Grotesco: Escritor Millonario
Dr. Antonio Bergamín
…suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra… poniendo los ojos la prudencia de Vuestra excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.
Cervantes, en su dedicatoria al Duque de Béjar, primera parte de El Quijote.
…estoy enfermo, estoy muy sin dineros… en Nápoles tengo al grande conde de Lemos, que, sin tantos titulillos de colegios ni rectorías, me sustenta, me ampara y hace más merced que la que yo acierto a desear.
Cervantes, en su dedicatoria al conde de Lemos, segunda parte de El Quijote.
Por cuestiones editoriales tuve que dejar fuera de mi antología Tesis Rechazadas, de próxima aparición en México por Fondo de Cultura Económica, al escritor nacido en Cuba Rigoberto Bauzá Serradet (Grotesco). Dos veces abandonado por la Academia, una hace sesenta años y ahora por mí, (parte también de la Academia), me siento obligado, como mínimo, a presentarles a uno de los ensayistas más sorprendentes que he leído. Agradezco en esta gestión a los varios amigos que me han reiterado su interés y ayuda en rescatar su Tesis, entre ellos mi colega Ricardo Piglia, la también colega y amiga Alessandra Luiselli y el propio director de Fondo de Cultura Económica Joaquín Diez-Canedo Flores.
Cuando la entrañable amiga y presidente de Harvard University Catherine Drew me comentó por teléfono que su esposo, el profesor Charles Rosemberg, oyó de una tesis de los años cincuenta en el colegio de Economía, con el sugerente título Poor writers are not real writers, supe enseguida que quería leer aquello. La tesis estaba firmada bajo el seudónimo Grotesco, venido de la pluma de Rigoberto Bauzá Serradet, nacido en la Habana en el 1925 y fallecido repentinamente en Miami Beach en 1952. El menor de 8 hijos, de familia de empresarios millonarios, padre cubano y madre puertorriqueña, siguiendo, como se acostumbra decir, los pasos familiares, estudia Economía en la Universidad de Harvard, alternando con cursos de Medicina y Filosofía y Letras, siempre motivado y apoyado financieramente por su padre.
Ya en la dedicatoria de su tesis resume el agradecimiento que por él siente (todas las citas a partir de aquí son traducciones mías del inglés):
Para el gran empresario y padre
Amigo y benefactor
Don Guillermo Bauzá
Admirado por muchos
Y envidiado por los que ignoran
Las delicias del dinero.
Rigoberto intentó para su tesis de Economía un monumental estudio interdisciplinario, donde prueba que el dinero es la base misma del conocimiento, pues garantiza su posibilidad. Si bien esta idea no es nueva, Rigoberto la plantea de un modo bastante novedoso, o, en términos modernos, “políticamente incorrecto”; y se defiende del rechazo universitario que provoca esgrimiendo la razón de que una tesis de esa magnitud necesitaba la mayor sinceridad posible. Es en la versión final donde Rigoberto usa por primera vez el seudónimo Grotesco, para retar las rencillas que se habían creado alrededor de su tesis. En todo caso, según consta en acta oficial, las entonces aducidas razones éticas fueron retiradas para presentar en su lugar el argumento de que todo aquello era muy conjetural. Si bien existen proposiciones algo incongruentes en la tesis de Grotesco, no las llamaría conjeturales per se, pues los argumentos de Grotesco se comprueban solamente a partir de una condición muy especial, que a la mayoría de las personas nos es imposible experimentar, y que es el mismo centro de su tesis: ser millonario permite cualquier conocimiento de la manera más efectiva posible.
Para no demorar la parte literaria que nos ocupa, cito el inicio del capítulo segundo: “Las épocas y las gentes se hacen de azar y de dinero, mi padre es empresario, y eso me da la posibilidad de escribir, de conocer, de viajar, o ¿cómo se figuran que hice esa investigación? ¡Viajando a España, Viviendo España, invitado por los descendientes del mismo Duque de Béjar, pidiéndole razones!… Ahora nadie puede negarme que el Quijote de Avellaneda fue escrito por Cervantes… porque fue el dinero lo que me permitió viajar y comprobarlo… El arte y la verdad están hechos para el disfrute de los ricos”.
