El silencio de las reinas
Oneyda González, Camagüey, Cuba
Parece extraño que al cumplirse seis años de la exhibición de Todas iban a ser reinas (Gustavo Pérez y Oneyda González, Camagüey, 2006) siga siendo un documental que vive en relativo silencio. Algunas causas podrían explicar este hecho, así que conviene intentarlo. Fue a principios de la década de los años 2000 cuando tuve la idea que le dio origen, y me pareció tan representativa de la época, que enseguida se lo comenté a Gustavo. (1)
La pregunta era simple: qué había sido de las rusas que vinieron a Cuba, tras la ruptura generada por la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Quedó así de claro el planteamiento. No se trataba de las mujeres (y hombres) que vinieron a residir en el país por un período más o menos prolongado, en misión profesional. El punto de interés caía sobre las que formaron familia. (2)
Este punto conducía a otro: ellas eran el resultado de un drama íntimo en medio de los accidentes de la macro historia. Los lazos de la relación entre las dos naciones quedaron desatados con cierta rapidez, dejando sus traumas. Para ellas era más difícil. Para algunas fue, de hecho, imposible. Experimentaron con los cubanos un suceso más trascendente: los mencionados vínculos consanguíneos. Y ahí estaban, formando parte de nuestro mundo.
El documental tuvo un largo período de gestación, muchas veces obligado a fluctuar por impedimentos de orden práctico, pero en el primer semestre del año 2005, habíamos terminado la selección de los personajes, tras una investigación de campo entre más de treinta mujeres que vivían en Camagüey. Las razones para esa otra decisión fueron también de orden práctico: era imposible hacer un recorrido por el país para dejar una muestra nacional. Confiamos en que haciendo una adecuada selección de los personajes, daríamos una buena versión de lo que sentíamos y de lo que íbamos descubriendo. Conseguimos rodar a finales de ese año y finalizar el montaje a principios del 2006. (3)
Poner esta idea bajo la dirección de Gustavo Pérez, era algo natural. Conocía sus temas, su sensibilidad, sus necesidades expresivas; pero estar demasiado segura de lo que quería, me hacía temer una actitud de autora, que perjudicara el trabajo. En otros documentales fui la guionista que le ayudaba a pensar, y sobre todo a investigar un tema elegido por él. En este caso ocurría a la inversa: yo le ofrecía un tema que sospechaba de su interés, pero debía involucrarlo. Le hice “una carta de amor”, con el fin de inducirle hacia “aquellos sentimientos que yo quería expresar en la película” (Ruiz Almanza). Fue una carrera de resistencia, llena de obstáculos y de contiendas, pero salimos fortalecidos por el aprendizaje. Lo mejor fue que pusimos a prueba los vínculos posibles entre guionista y realizador; sobre todo porque nos complementamos. (4)
Las preguntas fueron rigurosamente construidas, atendiendo a lo que sabía de cada personaje, para dar lugar a la historia que se escucha. La manera en que fueron captadas las emociones y la narración (siguiendo un itinerario estilístico congruente), fue obra de él. Gustavo concibió el modo en que debía apresar cada evidencia; la cercanía a ellas, o el ángulo de la mirada. Cuestiones de axiografía y de puesta en escena que conoce, debido a su largo ejercicio profesional. (5)
Pero antes hubo un proceso difícil. Al observar la realidad busco la posibilidad de lo diverso en la unidad que es cada ser humano. Es una vocación por comprender la alteridad, en todo sentido (raza, género, clase social, región de origen o cualquier otra). Necesito vislumbrar los seres para plasmarlos y representarlos con toda responsabilidad; así que me dejé llevar, a fin de preservar las ideas que más me interesaban.
Un buen ejemplo de esto fue cuando al seleccionar los personajes nos vimos muy impresionados por una de aquellas mujeres. Por sí sola, ella tenía un mundo que narrar y una manera de hacerlo que convencía inmediatamente. No era fácil escapar al influjo de su carácter. Saltaba a la vista su protagonismo. Iba a ser difícil un equilibrio con relación a las demás, tomando en cuenta su fabulosa energía. Le propuse a Gustavo continuar la pesquisa (sin desechar la variante de la diversidad) porque el hallazgo respondía a un cosmos donde debían encontrar espacio las diferentes regiones políticas, culturales y raciales de la URSS. De haber escogido sólo el testimonio de ella, hubiéramos tenido una buena película sobre su vida, con su perspectiva del mundo; pero nos habríamos perdido el contraste que se da entre ella y las otras mujeres.
La idea del título Todas iban a ser reinas surge del poema de Gabriela Mistral “Todas íbamos a ser reinas”, que habla sobre la utopía femenina del amor consumado en el matrimonio. Un grupo de niñas planea con qué tipo de hombre llegará a casarse. El poema registra la inabarcable diversidad que dicta la vida a las mujeres (a cualquier individuo, podría añadirse) y no garantiza un final feliz. Más bien el final no es fácilmente feliz para la mayoría de los seres. En el cierre del poema abundan los casos de soledad, o de enajenación, como suele ocurrir en la vida.
Las mujeres que entrevistamos (incluyo en este aserto a las que no quedaron en la selección), vieron en el matrimonio ese tipo de reino: el del amor, el de la vida en familia, como el de su realización personal: eran casi niñas. Lo que sucedió con ellas, pudo ser más o menos modificado por el azar. Lo importante es que superaron las adversidades con dominio de sí mismas. De haber sido sólo una, era imposible hacer esta lectura.
Por otro lado, el documental parodia a nivel profundo aquella sociedad que idealizamos desde Cuba, dada la imagen que mostraban las publicaciones de entonces. Dígase Sputknik, Unión Soviética o La mujer soviética, donde las mujeres llenaban páginas relatando sus vidas exitosas. Eran profesionales de toda índole: maestras, científicas, atletas. Eran hasta cosmonautas, para ir con los tiempos, y con los proyectos de la gran potencia socialista en que vivían.
