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Flores de Alamar

Jorge Miralles, La Habana

     Quien haya buscado en la poesía cubana atisbos de vanguardias y poéticas, encontrará en Distintos modos de cavar un túnel, de Juan Carlos Flores – ediciones Unión, Premio de Poesía: lectura de Juan Carlos FloresJulián del Casal (2002) – uno de esos libros que sorprenden, no sólo por la forma en que se cose y se descose la tradición, sino porque además “forma y ritmo” crean una alianza estética, política y, extrañamente, civil. Marcas de un nuevo territorio: el locus solus. La voz del agrimensor, en las márgenes, “sirve de guía desde esa prisión(cárcel, destino) en el laberinto de Alamar”, como le llama Reina María Rodríguez, en el prólogo del libro, donde (retazos de literaturas y algún tipo de utilería gramatical...) hablan, a través del simulacro de escritura, de las zonas prohibidas y del estanco en la poesía cubana. 
         Por eso, hilvanar un sentido donde la mano segura – tras vuelta y vuelta de hoja – dé con una buena lectura, es perder el eje, o peor aún, entrar con los ojos vendados en la zona laberíntica y conglomerada del barrio Este de la ciudad, o finalmente, es, como dicen en las esquinas de La Habana, “caer en la trampa”. 
        Lo que quiere hacer ver Juan Carlos Flores es lo que queramos leer. 
        No hay ni habrá para el lector un canto sublime del paisaje urbano como tampoco del cuerpo, de la naturaleza o del ser, porque él carece de éstos, al igual que otros poetas de su generación o de Diaspora(s). La poética es un lingote de oro demasiado costoso, un punto en el que él separa de la tradición – de aquella visión canonizada por el grupo Orígenes y de otra parte de la poesía cubana que adelanta cambios o poéticas – un rasgo político, y zurce con hilo, casi invisible, una tensión crítica diferente. 
         El mal que lo atañe, no está en saberse desligado de la tradición poética. No busca “pensar” ni construir grandes andamiajes para hacer inteligible su escritura, sino por el contrario, gira y gira sobreReina María Rodríguez leyendo el libro de Juan Carlos la página, sin más razón que la de aquel reguilete de feria, que aparentemente, nos deja observar por dónde sopla y cómo mueve las aspas el viento. Avistar esa perceptiva, incluye – más que un retroceso o viaje a los orígenes – una burla de sí mismo, la mirada cínica de quien no quiere o prefiere “no pensar” porque se sabe ya, desde el principio “ontológico”, una falsa conciencia: un perro, no el can de Diógenes de Sínope y ni siquiera otro, aún más reciente, el de “la falsa conciencia ilustrada” de Peter Sloterdijk, es la de quien, encerrado en los límites del lenguaje, de la política y de lo civil, sólo puede articular una voz rehilete en tres movimientos poéticos: 
          Prologar abre el libro “frente a las mismas preguntas/ que revolotean/ oscuros trazos/ en medio de las ruinas... él descubrió que hacer versos, aunque la pared ahí siguiera, entre lo real y la mente, era mejor que matar, o ser muerto, por querer cambiar los ciclos.”, De este modo El Tiovivo introduce frases que simulan versos, que repiten versos y son fragmentos de poemas –y, a su vez, éste fragmento se reiterará dejando residuos– a través de barras diagonales que se delimitan, se separan y se contrastan dentro del bloque buscando uno o varios sentidos a su voz entrecomillada: algún otro que nos habla desde el encierro del lenguaje. Lo que se quiere es obligarnos a reptar, a tomar –al igual que él– las migas que el cartero deja en cada