Lezama y la entrada de Einstein en La Habana
Omar Vargas, The University of Texas at Austin
And therefore I tell you that I accept God simply. But you must note this: if God exist and If He really did create the world, then, as we all know, He created it according to the Geometry of Euclid and the human mind with the conception of only three dimensions on space. Yet there have been and still are geometricians and philosophers, and even some of the most distinguished, who doubt whether the whole universe, or to speak more widely the whole of being, was only created in Euclid’s geometry; they even dare to dream that two parallel lines, which according to Euclid can never meet on earth, may meet somewhere on infinity. (Fyodor Dostoevsky, The Brothers Karamazov, Ch III, Book Five, Part Two)
I
Un pasaje tomado de “El secreto de Garcilaso,” un ensayo de José Lezama Lima originalmente publicado en el primer número de la revista Verbum en junio de 1937 y luego en el volumen Analecta del reloj,en 1953, permite empezar a recorrer un camino sugestivo y en cierta forma inexplorado en cuanto al desciframiento de elementos esenciales en Lezama y en su sistema poético del mundo. En concordancia con la conocida “retombeé”(1) entre las ciencias y las artes propuesta por Severo Sarduy, aquí podemos ver a un Lezama interesado en las teorías científicas de su época y convencido de la pertinencia de sus resonancias:
La expresión intentada en una de las formas del dominio y de la cultura se resuelven ingrávidamente en otras artes. Un gran ejemplo contemporáneo lo tenemos en la transposición de las geometrías no euclidianas (Riemann), y la física espacio-tiempo, a la perspectiva simultánea y a los planos sometidos a la divagación en la sinuosidad del tiempo, casi realizada en el cubismo o expresionismo abstracto de Pablo Picasso. (Obras 2 27)
Qué grado de conocimiento sobre la geometría de Riemann(2) o la teoría de la relatividad tenía Lezama —sugerida a partir del empleo de las expresiones “ingrávidamente,” “sinuosidad del tiempo” y “física espacio-tiempo”— ; en qué medida la asimilación o la simple noticia de este tipo de nociones aparecen en su pensamiento y en su obra; y cómo entra la imagen de Albert Einstein en el universo del poeta, son interrogantes cuyo intento de solución remiten tanto al panorama de las principales ideas que afectaron la producción y la difusión tanto del conocimiento humano y de sus manifestaciones estéticas durante la primera mitad del siglo XX, como también a las singularidades del sistema de trabajo del poeta.
Lezama, en ese mismo texto, citando a Oswald Spengler y siguiendo su noción de historia de la analogía o historia “poética” de la decadencia de occidente, llega a plantear una sugestiva relación entre arte y ciencia, muy al margen de cualquier clase de límite de espacio y de tiempo, según la cual la problemática de la tragedia griega se resuelve en la física matemática francesa de los siglos XVII y XVIII (27). Lo cual indica que parte de la motivación de estas conexiones que él establece, más allá de su acierto, tiene que ver con una fuerte dosis de cuestionamiento a la proclamada superioridad de los mecanismos racionales sobre los poéticos. Él mismo le confiere, en otros momentos de su producción, un carácter antagónico a lo poético y a lo científico, lo que pareciera marcar de su parte un distanciamiento considerable con cualquier asociación suya con estos saberes. Digamos, pues, que lo que se presenta entre Lezama y las “ciencias” (física, matemática, geometría, cosmología, por ejemplo) es una relación ambivalente, por decirlo menos: por un lado se atisba una mezcla prodigiosa de intuición, comprensión y creativa apropiación de avanzados y actualizados conceptos y teorías; y, por otro, se transpira desencanto, desconfianza y un resuelto afán desmitificador ante la avalancha de los muy ruidosamente difundidos adelantos. De hecho, él atribuye este estado de progreso y euforia no a la labor exclusiva de personas o disciplinas específicas de su entorno temporal, sino más bien al diálogo activo de dicho entorno con lo alcanzado mucho tiempo atrás, fundamentalmente por la cultura de la Grecia clásica. Es decir, Lezama destaca el valor de un estado pre-científico de la cultura. En una anotación de sus Diarios, correspondiente al 17 de julio de 1942, se lee:
La poesía viene hasta en auxilio de sus enemigos. Así cuando un Empédocles de Agrigento viene a definir la visión como el encuentro del efluvio que viene de la luz exterior y el rayo ígneo contenido en el ojo.
Así la física matemática actúa póstumamente sobre las cosmologías y todo el mundo de los jonios, pero después, en su oportunidad de delicias, las cosmologías vuelven a actuar sobre las ciencias, comunicándoles una tensión y una fuerza que prepara el movimiento saturniano, autofágico, de la física matemática. (55).(3)
Lezama escribió algunos artículos cortos de forma anónima para El Diario de la Marina, entre los años 1949 y 1950, los cuales aparecerían publicados en su gran mayoría posteriormente en Tratados en la Habana, de 1958, bajo el título de “Sucesivas habaneras.”(4) Algunos de estos artículos se ocupan de concretas preocupaciones científicas de forma por demás reveladora, pues reiteran esa convicción suya de que los entonces últimos y asombrosos descubrimientos de la ciencia no hacen más que metamorfosear conocimientos ya adquiridos. “Guerra atómica o la ironía de la especie,” del 23 de febrero de 1950 —número 71 en “Sucesivas”—, en medio de los primeros estertores de la guerra fría, se ocupa de la paradoja del progreso incontenible de la ciencia y la inminencia de destrucción que ello conlleva. Lezama conecta la fisión del átomo y su promesa de nuevas fuentes de energía —pero también de nuevas y poderosas armas—, así como el renovado y creciente interés no especializado por estos temas, con los trabajos de los atomistas griegos:
Se habla y se habla a pique y a repique de átomos y artefactos destructivos…Quién pensaría que el atomismo iba a ser materia verbalizable por ramblas amorosas y moscas de barbería. Quién hubiera dicho, ganando oro sombrío de profecía, que Demócrito, Epicuro y Lucrecio, iban a retomar la popularidad, paseándose con Bertrand Russell, Lord Kelvin o Schorodinger. De esta manera el campo electromagnético se ha hecho tan popular como un campo de deportes; los iones y los protones, saltan, se regocijan y decaen como si fuesen slogans de nuestra época (298-9).
Añade este fragmento a la precisión de los créditos de estos aportes, un tono de inconformismo con la forma en que el conocimiento abandona su torre de marfil para mezclarse con los mortales más comunes. Lezama parece ver en la popularización de la ciencia una alteración del equilibrio natural de las fuerzas intelectuales. Se perfila una sociedad en que el saber, patrimonio de unos cuantos privilegiados, está al alcance de cualquier “hombre de hoy”; y esto inquieta porque, así como con la energía nuclear, según se desprende de lo que sugiere Lezama, el origen y uso cuestionables del conocimiento pueden tener consecuencias catastróficas. Es muy discutible la validez de este enfoque. De hecho, alrededor de posiciones similares tradicionalmente han llovido reparos al aislamiento y al elitismo de Lezama y de otros miembros de la generación de Orígenes.
“OVNI o el ninivita arcádico”, del 25 de marzo de 1950, número 85 de “Sucesivas”, cuenta con referencias de carácter más astronómico. Aquí se discuten las febriles reacciones que producen la posible presencia de naves extraterrestre o el paso del cometa Halley (a ambos se refiere como a “platos con candelas”). De nuevo, Lezama encuentra poco original el ruido pues:
Ahora el seguimiento de ese velo surcado por un escarabajo de oro, imagen hoy demodé pero todavía muy querida por los simbolistas contemporáneos del cometa Halley, vuelve otra vez a demostrar que lo teogónico y lo mágico, lo infuso y sobrenatural, rondan a la materia en cuanto ésta se revela contra las tablas cognoscentes del hombre de cada momento histórico (316).
