Cada 15 de noviembre, hacia la medianoche, los habaneros van al
Templete
para festejar un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad.
Al llegar al Templete, dan tres vueltas a la ceiba y piden un deseo.
Ahora
tú tienes la oportunidad de hacer lo mismo. Habaneros por
voluntad,
por derecho de nacimiento, o por cualquier otra razón, ha
llegado
el momento de reafirmar nuestra fe en la ciudad, nuestra
determinación
de disputársela a los huracanes de la historia, y de fundarla
otra
vez donde quiera que la noche nos sorprenda.
La Habana Elegante -- que
ha hecho ya
una
tradición de esta
peregrinación virtual -- abre las puertas de su Templete para
que
todos juntos festejemos el 486 Aniversario de la Fundación de La
Habana.
En esta ocasión, nuestro Templete
está dedicado a dos ciudades a las que la historia, y aún
la naturaleza, ha unido para siempre: La Habana y Nueva
Oreleáns. Fue en esta última donde comenzamos a hacer La
Habana Elegante. Una y otra - como ya saben nuestros lectores - fueron
severamente castigadas por los huracanes Katrina y Wilma.
Iniciamos, pues, nuestro recorrido dándoles
las acostumbradas tres vueltas a un tronco en el que se funden y
confunden la ceiba, el magnolio y el flamboyán. Y lo hacemos en
compañía de una legendaria figura en la que
también se anudan las historias de La Habana y New Orleans:el
canadiense Pierre Le Moyne D’Iberville.
Pasión y fin de D'Iberville
Jean-Guy Allard
Coautor de una reseña biográfica sobre D’Iberville,
publicada en 1991
El destino de este legendario
héroe canadiense – quien había llegado resuelto a
descargar un golpe demoledor contra la presencia inglesa en
América – se encuentra misteriosamente unido a La Habana.
Una multitud se reúne en los
alrededores de la Iglesia Parroquial Mayor de San Cristóbal de
La Habana. Es 9 de julio de 1706. Durante las últimas horas, una
noticia ha estallado como reguero de pólvora por toda la ciudad:
el capitán general Pedro Álvarez de Villarín,
recién venido de España, ha muerto súbitamente de
un mal misterioso.
Coincidentemente, ha caído
también fulminado – en el mismo momento y en las mismas
circunstancias – el comandante de la poderosa escuadra francesa anclada
en el puerto habanero, el canadiense Pierre Le Moyne D’Iberville, quien
había llegado resuelto a descargar un golpe demoledor contra la
presencia inglesa en América.
Aunque se sostiene que De Villarín y D’Iberville son
víctimas del Mal de Siam, enfermedad tropical que suele castigar
mortalmente a los habitantes de la Isla, el fallecimiento súbito
de ambos hombres levanta rumores de incredulidad: ¿Acaso fueron
envenenados por los ingleses? ¿No habrá sido la alianza
sellada por ambos, motivo de ejecución sumaria por parte de los
agentes enemigos?
Una reputación veraz
Nacido en Ville-Marie (actualmente
Montreal), con apenas 44 años, el todavía joven militar
gozaba de una bien merecida reputación, rayana en leyenda.
Gracias a su determinación y coraje, se
había ganado el mando efectivo de expediciones a través
de los bosques hostiles que rodeaban la bahía de Hudson, en el norte de Nueva Francia. Allí persiguió
sin misericordia a los ingleses, aprovechando como aliado el crudo
invierno polar y empleando contra ellos las experiencias que, cuando
niño, adquiriera durante su convivencia con los indios
autóctonos, cuyos dialectos (hurón e iroqués)
dominaba a la perfección.
D’Iberville dirigía con habilidad a los
voluntarios canadienses (coureurs des
bois), heroicos pero indisciplinados. Acostumbrados a las
vicisitudes de la guerra y a las dificultades del terreno, estos
hombres – si eran bien guiados – rendían mucho más que
las tropas regulares enviadas desde Francia. Durante años,
mantuvieron aterrorizados a los comerciantes de Nueva Inglaterra, los
yankis de Boston, quienes soñaban desesperadamente con extender
su territorio al resto de América.
Conociendo esas habilidades de D’Iberville, a
fines de 1696 los mandos superiores le encomiendan expulsar a los
ingleses de sus fuertes en Terranova, lo cual logra en el curso de una
larga y difícil campaña invernal, tras tomar
sucesivamente las fortalezas de Saint-John y York.
A bordo del «Pelican», el buque
insignia de su escuadra, el canadiense ataca con pericia desconcertante
al enemigo y lo reduce a la nada. El mar es su elemento favorito. Sobre
y en el mar, va ganando todos los grados: teniente de navío,
capitán de fragata ligera, capitán de navío,
comandante de escuadra y, por último, Almirante.
Tales son sus cualidades de guerrero y valor
personal, que Luis XIV – el Rey Sol – decide encomendarle la
misión de dominar el territorio que abarca desde la
desembocadura del Mississippi hasta el Golfo de México (o sea,
la Luisiana).
Ya por esa época, D’Iberville estaba
convencido de la teoría que siempre defendió: si no se
detenía a Inglaterra en el plazo más breve, ese
país ocuparía rápidamente todo el continente
americano. Así, en un documento titulado «Memoria de la
costa de la Florida y de una parte de México» – que
remitiera en 1699 a De Pontchartrain, su jefe y ministro de la Marina
–, aborda la cuestión con tono profético: «Los
ingleses tienen el espíritu de colonia. Si Francia no se apodera
de esta parte de América que es la más bella, la colonia
inglesa que se ha vuelto considerable, crecerá de forma tal que
en menos de cien años será lo suficientemente fuerte para
apoderarse de toda América y expulsar de ella todas las otras
naciones».
Durante su estancia en Luisiana a partir de
1699, D’Iberville se esmera en mantener relaciones cordiales con las
tropas españolas allí acantonadas, de modo que pueda
contar con ellas en caso de lucha contra las fuerzas inglesas.
Para beneplácito suyo, tal alianza
franco-española se hace posible a partir del año
siguiente con la llegada al trono de Felipe de Anjou (Felipe V para los
españoles), quien inaugura la dinastía de los Borbones en
España.
Por otra parte, en Francia, el importante
papel desempeñado por D’Iberville es reconocido de manera
pública, al ser el primer canadiense nombrado Caballero de San
Luis, honor otorgado personalmente por el agradecido Luis XIV.
Ello, sin embargo, no exime al guerrero de
tener detractores entre sus propios compatriotas (incluidos autoridades
de Québec e importantes hombres de negocios), quienes transmiten
a París acusaciones contra su persona y cuestionan sus proyectos.
Mientras D’Iberville propone extender la
presencia francesa en el sur de América, argumentando la
urgencia de frenar la expansión inglesa desde las Carolinas, sus
adversarios arguyen a la Corona que el fomento de Canadá hacia
la Luisiana ya ha recibido demasiada ayuda y, por tanto, los recursos
disponibles deben destinarse a las locaciones del Norte.
Una idea pertinaz
D’Iberville no descansó en
su afán de convertir a la Luisiana en un firme bastión de
la francofonía. Pero allí, en sus malsanos pantanos,
contrae por primera vez las fiebres tropicales y, quebrantado de salud,
tiene que abandonar esas tierras.
Decide marcharse a La Habana, adonde llega por
primera vez el 27 de abril de 1702. Una vez restablecido, retorna a
Francia, y ya nunca más volverá a la Luisiana, pese a que
al año siguiente es nombrado Comandante en Jefe y Gobernador de
esa colonia francesa.
