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Ésta será la página dedicada a la poesía cubana. En la azotea de Reina María Rodríguez (en Ánimas no.455 esq. San Nicolás, en Centro Habana) nos reuníamos frecuentemente sus amigos. Lo mismo si había o no había té, o si algún invitado extranjero nos llevaba ron y algunas galleticas, allí, casi como atraídos por el centro gravitacional de la poesía, comenzábamos las tertulias habituales. Lecturas de poesía, la discusión de algún proyecto como lo fue durante un tiempo el de la Casa de poesía, o el del homenaje a Julián del Casal por el centenario de su muerte, constituían la razón de ser de aquellos encuentros. La azotea de Reina, como pronto comenzamos a llamarla, nos acogía a todos.Vivíamos en catacumbas individuales que la azotea conectaba con la catacumba mayor: la ciudad. Como quiera que la azotea no pudo recibir--como hubiésemos querido--a amigos como Gastón Baquero o Juan Clemente Zenea, y puesto que algunos de nosotros ya hemos dejado de subir aquellas escaleras y de animar ese espacio que--sin dudas--habría fascinado a Casal, hemos querido crear esta azotea otra, fuera de las murallas, pero dentro de la ciudad, y al que libremente podrán concurrir todos los poetas cubanos. La sombra de los gatos de Reina seguirá rondando peligrosamente la cocina. Mientras, los que van a leer esta noche han comenzado a repartir sus textos, finamente impresos por Ánimas Ediciones.
LAS HERIDAS QUE SÓLO EL TIEMPO SE ATREVE A HACER EN LOS CUERPOS
HOY ES DÍA DE FIESTA y extraño a los míos. Hay pocas noticias. Las cartas no llegan. Se aplazan los suicidios. Ya no me puedo quedar con ellos para ver la última película de Buster Keaton. Ya no puedo enseñarles los libros que me robé de la librería. Están lejos, muy lejos. La distancia no tiene alas. Ellos poseen el poder de la inocencia. Los amigos siguen mirando lentamente al mar y el mar mira con insaciabilidad a mis amigos. ¿Qué han hecho para permanecer en esa crucifixión? No tienen la culpa de HABER NACIDO EN LA ISLA. No hay alegría en sus ojos. No hay felicidad allí. Son reales sus asfixias. Llevan en el cuerpo las heridas que
sólo el tiempo se atreve hacer en los cuerpos. La eternidad es una noche que comienza y otra por llegar. Me miro en cada respuesta. Pronto iré a fotografiar a la muerte. Depredaré al cielo para que arroje sus signos. Los cuervos picotean las nuevas cruces. Todos los mares entran en las casas, en los cuerpos. Me resigno a la ausencia de mis amigos. Ojalá pudiera abrazarles en estos momentos. Entre ellos y yo existe una permanente complicidad. La historia es rehén de la historia. Ojalá pudiera despertar un día entre ellos y tomar nuestra LECHE NEGRA.
INSCRIPCIONES
Soy del país que no existe en los mapas.
Soy del otro lado del puente.
Soy lo que ha quedado del perfil de la noche.
He sido el último grafitti puesto en la pared.
Y el aliento del cigarro medio encendido dejado
en el cenicero.
Necesito otra ondulación para mi ciudad.
Es hora de enterrar todos mis muertos,
de ir al baño para quitarme la piel sucia
de todas las andanzas.
Almelio Calderón Fornaris (La Habana, 1966)
Ha publicado dos cuadernos de poesía: Fragmentos para un caballo de aire (Ediciones Extramuros, 1987) y Las provincias del alma (Letras Cubanas, 1992). También textos suyos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990) y Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992) Reside en España. Los poemas que aquí ofrecemos pertenecen al libro Para poner orden en mis tierras (en preparación).
Por Félix Lizárraga
(Poema 1)
Conocía la costumbre del té antes de emprender viaje.
Costumbre antigua demorarse en la taza sin beberla,
luego irse.
Costumbre tibetana.
La casa queda a oscuras.
En el centro se emposa la infusión
y uno siente, no importa lo lejano,
que algo ha quedado a medias
y regresa.
Pero él no tuvo casa que cerrar
ni tetera donde calentar el agua.
Cómo le irá en aquel exilio a donde no se va,
de donde no se vuelve.
Echo las últimas barreduras de té,
he puesto bajo el cielo una taza en su honor.