Al final, concluye ratificando el retorno y la vigencia tanto del saber pre-científico (la “física jónica”) como de su inocencia, en medio de los celebrados avances de la ciencia contemporánea (la “física de la destrucción de las cadenas nucleares”), y la precaria perspectiva del “hombre de hoy,” al que se refiere como “ninivita arcádico”:
Parece, tal vez, que después del período trascendental de la física de la destrucción de las cadenas nucleares, hemos querido volver a la limpia ingenuidad de la física jónica. Cuando Anaximandro nos hablaba de los estuches circulares que tienen movimiento rotatorio. Del fuego roto que anima a los anillos circulares. De los vapores del mar que rompen las esferas de fuego y las llevan a ser anillos. Explicaciones de explicaciones que llevan al hombre de hoy a pasearse por su azotea como si fuera un ninivita arcádico (316).
La delimitación de las referencias científicas en Lezama, empero, debe ir más allá del vasto cuerpo de las culturas antiguas o de su posible aristocracia intelectual, pues su obra cuenta con aspectos temáticos y recursos estilísticos que revelan preocupaciones consistentes con las del propio Albert Einstein —la luz, el vacío, el tiempo, la gravedad—, a la vez que evidencian el despliegue de una estrategia en sus procedimientos comparable con la de los experimentos mentales utilizados por el sabio de origen alemán. Llama la atención este hecho porque, aparte de lo que se manifiesta en cuanto a su desconfianza con relación a los recientes adelantos, Lezama no manifiesta familiaridad con rutinas o intereses propiamente científicos.
Así que es necesario tocar en otras puertas para rastrear estas asociaciones en Lezama. Hay tres hechos, en principio meramente anecdóticos –-pero no por ello menos significativos—, presentes en los primeros años de su vida, que lo ponen en relación con personas y hechos de carácter predominantemente científico. El primero, el que su educación primaria haya tenido lugar en el colegio Mimó. El nombre de esta institución se debe a su fundador, el doctor Claudio Mimó y Caba (1844-1929), español radicado en Cuba desde 1883 y quien, según cuenta el libro Las ciencias exactas y naturales en Cuba, de Lorgio Félix Batard Martínez y Pedro Julio Villegas Aguilar, “es considerado el precursor del movimiento matemático en Cuba”.(5) Es de suponer, pues, que el proyecto pedagógico que implantó Mimó, al cual en buena medida debió estar expuesto Lezama, haya enfatizado la formación crítica y rigurosa de las matemáticas. En sus Diarios, en una entrada correspondiente al 25 de febrero de 1945, escribe Lezama “Asisto al banquete de los antiguos alumnos de Mimó, colegio donde yo me eduqué” (77). Más adelante, en la misma entrada, nos ofrece algunos detalles sobre lo que había ocurrido hasta entonces con la institución, sin que aparezca alusión alguna a las matemáticas. Más bien enfatiza el valor de las rutinas caligráficas y ortográficas dentro de las prácticas académicas y resalta el encuentro simbólico entre Cataluña y Cuba que encarnan la figura y la labor de Mimó y sus sucesores:
Habanero de muchas generaciones me gustaba visitar con frecuencia el sitio donde había estudiado, ya no está allí. Pero reaparece en el Vedado, y los hijos de los hijos del viejo catalán Dn. Claudio (continúan) su labor…Veo ahora como ayer a Don Patricio con su corpachón lento bajo los muchos años, guardando las libretas y los cuadernos de caligrafía. Los dos grandes patios iluminados, con un recreo lleno de voces y con un crepúsculo suave y profundo. Y el refectorio, agrandado aún más por la presencia de Don Pablo, presidiendo el almuerzo o dictando traviesos ejercicios de ortografía, entre burlas y donosuras. Y el día de la muerte de Dn. Claudio, donde cuatro generaciones de cubanos se entrelazaron alrededor de aquel que había sabido unir a Cataluña con Cuba libre. (78-9).
El segundo hecho tiene que ver con una decisión que toma el adolescente Lezama a los 16 años cuando, ya inscrito en el “Instituto de La Habana” para cursar sus estudios secundarios, “pese a su inclinación por las letras, se afana en el estudio de álgebra, matemáticas, geometría, como secreto homenaje a su padre” (El reino 484).(6)
Y el tercero y más sugestivo para nuestra pesquisa tiene que ver con la corta pero trascendental visita de Albert Einstein a La Habana, la cual tuvo lugar el 19 de diciembre de 1930, justamente el día en que el poeta celebraba su cumpleaños número 20. Las 30 horas que pasó el sabio en La Habana no deben ser tomadas en un sentido literal. La entrada de Einstein al puerto se produce de varias y prolongadas maneras, a través de un extenso período de tiempo, por medio de innumerables debates académicos, de incontables publicaciones, de informaciones de prensa y de todo tipo de conversaciones coloquiales. En cada una de ellas, se oscilaba entre la admiración y el rechazo que sus contribuciones generaban. Como sea, era difícil permanecer indiferente ante la magnitud de lo que gracias a él estaba ocurriendo en la cultura. Y, como lo veremos, Lezama, de una manera difusa pero elocuente, también parece tomar parte en la entrada de Einstein a Cuba.
Pero los obstáculos que enfrenta la indagación sobre las relaciones de Lezama con la ciencia o con Einstein persisten y se multiplican en medio del carácter brumoso del método de trabajo del poeta. Es un hecho bien sabido —y esto ha dado pie a cuestionamientos a su erudición— que sus incorporaciones de diversos saberes –-filosofía, plástica, historia, etc.— están mediadas por una notable libertad creativa y por un cierto halo de misterio que hacen casi imposible escudriñar tanto el origen como la fidelidad de sus fuentes. Margarita Mateo puntualiza que el cubano “empleaba con mucha frecuencia la cita falsa como parte del juego intelectual y creador que establecía con los más diversos códigos de la cultura” y que “su manera de adueñarse del texto ajeno no partía de una postura reverencial ni subordinada a la autoridad del discurso del otro, sino que la impronta de su propio pensamiento creador entraba a formar parte esencial del juego de las apropiaciones” (Valoración 343).(7) De manera que los límites entre la imaginación y la erudición son borrosos en el caso de Lezama, haciendo de la misión de perseguir algún indicio concreto del origen no sólo de la audaz y original afirmación sobre la correspondencia entre ciencia y arte, sino sobre cualquier referencia en la obra del cubano, un esfuerzo, aunque potencialmente inútil y estéril, casi siempre muy productivo.
Lo cual paradójicamente nos sigue arrastrando ineluctablemente a un abordaje diferente y especial del problema que tiene que ver, en últimas, con posibles formas de entrada de Einstein en La Habana y en Lezama, para lo cual se hace preciso acudir más a pruebas indirectas, literarias y vivenciales. En primer lugar a un examen detallado de lo que todavía queda de la biblioteca del poeta; en segundo término, a una visión panorámica de los libros con temáticas específicamente científicas que circulaban en los medios intelectuales de los años 20 y 30 del siglo XX en las bibliotecas de La Habana, a los cuales muy seguramente el joven Lezama tenía acceso; y finalmente a la representación de Einstein en la prensa de la época.