buzón, marcas, señales de un túnel por el que se transita, significantes al uso de quien ostenta el poder y la máscara en la página: “...esas migas para que asistas a fiestas de caretas, patrocinadas por los nuevos buscones, los-boquitas-pintadas-de-rojo de la corte”. Un modo de estirar frases, sacar “una corte” de una monarquía equis y luego prensarla en un molde prefabricado, iguales a aquellos con los que se construyeron los edificios-estancos “–penitenciales, o algo así–” de Alamar. En fin, darnos la posición en que el sujeto habita, enrejado e incomunicado, cavando, indefinidamente, con sus manos, el túnel que lo aproxime a sus semejantes, ya estén vivos o muertos. 
          Con Primer Movimiento, surge un “ojo” dióptrico donde al tiempo que fija la realidad, por Juan Carlos leyendomomentos y en detalles, juega a buscar la luz y luego, vuelve remontar el tramo del túnel por donde entra y sale de esa “realidad” en la cual también hay una voluntad de permanecer. Sobrevivir quizás sea, al igual que las “hormigas metódicas”, su única voluntad, un instinto de conservación, una ley en la que todos pactamos un derecho civil. “Su cansancio político”, falsamente ilustrado y cínico, es el mismo en que otros: “sobre la mesa” y con “... / los ojos cínicos de los comensales/ ... –entran en la composición creando campos de fuerza en diagonales, dos tres perros cubistas, integrantes de esa familia cubana o clan proto-histórico...” deforman el cuadro político de aquella realidad cubana y de esta otra: por donde sale y entra, el fragmentado ojo de buey. Al final de esta sección vendrá Un Rompeolas y con éste, un breve difuminado de objetos: “Sólo entonces: mientras se difuminaba/ y con él se difuminaban los objetos del rito/ durante tanto tiempo resguardados/ con el celo de quien custodia una embajada/ aunque a decir verdad el territorio donde grupos seminómadas aún subviven/ sin desear la adopción–. ” 
       Y con la desaparición de los objetos llegamos al Segundo Movimiento, del cual sólo quisiera destacar un fragmento o poema: La Pipa India, en el que aparece Malcom Lowry ridiculizado. Su posición: la de un condenado a muerte. “Fuera de la competencia” no queda nada más por hacer, sólo tocar esa extraña música y escuchar el sonido que se reproduce en las cuerdas vocales –el de aquellas otras cuerdas, las del ukelele–. Eco que se deforma, reduciendo su consistencia dramática, y deja fugar el sonido burlón de quien piensa –mientras seca la sangre en su nariz– lo que podría suceder si llegase a apostar. La ironía está en que el anotador sabe que también juega y que ella siempre se anticipa, gana por ventaja sus apuestas, porque desafiar, pronosticar, equivale –aunque se juegue un destino de buen escritor– a perder. Pero el suicidio, la marca de alcohol en sangre, es anticiparse, declarar una contravención. Hay outside, pero no fintas y esa mancha roja que ya olfatea un “yo” está ahí, sobre la página, de tal forma que el que ahora juega no sabe, si al final, la muerte también cubra sus apuestas. 