Dondequiera que esté será lo que fue siempre:
espíritu y espíritu.
Entre los colegiales de los Karamázov
(Poema 2)
Te gritaron también como le gritan
al que toma unas piedras en la calle,
y te echaron en cara delgadez;
poca fuerza
en unos ejercicios que los demás salvaban.
Tu inteligencia que la reconocieran los maestros,
el buen carácter en tu casa.
Los de tu edad sólo veían cuánto te demorabas
en responder a los insultos con insultos.
No eras como los otros.
Lo quisiste
o lo quisieron ellos para ti.
Eras ese muchacho cargado de piedras
entre los colegiales de los Karamázov.
Buscaste como él volverte algo sin vida
(un cristal, una estrella, un adulto lejano),
vivir en otro día...
La pelea, sin embargo, no estaba terminada.
Tantos años después, todavía tú gritas
"Hazte piedra,
golpea".
Antonio José Ponte
(Matanzas, 1964) Ensayista y poeta. Ha publicado los poemarios: Trece poemas (1988) y Poesía (1982-1989) (1991).Textos suyos aparecen en las antologías Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992), Anuario de poesía (UNEAC, 1994) y Poesía cubana: La isla entera (Betania, 1994). Tiene publicado, además, Un seguidor de Montaigne mira a la Habana (Ediciones Vigía, 1995) y Las comidas profundas (Miami, 1996).
Claro de bosque (semiescrito)
las puertas se abren hacia
dentro y
con horror infinito
hacia fuera los pensamientos
pienso
en una escritura-intensidad
pero no es escritura la palabra exacta
(exacto es claro de bosque)
ni siquiera la que más se aproxima
ya que
ninguna palabra es tan intensa
para ser escrita
en el horror infinito de unos caracteres de tierra
el cerebro desenterrado
de esas tierras al margen y
sin embargo
en algún punto o claro de bosque
calculado
(en la cabeza)
aunque el término punto también inexacto
y aún, todavía las rayas excavan
cada uno de esos puntos diversos
(pilar de lengua viva)
los caracteres se desprenden
al simple roce de manos
así también la tierra
al borde de ciertos farallones o mantos de pizarra
ininterrumpidamente hacia
dentro y
con horror infinito
con (más) horror infinito hacia fuera luego
campos
cabezas
molinillos-organillos
en Mandelstam, Nietzsche (¡que crujen!)
y ahora
en la nunca espectral y absorbente cabeza de este Bernhard
con una intensidad cada vez más creciente
más sin salida
hacia dentro
y fuera lo mismo hacia la intersección entre una idea, clara
de suicidio (sostenida a lo largo
de una existencia toda ella entregada al suicidio)
y el acto
al abrirse la puerta en la sima
--sismática,
con fondo de hueso gris y libre
de todo resto de tejido humano
"allende los humanos"
así en las mismas al aire libre de Serra Pelada
unos 400 kms al sur de Belém
donde los humanos (moléculas rientes de negror corredizo)
han sustraído
en un corte sagital
la órbita de un ojo infinitamente horrible
semiescritos
emergen de la mina y
la tierra (pilar de lengua)
escala por los bordes
reproducen el movimiento (ardoroso) de la masa (de tierra)
que no va a ninguna parte
ningún pájaro atraviesa el "aire libre"
de estos yacimientos
el cielo ha perdido su convexidad característica y
además
su oficioso y noble speculum
como si en estas minas de oro
400 km al sur de Belém
se hubiera operado (ya)
en la intersección
el corte sagital del cerebro
de manera
que
la cabeza y el ojo
el ojo y la cabeza y
así los campus (de ojos) y los campus (de cabezas)
expresan la superficie
(ya
exclusivamente
extirpada)
o sólo es, exclusivamente
el fondo de la mina
en uno y otro sentido no debemos ceder en la intensidad
así Bernhard
con horror infinito
ante el claro
Amiboide
como ojo
blanco
y completamente real
el filo
de canto mudo
corta
Pedro Luis Marqués de Armas (Ciudad de la Habana, 1965)
Poeta y ensayista. Ha publicado: Fondo de ojo (Ediciones Extramuros, 1988), Los altos manicomios (Casa Editora Abril, 1993) y Fascículos sobre Lezama(Colección Pinos Nuevos, 1994). Sus textos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992). También ha publicado en la Gaceta de Cuba y en la revista Encuentro de la cultura cubana, de donde tomamos el poema que aquí aparece. Pedro Marqués forma parte del proyecto Diáspora(s).
