo tropical, exceso de naturaleza –racializada en la medida en que este espacio se concibe como el lugar natural de las poblaciones no europeas, y feminizada, en la medida en que representan espacios para ser explorados, temidos, dominados y domesticados–, se convierte en exceso de artificio. Estos aspectos de lo tropical, que desde la mirada hegemónica del norte se percibe como una anomalía, permiten pensarlo en diálogo con lo queer y como lo queer fuera de las fronteras que definen al norte.

8. En Cuba, Fulgencio Batista había logrado atraer el turismo norteamericano como un modo de adquirir capital y modernizar al país (Christine Skwiot). Esto fomentó mundialmente una imagen de Cuba entre cuyos emblemas se encuentra el famoso cabaret “Tropicana” –fundado en 1939–, difundidor de estereotipos relativos a la tropicalidad que satisfacen una demanda externa. Dirigida al entretenimiento, esta imagen convertía a Cuba en el “tropical playground” de los Estados Unidos (Moruzzi). Durante los primeros años de la Revolución Cubana, el gobierno rechaza estas industrias y el imaginario que las rodea por vincularlas a una lógica de servicio al imperio y al capitalismo. En los años noventa, a partir del “período especial,” se restablecen en Cuba estas industrias del turismo y el entretenimiento.

9. Más allá de los resultados concretos, la poesía social se proponía, en palabras de Mario Benedetti, como “comunicante,” es decir, clara en sus mensajes políticos. Su libro de entrevistas, Los poetas comunicantes, puede ser leído como un manifiesto de esta poética.

10. Esta entrevista de 1973 representa la primera aparición pública de Perlongher (quien tenía entonces veintitrés años). Fue publicada por primera vez en el semanario argentino Así (PP 243).

11. Conservo en la medida de lo posible la distribución de los versos de la versión original publicada en Somos. Añadí los acentos que faltaban y corregí algunos errores ortográficos.

12. Para complicar la ironía, la revista Somos, caseramente producida, tenía además una circulación “underground” o semi-clandestina. El FLHA sufrió de la represión policial durante el tercer peronismo, el momento en que se publica el poema.

13. Se refiere a José Lezama Lima, cuya obra fue censurada por el gobierno revolucionario y quien representará para Perlongher una figura central en la elaboración de su neobarroso como trasplantación del neobarroco cubano al Río de la Plata.

14. Perlongher juega con la confusión de algunos de los conquistadores cuando primero llegaron a las Américas y pensaron que se habían topado con restos de la cultura griega. Como se verá más adelante, el FLHA alude a esa confusión.

15. En el artículo “La situación de los homosexuales en Cuba,” Rivas se refiere a la proscripción de la homosexualidad como una “Caza de Brujas” (14).

16. Habría entonces que pensar el argumento que establece que la homosexualidad –como Michel Foucault, entre otros– es una negación al imperativo de (re)productividad. El cristianismo requiere una sexualidad procreadora. El capitalismo exige que toda actividad sea trabajo, generador de producto o ganancia. En cambio, la homosexualidad carece, por definición, de finalidad (re)productora: es puro placer seductor. Por eso, es denostada como pecado, desperdicio o desvío.

17. Oscar Terán comenta este tipo de práctica represiva, refiriéndose específicamente al régimen dictatorial instalado de 1966 a 1973, antes de las elecciones que volverían a llevar a Perón al poder tras su exilio: “Imbuido de una mirada autoritaria incapaz de discriminar entre el modernismo experimentalista y las actitudes políticas expresamente orientadas al cambio revolucionario, el régimen terminó por unificar las almas de Lennon y Guevara de los sesenta. De modo que para combatir a esta última el régimen gobernante consideró necesario desplegar campañas contra el pelo largo, los músicos de rock, el uso de la minifalda, y también secuestrar libros, censurar y prohibir películas como El silencio de Bergman o Blow-up de Antonioni, allanar editoriales (y hoteles por horas)…”  [énfasis mío] (76-77).

18. Al fin y al cabo, se trataba de un proyecto que pretendía la independencia definitiva y efectiva para Cuba, es decir, para algunos, una especie de retorno a los orígenes pre-coloniales.

19. Con estética de lo va-poroso enfatizo lo sensible, los efectos y la percepción de eso que forma la poiesis. La poética de la tropicalidad es un hacer tropológico. Hasta cierto punto se trata de un nombre tautológico que no obstante enfatiza el otro sentido de lo tropical involucrado, el geográfico-climatológico. Lo vaporoso será la cualidad destacada, lo va-poroso, como vapor –aire húmedo y cálido– que se percibe sensiblemente, sobre la piel, abriendo los poros.

