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La más verbosa


Entrevista con Edmundo Desnoes1

por Denis Berenschot

A finales de los años 60 y en plena euforia de la Revolución cubana, la película de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) Memorias del subdesarrollo (1968) lanzó a la fama mundial al escritor y guionista Edmundo Desnoes.  Su prosa fácil reflejaba el conflicto interior de toda una clase intelectual que luchaba por encontrar su lugar en una sociedad en profundo estado de transformación.  La popularidad de la película permitió que muchos tuvieran acceso por primera vez a la narrativa introspectiva producida en plena Revolución cubana.  La novela corta en la que se basaba el guión resultó sorprendentemente profética puesto que Desnoes, después de los acontecimientos de 1971 y el conocido “caso Padilla”, y de una carrera íntimamente ligada a la intelectualidad revolucionaria cubana, opta por marcharse del país. Después de su exilio en 1979 en Venecia y unos primeros años en Estados Unidos, Desnoes se sumió en la relativa oscuridad de la vida de profesor universitario y se volvió un personaje distante y difícil de abordar.  Fue así que, luego de múltiples intentos por obtener una entrevista, encontré a Desnoes en Nueva York plenamente dedicado a la escritura de su última novela - quizás su testamento literario - titulada Memorias del desarrollo.  El cineasta cubano Miguel Coyula, residente en Nueva York, tiene planeado llevar la novela al cine.  En 2002 Desnoes regresó a Cuba por primera vez en 22 años como jurado del premio Casa de las Américas (2).  A finales del 2004 lo volví a entrevistar, y lo que sigue es el resultado de esas dos conversaciones que sostuve con él.

Denis: ¿Cómo fue el viaje a Cuba?

Desnoes: Fue tremendo. Me invitaron como jurado de la Casa de las Américas. Me recibieron como hijo pródigo.  No creo que pueda volver porque no se podrá repetir. No va ser igual porque después de 22 años me recibieron tanto los amigos como los que habían sido mis enemigos. Tanto los militantes y los amigos me dieron una ovación, el Gramma, Juventud Rebelde y claro después vinieron los fusilamientos y los encarcelaminetos. A mí siempre me pareció que Fidel siempre tenía gran astucia política, pero creo que aquí se equivocó. Siempre se ha negado a aceptar una crítica, es un absolutista, pero ahora se le cerraron España y Europa. Él tiene ahora una relación ambigua con Europa. Ya el dolar no circula libremente. Es como la cultura: tú la toleras y es inofensiva; la reprimes y es peligrosa.  Porque la cultura no implica la acción. La tolerancia es la mejor solución.  Es como en China con el Dalai Lama; destruyeron los templos durante décadas y ahora de pronto los han abierto y los han hecho una cosa de entretenimiento y los neutralizan. Es una astucia de los chinos. Yo me sentía muy importante porque me tomaban en serio y me reprimían. La represión es una medida de la importancia. La confrontación fue algo que nos hizo sentir importantes y vivir peligrosamente. 

Denis: ¿Cómo encontró Cuba?

Desnoes: La Revolución causa una ruptura muy profunda y volví a ver a un hermano, a la familia, a los amigos, e inclusive a los viejos militantes, a los más dogmáticos que ya me ven como a uno de aquella época que va desapareciendo.  Después, cuando me fui, desapareció todo, aunque salieron algunos artículos y un capítulo de mi última novela.  Me volvieron a publicar Memorias como uno de los puntos de toque del cine.  Por la película, la novela ha despertado interés entre los jóvenes como un ejemplo de la crítica dentro de la Revolución.  Ahora ha salido otra traducción al inglés por Al Schaller. Todo esto después de 22 años, y eso se debe a la película y al espíritu crítico con los que se identifican los jóvenes.

Denis: ¿Cómo va su última novela?

