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Como este número de La
Habana Elegante viene doble - doble la delicia de los lectores,
doble la impaciencia por la salida del siguiente - la Azotea tiene esta
vez dos invitados de lujo: los poetas Sigfredo Ariel (Santa Clara,
1962) y Juan
Carlos Flores (Ciudad de La Habana, 1962). Y si los
invitados son de lujo, no menos lo son también sus
presentadores: Antonio José Ponte y Reina María
Rodríguez, respectivamente. Con estas selecciones de dos poetas
que sin duda merecen ver crecer el número de sus lectores, La Azotea - y por extensión La Habana Elegante - no hacen sino
confirmar que la única razón para el prestigio de su
rincón y de sus páginas es el prestigio de sus
huéspedes e invitados. Con Sigfredo Ariel, cerca del Kiosco del Infierno Antonio José Ponte Lo que Sigfredo Ariel y yo llamamos Kiosco del Infierno está a medio camino entre mi casa y la suya. Próximo a la terminal de trenes, de madrugada brilla como la última esperanza de encontrar cervezas en La Habana Vieja. Es el único sitio abierto en tanto otros locales adelantan cada vez más la hora de cierre. Donde debió existir un edificio (y después su derrumbe) han emplazado una casilla enrejada dentro de la que un par de dependientes hace cuentas, coteja sumatorias, intenta salir del mejor modo de la madrugada. Erizado de rejas como está, las transacciones en el Kiosco del Infierno tienen aire de visita presidiaria, de camión policial o carro de perrera. Otra posibilidad está en las máquinas expendedoras de la calle Monte: incontables veces nos hemos ocupado de alimentarlas con billetes sin lograr otra cosa que el dinero de vuelta. (Junto a ellas un grupo de sordomudas y sordomudos avisa de que las máquinas no funcionan. Ese grupo es cuanto queda de la esquina de prostitución de hace unos años.) Cada uno con un billete de dólar y cuarto como si se tratara de empujar cucharadas a una boca reacia, sólo tengo el recuerdo de una noche en que las máquinas hayan soltado prenda. De manera que casi siempre terminamos en el Kiosco del Infierno y, comprada la bebida, vamos a un banco frente a la estación de trenes. (Descargamos la cerveza bebida contra un resto de la antigua muralla.) Podría extenderme en accidentes fuera del municipio: en una ventanilla abierta por los alrededores de Radio Progreso venden, según Sigfredo Ariel, “los panes con bisté de la Vida”. Y no es casual que ahora, dispuesto a presentar unos poemas suyos, venga a hablar de esos sitios visitados cuando nos dan las tantas conversando: el propio Sigfredo Ariel edifica lugares desde los títulos de sus libros: una playa (Escrito en Playa Amarilla), un hotel (Hotel Central), una estación (El enorme verano), su ciudad natal (Born in Santa Clara), unos paralelos (Los peces y la vida tropical)... Muchas páginas suyas están llenas de afán cartográfico: “Si recordara, si pudiera recordar a través de este ruido /quiero decir vigor de Timbuktú me sabría el dibujo de las costas espléndidas de Mali, de Marfil, de Catay y Cipango” Él ha escrito este alarde: “Si quisiera, podría trazar sobre la arena el mapa estelar del hemisferio” Los portulanos y mapas se juntan con la Biblia, las cartas del Tarot y los fragmentos de canciones. Lo mismo que para un cronista de Indias, ante él se alzan los problemas de la lengua (“y saque de la boca las palabras duras,/españolas, concluyentes como fronteras”) y los de una tierra nueva. “Nacional” es adjetivo suyo recurrente. “Es el invierno nacional”, escribe. O: “fluye la vida nacional”. Desperdigada aquí y allá en episodios y menudencias, puede hallarse en sus textos una historia del país. (No hímnica, sino hecha de jirones de himno, vuelta banderas deshilachadas.) La mayoría de sus libros terminan en un poema que recorre la historia cubana: “Mapa del país” (de El enorme verano), “Nocturno local” (de Los peces y la vida tropical), “Vida en común” (de Hotel Central), “Embargo y elegía” (de Escrito en Playa Amarilla). Y, en medio de una poesía absorta en