Pabellones (1)
La enfermera se pasea como un pájaro devastado. Es pequeña, voraz y su labio superior, en un esfuerzo esquizoconvexo y final, se ha constituido en pico sucio. Por otra parte (muestra el médico con paciencia): "esos ojitos de rata". Tampoco el Director (de formación brechtiana) deja de asombrarse: "Perturba la disciplina con sus simulacros. De vez en cuando logra levantar vuelo. Claro que lo haría simplemente de un pabellón a otro. Pero, comoquiera, representa un problema para la Institución".
Pabellones (3)
Hoy hemos recibido a P. en los pabellones. Su locura parece provenir de nuestros campos, modestos y soleados. P. tiene la mirada inmóvil y económica de una rata, forjada en la vanidad de una "pobreza digna" y las contemplaciones de un cementerio sobrio, que brilla en las tardes como una taza-de-cal. P. ha intentado muerte-por-soga en dos ocasiones: la cuerda, dos veces, cedió ante el cuello díscolo de un pavo o de un hombre demasiado rígido.
Pabellones (6)
K. murió de tuberculosis. Su laringe quedó ocluida y no podía hablar ni comer. Ni, por supuesto, cantar. Tomarse a pecho la cuestión del canto es contar --como le pasó a Josefina--con una laringe que funcione en cualquier circunstancia. Así de simple. En algún momento K. hizo un gesto para que le habilitasen la mano de escribir. Y ahí fue donde se formó el show (display or exhibit) en el sanatorio. Ver a K. tratando de escribir al mismo nivel de la laringe defectuosa, verlo raspar y raspar como un pelele la hoja en blanco.
Rolando Sánchez Mejías (Holguín, 1959)
Poeta, narrador y ensayista. Obtuvo en 1989 el premio Hucha de Plata (España) con un cuento. Tiene publicado el poemario Derivas I (Colección Pinos Nuevos, 1994). Está incluído en las antologías Retrato de grupo (Letras Cubanas, 1989), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Extramuros, 1992) y Anuario de poesía (UNEAC, 1994). Textos suyos han aparecido en la revista Encuentro de la cultura cubana, de donde tomamos los poemas que aquí aparecen. Dirige el proyecto Diáspora(s).
Por el océano
En alta mar la mendicidad no existe,
no hay bastardos en una zona como ésta
donde el armamento llega de trasmano;
aquí las historias son metálicas y sin elocuencia.
En cambio en tierra
siempre aflora el brillo amenazante del subsuelo,
en cambio en tierra
después de unos preliminares moteados de leche
y otros preliminares donde lo hacen cimbrar
con relatos de cobardes golpeados con toalleros,
sale el hombre a fundirse con su imagen de oveja barcina
y agota solo en el oficio de sopesar
la vida de una o dos colonias de peces.
En altamar la mendicidad no existe
pero en tierra sólo por error se llega a descubrir
que el sitio de los maestros es demasiado áspero,
y ellos, los maestros,
retirados por la cirrosis y la ubicuidad,
se sumergen seguís de que en algún punto del océano
volverán a salir hinchados y todavía reconocibles.
En estos días perfectos que nadie envidiaría
se escribe la superioridad del hombre sobre la medusa,
nuestra cobardía tentadora como el bucle de un niño
es sin embargo diez dedos más palpable
que esas manchas aerodinámicas de acero y agua
que a la larga
el sol hace apestar sin leyenda previa.
Días perfectos para el hombre,
días carentes de religión para los peces, o viceversa,
a ambos los separa la única franja de tierra
aún no cultivable.
En el océano la mendicidad no existe,
los hombres van a mitigar su miedo
en el abrevadero de los pinos.
Colisiones secundarias
Dormir no es mezclarse con el hombre de Neanderthal
ni disputar un corto sobre jóvenes casaderas,
dormir no es sumarse a una expedición de castigo.
Dormitar es conducir en estado de embriaguez
pero dormir nos eleva casi rápidamente
a la categoría de pianistas ciegos,
la noche nos exige más comedimiento que buena voluntad.