Desnoes: Estoy en las últimas páginas ahora usando el español y el inglés.  Con la lengua española salen otros sentimientos.  Tenemos un ego lingüístico en el que la literatura se impone a la realidad.  Y preferimos el triunfo linguístico a uno real.  En el caso de Fidel cuando se cayó durante el discurso, lo primero que hizo fue decirle a la prensa international: «Todavía estoy entero».  Decirlo es hacerlo. Y yo no sé si se dice en España, pero en Cuba un caballo entero es el animal no capado.  Un hombre entero.

Denis: También le llaman Michael Jackson por aquello del Moon Walk donde parece que se va hacia adelante, pero en realidad todo retrocede.

Desnoes: No había oído yo eso.

Denis: ¿Cómo ve la literatura cubana en el siglo XXI?

Desnoes: Ahora es el momento de la literatura cubana.  En el mundo académico ha disminuido mucho el interés por la literatura de los demás países.  En las conferencias parece que cada vez hay más personas que hacen un estudio de algún aspecto de la literatura cubana o del Caribe.  Sin embargo, la importancia de la Argentina, de México, parece ir disminuyendo y eso me sorprendió.  Fui a una conferencia y acababa de morir Octavio Paz, y yo quería hablar de Paz antes de que empezara la conferencia, y había una indiferencia total.

Denis: ¿No cree que eso es debido a que cuanto más democráticos se vuelven los países menos interesantes son para la gente que busca el morbo de lo exótico, lo desconocido?

Desnoes: Bueno hay una mitología de lo cubano que crece. Y del Caribe.  Pero la gran literatura latinoamericana que dominaba cuando yo era joven en Cuba ya no.  Cuando voy a distintas conferencias, Cuba se ha vuelto algo interesante. 

Denis: Pero, ¿no cree que muchos se especializan en aquellos sectores contestatarios de la literatura, es decir, del período especial y de los escritores del exilio precisamente por ese morbo, dejando de lado a aquellos que siguieron una línea puramente literaria dentro de los parámetros que dictaba el régimen?

Desnoes: Bueno fue precisamente por eso que yo dejé de escribir cuando el partido asumió la dirección de la cultura. Fue entonces cuando se creó el Partido Comunista de Cuba. Al principio era «cree en la Revolución y haz lo que tú quieras». Un poco como cree en Dios y haz lo que tú quieras y si veían que tú tenías confianza en la Revolución te dejaban hacer lo que tú quisieras. Y entonces llegó el caso Padilla en que empezaron a dudar con el congreso del 71 y eso fue el momento que la cultura se hizo canónica. Después se relajó un poco con Armando Hart que fue el momento que aproveché para salir. El quiso captar de nuevo a los intelectuales viejos. Me invitaron al festival de Venecia. Armando Hart me facilitó la salida porque él me quería incorporar de nuevo ya que el quinqueño gris fue tan radical y había empobrecido de tal manera a la cultura y como Cuba depende tanto de la imagen exterior, comprendieron que la ortodoxia marxista del mundo ya se había terminado.

Denis: Al llegar a EEUU, Reinaldo Arenas lo criticó duramente por los escritores que Ud. decidió incluir en la antología Los dispositivos de la flor.

Desnoes: Yo hice una antología donde se incluían a los escritores del exilio junto a los escritores que se quedaron en Cuba; inclusive en la categoría de escritor puse al Che y a Fidel. Como si la escritura fuera un fenómeno general donde lo que escribió el Che es literatura. Pertenece a un concepto más abierto de la lengua y ellos protestaron. Pero yo tengo la visión un poco a lo Albert Camus, que no pertenezco a ninguno de los dos mundos y los dos tienen problemas. Yo no salí de Cuba para convertirme en un fanático de derechas. 

Denis: Por cierto, fue bastante difícil encontrarle...