Hay otra motivación que se conecta con la vocación por lo diverso: los temas de género y todo el debate que genera. Por un lado me niego a asumir una militancia feminista; por el otro, voy creando una conciencia al respecto. La razón primera es obvia: voluntad de autoconocimiento libre de tendencias normativas. La segunda es la necesidad expresiva del sujeto que soy. Entonces vienen las preguntas: ¿Hacia dónde se ha mirado? ¿Hacia dónde miro? ¿Por qué no invertir la perspectiva?
La definición del tema, la sinopsis publicitaria y argumental, así como una síntesis del argumento, ilustran el camino que elegimos. La narración tiene los tres cuadros correspondientes al relato tradicional. Una serie de temas quedan subordinados a la acción principal (la que traza el viaje) y va dando forma a la historia. Así, el relato recorre un camino natural: de los orígenes de las protagonistas, a sus romances, y de allí a su inserción en la sociedad cubana.
El tema quedó esbozado como: “La inmigración de mujeres exsoviéticas a la isla de Cuba”. La sinopsis publicitaria concretaba la curva dramática, y el posible atractivo, dígase interés para el espectador: “Siete mujeres narran las peripecias de un viaje que es también el de sus vidas. Ellas son emigrantes por amor. Desde la antigua URSS hasta la isla de Cuba, el mar es el límite entre la utopía y la realidad que el destino ha tejido para ellas”. (González, 2006). (6)
La sinopsis argumental resumía la historia ofreciendo ya algunos elementos: “La instauración del sistema socialista en la isla de Cuba y sus vínculos con la URSS provocó el viaje de muchos becarios hacia diversas regiones de la potencia socialista. Naturalmente contraían compromisos afectivos en el país donde vivieron. Algunos se enamoraron y decidieron traer a sus esposas. Siete de ellas narran sus vidas y lo que les ocurrió a partir de aquel suceso”.
“Aunque estas mujeres tienen realidades comunes, hay otras que las diferencian. Según la región de origen de cada una, y las circunstancias específicas del momento del viaje, se aprecian matices donde afloran aspectos útiles para verificar el modo en que se produjeron las relaciones entre los dos países, y para comprender buena parte de la historia de Cuba en el período que abarca la narración: principios de los sesenta hasta principios de los 2000” (2006).
El argumento ofrece precisiones de orden temático, dividiendo el relato en introducción, desarrollo de los conflictos, conclusión y clausura. La narración se inicia con la presentación de los personajes: “Siete mujeres cuentan las peripecias de sus vidas tras un viaje que cambia radicalmente su destino. Moscú, Ucrania, Bielorrusia, los Montes Urales, Letonia, Azerbaiyán y Kazajstán, son las regiones desde donde viajan a la isla de Cuba. Sus vidas se convierten en un tejido de sucesos que sirven para mostrar un período de la Revolución Cubana y sus vínculos con la más reciente historia universal: el desarrollo y caída de una utopía”.
“Una de ellas, la letona, comienza cantando una canción en ruso. Se escucha una palabra que no tiene traducción –barbudos, lo que permite ver cómo la “nación de los soviets” quiso acercarse al universo de la nación caribeña. La ucraniana comenta que les enseñaron a cantar el “Himno del 26 de julio”, en ruso. La moscovita recuerda la voz de la célebre cantante cubana Elena Burque, y su decisión de aprender español justo a partir de aquel momento. La kazaja recuerda su primer contacto con la isla a través de una enciclopedia infantil, donde aparecían imágenes de la juventud recogiendo naranjas. Liuba, procedente de los Montes Urales, se emociona contando que desde pequeños recaudaban una cuota de dinero para ayudar a Cuba y a Viet Nam. Queda abierto un universo de conexiones, tendidas a partir de sus nexos con los estudiantes cubanos que las llevarían a un viaje sin regreso”.
El conflicto se da con el suceso del viaje. “A partir de aquí se produce el tránsito de los personajes hacia lo que sería su destino: cómo tuvo lugar la relación. Cuentan la controversia con sus familias, a fin de que entendieran una elección que daba un viraje drástico a sus vidas. La certidumbre de que, tras ese paso, abandonaban su país, su cultura, sus costumbres. Algunas cargaron con el dolor de la separación y con el reproche de los que se quedaban. Otras vivieron incluso conflictos de violencia.
“Una vez narrado el modo en que se producen esos dramas, se conoce cómo tuvieron lugar los viajes desde cada una de las regiones hasta la ciudad de Camagüey (centro–este de la isla de Cuba), donde vinieron a consolidarse sus destinos. Cada una hace el relato de cómo se produjo su inserción en la sociedad cubana, con lo difícil que resultó aprender otra lengua, otras costumbres y un sistema social subdesarrollado en relación con el sistema del que procedía la mayoría de ellas”.
“Este es el momento en que cuentan cómo ven el país que las acogió, con las realidades positivas y negativas en las que han vivido. Todo ello refiriendo su evolución como profesionales, como amantes, y como madres. Este da paso al tema de la nostalgia y al sentido de responsabilidad con la decisión que tomaron en su juventud. Aparecen reflexiones profundas, como la de Liuba: “Sentí nostalgia cuando me sacaron de los Montes Urales. Cuando me arrancaron de allí, sentí nostalgia. Nostalgia tenía mi madre que mudó la familia a Belarús. Si yo decidí cambiar de país, soy responsable y culpable de todo eso”.
Al cierre se ofrecen conclusiones de los destinos de cada una, quienes opinan en torno al “… estado actual de los países de procedencia, lo que sirve para hacer una valoración del fenómeno político que las llevó a conocer un mundo, que hizo de ellas personas tan diferentes. La llegada de la perestroika produce el cambio más definitivo en la vida de estas mujeres. Si antes viajaban poco, aunque beneficiadas por una relación oficial que les permitía hacerlo a través de Aeroflot, ahora es imposible. Las que tienen desventajas económicas, no se pueden pagar un pasaje”.