lo personal como es la cubana más reciente, ese impulso de épica (si acaso concedemos que puede llegarse a la épica mediante una suma de situaciones líricas) resulta un rasgo particularísimo. Así también resalta su insistencia en el poema erótico. (Podría afirmarse que él ha escrito los mejores poemas de amor de su generación, aunque los poetas de esa generación se muestran tan poco inclinados a la literatura erótica que de poco vale el título. Rectifico entonces: Sigfredo Ariel ha escrito algunos de los mejores poemas eróticos de las últimas décadas.) Igual que aquellos dedicados a la isla, esos poemas de amor resultan casi siempre de amor escarmentado, textos del ir tirando amoroso. Gracias a una pizca (al menos) de escepticismo, enuncia sin descrédito su atracción sostenida por paisaje o persona. Y ha escrito, a la par, textos sobre encuentros fugaces, poemas del ligue erótico. Otros, muchísimos, dedicados a la amistad y la camaradería. Todo lo anterior inclinaría a tomarlo como un poeta sentimental, bastante desvalido en caso de exigir a la poesía recursos pensamentales. (Recuérdese, por ejemplo, que Rolando Sánchez Mejías pasó por alto su nombre cuando la antología Mapa imaginario.) A tales exigencias, a la devaluación de sus poemas bajo prisma así, ha dedicado él un astuto poema, “Los poetas cubanos de vanguardia”, cuya lectura desestima las acusaciones de ingenuidad o sentimentalismo que pretendan hacérsele. (Próximo a textos de Cernuda y Gil de Biedma, el poema tiene aire de familia con algunos escritos en lengua inglesa.) "Ríos de Foucault" son opuestos a la música en esas líneas. El poeta se considera desprovisto de los primeros; la segunda lo ha acompañado de manera envidiable (citar fragmentos de canciones no lo hace incurrir en dulzarronería: véanse varios de sus sonetos ríspidamente encabalgados, escritos en papel de lija). ¿Cómo lograr que los ríos de Foucault crucen por mis páginas?, pregunta, irónicamente o no, cuando forjar una música parece insuficiente. La oposición, sin embargo, no ocurre entre pensamiento y música, sino entre pensamiento y memoria. Imprescindible entonces averiguar si el paso de corrientes teóricas hace o no memorable al poema, y valga en este punto la siguiente ecuación derrideana leída en Augusto de Campos: “Poesia é aquilo que se quer aprender de cor: imparare a memoria”. En sus nuevos libros, Sigfredo Ariel suele recordar versos de libros suyos anteriores. Los trae a cita del mismo modo en que se acuerda de viejos boleros. Citándose a sí mismo con regodeo de isla, parece apostar por la acumulación, el asentamiento, la sedimentación de un título sobre otro. Comienza uno con el siguiente desvelo: “me exiges ahora describir con las mismas palabras - isla, respiración, peces, canciones - cosas desemejantes y muy entrecruzadas” Isla y canciones son, como puede verse, sus tigres y sus laberintos. Pero si es cierto que todos somos obsesos y reiterativos, no todos alcanzamos a justificarlo con una mitología. Sigfredo Ariel ha conseguido hacerse de una mitología propia. Su fuerza consiste en persistir en ella, en ensancharla. Y ya va siendo hora (así le digo en uno de nuestros viajes al Kiosco del Infierno) de que lo haga evidente con una selección de todos sus libros. La que sigue, muy breve, viene de los dos últimos: Escrito en Playa Amarilla (Ediciones Matanzas, Matanzas, 2004) y Born in Santa Clara (Premio UNEAC de Poesía 2005, aún inédito). Selección de poemas de Sigfredo Ariel Memorias del Jardín Botánico Qué ibas a buscar al parque japonés a mi lado es decir sola con tus brillantes previsiones junto al lago diminuto con las percas exhaustas circulando bobamente -el surtidor al centro de la falsa pagoda- qué ibas a decir exactamente cuando por fin llegamos al parque japonés tras ondulantes travesías entre piedras y árboles exóticos de nuestra relación, de las personas que entonces nos rodeaban en especial del día futuro que caería como un rayo entre nosotros dos y un caballito del diablo planeaba sobre el