Empecemos por la biblioteca personal del autor de Paradiso. Varias aclaraciones resultan pertinentes para empezar. Un año después de la muerte de Lezama, María Luisa Bautista, su viuda, autoriza a Roberto Pérez León a trabajar en la organización y sistematización de sus libros.(8) Pérez León estima que debía haber entonces algo así como diez mil volúmenes, regados por todas partes de la casa. Esta afirmación, sin embargo, no resulta confiable, pues, que se sepa, no se llevó a cabo un riguroso conteo ni un detallado registro. Sin embargo, Ciro Bianchi, en su introducción a Asedio a Lezama Lima, correspondiente principalmente a una entrevista que le concediera el poeta con motivo de su cumpleaños 60, coincide con esta estimación.(9) Bianchi nos proporciona adicionalmente un testimonio de cómo era la colección en su plenitud:
Hay en su casa unos diez mil libros que desbordan las estanterías y guardan un equilibrio mágico en las butacas, el sofá, las mesas auxiliares y los rincones. Están dispuestos, tanto los de los estantes como el resto, con una ordenación muy precaria. En definitiva, apoyado en su prodigiosa memoria, Lezama se las arreglará siempre para encontrar sin muchas dificultades el libro que busca. (8-9)
No se sabe a ciencia cierta, después de la muerte del poeta, cuántos libros fueron obsequiados a amigos y conocidos que lógicamente se debían sentir con derecho a conservar algún recuerdo del maestro. Así mismo, es posible que muchos libros fuesen sustraídos y que muchos otros, a pesar del cuidado que siempre tuvo Lezama, jamás le hubiesen sido devueltos. El hecho concreto es que la exploración de la biblioteca de Lezama se convierte ahora en algo parecido al recorrido por las ruinas de lo que alguna vez fuera un colosal edificio: es necesario inferir cómo debió estar construido con base en patrones de conformación, en sus huellas y en datos muy fragmentarios de cómo se erguía en sus momentos de esplendor. No olvidemos además que al día de hoy los libros de Lezama se encuentran repartidos en dos partes: la gran mayoría en la Biblioteca Nacional José Martí (el conocido fichero alberga un total de 1836 volúmenes); y una parte menor, estimada en alrededor de setecientos libros, en la Casa Museo José Lezama Lima, mayormente destinados a cumplir un papel de utilería y no de consulta académica. La cantidad total, un poco más de 2500 ejemplares, representa apenas el 25% del total del que hablan Pérez León y Bianchi. En 1994, coincidiendo con el coloquio que se celebraba en Cuba con motivo de los 50 años de aparición de la revista Orígenes, por acuerdo de la Biblioteca Nacional y la Dirección de Patrimonio, se determinó transferir parte de la biblioteca del poeta a la casa de Trocadero para contribuir con la conformación del museo. De acuerdo con el testimonio Yamilé Limonta Jústiz,(10) actual subdirectora del museo, no se siguió un criterio particular para la división entre lo que quedaría en la José Martí y lo que se enviaría al museo.(11) Las circunstancias de aislamiento y marginación que sufrió Lezama durante sus últimos años, hicieron que sus pertenencias –-no sólo sus libros— permanecieran abandonados durante mucho tiempo. Estudiantes del programa de Historia del Arte de la Universidad de La Habana de principios de la década de los años 80, entre ellos el hoy reconocido director de cine Tomás Piard, fueron encargados, a la muerte de María Luisa, acaecida el 20 de febrero de 1981, de organizar y cuidar los objetos encontrados en la casa de Trocadero 162, como parte de su asignatura de museología.(12) De esta forma fue que la mayoría de lo que quedaba de su papelería —libros, cartas, diarios, libretas de apuntes y manuscritos de sus obras— fue enviada a la José Martí. El destino de muebles, objetos y cuadros fue el de permanecer guardados en cajas hasta que se estableció el museo en 1994.(13) El tiempo transcurrido entre las muertes de Lezama y María Luisa, casi cinco años, añade más misterio a lo que pudo ocurrir con el resto de la biblioteca ya que no hay información sobre las decisiones que la viuda haya podido tomar con relación al destino de muchos libros. De esta manera se hace necesario enfatizar que la biblioteca por sí misma, y más tratándose de las precisiones sobre sus connotaciones científicas, no es en una fuente definitiva ni concluyente para nuestra investigación.
Hecha esta importantísima salvedad, observemos que dentro de los detalles que ofrece una primera aproximación a la biblioteca de Lezama sobresale la costumbre que él tuvo de marcar sus libros, firmándolos y precisando su fecha de adquisición. En este orden de ideas, además de los volúmenes heredados de lo que se supone fue la biblioteca familiar o de los que le debieron ser obsequiados en su infancia, es posible afirmar que Lezama empieza a construir su universo bibliográfico aproximadamente hacia el año de 1930, cuando estaba a punto de cumplir sus 20 años. Bianchi cuenta que “Estos libros fueron adquiridos a lo largo de décadas con mucho sacrificio, pagándolos, incluso, a plazos, y constituyen uno de sus mayores orgullos” (9).(14)
La primera y natural tarea consiste en buscar en el espacio comprendido entre 1930 y 1937, intervalo en que debió ser escrito “El secreto de Garcilaso,” dentro del restringido universo disponible, libros que verifiquen el interés de Lezama por temas específicamente científicos, en particular aquellos que se refirieran a Einstein, a la teoría de la relatividad o a la geometría de Riemann. La búsqueda fue infructuosa. Luego se intentó un barrido por posibles textos sobre temas estéticos en donde se pudiese encontrar algún tipo de conexión entre la plástica y la “física del espacio tiempo.” De nuevo, no se encontró nada. Una revisión de un texto cercano a esta descripción, El arte al cubo (y otros ensayos), de Fernando Varela, firmado en lápiz por Lezama en 1930, sí cuenta con subrayados y anotaciones del poeta. Sin embargo, los temas tratados no tienen que ver con las conexiones científicas que se pretendían encontrar. Sobresalen anotaciones en una sección titulada “Desde la ribera oscura (Para una estética del cine).” Tómese como ejemplo este subrayado que destaca Lezama en donde la controversia sobre el cine sonoro, lo cual era de esperarse para esa época, está ausente y en cambio se trata el conflicto generado por el advenimiento del color:
No es necesario que las figuras proyectadas sean siluetas; en cuanto hay una sombra, queda agravada; en cuanto hay un perfil, queda acusado dos puntos más de la cuenta justa. La película en colores fracasa y fracasará siempre porque restituye a estos seres inverosímiles de luz y sombra el color y la carne que perdieron merced a un refinado secuestro en la cámara oscura; el arte exige por cada elemento de realidad conservado la extirpación de otro. Pero también fracasa porque el color suprime esta insinuación de sombra chinesca que es uno de los ingredientes más simples del encanto del cine. (44-5)
Libros sobre temas filosóficos, de autores como Martín Heidegger, Henri Bergson, Alfred North Whitehead y Blas Pascal, sí traen huellas de lecturas muy activas por parte de Lezama.(15) Innumerables subrayados y anotaciones suyos confirman tanto su interés por este tipo de material como su indiferencia por los de carácter científico. Por ejemplo, en la página 16 de Introducción a la metafísica de Bergson, se lee una anotación en lápiz en la margen izquierda del texto que dice “la imagen.”(16) El fragmento que destaca Lezama dice: “A aquél que no sea capaz de proporcionarse a sí mismo la intuición de la duración constitutiva de su ser, nada se le dará jamás, y no mejor los conceptos que las imágenes” (16).
