Almagra
viva
Reina María
Rodríguez
Habíamos marcado la fecha del recital
para el 22 de septiembre. Yo estaba aterrada esa mañana de sol,
después de aguaceros torrenciales provocados por la
cercanía del huracán Rita al litoral habanero. Al llegar
a la Torre, Juan Carlos Flores y algunos amigos de Alamar (del grupo Ovni y Zona Franca) ya se encontraban
allí. Mi preocupación mayor, más que por la
entrada del agua que seguramente había reblandecido columnas al
viejo palacete, era por la petición que él hiciera de un
huevo,
pensé que esta vez, en vez de tirar tazas, tiraría
huevos, pero no fue así. El huevo sirvió para hacer una
limpieza antes de comenzar la función y redondear el
espectáculo. El piso blanco y negro como un tablero de ajedrez
se había transformado con dibujos de mapas-pantanos y en las
puertas se indicaban los puntos cardinales: “…él viene del
Este”, señalaba detrás de la Cabaña, hacia Alamar.
Entonces, baja por la escalera de hierro y
caracol con sombrero de cono y parches en su vestimenta, lanzando
pajaritas de papel desde la altura. La sala está repleta y en el
centro, hay un cubo, un jarro, una escoba deshilachada, desperdicios y
la música de Bob Marley cuya letra habla de libertad. Al fondo,
antes de llegar a Alamar con la mirada, uno tropieza con el Cristo de
La Habana señalando siempre a sus víctimas. Juan Carlos
acude al balón naranja, juega como jugaría un
protagonista de las novelas de Beckett; salta, lanza el balón,
golpea una nariz que no se protegió, se pone tenso, ironiza,
detiene la música, lee “El contragolpe” y arranca hoja por hoja
del libro que regala a sus amigos.
No estábamos en NY ni en Viena ni en
París, sin embargo, algo podía suceder en una
estación del metro más concurrida, en una fuente, en una
plaza de la ciudad más altamente desarrollada o hecha para la
modernidad, pero con la diferencia de que estos textos tratan de
desacralizar y romper, con sus gestos y acciones, los poemas
trabajados por más de cinco años; los poemas calculados
al máximo en cada elemento de tensión e ironía. La
sonrisa de Ricardo Alberto Pérez me estimula a sonreír
también, “dándole muerte al miedo”, mientras la cara de
un funcionario me paraliza. El balón también cae en su
mano y lo devuelve rodándolo, sin lanzarlo. Los niños
saltan, juegan, se retuercen, bailan. Juan Carlos quiere que la
lámpara caiga desde el centro soltando su pasado, sus bombillas
de mediana intensidad y valor. Hay cámaras captando la velocidad
de su salto, el balón no cesa de provocar con golpes que son
compases, dice, y un carguero pasa lleno de cajas con materia prima
muerta. Suena una sirena: al puerto ha entrado algo más que
mercancías una mañana de septiembre; materia para textos
vivos cargados también de textos olvidados, de autores a punto
de desaparecer también en la bahía. Aparecen homenajes a:
Pessoa, Pound, Brecht, junto a malas palabras contra todo lo
simbólico que puede ser fatal.
La literatura cubana no es preformativa.
Recordé el perfomance de Samuel Feijoo en la biblioteca Nacional
sobre “el peo citadino y el peo campesino”, aquello que nos
escandalizó por los años 80, también el que
hiciera en la Casa de la Cultura de Plaza, estuve en los dos. Pero
había un matiz distinto en este perfomance: esos textos. Por
más que JCF trataba de romperlos con sus actos, ellos se
defendían como buenos púgiles.
II
Los niveles arcaicos de psiquis están
en nosotros como dijera E. Jung, en “El poeta y el ensueño”.
Semejante interpretación depende de la densidad
simbólica, de la “esencialidad del gesto y la expresión,
de la artificialidad inconsciente”, diría después G.
Stainer. El balón de JCF, su balbuceo, el down, “escribir lo que
está cifrado en el aire…” como diría él, entre la
toma del balón y su caída. Un niño que se llama
Rachel, que se llama Juan Carlos y que aún no sabe amarrarse los
zapatos: “jamás podría aprender a acordonarme los
zapatos”, dice, juega con la segadora, corta, arranca, desafía,
“ninguna parábola me gusta más que la parábola del
segado”. Y quiere, a la vez que usa su segadora de metáforas,
lirismo y paja, “sostener, con todo, en el aire una pelota, más
pequeña que un puño, hecha de hilo y semillas”.
