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Juan
Gualberto Gómez: algunos de sus poemas Mercedes Ibáñez El 22 de enero de 1869 los voluntarios españoles atacan a un grupo de simpatizantes de la independencia de Cuba en el Teatro Villanueva de La Habana. El joven Juan Gualberto, junto con otros jóvenes amigos que se ocupaban de la limpieza y ordenamiento del lunetario después de cada función para así lograr que les concedieran la entrada libre a las funciones, se encontraba allí cuando los sucesos. Sus padres decidieron entonces alejar al inquieto y precoz Juan Gualberto del confuso y turbulento clima existente y enviarlo a Francia con el apoyo de sus antiguas amas del ingenio Vellocino. Así fue como llegó a París apenas cumplidos los 15 años para estudiar el oficio de carruajero, en aquel entonces uno de los oficios para los hombres de la raza de color mejor remunerados. Pero la inteligencia de aquel joven sobrepasaría en breve las enseñanzas recibidas. Y pasó a la preparatoria para ingresar en la escuela de ingenieros. Al mismo tiempo seguía instruyéndose en una Academia nocturna y atesorando toda información que favorecería años más tarde su formación enciclopédica. Su estancia en París desde 1869 hasta 1876, los sucesos de la Comuna en 1871, su vinculación directa y personal con el vice-presidente de la República en Armas, Francisco Vicente Aguilera, en misión en Francia en 1872, a quien le sirviera de traductor por su dominio de la lengua francesa, y en general el ambiente político-cultural de los años allí transcurridos, hicieron de Juan Gualberto también cultor de la poesía, la literatura y de las artes en general; facetas de su vida no suficientemente investigadas ni divulgadas. Gracias a la labor investigativa del Dr. Raúl Rodríguez La O realizada en nuestro Archivo Nacional se ha podido conocer de la existencia de un grupo numeroso de poemas escritos unos en francés y otros en español, fechados en París (1872-1876), en España (décadas del 80 y 90) y en Cuba (durante la República). Su contenido -- según el Dr. La O -- son tanto de índole sentimental y romántico, como de orden patriótico y político. He aquí algunos de ellos: AYER – HOY – MAÑANA I Ayer la rosa nació Y su albor resplandeciente Sobre su cándida frente A los besos se ofreció. Mas hoy su perfume agreste Esparce desconsolada En una alcoba apartada De tu morada celeste. Mañana ¿qué porvenir En Secreto le reservas? ¡Verter lágrimas acerbas Y entre el estiércol gemir! ¿Y qué crimen cometió La flor que brilló orgullosa Sobre la frene preciosa? ¡El tiempo la marchitó! II Ayer mi noble ardor Cándido amor te ofrecía Y tu faz me sonreía Cuando te hablaba de amor. Mas hoy mi feliz rival Goza de su dulce encanto, Mientras derramo mi llanto Sobre desierto arenal. Mañana ¿quién me asegura que voluntad caprichosa, La suerte cruel de la rosa No destine a mi ternura!? ¿Y qué crimen cometió El amor noble y crecido De su cantor desquerido? No el tiempo sobre él pasó! París, 1873 LA VOZ CONSOLADORA Soneto Desdichado mortal que los horrores De la vida soportas tristemente, Levanta altiva la encorvada frente Destello de tus vividos dolores. Vuelve a cantar los plácidos amores que agitaron tu pecho muellemente, Prueba de nuevo en la Castalia fuente El néctar de los dulces trovadores. Yo soy la Musa tierna y bondadosa que en tiempos de esta hora no distantes Hice vibrar tu lira conmovida. Ven a besar a mi boca cariñosa El olvido es la paz, y el bardo amante Cuando canta inspirado todo olvida. París, 1874 LA MIRADA DE INÉS La sonrisa de Clemencia me causa tanto placer, que el más cruento padecer Se disipa en su presencia El beso de mi Felicia Es tan dulce al corazón, que hasta pierdo la razón soñando en esa caricia Pero tus ojos sombríos Lucen con tantas pureza que me muero de tristeza Pensando que no son míos Escucha, Inés adorada la voz de mi alma cautiva Si tú quieres que yo viva Dame una sola mirada Por gozar tanta delicia Yo daré con complacencia La sonrisa de Clemencia Y el beso de mi Felicia. París, 1876 A VOLTAIRE Soneto Escrito después de haber visitado su estatua La uniforme y letal