Reina María Rodríguez
El rasguño en la azotea 

(fragmento) 

Inventamos una azotea para resguardarnos, 
pues nos creíamos las piedras sagradas de la ciudad 
                                     --y tal vez lo éramos-- 
mientras los gatos enfermaban de transparencia, 
iluminando en las noches sin ardor 

los platos vacíos. 
 

                                              Francisco Morán.

 
 
Ésta será la página dedicada a la poesía cubana. En la azotea de Reina María Rodríguez (en Ánimas no.455 esq. San Nicolás, en Centro Habana) nos reuníamos frecuentemente sus amigos. Lo mismo si había o no había té, o si algún invitado extranjero nos llevaba ron y algunas galleticas, allí, casi como atraídos por el centro gravitacional de la poesía, comenzábamos las tertulias habituales. Lecturas de poesía, la discusión de algún proyecto como lo fue durante un tiempo el de la Casa de poesía, o el del homenaje a Julián del Casal por el centenario de su muerte, constituían la razón de ser de aquellos encuentros. La azotea de Reina, como pronto comenzamos a llamarla, nos acogía a todos.reunión en la azoteaVivíamos en catacumbas individuales que la azotea conectaba con la catacumba mayor: la ciudad. Como quiera que la azotea no pudo recibir--como hubiésemos querido--a amigos como Gastón Baquero o Juan Clemente Zenea, y puesto que algunos de nosotros ya hemos dejado de subir aquellas escaleras y de animar ese espacio que--sin dudas--habría fascinado a Casal, hemos querido crear esta azotea otra, fuera de las murallas, pero dentro de la ciudad, y al que libremente podrán concurrir todos los poetas cubanos. La sombra de los gatos de Reina seguirá rondando peligrosamente la cocina. Mientras, los que van a leer esta noche han comenzado a repartir sus textos, finamente impresos por Ánimas Ediciones. 
 


 
 LAS HERIDAS QUE SÓLO EL TIEMPO SE ATREVE A HACER EN LOS CUERPOS  
 
 HOY ES DÍA DE FIESTA y extraño a los míos. Hay pocas noticias. Las cartas no llegan. Se aplazan los suicidios.  Ya no me puedo quedar con ellos para ver la última película de  Buster Keaton. Ya no puedo enseñarles los libros que me robé de la librería. Están lejos, muy lejos. La distancia  no tiene alas. Ellos poseen el poder de la inocencia. Los amigos siguen  mirando lentamente al mar y el mar mira con insaciabilidad  a mis amigos. ¿Qué han hecho para permanecer en esa  crucifixión? No tienen la culpa de HABER NACIDO EN  LA ISLA. No hay alegría en sus ojos.  No hay felicidad allí.  Son reales sus asfixias. Llevan en el cuerpo las heridas que 
 sólo el tiempo se atreve hacer en los cuerpos. La eternidad es  una noche que comienza y otra por llegar. Me miro en cada  respuesta. Pronto iré a fotografiar a la muerte. Depredaré al cielo para que arroje sus signos. Los cuervos picotean las nuevas cruces. Todos los mares entran en las casas, en los cuerpos. Me resigno a la ausencia de mis amigos. Ojalá pudiera abrazarles en estos momentos. Entre ellos y yo existe una permanente complicidad. La historia es rehén de la historia. Ojalá pudiera despertar un día entre ellos y tomar nuestra LECHE NEGRA

 
INSCRIPCIONES 
 
 Soy del país que no existe en los mapas. 
 Soy del otro lado del puente. 
 Soy lo que ha quedado del perfil de la noche. 
 He sido el último grafitti puesto en la pared. 
 Y el aliento del cigarro medio encendido dejado 
 en el cenicero. 
 Necesito otra ondulación para mi ciudad. 
 Es hora de enterrar todos mis muertos, 
 de ir al baño para quitarme la piel sucia 
 de todas las andanzas. 
 

 Almelio Calderón Fornaris (La Habana, 1966) 
Ha publicado dos cuadernos de poesía: Fragmentos para un caballo de aire (Ediciones Extramuros, 1987) y Las provincias del alma (Letras Cubanas, 1992). También textos suyos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990) y Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992) Reside en España. Los poemas que aquí ofrecemos pertenecen al libro Para poner orden en mis tierras (en preparación). 

 

                 Por Félix Lizárraga 
                         (Poema 1

  Conocía la costumbre del té antes de emprender viaje. 
  Costumbre antigua demorarse en la taza sin beberla, 
  luego irse. 
  Costumbre tibetana. 
  La casa queda a oscuras. 
 