Cortar y sostener en el lugar donde todas las
mixturas posibles se encuentran: Alamar. Donde hay un maestro de Kung
Fu africano y donde todos están condenados a robar espacio a lo
salobre, a perder apuestas. “Por qué se reía David
Tresgué el delantero jovial, después de haber intentado
uno y otro remate, sin haber podido insertar el balón en la
red?” O, en el poema número 10. “Roberto Baggio está
frente al portero, si inserta el balón en la red…sé lo
que significa acertar y sé lo que significa fallar, arte o
fútbol o guerra…”El juego como forma de guerra y de
sabiduría, desafío aparentemente inocente, pero
autodestructivo, finaliza con la risa única de los perdedores.
Las medias, los pulloveres, los pobres
recursos acumulados en grafittis hecho con acrílicos, deambulan,
y están marcados en los rostros abrumados, uniformes. Rostros
que salen a cantar viejos boleros bajo la niebla que trae el mar,
“sobre el estiércol del estar”, dice. Entre los enrejados
edificios, los excavadores de las minas, el propio enrejador, el
mensajero, los enterradores, los talabarteros, el leproso, El Emperador
del helado, el hombre-leopardo, el silenista (el hombre del radio
receptor que envejeció, enfermó y murió con el
radio receptor junto a la oreja, esperando). Supongo que “silenista”
viene de Selena, los radios rusos de esta marca que abundaron en la
Isla de los 70. Porque también sale a la palestra, un
niño ruso venido de la Unión Soviética a quien
llamábamos “cabeza de bolo” y todos se agrupan, corren, asaltan
los muros, la materia de la contradicción de sus “demonios
nacionalistas” como dice en el poema “Factoría”.
Todos viven en la “máqui-nación”
y sus oficios corresponden a la antropología de los oficios,
más que a una acción real. El poeta necesita un
balón como salvoconducto para entrar en la maqui-nación,
así el poema “Salvoconducto” abre la poética de “El
contragolpe”: “anti-país necesita anti-poeta…anti-poeta se
convierte en enemigo político”. Descargas eléctricas,
corrientazos, corto circuitos, estos poemas reunidos en unas 90
páginas (páginas como tiempo de un partido de
fútbol; como recorrido diario del balón recorriendo las
áridas calles de Alamar) son textos minimalistas, sentenciosos,
neo-barrocos y vuelven a insertar a JCF en aquellos Pájaros escritos (1994), con
su historial de poeta maldito, de niño perplejo ante la
escenografía, los adornos, y las simulaciones que dan voz
retórica a los que otros cuelgan el cartel de “poesía”,
pero él no. ¡Huye de allí!, les grita.
Me atrevo a decir, después de haber
prologado su libro Distintos modos de
cavar un túnel (2003) que con “El contragolpe”, JCF sale
de lo que pudiera ser un remate perfecto para deshacer el remate, la
orientación que pudiera lograr hacia un fin, y permitirse un
giro más social, más popular, más abierto a las
manipulaciones de la creación, de una sintaxis tallada a golpes
de balón, bajo el sonido de la pelota sobre un césped
segado y seco, donde cada palabra hace una grieta.
“Hoy he amanecido punzó miniaturista y
francés”, dice, con aire casaliano, usando chinerías con
el juego marcial, en el Fuchi, en la rebelión lenta y silenciosa
de esas palabritas cortantes como pájaros suspendidos en
alambres de púa o alta tensión; como gestos o caligramas
que también suspenden un querer matar y no poder. Me recuerdan,
aquellos pájaros, palitos, gatos muertos, señales en los
tendidos de “Cosmos” de Witold Gombrowicz, acercándonos a
un misterio y a un desciframiento que nunca obtendremos. Hay una
“paranoia galopante”, una acción doble, abajo-arriba, como en el
ying, yang en todos los poemas de este libro. La pelota golpea duro
(como la vida) se eleva, pero no escapa. El poema está encerrado
dentro de ese espacio, y a la vez, se traslada por toda la zona de la
mente dando brinquitos, haciendo una coreografía, un mapa
irregular con desigualdad que no pretende concluir algo más que
la circularidad con la que el animal resguarda sus confines. Es
álgebra. Ideograma. Postura de estatua carcomida que al elevarse
y caer, se fragmenta.