Probablemente es a partir de este tipo de lecturas –-de nuevo tardías para nuestros intereses, pues el libro de Bergson es editado en 1944— que Lezama deja ver un contacto con Einstein. En el libro de Bergson al que acabamos de hacer referencia, hay en el subrayado de Lezama un roce tangencial con ideas relativistas:
Procede del olvido de esta intuición todo cuanto han dicho los filósofos, y los mismos sabios, sobre la “relatividad” del conocimiento científico. Es relativo el conocimiento simbólico por conceptos preexistentes que va de lo fijo a lo moviente, pero no el conocimiento que se instala en lo moviente y adopta la vida misma de las cosas. (53)
Por supuesto, y volviendo a la cita generatriz, dado lo ya mencionado con relación a su método de trabajo, lo más seguro es que la referencia de marras estuviese todo el tiempo sólo en su cabeza. Una mirada detallada al fichero, demuestra, no obstante, la presencia específica de libros sobre Einstein y la relatividad. Lo que desconcierta es que sus años de edición y adquisición se ubican hacia finales de la década de los años 50, mucho tiempo después de la escritura y publicación de “El secreto de Garcilaso.”(17)
De manera que más bien sometámonos a trayectorias de tipo lezamiano para encontrar algunas respuestas a este enigma. Como no hay forma de saber qué libros leyó Lezama sobre estos temas, revisemos cuáles pudo haber leído. Este método hiperbólico de pesquisa se basa en la asunción de la realidad como una variedad de lo posible. Precisamente en otro de los artículos escritos para El Diario de la Marina, titulado “El juego de pelota o la historia como hipérbole,” del 9 de octubre de 1949 (número 3 de “Sucesivas”), Lezama con ironía se refiere al desprecio que siente el hombre de su tiempo por el mundo antiguo, lo cual lo lleva a encontrar exagerados y poco creíbles los relatos de tiempos pasados. Entonces, como en un ejercicio de retaliación, imagina cómo describirían cuatrocientos años después el mundo de ese hombre de su tiempo los futuros historiadores. Pone por caso el juego de béisbol, o “juego de pelota” como le dicen en Cuba. Parte de la descripción que harían estos escolares, además de su conmovedor registro poético, establece los rasgos del método hiperbólico. Veamos algunos apartes:
Hay nueve hombres en acecho de la bola de cristal irrompible que vuela por un cuadrado verderol. Esa pequeña esfera representa la unión del mundo griego con el cristiano, la esfera aristotélica y la esfera que se ve en muchos cuadrados de pintores bizantinos en las manos del Niño Divino… la esfera de cristal en manos de uno de aquellos guerreros, tiene fuerza suma para si se toca con ella el ajeno cuerpo, cincuenta mil hombres de asistencia prorrumpen en gruñidos de alegría o rechazo. Si la esfera de cristal se pierde más allá de los jardines, el caballero de gris con grandes listones verdes, a pasos lentos sigue su marcha, como si tuviese la recompensa de un camino suyo e infinito (218-9).
La proyección temporal hacia delante, propuesta acá, también debe funcionar hacia atrás y, además de ratificar los mecanismos lezamianos de elaboración de la imagen, nos ofrece un recurso válido para nuestra averiguación. Aún más, esta proyección se constituye en un sólido indicativo de cuáles son el camino y la actitud a seguir cuando uno se enfrenta al desafío de rastrear una referencia suya. Es el caso de la jarra danesa del capítulo XII de Paradiso. Hecha trizas y siendo imposible su reconstrucción física, Lezama consigue producir una copia poética de ella que supera con creces a la original, haciéndola aparecer prácticamente irreconocible. En este pasaje que destacamos, por ejemplo, cuesta ubicar que, hacia la parte final, Lezama está describiendo un “jonrón” en un juego de pelota. El artificio y el ocultamiento son una notable virtud de sus textos pero también se constituyen en un obstáculo para su comprensión.
De manera que continuemos esta indagación como si se tratase de un descenso órfico. Por necesidad, en esta incierta aventura, hemos de recurrir más a la luz que nos proporcionan las estrategias literarias que al convencional rigor académico.
II
La Revista de Occidente se preocupó siempre por la difusión científica y, por supuesto, no estuvo ajena a la controversia que en España suscitó la comprobación en 1919 de la teoría de la relatividad, lo cual permite inferir otra posible arista de contacto entre Lezama, Einstein y sus ideas. En la península, al igual que con lo ocurrido en su momento con la presentación de las ideas de Copérnico y Galileo en otras partes de Europa, las teorías de Einstein propiciaron una nueva visión de la estructura del universo y de los límites de la naturaleza y del conocimiento humano. Por tanto, encontraron tanto una recepción entusiasta por parte de un reducido pero significativo e influyente grupo de especialistas, como un fuerte rechazo proveniente de círculos menos informados y más conservadores. Parte del proceso de la formulación de la teoría general de la relatividad descansa sobre la incorporación de conceptos provenientes de las matemáticas y la geometría, muchos de ellos consultados por Einstein con su colega matemático Michelle Grossmann, en especial los relacionados con la geometría diferencial y las geometrías no euclidianas. Uno de los efectos de dicha incorporación en España es el reciclaje, por así decirlo, de una controversia suscitada casi exclusivamente entre la comunidad matemática durante la primera mitad del siglo XIX con relación al concepto de paralelismo. Esto explica porque, sobre todo en documentos no especializados de divulgación de las ideas de Einstein, se le atribuya a él la formulación de una nueva teoría de las paralelas.
El panorama cultural en el que en España, y por transitividad en Cuba, se da la recepción de las ideas de Einstein es la estación a la que nos conduce el método hiperbólico ahora. Intentamos darle posibles respuestas a la pregunta ¿Qué libros y artículos pudo haber leído Lezama? Una inspección a las bibliotecas del Instituto de Literatura y Lingüística y a la Biblioteca Nacional José Martí, revelan la existencia de algunos libros, muchos de ellos publicados por la Revista de Occidente, que se ocupan de estos primeros ecos de la difusión de las ideas de Einstein ya no dentro de círculos cerrados, sino dentro de los espacios de la cultura popular. El origen de la trayectoria expansiva de estas ideas se remonta al 10 de noviembre de 1919, cuando varios periódicos del mundo publican artículos en el que se reporta la comprobación de la teoría general de la relatividad con base en los resultados de las expediciones encargadas de estudiar los efectos del eclipse total de sol del 29 de mayo del mismo año. El que se hubiese constatado que la luz se dobla al pasar cerca de un cuerpo pesado como el sol fue la inobjetable evidencia tanto de la validez de la teoría como de la genialidad de Einstein. Se sabe que Einstein, en la cúspide de su fama, visitó varias ciudades de España en 1923, participando en diversos actos académicos y protocolarios que contaron con la asistencia de reconocidas figuras de la vida intelectual de la península, Ortega y Gasset incluido.
Hay tres libros todavía presentes en la biblioteca del Instituto de Lingüística y Literatura de La Habana que recogen muy bien las controversias de la época en España, cuyos ecos cruzaron el océano y se sintieron en la isla. La presencia de estos libros en la biblioteca del Instituto, de otro lado, pone de relevancia el papel que, junto con la Revista de Occidente, tuvo en el desarrollo de la ciencia y la cultura de la isla la Sociedad Económica de Amigos del País, a la que se debe tanto la adquisición de estos volúmenes como la conformación y funcionamiento de una notable colección que luego pasaría a ser manejada por el Instituto. A este tipo de textos se podría haber visto enfrentado un lector inquieto y curioso, como el joven Lezama, al promediar la década de los años 20 o a principios de la de los 30 del siglo pasado. Se trata, en primer término, de Einstein y el universo, un resplandor en el misterio del cosmos, escrito en 1922 por Charles Nordman, astrónomo del observatorio de París. La versión en español es de J. N. Aguado de la Loma. Es un trabajo correspondiente a una serie titulada “La novela de la ciencia,” escrito en medio de la euforia que causó la noticia de la prueba de la teoría por medio del eclipse, y en donde se exponen para un público no especializado sus pormenores. Todavía hoy su lectura podría ayudar a entender a muchas personas las complejidades de semejante logro. Como dato curioso, el título de una de las secciones del capítulo 8 parece una frase del repertorio lezamiano o un postulado de su sistema poético de mundo, consistente por lo demás con nuestra decisión de adoptar el método hiperbólico: “Lo real es una forma de lo posible.” Nordman sostiene sugestivamente en la introducción que Einstein “acaba de dar un golpe gigantesco en ese muro que nos oculta la realidad.” La misma Sociedad se encarga también de publicar en 1924 el libro Realidad, modernismo y matematicismo, escrito por Tomás Rodríguez, sacerdote Agustino licenciado en física y matemáticas. La mayoría del material de este libro consta de artículos que previamente habían aparecido en la revista Ciudad de Dios, de la Orden de los Padres Agustinos. Rodríguez ataca a Einstein, desconoce sus aportes y describe a las matemáticas como un “aparato bélico” destinado a socavar el sentido común, a romper con la concepción absoluta del espacio y del tiempo y a salirse de su restringido ámbito teórico para invadir territorios filosóficos. Rodríguez sale a la defensa de Newton y de Euclides, los dos grandes “damnificados” de este envión del conocimiento humano, y ataca fundamentalmente a Einstein y a Riemann. De hecho, en su defensa de la geometría euclidiana, se refiere al grupo de matemáticos que postularon las geometrías no euclidianas, así como a sus seguidores, como a “Riemann y sus secuaces” (288).(18) El otro libro que se encuentra es La teoría de la relatividad de Einstein, expuesta de un modo elemental, de 1921, escrito por el teólogo alemán Teodoro Wulf, sacerdote jesuita, profesor de física en el colegio de San Ignacio en Valkenburg y diplomado por la universidad de Gotinga.(19) Wulf expresa una posición más cauta que la de Rodríguez frente a la nueva teoría, a la cual le concede el carácter de hipótesis, aunque expresa reparos a la validez de las conclusiones derivadas de la observación del eclipse, fundamentándose en la posibilidad de errores experimentales debidos a factores atmosféricos que podrían haber causado refracción de la luz de las estrellas observadas y, por tanto, haber determinado cambios en la lectura de sus trayectorias:
Las pruebas obtenidas por la expedición enviada a este objeto a Brasil con ocasión del eclipse total del sol del 29 de mayo de 1919, muestran en efecto una pequeña modificación de las distancias estelares en el sentido previsto. Como que la dirección de la desviación en parte se separa muy notablemente de la calculada, es preciso concluir, que intervinieron otras circunstancias; entonces pues, no es lícito asegurar que el orden de magnitud del desplazamiento sea el que previamente calculó Einstein….” (89-90).