         Llegar al Tercer Movimiento, es “abrir un agujero en la pared..., a la búsqueda de algún yacimiento.” La perforación pudiera tener dos vías, accesos o ficciones de lectura. Por una parte, está el poema El Atizador y, luego, un poco más adelante, El Péndulo, el primero – al igual que el segundo – hablan de poetas cubanos, uno es Rolando Escardó, y el otro, Heberto Padilla, ambos muertos, marginados por las políticas culturales pero, por el contrario, Flores hará que el “yo” dialogue con la tradición. R. Escardó es el poeta pobre, que encarna, por primera vez, según Virgilio Piñera, el fatalismo, la maldición o el karma de vivir y escribir su hambre, es la voz de quien ya no espera nada y sin embargo, de la nada se alimenta. Hurga, cava –Escardó era de profesión espeleólogo– en la página los versos de una identidad perdida, un “yo” cabizbajo, desolado y condenado a desaparecer. Piñera nos adelanta –se permite la broma pesada– en un micro-relato, dentro del prólogo, de contar lo que le sucede al poeta cuando acude al juez en busca de ayuda: “–Mire joven, si no me dice el nombre de la persona que, según usted lo mata de hambre, me temo que nada podemos hacer”. La ley no procede, no puede encausar porque no hay figura, es el absurdo piñeriano quien acomoda la pobreza –y con la de Escardó, furtivamente, también la suya– en el desatino del lenguaje, abre una brecha entre institución y realidad, para recrear esos bíos. No se puede castigar ni hacer justicia, y esa incomprensión, esa invalidez de la razón frente a los hechos sociales, paradójicamente, cruza de la mano –en lo político y en lo civil– al sujeto poético que, cuarenta años después, escribe, irónicamente, “En países como este lo mejor que uno hace es alquilar un quita-mancha portátil, si Escardó viviera sería un roedor, en la maleza, hambriento y perseguido por los rastreadores, no lo imagino Don de guayabera, hilando séquito de un clero tropical, alegre y putañero...” para –como si ya con esto bastara– espejear el final del túnel. 
          Pero no es hasta llegar a El Péndulo, que encontramos un recodo, con “Fuera de Juego, elJuan Carlos leyendo libro que escribió Padilla...”, más que una posición, fuera de la realidad –y del juego-escritura–, encontramos el doblez, un forro, de quien quiere pasar la ficha equivocada: “...desde la grada, otro adolescente precoz, toma notas.” ¿Quién? ¿ “...precoz”? ¿Por qué insiste en marcar, justo allí, su doble presencia y el lugar, ese estar fuera? ¿Acaso sólo quiere guardar incidencias, anotar? ¿o documentar? Preguntas de las que no tendremos respuestas, a no ser que sigamos ese hilo de enredos e imaginarios, el mismo que extradita de otras literaturas un “yo” invertebrado. Lo hace ir y venir desde libros y “realidades” cercanas y, aunque el “yo” se aísle, simule o se enmascare, siempre salta a la vista su condición poética, salta, no porque esté detrás de todas esas voces simulando conexiones o “problemas”, sino porque éstas le sirven, les permiten regurgitar su cinismo poético, escribirse y describirse. Rescribiéndose –se aleja de la volutas barrocas y de las estéticas de silencio, ni Disapora(s) ni Lezama– sólo saca de ellas migas para su propio nicho, para su locus solus. Es así como se abre paso en la tradición. Sin embargo es Heberto Padilla, quien ya en el poema En tiempos difíciles, le anticipa esa voz, la quiebra de una vez y por toda, haciendo estallar el cinismo de la poesía cubana, pues: “Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño, / con su árbol obediente. / Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros. / Le dijeron / que eso era estrictamente necesario. / Le explicaron después/ que toda esa donación resultaría inútil / sin entregar la lengua, Porque en tiempos difíciles / nada es tan útil para atajar el odio o la mentira, / Y finalmente le rogaron / que por favor echase a andar, / porque en tiempos difíciles / esta es, sin duda, la prueba decisiva .” Con ese “sin dudas” final de Padilla se cierra el doblez y deja pasar una ironía, que luego se proyecta en otro fragmento: El Sindrome de Ibar, da lo que las vanguardias llamaron una perspectiva falsa: un mirarnos errar. 