¿Que el Quijote de Avellaneda lo escribió Cervantes? ¿Que él visitó a los Duques de Béjar? Grotesco trata de probar su tesis en su propio cuerpo, él, un millonario, prueba cosas que nadie puede, con su dinero tiene la posibilidad de “cambiar la verdad misma si es necesario”. Al final del primer capítulo titulado “El dinero tiene alas de tiempo,” ridiculizaba de este modo a investigadores “de segunda mano” del Siglo de Oro: “¿Qué saben ustedes de Cervantes? Nada confiable, pues… aunque otros siglos pasen, ustedes nunca conocerán ciertas verdades reservadas a los ricos… quienes con nuestro oro de siglos podemos viajar en el tiempo.” Así que Grotesco en verdad fue a España, se quedó con los descendientes del Duque de Béjar y supuestamente prueba que Cervantes escribió el Quijote de Avellaneda. Pero vamos por partes.
Grotesco basa toda su “intriga” económica en la disposición ética de ciertos escritores alrededor del dinero y dice: “Nadie cuestiona lo evidente, Cervantes, Lope de Vega y Góngora eran los tres serviles aduladores del Duque de Béjar… Me opongo a transcribir tales dedicatorias, pues, siendo miserables, no pretendo estimular el perverso gusto por lo que no hace bien a mi ética.” Resulta curioso como Grotesco parece jugar en esta frase como un ejercicio de estilo, pero luego en verdad no presenta estas citas, que son además bien conocidas. Grotesco, al cuestionar la “calidad humana” de estos tres escritores, saca conclusiones extravagantes: “Se dice que los cojos son gente oscura, así que los mancos seguramente también lo son, y aun con más razones.” Y también: “Góngora era feo y los feos casi siempre son malvados en el fondo… y hay muy pocos escritores buenos que sean feos.”
A pesar de lo arbitrario de estas afirmaciones, de otras fuentes documentadas corroboramos varios elementos: la fealdad de Góngora, las sátiras que lanza Góngora a Lope de Vega, la envidia que siente Cervantes por Lope de Vega, la cruel crítica a las Soledades a manos de Lope de Vega (dedicadas también al Duque de Béjar). Es conocido que había constante pelea entre estos tres escritores para ganarse los favores del Duque de Béjar con sus dedicatorias. Pero según Grotesco, “en esta lucha de bajezas y desprecio por unas cuantas monedas… Cervantes se lleva las de ganar.” Es fácil rastrear en las dedicatorias de Cervantes algunas conclusiones de Grotesco: “Cervantes besa manos y pies de varias Excelencia, suplica, ruega, se ve como esclavo, en fin, se coloca en una actitud de mendigo, y todo lo que escribe lo hace pensando en esas excelencias, lo hace pensando en su beneficio material, pues sólo eso a Cervantes interesa, los mismos intereses de los perros y los criados.”
Grotesco se refiere bastante a la moralidad de Cervantes, despreciándolo por su “interés malsano, como de todos los demás literatos de la época” en agenciarse un mecenas entre los miembros de la nobleza. Según Grotesco, “de nada le sirvió a Cervantes ensalzar al Duque de Béjar, ni al conde de Lemos…, que nunca le dieron dinero…, pues no estaba interesado… (se refiere al Duque de Béjar ahora)… en la literatura de la época, y no porque no fuera ilustre y educado sino que… casi nada de lo que se escribía era digno para su interés.., pareciéndole escritos para criados, gritos de feria…, mirándose unos a otros las muelas cariadas al reír con las aventuras de caballeros pobres…, ensalzando la vida de la pobreza y confiando en un golpe de fortuna y esperanza, lo único que llegaran a conocer, triste panorama e ideales…” Y sigue así: “En verdad, el Duque ridiculizaba a Cervantes por su brazo y le molestaba que le hiciera la corte de modo tan vulgar, mentido y desagradable.” Rodríguez Marín (uno de los cervantistas más eximios de todos los tiempos) confirma por su parte que el Duque nunca le dio dinero, pero con la particular variación de que “nuestro Duque tenía algo más de simple, que de discreto.”