Desnoes: Bueno escribes cuando tienes algo que decir. Yo vivía el trauma del exilio. Tuvieron que pasar 20 años para entender dónde me situaba en los EEUU. No podía venir aquí y seguir escribiendo con el mismo paradigma. Empecé en inglés, pero vuelvo al español. Nosotros tenemos el sentido trágico – que es lo aquí llaman el “looser” – y que yo le digo la “perdedumbre”, el sentido trágico de saber que todo cambia, que todo termina. No tenemos el sentido del éxito como aquí, sino el del fracaso. Aquí lo tienen un poco en el Sur donde perdieron la guerra, pero por lo demás aquí se da más el «happy ending».
Pero yo me he aislado bastante precisamente porque al principio Arenas se apareció en una de mis conferencias con un grupo de amigos y el encuentro fue a puñetazos. Arenas me creó un problema serio porque me acusó de ser agente de Fidel Castro para reclutar a intelectuales norteamericanos en el mundo académico para la Revolución en Nicaragua. Fue una acusación que hizo ante la CIA, y me vino a visitar el FBI porque ellos decían que yo no podía tener la posición expresada en la antología, y que yo estaba haciendo un trabajo a favor de la Revolución. El no haber atacado al régimen era índice de que yo estaba trabajando para la Revolución. Y eso fue una acusación tremenda, porque eso me trajo al FBI cuando todavía de la guerra fría. Arenas escribió un ensayo de setenta páginas en una revista llamada Kosmos donde - en un ejemplo del poder de la imaginación sobre la realidad - me acusaba que yo estaba enamorado de Fidel Castro porque yo era lampiño y admiraba la barba de Fidel.
Pero ese no fue un conflicto real. Yo no fui amigo de él, no tuve relaciones con él. Cuando yo estaba trabajando en el instituto del libro facilitamos que él escribiera ensayos y propusimos la publicación de su segunda novela. Pero él me veía como representante del poder, y con un poco del espíritu campesino él me vio con aspecto anglosajón y hay un resentimiento por parte de él. A parte de eso no había razón para su agresividad. Quizás él viera una realidad profunda y lo usó como símbolo en el que mi pasión por Fidel se debía a que yo soy lo opuesto de Fidel. Fidel es un hombre de acción y yo no. 

Denis: ¿Qué tipos de problemas tuvo en Cuba antes de salir?

Desnoes: Mis problemas se debieron a que yo no asistí a la confesión de Padilla porque hasta esa momento yo era considerado parte de la ortodoxia, y Haydee Santamaría me dijo que yo fuera a la confesión. Yo le dije que yo no creía en esas confesiones, que me parecía un error y un intento de aplastar una ardilla con un dispositivo nuclear, pero insistieron, y el hecho de que yo no fuera a oír la confesión me causó problemas.

Denis: Arenas escribió que Ud. sí fue (3).

Desnoes: Dos personas se buscaron problemas por no asistir: Ambrosio Fornet y yo. Durante la confesión, inclusive Padilla menciona que tanto Ambrosio, Lisandro, como yo, le habíamos advertido que tuviera cuidado. Obviamente, la Seguridad del Estado le recomendó que nos incluyera como los salvados porque supestamente le habíamos llamado la atención. Yo tengo eso como prueba de que le habían obligado a que lo dijera porque yo jamás le había hecho ninguna advertencia de ningún tipo. Al contrario, él trató de convencerme de la idea de que como él era importante, se había ganado un premio, y era importante para el prestigio la Revolución mantener el respaldo de los intelectuales europeos, que no se atreverían a criticarlo y que nosotros íbamos camino a ser invulnerables. Al final Padilla salvó a cuatro intelectuales: a Lezama, Ambrosio, Retamar y a mí. Eso fue claramente dictado por el partido. Pero yo no fui a la confesión. 
Resulta que cuando pasó lo que pasó, Fidel dijo «No» con la cosa esa española tremendista de «todo o nada». No le importó el prestigio, ni el respaldo de Sartre, no le importó nada. Pero a partir de que yo no asistiera existió un problema que era serio. 

Denis: ¿Cómo funcionaba el aparato represivo de Castro?

Desnoes: Me pedían que yo volviera a mostrar disciplina. Te castigaban y te pedían que bajaras la cabeza y volvieras a empezar. Al estilo de Osmany Cienfuegos, que lo castigan y lo vuelven a traer.  Y yo no quería eso. Era, como te contaba, un mecanismo religioso. Se discute dentro del partido, pero una vez que se llega a una decisión todos tienen que ponerse en linea. Alguien dijo que fuera de la iglesia no hay salvación. 