Los ecos de la discusión sobre la comprobación de la teoría de Einstein, debidos a las observaciones del eclipse dirigidas principalmente por el astrónomo inglés Arthur Eddington, no se expandieron en Cuba sino hasta bien entrada la década de los años veinte del siglo pasado. La biblioteca del Instituto cuenta incluso con algunos trabajos del propio Eddington, como Estrellas y átomos; y con un folleto llamado Sir David Gill, el cual contiene el discurso pronunciado por Eddington con motivo de la muerte de su colega Gill, acaecida en 1914.(20) La Biblioteca de la Revista de Occidente tuvo una orientación amplia y diversa que sin duda se constituyó en invaluable recurso para el apetito intelectual de contemporáneos de Lezama. Es probable que fuese tanto por medio de la revista como de sus publicaciones subsidiarias que el poeta tuviera acceso a temas y autores específicos, muchísimo más fáciles de rastrear en el entramado de su pensamiento y de su obra. Pero cabe igualmente suponer que un intelectual de esta época haya leído algunos de los artículos de divulgación científica escritos por el gran físico español Blas Cabrera Felipe, como “La imagen actual del universo, según la relatividad,” publicado en el número XCVII de la Revista de Occidente, correspondiente al mes de julio de 1931.
Otra fuente de contacto con las discusiones de carácter científico debió ser la cubana Revista de Avance, fundada en 1927 por Alejo Carpentier, Juan Marinello, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Martín Casanovas. Uno de sus contribuidores habituales de esta publicación fue el destacado físico cubano Manuel Francisco Gran y Gilledo. Algunos de los artículos escritos por Gran son “Coherencia de la discontinuidad espacio temporal,” aparecido en el número 32 de marzo 1929; “Incertidumbre de la geometría de espacio real,” en el número 35 de junio de 1929; y “La onda fresneliana,” en el número 48 de julio de 1930. Anotemos sobre este último que se trató de una conferencia pronunciada bajo los auspicios de la Institución Hispano Cubana de Cultura, el 4 de agosto de 1929 y que también fue publicado en forma de folleto independiente por la Imprenta de Rambla en 1930. Batard Martínez y Villegas Aguilar cuentan que Gran fue una notable figura de la física en Cuba en la primera mitad del siglo XX y que publicó gran parte del material de estudio para sus cursos universitarios de Física Superior hacia finales de la década de los 20, así como manuales de física y matemática para estudiantes de primaria y secundaria. Uno de los libros más conocidos y difundidos en la Cuba de esa primera mitad del siglo XX fue sus Elementos de Física General y Experimental, texto obligado en la enseñanza de la física que fue reeditado y reimpreso varias veces.(21)
Revisemos un pasaje de “Coherencia de la discontinuidad espacio temporal”:
Pese a nuestra costumbre de vivir en este espacio moviéndonos en sus tres dimensiones, seres tridimensionales en apariencia, avanzamos sin podernos contener por desdicha, a lo largo de una cuarta dimensión que es tiempo, siendo, en realidad, seres tetradimensionales. La experiencia nos parece indicar que en las cuatro dimensiones de nuestro medio no hay solución de continuidad: pero si las interrupciones son suficientemente próximas, nada impide que existan, o, por lo menos, según las últimas ideas cuantistas, todo pasa como si existieran, permitiéndonos hablar de regiones en que no existe el espacio ni transcurre el tiempo, regiones que para nosotros son indefinibles y desconcertantes, a pesar de las geometrías de múltiples dimensiones. (76)
Compárese esto con lo que escribe Lezama en “Confluencias,” un texto de 1968, con relación a las distorsiones del tiempo y el espacio; piénsese que, de alguna manera, el término “sobrenaturaleza” puede ser asimilado con la “cuarta dimensión” de la que habla Gran; y que la liberación del tiempo y el espacio de Lezama, coincide con las “regiones en que no existe el espacio ni transcurre el tiempo” de Gran:
Paradiso, mundo fuera del tiempo se iguala con la sobrenaturaleza, ya que tiempo es también naturaleza perdida y la imagen es reconstruida como sobrenaturaleza. La liberación del tiempo es la constante más tenaz de la sobrenaturalaza… Capítulo XII, negación del tiempo… El capítulo XIII intenta mostrar un perpetum mobile para liberarse del condicionante espacial. (El reino de la imagen, 361)
Nunca sabremos si Lezama asistió a alguna conferencia del profesor Gran o si leyó alguno de estos artículos. Pero es posible también establecer un paralelo temático y formal entre la última parte de este fragmento de Gran y otros textos de Lezama, como su primera crítica de arte, “Tiempo negado” (que aparecería en Tratados en La Habana bajo el título “Otra página para Arístides Fernández”), de diciembre de 1935, o su poema en prosa “Muerte del tiempo,” de 1942. Así mismo, como se puede inferir de la anterior referencia, es un hecho reconocido por el propio Lezama que dentro de las motivaciones temáticas centrales de los capítulos XII y XIII de Paradiso, están, respectivamente, la anulación del tiempo y del espacio.
Sirvan entonces los encuentros entre Lezama y Gran o entre Lezama y Einstein para fortalecer la percepción de que la construcción y la difusión del conocimiento, según los requerimientos más convencionales de la ciencia, son esencialmente actividades poéticas; mientras que, de acuerdo con la perspectiva de Lezama y su formulación de un “sistema poético de conocimiento del mundo,” es posible que la poesía ofrezca alternativas suficientes y completas para la comprensión de problemas científicos.
III
Ante la pregunta de Ciro Bianchi Ross sobre el papel que debía jugar el estudiante en la lucha contra la tiranía de Gerardo Machado y sobre los años de Universidad de Lezama, en una de las entrevistas que conforman el Asedio a Lezama Lima, el poeta responde:
En 1959 se organizó en la Universidad de La Habana un ciclo de conferencias y charlas; yo fui invitado a participar y recuerdo que dije: “Ningún honor prefiero yo al que me gané en la mañana del 30 de septiembre de 1930”. Esa es la fecha de una gran manifestación estudiantil. En ella encontró la muerte el estudiante Rafael Trejo y fue herido de gravedad Pablo de la Torrente Brau (27).