         Por último, Epilogar, sección con lo que J. C. Flores echa a andar, una vez más, sus aspas rehilete, “por última vez mirar el firmamento entre bloques de micro-personas y las manchas de agua/ trach / trach” y coloca, súbitamente, un cierre: “...frente a las vallas confusas de la historia/ trach / trach. Telón. Agrega”. Como si ya no bastase, y un “sellador” terminara, frente a la nariz del lector, el simulacro de escritura que comenzó con Prologar, sólo que antes de cerrar el juego, agrega: 
        Querremos siempre a Brecht (pieza en dos tiempos) y un intermedio, frente a las confusas vallas del lenguaje o de la historia, como se quiera un “deletreado estertor” emitiendo un sonido y, a Juan Carlos leyendoveces, distorsionando, en fin, marcas de una propiedad, de un espacio privado donde él inscribe micro-políticas, escrituras ¿qué espacio, qué políticas? Digamos que en el lenguaje ha hecho un estanco, un lugar solitario o locus solus. Y que desde allí inscribe un “yo” y lo hace público, aquí y ahora, eso es hacer políticas, pequeñas maniobras y, por consiguiente, una estrategia de negación frente a las ideologías y los discursos de poder que contaminan esas “realidades”. Un “no” como afirmación de un derecho civil, una libertad de palabras y de escrituras. Una estrategia de ilusión para sobrevivir y soportar el interdicto impuesto a la literatura(s), es romper la zona de silencio que el poder y sus políticas culturales crean. Hacerlos fracasar, ponerle un límite. El Outsider niega, habilita un “no”, una barrera de contención a las frases retóricas y a las consignas. Es un mal estético y literario que no conviene reconocer y legitimar. Un cinismo, una insolencia, una enfermedad del lenguaje de la cual Bertolt Brecht, adelanta en el epílogo a las cinco verdades: “...Es necesario decir que se tortura a la gente porque tienen que subsistir las mismas condiciones de propiedad. Cierto, si decimos esto, perderemos a muchos amigos que están en contra de la tortura, porque creen que estas condiciones podrían mantenerse también sin tortura(lo cual es falso).” Aceptar la doblez, esa manera de camuflar la verdad en el lenguaje, nos hace sospechar que “Bertolt Brecht, mascarilla de guerra”, es el mal necesario a través del cual nosotros, también, estamos dentro del juego de la poesía.
      Los atisbos de vanguardias y de poéticas aparecen y desaparecen, no se muestran en su poética. No responden a un grupo literario o proyecto estético que intenta subvertir un orden. Eso sí, advierte cambios de los que, vanguardias y poéticas, ya han dicho casi todo sobre el sujeto poético y sus bíos politikós, y de los que tal vez algún día aparezcan anotados en la Historia o curados en los museos como mala poesía. O tal vez no, lo que se lee en Distintos modos de cavar un túnel es una estética desintegradora de poéticas y vanguardias(tanto europeas como americanas): fragmentos de otras literaturas, ripios de una tradición y mucha cacharrería extranjera y nacional. Piezas de un viejo y pesado auto-móvil poético que sigue girando de un extremo a otro, cavando un túnel o dando vueltas en un rincón del lenguaje. Y ahora, a favor del viento, funciona, da una vuelta y agita lo que queda de tradición, resiste y se adhiere a la página, o de lo contrario: “lo mejor que uno hace es alquilar un quita-manchas portátil, que te vuelvas afásico, me dicen, que te vuelvas afásico, en países como este...”, dice Flores de Alamar.

