De las artes de (des)prestidigitación de Cubaliteraria a la visita del Papa. El gazetillero de La Habana Elegante reporta desde una ciudad des(casalada) y em(papa)luchudada.
Leonardo Gamboa, Habana
Cubaliteraria, el website «oficial» de la literatura cubana, insiste en confundir a Julián del Casal con Joris K. Huysmans; a un escritor cubano con otro francés, a Nieve con À rebours. De nada han servido los mensajes, ni que lo hiciéramos notar antes en esta misma sección – ¿pero es que no nos leen? – porque como pueden ver nuestros aguerridos lectores, el bochornoso error persiste. Comprendemos que Cubaliteraria vea profundizarse la crisis de identidad de la literatura cubana, y de lo cubano en la literatura, que ya nadie sabe dónde tiene o no tiene el pie. Pero no hay que exagerar.
La confusión parece tener su origen en el artículo “La conversión de un escritor,” de María del C. Muzio, que publicó la edición online de septiembre de 2007 Palabra Nueva («Revista de la Arquidiócesis de La Habana»), núm. 166 (Septiembre de 2007). En dicho artículo se comenta la conversión de Huysmans al catolicismo, y aunque se menciona a Casal resulta obvio que el tema de conversación y de conversión es Huysmans, cuyo retrato aparece en el artículo. Tal vez el webmaster de Cubaliteraria hizo un cut and paste del retrato de Huysmans en Palabra Nueva, y lo convirtió en Casal por obra y gracia del Epíritu Santo. De esta manera, Cubaliteraria mata dos pájaros de un tiro: exilia a Casal y de paso lo convierte al catolicismo. Esto último puede que se tratara de un gesto de buena voluntad hacia su Santísima Santidad Santa Benedict, o Benedictus, Benedictinus XVI o, para abreviar Nero Claudius César Augustus Germánico Benedictus Benedictísimo (ese que se apellidaba Ratzinger por los tiempos en que vestía la bata cardenalicia y combatía la misma Teología de la Liberación que contaba con el respaldo de la dizque que revolución cubana). Ratzinger, a quien no hay que confundir con Radetzky, que inspiró, como sabemos, la famosa marcha que compuso Johann Strauss. Ratzinger, a quien algunos han dado en llamar el «papanazi» (tal vez por su lejana relación con el pasado Germánico de Nerón, y no necesariamente por algún link con los nazis, aunque ya sabemos que lo cortés no quita lo valiente) llegó a Cuba como todo un «paparazzi» persiguiendo las desfallecidas celebridades del cónclave cubiche. Esta conjunción de visitas papales, de connivencia entre los Borgia de allá y los de aquí, la ex-comunión de Casal por Cubaliteraria, su conversión en alien – inmigrante sin papeles de ciudadanía, mera ave de paso – por no convertido, su expulsión del seno del trabajo pastoral de la Revolución erigida en Templo, en Iglesia, y la Iglesia ahora ganando acceso al micrófono, participando del bizne contra el derecho al aborto de las mujeres y la homosexualidad, no puede ser una mera coincidencia. ¿O sí?
En una de sus entradas de Cartas desde Cuba (17 de julio, 2011) Fernando Ravsberg ya había dado cuenta del llamado de la Iglesia Católica a sus fieles para impedir “la aprobación de las leyes y regulaciones que por primera vez garantizarán los derechos de la comunidad gay.” Ravsberg cita al cardenal Ortega quien, en Palabra Nueva, exhorta “a reivindicar la ‘objeción de conciencia’ para obstruir la aprobación o aplicación de estas leyes así como a evitar ‘la cooperación en el plano aplicativo.’” Es decir, Monseñor Ortega, «su Eminencia Roja» está apelando al mismo argumento que muchos ministros religiosos están esgrimiendo por acá para oponerse al aborto. De modo que el encuentro de Raúl Castro, su Santidad Benedictina y el Papa Inocencio X Castro, no es sino la definitiva revelación del espíritu antediluviano que los caracteriza: de lo que se trata es de parar el reloj, darle marcha atrás. Según Ortega “la inclinación homosexual es objetivamente desordenada y las prácticas son pecados gravemente contrarios a la castidad”. En lo concerniente a las uniones gay, Ortega dice que reconocerlas legalmente implicaría – lo cita Ravsberg – “reconocer un comportamiento desviado y convertirlo en modelo”, con la consecuencia de que “se ofuscarían valores de la humanidad.”