“Finalmente comprometidas con el país de adopción, estas mujeres hacen un balance. Una de ellas lucha aún por la casa donde quiere vivir, para ‘fundar la felicidad de su familia’. A través de toda la narración se dan indicios de lo que fueron las relaciones entre las pequeña naciones y el centro hegemónico radicado en Moscú. Al final, la letona intenta cantar una canción en su lengua materna, y no consigue dominar la emoción. Es el drama de un estado multinacional visto a través de estas emigrantes” (2006). Hasta ahí la historia que decidimos contar.
Hay una reflexión en la que logro reconocer una ideología afín: “El feminismo –aunque su orientación a los problemas de las mujeres es el elemento que lo distingue entre otras corrientes– pertenece al amplio frente de los movimientos de carácter fundamentalmente contracultural, alternativo. Éste reúne a todos los grupos ‘minoritarios’ que se han rebelado contra los modelos dominantes de cultura, vida social, civilización” (Herman 292).
Creo que esa conciencia de contracultura fue perfilando una perspectiva. El libro de Bill Nichols abre la oportunidad de estructurar esas ideas, que entonces funcionaron como intuiciones. Sobre la producción documental, el conocido teórico ha dicho: “Una de las primeras consideraciones de la reflexividad en el documental fue The Political Aesthetics of the Feminist Documentary Film, de Julia Lesage” (100). Todas iban a ser reinas sigue un camino muy próximo al estilo de ese tipo de documental. Abundan las coincidencias entre lo que ella describe, y lo expresado por nuestros personajes:
Una película tras otra muestra a una mujer contando su historia ante la cámara. Por lo general se trata de una mujer que lucha por llegar a un acuerdo con el mundo público... Sin embargo las historias que nos cuentan las mujeres filmadas no son sólo “retazos de experiencia”. Estas historias tienen una función estética en la reorganización de las expectativas de la mujer espectadora derivadas de las narrativas patriarcales y en el inicio de una crítica de estas narrativas.... (qtd. in Nichols 101)
Respecto a lo primero –“llegar a un acuerdo con el mundo público”–, se dan numerosos ejemplos en el documental. Sus destinos se unen por un evento histórico muy específico y esto las lleva a afrontar una decisión que las trasciende. Adoptan una actitud crítica, si bien en sentido diverso. Sus discursos parecen estar dirigidos directamente al espectador. Les preocupaban esos temas y querían hablar sencillamente. Eran sujetos en busca de una voz ‘pública’, a quienes tuvimos el gusto de servir.
Cuando Irina narra su encuentro con el cubano que iba a ser su esposo, lo describe lleno de una alegría que siente perdida. Y dice: “Porque sonreír así, sólo podía un cubano”. Se queda unos segundos pensativa, y añade: “En los años ochenta”… “¡Porque ya no sonríen así!” (2006). Narra el suceso del pasado y lo compara con el presente, para acabar dando una conclusión: estos son otros tiempos. Acabó la alegría. Acabó la inocencia. Le ocurrió a su esposo, es verdad, pero les ocurrió a muchos cubanos; lo que también es verdad, “no son sólo ‘retazos de experiencia’”.
A tal extremo respetamos sus opiniones, que no editamos cuando el mismo personaje expresa una idea patriarcal. Antes bien, nos pareció un matiz importante. Es un documento, el suyo: lleva su carga cultural, su formación, su postura; y por lo tanto, es una elección legítima. Si íbamos a defender la diversidad, esa opinión debía tener su espacio: “Yo soy una mujer hecha para la casa, para la familia y los hijos”. Lo dice con tal firmeza, que parece no tener otra función. Pero antes había increpado a una sociedad que juzgaba su decisión de amar a un extranjero: “Esa relación rompió muchos conceptos míos implicados por la sociedad europea” (2006).
Es una mujer sincera, con el pensamiento en plena evolución que, en cierto modo, puede contradecirse. Es el resultado de una introspección, de un pensarse y repensarse a sí misma. Ella es un sujeto dado a una ontología, y no un objeto producido y mostrado a la sociedad desde la mirada de alguien que la desconoce. Coincide, pues, con el tipo de sujeto que describe el documental reflexivo.
Al razonar sobre las relaciones entre las repúblicas exsoviéticas, el personaje es capaz de hacer “análisis sociales auténticos”: “Para venir a Cuba había que viajar a Moscú. Y eso fue la desgracia del viaje. Porque las relaciones entre Moscú y Riga siempre fueron tirantes. ¡Y no había perestroika!” (2006). El silencio que Irina deja tras lo que expresa, hace más elocuente el carácter de lo enunciado. (7)
Otro de los personajes valora su conflicto con una mirada particular: “Yo tenía que escoger entre mi carrera de periodismo, que amaba mucho, y mi vida personal. Entonces me dije, sin felicidad personal, para qué me sirve el desarrollo profesional”. También concluye convincente: “¡Y yo siempre quise ser feliz!” (2006). Escogió abandonar sus estudios, sin que eso significara abandonar un ideal. Esta mujer, con una sensibilidad marcada por una voluntad expresiva, y un deseo defendido hasta hoy, refiere lo siguiente:
Soy arquitecta de mi propio destino. Soñé vivir en el mundo del arte y estudié para conseguirlo. Estoy haciendo obras plásticas y he recibido críticas de los profesionales del medio. Y más; me invitaron a exponer en Rusia. Y más, en Ütios, ciudad de los Montes Urales –lugar donde nací, mi patria querida. Después de [tantos] años de ausencia regreso allá [con] una exposición de mis cuadros [con] la concepción de la religión afro-cubana. Los Orishas en los Montes Urales… ¿Ud. imagina? (sic) (8)
Un momento dramático es aquel donde una de ellas narra el caso de un sobrino, perdido al no dominar los cambios ocurridos en su mundo. El suceso político incide en la vida privada, a juicio suyo:
La juventud fue la más perjudicada. La perestroika trajo mucha libertad. Entró [la] prostitución, entró [la] droga. La juventud no conocía muchas cosas, y por eso fue la más golpeada. Mi sobrino, por ejemplo, quería conocer qué era la droga. No estaban informados sobre eso. Mucha democracia, mucha libertad. Todo por la libre. Por esa libertad perdimos un niño de 22 años. (2006)
Según ha explicado Nichols: “La reflexividad … no tiene por qué ser puramente formal; también puede ser acusadamente política”, y añade:
En vez de dirigir la atención del espectador hacia los medios de representación, el proceso de construcción del significado, estos trabajos feministas ponen en tela de juicio nociones inamovibles de sexualidad y género, ofreciendo a las mujeres la oportunidad de dar un nombre político compartido (opresión, explotación, manipulación, autodepreciación, desvalorización...) a experiencias que previamente parecían ser personales o no tener trascendencia. (101)
Pero no fue tan fácil conseguir que expresaran su mundo interior. Debieron sentirse confiadas para colaborar; aunque su necesidad de expresión estaba en un punto álgido y sólo hubo que provocarlas. Nos recibieron con cautela, pero se mostraron ansiosas por comunicarse. Falta decir que la mujer a quien debemos el hallazgo, no quedó entre los personajes. Cuando fuimos a verla, su situación se había agravado de tal modo que le era imposible hablar. No he olvidado una frase con la que refería a su entorno familiar: “A nosotros ya nadie nos puede ayudar”. (González, 2005). (9)
Es tan triste su historia que salvarla era en verdad lo necesario, y no precisamente con palabras. Esa mujer dejó una marca que movió nuestra necesidad de continuar. Entendimos que para expresar una subjetividad hay que tener un yo y, de algún modo, haberlo construido. En ello intervienen factores individuales, pero sin duda alguna, interviene el medio en que vivimos. Ella había quedado en una desidentificación brutal, y todavía era capaz de discernirlo. Una cosa diferente era salir del silencio.
Ojalá hubiera sido posible ayudarla, pero es bueno saber que le debemos la expresión de las otras. Nos creó un compromiso. Eran años más que difíciles. Cuando fuimos a visitar a una de las que hoy se encuentra más realizada, nos confesó algo parecido: “Dios debió enviarlos, porque estaba sintiendo la “necesidad de salvación”. Al principio estaba muy desanimada, pero al final de la visita parecía otra mujer.
Ya entonces nos preocupaba si lograríamos llevarlas al diálogo, y hasta qué punto conseguiríamos su complicidad: “Es poco lo que verá la gente, porque la mayoría de ellas se empeña en callar. Son mujeres increíbles, que te dicen: ‘Mi nombre no puede aparecer. Yo colaboro en todo lo demás, pero hasta ahí’. Cuesta mucho hacer que confiesen las cuestiones más conmovedoras y profundas. Son sus vidas, y necesitan cuidarse” (2005).
Hubo otras razones para el silencio. Fuimos varias veces a visitar una mujer que decía tener problemas. Era importante “porque iba a representar una de las zonas más alejadas de la Unión, por lo que vivió aspectos peculiares de la desintegración y tuvo una historia familiar que parecía emblemática. También se nos hizo atractiva por ser de Georgia, la tierra de Maiakovski. Había sufrido mucho por la separación de la familia. Al caer la conexión con las repúblicas socialistas, los israelitas enviaron un avión para sacar a las personas de origen judío que vivían en esa república. Su padre se fue, pero su madre vino a vivir con ella, hasta su muerte, en Cuba”. Es conmovedor lo que le dijo su padre, cuando ella se enamoró de un cubano: “No vas a ser feliz, ni aunque tu marido te lleve cargada toda la vida”. “El caso es que este viejo judío tenía por costumbre cargar a su esposa rusa, que era una mujer pequeñita, pero al final de sus vidas tuvieron que separarse. Reconocía que era complejo un enlace entre personas de orígenes diferentes, pero la historia de sus padres se repetía en la suya”. (2005)
En el proceso, dimos con un caso singular. Más que una necesidad de callar, se trataba de una voluntad. Simplemente no le interesaba hacerse visible. Hoy es normal conducir un negocio de casa de alquiler para extranjeros. En aquellos momentos era mejor silenciarlo. La de esta historia, reía aquella tarde porque en ese momento, casualmente preparaba una exquisita sopa rusa a un matrimonio de norteamericanos. Así, en voz baja y sin cámara por medio, podía bromear con el asunto. Lo que sí hizo de inmediato, fue darnos direcciones de mujeres de muy diversos orígenes: armenias, kazajas y una moscovita, que según ella es descendiente de los últimos zares.
He ahí otro caso de silencio prudente. Estas son las impresiones de aquellos días: “Por esta última empezamos, pero no fue hasta hoy que logramos verla. Eran como las cinco de la tarde y todavía estaba de siesta. Nos disculpamos y nos hizo pasar. Aunque estuvo un poco seria, la conversación fluyó. No es nieta de zares, sino de un guardia blanco del último zar y hay una condesa en su árbol genealógico. Nada más verla te das cuenta de que tiene algo del carácter ruso, y de su aristocracia. Es una lástima que no quiera ser entrevistada. También teme a las consecuencias de la publicidad, y se negó rotundamente”.
“Su hija más chiquita es compositora y ganó una beca. Es tan buena que esperaron tres años por ella, hasta que aprendió inglés y pudo presentarse a exámenes. Vivieron en un tercer país, mientras duraba el proceso. Luego la hija se fue a su beca en Estados Unidos y ella volvió. Dice que de pequeña se sentaban juntas al piano y ella le cantaba temas de Blanca Rosa Gil. (10) No quiere irse de manera definitiva (hace 35 años que vive aquí). Quiere viajar cada vez que necesite ver a sus hijos”. (2005).