Sin embargo, no deja de insistir en sus
proyectos americanos y, luego de exponerlos en varias ocasiones a las más altas
autoridades de la Corona, en 1705 por fin logra que sean acogidos
favorablemente por el ministro de marina De Pontchartrain y Luis XIV.
Como las exhaustas arcas reales no
podían respaldar una acción de tal envergadura, se
halló una solución alternativa: el monarca francés
proporcionaría al marino canadiense once buques de guerra, con
la condición de que los sueldos que habrían de pagarse a
la tripulación fueran sufragados por el propio D’Iberville.
Éste ha previsto comenzar la
expedición bélica por las Antillas y, tras hacer escala
en La Habana, lanzar su imponente escuadra sobre las Carolinas;
después, sobre Nueva York y Boston y por último, sobre
Terranova, que los ingleses han recapturado.
La primera acción combativa la depara a D’Iberville un
botín fastuoso: en la antillana isla de Nevis logra diezmar a
los ingleses y ocuparles una flota de veinticinco navíos
cargados de mercancías. Perseguido implacablemente por dentro de
los cañaverales, adonde ha huido en desbandada, el gobernador de
esa colonia británica se rinde junto a cuatrocientos cuarenta
oficiales y soldados.
El golpe es tan contundente, que hace cundir
el pánico en todas las posesiones inglesas del Caribe,
así como en la costa atlántica del continente: desde la
actual Venezuela hasta Terranova.
Sorteando con maestría al enemigo, que
trata infructuosamente de bloquearla en el mar, la escuadra francesa –
reforzada con los buques apresados en Nevis – se dirige a la costa
norte de Cuba, siguiendo el plan previsto.
El 13 de mayo de 1706, la flota llega a San
Cristóbal de La Habana. El momento es particularmente
difícil pues, agitados por emisarios provenientes de la Jamaica
inglesa, los habaneros se muestran muy hostiles a la presencia de
marinos franceses en el puerto. Ya a comienzos de ese año, el
gobierno de don Luis de Chacón y don Nicolás Chirino –
gobernadores militar y político, respectivamente – había
dominado la situación publicando un bando que prohibía a
los ciudadanos salir de sus casas desde las doce de la noche en
adelante... so pena de sufrir destierro a La Florida, cuyos pantanos
tenían una reputación siniestra.
Así las cosas, llega a la Isla el nuevo
Capitán General, Pedro Álvarez de Villarín, quien
logra calmar la efervescencia contra los franceses y se dispone a
cooperar con D’Iberville. El proyecto del canadiense enseguida le
seduce y decide respaldarlo ofreciéndole su mejor navío,
que debe regresar pronto de Veracruz con una tripulación de
trescientos marinos. Por su parte, el conquistador de Terranova y
fundador de Luisiana, está convencido de que, con el apoyo
español, Nueva Inglaterra será barrida de los mapas.
Entonces, podrá regresar a Montreal, su ciudad natal, como un
libertador.
Alianza y muerte
En el Castillo de la Real Fuerza,
los dos hombres traban amistad y sueñan con el triunfo de una
gran alianza franco-española que transforme toda la
época. Juntos descubren la vida habanera, sus colores, sus
sonidos... en una época en que la villa es más que nunca
el corazón de las Américas, formidable puerto de entrada
a un continente en plena ascensión.
Pero el 8 de julio de 1706, el sueño de
los aliados termina en forma tan abrupta como misteriosa. Ambos son
atacados por las atroces fiebres del Mal de Siam.
D’Iberville agoniza en su navío,
rodeado por sus más fieles compañeros. Un silencio
lúgubre ensombrece el puerto habanero y sus aguas repletas de
barcos franceses con las velas desplegadas. Al mismo tiempo, en sus
habitaciones del Castillo de la Real fuerza, Villarín es
atendido por médicos y amigos, que asisten impotentes a su
horrible sufrimiento.
El 9 de julio, las campanas de la Parroquial
Mayor doblan anunciando la trágica noticia: De Villarín,
el nuevo Capitán General, y D’Iberville, el famoso jefe de la
flota francesa, han muerto.
El acontecimiento siembra el estupor en la
población. De todas partes acuden los curiosos para ver entrar a
la iglesia los despojos de los dos personajes, cubiertos por negras
telas. A usanza de la época, son enterrados en el interior del
templo, luego de que el obispo auxiliar de La Habana, Dionisio Rozino,
pronuncie la oración de despedida. El acta de sepultura recoge
el nombre de D’Iberville, pero en su variante españolizada:
«El General Don Pedro Berbila, natural del reino de
Francia», puede leerse en el libro IV de entierros de personas
blancas de la Parroquial Mayor (folio 78, número 26), hoy
guardado en el archivo de la Catedral de La Habana. También en
ese libro está consignado, el mismo 9 de julio, la muerte del
Capitán General de la Isla.
Se ha dicho en alguna ocasión que la
muerte de D’Iberville no sobrevino como consecuencia de las fiebres
tropicales. A esa conjetura parece responder una memoria del 30 de mayo
de 1738 que, conservada en los Archivos de los Servicios
Hidrográficos de la Marina francesa, dice textualmente:
«(D’Iberville) murió en ruta envenenado, se ha
dicho, por las intrigas de una nación famosa que temía
tal vecino...»
Conjetura o no, lo cierto es que la
muerte súbita del guerrero canadiense y su extraña
coincidencia con la de Villarín, despejaron el terreno
bélico para las fuerzas inglesas.
Medio siglo después, el 13 de
septiembre de 1759, el general inglés James Wolfe obtiene la
victoria decisiva sobre el general francés Louis Montcalm en los
llanos de Abraham, en las inmediaciones de la ciudad de Québec.
Firmado en 1763, el Tratado de París
confirma definitivamente el fin de la Nueva Francia.
Un año antes, en 1762, los ingleses se
apoderaron de La Habana por once meses y, a cambio de su
devolución, Carlos III tuvo que cederles La Florida.
Tomado de Opus Habana, Vol.
III, No. 2, 1999, pp. 58-62
Louisiana,
New Orleans y D'Iverbille
Luisiana se convirtió en
colonial real francesa (es decir, en colonia bajo el control directo
del rey de Francia) en 1699. Pierre Le Moyne, Sieur d'Iberville
fundó una colonia francesa en lo que hoy conocemos como Ocean Springs,
Mississippi, la cual fungió como capital de la Louisiana hasta
1702. Más tarde ese mismo año la capital pasó a
Fort Louis de la Mobile, donde se encuentra hoy Mobile, en Alabama.
Iberville fue el gobernador de la colonia hasta su muerte en 1706,
pero, como ya sabemos, estuvo ausente de Louisiana desde 1702
En 1712 Louisiana se convirtió en
colonia controlada por comerciantes, consediendósele derechos
exclusivos a uno de ellos, llamado Antoine Crozat. En 1717 sus derechos
comerciales fueron transferidos a John Law, un promotor financiero de
Escocia en París. Law inició un esquema de inversiones
para colonizar la Louisiana.
En 1718 el gobernador de Louisiana comenzó a
construir lo que es hoy New Orleans. Él fue Jean-Baptiste le
Moyne de Bienville, hermano de Iberville. New Orleans se
convirtió en capital en 1722. La ciudad fue nombrada Orleans en
honor a Felipe II, duque de Orleans, quien era el regente de Francia al
ser fundada la ciudad.
