“Como de camino a un café(1):” Diálogo con Anna Lidia Vega Serova en Nueva York

Laura V. Sández, Graduate Center-CUNY

     El pasado 10 de noviembre de 2013 compartimos una mañana de domingo con la escritora cubana Anna Lidia Vega Serova, quien se encuentra de paso por los Estados Unidos invitada por varias universidades. Recién llegada de dar una charla sobre la escritura creativa en Cuba y sus desafíos presentes y futuros en la universidad de Houston, partiría para Brown University días después de esta entrevista para formar parte del conversatorio “Anna Lidia Vega Serova ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’” el día 12. En la universidad de Memphis Vega Serova dio una charla el 21 del mismo mes sobre el socialismo en el nuevo mundo y su impacto en cuestiones de multiculturalismo y de género.
     Anna Lidia Vega Serova nació en Leningrado en 1968, de padre cubano y madre rusa. Es autora de los libros de cuentos Bad Painting (1997) y Catálogo de mascotas (1999), y de las novelas Noche de ronda (2001) y Ánima fatua (2007), entre otros escritos. Vive en la Habana.

¿Qué significa escribir para ti? ¿Qué función tiene la ficción en tu realidad?

Escribir pues para mí siempre ha sido como una especie de escape, o sea en los momentos más difíciles y en situaciones en las que yo no encontraba salida, yo me ponía a escribir cualquier cosa.

¿Y de niña hacías lo mismo?

De niña hacía lo mismo. Siempre hice eso. Era como una realidad paralela donde yo me sentía cómoda. Le encontré esa salida. Era como una forma de tener un sitio propio.

¿Hay muchos espacios cerrados en tu obra? ¿Eso tiene que ver con la escritura como un espacio protegido?

Puede ser, yo nunca lo había visto así, pero puede ser.

En el caso de Reina María Rodríguez  o Pedro Juan Gutiérrez se podría decir que utilizan a Centro Habana, casi  como un partenaire… Al vivir en Alamar, ¿cómo te relacionas con la ciudad?

Yo creo que en las últimas cosas que he escrito Alamar está presente. Tampoco vivo en Alamar hace tanto tiempo, hace solo doce años. En general, yo creo que en lo que escribo, la ciudad no está tan presente. Me parece que tiene que ver con mi condición de no pertenecer a un sitio determinado. Yo no siento que soy de un lugar. Me dicen de dónde tú eres, y me quedo un poquito en blanco. Como me he visto trasladada constantemente de un lugar a otro, no tengo ese sentido de pertenencia. Y por eso los sitios, las ciudades o los países no se ven tan reflejados. Sí, claro, las historias hay que contextualizarlas en algún sitio, pero no tiene tanta importancia para mí.

Catálogo de mascotas parece ser una serie de ansiedades ficcionalizadas. A ratos me preguntaba si estabas haciendo una anatomía de la angustia, como un estudio de las diferentes posibilidades, contextos y escenarios de la angustia. ¿Es así? ¿En qué medida sí, o no?

Tiene que ver con la angustia, pero hay una separación,  es como si yo fuera al mismo tiempo el sujeto del experimento y el científico, y entonces fuera abriendo como por capas y viendo qué hay dentro. En los momentos más límites, escribo y empiezo a hurgar. No solo en mí, sino que me interesa mucho el ser humano y el ser humano en la parte más oscura, y entonces empiezo a escarbar por ahí.

¿Y por qué te interesa la parte más oscura del ser humano?

Porque creo que todos tenemos secretos, todos podemos parecer personas comunes. Me gustan ese tipo de personajes que parecen personas normalitas pero tienen una parte oscura. Me interesa llegar al fondo, como cuando desarmábamos de niños los juguetes para ver qué tenían dentro.

Hablabas en una entrevista a La Jiribilla sobre un curso de teología, ¿no sería esto una búsqueda de aquello más brillante en el ser humano?

Bueno, duré seis meses, en verdad. Yo estaba buscando algo muy específico. Pensé que en una escuela de teología te hablaban del origen de las religiones, pero en realidad estaban muy enfocados en el cristianismo, y específicamente en el antiguo testamento. Me aburrí. Igual conocí gente interesante, fue una buena experiencia. Y a lo mejor en ese momento estaba en eso de la fe, y todo eso, pero ya pasó.

¿Realmente te interesó en ese momento saber por qué la gente pierde la fe?