Otra de las que se aisló en el silencio era también muy joven. “Es ucraniana (hay muchas en Camagüey) y vive pobremente, en la última habitación de una cuartería. Junto a la puerta había una jaula con dos gallinas de granja, las más flacas que he visto en mi vida. Quieren levantar una cría, pero es puro sueño. Duerme con sus dos hijos en el mismo cuarto, donde se amontona todo lo que tienen: la chiquita está en los primeros años de la primaria, y el varón, que tiene quince años, es deportista. Es un muchacho de lo más educado y ha ganado muchísimas medallas. Nos ha contado que quiere sacar a su madre y a su hermana de allí, cuando logre ser un atleta de alto rendimiento. Ella es una mujer muy delgada y silenciosa, que no parece capaz de rebelarse contra nada. Está allí, como si eso fuera lo que andaba buscando y no tuviera nada más que hacer, o no quisiera hacer nada para cambiar su vida. Aunque su situación nos impresionó, decidimos no escogerla, porque está demasiado aplastada por la circunstancia”. (2005)
Hay otros tipos de silencio. Los que imponen un punto de vista alejado de lo que buscábamos. Lo apreciamos en una que fue muy atenta. “Una rusa, alta y rotunda. Lo que pasa es que habla tanto que tendremos que perfilar muy bien lo que esperamos de ella. Será difícil, porque todo el tiempo conceptualiza sobre su pasión por las teorías naturalistas y medioambientalistas. Dice que está en Cuba como estaría en cualquier sitio del universo. La cuestión es amar el entorno en el que se vive, interrelacionarse positivamente con él, y cuidarlo. Basta para ser feliz. Nos recibió con una botella de champaña, pasteles que había horneado ella misma, y bocaditos de salmón. Llegamos a las tres de la tarde y salimos de allí casi a las siete. Es una persona difícil de penetrar. Apenas se refirió a algo concreto sobre su historia, aunque es evidente que le ha ido bien”. (2005)
Hay el silencio de quien habla, y escoge un modo de hacerlo que, sin ser crítico, permite ver las huellas de lo que guarda. “Ya encontramos una ucraniana que dará su testimonio. Es una de las que lleva más tiempo en la ciudad. Dejó atrás a una familia que no podía entender su decisión de irse tan lejos. Tiene recuerdos de la zafra del setenta, la de “los Diez millones”. De ese tiempo recuerda su angustia porque no lograba conseguir juguetes para los hijos. Había que luchar para lograrlo, porque se estableció una especie de “ley del más fuerte” en las tiendas, conocida vox populi como Plan San Germán. La desilusión está en sus ojos más que en sus palabras. Muy emocionada nos habló de la única vez que llegó tarde a su casa. Fue cuando supo que Fidel estaba en la Plaza de los Trabajadores. Salió directamente a verlo, y no regresó hasta llegar a su lado y darle la mano, para luego contárselo a su esposo”. (2005)
Queda un caso de silencio. Estábamos en la primera parte de la pesquisa. “Hoy fuimos a visitar a una mujer que me llamó la atención. Parecía muy callada, pero era muy extraño porque tenía cosas que decir. Primero insistimos con muchas variantes, pero cuando empezaba a abrirse, su esposo interrumpía y aclaraba algún detalle. Ella volvía a su mutismo, y había que empezar de nuevo. Pronto nos dimos cuenta de que no avanzaríamos. Él no se apartaba un momento, y ella se iba poniendo nerviosa. Salimos disgustados de allí, pero nada se podía hacer”. (2005)
Dentro de las que se abrieron, tras un primer silencio prudente, se encuentra una, a quien no conseguimos vincular con las otras: “Hoy fuimos a conocer a una mujer de Azerbaiján. Teníamos curiosidad porque es el primer personaje de la zona más oriental. Todo en ella responde al medio donde se ha desenvuelto en los últimos años. Desde el vocabulario, hasta los gestos. Es una especie de híbrido entre la cultura musulmana, y la de los pueblos suburbanos de Cuba”.
“Cuando llegamos estaba barriendo el balcón. Nos miró algo desconfiada, pero cambió enseguida que nos presentamos. Por allí mismo nos abrió la puerta, después de quitar el candado a una reja de cabillas que tienen la mayoría de los apartamentos del barrio. Poco a poco fuimos descubriendo que su amor, y al mismo tiempo su viaje, fueron productos del azar.” (2005)
Con la kazaja tuvimos también un tipo de relación muy suelta: “Vive en un reparto alejado. Es rubia y con los ojos verdes. No podíamos imaginarla así. Ella nos dio la respuesta: Kazajstán es una región poblada por hombres y mujeres de diferentes sitios de la URSS, de manera que es nacida en Asia, de padres rusos. Contó historias escalofriantes de su último viaje: la mafia cobra impuestos de protección a la gente, por vivir en algunos barrios de Astana. Está perdidamente enamorada de Cuba. Parece tener una relación muy tierna con su hombre, con sus hijas, y con la familia de él. Aquí la operaron de la vista. Entonces pudo botar sus espejuelos “fondo de botella”, y mirar el mundo por primera vez sin ese “estorbo”. (2005)
Es interesante cómo fue evolucionando lo de la diversidad, al menos desde mi perspectiva de entonces: “Espero que en el fin de semana todo vaya mejor. Mañana vamos a filmar un encuentro de las rusas. Asunto difícil teniendo en cuenta que son de varias regiones, algunas incompatibles. Ojalá accedan como han prometido y que logremos una atmósfera amistosa, aunque ya se ve que no será fácil. Al día siguiente iremos a Nuevitas para filmarlas junto al mar. Es el plano que Gustavo ha pensado para cerrar, y no puede ser más simbólico. Un día se paró delante de mí y me dijo: vamos a llevarlas al mar, las paramos mirando a la distancia. Van a ir entrando a cuadro poco a poco, mientras la cámara se va alejando con lentitud, y las va dejando separadas de ese mar que está allá abajo, inaccesible. Me gustó: nada puede sugerir mejor la situación de estas mujeres. Es un acantilado que se encuentra en la bahía de Nuevitas, hecho a la medida para dar el efecto de distanciamiento, de abismo, de inmensidad, que ellas han sentido. Bien pensado no creo que se porten mal, porque en general son mujeres de gran cultura. Pero puede ocurrir que alguna no vaya. (2005)
Tal y como esperaba, el día de la reunión se confirmaron mis sospechas: “A la merienda faltaron tres de las mujeres que vamos a entrevistar: la letona, la de Azerbaiyán y la de Georgia. Salvo su ausencia, todo fue positivo. Llevaron dulces, refrescos, ensaladas; y té, por supuesto. Una moscovita que acaba de llegar de viaje, llevó un matamoscas que nos hizo reír toda la tarde. Te decía que las imágenes son lindas, como las del mar; pocas, pero muy significativas”. (2005)
Otros dos testimonios del rodaje dejan ver las inquietudes de entonces: “Hemos filmado el primer personaje, y empezamos a temer que ninguna de las otras logre alcanzar ese nivel dramático. La primera vez que la vimos no fue en su casa. Asistía a un evento de artesanía en la Biblioteca: teje, borda y cose como una reina. Quedamos asombrados con las maravillas que es capaz de hacer con sus manos y unos pocos recursos. Enseguida entiendes que esa obra solamente nace de una persona imaginativa y llena de energías creadoras. Su casa queda a dos kilómetros fuera de la ciudad y en una zona donde no hay transporte. Fuimos caminando, a modo de excursión, aunque también para ahorrar dinero. Era domingo y amanecimos en la calle, muy ilusionados, porque nos habían dicho que su casa se parece a una de aquellas isbas de los cuentos rusos. Ya la imaginaba montada sobre patas de gallina”.