La Habana y New Orleans, víctimas de huracanes. Las costas
vuelven a ser
reclamadas por el mar. Nada extraño geológicamente, pero
devastador para
los que viven en el presente del evento. Pobreza en ambas ciudades, y
terribles situaciones sociales que emergen para mostrarnos qué
anda mal
en ciudades tan queridas. Tendremos todos que ser muy creativos para
imaginarnos soluciones duraderas para nuestros pueblos.
Emilio
Bejel
Excelente idea las de unir a La Habana y New Orleans. Otra prueba del
espíritu solidario de la revista. Mis bendiciones para las dos
ciudades y su gente. Ojalá que las heridas del tiempo - y otras
que prefiero no mencionar ahora - encuentren una cura pronto, antes de
que sea demasiado tarde.
Roberto y Larisa, de Miami
Viví diez años en New Orleans y estamos todos en mi
familia completamente devastados. No puedo evitar mirar a esa ciudad
que me abrió los brazos y sentir que algo mío se
perdió también bajo el agua. Es como haber perdido La
Habana por segunda vez. Abrazos para todos.
Julia Ramírez,
Chicago
Alexander
Milne
¿Sabías que otra de las interesantes
conexiones - si bien en este caso indirecta, pudiera decirse - entre La
Habana y New Orleans es a través de Alexander Milne (Escocia,
1742 - New Orleans, 1838). Milne llegó a New Orleans en 1790, y
se enriqueció haciendo ladrillos, puesto que la ciudad estaba en
pleno proceso de reconstrucción luego del devastador incendio de
1788. Gastó gran parte de su dinero en la compra de pantanos,
pensando que un día serían valioso. Al morir a los 94
años poseía 22 millas de propiedades junto al lago
Ponchartrain, las cuales se extendían desde la parroquia de
Jefferson hasta las Rigolets (una serie de islas en el Golfo de
México, cerca de la Luisiana). Milne bautizó varias
calles de New Orleans, entre ellas la de Havana Street (o calle Habana), que
todavía existe. Gracias, pues, también a Milne, La Habana
- si bien en modesta medida - se abrió paso en el corazón
de New Orleans.
La
dirección de José Martí en New Orleans
Debido a las impertinencias - forzoso nos es decirlo - de
muchos de nuestros lectores, quienes insisten, no obstante el silencio
con que implacablemente respondemos a sus cartas, en que hagamos
pública la dirección del señor José
Martí -- por cierto, una de las figuras más distinguidas
de la emigración cubana en New Orleans - hemos decidido - a
pesar de no contar con la
venia del susodicha colega - hacer pública la dirección
donde éste recibe su correspondencia. "De cualquier modo en
N.O", nos decía Martí en un mensaje suyo, "si no muero,
dejaré al día toda mi correspondencia, Y Vd [continuaba]
me acusa recibo de cuanto llegue para mí, y me mantiene activa
la gente con sus respuestas. Cuanto deba yo hacer, y noticias de V.
constantes, mándemelas a:
S. S. Capillon D.D.
"para J. Martí"
St. Ann. bet. White and Broad St.
N.O.
Rogamos al señor Martí tomar con
filosofía esta pequeña indiscreción que para nada
compromete sus planes de "guerra necesaria". Pero el caso es que ya no
sabemos qué hacer para que los lectores pongan fin a sus
impertinentes indiscreciones.
Redacción de La
Habana Elegante
North Rampart St. N. O., LA 70116
Estimados señores de La Habana Elegante
Gracias a todos por mantener vivo ese querido pedazo de Cuba
que es La Habana. Esta noche, al darle las vueltas a la ceiba, pido a
Dios por el éxito de la revista y por mis sufridos compatriotas
habaneros, tanto como por el maltratado pueblo de New Orleans.
Julia Collazo, Fort
Laudardale
Boicot contra Agustín
de Macarty, alcalde de New Orleans
New Orleans, 1817. Patria y La Habana Elegante - para que
después no se diga por ahí que no somos
patrióticos - se han unido al clamor popular de la colonia
cubana en esta ciudad de New Orleans que exige que el señor
alcalde sea removido de su puesto por proferir insultos a nuestra
comunidad y, dicho sea de paso, a todos los latinos de este país
(que Dios bendiga - o bendice - según se traduzca). Hace
sólo unos días, el señor Augustin Francois de
Macarty afirmó que el brote de fiebre amarilla que está
haciendo estragos en New Orleans llegó a la ciudad con un grupo
de balseros cubanos. Por esta razón, Patria y La Habana Elegante
han convocado a una marcha del pueblo combatiente que tendrá
lugar alrededor de la Plaza de Armas (o Jackson Square, como
todavía le llaman los ignorantes) a fin de poner de manifiesto
nuestra indignación por ofensas a nuestra raza.
Quiero unirme a los demás lectores de la revista para expresar
mi solidaridad con Nueva Orleans y con La Habana. Esta noche hay que
celebrar que, a pesar de todo, tengamos todavía con nosotros a
las dos ciudades. Mucho cariño y a aguantar fuerte.
Pedro Santiago,
Orlando, Florida
Louisiana
from Havana. Así se titula la
nueva melodía que está haciendo furor a ambos lados del
Atlántico. Se trata - para decirlo en palabras de su
simpático compositor - de "A Negro Sensation". Ustedes
interprétenlo como puedan. Frank T. Faircloth (Ropa Justa, o con
Justicia), quien es el creador de la letra, afirma haber quedado
complacido con la melodía aportada por Isidore Fenster. Este
numerito musical ha sido todo un exitaso, particularmente en las voces
inimitables de Edwin Stevens, Conchita la exiliada, Irene Franklin y,
Celine Dion, Omara Portuondo, Annia Linares y
Walter J. Talbot, entre otros.
Louisiana from
Havana se ha convertido, por derecho
propio - tanto como por los cachivaches del mercadeo - en la tonada de
moda de los más exclusivos hogares cubanos en el exilio (en el
de aquí, y en el de acullá).
La canción ha captado, en lo más
profundo, la negritud sensacional - o la sensación de negritud -
que anida en el alma sensacionalista de las blanquísimas damas
de la culta, exquisita y moderna sociedad cubana de estos tiempos.
Lo más maravilloso es comprobar, una vez
más, que la cultura, el talento, y la verdadera
inspiración, saltan por encima de las barreras de la
geografía. Sólo así nos explicamos que artistas nonatos (que no es lo
mismo que innatos) cubiches
pudieran haber expresado lo más recóndito
de "A Negro Sensation".
La ingeniosa presentación del nuevo ritmo, a
cargo del artista Rufino Esmís, rebosa buen gusto, colorido y
sabor patrio. ¿Qué me dicen de las palmitas que se ven al
fondo? ¿Verdad que están monísimas? Todo - las
palmitas, la damisela, el galán post American intervention -,
todo contribuye a crear ese aire de autenticidad de lo nativo. Nada,
queridos amigos, que estamos ante una verdadera sensación, todo
un arrebato lírico de cubanía. ¡Y eso que se les
olvidó la matica de cocos!
Adolfo de Avellaneda,
crítico de arte de Patria y
Ma(t)racas, revista post-moderna.
Oyá,
la del rostro escondido,
Juan Carlos Quintero
Herencia, Maryland
Oya, la del rostro escondido,
la que le evita a esta mata su furia.
El huracán es su diatriba y su abrazo con Yemayá.
Usted que, de tantas Antillas, ha hecho su cementerio,
(el sonero mayor ya grita: Jécua Jey)
reciba mi addimú con respeto.
Los que se reúnen en torno a ella embelesen la mejor de las
brisas.