De cualquier modo, Cervantes no volvió a mencionar al Duque en ninguna de sus obras; y en los días en que escribió la dedicatoria de la primera parte del Quijote, dice Rodríguez Marín, “lo hizo de tan de mala gana, que, por no tomarse el trabajo de redactar de propia minerva, la hilvanó entresacando unas frases de la dedicatoria que Fernando de Herrera había escrito 25 años antes para el Marqués viejo de Ayamonte en sus Obras de Garcilaso de la Vega, con anotaciones, (Sevilla, Alonso de Barrera 1580) y del admirable prólogo que el maestro Francisco de Medina compuso para este libro.”
Grotesco responde a Rodríguez Marín por su visión del Duque como alguien simple: “ustedes, la gente pobre, de bolsillo y espíritu, gustan de atacar a gente como el Duque. Es normal, me digo y respiro hondo, sólo un reflejo psíquico, al no tener dinero, desean nuestro mal, y critican nuestra inteligencia,” y sigue “estos pobres viejos, no tienen medios de acceder la información verdadera… mas yo, que bebo el vino con los de Béjar, y los de Lemos… que tengo en mis manos su magnífica biblioteca, tengo su confianza y sus secretos por la clase que represento, que representa también una moral, un estilo de vida y una estética.”
Antes, al final del primer capítulo, y en defensa a las acusaciones de la ausencia de otras fuentes documentadas, escribe: “¿Qué es una fuente documentada en la actualidad?, nada más que un viejo charlatán y sin dinero, y ¿Quien le confía verdaderos secretos a alguien así, secretos que pueden alterar la gloria de naciones enteras?, ¿quién querría arriesgar algo así, sencillamente?..., ¿qué pobres musas los asisten?”
Y a los que le acusan de no haber dedicado demasiado tiempo al estudio de Cervantes: “Un cervantista tiene como propósito afirmar a Cervantes, pero yo no necesito afirmar ni negar pues mi carrera social no va a ninguna parte, no tengo apuros, no soy ni cervantista ni anticervantista, soy tal vez Economista, soy millonario, soy grotesco… No necesito al tiempo, ni acumular más lecturas falsas, ustedes juegan por décadas con evidencias vagas, y las mueven como a una caca con un palito, pero eso no es mi limbo, yo trasciendo el tiempo porque puedo… habría en verdad que preguntarle al Duque de Béjar, y aun así, mucha gente no confiesa esas cosas.” Dicho esto, se va a España por un tiempo y a su regreso retoma la tesis en el segundo capítulo.
A su regreso de España, y hablando de la literatura como esperanza de pobres, dice Grotesco en su segundo capítulo: “Sin el Duque de Béjar la primera parte del Quijote no habría visto la luz, y no porque el Duque le diera algún dinero, sino porque Cervantes escribía con ese objetivo, escribía por dinero, por la consecución de dinero, por la esperanza del dinero que además, nunca tuvo… la esencia de su escritura era servil y esto lo sabían Cervantes y el Duque de Béjar.” Y termina ese párrafo: “Las obras de los escritores del mal llamado Siglo de Oro pareciera que se debe gracias al dinero que recibieron de sus benefactores, pero,… esa época no es de ninguna manera trascendente y se comprueba porque… a falta de dinero real de parte de sus benefactores debieron refugiarse en algo mucho más malsano… las esperanzas de dinero.” Grotesco entiende para la literatura y el arte puros una falta de propósito, el desinterés de que habla Kant, y de esto deduce Grotesco que… “estos tres por serviles, fueron malos escritores y ellos estaban en conocimiento de tales… y en el caso de Cervantes, se creaba una situación muy incómoda en presencia del Duque.”