“Después de pasar el ferrocarril, atravesamos una arboleda y tomamos un trillo. Un hombre se aseaba junto a un pozo. Lo saludamos y nos contestó muy agrio. Decidimos no saludar más. Preguntamos a unos niños por la casa de la rusa. Nos señalaron sin hablar y no paramos hasta encontrarla, más allá de los árboles. Efectivamente la casa es como sus tejidos, y como ella misma, un desbordamiento de imaginación eslava. Con madera rústica, retazos de cristales y algunos materiales recogidos en cualquier parte, ha hecho construir esta isba donde llenar su espíritu y renegar al mismo tiempo. Es una de las formas de nostalgia más ricas que he conocido”.
“Como le habíamos avisado, nos esperaba ansiosa. Hablamos sin parar durante horas, pero sería mejor decir que ella habló. Tuvimos temor de que luego no resultara interesante porque había descargado sin parar, tanta intensidad, que ya no iba a necesitar decirlo a cámara. También fue un error: cada vez que vamos a visitarla, tiene las mismas y algunas otras razones para hablar”. (11)
Esa fue la primera entrevista. La última que filmamos no estaba en los planes: el personaje acababa de llegar de Moscú y nos arriesgamos para dar una visión reciente de los vínculos con la capital rusa: “Hoy filmamos a la última rusa. Tuvimos que renunciar a la de Georgia definitivamente y Gustavo se inclinó por grabar a la moscovita del matamoscas para completar la número siete. A las 9.00 de la mañana estábamos en su casa y ella muy dispuesta a dar la talla”. (2005)
“Creo que añade un matiz necesario. Es alta, corpulenta y muy rusa, graciosísima y aplatanada, sin abandonar sus marcas de origen, en pleno apogeo, porque acaba de estar allá, donde ahora vive el mayor de sus hijos. Viene impresionada con algunas cosas que no comprende de la actual situación. Su otra hija es graduada de la Escuela Profesional de Música “José White”. Aunque tiene buena casa, el ambiente no se prestaba mucho a la narración, por eso acudimos a su archivo fotográfico que por suerte está muy bien nutrido”. (2005)
“Después nos fuimos a casa de una ucraniana, la coordinadora general de la comunidad en Camagüey. Siempre dispuesta a apoyarnos, a enseñarnos a hacer platos de la cocina rusa, a invitarnos para merendar. Tiene un juego de cartas extrañísimo, de las que tiran las gitanas, con un libro que le regaló una española. Desde el principio yo quería que esta mujer funcionara como una especie de gitana rusa, que a modo de leitmotiv fuera vaticinando el destino a sus compatriotas.
Muchas de esas ideas no le interesaban a Gustavo, así que no insistí. Pero ella, que no se interesó al principio, se fue entusiasmando con la idea y nos recibió llena de anillos y pulseras doradas; un moño alto y un paño de flecos a la cadera. La filmamos, porque era buena idea para apoyar la historia del personaje de Bakú. Empezamos el proceso de postproducción este lunes, y creo que en uno o dos meses ya terminamos”. (2005)
Todo lo que conseguimos debió resolverse en medio del proceso y con la complejidad y la dinámica que imponen las creaciones realizadas en equipo. Si la investigación fue un diálogo entre nosotros dos, luego involucramos al fotógrafo, y finalmente al editor. (12) El último período fue muy dilatado porque debimos construir las historias de cada una de las mujeres por separado. De allí pasamos a la última fase del guión, donde fue necesario redefinir el orden de los temas. Había que estructurarlo de modo que aparecieran en sintonía con el orden elegido para conducir la totalidad del relato.
La recepción fue curiosa desde el principio, pero una vez más prefiero remitirme a las impresiones del momento: “Hoy fue la première del documental con la comunidad exsoviética. Primer problema, no entendían el por qué del título. Les expliqué el significado, les hablé otra vez del poema de Gabriela Mistral. Les conté la historia de las niñas del valle del Elqui. Seguían sin entender, y sobre todo, temían que las personas interpretaran que ellas habían venido en busca de un cetro”.
“Les pedimos que lo vieran y después continuaríamos el diálogo. Estuvieron casi todo el tiempo conmovidas, o muy divertidas. Al final se quedaron calladas, hasta que un niño de unos diez años rompió a llorar. Es hijo de una muchacha que no está entre los personajes, quien explicó que lo ha enseñado a amar el espíritu ruso. Por unos minutos quedaron abrazados. Las demás callaban también o decían alguna frase tierna. No se preocuparon más por lo del cetro”.