Este hecho, con los esperados ajustes poéticos, está presente en el capítulo IX de Paradiso. En la Cuba de ese momento, significó el desencadenamiento de una ola de represión por parte del régimen de Gerardo Machado, quien ordenó el cierre de la Universidad de La Habana. Es en este contexto que se anuncia la llegada de Albert Einstein a la capital el 19 de diciembre, apenas semanas después de que estos acontecimientos tuvieran lugar. Su visita ha de ser fugaz –-apenas treinta horas— e irónicamente debe excluir de la agenda del ilustre científico su paso por el principal centro de enseñanza del país. ¿Cuál sería el efecto que tuvo este acontecimiento en la vida del joven Lezama?
Para empezar a esbozar una respuesta a esta pregunta demos cuenta de los registros que existen todavía sobre aquel momento, aunque es necesario destacar que son innumerables las dificultades que se presentan al acceso a archivos documentales, sobre todo por el precario estado en que se encuentran las colecciones de periódicos que se conservan en el Instituto de Literatura y Lingüística. La edición del jueves 18 de diciembre de ese 1930 de El Diario de La Marina, la misma publicación que treinta años después acogiera en sus páginas a Lezama, registra en primera plana (“Día de Nuestra Señora de la Esperanza,” según reza en el encabezado), una fotografía de Einstein y una nota titulada “El ilustre viajero que llega mañana a Cuba.” Resulta por lo menos significativo el que, para poner en perspectiva a Einstein y a su obra ante una audiencia que en su gran mayoría los desconoce completamente, se recurra a un prisma poético y a que, como lo atestigua la parte final de la nota, se afirme que esta cortísima visita podría servirle a Einstein para confirmar su teoría, máxime si se tiene en cuenta que hacía ya diez años se habían empezado a publicar en los periódicos del mundo los ecos de la prueba de Arthur Eddington a la que antes hicimos referencia. Dice la nota:
No es un poeta, al menos, no hace versos. Pero ha dado nuevas medidas y nuevos ritmos al poema del universo. Albert Einstein, el mantenedor de la teoría de la relatividad, visitará mañana La Habana, huésped del Belgenland.
En Cuba, a pesar de la brevedad de su estancia, podrá seguramente el sabio alemán encontrar argumentos y ejemplos de singular interés en confirmación de su teoría.
En el diario El Heraldo de Cuba del mismo jueves 18 se incluyen dos fotografías de Einstein en su paso por Nueva York, escala anterior a La Habana en un largo itinerario que, proveniente de Amberes, lo habría de llevar primero hasta San Diego y luego por tierra a la ciudad de Pasadena, en donde atendería una invitación del Instituto Tecnológico de California. Dice el pie de foto:
Un notable visitante de las costas de América, el profesor Albert Einstein, famoso hombre de ciencia alemán, que llegará mañana a nuestro puerto, aparece en esta fotografía tomada por EL HERALDO DE CUBA y el servicio Nea, a su llegada a New York a bordo del “Belgeland”. Arriba un admirable close-up del gran físico que formuló la teoría de la relatividad. Pero usted puede verlo sonriendo, con la sonriente Frau Einstein, mientras hacía esgrimas de palabras con periodistas que le interrogaban durante una breve interview. Dijo en New York que sólo bajaría a tierra para resolver algunos asuntos y concurrir a algunos actos organizados en su honor, pero que viviría a bordo del trasatlántico en lugar de ir a un hotel.
La rutina de atender a la prensa, asistir a actos organizados en su honor y dormir en el trasatlántico se repetiría en Cuba. Seguir el desarrollo de este acontecimiento por medio de El Diario de La Marina resulta imposible. Las ediciones del 19 al 24 de diciembre faltan. En su lugar, en la colección del Instituto, se encuentra una lacónica nota que deja ver cómo Machado también había ordenado el cierre temporal de esta publicación: “En esta colección faltan los ejemplares comprendidos del 19 al 24 de diciembre ambos inclusive, en que dejó de publicarse El Diario de La Marina por orden del gobierno.” El diario vuelve a circular el jueves 25. En la edición dominical del 28 se incluye, en la sección gráfica, un rotograbado de Einstein, con un texto en el que se lee: “Albert Einstein, el hombre de ciencia alemán, de renombre universal, que fue huésped de nuestra ciudad durante breves horas, habiendo sido objeto de una cordial acogida por los elementos más destacados de nuestra sociedad.”
El Heraldo de Cuba registra en su edición del viernes 19 de diciembre tanto notas sobre la llegada de Einstein como una muy breve sobre el cierre de El Diario de La Marina. Poco a poco empiezan a emerger detalles de las circunstancias que rodean el acontecimiento de la llegada del sabio. Se especifica que es el séptimo viaje de Einstein alrededor del mundo; que viaja con su esposa Elsa a bordo del trasatlántico inglés “Belgenland,” de la “Red Star Line,” acompañado de otros trescientos pasajeros turistas; que se dirige a Pasadena, California, donde realizará experimentos relacionados con la velocidad de la luz y otros estudios astronómicos en el observatorio Mount Wilson. Se aclara que durante su breve estadía en La Habana, en lugar de ir a un hotel, permanecerá a bordo del “Belgenland” y que será objeto de una recepción organizada conjuntamente por la Sociedad Geográfica de Cuba y la Academia de Ciencias, a celebrarse en los salones de esta última ese viernes a las once de la mañana. También se establecen, en la recepción de la entrada del vapor al puerto, las presencias del señor Eduardo Chibas, presidente de la Sociedad Cubana de Ingenieros; del doctor Jorge Le Roy, representante de la Academia de Ciencias; de Mario Le Roy, en representación de los estudiantes de la clausurada universidad; e incluso de Víctor Epstein, presidente de la Unión Sionista de Cuba. En fin, que el alboroto y el colorido de la entrada de Einstein a La Habana se asemejan al espíritu del cuadro de James Ensor, “La entrada de Cristo en Bruselas” –-el cual es parte hoy día de la colección permanente del museo J Paul Getty de Los Ángeles— o al de “La entrada de Cristo en La Habana,” el último segmento de De donde son los cantantes, la segunda novela de Severo Sarduy. El Heraldo de Cuba alcanza a publicar una fotografía de Einstein atendiendo a la prensa cubana y comentando ya no sobre temas científicos o privados, sino sobre el preocupante estado de la economía del mundo. El pie de foto dice textualmente:
El sabio alemán Mr. Einstein, conversando con nuestro repórter del puerto sobre la actual situación económica mundial se expresó en esta forma:
“La diferencia de la situación política depende de la situación económica que hoy es bastante difícil y todo lo que tiene esperanza de ir adelante o ensancharse depende de las apelaciones de los partidos de extrema derecha o extrema izquierda. En estas ocasiones hay aventureros que en épocas anormales piensan aprovecharse y que no podrían hacerlo en épocas normales y este es el principal desequilibrio económico actual”.
