El dictado (cuento inédito)
Pedro Cabiya
La Señal fue descubierta por el radioastrónomo Alberto Sanchís, del Observatorio Nacional de Tlatelolco. En los días subsiguientes los logaritmos filtrantes de todos los radiotelescopios del mundo emitieron una alarma que ya nadie esperaba, trabando el acimut de sus parábolas hacia un mismo punto en el cielo. Se trataba de un tenue silbido de 10 Gigahertzios proveniente del sector CW876-234, en la vecindad del núcleo galáctico Sagitario A, a 30,000 años luz.
“¡Atención! Los Fundadores comunican un importante mensaje”, decía el prefacio del loop. “Su redacción es simple y ha sido adaptado al formato predilecto de su especie. Nuestra prioridad es hacernos entender”. Este encabezado era seguido por un archivo de 850 MB que describía la construcción de una máquina de dictado.
Finiquitada la obra, introdujeron al taquígrafo en el tanque psicofónico y encendieron el artificio. Al cabo de un mes se encendió una luz verde y lo sacaron, desfalleciente. Ansiosa de respuestas a los grandes enigmas, la gente no supo cómo reaccionar cuando el taquígrafo hizo entrega de una vasta novela. Era la saga de los Fundadores del Universo, felizmente jubilados en varios sistemas de la Vía Láctea hasta que, por la noche, sus finos órganos de percepción empezaron a recibir tortuosas imágenes: telenovelas, programas de concurso, inanes reality shows. Insomnes, estudian y envían al planeta emisor una amenaza novelada: o cesan sus actividades transmisoras, o serán obliterados. El planeta hace caso omiso del ultimátum y es destruido minuciosamente.
La novela se convierte en un éxito de venta sin precedentes; se produce una miniserie televisada. Hoy, a un año del dictado, las naves de los Fundadores oscurecen los cielos de la Tierra. La humanidad en pleno se ha lanzado a las calles… Todos zarandean copias de la novela hacia lo alto con la esperanza de obtener una dedicatoria autografiada.