“Hubo otra merienda, hablaban, sacaban conclusiones. Una dijo que sentía la ausencia de algo “como la pasita al pan”. Es una frase idiomática intraducible, algo así como el detalle sin el cual no hay perfección. Lo mínimo, que es a la vez muy importante. Le pedí que pusiera un ejemplo, pensando que se trataba de algo concreto (que por ser la mirada del otro, no habíamos logrado atrapar). No quiso decirlo, pero luego me comentó que lo había hecho para provocar la discusión, porque sentía que estaban demasiado conformes, demasiado entusiasmadas”. (2005)
Al compartirlo con el público tuvimos otras sorpresas: “Te cuento lo que pasó el día de la première. Fue en la “Quinta Simoni”. Aprovechamos el cumpleaños de la Avellaneda y preparamos un proyecto que llamamos La Avellaneda bajo sospecha, como el título de un libro de Susana Montero. (13) El programa se inició con una conferencia sobre Teresa de la Parra, continuó con un lanzamiento del libro Lo Bueno y lo Bello: una estocada de género, y cerró con la exhibición del documental”.
“Al presentarlo me referí a la preocupación de una de ellas con el título. Dije que cuando ellas eligieron venir aquí, eran ya reinas. Siendo conservadora, puedo decir que había unas setenta personas. Estaban casi todas las protagonistas, más otras que se encargaron de reunir. La gente reía o escurría alguna lágrima, pero la impresión general fue de introspección o tristeza. Me extrañó, porque es un poco triste, sí, pero también esperanzador”. (2005)
Otro de los descubrimientos de la recepción responde nuevamente al hecho de ser una creación común. Un espectador camagüeyano me comentó: “Es tu obra. Gustavo trabaja con personajes muy atractivos, pero le interesa centrarse en el individuo. Tú prefieres las perspectivas corales”. En cierto sentido tenía razón, Gustavo elige a un sujeto representativo, y cuenta su historia; pero el hecho de que se reúnan varios personajes, no los desidentifica, antes bien se ocupa de sacar a flote su ser más íntimo. El mismo espectador, quiso ver algunos “defectos” en las mujeres que narran las historias de Todas iban a ser reinas, lo que evidencia que no está conforme con la verdad interior que ellas necesitan expresar, y decide juzgarlas. (14)
He ahí la reproducción de una actitud autoritaria. La conducta de quien vigila y controla la vida de los otros. Es la maniobra de quien nos separa en fragmentos fácilmente reductibles. Y es el lenguaje como instrumento para reducir a la obediencia. Un comportamiento que nos daña, aunque ha logrado penetrar de tal manera en la práctica social, que unas veces somos víctimas, y otras victimarios. Una parte ejerce el juicio, otra sigue pendiente de él. Otras, se invierte el proceso. Es lamentable cuando el juicio procede de posiciones de poder. Lo es más, cuando se hace para excluir a un semejante.
El comentario de aquel espectador fue de los pocos que conocimos, tras su exhibición en la Televisión Camagüey, el canal que lo había producido. Muy pronto aparecieron otras opiniones, surgidas de lecturas definitivamente tendenciosas. Tanto que, aunque fue seleccionado como el documental que representaría a Camagüey en el Festival Nacional de Telecentros, al llegar al certamen fue sacado de competencia. La explicación que le dieron al director, invitado al evento, y que había ganado varios premios en ediciones precedentes, fue que su obra “no estaba dentro de la política de publicación del ICRT –Instituto Cubano de Radio y Televisión.” (15)
Ante ese hecho, que nos causó mucho disgusto, decidimos escribir al Ministro de Cultura (16), a fin de aclarar la situación de la obra. La principal razón que nos movía era la convicción de que al ser alejado de la televisión, iba a tener pocas oportunidades de ser conocido por su público más inmediato y natural. No tuvimos repuesta directa, pero supimos por vía del Presidente de la Asociación Hermanos Saíz (17), quien nos ayudó a establecer el contacto, que el documental quedaba fuera de toda censura. Lo cierto es que ni en Camagüey, ni en los canales nacionales se ha exhibido hasta el momento. Esto contrasta con la suerte que ha corrido en su silencio: en las exhibiciones de festivales ha tenido una recepción entusiasta y ha llamado la atención de la crítica. (18)
Todas iban a ser reinas tiene, efectivamente, un lenguaje subversivo. Pero lo que subvierte es el punto de vista de la narración. Más que entrevistados para narrar una historia, o seleccionados para mostrar una tesis, a la primera provocación estos sujetos arrojan una serie de opiniones que no suelen estar a la vista. Es ahí dónde hay que buscar su rareza, y a la vez, su fuerza política. No la política como “discurso de sobriedad”, que indica el camino a una masa de sujetos innominados. Es una política más viva, más útil al sujeto que mira, y en general a las minorías que no tienen acceso al lenguaje. Es por eso que encuentra resonancia en la mayoría de los espectadores. Nosotros hicimos el documental. El sortilegio, fue obra de las reinas. (19)
Notas
1. Gustavo Pérez Fernández: poeta, fotógrafo y documentalista. Realizador de Todas iban a ser reinas.
2. Es importante destacarlo, porque nos colocábamos en el lugar del “otro” que ellas resultaban ser al interior de la isla.
3. Fue una producción de Televisión Camagüey, un canal regional sin recursos para emprender el rodaje de una producción tan ambiciosa. Su directora, Rebeca Burón Marín, nos brindó un poyo incondicional. Todos los miembros del equipo, trabajadores del canal, colaboramos con idéntico entusiasmo.
4. […] “la profundidad del trabajo de mesa, así como la inteligencia del realizador, hizo que lo precario de las condiciones y la discontinuidad de la filmación [operaran] a favor del documental, pues no otro es el motivo de esa cámara fija que parece buscar el alma de las entrevistadas”. (Fowler, 2007).