¿Que quién fue Alonso Fernández de Avellaneda?, se pregunta Grotesco, y responde que fue Cervantes, pero no solo lo supone revisando evidencias, sino que los descendientes del Duque de Béjar “estimados con gran sinceridad, y provenientes de la misma sangre… así que es oportuno pensar que no habría mentira… además de la ausencia de ningún objetivo económico, más que el de la verdad… que el Duque de Béjar, para humillar y castigar a Cervantes… le obligó a escribir, a cambio varias monedas, una versión en la que se insultara a sí mismo ya desde el prólogo: el Quijote de Avellaneda.” Grotesco se refiere a las alusiones en dicho prólogo a Cervantes como viejo, pobre, lambiscón, manco, y otras lindezas parecidas.
Un poco después asegura que Cervantes era lo que llamamos actualmente una especie de “ghost writer” del Duque de Béjar, y aquí va proponiendo su método que bautiza como “deductivo económico,” donde asigna a cada conclusión histórica la cantidad de dinero que ha debido utilizar para ganar la confianza de “ciertas personas de la nobleza verdaderamente influyentes”, demostrando ya que para este punto es muy difícil para la mayoría de las personas “llegar a conclusiones parecidas y menos refutarlas…, pues nadie tiene suficiente dinero para tal empresa”. Luego casi parece que intenta engañarnos o sorprendernos, cuando crípticamente propone que el Duque de Béjar inventó a Cervantes mismo: “”Cervantes no existió, no hay nada que realmente lo pruebe, familias, nada…, y no sería el Cervantes como lo conocemos, la idea de Cervantes habría fluctuado,” llevándolo a afirmar que el autor del primer Quijote fue el Duque de Béjar, pero inmediatamente se retracta al decir que “no es posible que el Duque escribiera esas tontadas innobles.”
Grotesco no logra hacer encajar bien el hecho confirmado de que Béjar le habla mal de Cervantes al fraile confesor en su lecho de muerte, mas en la dedicatoria de la segunda parte del Quijote, el supuesto Cervantes habla del momento del lecho de muerte del Duque de Béjar, lo cual sugiere que el Duque escribió el Quijote de Avellaneda, siendo el único que sabía de aquella conversación con el fraile confesor, pero esto también se contradice, pues necesariamente su lecho de muerte seria una situación en el futuro, a menos que hubiera planeado desde antes lo que iba a decir en su muerte de Cervantes, o mejor aún, que fuera ficticia su muerte.
Mas, si el Duque de Béjar no escribió el Quijote original y Cervantes ha quedado descartado, ¿quién lo hizo entonces? Grotesco habla aquí de calidades relativas y parece reconciliarse con la idea de que, después de todo el Duque de Béjar sí escribió el Quijote original, pero “sin mucho esfuerzo…, y aun así, era muy superior a Cervantes, autor del Quijote de Avellaneda.” En todo caso, Grotesco nunca menciona que el Quijote de Avellaneda pudiera haber sido escrito por el fraile confesor (que sí estaba en el lecho de muerte del Duque), sobre todo contando con los testimonios de otros críticos que aseguran que el autor de este libro fue un religioso. La Dra. Luiselli me sugiere que Grotesco tal vez se siente en la obligación de cuidar ciertos compromisos de su familia con la Iglesia Católica, así que lógicamente no querría retratar a un fraile como escritor “de un libro tan bajo.”