20. Empujados a la clandestinidad, los homosexuales tenían que encontrarse en los baños públicos y en los saunas, a los que llamaban “teteras,” como una deformación de T-Room o toilette room (Juan José Sebreli, citado por Rapisardi y Modarelli 21-22). Flavio Ripasardi y Alejandro Modarelli documentan esta práctica en el contexto de la última dictadura argentina. Esto añade otra referencia interesante al juego de Perlongher: el mundo musulmán andalusí, de baños de vapor y teterías. En Al-Ándalus el amor homosexual se encontraba plenamente naturalizado en el seno de la sociedad y de la poesía; ese mismo mundo es negado y finalizado en 1492 con la conquista católica del reino-taifa de Granada, apenas unos meses antes del primer viaje de Colón.

21. Esto en parte explicaría que en su escritura se puedan trazar diversos intereses que va abandonando y sustituyendo por otros. Para Ben Bollig esos cambios son intrínsecos a su postura de escritor marginal, de manera que cuando uno de sus intereses pasaba a adquirir centralidad, éste se movía hacia otro, al margen. Esa marginalidad representa una forma de no cerrarse en un pertenecer a una comunidad encarnada, un modo de escapar de ésta a partir del cuestionamiento y renovación de sus propias posturas políticas.

22. Por ejemplo, Jorge Ricardo Masetti, en “Los que luchas y lo que lloran,” cuenta que “Cuando había ido a gestionar la visa de mi pasaporte en el Consulado Cubano de Buenos Aires y luego de convencer al cónsul de que el sueño de mi vida era bailar el chachachá bajo las palmeras, él mismo me advirtió que llevase todo en regla. -Usted sabe… Siempre creen que los jóvenes se van a meter a revolucionarios” (Saítta 259). Las palabras de Masetti se ubican entre dos paradigmas, el exoticista estereotípico y el histórico-revolucionario. Si bien Masetti va a Cuba interesado en la Revolución, esto no quiere decir que a lo largo de su narración no siga destacando la Cuba exótica del “chachachá.”

23. Esto es así en la medida en que el poema parte de la agenda política de FLHA, que se proponía compaginar la lucha de clases con la lucha culturalista.

24. De acuerdo con Emilio Bejel, en Lezama Lima: “[h]omosexuality becomes an emblem of poetry: it is the search for the similar that transcends time and reproduction. It aspires to a creativity that goes beyond the “natural,” toward a state Lezama Lima defines as “beyond the limits.” It is then a metaphor that is inscribed into the center of the vacuum created by the absence of the natural. Homosexuality in Paradiso is also presented as an excess that, precisely because it goes beyond the permitted limits, announces the possibility of a creative surplus. It is in this sense that the erotic and the aesthetic in Lezama Lima find their greatest creative potential, suggesting that only what goes beyond the limits can lead to a penetration into the new and the unknown” (122).

25.Sobre la poesía de Lezama Lima, María del Valle Idarraga nota que “la instancia privilegiada de lo invisible en este sistema poético es el aire, que pese a ser intangible hace transacciones con el cuerpo” y que “su propósito es quebrar los presupuestos de la episteme de la razón” (60). Difiero en que el aire sea intangible –más bien tiene una materialidad difusa– pero coincido en destacar su cualidad de invisible y en su función de figurar la fe para el caso de Lezama Lima. El aire comparte la cualidad de ser, aunque invisible, sentido como onda, a veces sonora, que llega al oído, a la nariz y a la piel. Para Lezama Lima, el aire o el aliento comunica el cuerpo con lo invisible y la poesía es una “ciencia de la respiración” que busca este contacto (“Del aprovechamiento” 255). Perlongher toma este tropo lezamiano y lo vuelve cálido y húmedo. La asimilación de Lezama Lima por Perlongher deja de lado el aspecto de la fe y pone el énfasis en los efectos del aire sobre el cuerpo sexualizado y racializado.

26. Tras su viaje a São Paulo en 1979, Perlongher afirmó: “la pasé bárbaro en los trópicos … Quedé muy apegado a la democracia racial brasilera, a la que conocí –presumo– demasiado de cerca” (Un barroco de trinchera 34-35). Su decepción con Buenos Aires, a la cual califica de “apagada como una lamparita quemada” (34), parece convencerlo de realizar estudios de postgrado dos años más tarde en “esas zonas de climas más cálidos, como ser los brasiles, paraísos terrenales” (Un barroco de trinchera 34), donde se autodenomina un “exiliado sexual” (Bravo 60).

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