agua de haikú libre por suerte de toda explicación. En suspensión Me ejercito en simular éxtasis o algo equivalente: en éxtasis salgo al parque, en éxtasis llego junto a la cruz del río, me despido cortésmente del ángel o de algo parecido: buenas noches y punto. Quienes viven conmigo bajo el enorme puente del Condado y duermen en camas ajenas todavía conmigo, reciben en fechas señaladas una flecha en la frente: te has ido por las ramas por sombra por ardor en vísperas de la tremenda siega / nadas fosforescente entre nadas y gentes estancadas en círculo cerrado, pescado nadador. La gata mira llover Absorta permanece en la única ventana a la luz de una vela sin comprender a Newton sin el mínimo interés por Newton sino por la caída en tierra y el sonido ordinario del agua extraordinaria. A pesar de haber atravesado penosas experiencias –esterilización, visita de ladrones, la comida hirviente que le echas poco antes de salir retrasado hacia el trabajo– albergas pocas dudas: ella forma parte de la parte de la población del universo que está sinceramente en paz con Dios. Los poetas cubanos de vanguardia Los poetas cubanos de vanguardia se burlan de mí a espaldas mías. Los he visto llenos de temeridad atomizando historia y tradición, otras nociones ruinosas / oxidadas disciplinas palabras y objetos ya inservibles del todo. Los jóvenes poetas de vanguardia se tocan con los viejos poetas de vanguardia bajo las aguas profundas, en el cimiento universal a espaldas mías. Cómo hacer para que los ríos de Foucault bañen en mi beneficio estas hojas de papel pegadas a una arcaica maquinaria que antes se llamaba música y era apreciada en el pasado al punto de que incluso a veces provocaba envidia. Automedicación Remedio chino e infalible… Argelia Pera, en Radio Reloj. Es menester que en la despensa o mejor en el rincón de la menuda casa que llamas en secreto la despensa almacenes agua de tempestad por si asomase el enemigo primordial con sus armas afiladas y su boca pendenciera. Agua de lluvia caída a inicios del estío sirve para lavar la cara y las manos de los hijos, para la perfección del sexo y tal vez apaciguar la boca que se hunde en el sexo palpitante. El agua que procede del granizo o incluso de la escarcha del refrigerador habrá de refrescar los episodios nacionales más ardientes los sangrientos, incluso los más desatinados. Podrías nombrarla si gustas agua del hielo y del deshielo. El agua que resbala de las estalactitas y que habrás de recoger en el hueco de la mano será remedio para curarlo todo hasta la vieja herida de hacha propinada por alguien antes o después de la hora del amor. No me gusta recordar con demasiada precisión. No lo aconsejo a nadie. Donde quiera que viaje me hiere Grecia (Seferis) Para Damaris Calderón Más cerca de Micenas que de Jagüey Grande en un café de la Manzana de Gómez madura la cerveza y la mañana abre su pulpa de mamey cuando nos vemos bajo los mismos dos leones sin cabeza. Donde quiera que llegue, que lleguemos se levanta aquella misma figura triangular. Va a ser la puerta atrida traspasada otra vez: tú a Santiago, más lejano que Creta, yo a ningún lugar en un carro de alquiler sobre la mano griega nuestra, Damaris, mal cortada. Un ebbó JOB. 13:1; 13:3 Mis ojos han visto todas estas cosas y han oído y entendido mis oídos: Quien te hace un mal trabajo al pie judío está cavando alrededor de su casa y su mercado y quien pone su ojo oscuro sobre la poca o abundante luz que arrojas agranda su tiniebla su soledad su nada / el muerto habla sin cesar y el gallo picotea en los granos de agua y el agua es sangre de pájaros que nadie sacrifica. Más yo querría hablar con el Todopoderoso yo querría razonar con Dios: diera las quejas haría el inventario de aquellas ocasiones cundo fuimos blanco fácil dibujo para disparar en el pecho adolescente todavía y fuimos otras cosas que personas como yo suelen en las festividades olvidar. Cuando cierres los ojos y el animal del sacrificio haya entregado su breve subsistencia náutica el aerolito