5. […] “cada mirada refuerza el valor de lo visual como evidencia y fuente de conocimiento. (Cada mirada depende del distanciamiento y la física de la óptica de la cámara para transmitir tonalidades subjetivas. […] cada mirada apoya una epistemología basada en principios científicos de reproducción mecánica aunque también apoyen otras formas de conocimiento más intuitivas, afectivas o gnósticas.)”. (Nichols, 1997).
6. Todos los textos citados entre comillas con fecha del 2006, de aquí en adelante, pertenecen al guión del documental (excepto cuando se indique lo contrario).
7. La idea de Irina vuelve a llevarnos a Lesage: “La banda sonora del documental feminista suele estar constituida casi en su totalidad por la discusión intelectual, intensificada e introspectiva sobre rol y política sexual. Las nociones aceptadas acerca de las mujeres dejan paso a una efusión de deseos, contradicciones, decisiones y análisis sociales auténticos. […] La película pone voz a lo que el patriarcado había dicho en los medios de comunicación en nombre de las mujeres”. El subrayado es mío.
8. Los textos citados con fecha de 2005 son cartas escritas durante la investigación y el rodaje.
9. Liuba: Mensaje de correo cuando indagaba en algunos aspectos para la redacción de este trabajo.
10. Esta inmigrante nos dio a conocer a Blanca Rosa Gil, bolerista cubana de los cincuenta, conocida como "La muñequita que canta".
11. Es la exhuberancia en el hablar de los sujetos que han permanecido demasiado tiempo en silencio. Sor Juana Inés de la Cruz habla de su costumbre de “argüir y reargüir”.
12. El fotógrafo fue Wilfredo Pérez Omar y el editor Pedro Pérez Vila.
13. Susana Montero: Especialista en Estudios de Género por el Colegio de México, fue investigadora del Instituto Cubano de Literatura y Lingüística, y presidió la Cátedra de Estudios de Género “Gertrudis Gómez de Avellaneda”. Es autora del otro libro que se presentó: Lo Bueno y lo Bello: una estocada de género, antología de textos femeninos del siglo XIX, aparecidos en el Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello fundado por Tula.
14. Es importante recordar que Gustavo había trabajado con protagonistas femeninas. Es el caso de los documentales La Tejedora y Lucy en el cielo sin diamantes y con gallo, el primero más centrado en una perspectiva de “mujer ángel” aunque pastorea cabras y teje encima de un árbol, desde donde puede vigilarlas y ello permite inferir que no es tan suave su mundo; y el otro, sí, muy cerca del sujeto que retrata, al develar un escenario de soledades que esta mujer llena con la compañía de un animal. La primera, Nancy, está en el cielo del ideal masculino todavía, pero Lucy está en medio del aislamiento, apenas acallado por su amable gallo.
15. Gustavo recibió la información de Rafaela Balanza, directora Nacional de Tele centros.
18. Se han referido a él los autores cubanos Víctor Fowler, Dean Luis Reyes, Elvia Rosa Castro, Reina María Rodríguez, Damaris Puñales Alpízar, así como los extranjeros Jacqueline Loss y Ann Marie Stock. El año 2006 fue el de su circulación por eventos del país: Muestra de Nuevos Realizadores, Festival de Cine Pobre, Festival “Santiago Álvarez in memoriam” y Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. En este último no estuvo en la competencia, sino en la sección “Hecho en Cuba”. Ha sido invitado al Festival de Cine Cubano de Munich y a la Primera Bienal de Artes, Lisboa, 2011, a la Jornada Teórica por el aniversario de la revista Videncia, Ciego de Ávila, 2007 y a la Feria del Libro dedicada a la literatura rusa. Su participación en ese evento del Instituto Cubano del Libro fue tan mal difundida, que las personalidades del país invitado, no encontraron el lugar de la exhibición, fijada para el Pabellón Cuba, en el corazón de La Rampa.
19. El documental va contra “[e]sa cultura [que] le niega a la mujer toda clase de subjetividad [que] la objetifica”. [Mujer que no] “habla”, sólo puede ser dicha; no “ve”, sólo puede ser mirada”. (Herman, 2007), op. cit.
Imágenes (en orden de presentación)
1. Irina
2. Obra plástica de la inmigrante rusa Liuba del Toro
3. Viaje sin regreso
4. Letonia, madre de Irina
5. Pies
6. Irina en la ventana de su isba
7. El pasaporte
8. Irina y su hija Alisa, que estudiaba artes plásticas en
Camagüey, y ahora estudia en el Instituto Superior de Arte de La Habana
9. Marina, la de Azerbaiján
10. Marina en su balcón
Obras Citadas
Fowler, Víctor. “Todas íbamos a ser reinas”. Miradas. Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Desarrollado en Mambo. Web. 12 Enero 2012. <http://www.eictv.co.cu/miradas/index.php?option=com_content&task=view&id=587&Itemid=86>
Helman, Alicja. “Las concepciones feministas en la historia del pensamiento cinematográfico” (Transl. Desiderio Navarro). “Koncepcje feministyczne”. Historia mysli filmowej. Podrecznik, (Eds. Alicja Helman and Jacek Ostaszewski). Gdansk: Wydawnictwo Slowo/Obraz Terytoria, 2007. pp 279–292. Print.
Lesage, Julia. "The Political Aesthetics of the Feminist Documentary Film." Quarterly Review of Film Studies 3, n. 4, otoño de 1978. pp 503–523. Print.
Nichols, Bill. La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos del documental. Madrid: Paidós, 1997. Print.
Ruiz Almanza, Ariadna. “Buscar, dentro de uno, la experiencia del guión” (entrevista a Frank Pierson). Cubanow. Revista cultural de arte y cultura. Web. 12 Diciembre, 2011. <http://www.tempcubanow.cult.cu/pages/articulo.php?sec=17&t=2&item=10220>.