New
Orleans y una exiliada cubana
Alicia
Aldaya
Noviembre de 1959. Llegaba a New
Orleans conteniendo las lágrimas. Cesar Alberto, mi hijo
adolescente, me tomó del brazo comprendiendo o intuyendo mis
esfuerzos por lograr la serenidad necesaria de jefe de familia con dos
hijos a su cuidado. De Miami a New Orleans cada kilómetro;
mejor, cada milla, me alejaba de Cuba a la que me hallo unida por no se
cuantas ancestrales razones y un hondo sentir. Ya extrañaba la
atmósfera transparente, el cielo azul y el voluble mar de mi
isla. Sentía mis raíces adoloridas.
Desconocía la ciudad, pero asociaba su
nombre a las luchas por la Independencia cubana. Especialmente,
al nombre de Narciso López. Sabía que la Habana y New
Orleans tenían en común color, alegría,
música y también las limitaciones o desdichas de haber
sido colonias.
Empezó a decursar el tiempo, ese amigo
– cómplice o enemigo implacable. En el invierno especialmente
frío de 1960 hubo en la ciudad una explosión de color:
las azaleas y las camelias anunciaban una pujante primavera, para
mí, diferente. ¡Como se distinguía una
estación de otra! Admiré la diversidad en el color de las
azaleas, la delicada perfección de las camelias, el verde-abril
de las hojas nuevas y la blancura inmaculada de las magnolias. La
belleza del entorno natural mitigó un sombrío paisaje
interior: el de Playa Giron.
Cuando conocí la avenida St. Charles la
hallé diferente y el paso de los tranvías algo en
común con mi infancia, mi niñez feliz. Con frecuencia
caminábamos por esta avenida y era inevitable admirar el encanto
de sus jardines y casas. Este era el escenario donde la
imaginación adivinaba felices encuentros y trágicos
desencuentros. Una pequeña y acogedora biblioteca me
brindó el gratuito e inmenso placer de volver a los libros, mis
amigos - oasis de siempre.
Otras veces recorríamos el Barrio
Francés. Mi madre prefería la calle Royal, quizás,
algunas antigüedades le recordaban su viejo Camagüey y la
casa de la Plaza Mayor. Mis hijos buscaba golosamente donde comprar doughnuts o el helado prometido. La
profusión de los balcones de hierro del Barrio Francés,
verdadero trabajo de artesanos , la riqueza y la diversidad de su
arquitectura hacen de New Orleans una ciudad inconfundible.
En otra ocasión, mi pequeña
familia cubana conoció el poderoso Mississippi, y el “old man
river”. .. “tired of living”... “afraid of dying”... nos hechizó
con relatos de antaño. En un prolongado silencio sellamos una
recíproca empatía. Sentía que en sus cambiantes
aguas dejaba una emoción para que otros a lo largo de los siglos
percibieran la presencia y la nostalgia de la inmarcesible
cubanía.
La Habana acaba de sufrir el embate del huracán Wilma, es decir,
otro de los muchos huracanes que no han dejado de abatir su fuerza
sobre la ciudad. He visto fotos impactantes, las olas gigantescas
empeñadas en hacer trizas la arrogancia del Morro. Son
fotografías que me entristecen, pero que también me
ofrecen un extraño sentimiento de seguridad: después que
hayan pasado todos los huracanes, y de que incluso hayamos pasado
nosotros, La Habana segurirá en su puesto. Al darle las tres
vueltas a la ceiba virtual de La Habana Elegante, brindo por una
revista que ha sabido mantenerse ya ¿por cuántos
años? Seguramente animada por el espíritu de la Ciudad.
Bendiciones para todos.
Mario Treviño,
Los Angeles
Un
habanero en New Orleans
Francisco
Morán
Recuerdo que llegué a New
Orleans el 9 de noviembre de 1994. Junto a Pedro Luis Ferrer,
Wilfredo
Cancio, y José A. Évora, debía participar en un
simposio sobre cultura cubana patrocinado por el Roger Thayer Stone
Center for Latin American Studies, el Departamento de español y
portugués, el Communication Department y el Film Studies
Program, de la Universidad de Tulane.
Llegamos a la ciudad al anochecer, y apenas el
carro dejó atrás el downtown y entró en las
intimidades del barrio francés, tuve la impresión de
haber llegado a un sitio familiar, y, al mismo tiempo, extraño.
Guardo de esos primeros instantes una serie de imágenes
fragmentadas, que pasan veloces y desaparecen con sólo
evocarlas: las calles llenas de gente, los bares abiertos, las luces y
la música mezcladas al olor de los mariscos, de las especies.
Sé que reproduzco el cliché de la New Orleans que suele
venderse, limpiamente envasada, en los souvenirs que uno puede comprar en
cualquier rincón de la ciudad: la New Orleans perfectamente
recortadita contra el fondo oportuno – y oportunista – de un courtyard de atrezzo, higienizado
con 409. Y, sin embargo, ¿cómo negar que muchas esquinas
del Barrio Francés conservan ese aire de postcard, de encuadre
fotográfico fin-de-siècle,
de nostalgia ready-to-go? ¿Cómo explicar esa nostalgia
que lo invade todo, que me invadió al caminar por primera vez
por quién sabe cuál de sus calles? Caminar por una ciudad
que
no existe, desaparecida; perderla incesantemente con cada mirada,
quizá porque estaba empezando a amarla desde La Habana, desde
esa otra ciudad imposible. No; yo no estaba buscando a La Habana en New
Orleans, ni tampoco quería encontrarla allí,
fácil, sino que, por el contrario, yo sabía que estaba y
que quería estar en otra parte.
Pero entonces, ¿cómo explicar esa mirada de
huérfano, de desheredado que New Orleans
puso, dejó en mí para siempre? ¿Cómo
explicarles a los amigos que el huracán no pudo quitarme nada,
porque yo lo había perdido todo; que había visto ya
hacía mucho tiempo deshacerse la ciudad, perderse en el agua su
cerveza amarga, sus parques, sus calles, como si todo no hubiese sido
sino un espejismo?
Pero hay, desde luego, otra New Orleans – como
hay también otra Habana. No la del tranvía llamada deseo,
sino la del horror: un horror culpable, que no viví – que no
tuve la desdicha de vivir – pero que estaba ahí. También
en ese horror – o quizá principalmente en él – hay que
buscar la razón de lo sucedido. Los negros, los pobres – esos
que nunca salían en las postcards
y souvenirs – empezaron a
salir de pronto de todas partes. Y empezaron a doler. A doler, y a
heder. Pero no eran ellos, sino nosotros, los que hedíamos. Lo
que había empezado a heder era el silencio culpable, los golpes
de pecho hipócritas, las mascaradas políticas, las
complicidades. Por eso esta noche, al pie de dos ciudades desaparecidas
vengo a dejar
mis dos gratitudes. No a todos les es dado – como a mí – la
fortuna de dos orfandades, de haberlo visto arder todo, pero de haberlo
visto todo, al fin y al cabo.
Louis
Moreau Gottschalk (New Orleans, 1829 - Tijuca, Brasil, 1869)
La vida y obra del notable
compositor y pianista norteamericano Louis Moreau Gottschalk es otro de
los vínculos culturales entre New Orleans y La Habana. Habiendo crecido en contacto con los ritmos criollos y
afro-caribeños, Gottschalk debutó (informalmente) en 1840
en el recién inaugurado Hotel de San Carlos. En las notas al
programa se le presentó como un "joven criollo", y su primera
presentación en público fue todo un éxito. En
Europa, Gottschalk consolidó su fama de pianista virtuoso,
y Federico Chopin llegó incluso a predecir que
aquél sería uno de los pianistas del siglo. Franz Lizst
lo llamó el "Alcibíades del piano". En 1853,
regresó a los Estados Unidos, y al año siguiente
viajó a Cuba, donde vivió por un período
prolongado.