del santo como un pez va a brillar / esta podría ser tal vez la traducción: piedra brillando en el secreto como un pez significa momentáneas muestras de atención por ti –locura por ti preocupación súbita por ti pero también que se aproxima alguien que se aproxima algo cuando cierras los ojos igual que una doncella en el fragor de un vals. Sobre cierto espíritu errante de los años 80 En las fiestas más bien íngrimas qué cosa festejamos con té ruso, un par de velas qué conmemoramos sino acontecimientos que tendrían lugar en el futuro si acaso tal vez en el futuro. Y de qué hablábamos –quicio, vano de puerta, habitación de hotel: Ambos Mundos, el Louvre cuartos entonces para seres humanos no para turistas. Noches momentáneas llegaban en tren o en la cama de un camión de los extremos de aquellas parentelas consanguíneas que inmolamos a favor de qué. Estuvimos de antemano en esta actualidad. Tomamos puro ajenjo tropical amargo dulce conseguido de manera sinuosa lo único que queda antes de la nunca escrita ley –estación de estación de sequía, estación pluvial cuando noche era parte de cuerpo y cigarro parte de conversación (aunque existían otras cosas para otros claro está: casa teléfono fax un viaje al extranjero representando algo). Fue sencillo y bastante funcional: noche era parte de cuerpo y cigarro parte de conversación luego al camino sin interrogaciones ni permisos de entrada y de salida. Pero había otras cosas, claro está y no hay por qué explicarlo en esta hoja. Los que fuimos y luego regresamos de dos o tres lugares pienso nos vamos a reunir con aquellos que tardaron años y años en volver pasado un tiempo, quizás algunos días no tendrá demasiada importancia mejor dicho no tendrá importancia alguna porque viaje y permanencia serán parte si acaso de espejismo. ¿y de qué hablábamos tanto, quicio, vano de puerta, habitación de hotel? Embargo y elegía Abro la puerta de mi casa / está el bloqueo con un ojo cerrado y otro abierto está el bloqueo ante mí que no comprendo nada, que entiendo la mitad de esas noticias de África el bloqueo baila se enardece comenta las actualidades habla incluso del periodo romántico de Mahler de un lejano amor perdido de los cortes de pelo de los cortes de la electricidad en la pantalla del Rex-Duplex proyectan La Aventura sin un centímetro cúbico de oxígeno la cinta está cortada / es el bloqueo dicen a mi lado mi madre me da a luz y a las dos horas la sacan de la clínica adviertan la amenaza los cohetes rusos los cohetes que esperan palpitando como un taxi / el bloqueo en la casa de los padres desde el primer día y en la escuela interna no es nuestro desamor no son nuestros desdenes es el bloqueo trepado al árbol puro de la presa y en los trenes ominosos sin agua ni luz de un cardinal a otro de la isla bloqueo caída de una estatua en el agua verdinegra en diálogos con la madre patria en los amigos que vienen a beber vinos caseros de la crisis / bloqueo en la escena que llamamos con cariño nite club bar de la esquina casa de nuestro semejante comprendan imaginen un país en medio del bloqueo supongan que perdura con sus listas sus granjas de rehabilitación sus grandes hospitales donde antes se estiraban los desiertos sus intérpretes de música foránea sus presencias constantes en la frágil memoria de la radio los huecos de la ausencia sus fabulosos pecados de omisión / entrecierra los ojos di qué ves: con su antifaz pasa el bloqueo del viejo carnaval con el padre y la esposa despidiendo al médico despidiendo al amigo en la barra pides una heineken y el bloqueo vuelve su cabeza de buen mozo hacia ti y en el aeropuerto te sonríe agita su pañuelo de hilo llora por ti a lo largo de una noche ante el bloqueo tras el bloqueo sobre el extenso territorio del bloqueo. Criatura nacida del bloqueo mira en tu pequeño patio cómo algo está naciendo sin dirección sin el gran peso de tus ojos sin permiso ni instrucciones ni destino luminoso una planta una persona un hijo / algo. |
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