No, más bien me interesa saber por qué la gente cree. No por qué deja, sino por qué inicialmente cree. Me parecía interesante descubrir eso.

¿Dirías que hace falta otro tipo de lectores en Cuba? ¿Sientes que tu obra es leída desde una variedad de posiciones?

Yo siento que mi obra es leída por diferentes tipos de gente. A veces me ha sorprendido encontrar lectores que yo no espero que me lean. Como por ejemplo, científicos, gente que está fuera del círculo literario. Siempre hay un grupo bien pequeño de gente que lee lo que está saliendo pero también sorprende que otras personas te lean. Notablemente, me pasó que Anima Fatua no duró ni un mes en la librería. Las personas se me acercaban pidiéndome ejemplares y yo no tenía más. Generalmente las ediciones son de 2000 o 3000 ejemplares, pero cuando se terminan, se terminan. Las reediciones son muy poco frecuentes en Cuba. Entonces, empezaron a exigirle a la editorial que se reeditara y lo lograron. Salió en el 2007 y la reeditaron en el 2011.

Planteaste en algún momento que con la poesía te desnudabas mucho y con la prosa habías aprendido a no reflejar las propias emociones...

No exactamente. Simplemente, con la prosa es como probarse ropitas diferentes, es más lúdico. Es como jugar a ser otra persona o que hubiera sido si…

¿Lo sentimental es importante para ti para construir un sujeto o una subjetividad diferente? ¿Tienes como un guardarropa de emociones?

No exactamente; no es tanto lo emocional sino lo situacional. Veo situaciones o se me ocurren situaciones en las que no he estado y me imagino en ese lugar y cómo me comportaría yo; cómo podría comportarse un personaje determinado. Lo que más me interesa es reflejar la situación en sí.

Decías en algún momento que utilizabas el humor para disimular lo patético. Yo me preguntaba por qué necesitas disimular lo patético.

Porque lo patético lo usamos mucho todo el tiempo, no yo, y no sólo en los cuentos. La gente, o anda por ahí llorando, o anda riéndose de uno mismo, y me parece que es mucho más interesante andar riéndose de uno mismo. Es una especie de impostura. Es una forma de evitar caer en la lamentación y el pobre de mí. Se ve bastante. No solo en la literatura, sino también en el cine. Y a nadie le interesa, en el fondo. Yo creo que a nadie le interesa el sufrimiento puro, hay que trabajarlo.

¿Siempre has tenido esta forma de ver las cosas?

No, de adolescente era muy trágica, luego encontré ese recurso. Mis poemas adolescentes eran súper trágicos.

En el prólogo de El día de cada díaestableces una relación muy clara con el lector. ¿Te interesa hacer confluir la persona con la persona narradora?

Para nada, al final sigue siendo un libro y, el libro está donde quiera, donde pueda. Hay una separación y es una separación bien marcada. A veces cuando escribo, es una necesidad de comunicar, pero de comunicar con personas específicas, ni siquiera personas que conozco. Alguien que pueda de verdad entender y esas cosas ¿sabes? Pero ya después de escrito, pues ya me encojo de hombros y me da lo mismo si comunico o no. En el momento de escribir es cuando me interesa a mí, a mí. Llegar a alguien.

¿Te interesa establecer ese canal medio como autobiográfico?

Cuando estoy escribiendo sí.

¿Cómo surgió la idea de Imperio doméstico?

Vivía en ese entonces en unas condiciones bien difíciles. Escribí una carta a la UNEAC, explicando las condiciones y explicando que yo necesitaba un lugar para vivir. Y me dieron una casa en Centro Habana, en un solar. Era un lugar en donde no entraba el agua. Era un espacio súper loco, no tenía lógica ninguna. Y yo no sabía cómo enfrentarme a ello. Era un edificio muy viejo y tenía una relación muy dual con ese apartamento, por un lado era mi casa, por fin mía. Yo siempre viví en casa de alguien. Por otro lado, era un espacio horrible, pero bien horrible. Yo llegaba, me sentaba en el piso, lloraba un poquito y me iba. Esa casa absurda, a mí me inspiró a escribir ese libro.

¿Hay algo que ahora te interese menos decir, retratar…

Lo que me interesa sigue siendo lo mismo, pero el tratamiento es diferente. Al principio, yo sentía como mucha rabia, y tenía como una necesidad de lanzar un desafío, y eso ya se me ha quitado bastante. Estoy en paz conmigo y con el mundo. Me siguen interesando las mismas cosas y los mismo personajes, meterme dentro y sacarles cosas bien retorcidas y eso, pero creo que hoy en día la forma y el espíritu ya es más apacible.