Una de las piezas más famosas de
Gottschalk - The Clown -
corresponde a su período habanero (su primera
interpretación tuvo lugar en 1863). A menudo, esta obra ha sido
considerada como una anticipación del ragtime y del jazz. Otra
de las piezas importantes del compositor norteamericano es su Sinfonía de la noche de los
trópicos, la cual tuvo su estreno en el teatro
Tacón, de La Habana, en 1861. En 1990 el Ballet Nacional de Cuba
estrenó a su vez su Sinfonía
de Gottschalk, ballet que incluye dos secciones de dicha
sinfonía: La noche y Fiesta criolla.
Blue
and Black
José Prats Sariol
Imagino una conversación
entre un negro de Nueva Orleáns y otro de La Habana vieja, tras
ciclones 2005. ¿Coincidencias? ¿Paradojas? ¿Rumbas
hacia dónde? Imagino una crónica de Julián del
Casal y de la Lastra sobre este encuentro ─ en el tono de la que
escribiera sobre el capitán general Sabas Marín ─ y la
cara de Enrique Hernández Miyares cuando la lee. A lo mejor los
dos negros deciden buscarse una máscara japonesa, que
Rubén Darío les envíe una remesa familiar, estafar
a puro exotismo la curiosidad de un CNN o Reuter, inventar hasta
mañana… Los dos le dan la vuelta a la ceiba del Templete, piden,
nadan
François
Lacroix
François Lacroix fue
probablemente el negro más adinerado en Nueva Orleans durante
los años que precedieron a la Guerra Civil. David C. Rankin, en
un ensayo sobre el liderazgo de los negros libres en New Orleans,
afirma que las propiedades de Lacroix en 1861 se valoraban en $242,
570.
De acuerdo con su certificado de matrimonio de
1832, Lacroix era nativo de Cuba, posiblemente hijo de padres
dominicanos que habrían salido huyendo de esa isla durante la
insurrección de esclavos de fines del siglo XVIII y comienzos
del XIX. El mismo Lacroix, sin embargo, era propietario de esclavos.
Hay un testimonio de su hermana, de 1877, que menciona a siete hombres
y mujeres como esclavos de Lacroix. Su
condición de esclavista no le impidió a Lacroix, sin
embargo - ¿adivinan? - ser un filántropo.
¡Cómo lo oyen! Los documentos existentes muestran
que él fue fundador de la Société
Pour L'education
des Orphelins des Indigenes del tercer distrito y de la Société de la
Sainte Famille. La primera
organización aquí mencionada trabajó por
el éxito de la escuela de huérfanos, asegurada por
voluntad testamentaria de Marie Couvent. La segunda asociación,
fundada por Henriette Delille, también velaba por los
necesitados y por la educación de las muchachas de
New Orleans. Esclavista y filántropo, o sea, todo un ejemplar de
la modernidad. Como si dijéramos un amigo o un vecino del barrio.
Lacroix se inició en los negocios como
socio en la firma de Cordeviolle y Lacroix, en la calle Chartres.
Etienne Cordeviolle, también un negro libre (aunque de
ascendencia italiana), manejó una tienda de suministros por
muchos años antes de unirse a Lacroix. El encabezamiento de una
cuenta de gastos proclamaba que la firma tenía siempre
disponibles "los artículos importados, más
elegantes y a la moda,
para caballeros."
La
Habana - New Orleans - La Habana - New Orleans
Ernesto A. Boudet
Como
a todo emigrante, la adaptación a un nuevo país, una
lengua, costumbres y cultura diferentes, fue muy difícil para
mí, pero la ciudad de New Orleans me facilitó grandemente
esta adaptación. New Orleans, con su tremenda influencia
española, su "Barrio Francés" - que, en realidad es
español, pues su arquitectura es colonial española,
así como el nombre de muchas de sus calles, como la
originalmente llamada Calle Real,
hoy Royal Street - su Plaza
de Armas, su Cabildo, su Catrdral, la más antigua catedral
católica en los Estados Unidos, en fin, todas estas cosas me
hacían, y me hacen recordar a mi Habana. Caminar por el Barrio
Francés es como caminar por La Habana Vieja.
Además de todo esto, lo más
importante es su gente, afable, amistosa, hospitalaria y, sobre todo,
alegre, características que adornan también a mi gente
habanera.
New Orleans también tiene sus carnavales que, aunque no son
exactamente como los de La Habana, la alegría y diversión
de la gente de esta ciudad en Mardi
Gras, es comparable a la de los habaneros en tiempo carnavalesco.
Una de las cosas que mas añoro de mi
Habana es su malecón. El mar siempre ha tenido una gran
influencia en mí. Siempre que me sentía triste o
deprimido, solía sentarme en el muro del malecón
habanero, y el ruido del mar al golpear las rocas de la orilla, siempre tenía un efecto
tranquilizante en mí. Aquí no tengo mar, pero
descubrí un pequeño lugar, mi sitio secreto, a la orilla
de una zona silvestre del río Mississippi, cerca de mi casa,
donde voy cuando me siento triste o nostálgico. Me siento
allí y, cerrando los ojos, el sonido del agua del río al
golpear la orilla, me trae a la memoria el sonido del mar en mi
malecón habanero. Otra cosa es el olor a humedad de esta ciudad
cuando llueve. Recuerdo que, recién llegado a New Orleans, un
día, paseando cerca del Barrio Francés, con una de mis
hermanas, su esposo, mi madre y mi sobrinita - que entonces
tenía sólo cuatro añitos -, después de
haber llovido, de pronto la niña le dice a la madre: "Mira mami,
huele a Cuba".
Por todas estas cosas que unen a New Orleans
con La Habana, es que vivo enamorado de esta ciudad, que ahora quiero
más en estos momentos en que sufre, como sigo viviendo enamorado
de la ciudad que me vio nacer, mi Habana que añoro.
New Orleans, 11 de noviembre
Abre
sus puertas un nuevo café en New Orleans
Los
Avilés-Quiñones se dan bon-ton
Bautizado como Bon-ton Café, acaba de abrir
sus puertas en esta ciudad un nuevo
centro de encuentro para la juventud elegante. Según sus
dueños - los ilustrísimos señores A. Commander y
Co. - el Café Bon-ton
(se pronuncia justamente así: Bon
- ton) está llamado a
convertirse en el lugar más fashionable
de todo New Orleans. Nos aclararon, por cierto, que no son franceses, y
que el apellido con que se identifican a sí mismos es
sólo para darse tono, y de paso estar a tono con el Café.