melancolía que reina sobre el mundo temeroso, Es el fruto filósofo glorioso De tu negra y sarcástica teoría. Esa perpetua y cínica ironía que corre por tu labio malicioso Ha derrumbado el templo religioso Llamando la impiedad Sabiduría. Los hijos de este siglo, sin creencia Sin fé, sin esperanza y sin consuelo Sufrimos de la duda el cruel tormento. Y maldiciendo la funesta ciencia, Deploramos en vano el alto cielo Buscando un Dios que rija el firmamento. París, 1876 MIS PLACERES Soneto Yo soy de los que pasan todo un día Ya un cuadro, ya una estatua contemplando, Y luego van, gozosos recitando de memoria una dulce melodía. Para llenar mi pecho de alegría Basta un Corot, sus vacas pastoreando; De Lamartine, un pensamiento blando; De Rembrand, la lección de anatomía. El vulgo no comprende mis placeres, mas la opinión del vulgo importa poco Si el alma goza solitaria y quieta. Por eso dejo a necios pareceres y a mujeres Calificar de imbécil y de loco Mi corazón de artista y de poeta. París, 1876 MADRUGAR Y LLEGAR TARDE Le pregunté por qué no me quería “Aun soy muy niña” - contestó turbada, Y marché con el alma esperanzada Pensando que muy pronto crecería. Gozoso a cada instante sorprendía El desarrollo de su talle de hada, Contemplando con vista enamorada Cual de la niña la mujer surgía. Al no brotar las formas de su seno de elástica dureza haciendo alarde. “Ya eres mujer, le dije de ansia lleno, ¿Me quieres? ... “- Pero ella: “¡Dios me guarde! repuso cruel, - “adoro a Filomeno, Y lo siento por ti, mas llegas tarde”. Junio 23 CANA TEMPRANA A Epifanita Me dices que te ha salido Una cana prematura, Producto de la amargura Que sientes pensando en mí; Y me pides que te diga Lo que pienso de esa cana Que viene en edad temprana Sobre tu frente a lucir. Ya me adviertes en tu carta Que el general Juan Gualberto Gómez de Dios Peza, Con soberana grandeza A una cana le cantó. Y teniendo eso presente, ¿Cómo quieres, vida mía, Que te mande una poesía Sobre un tema que agotó? Que el cariño hace milagros, Bien me lo tengo sabido: Y puesto que me has pedido Sobre tu cana opinión, He de complacer tu gusto, Diciéndote lo que siento En frases que, de momento, Me salen del corazón. Las canas no brotan siempre De cabeza pensadora, Aunque tengan en la aurora De la vida en que pensar. En cambio, a veces se miran, Todas pobladas de canas, Cabezas huecas y vanas Que no pensaron jamás. Mas la cana, en una joven, Suele ser reveladora De una pena, que devora Pecho que sabe sufrir; Y por eso me figuro Que la que a ti te ha salido, No de pensar ha nacido Sino por mucho sentir. II Como fruto bendecido De mis plácidos amores Naciste en los albores De mi ardiente juventud. Entonces, mi fantasía Por los espacios risueños Iba bogando, entre sueños Siempre impregnados en luz. En mi pecho se anidaban Las más nobles ambiciones, y eran mis santas pasiones La Gloria y la Libertad. Todo con eco sonoro En mi interior resonaba, Y todo, todo, me hablaba, De amor y fraternidad. Una dulzura infinita Y una seráfica calma Hallaban asiento en mi alma, Inclinándola hacia el bien. A pesar de los lunares Y las manchas que veía, El mundo me parecía Un trasunto del Edén. En un seno que adoraba, La dicha buscar solía, Y al hallarla, cierto día, Con abandono gentil, En un estremecimiento De mi pasión peregrina, Brotó la llama divina Que te dio la vida a ti. Y como el ser encontraste En una atmósfera pura De ardentísima ternura, Y eres hija de mi Amor, En tu pecho se reflejan, Por las leyes de la herencia, Con idéntica violencia Mi placer o mi dolor. III Me quieres y no me olvidas ¡Cuánto de oírlo me ufano! Pero no sufras en vano, Que al sufrir me haces sufrir. Nada importa que el presente Esté nublado y sombrío; Para pechos como el mío Siempre queda el porvenir. Por mucho que me lastimen Los flechazos del Destino, No me cierran el camino De la esperanza y la fe. Cuando viene la desgracia, Sé mirarla frente a frente, Y acallar el mal presente Recordando el bien que fué. Yo vivo con la memoria De las dichas ya probadas Y que se encuentran grabadas En mi firme corazón. Vivo también con mis sueños De ventura