Al desierto y a la emoción de sabernos un buen partido
a la semana bailable y a la tarea de memorizar
a la sensación de amanecer mojado como un hijo pródigo
sería bueno asistir en el temblor de la inocencia,
es apropiado acudir dormido o cuando más semidormido.
Cualquier situación se embellece con la somnolencia
bovina
toda clase de percances emparejan sus bordes
en la melodía del bajo voltaje.
Omar Pérez (Cuba). Poeta. Forma parte del proyecto Diáspora(s). Textos suyos han aparecido en la revista Encuentro de la cultura cubana.
.en Solingen, el pasado 29 de mayo...
Cinco mujeres turcas, que no tenían necesidad, fueron
terminadas. Sin embargo, todo estaba claro. Era como abandonar
cada uno de los propios ritmos
por tender, como Wagner, a la
Gesamtkunswert (la obra de arte que reúne a las artes).
Yo, con toda solidaridad, se los iba a enseñar; pero ahora
me doy cuenta de Cómo podrían saberlo, si parece -como antes/
como siempre- que no se va a escarmentar.
Empecemos a bien todos un día un poco o escarbar.
Bien. Es la arena irredenta de la blanca visión:
Yo sí quiero la casa
Yo sí quiero la playa
Yo sí quiero la bata
blanca
Ven?, no hay quien diga: "Yo no quiero la paz".
Entonces (porque sólo fue entonces),
alemanes, españoles/italianos y franceses
comenzaron a llorar. Era una lloradera lita, que no tenía
bruces/cruces, y menos cobalese (que no sé qué pueda ser,
hablando sinceramente).
VAHO QUE SENTI YO EL SABADO
Todo me da una industria mala, delicada siempre;
pésimo campo.
No sé algo; por las fotos conozco
cómo jugué con frascos
en una caja
frente al espejo.
Salen las personas, los adolescentes;
es cuando más salen/ se visten:
-Hay un vaho tremendo en la curva -dicen,
y profundo es el miedo que saliera de ti.
-Suban, vamos/Arriba, suban:
que para eso he abierto esta puerta/
la he forzado.
Ismael González Castañer (La Habana, 1961). Poeta.
Ha publicado Canciones del amante todavía persa (1991). Sus poemas han aparecido en las antologías: Doce poetas en las puertas de la ciudad, (Ediciones Extramuros, 1992) y Retrato de grupo (Letras Cubanas, 1989). Los poemas que aquí incluímos fueron tomados de la revista Diáspora(s) (no.1, Septiembre 1997, La Habana.)
Violet Island
(fragmento)
yo conocí a cierto hombre, un hombre extraño.
cuidaba cada día y cada noche la luz de su faro,
un faro en la medianía que no indicaba mucho,
un faro pequeño para embarcaciones de poco nivel
y oscuros pueblos de pescadores. allí, en su isla
él intercambiaba con su faro las sensaciones
esperando cada día, cada noche, esa otra luz
que no vigila la persecución de algún objeto,
esa otra luz que no ilumina nada,
otra luz reflexiva, que cruza hacia adentro,
la distancia entre el puerto seguro del sitio
y el ojo que mira volver, por encima y transparente,
la ilusión provisional que se eterniza:
esa curva del ser tendido junto al faro
sin precaución ni limite, para ser o tener
lo que imperfectamente somos, nada más,
que soñar lo que sueñe y estar donde está
sobre las quietas aguas y apagarlo todo en el cuadro
de un día y ser nuevo otra vez hacia la madrugada
junto al faro pequeño y perdido de Aspinwoll
sin siquiera imaginar que existe algún deseo
fuera de desear la breve luz que cae, anocheciendo,
sobre las quietas aguas y los sonidos muertos ya
de aquellas olas, que en otro tiempo, fueron su pasión;
su dolor, de gozar y sufrir, un refugio sincero.
como el guardafaros de Aspinwoll, sólo en su faro,
yo me quedé dormida, a pesar de la intensa luz que cae
y sobresale por encima del tiempo, a pesar de la lluvia
golpeando el espejo de los peces blancos,
a pesar de aquella luz espiritual que era su alma,
yo me quedé dormida entre el puerto y la luz,
sin comprender: quería, sólo quería un tiempo más
para volver aprendiendo, no sobre la resaca de la
conmiseración
donde atan su mástil los desesperados;
no la fortuna auténtica de vivir sin saber, sin darse cuenta;
no la luz provisional que se eterniza y finge lo que seremos
o el miedo de poseer la realidad opaca, intrascendente.