en La Habana, octubre de 2003
 


Antonia Eiriz. Sin título



La pipa india

Mientras la sangre / de la nariz se secaba / pensó en Malcom 
Lowry / ése entre los proyectados / hacia las periferias / en 
gradas del ocio tocador de ukelele / que queria morir de 
muerte natural / tocando el ukelele / y no pudo morir de 
muerte natural/ tocando el ukelele,

"dos tres golpes mas"

Mientras la sangre/ de la nariz se secaba/ pensó en Malcom 
Lowry/ ése entre los proyectados/ hacia las periferias/ en 
gradas del ocio tocador de ukelele/ que queria morir de 
muerte natural/ tocando el. ukelele/ y no pudo morir de 
muerte natural/ tocando el ukelele.
 

Un detalle

"Cerca del marabu, bajo un sol de machie, yo me senté 
a esperarla."

Unos zapadores, aranaban la tierra, con sus palas. Ahi cayó 
un bulto, dijo el-que-marcaba-el-compás. Ahi cayó un 
bulto, repitieron los demás zapadores y continuaron 
aranando la tiers, con sus palas.

"Cerca del marabú, bajo un sol de machié, yo me senté a 
esperarla."
 


Manuel Vidal: Mujer frente al espejo, tinta sobre cartulina (1966)



Retrato de una (otra) dama

Escritora esquizotimida / con tendencia al suicidio/ no 
soportando el simulacro de vida / que le ha tocado roer/
encerrada dentro de caja negra / día tras día escribe/ si lo 
escrito le parece bien/ buena mercadería/ pone en la 
grabadora música exótica/ baila hasta que los pies no le 
pesan

Apolítica, dice, pero paga su peaje

(realismo sucio: convertir la mierda en oro, o por lo 
menos en papel moneda, eso, ya estaba en Baudelaire) 
Escritora esquizotímida / con tendencia al suicidio / no 
soportando el simulacro de vida / que le ha tocado roer / 
encerrada dentro de caja negra / día tras día escribe/ si lo 
escrito le parece mal / mala mercadería/ fuma / se 
acuesta / se deprime / mira al techo

Apolítica, dice, pero paga su peaje

(unas veces soy César Vallejo, el mutilado de todas las 
guerras, que la visita en su casa. Otras, una piedra 
común que ella usa de pisapapeles)
 

El síndrome de Ibar

Arturo Montoto: ProvidenciaCheo Ibar, lanzador preciosista, quien ha sido el máximo ganador de juegos, en las ligas cubanas, durante dos temporadas seguidas, pierde los partidos más importantes, esos que tendría que ganar para que su team se corone... yo le digo a mi madre, mientras que con paciencia de sastre por el tosco utensilio preparo el aliño que se ha de comer, junto al flaco pescado y el poquito de arroz... Cheo Ibar, lanzador preciosista, quien ha sido el máximo ganador de juegos, durante dos temporadas seguidas, en las ligas cubanas, pierde los partidos más importantes... Santa, cambia el dial del radio, y por tu amor no llores... Yo, que en mi oficio soy semejante a ese pitcher, he visto mi mirada en la suya, cuando abandona el montículo después de haberle cedido la bola a un sellador..
 

Querremos siempre a Brecht

(Pieza en dos tiempos)

1

Helor o ardor de lunes martes miércoles y jueves/ trach/ trach/ por última vez mirar el firmamento entre los bloques de micro-personas y las manchas de agua/ trach/ trach/ si a mí me fuera dado nuevamente empezar no sería los que fui sólo un pastor de aldeas climatizadas/ trach/ trach/ colgado al cuello un amuleto contra los males de ojo/ track/ trach/ un hombre simple de esos que no saben mucho más allá de su casa y colina más allá de su valle y sus pinos/ trach/ trach/ pero el tiempo a su matriz no regresa/ trach/ trach/ un súbdito aleman así lo deja escrito/ trach/ trach/ bajo las ruedas del carro hacia el abismo mi deletreado estertor es una luna rota/ trach/ trach/ quebrada la utopía driping frente a las vallas confusas de la historia/ trach/ trach.

(Intermedio)

Mientras penetra el ave de utilería y se posa sobre la máquina fabril alza el papel y lee a contraluz: "Bertolt Brecht mascarilla de guerra" Tras dos lentes, examinar con frialdad un cadáver, la muerte empieza arriba, después se expresa abajo en disyunción de los distintos órganos, según Stainer."

2

Helor o ardor de lunes martes miércoles y jueves/ trach/ trach/ por última vez mirar el firmamento entre los bloques de micro-personas y las manchas de agua/ trach/ trach/ si a mí me fuera dado nuevamente empezar no sería los que fui sólo un pastor de aldeas climatizadas/ trach/ trach/ colgado al cuello un amuleto contra los males de ojo/ trach/ trach/ un hombre simple de esos que no saben mucho más allá de su casa y colina más allá de su valle y sus pinos/ trach/ trach/ pero el tiempo a su matriz no regresa/ trach/ trach/ un súbdito alemán así lo deja escrito/ trach/ trach/

bajo las ruedas del carro hacia el abismo mi deletreado estertor es una luna rota/ trach/ trach/ quebrada la utopía driping frente a las vallas confusas de la historia/ trach/ trach. Telón. Agrega.

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