venidera, Y el alma triste que espera Siempre halla consolación. Lo que quiero, lo que busco, Lo que en secreto a Dios pido, Lo que me fue prometido, Lo que alcanzaré tal vez -- Pues las promesas brotaron De corazones que adoro — Brillan como nimbo de oro De mi amargura al través. Y por eso, resignado Con mi suerte, lo, soporto, Y, lleno de fé, te exhorto A que me imites a mí. No te aflijas ni quebrantes Por n golpe del Destino, Que de la dicha el camino Queda abierto para ti. IV En cuanto a la blanca hebra Que brotó entre tus cabellos, Déjala, que hará más bellos Los tintes de los demás. No la arranques; cariñosa Cuídala, altiva y ufana, Porque es la prueba esa cana De tu sensibilidad. No la ocultes; escandaliza La que procede del vicio, La que envuelve un artificio De coqueta sin rubor. Pero esa hebrita argentina Que te dio naturaleza, No ofende, si en tu cabeza, Deja lucir su fulgor. Y si alguno te pregunta Por qué guardas con esmero Ese testigo primero De tu primera ansiedad, Dile por toda respuesta, Con acento reposado, “Quien me quiere lo ha mandado, Y cumplo su voluntad”. De ese modo, cuando libre La patria nuestra se vea De todo lo que afea Y provoca mi rencor; Cuando al prisionero rompa Su cadena repugnante El filo recio y cortante Del machete vencedor. A la tierra independiente Volveré con alegría, Bendiciendo el bello día Del regreso junto a ti. Y al abrazarte gozoso, Podré besar, conmovido, La cana que te ha salido Sufriendo triste por mí. Ceuta, 16 de julio de 1896 CACAJICARA Sobre las faldas de la abrupta sierra El baluarte cubano se levanta, Y alrededor de su bandera santa Se agrupan los que luchan por su tierra. El ruido del cañón no los aterra ni el disparo del máuser les quebranta Cuando sobre su frente se adelanta El enemigo en formación de guerra. Ya inician el ataque: ¡Viva España! Ruge la tropa, a la que el jefe ensaña Para que al cerro temeraria suba. Pero la heroica hueste de Maceo la diezma en su sublime macheteo gritando al derrotarla “Viva Cuba.” Ceuta, 1897 SR. DR. CIRILO RODRIGUEZ Me prometiste mandarme El libro de la Monreal, Sin que costara un real, En tu deseo de obsequiarme. Pero no llega el librito Y angustiado de esperar Me decido a preguntar ¿Qué te pasa Cirilito?... Aguardo con el Alemán Que me des una respuesta Mientras, va el afecto en estas De tu viejo amigo Juan. Camagüey, Octubre 14 de 1925. Una deuda con la poesía cubana del siglo XX: Julia Rodríguez Tomeu Jesús J. Barquet Debo (y agradezco) a la investigadora y poetisa Milena Rodríguez Gutiérrez, el aldabonazo no sólo sobre la obra de la poetisa cubana Julia Rodríguez Tomeu (Camagüey 1913 – Buenos Aires 2005), sino también sobre la inmerecida desatención que la misma ha tenido entre los críticos e investigadores cubanos, incluso fuera de la Isla. Contribuyeron quizá a dicho desconocimiento los siguientes factores: su residencia en Buenos Aires — ciudad no focal en cuanto a la concentración cuantitativa de intelectuales cubanos de la diáspora posterior a 1959 — desde 1970 hasta su deceso, su desconexión con la intensa actividad literaria cubana y su silencio poético en cuanto a publicación en revista o libro desde los años sesenta hasta los años noventa, la publicación de sus dos poemarios fuera de las centros editoriales y poblacionales del exilio cubano y, al parecer, su desinterés por distribuirlos personalmente entre sus compatriotas del ramo. Tras muy escasas y breves apariciones, a veces de los mismos poemas, en revistas y antologías cubanas del período republicano (revistas como Verbum [1937], Gaceta del Caribe [1944] y Nuestro Tiempo [1955]; y antologías famosas como La poesía cubana en 1936 [1937], de Juan Ramón Jiménez, y Cincuenta años de poesía cubana 1902-1952 [1952], de Cintio Vitier), desaparece la autora del mundo de la poesía impresa hasta que en los años noventa agrupa toda su obra en dos títulos difíciles de conseguir fuera de Buenos Aires, ciudad donde aparecieron bajo el sello Ediciones del Dock, colección de poesía dirigida por Joaquín O. Giannuzzi, al parecer amigo de la autora: Poemas y grafías (1990, 152 pp.) y De otro tono (1993, 