Denis: En su último libro se menciona que su desilusión comienza con el Primer Congreso.

Desnoes: Sí, cuando el partido asume la dirección de la cultura. Antes era como una cosa religiosa.  No había que someter nada. Si eras creyente, tú podías especular; después del 71 ya no se podía.  Yo escribí un artículo sobre el Che y me pidieron que sacara algunas partes que ellos juzgaron ofensivas y yo lo publiqué tal cual y me acusaron de falta de disciplina.

Denis: ¿Cómo eran las presiones en esa época para conformarse con el sistema? Por ejemplo en el caso de Neruda que vino a los Estados Unidos.

Desnoes: Cuatro personas redactamos un documento contra Neruda, y yo fui uno de ellos. Los otros fueron: Retamar, Lisandro Otero, Ambrosio y yo. La carta denuncia a Neruda porque él había aceptado una invitación del presidente de Chile a un desayuno. Y el partido nos llamó y pidió que hiciéramos una denuncia ya que era el momento en que el Che estaba a punto de empezar una revolución latinoamericana, lo que era otra cosa de «todo o nada» y [no se podía entender] como Neruda, que era un miembro del Partido Comunista, iba a tener una asociación con un político burgués. Nosotros en ese momento de fervor romántico aceptamos esto y Neruda se indignó y no volvió a Cuba y sacó de su libro la Canción de gesta que es un poema dedicado a la Revolución cubana.

Denis: Parece que a Fidel de todos modos nunca le importó la literatura...

Desnoes: Bueno, a Fidel no le gustó nada de lo que se escribió sobre Cuba. Fidel no tiene sentido de la estética. Sólo le interesa el factor político de la cultura. No le gusta ni el estilo contestatario, ni Carpentier con el realismo mágico, e inclusive sólo le interesa García Márquez por el uso político que tiene su literatura. No creo que tenga sensibilidad para entender la cultura. Ni con el cine ni con la literatura tuvo ninguna identificación. Yo recuerdo que mi primera novela No hay problema se tradujo al ruso, y cuando Fidel estaba en un viaje a la Unión Soviética un miembro del entourage, uno de los grandes del realismo socialista, escribió la introducción a la versión rusa. El le dijo a Fidel: “yo acabo de hacer la introducción a una novela cubana -- No hay problema -- de Edmundo Desnoes”.  El no sabía quién era yo, y desconocía la existencia de la novela.

Denis: Me interesa la figura de Haydée Santamaría. ¿Cómo la recuerda?

Desnoes: Bueno [Armando] Hart tenía una amante en el ICAIC y Haydée [lo supo y] se suicidó de una manera guerrillera porque utilizó una pistola. Normalmente las mujeres no utilizan armas de fuego. Había tenido un accidente también que la había dejado algo mal. Pero ella era muy intuitiva, aunque era una incondicional de Fidel. Tenía una sensibilidad muy desarrollada. El Che también tenía el sentido de la literatura. Se interesaba por Neruda, e incluso escribía poesía, y claro, están los diarios. Camilo [llevaba un] diario, pero cuando le preguntaron a Fidel si tenía uno, él dijo que él no escribía historia, sino que la hacía. El no quería tampoco que la literatura lo comprometiera. Un diario representa un punto de vista en un momento determinado. Si no lo escribía, él podía negarlo todo si le resultaba conveniente.

Denis: Franqui publicó El Diario de la Revolución...

Desnoes: Bueno, [Carlos] Franqui era el más intelectual de los comandantes de la Revolución. Era el director de Lunes de Revolución donde trabajó Cabrera Infante y arriesgó su posición en la Revolución por la cultura y eso lo obligó al final a salir del país. También estaba Jesús Díaz que murió hace poco. El decía: “nosotros somos los puros, nosotros no estamos contaminados, nosotros no hemos visto el mundo burgués”. Trabajó en la universidad, todos se opusieron a nosotros y fueron los que atacaban y después algunos cambiaron pero él era un enemigo furibundo de Lunes de Revolución. Ellos se opusieron a todo lo anterior como los hijos legítimos de la Revolución, formados exclusivamente dentro de la Revolución. Y después vuelven y te hablan como si nada. Eso es otra cosa, la facilidad con la que se pasan y se hacen los cuentos, la deshonestidad que hay. Sus trabajos no tenían la ambigüedad que teníamos nosotros. Incluso mis primeros trabajos publicados en Cuba tratan la ambigüedad.