Alrededor de esta sobreexistencia del Duque de Béjar e inexistencia de Cervantes, sigue argumentando Grotesco: “A final de cuentas, qué nos importa Cervantes, si no puede convertirse en efectiva prueba de su propia existencia para nosotros, siglos después… esencialmente, sólo existe la gente con dinero porque son las que únicas que pueden ofrecer pruebas confiables, materiales del pasado,” y entra más adelante en una explicación teológica del dinero, “porque no está Dios sino en los hombres ricos, los demás sólo poseen la superstición de la Fortuna, de un bien por llegar, y no se sienten perfectos…, llenos de un Presente sostenido, …un presente donde todas las necesidades están cubiertas y el dinero deja de tener función y nos liberamos de ese malsano símbolo... Sólo yo puedo decir con autoridad: aborrezco el dinero, daría todo, el alma molería… pero ustedes no entienden, no pueden entender, les falta el músculo de oro que yo tengo, les falta la gracia de haber nacido bendecidos por el dinero… Dios mío, sólo yo puedo sufrir por ustedes, sufrir la lejanía de ustedes del Paraíso Terrenal donde yo solo habito…, mis lágrimas son las únicas que no son falsas.”
Al escritor Ricardo Piglia mucho le entusiasma cómo termina esta parte, que se interrumpe súbitamente, para internarse en páginas y páginas de cuentas económicas y otros dibujos y gráficas. Piglia me comenta que tal vez la nostalgia de sentirse especial y sólo lo sumerge en ese tono extraño, que se mueve entre conclusiones de distinta naturaleza: escribe notas al pie de sus gráficos que describen los momentos históricos en que aparecieron los distintos seudónimos, libros y nombres. Luego vuelve a advertir en pocas palabras sobre el mal ejemplo de Cervantes como persona “indigna de ser imitada,” que era además recaudador de impuestos, “y el Duque de Béjar sabía que con el fisco no se juega,” y de ahí trata a Cervantes de “rata vil” y menciona palabras de Jesús a los recaudadores de impuestos, para seguir con más números y gráficas.
En el tercer capítulo y final, de apenas unas páginas, ensaya una diatriba contra la escritura misma y dice que “todo se puede expresar en gráficas… todo escritor debía aspirar a ser pintor.” Ya al final hace un círculo en una de las páginas y escribe debajo que “todo queda probado de la mejor manera posible según mi interés y mis recursos, que no es poco.” Y ahí termina la tesis. Víctor Fowler en su ensayo: Grotesco, un escritor extemporáneo hace notar la relación entre ética personal y buena escritura, ética esta, “expresada últimamente gracias a unas particulares condiciones materiales de existencia,” y sigue Fowler: “quizás Grotesco es el último de los escritores aristócratas, aquellos cuya condición les permitía simplemente vivir el arte, la crítica y la realidad de otro modo, inalcanzable para los demás.”
Hasta aquí mi presentación, pero antes de terminar dos cosas, la primera es una curiosidad: en una entrevista a Borges, a este le parece bastante misterioso que Cervantes reaccione con tanto ímpetu en contra del falso Quijote de Avellaneda. Me confirma el profesor César Salgado, de la Universidad de Austin, Texas, que durante la estancia de Borges en esa Universidad, el mismo año de esta entrevista, Borges había mencionado en par de ocasiones una de las frases más intrigantes de Grotesco: “no es más meritorio per se ser Cervantes o Avellaneda (como nombres para la Historia), a menos que Cervantes fuera Avellaneda, o al revés, o que uno de los dos no fuera para nada, digamos, Cervantes (como Avellaneda)”. La segunda es comentarles que el escritor y psiquiatra cubano Pedro Marqués de Armas escribió recientemente un lúcido y breve ensayo titulado: Obsesión de Cervantes: el caso Grotesco de próxima publicación.
Nota: Foto a los 16 años en La Habana Vieja, con varios amigos. Rigoberto es el segundo de derecha a izquierda (con un cigarrillo en la mano). Junto a él, y primero a la derecha, el poeta matancero Lorenzo García Vega a los 15 años. (Cortesía de la familia Bauzá Serradet)
Dr. Antonio Bergamín (Barcelona, 1929). Profesor Emérito de Literaturas Comparadas en Princeton University. Ha publicado más de una docena de libros, entre ellos sus conocidos: Escribiendo con fiebre: arte y enfermedad, Lo contemporáneo produce monstruos, y De Blake a Redon, arte como pérdida de realidad. Su libro Tesis Rechazadas será publicado en 2012 por la editorial Fondo de Cultura Económica.