yo quería la vida sólo por el placer de morir, sobre las
quietas aguas,
junto a los peces blancos y estaba impaciente
porque sucediera todavía la reedición de mi inconsciente
para que alguien hallara allí lo no tocado, la otra voz,
no de este ser intermediario, un cuerpo para medir las
grietas
bajas; un cuerpo para la violación de un yo impracticable:
yo me quedé dormida, inconsecuente, en la imaginación
de ese otro en la distancia, suficientemente avanzada
para tener iluminación propia en Aspinwoll, pero
fracasada
también oscurecida, como el guardafaros sobre las quietas
aguas
de lo que imperfectamente somos, en la medianía
de un faro que no indicaba mucho, a través de la lluvia
cálida
y real de lo imposible.
soy Fela. no te conozco. este cuerpo con que vendré no es
mío
la aparición será otra cosa: como despeñarse, una avería,
un silencio.
y si pierdo? o si gano? o si atravieso el foso vertical?
me acerco a los animales como únicos sobrevivientes
maravillados con el ocio de la luz
y estos pastos vacíos que atravieso con horror
y llamándolos. me acerco a dónde van, a dónde van todos?
buscando dónde asir lo que hubo de cierto
y sin espejismos del desastre de ser como únicos
sobrevivientes
del faro en su vértigo tal vez los haga comprender mi
intención
de contar todavía alguna sombra, alguna luz.
no quiero domesticar a nadie más.
que ellos penetren con su sabiduría en mis voces
y se acerquen sin ser, sin pedir, sin darse cuenta
pero conociendo desde el doblado ojo enrojecido, otro
lenguaje,
otra profundidad que no marque lo seguro, ningún
término,
ninguna valentía. sólo estar donde estamos y posamos
como inteligencias diferentes en la sensación,
prestándonos
dolor, angustia, alguna llama estable.
y ahora dime... gime al oído
fue una ciudad con puerto.
los nombres de sus barcos profundos
anclaron alguna vez aquí.
nombres raros con esmaltes muy fuertes
y encendidos.
estábamnos rodeados de horizontes y de agua,
porque los puertos permiten olvidar y recibir,
olvidar y volver.
fue una ciudad con puerto
donde ya no se ha ido ni ha vuelto nadie más.
una niebla permanente cubre la tela de fondo
todavía azul y humedecida del invierno
y el descolorido ondear de las banderas
agujereadas por la sombra.
si bien antes fue un límite
cuando salías a mirarlo y correr
ahora es sólo la apariencia de un límite
el sonido de las sirenas muertas
que ya no suenan a través de ti
ni se confunden ni te llaman.
pero en dónde está el puerto?
¿y los barcos?
¿y el faro?
¿y los hombros de los marineros convidándote
a otros puertos oscuros?
Reina María Rodríguez (La Habana, 1952). Poeta. Ha publicado: La gente de mi barrio (1976), Cuando una mujer no duerme (1980), Para un cordero blanco (1984), En la arena de Padua (1993) y Páramos (1993), entre otros títulos. Fue premio "Julián del Casal" de la UNEAC (1980 y 1993), premio Casa de las Américas (1984), y premio Plural (México, 1991). Su casa, (la azotea de Reina) se ha convertido en espacio que atrae a no pocos de los más jóvenes escritores.
EL DAVID
INVIOLABLE ES EL MÁRMOL.
Mirar de soslayo el pecho
desnudo,
la garra adormecida entre las
piernas.
El deseo más feroz
reducido a la servidumbre de
la estatua.
En tanto el ojo lascivo
socavando la pesada mugre del tiempo,
enamorando.
LOS POETAS CUBANOS SE SUICIDAN
La suerte me ha deparado
este cuchillo.
Virgilo Piñera
para antonio josé ponte
EN DIFERENTES ORILLAS DE LA ISLA
Raúl Hernández Novás y Reinaldo Arenas apretaron
el mismo gatillo.
Un amigo cuenta en una carta que Angel Escobar intentó
matarse
lanzándose al vacío.
Hoy sabemos que Virgilio, atado a una correa, llevaba su
cuchillo a todas partes.
Ya los poetas cubanos no están de humor para reír chistes
de sobremesa.
Pero tampoco se les fusila en el Foso de los Laureles,
ni en ninguna otra parte.