82 pp.). Para el futuro estudioso o interesado, ambos tomos incluyen al final unas bastante detalladas “Notas” bio-bibliográficas sobre la autora. Por dichas notas sabemos que, entre otras labores, perteneció al servicio diplomático cubano de 1945 a 1961 y fue miembro, en diversas ocasiones, de la Junta Directiva de la Sociedad Lyceum de La Habana durante la República. Otro dato de interés, aunque no recogido en las notas, es que fue hermana del intelectual cubano Humberto Rodríguez Tomeu. Quisiera, pues, con este breve homenaje en La Habana Elegante, aupado por su director Francisco Morán y con la colaboración de la propia Milena, comenzar a hacer más accesible la poesía de JRT. O, en otras palabras, subsanar una deuda como crítico y poeta. Una escritora en vilo: los poemas exiliados de Julia Rodríguez Tomeu Milena Rodríguez Gutiérrez En su excelente Vidas en vilo, Gustavo Pérez Firmat propone un recorrido por la cultura cubano-americana, la creada por esos individuos (escritores e intelectuales, pero también músicos, artistas, etc.) y esos textos que han vivido, o han sido escritos, “suspendidos entre países e idiomas” (1). La experiencia indica, sin embargo, que, además de la cubano-americana, existen ya, si no otras culturas donde lo cubano se superpone a otra identidad y tradición nacional, sí, al menos, otros autores cubanos con su vida y sus textos en vilo, suspendidos entre Cuba y algún otro país que no es Estados Unidos. La vida y la escritura de Julia Rodríguez Tomeu constituyen ejemplos de esa otra vileza, la de una vida y una obra que se suspenden, exilio mediante, entre dos países, Cuba y Argentina, en este caso. Una suspensión que si bien no implica la traducción en un sentido estricto (2), motivada por la distancia entre lenguas diferentes, sí supone, en cierto modo, otro tipo de traducción, la producida dentro del mismo idioma, pero en la que se traducen hablas, modismos, acentos, tradiciones literarias. Julia Rodríguez Tomeu, exiliada en Buenos Aires desde 1970 hasta su muerte, no llegó a publicar en Cuba ningún libro; sin embargo, su nombre no había sido desconocido en su país. Tras aparecer en dos antologías y dos revistas literarias, Roberto Fernández Retamar la menciona, en 1954, en su estudio La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953). Fuera de Cuba, también dejó huellas: fue incluida en 1946 en la Antología de poetisas hispanoamericanas modernas, con prólogo de Matilde Muñoz (Madrid: M. Aguilar, 1946) y en 1948 la revista Cahiers du Sud publicó una traducción al francés de su poema “Caminos”. Acaso, la valoración más extensa de su obra que tengamos sobre esa etapa sean estas breves, aunque elogiosas palabras de Cintio Vitier: A pesar de lo escaso de su obra, no recogida en libro, la poesía de Julia Rodríguez Tomeu tiene un tono y un encanto propios. Meditativa, grave, ceñida siempre a una experiencia interior, las cualidades que en ella más destacan son la sobriedad de los medios expresivos y la honradez del acento (3). Julia Rodríguez Tomeu publicó, sin embargo, dos poemarios, pero lo hizo en Argentina, siendo ya exiliada o transterrada, y en fechas relativamente tardías: Poemas y grafías (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 1990), donde incluyó también sus poemas escritos en Cuba, y De otro tono (Buenos Aires: Ediciones del Dock, 1993). Dos libros que, hasta ahora y por lo que sabemos, se han mantenido invisibles no sólo para los estudiosos de la literatura cubana de dentro, sino, también, para aquellos que se han acercado a la literatura del exilio o a la literatura cubana en su totalidad. Dos datos resultan elocuentes en este sentido. El primero: Julia no aparece en el valioso estudio de Carlos Espinosa El peregrino en comarca ajena (2001), dedicado precisamente a los escritores cubanos exiliados. El segundo dato es aún más llamativo: Julia es uno de los autores incluidos en la antología Poésie Cubaine du XX siècle, preparada por Claude Couffon en 1997; pero, curiosamente, Couffon no menciona la existencia de ninguno de los dos poemarios de Julia, toma en cuenta sólo sus poemas de