JCF busca la escritura escondida en él
como un agobio, la tienta, saca, se revuelca en ella, como alguien que
dentro del pensionado a donde está sometido, no puede hacer otra
cosa que expandir su energía con sus repeticiones. Los poemas
están llenos de claves y repeticiones, así como repetimos
a los niños para que aprendan a desaprender; como machacamos a
los estudiantes para que olviden pronto. Es una forma
pedagógica, nociva, de recortar la realidad, de sintetizar todo
añadido, toda postura “poética”, todo adelanto, avance,
explicación, adjetivación, progreso, para que la mente
adquiera un dolor, una contracción, un golpe. Repetir se
convierte en su metáfora primordial, lograda por un
mínimo gesto, el gesto de un niño destructor, pero
“…constructor de juguetes, sangre, otro buche…”Un niño que
sabe “…y debería dejar de escribir”, dice, porque
debería dejar de matar, pero su morbo no lo deja parar el
balón, la reiteración de los sonidos cuyo sitio es el
poema, una tensión entre el intelecto y la sencillez, un gran
estadio (mental) donde se juega al fútbol, a la realidad.
Porque, “su tiempo es el tiempo del poema, su muerte sería la
muerte del poema.” No he conocido a otra persona, a otro autor, que
viva y piense en la poesía todo el tiempo, y donde el ser poeta
sea un trabajo a tiempo completo, buscando “El gran Cañón
del ser”.
III
Pero, volvamos a la suposición de Jung,
retomada por G. Stanier, de que la obra, o el texto literario o musical
deriva su compulsiva “repetibilidad”, su “constantemente nuevo pero
enteramente esperado sobresalto” del reconocimiento de la vida
psíquica. También Levi-Strauss plantea que los mitos
claves de nuestra cultura provienen de mitos arcaicos y su
evolución a esquemas mentales, donde podemos incluir los mitos
de JCF en su contragolpe: intercambio de mujeres y bienes,
división del trabajo, prácticas familiares y comunales,
resistencia al poder. Todo esto se representa con imágenes que
son también dualistas, binarias, simétricas, divididas
por un eje entre el cerebro y el cuerpo, pero con el cerebro y el
cuerpo de paja de una marioneta.
Como en la tragedia, los héroes de cada
día, sus personajes anónimos, están compuestos por
los dos “hemisferios de ser y no ser”; de elevación y
caída; de construcción y destrucción; de movilidad
y fijeza. En ellos, hay una obcecación, una palpitación,
una locura cuya espina o hueso central es el “sin remedio” al que
están condenados, para hacer lo que curando mata, pero que no
pueden cambiar. Por eso, ante ese determinismo, hacen malabares,
ruiditos, gorjeos, sin buscar un estilo de proyección futura o
destino (ni siquiera con el lenguaje JCF pretende un destino o consuelo
para sus convidados, quiere solo, la onomatopéyica animalidad
del presente en una forma de expresión sumatoria, acumulativa,
como única salida al fracaso, a la pérdida). Su
composición se vuelve rápida, veloz, reiterativa, pero a
la vez, fugaz, con desprendimientos de partículas hirientes,
ácidas, corrosivas, para que no puedan poseerla, adquirirla,
manosearla. Imágenes a cámara rápida contraria a
la cocción que ha sido lenta, desesperante, detallista y en la
observación de sus planos, minuciosa –para llegar desde el
ángulo jocoso y trágico del magnífico lector que
es: “…con la prisa del…espíritu, sin más”, como dijera
alguien a quien admiro mucho, porque, con este contragolpe de JCF, se
juega y dispara, una poesía impúdica, plebeya, agresiva:
poesía de la caída, del revés. “…los techos se
caen y cualquier cosa, de un tiempo, a esta parte, es un techo.”
Los convido a entrar en el terreno o
césped pisoteado de Alamar donde JCF hace escaramuzas con sus
botas tejanas soñadas, donde “…cambiábamos de país
como cambiábamos de zapatos”, para sobrevivir junto a, “Los
intocables”, al amigo barrendero, al amigo Rimbaud que aparece en
“Dólares canadienses”, pero que está presente junto a
él, alter ego suyo, hermano de crianza, en el afán y la
búsqueda.