Pero falta lo mejor. Ortega llega a decir que la adopción de niños por parejas gays sería “someterlos a violencias de distintos órdenes.” Desde luego, se le olvida al cárdeno cardenal que si hay una institución con una larga historia de violencias de distintos órdenes contra los niños, esa es precisamente la Iglesia Católica. Habría que preguntarse además de qué humanidad habla Ortega, para quien la homosexualidad obviamente es motivo de alarma mayor que, digamos, la guerra y la violencia de distintos órdenes contra las mujeres.
Pero La Habana se engalanó y se aprestó a tributarle una calurosa acogida a Benedictus, acogida que como la que solía dispensarse a Castro en la Plaza de la Revolución (formerly known as Plaza Cívica) se caracterizó, a diferencia de lo ocurrido en México, por un júbilo total, sin oposición. El único gesto visiblemente opositor, convertido enseguida en escándalo mediático, fue la violencia de que fue objeto y la detención del ciudadano que gritó «¡Abajo el comunismo!». Este gesto de desobediencia cívica contrasta con la falta de críticas y protestas contra el Papa. El Papa, pues, logró lo que nunca pudo conseguir José Martí: unirlos a todos (a la cúpula del poder eclesiástico y a la del poder político, a los cubanos opositores y a los que todavía «creen», a los de la Isla y a los del exilio. Estos últimos no perdieron la oportunidad de lanzarse al agua en otra flotilla y acercarse a las costas de La Habana: contra Castro, pero a supportando al Papa.
En La Habana, la masividad de la bienvenida que describe el Granma bien podría confundirse con la de un 26 de julio o un primero de mayo: “La presencia masiva de la población de Santiago de Cuba y La Habana, junto a compatriotas de otras provincias, expresará la satisfacción que representa recibir al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y mostrará nuestra unidad, civismo y cultura” (12 de marzo, 2012). Y en la Plaza de la Revolución – oh, milagro de la fe y de la ideología – “Cientos de miles de cubanos dieron un caluroso recibimiento a Benedicto XVI” (28 de marzo, 2012). Fue la natural expresión de la unidad forjada en la creencia y en la complicidad.
Libros recibidos en nuestra redacción
Ediciones Alberrán publicó el pasado 2011 el poemario Perro sin cola del escritor uruguayo Mario Mele (1954). Mele ha publicado antes otros títulos como: Los ojos del cuarto, 1998 y Café negro, 2003. Su poemario Tiresias (2002) fue premiado en el concurso anual de la Intendencia Municipal de Montevideo. Sobre otro libro suyo, La breve noche de tres horas (2008), Jorge Arbeche comenta que es uno de “palabra tensa y exigida por su estructura reflexiva pero sensible por su tono de vital erotismo y a la vez penetrante presencia de lo ‘oscuro’.” Respecto a Perro sin cola, Leonardo Garet nos dice: “El perro, sin su expresivo adminículo de la alegría, se pasea por las sombras, duerme en los rincones, se agazapa en los techos. […] El perro se lleva el sueño del poeta entre las orejas y se enseñorea de la poesía de Mele una genuina profundización del misterio. He aquí uno de los poemas del libro:
15
dejo el amor a un lado
y miro estos bichos de luz sobre la mesa
que se han de morir esta misma noche,
ya nadie espera sobre el borde,
a no ser
el perro debajo de la silla.
Agradecemos a Gerardo Fernández Fe (La Habana, 1971) el envío de su novela El último día del estornino (notas para una novela), publicada por Viento Sur Editorial (Madrid, 2011). Fernández Fe ya había publicado la novela La falacia (Cuba, 1999) y el libro de ensayo Cuerpo a diario (Buenos Aires, 2007).
Rafael Rojas nos dice que Fernández Fe “es un raro vivo, un raro instalado en la dimensión más cosmopolita y de vanguardia de las poéticas literarias contemporáneas que, como otros escritores de la misma estirpe, proyecta una sombra directa, apenas delineada por la voluntad de estilo.” Sobre El último día… Rojas afirma que esta novela, “que anuncia un regreso a lo real y a lo histórico, es a la vez una excursión por las misturas culturales del siglo XXI, un curioseo por la Era Digital de una criatura de la Era Gutenberg.” El lector, añade, “entra en contacto con Luis Mota, el protagonista de esta novela, por medio de una mezcla de referentes – Hollywood y el postestructuralismo francés, Vin Diesel, Deleuze y Guattari… -- que lo ubican desde las primeras páginas en el cruce entre una cultura letrada y una cultura popular que caracteriza la era digital. El espacio desde el que Fernández Fe da ese salto a lo real es, en buena medida, «la biblioteca», específicamente la «Biblioteca Pública Central», «frente al Congreso», que podría ubicarse en cualquier capital del planeta.”