juventud y recoge el que parece haberse convertido en el más famoso de la autora, el ya mencionado “Caminos”, publicado en Cuba en 1936 y traducido al francés en 1948 (4). Creo que estos dos libros en vilo, escritos por Julia Rodríguez Tomeu, merecen, por su calidad literaria, ser recuperados para la literatura cubana, a la que sin duda pertenecen; aunque formen parte, también, de esa especie de postnación en la que habitan los textos transterrados, transplantados. Estos poemarios, dice su editor, el poeta argentino Joaquín O. Giannuzi, constituyen: una poética que parte de un depurado lirismo, de una subjetividad que pone el acento en la visión emocional de la realidad y que practica un verso de trazado clásico, de diáfana textura, aunque la escritura global de los poemas no inviste formas tradicionales [...] Los temas abordados [...] se extienden en variedad y se manifiestan como metáfora de una meditación acerca de la condición humana, no explícita, pero presente, revelada por la eficacia de las imágenes (5). Quisiera sólo, en este breve acercamiento a la poesía de Julia Rodríguez Tomeu, comentar algunos poemas de estos libros, en los que aparece la original visión poética de esta escritora. El primer poema se titula “Fluyente realidad”, incluido en Poemas y grafías y fechado en 1986. Veamos el texto: El movimiento de una rosa es tan necesario como el movimiento de la Tierra (o de las estrellas.) La momentánea rosa que se desnuda y muestra sin pudor —entreverados de estambres— los dorados pistilos deseosos, moviendo los pétalos —blancos, rosados o amarillos —no importa el color— abriendo y cerrando su corola, indica que la inmovilidad es sólo un concepto, un frágil recurso que oponer a la fluyente realidad. Justo para no marearse. (p. 15) Es este un poema de signo doble, que se abre y se cierra como meditación filosófica, pero que, en su interior, en su centro, sufre una metamorfosis: se transforma en texto erótico. Así, la rosa inmóvil y momentánea del inicio es también rosa que se desnuda, que muestra sin pudor sus pistilos deseosos, que abre y cierra su corola. A la vez que imagen de gran carga erótica, los versos siguen siendo, sin embargo, cuestionamiento, reflexión filosófica: a través del movimiento (imperceptible, pero como vemos, bien real) de la rosa, la voz poética cuestiona la supuesta verdad de las apariencias (¿es realmente inmóvil lo que parece serlo?). Y, de paso, en una actitud que aparece a menudo en los textos de las mujeres, subraya la importancia de lo nimio, de lo aparentemente pequeño. El segundo poema en el que quiero detenerme se titula ”Mulier”. Pertenece también a Poemas y grafías y está fechado en 1982, Dice el poema: Estar disponible, no servil, perpetuamente soplando la vida: Juego de curvas juego de luces juego de entradas y salidas juego de burlas que lo embarga todo. Estar como para siempre entre la ternura y el odio. Consumar y repetir. Estar lamentable veladora de la muerte, atando los anillos entre segura y dudosa. Estar con la misma perfección del círculo pero de carne y hueso. Estar y ser el sonido no la furia oscura de la especie. Estar y ser una amorosa forma del tiempo, fugaz y concreta como el agua o la planta. (pp. 63-64) En este poema se aprecia también, ahora más explícitamente, la marca femenina (la marca de género, podríamos decir); se trata de un nuevo texto que intenta construir, como lo han hecho muchas poetas, una imagen de la mujer, de lo que ella ha sido y es. Desde la primera estrofa, advertimos que es preciso darle la razón a Giannuzzi y reconocer la eficacia de las imágenes de Julia: la mujer es construida como un estar (más que un ser) “disponible”, y se precisa, como para que no haya equivocaciones, que es “no servil”; como un estar, también, “perpetuamente soplando la vida”. Particularmente hermosa es una de las imágenes con la que se define la feminidad: “juego de curvas juego de luces” (mezcla de lo físico y lo metafísico); después, esta palabra “juego” se repite, pero va cambiando de sentido, tornándose erótica o irónica: “juego de entradas y salidas”, “juego de burlas que lo embarga