Denis: Su obra trata de la ambigüedad ante la Revolución y también del fracaso.

Desnoes: Todos los que pertenecemos al mundo hispano pertenecemos al mundo del fracaso.  El intento nuestro es un intento trágico. Desde la Armada Invencible lo nuestro ha sido un fracaso; si acaso tenemos eso: la belleza de perder. Hasta la Revolución cubana ha sido el ejemplo de un sueño descomunal que se viene abajo. La Revolución cubana es como el absolutismo religioso y por eso cuando cae la Unión Soviética todo el mundo espera que Cuba caiga. Pero los demás países que no tienen el fanatismo español, esa raíz de un catolicismo a ultranza y ninguna permanece bajo las mismas condiciones. Que Cuba, que vivía exclusivamente de la ayuda Soviética, se mantuviera sin un centavo, sí es un acto religioso. Es el fracaso de toda una concepción del mundo, están solos. Yo no creo que haya una explicación científica. Creo que mi abrazo a la Revolución fue una cosa religiosa, que era [como la] estructuración religiosa [de una] persona formada dentro de la iglesia católica, alumno de los hermanos de la Salle. Pero todo eso se viene abajo con mi salida. Era un momento de fe romántica-religiosa en el destino del tercer mundo y de [las luchas contra el] anticolonialismo. Muchas de esas cosas que son ciertas pero a medias. A la literatura no se le pueden aplicar esos criterios políticos aunque sí existe un subdesarrollo cultural, una colonización cultural. Me interesa, por ejemplo, Trilogía sucia de la Habana porque tiene de lo que yo he hecho. Se puede decir que lo mío es secundario, es literatura menor pero si hay algo que yo considero que no se había hecho antes en América Latina [eso era el tratamiento de] la subjetividad, [de] la visión interna. Hay un algo tremebundo, truculento en la literatura española. Una cosa de superficie. Incluso en Neruda hay un canto a las palabras, a la superficie, a la textura de las cosas, al gesto romántico, pero no hay una subjetividad, una interioridad. Casi ninguno de los otros escritores cubanos [había usado] la desilusión. El tremendismo parece ser muy honesto, pero es una cosa formal; es de lo grotesco o lo cojonudo pero no dice «tú eres un comemierda». La base [de esto] está en Mímesis, de Auerbach, que plantea que en el mundo occidental el concepto de la realidad está dominado por la duda de Hamlet, y es lo que contin’ua vivo. Si tú ves los casos de Fidel y de Simón Bolívar, [se trata de] afirmar lo que yo creo por encima de lo que la realidad me dicta; es la lucha que se establece entre la realidad y la literatura. Dulcinea -- le dice Sancho a Don Quijote – es muy fea, es una aldeana, y Don Quijote le dice que no, que está encantada. La solución de Don Quijote frente es [negar] la realidad, [afirmar] que es el producto de otra cosa: es el imperialismo yanqui, es un encantamiento, son los hechiceros. Pero dudar y decir «yo me equivoqué», nunca.  Creo que es una de las razones por las que tarda tanto el cambio en el mundo hispanoparlante. 
Eso es central y es parte de lo que yo estoy haciendo ahora en mi última novela que es sobre el proceso de envejecimiento y el proceso del recuerdo en la Revolución cubana, que [lleva por título] Memorias del desarrollo. Está casi acabada. La empecé en inglés y ahora estoy haciéndola en español.

Denis: Eso es interesante porque su estilo parece más anglosajón.