FUCHI
Fría está la mañana, la película de niebla
hace que se confundan iglesias y bares. Fuchi, simplemente, sostener,
con todo el cuerpo, en el aire una pelota, más pequeña
que un puño, hecha de hilo y semillas. Fría está
la mañana y poco abriga el gabán. Sólo hoteles, he
construido edificios en los que nadie, nunca ha de habitar. Fría
está la mañana, la película de niebla hace
que se confundan iglesias y bares. Aquel que tuvo la vana
alegría de mujer o gallina ponedora, mientras colocaba
ladrillos, mira hoy hacia el círculo dorado donde se colocan los
seis jugadores que, sin proponérselo, traspasaron la cerca de
púas que divide al occidente, del oriente, al futuro, del
pasado. Aunque el sol ya salió, fría está
aún la mañana y poco abriga el gabán.
Compañero, ¿no habrá por ahí un bar
abierto, en el que pueda tomarme una poca de ron?
MEA
CULPA POR TOMÁS
Tomás, niño venido de la Unión
Soviética, a quien nosotros llamábamos "cabeza de bolo".
Porque se alimentaba mejor que nosotros, a golpear a "cabeza de bolo",
porque se vestía mejor que nosotros, a golpear a "cabeza de
bolo", porque tenía mejores juguetes que nosotros, a golpear a
"cabeza de bolo", porque sacaba mejores notas que nosotros, a
golpear a "cabeza de bolo", para que ninguna niña lo mirase, a
golpear a "cabeza de bolo". Creo que frente a Tomás, todos nos
sentíamos un poco checos.
THE BAND
Tanta gente pasando, y aún recuerdo a los estudiantes
del África negra, que vivieron en Alamar.
(ellos, me dejaron el amor por el balompié callejero y el amor
por las canciones de Bob Marley, dos entre puntales que sostienen mi
vida, la vida de quien después de haber girado en U,
caminó más allá de la edad que le señalaron
los ya viejos maestros).
Tanta gente pasando, y aún recuerdo a los estudiantes del
África negra, que vivieron en Alamar.
EL NÚMERO 10
Roberto Baggio está frente al portero, si inserta el
balón en la red, su equipo Italia, podrá ganar la
codiciada, la áurea copa, yo, una y mil sombras acompasadamente
ardiendo, que finalmente me ordené, en orden del Sutra del Loto,
sé lo que significa pertenecer a un equipo de fútbol,
sé lo que significa acertar y sé lo que significa fallar,
arte o fútbol o guerra, trabajar por algo cansa, trabajar por
nada cansa más, Roberto Baggio está frente al portero, si
inserta el balón en la red, su equipo Italia, podrá ganar
la codiciada, la áurea copa, pero Roberto Baggio falla, yo, una
y mil sombras acompasadamente ardiendo, que finalmente me
ordené, en orden del Sutra del Loto, sé lo que significa
pertenecer a un equipo de fútbol, sé lo que significa
acertar y sé lo que significa fallar, arte o fútbol o
guerra, trabajar por algo cansa, trabajar por nada cansa más:
aquellas nanas, mi madre, aquellas nanas, cántame una.
EJERCICIOS AERÓBICOS
Hoy, he amanecido punzón miniaturista y
francés, pienso en "Margot la gorda" y en su maestría
loada.
Trío de gordas peninsulares, meneando sus caderas, a ritmos de
Van Van, gordas, porque su alimento es sancocho, esa flaca playboy,
esa, sí tiene swing, esa, el dinero sí saca, trío
de gordas peninsulares, meneando sus caderas, a ritmos de Van Van,
gordas, porque su alimento es sancocho, esa flaca playboy, esa,
sí tiene swing, esa, el dinero sí saca, trío de
gordas peninsulares, meneando sus caderas, a ritmos de Van Van, gordas,
porque su alimento es sancocho, esa flaca playboy, esa, sí tiene
swing, esa, el dinero sí saca, timba, la timba.
Hoy, he amanecido punzón miniaturista y francés, pienso
en "Margot la gorda" y en su maestría loada.