todo”. Ese singular “estar” femenino continúa construyéndose a lo largo de las siguientes estrofas, añadiéndose nuevos elementos para pensar lo femenino: “estar”, así, “entre la ternura y el odio”, o “entre segura y dudosa”. De nuevo, una imagen que sobresale por su belleza: “con la misma perfección del círculo / pero de carne y hueso” (otra vez, de nuevo, la mezcla de lo físico y lo metafísico). Y, al final del poema, un “estar” femenino que de pronto se convierte también en “ser” (estado y esencia) y que leemos sobre todo en esa imagen hermosamente reivindicativa que, acaso, podría haber cerrado el texto: “Estar y ser / el sonido no la furia oscura / de la especie”. El tercer poema, “Prosa”, de su libro De otro tono, aborda una temática diferente: El diente cayó o más bien cayó el mejor ladrillo del muro, del muro masticador (mi medallón de fiera.) Dejó huérfana esa oquedad —vacío para el silbido— donde antes vibraba la voz el llanto y hasta lo voraz de mí. Faltando la diminuta barrera de marfil el útil huesecillo con el cual solía triturar sobre todo, mi propia vida, siento cómo el aire sale más rápido expelido, junto con el dócil dolor del que sabe que muere por partes, sin poder atajar con la boca, ni con la mano, un mal irreversible. Y no se resigna. (p. 39) Quizás lo primero que llama la atención en el poema sea su título, que se nos revela de una ironía casi brutal. Todo el texto constituye una única, sorprendente, devastadora imagen de la vejez. El efecto del texto se produce, acaso, por el contraste entre el prosaico y vulgar hecho narrado (otra vez lo nimio, lo pequeño) y sus profundas, demoledoras consecuencias, su significado; y, también, por el tono de la voz poética, que relata, describe, certifica, sin contemplaciones, casi como un científico de que de pronto hubiera encontrado un material a su disposición y procediera a diseccionarlo al completo, asépticamente, sin discriminar en él lo objetivo de lo subjetivo, lo material de lo emotivo: “Faltando / la diminuta barrera / de marfil / el útil huesecillo / con el cual solía triturar / sobre todo, mi propia vida”. En el poema, la oquedad, el vacío que deja el diente, se convierte en síntoma, y en metáfora, de la vejez, de su llegada, o de su avance (y aquí está, de nuevo, la mezcla de lo físico y lo metafísico). Así, por el mismo hueco del diente que falta, va saliendo, escapando también, el aire, la vida, como si se fuera “muriendo por partes”. Por último, quiero referirme al poema “Mi patio”, incluido en Poemas y grafías y fechado en 1980 con la dedicatoria “Para Juan José Hernández”: Este hueco cavado en la ciudad que llamo patio, intervalo donde se apiñan las plantas exhalando un vaho triste de herrumbre y humedad, desertado por los pájaros, donde el sol apenas se posa en el verano y en el invierno rehúye. Un patio, este patio mío que es casi mi patria, tan escaso que mira el cielo como por el ojo de una cerradura, tiene la melancólica función de seguir el rito del tiempo. Al amparo de sus altos muros llenos de grietas como arrugas, sin una flor, es el viejo reloj que cuenta los días y las noches en su inmutable alternancia y —con las mismas agujas de luces y sombras— va midiendo de paso, mi propia duración. Sé que este patio aferrado a los designios del tiempo me emplaza y me define como a una de sus plantas y día a día va hurtando la poca tierra de mi vida para engrosar los dos metros cuadrados que ocupa en el globo terrestre. (pp. 77-78) En los escritores, y en las escrituras, en vilo, la patria se ensancha o se reduce, según las circunstancias, según los momentos. En este poema el patio se convierte en símbolo, el único símbolo posible, de la patria: patio, en cierto modo, podría ser leído como un masculino de patria, un patrio tan pequeño y reducido como el del poema (“tan escaso que mira al cielo / como por el ojo de una cerradura”), tan diminuto que resulta lógico que pierda la r, o que esta r sea hurtada, como si fuera tierra, y se transforme en patio, en lugar de patrio. Aquí, otra vez, como en “Prosa”, hay un hueco u oquedad real, aunque esta vez exterior. Por aquel