Desnoes: Pero yo diría que donde lo asimilo más profundamente es en Pío Baroja. Su visión es antibarroca. El barroco es en realidad un monumento a la mentira. Si traduces el análisis histórico del barroquismo en España de la Reforma, el ataque al mundo protestante que quiere ver las cosas de una forma más clara. Para mí el Barroco latinoamericano es como una especie de escamoteo de la realidad latinoamericana en nombre de lo real maravilloso.

Denis: ¿Qué le parecen entonces las novelas como Paradiso?

Desnoes: Bueno, eso es una proeza de la lengua y pertenece al mundo español en el sentido [en que pertenecen también] las «Soledades» de Góngora: es la palabra que se independiza de contenido.
La poesía de Lezana es un intento de romper con la realidad. [De acuerdo con una] teoría [suya], una locomotora a una gran velocidad puede ir sobre una cinta de seda, y puedes eliminar la cinta de seda, pero la velocidad es tal que el tren no se cae. El apoyo de la realidad es igual si eliminas la cinta el separar el contenido del referente. Gabo usa la imaginación para vender a América. El estilo de Gabo viene del Siglo de las Luces; antes era Faulkner. Carpentier hace que se modifique el estilo. Su teoría es que hay que nombrar estas cosas para que se conozcan. Hay que mencionar la ceiba porque nadie la conoce pero ¿quién es nadie? No es el lector latinoamericano o el cubano; es el resto del mundo.
Son escritores interesantes, pero es importante que el lector latinoamericano adquiera una interioridad que necesita para sobrevivir en un mundo que se le escapa. La literatura sigue siendo el medio para escaparse por la palabra y todo eso lo produce la Revolución cubana. Es cuando empiezan a traducir. Es cuando van todos los escritores a Cuba como Cortázar, García Marquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes. El boom no se hace, hay que comprarlo, y Cuba hace el fenómeno del boom. Antes había una literatura folclórica. 

Denis: ¿Qué le parece la obra de Guillermo Cabrera Infante?

Desnoes: Es un escritor cubano en el sentido [del] juego de la palabra, y la descripción y la mordacidad, pero es un escritor del resentimiento. Precisamente, el triunfo del latinoamericano está en la plaza y triunfa con la palabra; no [está] en el super mercado o [en el] mall. Nosotros tenemos un ego lingüístico y no la acción como identidad. Es el argumento y la palabra, y requiere interioridad. La literatura de García Márquez es una literatura de retrovisor, es un mundo que ya no existe. El mundo que ha terminado y lo glorifica y el mundo de las drogas de Colombia no es Macondo.  

Denis: Parece que a diferencia de otros escritores de su generación, pertenecientes a lo que se podría llamar U.S.Latino writers, Ud. Se ha integrado plenamente en el mundo anglosajón.

Desnoes: Bueno al principio me piden que pertenezca, y luego lo de Reinaldo Arenas, y además el hecho de que la realidad y sobrevivir aquí como un cubano es negar que estás viviendo en un país extraño con un contexto distinto. Lo de aquí no es vender el mundo latinoamericano; éste es un mundo anglosajón

Denis: Bueno eso se ve en sus artículos sobre la ciudad y Nueva York.

Desnoes: Sí, es buscar los lugares que se cruzan. Los escritores latinos todavía buscan el color local y la anécdota. Si hay algo extraordinario en nosotros no hay que cultivarlo; si lo cultivas es artificial. Las metáforas están bien, pero no es necesario enriquecerlas al máximo. Muchos escritores latinoamericanos que viven en los Estados Unidos se refugian en el color local y la imaginación, pero cuando pasas al plano de comprender el mundo, no lo comprenden. El componente exótico sigue siendo un elemento del ser inferior, muy rico e imaginativo, pero no es lo que rige al mundo. En mis novelas trato de huir de lo real maravilloso. Sin embargo, yo siempre seré una persona de la palabra; no importa como yo entienda que la palabra es fracaso y que la visión latina es una tragedia española. Fidel gana la Revolución por la palabra; la sostiene en los discursos con la palabra, con los discursos de tres o cuatro horas. Es como aquel ministro de Irak que decía que todo iba bien mientras le caían las bombas. Es la supremacía de la palabra.