Proceden, en cambio, de una familia arruinada de Puerto Rico: los
Avilés-Quiñones, quienes, no solamente no eran
dueños de ningún Café, sino que raras veces les
alcanzaba lo que ganaban vendiendo los libros de Letras Cubanas para
tomarse un café. De esa familia empobrecida por la guerra -
además de por las Letras Cubanas - salió la sin par
Alicia Avilés Quiñones, quien, según se dice,
protagonizó una dramática estampida en San Juan al gritar
- desde la lanchita de Regla que había sido secuestrada en La
Habana y pasaba casualmente cerca de las costas de Borinquen: "As God
is my witness, I swear I will never be hungry again! Dicho y hecho. La
Aventurera - como ya se la llama en los estudios
cinematográficos de México, a donde ha llegado su fama -
embarcó; o mejor, embalsó,
y esta vez fue a parar a New Orleans. No tengo que contarles lo que
sucedió después. Me limito a mencionar, por orden de
aparición, las calamidades que tuvo que enfrentar: 1) encuentro
con Francisco Morán (el trauma, según los médicos,
le dejó huellas más profundas que las de un bolero); 2)
la presidencia de George W. Bush (quien, para colmo de males,
reenganchó) y 3) Katrina (que no hizo sino concluir el trabajo
realizado tan tesoneramente por tantos siglos de historia). De modo que
la Avilés-Quiñones llegó a la conclusión de
que quizá su problema era ontológico, y decidió
optar por un apellido de origen francés (o patuá, que no es lo mismo,
pero es igual). El Café Bon-ton
está ganando tanto prestigio - ¡quién lo
diría! - que ahora Avilés Quiñones, alias Commander, está en
conversaciones con un negociante de dudoso origen - José Quiroga
- quien le ha pedido viajar a Atlanta para un casting. Parece que quieren hacer
un filme sobre la vida de Alicia. No; no me pregunten por el
título, que no lo sabemos con seguridad. Nos han llegado
posibles títulos, pero ninguno es de fiar. Aquí van dos: Gone with the wig y É - mory d'amour
(título éste último entre operático y
cibernético,
como pueden ver). Mientras tanto, el Café
Bon-ton sigue siendo frecuentado por una trulla de cubanos
renegados, dominicanos desdomingados, salvadoreños que ya no se
creen el cuento de la Salvación, y puertorriqueños
des-encantados (o sea boricuas que han perdido de vista a la Isla del
Encanto), etc
La Habana, sueño de artistas y poetas,pueblo de música,
tabaco y ron.Quien recorre tus calles y conoce a tu gente arremete
contra el corazón para nunca olvidarte.
Rafael Perez, cirujano. Costa Rica
Origen
de la palabra huracán
Colaboración de María
Teresa Villaverde Trujillo
Huracán
es un término típicamente antillano. Una
contribución de la cultura originaria del Caribe y de Cuba, al
mundo y a la Meteorología en particular. “Sus habitantes
taínos gritaban "huracán" para designar cualquier
fenómeno de viento y lluvia”, así lo hizo notar el fraile
Bartolomé de Las Casas, sin saber que tal palabra
llegaría atemorizar a todas las sucesivas generaciones..
(varias definiciones)
La palabra huracán es de origen
taíno y quiere decir "Centro del Viento" (Hura = viento, Can = centro)...
La palabra huracán
es de origen indígena nombre que daban los nativos de las islas
del Caribe a un dios o fenómeno ...
Hurakan,
el Hacedor, Corazón del Cielo, en la historia de la
creación Maya -- es el origen de la palabra huracán. El Huracán
se reconoce como un Creador porque como resultado de su fuerza
destructiva se creó la tierra de las aguas desplazadas que no
fueron diseñadas y construidas para resistir las fuerzas
producidas...
La palabra huracán
es de origen arauaco, directamente relacionada con la lengua que
utilizaban nuestros primitivos pobladores...
Juracán
era el nombre de una deidad aborigen asociada a las tormentas, que data
incluso de antes de la llegada de los europeos al archipiélago...
Huracán
es un viento tropical de gran velocidad (118 Km. / hora)...
Huracán,
fenómeno que se traslada girando con extremada velocidad...
El
término ciclón
Colaboración de María
Teresa Villaverde Trujillo
proviene del griego kyklos,
que significa algo así como la cola de la serpiente que se
enrosca. La palabra ciclón
fue propuesta para su uso, en 1859, por el inglés Henry
Piddington, presidente de la Corte Marina de Calcuta, en la India.
Técnica de
radiosondas
Cuando el ciclón de octubre
de 1944 se hizo sentir en la isla de Cuba, ya los habaneros habían recibido la
noticia del primer lanzamiento de la técnica de radiosondas en
el Observatorio Nacional, en Casa Blanca, La Habana, que tuvo lugar a
las 10:00 hr (local) el 8 de septiembre de 1944. El contexto
histórico creado por la Segunda Guerra Mundial influyó
decisivamente en el proceso de introducción de la técnica
de radiosondas. El primer experto cubano en radiosondeos
atmosféricos fue el ingeniero Luis Larragoiti Alonso, quien a lo
largo de su vida ocupó diferentes responsabilidades en el
Servicio Meteorológico, entre ellas la de Director del
Observatorio Nacional. Así que el huracán de octubre de
1944 fue el primer fenómeno atmosférico para cuyo
pronóstico se usaron datos aerológicos procedentes de
radiosondas lanzadas desde el Observatorio Nacional.
Cuba fue el segundo país
latinoamericano – después de México - en disponer de este
novedoso sistema de investigación
En las fotos que acompañan esta
información podemos ver el antiguo "Edificio de
Aerología", del Observatorio Nacional, en La Habana. Se observa
el domo destinado a la antena de la rawisonda
o rawin. La foto es de los
años 1950s. En la foto que le sigue encontramos a Luis
Larragoiti y José C. Millas, ingenieros y técnicos,
analizando un mapa del tiempo en el Observatorio Nacional, en 1947.
Nostalgia
habanera
(del fallecido Bobby Collazo y popularizada por Rolando
Laserie)
Siento la nostalgia de volver a ti
mas el destino manda y no puede ser
mi Habana, mi tierra querida
¡cuándo yo te volvere a ver!
Habana...
como extraño el sol indiano en tus tardes;
Habana...
como sueño con mi hamaca entre tus palmas;
Habana...
yo no sé si volverán aquellos tiempos,
y cuando buscaba tu luna por el malecón
¡Ay, mi Habana....!
¡Cuánto anhelo regresar y ver tus playas!
Habana...
Y volver a ver tus calles sonreir....
Habana.....
A pesar de la distancia no te olvido
Habana...
como siento la nostalgia de volver.
Como bella princesa que se asoma al mar azul
para verse retratada en sus aguas, rodeada de palmas y olorosas flores,
así es MI HABANA QUERIDA, la más hermosa, la soberana, la
sandunguera, la que sonríe, la que no llora, la que ni una queja
escuchar.
MI HABANA, que en sus mañanas entre el
trasiego de caminantes se cuela el aroma del café y se despierta
el manisero. MI HABANA llena de luz y color con sus noches de
lánguidas lunas que se mueren de amores en el malecón.
MI HABANA que canta, que arrolla, que vibra;
la de los tambores, la de Celia Cruz, la de las mulatas de cintura
fina, la de los piropos, la de la alegría, de playas preciosas
de arena tan fina que parece azúcar; la del sol ardiente, la del
Floridita, la de Tropicana, de rumba y bolero.
¡MI HABANA, MI HABANA, MI AMOR...!
Martha Pardiño,
Miami, Florida
Paseando
por la Calle Royal de New Orleans
Para muchos de los que llegan por
primera vez al Barrio Francés
de New Orleans, la
magia empieza en Royal Street
(o Rue Royale – Calle Real), el bulevard que
encierra mucho del pasado, y que constituye un paseo obligado para los
amantes de la historia y de la arquitectura. La Calle Real atraviesa
todo el Barrio Francés, desde la Calle de Canal (Canal St), hasta el otro lado de la
Catedral de San Louis, en la Plaza Jackson. Aquí uno encuentra,
prácticamente intacta, una cadena de edificaciones criollas
magníficamente preservadas que datan de principios de los 1800s.