se filtraba la vejez, por este se filtra el tiempo (de nuevo la mezcla de lo físico y lo metafísico); el patio es, así, patria, hueco, intervalo, reloj. Patio que emplaza y que define (imagen borgiana) (6), como si la voz poética fuera otra planta más (transplantados, recordemos, se les ha llamado también a los que viven en vilo); patio que es, asimismo (final e imagen sugestivos), como una especie de vampiro: algo, o alguien, que chupa la tierra, la vida propia de la voz poética, para mantener la suya, pequeña y escasa. Como si la patria grande, la tierra original del transterrado, del que vive en vilo, no tuviera otro destino que acabar filtrándose por esos huecos pequeños, diminutos, de la patria otra, material y real y que a veces no es posible llamar con otro nombre que el de patio. Notas 1. Gustavo Pérez Firmat. Vidas en vilo. La cultura cubanoamericana. Madrid: Colibrí, 2000, p. 18. 2. Según Pérez Firmat, traducción y tradición son las dos corrientes que confluyen en esta cultura híbrida, la cubanoamericana (Op. cit., p. 16). 3. Cintio Vitier. Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952). La Habana: Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1952, p. 284. 4. En mi trabajo “En la periferia del exilio: la poesía de Julia Rodríguez Tomeu” aventuro que una de las causas que podrían explicar el desconocimiento de estos poemarios de Julia por parte de los estudiosos de la literatura cubana sería la situación periférica, poco significativa, que ha tenido Buenos Aires como referente para el exilio cubano. En ese trabajo se recoge también, más exhaustivamente, la presencia de Julia en la literatura cubana con anterioridad a 1970. Dicho trabajo se presentó en el IV Congreso Internacional sobre Creación y Exilio Con Cuba en la distancia, celebrado en Valencia en noviembre de 2008, y se encuentra actualmente en prensa. 5. Joaquín O. Giannuzzi. Contraportada a Julia Rodríguez Tomeu. De otro tono. 6. Un aspecto interesante que merece la pena explorar, es el vínculo, vital y literario, de Julia con los creadores argentinos. En algunos de sus poemas aparecen referencias explícitas a Jorge Luis Borges, Norah Borges, Alejandra Pizarnik, Alberto Guirri y Olga Orozco. JULIA RODRÍGUEZ TOMEU (Camagüey, 1913 – Buenos Aires, 2005) Del libro Poemas y grafías (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1990) Palabras a Girri Son entes de sonido (goces a descifrar) que juntas, aprietas riguroso y luego, con deliberada intención, sueltas exhaustas: Cuando te asaltan las cosas con sus múltiples apariencias. Cuando te sorprende el ensueño y dibujas —a tu manera— con sensitivo placer, la luna o las hojas. De la mirada al objeto, será lo que te propones asedio conceptual, teorema o botánica de jardín, según manejes la tensión y el compás. Tú que lo haces con manual oficio sabes cómo, arduas de significaciones caerán obedientes con su peso de sonido en el trazado del poema. Y te dirás siempre que ese sonido (no su símbolo) es más elocuente que la música de las esferas. 1987 In rerum natura Debajo del sol gato rana lagarto o cualquier animal (como yo) por el lujo de estar ahí (participando) fugaz y cierto de ser lo que es y aceptar ese papel de fulgurante burbuja de tiempo con sangre caliente o fría y nada más, sabe que el territorio que comienza en él (animal u hombre) termina pero —como toda vida— es inabarcable. En lo perfecto de su contenido (no en sus límites) está su justificación. 1982 Esta cavidad Llámala si quieres, una abertura. Descríbela como cúpula-paladar. Di que es la corola del gusto la golosina. Explica que corta, muerde, mastica arranca y despedaza. Di también que es dual, que grita babea besa ríe. Di que disimula una sierra. Repite que es el ojal de la cara por donde (ya se sabe) entra el hambre de vida y sale expelida la muerte. Recuerda que es la cavidad fundamental, la madre del mito, donde habita una serpiente húmeda, inquieta y sabia. Y no olvides que esa boca —tu boca mi boca o la boca del prójimo— es la componedora de palabras o sea, un abismo. 