Denis: ¿Para Ud. sigue siendo la literatura un proyecto político?

Desnoes: Antes la literatura era un projecto de salvación, ahora es un projecto de entretenimiento.  Se lee más, pero la literatura ya no ocupa el lugar preferente como un elemento extraordinario de la condición humana.

Denis: A Ud. se le identifica a menudo con la película de Titón Memorias del subdesarrollo, sin embargo la novela y la película difieren en bastantes aspectos. ¿Cómo surgieron las transformaciones?

Desnoes: Bueno, la película sigue el guión estrictamente, y luego los cambios son los que ocurren por las circunstancias. Por ejemplo, la esposa de Sergio lee el libro que teníamos a mano, es decir Lolita de Nabokov. Eso no estaba en el guión. 

Denis: Bueno, ¿y la relación de Sergio con la criada Noemí, que se convirtió en un sueño en la película?

Desnoes: Eso fue que llegamos a la conclusión de que había demasiada sexualidad. Visualmente se volvía demasiado fuerte.

Denis: ¿Y a quién se le ocurrió poner la voz en off con fragmentos de Moral burguesa y revolución, de Rozitchner, sobre la ideología de los prisioneros del ataque de la Bahía de los Cochinos?

Desnoes: Ese fue Titón, y sin eso el elemento revolucionario era muy débil, y eso se necesitaba para pasar la censura e incluso era necesario para darle el anclaje político y subrayar el concepto de clase y no exclusivamente la perspectiva del narrador. Es decir, era para evitar la ambigüedad.

Denis: Sin embargo, su objetivo en la novela es presentar una visión ambigua de la Revolución.

Desnoes: Lo que yo descubro es la subjetividad. La única manera era presentar las cosas con interioridad y subjetividad, [lo que ya estaba presente en] las novelas Memorias del subsuelo y El extranjero, de Dostoiewski y Camus respectivamente. El subdesarrollo era algo que se hizo muy popular, pero yo vi que había una explotación cultural y no una explotación de clase. Yo creo que la cultura y las ideas son más importantes que la base material, y es la ideología [la] que se impone a través de la lengua. El mundo de las ideas es el que permite la supervivencia de la Revolución y la superestructura; el mundo ideológico es tan importante o más que la infraestructura. Me fascina que después de 20 años de Revolución en
Trilogía sucia de la Habana haya un retorno a la picaresca española. Se creyeron que cambiando la estructura de la sociedad y los modos de producción se podía cambiar la sociedad. Los cubanos tienen el habla del sumiso y del buscón, [lo] que implica gran astucia. Pero un día viene Fidel y habla la lengua del conquistador. Si analizas la forma de hablar, el cubano habla fuera de las palabras, y el español dentro [de ellas], como para dar órdenes. 

Denis: Titón incluyó muchas escenas sacadas de documentales como para contextualizar la narrativa.

Desnoes: El problema que hubo es que se quería hacer las escenas más largas, con un discurso intelectual en el que Sergio pormenorizaba en el apartamento todo aquello de la movilización, y no se podía filmar bien el diálogo del protagonista encerrado en su mundo interior y lo que había fuera con los tanques, y no se veía bien que él era un fracaso porque él entendía que no podía actuar, y que ése es el fracaso de la sociedad burguesa. Pero la ambigüedad es lo que hace la novela, y esa misma ambigüedad es lo que hace que aquí se reciba como el fracaso de la Revolución y allí el fracaso de los burgueses.