¿Leíste algo este año que quisieras compartir?

Sí, mira vengo de Puerto Rico y acabo de leer a una escritora buenísima que se llama Jeanette Becerra. Ella es puertorriqueña de padres cubanos. Su libro Doce versiones de soledad salió en la misma editorial que me publicó, Editorial Callejón. Tenemos muchísimas cosas en común, me encanta. También, hace poco, antes de salir de Cuba, fui jurado en el premio de la crítica y leí montón de libros geniales, un libro de poesía de Laura Ruiz; un libro de ensayos sobre cine llamado Sexo de cine de Alberto Garrandés. Y estuve leyendo a Murakami. Encontré un libro de él y me parece genial. Ahora estoy leyendo otro: Spútnik, mi amor, es sobre una muchacha que se llama Spútnik (es la primera novela de Murakami de tema lésbico).

Muchas veces dices que no tienes interés en la política, no lees los diarios… ¿Cómo se relaciona esto con tu desinterés, por lo real?

Me interesa la gente pero me interesan poco los gobiernos y esas cosas. Me molesta mucho la manipulación que el poder ejerce sobre las personas. De cualquier poder. Me ha pasado que me han intentado manipular en todas partes y, eso me aburre. Me fastidia y trato de mantenerme bien separada de ello. Cuando me pongo a escribir no me propongo plasmar ese poder. Sale porque está ahí, pero no es algo que me propongo.

“La estola”: Me interesan mucho las apariencias y me interesa mucho jugar. Representar un papel y que no sea exactamente lo que hay detrás.

¿Influyó Alamar con el rap, el hip hop y demás movimientos en tu forma de escritura?

Alamar influyó pero no tanto con los movimientos culturales sino... Alamar es un sitio gris, el color principal de Alamar es el gris. Los edificios son grises y la costa es también gris porque no es de arena. Es de arrecife, de diente perro, y hay mucho cemento incluso ahí en la costa. A pesar de que Cuba es un país tropical, es de colores vivos, Alamar es un sitio que tiene menos colores. Creo que eso influye, por lo menos las cosas que he escrito en Alamar son menos chillonas, si se quiere.
No hago crónica: Se supone que yo sea una escritora realista. Yo no hago periodismo y no hago crónica. No es eso. Más bien me interesan cosas que podrían suceder en cualquier parte.

¿Qué has escrito en Alamar?

En Alamar  (2da etapa) he escrito El día de cada día, Mirada de reojo, y otras cosas que no están editadas.

O sea Imperio Doméstico y Catálogo de mascotas ¿los escribiste en Centro Habana?

No, Catálogo de mascotas lo escribí en Alamar, pero cuando estaba casada. También, tiene que ver con la edad; no sólo con Alamar. En Centro Habana lo que escribí fue Imperio Doméstico, Ánima Fatua, Eslabones de un tiempo muerto y ya.

¿Hay mejor recepción de tu poesía ahora?

No, yo creo que hay más interés en mí como escritora en general, y entonces también leen tu poesía.
Odio la televisión: Odio todo lo que tenga que ver con la televisión. Toda su banalización. En Cuba hay un nivel cultural bastante alto, sin embargo, yo creo que subestiman al televidente como si fuera retrasado mental. La gente dice que la televisión ahora está buenísima. Marilyn Bobes, el otro día me dijo que hay programas buenos. Yo le dije cuáles, para verlos. Y ella me nombró… uno. No soporto la televisión, me parece muy mala. Cuando yo estaba en Rusia, durante la Perestroika, se empezó a hacer una televisión muy dinámica. Era súper loca y creativa.

¿La fobia a las cucarachas es una fobia real o alegórica?

Es real, es muy real. Pero, me parece que pasando esa cosa a un personaje, pues yo puedo mostrar otras aristas de ese personaje.

¿A través de los miedos? O sea que los miedos descubren una capa como estábamos hablando anteriormente.

Yo creo que sí, definitivamente.  A mí me da gracia porque en la portada del libro que se editó ahora en Puerto Rico hay una cucaracha enorme en la cubierta y en la contracubierta. Fue como un chiste por una parte, pero por otra parte el editor me dijo “el libro está tan lleno de cucarachas” que en la portada tenía que haber una cucaracha.