Juan Carlos Quintero Herencia (Puerto Rico, 1963) acaba de entregarnos su último poemario – Libro del sigiloso – publicado por Terranova Editores (Puerto Rico). Bellamente editado, este poemario se hizo acreedor del Premio Creative and Performing Arts 2006 (Universidad de Maryland). Juan Carlos, que trabaja como profesor de literatura en la Universidad de Maryland ya había publicado importantes títulos, tanto en poesía como en ensayo. En poesía podemos mencionar: La caja negra (1996) y El hilo para el marisco / Cuaderno de los envíos (2002). En ensayo descuellan: Fulguración del espacio. Letras e imaginario institucional de la Revolución cubana (2002), libro que ganó el Premio Iberoamericano del LASA al mejor libro de estudios latinoamericanos (2004), así como La máquina de la salsa. Tránsitos del sabor (2005). En 2009 recibió la beca Guggenheim Memorial Foundation para finalizar su estudio: La escucha transeúnte: Poéticas y políticas en el archipiélago caribeño.
José Quiroga comenta el poemario de Quintero Herencia: “¿Se va uno de la cueva o la cueva es el lugar donde se está sin cesar? Libro del sigiloso en sus tres partes, es el hilo que se deja en la playa, en los bordes de grama y cemento, en la reja de la casa y en el patio, el verso formaliza y bachatea; se extiende, se envuelve y regresa sobre sí. De paso, orina el sigiloso en este sitio o en aquel, porque a veces también vale la pena mear por donde se ha transitado.” He aquí uno de los poemas del libro:
Itinerario criollo
Cuando regrese voy a volver
para cuando regrese volver
ya lo sé para cuando regrese volver
cuando regrese volver a ver
pero para cuando regrese volveré
pues para volver regresar
si cuando regreso vuelvo y
aunque regresando volvería a ver
cuando regrese volveré
pues cuando regrese volveré a ir.
Ya lo sé para cuando vuelva
Ya lo sé
cuando regrese volveré
Ya lo sé para cuando regrese
allí volver.
1ero de mayo de 1991 y 28 de octubre de 1994, en el aire entre Puerto Rico, Nueva York y Río Piedras.
Milena Rodríguez Gutiérrez tuvo a su cargo la edición, introducción, notas y aparato bibliográfico de la antología Otra Cuba secreta. Antología de poetas cubanas del XIX y del XX (De Gertrudis Gómez de Avellaneda a Reina María Rodríguez con una breve muestra de poetas posteriores) (Verbum, 2011, 563 pp). Esta es, sin dudas, la antología más ambiciosa de poetas cubanas, y es también, a nuestro juicio, la más completa y lograda. La introducción de Rodríguez Gutiérrez es un verdadero ensayo que contribuye significativamente al estudio de la poesía escrita por mujeres cubanas, tanto como a la valoración de sus obras respectivas. No estamos ante una «muestra» más, o una mera «selección», sino ante una verdadera antología que se destaca por el rigor de la selección de los textos y por acercarnos, sobre todo en lo que respecta al siglo XIX – esto es importante – a la obra de autoras muchas veces de difícil, si es que no de imposible acceso. De modo que también debemos reconocer el importante trabajo de archivo, y de dominio de la bibliografía precedente que revela el trabajo de la compiladora.
Milena Rodríguez Gutiérrez (La Habana, 1971) se doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Granada, y ha editado otras antologías como: Insuficiencia de la escala y el iris (2002), de Rubén Martínez Villena; Sin nada en otro sitio (2009), de Tomás Segovia, y la sin dudas imprescindible El instante raro (2010), de Fina García Marruz (posiblemente la mejor antología que tenemos hasta ahora de la poeta cubana). Poeta ella misma, Milena ha publicado los poemarios: El pan nuestro de cada día (1998), Alicia en el país de Lo Ya Visto (2001) y El otro lado (2006). Actualmente trabaja como profesora e investigadora en la Universidad de Granada.