¡Dios mío, todo lo que hay que hacer para poder conseguir
un comprador!
FACTORÍAS
Fábricas de lo torcido, porque los gremiales seres
torcidos, hacen allí sus ritos, echan allí sus fetos, los
demonios nacionalistas.
Cómo representar a los gremiales seres torcidos, sin
maquillarles, para ocasión de catálogo, si no soy la
mandrágora F, ni el ojo distorsionante de la mandrágora
F, ni la mano distorsionadora de la mandrágora F, entre torres
de hormigón policial, soy el judío, soy el jodido, un
bailarín de trompos anarquistas, cuando más.
Fábricas de lo torcido, porque los gremiales seres torcidos,
hacen allí sus ritos, echan allí sus fetos, los demonios
nacionalistas.
"A cada estanco, un aro de niebla alrededor, no le vendría mal,
pero el pedo caliente, saliendo por las tuberías, le
quedaría mejor".
(derivado de una conversación con José Kózer)
EL SELENISTA
Nota necrológica, o spot de bailable, o parte del
estado real del tiempo, por lo menos, El hombre del radio receptor,
día y noche, con el radio receptor, junto a la oreja, esperando
escuchar la noticia, nota necrológica o spot de bailable o
parte del estado real del tiempo, por lo menos, El hombre del radio
receptor, día y noche, con el radio receptor, junto a la oreja,
esperando escuchar la noticia, nota necrológica, o spot de
bailable, o parte del estado real del tiempo, por lo menos: El hombre
del radio receptor, envejeció, enfermó, murió con
el radio receptor junto a la oreja.
LA
EXCAVADORA EN LA MINA
Los mutilados de las guerras del mundo sienten nostalgia por
las partes perdidas, al que perdió las piernas, le
faltarán para siempre las piernas, al que perdió los
brazos, le faltarán para siempre los brazos, al que
perdió los ojos, le faltarán para siempre los ojos, al
que perdió los dientes, le faltarán para siempre los
dientes, cada cual recordando lo que hacía con su parte de
menos, al que perdió las piernas, le faltarán para
siempre las piernas, al que perdió los brazos, le
faltarán para siempre los brazos, al que perdió los ojos,
le faltarán para siempre los ojos, al que perdió los
dientes, le faltarán para siempre los dientes, y si
juntásemos cada parte perdida, haríamos el inventario de
la ausencia del hombre.
LA COLUMBINA
Bababababa. El Síndrome de Down no es enfermedad,
estar exento del Síndrome de Down es padecer la enfermedad.
Sulamita, mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, guajirita,
mi cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada,
sulamita, mi cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del
buen Patch, revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros.
Bababababa. El Síndrome de Down no es enfermedad, estar exento
del Síndrome de Down es padecer la enfermedad. Sulamita, mi
cabeza, un barquillo en el que echaron cemento, guajirita, mi cabeza,
un barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada, sulamita,
mi cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del buen Patch,
revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros. Bababababa. El
Síndrome de Down no es enfermedad, estar exento del
Síndrome de Down es padecer la enfermedad. Sulamita, mi cabeza,
un barquillo en el que echaron cemento, guajirita, mi
cabeza un
barquillo en el que echaron cemento, mi cabeza lasqueada, sulamita, mi
cabeza lasqueada, guajirita. Hombre, aura regordeta del buen Patch,
revendiendo tenis deportivos, suelas y agujeros. Al individuo a su
alcance se dirige: seas tú el nacional o seas tú el
extranjero, compra tus tenis deportivos. Te queden grandes o te
aprieten, poco importa, compra tus tenis deportivos. Por si vienen
rabiosos atomistas, compra tus tenis deportivos. Cava otra vía,
topo, al limbo.
(....Bababababa....)
¡BINGO!
¿Qué hace ese hombre reventado encima del asfalto,
interrumpiendo el tránsito fuchi de vehículos y peatones?
Colaboracionista, fui pieza perfectamente acoplada al mecanismo social,
hasta la mañanita de mi muerte, en que, mientras me afeitaba,
comencé a oír voces acusatorias, primero, voces
persecutorias después, y tuve miedo de terminar en la
cárcel, así no más. ¿Quién saca a
ese hombre reventado de encima del asfalto, para que continúe el
tránsito de vehículos y peatones?
|