Todo se ha vuelto muy simple. Se les da un paseo por la Ciudad,
o se les lleva a una azotea.
Basta dejar un arma cerca. No cabe la menor duda de que conservan
todavía
la lucidez y la vehemencia
de los equilibristas.
Ah, estos ingenuos poetas cubanos
que al fin aprendieron que
morir por la patria
(entiéndase, por culpa de la patria)
es morir.
Como las ballenas,
aprenden en los mares helados el suicidio
y se reúnen para morir
junto a las puertas y los árboles,
y las casas y los vecinos y los viajes
que les han sido definitivamente
negados.
Francisco Morán (La Habana, 1952)
Poeta, ensayista. Ha publicado El arte de la fuga (La Habana, 1992), Casal a Rebours (Casa Editora Abril, La Habana, 1996), Ecce Homo (España, 1997) y Habanero Tú (España, 1997). Compiló y presentó la edición conmemorativa de La Habana Elegante. Julián del Casal (in memoriam) Casa Editora Abril, La Habana, 1993. Reside en Nueva Orleans.
VIRGILIO PIÑERA
Animal de tiro o parábola
cargaste todo el peso, en omóplatos lo propio
y añadido:
polvo y polen y lo que no se ha reducido en círculos.
Extraño mercader,
tus paños el más exacto, alucinado mapa del país
y un espejo no apto para los cazadores de fantasmas.
Algo ejemplar: aún te vieron sonreir de orilla a orilla
con la malicia de un niño o un ratón ante la adversidad
entregarte al prohibido, devorante amor anfibio
como una dama impúdica, como querías
como que todo al final no es más que una gran broma,
un carcajearse escamando entre las sales.
Oscar Wilde tuvo su estancia gélida, el aislamiento
pudo ser la tuya.
A la hora anunciada por los especialistas en posteridad
te convertiste en isla, isla hundida
en qué profundo y olvidado mar oscuro.
Dispersas están las cosas que fueron prometidas,
así en la cita bíblica: debajo de la casa un tesoro,
un alimento.
Nos decían que no, que no nos acercáramos
nos mandaban a leer a Pita, a Guillén, a cualquiera
de los otros
nos decían que no y tuvimos que escoger, que
adelantarnos
a estrella o muro empezar la partida, el naipe de los
desorejados,
aunque tuviéramos que introducir toda la escala
en el dormido paladar de los prudentes.
Hombre, mujer, isla, coágulo que anula el paraíso:
entre líneas andamos buscando, preguntándonos.
ROBERTO FRIOL
Roberto Friol es un poeta muy menor.
Su llama me aseguran, es la de un fósforo.
En una antología de poetas menores (los del 50,
en Cuba)
no aparece.
Si alguno presentara su candidatura a esa piñata,
el Nobel
lo tomarían por loco.
Si un niño le regalara una flor, como a Casal
lo tomarían por niño, eso en el mejor de los casos.
Estoy seguro que en torno a él no revolotean
las muchachas, las noctílocas, las buscadoras de.
En su vejez sin fama ha de estar solo
o lo que es lo mismo ha de estar náufrago cloqueante
y le abrasará la sed, a él, amolador que repartió
cuál mano le alcanzará la copa, la para aciervados
labios.
Yo lo he leído en las noches, y en el atardecer cianótico
cuando el país es una gota de sangre en mi mantel.
Su palabra me dijo el resplandor de la estrella de Cristo
que había olvidado y está ahí como él dice
brillando sobre el polvo, matando sobre el polvo,
pedernal o brújula o resaca con que frotarse el pecho.
No soy cristiano, ni burro, ni bueno
pero algo se podrá hacer con esa luz
a la hora de construir una casa.
Alzo sus libros a la altura de un monte, en el estante
del alma
y eso es más que suficiente para que Friol
se iguale a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Friol.
Juan Carlos Pérez Flores (Ciudad de La Habana, 1962.) Poemas suyos aparecen en las antologías Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989)
y Doce poetas en las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros,
Ciudad de La Habana, 1992). Ha publicado el poemario Los pájaros
escritos (Ediciones UNEAC, 1994), del que seleccionamos los textos
que aquí ofrecemos.
PARA UN ESMALTE
Traza sobre un azul
la nave de la iglesia.
Que por ella avance, inmóvil
mágicamente en el esmalte,
el señor medieval:
gorguera, cabello
en ondas tras la oreja.