Para la edición del sábado 20, los titulares parecen arriesgarse más a especificar detalles técnicos de los aportes de Einstein, aunque caen en peligrosas ligerezas e imprecisiones como la de atribuirle a él —y a la teoría de la relatividad— la responsabilidad del desmonte del quinto postulado de la geometría de Euclides, algo que, como ya se ha señalado, fue una herramienta de la que se valió y no uno de sus logros. El titular dice: “Albert Einstein, el sabio alemán que niega la prolongación al infinito de dos líneas paralelas entre sí, fue huésped de nuestra capital.” Es de presumir, sin embargo, que fueron precisamente estos detalles los que con mayor facilidad y fortaleza se debieron instalar en el imaginario cultural de entonces, lo que favorecería una explicación parcial a este tipo de alusiones geométricas en los textos de Lezama. Por ejemplo, en el diálogo entre José Cemí e Ynaca Eco, en el capítulo V de Oppiano Licario, en donde se empieza a concretar el encuentro sexual entre los dos, Ynaca es quien toma la iniciativa con una proposición en la que la mejor forma de referirse a la cópula es recurrir a la imagen geométrica del colapso de las paralelas: “—Usted hablaba de un secreto, pero yo también desearía que nos paralelizáramos, sin miedo a disfrutarlo, pues coincidiríamos en el espacio curvo, es decir, que deberíamos dedicar la mañana a los secretos paralelos.” (306)
Una nota más extensa, también presente en la primera página de El Heraldo de Cuba, nos ofrece un retrato físico y psicológico del Einstein que vio La Habana(22):
Amplia la frente que coronan enmarañados cabellos casi blancos; saliente el mentón; voluntarioso y firme; gruesos los labios y grandes los ojos semicirculados de ojeras violáceas a fuerza, parece, de fijarlos en infinitos puntos astrales que él acaso sólo mira y sólo sabe definir, para colgar de ellos el hilo de oro de su teoría demoledora de las ciencias exactas, el doctor Einstein inspira ese respeto y admiración profunda que se desprende de los héroes y semidioses de las mitologías. Sobre todo los ojos: ojos encantadores, ojos curiosos, desorbitados, incansables de niño grande como si en el fondo de ellos, como dentro de una cámara fotográfica, quisiera llevarse plasmada la visión de todas las cosas en donde los fija. Un fruncimiento de sus labios gruesos, da la medida de su perpetua ansiedad de saberlo todo y pregunta, pregunta siempre incansablemente aquellas cosas que se presentan ante su mirada curiosa. Inspira admiración y respeto. Odia a los fotógrafos y se esconde obstinadamente del ojo cristalino del cinematógrafo que le quiere tomar unos metros de cinta; sencillo, sonriente, sereno, sin pose de sabio. Este es Albert Einstein, que fue huésped por unas cuantas horas de nuestra urbe capitalina.
La nota prosigue proporcionando datos biográficos para luego terminar ofreciendo detalles específicos de sus contribuciones y de su pensamiento, entre los cuales se destaca, otra vez, la atribución a Einstein del desmonte de la geometría euclidiana a través de su contribución a la teoría de las paralelas:
Niega que dos rectas paralelas entre sí se prolonguen hasta el infinito sin encontrarse en un punto, y niega también que la línea recta sea el camino más corto entre dos puntos. Y niega todo esto presentando pruebas; pero son tan profundos sus estudios que hasta el presente solamente a hombres conocedores de las matemáticas las puede explicar para que las comprendan sus teorías…El sabio Einstein encuentra una cuarta dimensión: una dimensión que destruye la teoría de que sólo existen tres dimensiones en matemáticas. Arduo problema éste, tanto como el otro que solamente ven y definen los ojos eternamente niños y eternamente embriagados de infinito del sabio alemán que nos visitó ayer.
José Altshuler publica en 1993 un folleto titulado Las 30 horas de Einstein en Cuba, en el que suministra reproducciones de varias fotografías tomadas en La Habana y aparecidas en publicaciones de la época. Altshuler cuenta como, nada más poner pie en tierra cubana, Einstein manifestó su deseo de adquirir un sombrero de verano, “pues el día se anunciaba caluroso” (3). Fue llevado, según el mismo relato, a la tienda “El Encanto,” en donde le fue obsequiado el jipijapa con el que se puede ver en algunas de esas fotos.
Aparte de ratificar el itinerario de actividades formales ya señalado, Altshuler destaca que, en la mañana del sábado 20, durante sus últimas horas en La Habana, Einstein insistió en visitar la otra realidad de la isla y pidió ser llevado a los barrios más deprimidos, al Mercado Único, a las tiendas más modestas de la Calzada del Monte y “a los barrios típicos de la pobreza cubana, que sus moradores han bautizado con los extraños apelativos de Pan con Timba y Llega y Pon” (8). Esto fue lo que, según Altshuler, le hizo a Einstein anotar en su diario el 20 de diciembre de 1930: “Clubes lujosos al lado de una pobreza atroz, que afecta principalmente a la gente de color” (9).
Jamás sabremos si el joven Lezama pudo ver los ojos “incansablemente niños” del sabio Einstein. Tal vez se mantuvo al margen de la agitación y prefirió la discreción de su familia y sus amigos para celebrar su cumpleaños. Pero incluso si no se hubiera dado esta coincidencia, si de ninguna forma hubiera sucedido este trastorno del paralelismo de sus existencias en el espacio y el tiempo, Lezama seguramente lo habría imaginado y lo habría utilizado —como de hecho creemos que lo hace— de manera elocuente y secreta. La circunstancia de que no haya sido posible encontrar una prueba concreta e irrefutable de tal confluencia y el que haya sido necesario someternos al régimen de las coordenadas mentales y de las reglas de Lezama para establecer su posible relación con Einstein y con la física-matemática asociada con él, lejos de desalentarnos, nos invita a continuar la penetración en este territorio. Los principios y las consecuencias de la percepción relativa del tiempo, por ejemplo, están presentes en “Incesante temporalidad,” de1957, un texto en el cual Lezama se centra fundamentalmente en la naturaleza del tiempo y en su forma evasiva y burlona de manifestarse, recreando la posibilidad de desplazamientos temporales que no conocen restricción alguna —es posible viajar al pasado o al futuro— y la plausible simultaneidad de los planos de presente, pasado y futuro. Tal como ocurre con la presencia de la geometría de Riemann en el trabajo de Einstein, las huellas de Einstein y de la ciencia aparecen en muchas partes de la obra de Lezama, como se puede ver en el Limerick con que termina “Incesante temporalidad”:
Érase una niña llamada Leonor,
que a la luz vencía corriendo mejor.
Cuando estaba ausente
(relativamente)
regresaba siempre la noche anterior. (Tratados en La Habana, 206)
Imágenes
Fig: 1. Lezama a los 20 años. Fotografía cedida por La Casa Museo José Lezama Lima para la publicación RETRATO de José Lezama Lima, editada por el Taller El Ángel Editor, Medellín, Colombia, 1998.
Fig: 2. Albert Einstein, La Habana,19 de diciembre de 1930. Imagen incluida en el folleto Las 30 horas de Einstein en Cuba, de José Altshuler.
Fig: 3. La charla de Einstein. El mismo 19 de diciembre de 1930 podemos ver a Einstein dirigiéndose a los profesionales cubanos en el paraninfo de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Nótese, en el extremo derecho de la mesa, el jipijapa comprado en la tienda “El encanto”. La imagen está incluida en el folleto de Altshuler.
Fig: 4. El sombrero jipijapa. Einstein, después de su charla, luce orgulloso su sombrero jipijapa. Imagen también tomada del folleto de Altshuler.
Notas
1. A la dificultad que encierra el uso del término francés “retombée,” el cual podría ser entendido en español como “repercusión” o “resonancia,” hay que añadirle el sentido que pretende darle Sarduy. Esencialmente él afirma que existe una correspondencia entre algunos discursos científicos —en particular teorías cosmológicas— y manifestaciones estéticas. Pero, subraya, no se trata necesariamente de una relación vertical o causal: “La retombée puede realizarse, no respetando las causalidades—como sostiene en nosotros el sentido común: el corpus conceptual humanista, naturalizado, que funciona como tal—, sino, paradójicamente, barajándolas, mostrando sobre una mesa, en dépit du bon sens, su autonomía…” (En la nota 18 de “Barroco”, Obra completa, 1211-2).
2. Hacia mediados del siglo XIX, el matemático alemán Bernhard Riemann (1826-1866) desarrolló lo que se conoce como “geometría de Riemann” y que resulta ser una especie de solución unitiva en la que se acogen tanto la convencional geometría euclidiana como las geometrías no euclidianas, es decir aquellas en las que no se cumple el quinto postulado de las paralelas. Riemann estableció la posibilidad de una geometría en la que las línea recta no es infinita y la suma de los ángulos de un triángulo es mayor que dos ángulos rectos (o sea, 180°). También, influenciado por el concepto de hiperespacio del filósofo alemán Johann Friedrich Herbart, se dedicó a la investigación de variedades multidimensionales.