Denis: Más de una vez dijo que la idea del subdesarrollo fue de Titón, pero luego fue cambiando el talante de sus comentarios

Desnoes: Bueno, eso fue una concepción mía porque como yo había sido traducido al inglés y él estaba empezando; eso fue como una falsa humildad mía y después recogí vela en varias conferencias. Donde se decía que Titón descubre el subdesarrollo y yo dije que no, que estaba en mis ensayos mucho antes que [en] la película. Titón jamás habló de la colonización cultural, e inclusive la otra que triunfa [con] ese estilo es Fresa y chocolate porque sigue el  discurso subjetivo. Titón le da una forma estética, que yo no había concebido. Cuando la escribí no pensé en el cine. Titón me viene a ver y me dice: “me parece que es perfecto para hacer una película”. Yo había concebido eso como un diálogo interior, [como] ideas que no eran acción, y Titón consigue convertir ese mundo interior mío en un mundo exterior. Con el narrador y las anécdotas que escogimos, la subjetividad se hace objetiva. Cuando dice que la gente ha cambiado, que somos la Tegucigalpa del Caribe, he ahí la imposición de la subjetividad sobre la realidad. El empobrecimiento de Cuba.
Déjame que te lea, para concluir, el epílogo de la nueva edición cubana, (Edmundo lee el epílogo de la última edición de Memorias del subdesarrollo, titulado "Épílogo para la gente nueva.”)

“A Titón debo el milagro de la profunda visualización de mis palabras. Creo que no existe en toda la historia del cine una colaboración más estrecha y fecunda que la que existió entre nosotros. Hoy la novela y la película son una y la misma cosa. No lamento, como tantos escritores, la traducción de la novela al cine. Sin la película el libro se hubiera marchitado, el delgado lomo se hubiera vuelto amarillento, sofocado entre tantos otros volúmenes. Sin mi novela Titón no hubiera podido crear una obra maestra y mi hijo predilecto probablemente se hubiera encogido y arrugado y desaparecido. Lo cierto es que nunca pensé que una película, un género considerado fugaz como un rayo de luz, fuera la garantía de continuidad para una novela.”

Notas

1. Edmundo Pérez Desnoes (1930), novelista, guionista y ensayista. Se educó en Cuba y en Estados Unidos. En 1960 regresó a Cuba donde fue redactor de Revolución y de Lunes de Revolución, colaborador de Unión, La Gaceta de Cuba, Bohemia, Granma y formó parte del consejo de redacción de Casa de las Américas. Se exilió en 1979. Su obra incluye las novelas No hay problema (1961, 1964, 1968), El cataclismo (1965), Memorias del subdesarrollo (1965, 1967,1968, 1975, 2003), los cuentos y poemas de Todo está en el fuego (1952), los ensayos y recopilaciones Punto de vista (1967), Lam: azul y negro (1963), The photographic Image of Underdevelopment (1967, 1988); la antología Dispositivos en la flor (1982) y numerosos artículos en inglés conjuntamente con su colega de New York University, Marshall Blonsky. En un futuro próximo se publicará la novela semi-autobiográfica Memorias del desarrollo.

2. Como ocurre frecuentemente, el retorno de un exilado a Cuba no fue bien recibido en Miami (véase el caso de Gutiérrez Menoyo). Belkis Cuza Male escribió en un artículo para El Nuevo Herald: “No ha podido escapar a su destino de hijo de una revolución que lo devora, que le ha hecho bajar la cabeza para que le coloquen cuanto antes el dogal al cuello. Ha aceptado ser jurado del premio Casa de las Américas. No ha podido resistir la tentación ni los halagos de los antiguos aliados, o cómplices, en aquel mundo que todavía no sabe que odia.” Enero 17, 2003. (¿De quién es esta nota?)

3.  “Fui uno de los cien escritores «invitados» a presenciar la confesión de Padilla aquella noche del 27 de abril, en los salones de la UNEAC. Allí estaban también Virgilio Piñera, Antón Arrufat, Miguel Barnet, José Yáñez, Roberto Fernández Retamar y muchos más. Milicianos armados cuidaban afanosos la puerta de la entrada de la antigua mansión del Vedado, ocupados en constatar que todo el que llegase estuviese en la lista de «invitados». Hombres vestidos de civil, pero de ademanes y rostros ostensiblemente policiales, preparaban diligentes la función. Allí estaba también Edmundo Desnoes. Se encendieron las luces, las cámaras cinematográficas del Ministerio del Interior comenzaron a funcionar. Padilla representó su Galileo.” Reinaldo Arenas: Necesidad de libertad. Ediciones Universal. Miami: 2001., p 248.



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