Milagro en el Gran Gran Teatro de La Habana
Pastor Iglesias, La Habana
Al final de la Misa celebrada en la Plaza de la Revolución, el Papa recibió una invitación que, según trascendió luego, comentó por lo bajo que no podía ser sino «un trabajo del Maligno»: asistir a una función del ballet Giselle que el Ballet Nacional de Cuba había preparado para homenajearlo. El homenaje en cuestión, por supuesto, no podía ser el ballet en cuanto tal, puesto que su Santísima Santidad no necesitaba venir a Cuba para ver un buen Giselle. No; para nada. El homenaje era que el rol principal de la campesina de la ANAP (¿recuerdan la ANAP?) sería interpretado por la mismísima Alicia Alonso. A Benedictus no le costó trabajo comprender que la invitación era intencionada: Ni el Vaticano y las Santas Escrituras tenían el poder absoluto para obrar milagros. La Revolución Cubana llevaba tiempo en eso. Desde el comienzo de los comienzos. En Cuba las «apariciones», «desapariciones» y «reapariciones» se habían vuelto cosa de rutina. Y hasta contamos con el «primogénito de Dios»: José Martí (así lo dice el título de un libro) y con santo y mesías propio: «Martí el Santo de América», «Martí el Apóstol». El Santo Padre debió haberse informado más sobre el lugar que iba a visitar. Esta no era una isla más – ni un Puerto Rico, ni un Santo Domingo – sino una isla milagrosa donde la gente caminaba sobre el agua y desaparecer de Cayo Hueso y reaparecer en Hialeah era algo que simplemente se nos daba. Así que a sentarse a ver el milagro ñángara de Alicia y el desafío de con qué otro milagro responder a ese.
Alicia Alonso, bueno es recordarlo, ha bailado Giselle por cerca de cuatro siglos. Aunque nadie lo ha visto hay rumores de que existe un daguerrotipo – de los primeros que hizo Daguerre – de Alicia saliendo de la tumba. Se dice que Daguerre, cuyo bisabuelo había nacido en La Habana, y con quien Catalina Lasa estuvo emparentada, exclamó al ver impreso el fantasma de Alicia: «¡¡¡Ñooo!!!!». Desde entonces los investigadores no han dejado de abrigar la sospecha de que Daguerre mismo debió ser habanero, posiblemente del barrio de Jesús María.
Pero regresemos al Gran Teatro de la Gran Habana de la Gran Isla de Cuba donde todo ya estaba listo para la Gran función de Giselle, y en la que la Gran Prima Ballerina Assoluta debutaría por la millonésima vez en el rol que le ha granjeado el aplauso de los públicos más exigentes, particularmente los de Jatibonico y Bejucal. En el palco real están sentados el Papa y Raúl Castro, acompañados ambos por «le corp de ballet» de la Asamblea Nacional del Poder Popular (¡Poder Popular!). Nadie quiere perderse el gesto de impotencia del Papa ante las milagrosas puntas de la Alonso.
Y todo está listo. La Gran Orquesta ha ocupado sus asientos y el Gran Director levanta la gran batuta. Hay un silencio absoluto. La sala ha quedado a oscuras. Entonces…. un enviado del Ballet Nacional se acerca a Su Santidad y le habla al oído, en secreto. Una sonrisa diabólica, católica, apostólica y romana se dibuja en su rostro: debe ir de inmediato tras bambalinas, antes de que empiece la función, pues Alicia reclama su presencia. Este reportero consigue escabullirse en medio de la confusión y puede ver lo que sucede. Alicia, humildemente inclinada como la campesina Giselle, implora la bendición del Papa para que pueda hacerse el milagro. Su Santidad la bendice. El gesto es ambiguo: no sabemos si la quiere hacer desaparecer y hacerla bailar, sin descanso, hasta que caiga y ninguna fuerza – humana, divina, diabólica, papal – pueda levantarla otra vez, o si se trata de exorcizarla.
Alicia baila al fin, pero en lugar de aparecer como Giselle, se metamorfosea en cisne, y una nueva versión del clásico de Tchaikovski toma forma ante los ojos asombrados de la audiencia, pero no ante los del Papa, que murmura malévolamente: «con milagritos a mí…»