3. Como bien lo señala en nota 38 Ciro Bianchi Ross, el editor de los Diarios, este mismo pasaje, con algunas modificaciones, aparece en el texto “X y XX” de Analecta de reloj. Véanse las páginas 137-138 de la edición de Obras completas, tomo 2. Se respeta acá la puntuación original presente en los Diarios.
4. En lo que sigue, cuando se haga referencia a alguno de estos artículos, se remitirá a la versión y paginación incluida en Tratados en La Habana.
5. Añaden los autores que “Mimó ocupó la cátedra B (Trigonometría, Geometría Superior, Geometría Analítica y Geometría Descriptiva) de la Universidad de La Habana, mientras que su colega José Ramón Villalón impartía clases en la cátedra A (Análisis Matemático)” (45).
6. Según “Cronología” elaborada por Julio Ortega y revisada y ampliada para la edición del volumen LXXXIII de la BIBLIOTECA AYACUCHO, de 1981.
7. En el artículo “Las palabras como peces de la cascada: Lezama Lima y el lenguaje”, originalmente publicado en el número 244 de la revista Casa de las Américas, julio-septiembre de 2006, pp. 21-29.
8. En Cercanía de Lezama Lima, de Carlos Espinosa, en el apartado “Algo más que la biblioteca de un hombre culto”, (296-298), escrito por Roberto Pérez León, se hace una reseña de la biblioteca de Lezama.
9. Esta entrevista aparece en por lo menos dos ediciones dedicadas a Lezama: en la parte final de los Diarios, bajo el título “Asedio a Lezama Lima”, de acuerdo con la reciente edición de 2010, entre las páginas 121 y 170; y en el volumen Asedio a Lezama Lima y otras entrevistas, de Ciro Bianchi Ross, editado en 2009, entre las páginas 7 y 55. De este último es que se extraen las citas acá.
10. Limonta Jústiz es autora del libro Las mujeres en Lezama, publicado por la Editorial Extramuros de La Habana en 2009.
11. Dentro de los libros que se destacan en los estantes del actual museo —que no posee ningún fichero—, además de los veintidós tomos de la Enciclopedia Británica, heredada de su padre, y de numerosas copias de sus obras, figuran títulos con algún dejo de orientación científica como Análisis del psicoanálisis, de George F. Nicolai; Psicología, de Francisco Brentano; Historia de la medicina, de John A. Hayward; Introducción a las ciencias del espíritu, de Wilhelm Dilthey; y Del Orinoco al Amazonas y Ensayo político sobre la Isla de Cuba, ambos de Alejandro de Humboldt.
12. Piard es el director de dos recientes producciones relacionadas con Lezama. El viajero inmóvil, de 2008, una versión cinematográfica de Paradiso; y Trocadero 162, bajos, de 2010, un documental sobre los últimos años del poeta realizado con motivo de las celebraciones del centenario de Lezama.
13. Años antes, en 1985, sin embargo, Piard se arriesga y organiza una exposición de estos objetos en una de las galerías de la ciudad de La Habana, la cual, después del natural temor que causó el atrevimiento, convocó una singular respuesta, en especial de todo el cuerpo diplomático de la época. Esta información se basa en un testimonio obtenido a partir de una conversación con el propio Piard celebrada en La Habana en junio de 2011. Con relación a la exposición, Piard no menciona el nombre de la galería pero recuerda que estaba situada “al frente del teatro América.”
14. En un principio, la fecha aparece escrita utilizando numeración romana. Por ejemplo, Lira guerrera: obras completas, ordenadas y prolongadas por Alberto Chiraldo, de José Martí, que corresponde al volumen 00112 del fichero, trae, de su puño y letra, su firma y la especificación de MCMXXX como el año de consecución. De ese mismo 1930 —año del que nos ocuparemos más adelante—, sin embargo, hay volúmenes ya firmados con fechas escritas con caracteres arábigos.
15. Destaquemos El ser y el tiempo, Kant y el problema de la metafísica y Doctrina de la verdad según Platón y carta sobre el humanismo de Heidegger; La evolución creadora, Materia y memoria e Introducción a la metafísica, de Bergson; Modos de pensamiento, de Whitehead; y Pensamientos de Blas Pascal sobre la religión y otros asuntos, de Pascal.
16. La versión en español de esta obra proviene de la colección “La bolsa de los libros”, de Montevideo, Uruguay, y se debe a la traducción de Carlos Sabat Ercasty y a la edición de Claudio García. Es de presumir que fue a través de Virgilio Piñera, quien por esos años vivía en Buenos Aires, que Lezama se hizo a este material.
17. Los libros sobre Einstein o la relatividad presentes “tardíamente” en la biblioteca de Lezama son, en primer lugar, En el país de las maravillas: relatividad y cuantos, escrito originalmente en inglés por el profesor George Gamow en 1940 y cuya primera edición en español, traducida por Juan Almela Castell, es de 1958. Se trata de un libro que forma parte de la serie de aventuras de Mr. Tompkins, un personaje del que se vale Gamow para difundir ante una audiencia popular y no especializada complejos temas científicos. El libro, que está dedicado por Gamow a Lewis Carroll y a Niels Bohr, no tiene subrayados ni anotaciones pero sí está firmado por Lezama. También existe un volumen publicado por la Revista de Occidente en 1957 titulado La nueva astronomía. Se trata de una compilación de artículos de variados autores traducidos al español por Fernando Varela, el mismo de El arte al cubo. Se destacan contribuciones de Gamow (“Cosmología moderna”, “Turbulencia en el espacio”); de Phillipe Le Corbeiller (“La curvatura del espacio”) y de Fred Hoyle (“Estrellas ultracalientes”). El libro está dividido en secciones que buscan discutir los siguientes temas: la estructura del universo, la forma y la dinámica del espacio, nuestra galaxia, las estrellas, el sol y sus satélites y fotocélula y radiotelescopio. El universo y el Dr. Einstein, de Lincoln Barnet, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica en 1957, también está en el fichero. Como en el caso de los anteriores, no hay subrayados ni anotaciones que sugieran una lectura activa por parte de Lezama.
18. Este libro se conserva en su versión original de 1924, en un estuche especial de color verde oscuro, pues es ejemplar único en la biblioteca del Instituto.
19. La traducción al español, cuya edición es de 1925, es del padre Joaquín de Barnola, también sacerdote jesuita, profesor de ciencias físico naturales en el colegio San Ignacio de Barcelona-Sarriá.
20. Traducido del inglés al español por J. Cabrera, y publicado en Madrid, en 1928, por la “Biblioteca de la Revista de Occidente.”
21. Para mayor información sobre Manuel Gran, véase el libro Para una historia de las ciencias físicas y técnicas en Cuba, de José Altshuler, Editorial Científico-Técnica, Bogotá, Colombia, 2006. En el capítulo 3, “El maestro Manuel Gran, en el recuerdo” (25-42), Altshuler, actual director de la Sociedad de Historia de la Ciencia y la Tecnología de Cuba, evoca a quien fuera su maestro. Altshuler destaca no sólo la importancia de Gran en los campos de la docencia y la ciencia, sino también las calidades de su prosa, preguntándose si no debería ser considerado para él un lugar destacado en las letras cubanas. Según él, la prosa de Gran es “característicamente clara, cuidada, elegante, grávida de información precisa y salpicada de chispazos evocadores o provocativos, cuya agudeza y feliz expresión le confiere a veces carácter genuinamente antológico…” (30).
22. Todas las notas de El Heraldo de Cuba del sábado 20 de diciembre de 1930 que aquí se referencia aparecen en la primera página. La nota que aquí se transcribe, justo en medio de la palabra “cristalino,” se parte y termina en la página 17.
Obras Citadas
Altshuller, José. Las 30 horas de Einstein en Cuba/Einstein’s 30 hours in Cuba. La Habana: Sociedad Cubaba de Historia de la Ciencia y la Tecnología, 2005. Print. Traducción al inglés: Pedro M. Pruna.
- - -. Para una historia de las ciencias físicas y técnicas en Cuba. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 2006. Print.
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