Si avanzamos río arriba (hacia Canal Street) en Royal Street uno
encuentra LaBranche House (700
Royal) con sus pisos e hileras de balcones con encajes de hierro, el
sorprendente Court of Two Lions
(541 Royal), construido en 1798, y The
Merieult House (533 Royal), la casa más antigua de Royal
Street (1792) y puerta de entrada a The
Historic New Orleans Collection (http://www.hnoc.org). El THNOC es un complejo de
edificaciones y patios históricos que ofrece a los visitantes un
fascinante vistazo a un tiempo ya ido.
Todavía un poco más hacia abajo,
en Royal, uno puede ver la rica artesía de los balconados de hierro de la Coudreau Mansion (427 Royal) y el
lugar donde se inventó la combinación (437 Royal) antes
de que llegara al imponente edificio de la Corte Municipal (400 Royal). Una
cuadra completa de antiguos hogares y negocios criollos fue arrasada en
1908 para construir ese edificio, lo que suscitó preocupaciones
por la necesidad de preservación del French Quarter. Aún
así, su aspecto majestuoso y finos detalles, hacen del edificio
de la Corte Municipal una belleza arquitectónica por derecho
propio.
Algunas de las más elegantes
innovaciones de hierro en el French
Quarter se encuentran en el viejo Banco de los Estados Unidos (343
Royal), que data de comienzos de los 1800's (la mayor parte de los
trabajos de hierro en el French
Quarter se
hizo de hierro forjado, y esto se remonta a los 1850's, cuando este
tipo de ornamentación se popularizó rápidamente).
También es de notar, al final de este tramo de Royal, el Bank of Louisiana (1826, 334 Royal),
y que ahora hospeda la Vieux Carre
Commission y la estación de policía.
Hemos hecho un paseo virtual por la mitad de
una de las más cautivadoras avenidas del Barrio Francés.
Ahora atravesaremos su extremo superior, el cual –
característicamente desordenado a la manera de Nueva
Oreláns – nos obliga a movernos río abajo.
Yendo por la dercha, luego de alcanzar Royal
desde la Catedral, uno descubre la magnificente y criolla Dejan House (824 Royal), la cual ha
cambiado muy poco desde su construcción en 1813. La
espléndida Cornstalk Fence
(915 Royal) se yergue en eterno tributo al hombre que, en los 1850s,
commisionó la reja para calmar la nostalgia por su tierra que
sentía su esposa, oriunda de la región central de los
Estados Unidos. Poco después, su hogar se incendió, y fue
reemplazado por el hotel actual, el cual ofrece un adecuado contrapunto a la belleza de hierro de la
cerca. En el 934 de Royal se encuentra el hogar de P.G.T.
Beauregard, General de la Guerra Civil, quien vivió aquí
con su hijo después de la guerra.
Un poco más adelante encontramos, en el
1132 de Royal, la Gallier House
(http://home.gnofn.org/~hggh), una fabulosa estructura construida en
1857 que ahora acoge una extraordinaria colección de muebles y
accesorios decorativos de los 1860's. En el borde mismo del Barrio, en
la esquina de Esplanade y Royal, encontramos la Gauche Villa, una suntuousa
mansión italiana construida en 1856. (Cuando el Barrio
comenzó a abarrotarse, los criollos ricos construyeron muchas
mansiones junto a la Avenida de Esplanade Avenue, allí
donde, río abajo, tiene su frontera el French Quarter.
Paseando Royal abajo, les hemos presentado
mucho, pero no todo, de su pasado cultural. Sin embargo, aún con
su magnificencia, Royal representa una mera fracción del
esplendor del Vieux Carre. Las
joyas arquitectónicas están, en verdad, esparcidas por
todo el Barrio Francés. En este sentido, especial mención
requiere el viejo Convento de las
Ursulinas (http://www.accesscom.net/ursuline) en 1112 Chartres.
Construido en 1727, es, posiblemente, la edificación más
antigua en el valle del Mississippi. Su reto es el Louisiana State Museum, en 632
Dumaine, que fue edificado también en 1727 y reconstruido o
reparado después del fuego de 1788.
La
Habana desde una colina
Jesús
Jambrina
La Habana desde una colina
ve el tiempo pasar,
y como un ave llora
por no poder volar.
La ceiba se enrosca
y llega hasta Trinidad
¡Qué cosas tiene la vida:
el mundo se va pa' trá!
Todo pasa y nada pasa
en este juego mortal,
ni dioses, ni humanos
quieren preguntar.
Un chino de Manila,
un negro de Madagascar
un blanco ¿de dónde?
y un mulato de acullá
Se acabó lo que se daba
llegó la hora de soñar.
Columbia, Missouri, 13 de Nov.2005
Nos contaba nuestra madre al acercarse el
aniversario de nuestra ciudad natal .. que al descubrirse el canal de
Bahamas, LA HABANA fue desplazando a Santo Domingo en el tráfico
marítimo que existía entre la metrópoli y sus
colonias en América. Tal fue así que, en diciembre de
1566, el entonces REY se dirigió al gobernador en Cuba
indicándole que el puerto y villa de La Habana sería la
escala principal de las Indias, a donde los navíos que vienen de
ellas así del Nombre de Dios, como de Nueva España y
otros lugares tenían que hacer la consabida entrada a la
bahía...
Mi madre se emocionaba y aun se emociona
cuando nos habla de las páginas de la historia cubana.
Nací en La Habana y abandonamos la
ciudad cuando yo tenía 3 años de edad. No lo recuerdo,
pero mi madre dice que dos días antes de salir hacia el exilio
visitamos este edificio y yo me senté en ese escalón de
afuera, en el que se ve al frente junto a la verja.
Thomas J. Trujillo Jr.
16 de noviembre de 1519. San
Cristóbal cruza una vez más, con todo su halo de
guerrero, por sobre un profundo océano al oeste de la
península ibérica y enclava su paso firme en este
caimán verde, al que de por siempre custodia y navega por el mar
de las antillas.
Surge una llave, se siembra un árbol
como símbolo indiscutible de la vida, de la fe, de la esperanza.
Y que mejor momento para agradecer, por
qué no, a ese ilustre compañero y amigo que esfuerzo en
mano recobra cada rincón, cada pulso de tu historia; que nos
invita cada semana a andar por tus calles y observar cada detalle,
hermosa Habana.
Sirva, pues, este modesto poema que inserto a
continuación, de homenaje y salutación a todos; a los que
nacimos en ti, a los que te habitamos, a todos los que te queremos:
capital de todos los cubanos.
Plaza
de mi Habana ancestral
a Eusebio Leal Spengler
© Jorge Bousoño
González
A esta fiesta de natura extrapolada
llegan Obispo y Baratillo,
los Oficios y la tímida Enna,
O'Reilly y Tacón
-no precisamente de la ardiente flamenca-.
Alfombras tejidas en piedra,
rejas y vitrales que pierden sus catedrales
después de danzar por siglos
en nostalgias, alegrías y sosiego,
estrellas colgadas de cada cielo,
paraísos saludando tu cortejo principal.
Contigo el descubridor y sus Capitanes Generales,
el Segundo Cabo y Santa Isabel,
el Templete y su venerada ceiba,
la altanera Giraldilla coronando la Real Fuerza,
y si te sorprende el suspiro
de un buque en pos del descanso
allá, a lo lejos, nuestro padre redentor
vela sus mandamientos.
¡Vaya brindis con quietud, brisa,
y trinos de lenguas y trópico
abrazándome al instante
en mi nube de mármol!