En uno de sus dedos
ponle un rubí esplendente:
recordará una gota de sangre.
Pinta en torno del señor
purulentos mendigos,
maniáticos errantes,
que llevarán de las puntas
su manto purpúreo.
Con la mano libre
han de sonar sus matracas mudas
mágicamente en el esmalte.
Luego, según conviene
al contraste medieval,
junto a la cara tersa
del señor, deberá asomar
la carroña de un leproso.
Ya puedes dar el acabado,
el metal entregar al fuego.
EL NOVICIO
Pedí al prior del convento
me enseñara el sentido de la existencia
y en qué consiste la felicidad.
Me dijo el prior, el rosario entre los dedos,
<<arrodíllate y reza>>.
Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935). Poeta, dramaturgo, ensayista
y novelista. Colaborador en Ciclón, Lunes de Revolución, Cuba en la UNESCO, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba y
Revolución y Cultura, etc. Ganó el premio de teatro de la UNEAC
(1968) con Los siete contra Tebas, obra que a pesar de haber sido
publicada significó para su autor el comienzo de una prolongada etapa
de ostracismo y marginación. Entre otros títulos publicados por Arrufat
se encuentran en poesía: Repaso Final (La Habana, Ed. R, 1964),
Escrito en las puertas (La Habana, Instituto del Libro, 1968), y en
teatro Los siete contra Tebas (La Habana, Ed. Unión, 1968). En 1984 apareció su novela La caja está cerrada. Su último poemario publicado es Lirios sobre un fondo de espadas (La Habana, 1995).
Recientemente apareció Las pequeñas cosas editado por la Editorial
Verbum. Los poemas que aquí incluímos pertenecen al libro Lirios....
MIENTRAS LA NOCHE IMITA LA MAREA
Mientras la noche imita la marea
y entra por tu patio, lo inunda
y aún el gusanillo se detiene,
tu vecino está ardiendo.
Su cabellera y sus manos sueltan chispas
que incendian el aire a su alrededor.
Nadie lo capta, nadie sabrá jamás
que da vueltas en su cuarto
y que ilumina un prado aún no descubierto.
Las ropas no dejan ver la luz
que sube por su pecho: es una luz intensa,
casi cegadora.
Mientras la noche imita la marea
y entra por tus ojos, los apaga
y aún el mejor vigía se distrae:
el desconocido que pasa silbando frente
a tu ventana está ardiendo,
podrías ver el brillo enorme que hay
bajo su camisa y acercar las manos.
Nadie lo capta, nadie sabrá
que era irrecuperable como es una vela.
A esa hora en que huyen los caballos
uno debiera quitarse la armadura,
alzar los puentes hacia la otra orilla
antes de que manezca.
Tú, yo y el Desconocido
estamos pasando raudos como estrellas
que caen,
estamos ardiendo a diario
como quien cumple un rito.
Y nadie lo cree, nadie espera
que en la casa vecina haya otros muriendo
de la misma muerte donde se alumbra a nadie.
Estamos pasando raudos como flechas
que pocas veces se entrecruzan.
Y mientras, como quien sí sabe lo que pesa
el tiempo,
sobre la noche que imita la marea.
Escucho mis palabras
cual los ritmos pausados de la lluvia
cuya belleza es hasta rozar la tierra.
Totalidad imposeíble del discurso,
cuerpo desmembrado en cuyas partes pongo
mi razón
que los vientos empujan y dejan sin raíz.
En el vuelo de un ave recorro este paisaje
de frases que en mi cuerpo se quiebran
cual figuras de hielo entrechocado.
Ya no amo la canción de mis palabras,
ni el pasado sabor de su encadenamiento
que mi lengua gustaba
como los granos del cereal amargo
que muerde el labrador antes de la cosecha.
Signos todos, organismos vacíos:
el mudo himno de mis noches cae
como la lluvia sobre el mundo;
ella aclarando formas que no puedo mirar,
yo dibujando manchas.
Víctor Fowler Calzada (La Habana, 1960). Textos suyos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992) y en el Anuario de poesía (UNEAC, 1994). Recientemente un libro suyo sobre el erotismo en la poesía cubana mereció el premio de ensayo del concurso UNEAC. Tiene publicados varios poemarios entre los que se destacan: El próximo que venga (1985) y Estudios de cerámica griega.
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