¿En tu ficción los objetos actúan tanto como los actores?

Sí, en particular en Mirada de reojo. Es un libro sobre los objetos. La protagonista es Alia (el alias cool de la protagonista de Ánima fatua). Alia siente que tiene una misión cuando recibe un contacto. Ese contacto nunca se sabe si es un ser extraterrestre o del futuro,  nunca se sabe, o a lo mejor ella está loca. Pero ella siente que tiene que describir nuestro universo, nuestro mundo a través de los objetos, las mesas, las sillas. Y empieza a escribir sobre eso, pero detrás de esas depresiones, hay una historia ¿sabes? Si lo lees así lineal es como una novela, pero a la vez son pequeñas viñetitas, que son textos míos, y poemas de otra gente. Que sería su relación con los objetos. Para mí los objetos son personajes. Yo creo que están muy ligados a los personajes.

¿Necesita la literatura de lo mundano?

Me interesan las personas aparentemente normales, dentro de unas situaciones aparentemente normales que luego se convierten en otras cosas, y el mismo personaje aparentemente normal luego se comporta de una forma poco usual. Y me interesa todo eso en el marco más simple de la cotidianeidad. No soy exactamente anti-héroe, tú sabes.

¿La palabra estrafalario ha sido uno de tus hallazgos en algún momento? Pareces disfrutarla mucho.

Sí, cuando llegué a Cuba, ya de regreso, después de muchos años de vivir en Rusia, chocaba con las palabras. Y, de pronto descubría palabras, y la sonoridad y eso. De pronto me gustaba una palabra específica y la repetía en la conversación. Como no fue un idioma que yo ejercía toda la vida, descubrir ciertas palabras fue para mí sorprendente. Cuando descubría unas palabras me quedaba un rato en ella. Me pasó. No lo había notado, pero efectivamente en Noche de ronda hay una mujer estrafalaria.

¿En algún momento te interesó la narrativa como confesión? Como acto de hablar de lo hecho.

Sí, yo creo que sí. De alguna forma yo también tenía que sacar cosas de adentro. Y creo que eso fue una de las formas. Utilicé la escritura para varias cosas y también para sacar cosas de adentro.

¿En alguna sociedad de la que has vivido ha sido un problema tu lesbianismo?

No. Bueno sí, tuve un gran problema, cuando dejé a mi esposo por una mujer. Encontrándome con un machismo que nunca hubiera imaginado. Luego con mi hermano tuve otra experiencia también bastante desagradable. Pero, a ese nivel, no a nivel de sociedad. Ah, también una vecina se rehusó a recibir algo para mi novia y yo, arguyendo que ella no trataba con las lesbianas esas.

¿O sea que hay homofobia?

Hay, claro. Pero, a un nivel muy pequeño. Aparentemente no hay, ¿sabes?, hay una lucha, hay un programa de concientización y todo ese trabajo de Mariela. Pero, es como el racismo, como todo lo demás. Es muy difícil cambiar la mentalidad de la gente después de tantos años.

¿Habías experimentado antes de tener tu primera experiencia lesbiana, esta mentalidad? O sea, ¿la habías percibido? ¿O la empezaste a percibir en el momento que tuviste una pareja?

Sí, porque por ejemplo, yo nunca llegué a integrarme. Yo creo que siempre me había pasado. Lo mismo en Rusia que en Cuba, yo nunca era del lugar. Yo sentía como que no pertenecía. Siempre había como un… no era ni siquiera racismo ni xenofobia, pero sí como que había una discriminación por tipo indeterminado.

¿Y en Rusia también había homofobia?

No homofobia, pero sí racismo. Yo era la cubana, era bien diferente, y era bien rechazada en la escuela, no solo por hablar diferente, mis rasgos no son rusos.

¿Te es fácil ser feliz?

Sí, le pongo empeño y lo logro.

A la salida, fumando en un banco en un parque: A los 11 años, luego de leer una biografía de Jack London, decidió que, dado que dicho escritor no había ido a la escuela, ella tampoco lo haría. Argumentando que quería ser escritora y para eso la escuela no le servía de nada dejó de ir por una semana. El subterfugio era simple, una vez vestida y preparada, despedía a su madre quien salía a trabajar diez minutos antes, y se quedaba leyendo en casa. La semana no-escolar duró lo que duró; su vocación por la escritura se acrecienta día a día como si fuera una pasión recién descubierta.

Nota

1. Grey Dog