Ciudad de La Habana, Cuba
poema inédito incluído en
De Viaje - Libro segundo
(1998 - 2002)
Le doy otra vuelta a la ceiba. Esta vez con Tango, mi perro. Tango va
delante, como siempre. Va oliendo la yerba fresca que acaba de nacer
entre las raíces. Tal vez reconoce su olor, tal vez ya estuvo
aquí antes, pero lo más seguro es que busque el
mío, el que dejé no sé cuándo... Tango se
para y me mira, me mira y se para y parece decirme que no me encuentra,
que no he dejado nada, que nunca estuve allí... Le doy otra
vuelta a la ceiba y entonces pido otro deseo.
Jorge Luis Camacho
Ante tus hijos exiliados
y tus hijos adoptivos
aquellos que se quedaron
otros que han partido
en silencio tu sombra alumbra
nuestros sueños y suspiros
Roberto Vega
(boricua, hijo adoptivo de la madre ceiba - la del Templete).
Epitafios
anónimos al pie de La Ceiba
+
vivió
(o extravivió)
Fiel a su nombre:
Castrar
Castrense.
Que dios lo tenga en Su gloria,
ya que aquí nadie lo quiere.
+
Otras tierras ilusas reclaman
— por lo que sale en la tele —
el lastre
de sus ilustres huesos.
Nadie en la Isla se niega a su deportación.
+
Soy inmortal:
gusano no come
gusano.
Eyeli
agoggoún Kulo
Eyeli agoggoún Kulo
Ágguó
agoggoún Kulo
Adiyé agoggoún
Kulo
Akikó goggoún
adyá goggoún Kulo
Alogguó goggoún
Kulo-Gunugú gogguán Kulo
Eyelé cagguó
achai eyele Kagguo aoudi
Ayangrete aya.
Qué Dios bendiga la tierra de nuevo y calme el furor de la
naturaleza para que la paz vuelva a reinar en el globo
terráqueo. No más huracanes, no más terremotos, no
más inundaciones, no más llanto. Qué regresen los
años de la calma a nuestra pobre Madre Tierra. Amén. (Mi
oración va dedicada a New Orleans, a La Habana y al sur de la
Florida).
Mariela A. Gutiérrez
Moran: indigestión de computadora no me permitió estar a
tiempo para dejar mi mensaje en la ceiba del Templete, como he hecho
cada noviembre. Pero de todas formas lo hago ahora. "Uno mi mensaje y
ahí lo dejo, por el regreso de todos los cubanos a su patria"
Saludos.
Henio
Nueva
Orleans y La Habana
Beatriz Varela
Nueva Orleans es un legendario ícono cultural
de los Estados Unidos. Los huracanes Katrina y Rita destrozaron a
Nueva Orleáns con sus vientos e inundaciones. Rezo porque pueda
sobrevivir y ser lo que era antes. Cuando salí exiliada de
Cuba (1961) me fui a vivir con mi familia en Nueva Orleáns. Como
tenía muy presente a La Habana, donde nací y
estudié durante toda una vida, pues Nueva Orleans me
pareció horrible. Pasado el tiempo, me aplatané o, como
se diría en Nueva Orleáns, me acriollé. Hoy
reconozco que las dos ciudades merecen mi cariño profundo.
Físicamente, las dos se caracterizan por las
calles estrechas (La Habana vieja y el mal llamado barrio
francés de Nueva Orleans que tiene tanto de español como
de francés y mucho de criollo). Cuba es una isla y está
rodeada de agua y de hermosas playas. Nueva Orleáns tiene el
lago Pontchartrain y el río Mississippi. Los orleanenses van a
nadar a Alabama y a la Florida, porque Nueva Orleans carece de playas.
Los carnavales que se celebraban en las dos ciudades, eran muy
populares. En Nueva Orleáns se conocían como Madri Gras y desde las carrozas se
tiraban "doubloons" 'medallones' y otras chucherías. En La
Habana solo se tiraban serpentinas, y las carrozas no eran tantas ni
tan pintorescas.
Dos cosas por las que se destacan estas ciudades son
la música y la comida. Nueva Orleans es creadora del jazz y
tiene músicos famosísimos como Luis Armstrong (el nombre
que actualmente ha recibido el aeropuerto de Nueva Orleans), Pete
Fountain y Al Hirt. La Habana, como capital de la Isla, tenía el
mayor número de turistas y dio a conocer la música
cubana, aunque no se hubiera formado en ella. En Cuba nacieron la
guaracha, el mambo, el son, el bolero, la rumba, el chachachá.
Entre los cantantes más conocidos cito a Celia Cruz (fallecida
recientemente), a Gloria Estefan, a Willi Chirinos, a Olga Guillot y a
Benny Moré. Entre los compositores, menciono a Ernesto Lecuona,
a René Touzet, a Osvaldo Farrés y a Julio
Gutiérrez. Ambas ciudades cultivaron la ópera. En Nueva
Orleans cantó Plácido Domingo antes de ser tan ilustre
como lo es hoy día. En La Habana se oyeron y representaron las
mejores óperas cantadas por las mejores sopranos, y coatraltos,
así como los más conocidos tenores, barítonos y
bajos.
La comida de Nueva Orleáns se especializa en
los mariscos. Tienen fama mundial la trucha que se come con mantequilla
"meniere", la trucha "almadine" con almendras y la trucha "blackened"
'ennegrecida'; los camarones "shrimp creole" 'camorones enchilados',
"brocled shrimp" 'camarones hornados' y coctel de camarones, las ostras
Rockefeller con espinacas, las ostras Bienville con queso y las ostras
Fitz Patrich con tocino, pimienta y ajo; el "crawfish" 'langostino' que
crece en el fango. Al "crawfish" le decían en otras partes de
los Estados Unidos "crayfish". Un locutor de televisión, creo
que procedía de Maine, anunció el "crayfish
festival" 'festival de langostinos'. Fueron muchas las llamadas de
protesta, y aunque el infeliz locutor se disculpó de su error,
le costó el puesto. El "crawfish" se comía
"etoufée" salsa con tomate, ají y "cayun sauce" 'salsa
acadiana', y en sopa o al natural. Un arroz que se hizo famoso en Nueva
Orleáns fue el "jambalaya", que a mí se me parece mucho a
la paella española, aunque llevaba los ingredientes que
existían en Nueva Orleáns. No puedo de dejar de mencionar
las sopas: el "seafood jumbo" sopa de mariscos con quimbombo y arroz
blanco, la sopa de tortuga y aunque no típica de Nueva
Orleáns, la sopa de cebolla. El café con leche y
"beignets" era muy popular en Nueva Orleans. Los "beignets" se parecen
a los churros. En La Habana se tomaba un café caliente, amargo,
fuerte, escasó según expone el acróonimo de
café.
En La Habana; o mejor, en toda Cuba, se destacan los
frijoles colorados o negros, el arroz blanco, los chatinos o tostones o
plátanos verdes fritos, los plátanos maduros, el
congrí - arroz blanco mezclado con frijoles colorados o negros -
, acompañado de carne , pollo o pescado. El boliche se asaba
relleno de tocino, el arroz con pollo, y en las Navidades se preparaba
un lechón que generalmente se asaba en púa durante horas.
Lamentablemente, dejo fuera los postres, que eran
deliciosos, tanto en Nueva Orleáns como en La Habana.
Finalmente, me da mucha tristeza que ambas ciudades
estén tan destruidas. La primera por los citados huracanes y la
segunda por un desafortunado régimen totalitario.
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