1981 Edificio alto Sujeta por dos cuerdas gruesas la silleta cuelga lo mismo que cuelga una medalla. Él está pintando con una brocha cargada sentado en la silleta. Está pintando una pared hueca sentado en el aire. Él lo sabe y sigue pintando. Pinta la fachada. Es un obrero hábil. 1982 *** Del libro De otro tono (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1993) Montaje de Granada para Carmen Balzer Me cierro: Soy jardín moruno. Miro mi noche. Me abro: Soy granada. En mi alhambra la luna pasea desnuda. Por escaleras de agua asoma sus semblantes plateados. En las fuentes los jazmines me dan luz y aroma, de blanco luto. En mi jardín soy un ojo lleno de júbilo que mira. Abierto o cerrado. La yerba para Joaquín O. Gianuzzi Despacioso, pasa de una mano a otra mano. Amistoso. Entre los dedos sostenido, el pozuelo nunca humea. Calmosa, desde el fondo, la yerba mojada contempla las cosas de este mundo. Lejos y muy despacio, pasa el tiempo. Ronronea. En el sitial de calabaza, entre campesina y campechana, la bombilla, la pancita perforada para colar sabiduría, inhiesta y muy modesta, invita. Invita a la paciencia. Infusa y muy despacio, la vieja yerba americana sorbe el alma de su gente, le ceba su destino. Amargo o dulce. Tres poemas incluidos en Cintio Vitier. Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952). La Habana: Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. Ediciones del Cincuentenario, 1952. 285-287 Caminos Me eché encima todo el misterio de la noche. Los ojos se me volvieron estrellas, y en la boca llevaba toda la promesa de un amanecer. Así emprendí el largo camino negro, con mi luz a cuestas, como un milagro o un martirio. Cargada de todos los sueños, bendecida por todas las ansias. Tomé ruta por el largo camino negro que comienza y no tiene fin. Reflexión Hoy soy flor que busca al sol para regocijarse. Voy por la senda, ancha, como una promesa. Llevo una sed inmensa, grande como la boca de un desierto, abierta al infinito en un ansia eterna. ¡Ah, pero mañana seré vaso donde crecerán las plantas silvestres! Y el sol, ese sol que amo como a la vida, no podrá ya reanimar mis huesos secos, y estaré condenada a llevar siempre el oscuro ropaje de la tierra. Tú me traes Te veo existir, material, con pulso útil, la voz segura, el ademán intacto y ese gesto de abusar de tus manos que conduce a las verdades últimas. Te veo... No sé qué insistencia de vuelo se me instala de pronto en la mente, qué gacelas de sombra, qué ojos, qué ignorancia de tacto, qué torpeza de olfato. No sé, ni me apresuro, sería inútil, yo te quiero como eres, sin vana impaciencia, sin fervor, sin mirada ni luna. Te quiero como eres, en ascenso, en descenso, en violencia, en espera, te quiero como eres. Esta noche, cualquier tarde (no es un secreto) para los que se empeñen en imponerme su ritual, para los objetos, los saludos, las sabias explicaciones, la ignorancia, para los que olvidan el revés y el derecho, yo donaré tu nombre, tu nombre para que no mueran. Tú me traes un bando de gaviotas, una pierna ligera, una piel, el pelo, un sueño, la voz, una sonata. Tú me traes... Es una isla pequeña y limpia, un ruedo de verdura, una aspiración limitada, y el ciego misterio del mar! Una isla... No, es tu nombre que cae, tu nombre que rueda, todos quieren hacerse una mentira con tu nombre; yo lo defino, no quiero falsedades, ni esas nieblas... Tu nombre, ¡linda cosa!, más que un hombro, un suspiro, un asueto, más que la seguridad de encontrar a quien se ama... Escucho ese rumor indefinido: un caracol, un piano, las hojas, la memoria, un gesto, un hecho, la palabra, y tú siempre, tú siempre... Apenas unas pisadas, el borde de la oreja, aquella mirada y el ademán... Un tacto breve, nada más que un tacto... Es la eternidad que cabe en la palma de la mano, en un labio, en la pestaña, en lo que se pierde diariamente. Tú te vuelves. Todo existe, el azul, la nube, los conceptos, tú te vuelves... Como en la anunciación te doy nombres: Maíz, acero, agua, límite, para todos los que te esperan los enumero, para todos los que te esperan vacíos, ineptos, increados, tú me traes en este poema. |
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