  En el centro se emposa la infusión 
  y uno siente, no importa lo lejano, 
  que algo ha quedado a medias 
  y regresa. 

  Pero él no tuvo casa que cerrar 
  ni tetera donde calentar el agua. 

  Cómo le irá en aquel exilio a donde no se va, 
  de donde no se vuelve. 

  Echo las últimas barreduras de té, 
  he puesto bajo el cielo una taza en su honor. 
  Dondequiera que esté será lo que fue siempre: 
  espíritu y espíritu. 
 

  Entre los colegiales de los Karamázov  
                           (Poema 2

  Te gritaron también como le gritan 
  al que toma unas piedras en la calle, 
  y te echaron en cara delgadez; 
  poca fuerza 
  en unos ejercicios que los demás salvaban. 
  Tu inteligencia que la reconocieran los maestros, 
  el buen carácter en tu casa. 
  Los de tu edad sólo veían cuánto te demorabas 
  en responder a los insultos con insultos. 

  No eras como los otros. 
  Lo quisiste 
  o lo quisieron ellos para ti. 
  Eras ese muchacho cargado de piedras 
  entre los colegiales de los Karamázov. 
  Buscaste como él volverte algo sin vida 
  (un cristal, una estrella, un adulto lejano), 
  vivir en otro día... 
  La pelea, sin embargo, no estaba terminada. 
  Tantos años después, todavía tú gritas 
  "Hazte piedra, 
  golpea". 
 

Antonio José Ponte 
(Matanzas, 1964) Ensayista y poeta. Ha publicado los poemarios: Trece poemas (1988) y Poesía (1982-1989) (1991).Textos suyos aparecen en las antologías Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992), Anuario de poesía (UNEAC, 1994) y Poesía cubana: La isla entera (Betania, 1994). Tiene publicado, además, Un seguidor de Montaigne mira a la Habana (Ediciones Vigía, 1995) y Las comidas profundas (Miami, 1996). 
 
 

  Claro de bosque (semiescrito) 

  las puertas se abren hacia 
  dentro y 
  con horror infinito 
  hacia fuera los pensamientos 
  pienso 
  en una escritura-intensidad 
  pero no es escritura la palabra exacta 
  (exacto es claro de bosque) 
  ni siquiera la que más se aproxima 
  ya que 
  ninguna palabra es tan intensa 
  para ser escrita 
  en el horror infinito de unos caracteres de tierra 
  el cerebro desenterrado 
  de esas tierras al margen y 
  sin embargo 
  en algún punto o claro de bosque 
  calculado 
  (en la cabeza) 
  aunque el término punto también inexacto 
  y aún, todavía las rayas excavan 
  cada uno de esos puntos diversos 
  (pilar de lengua viva) 
  los caracteres se desprenden 
  al simple roce de manos 
  así también la tierra 
  al borde de ciertos farallones o mantos de pizarra 
  ininterrumpidamente hacia 
  dentro y 
  con horror infinito 
  con (más) horror infinito hacia fuera luego 
  campos 
  cabezas 
  molinillos-organillos 
  en Mandelstam, Nietzsche (¡que crujen!) 
  y ahora 
  en la nunca espectral y absorbente cabeza de este Bernhard 
  con una intensidad cada vez más creciente 
  más sin salida 
  hacia dentro 
  y fuera lo mismo hacia la intersección entre una idea, clara 
  de suicidio (sostenida a lo largo 
  de una existencia toda ella entregada al suicidio) 
  y el acto 
  al abrirse la puerta en la sima 
  --sismática, 
  con fondo de hueso gris y libre 
  de todo resto de tejido humano 
  "allende los humanos" 
  así en las mismas al aire libre de Serra Pelada 
  unos 400 kms al sur de Belém 
  donde los humanos (moléculas rientes de negror corredizo) 
  han sustraído 
  en un corte sagital 
  la órbita de un ojo infinitamente horrible 
  semiescritos 
  emergen de la mina y 
  la tierra (pilar de lengua) 
  escala por los bordes 
  reproducen el movimiento (ardoroso) de la masa (de tierra) 
  que no va a ninguna parte 
  ningún pájaro atraviesa el "aire libre" 
  de estos yacimientos 
  el cielo ha perdido su convexidad característica
  además 
  su oficioso y noble speculum 
  como si en estas minas de oro 
  400 km al sur de Belém 
  se hubiera operado (ya) 
  en la intersección 
  el corte sagital del cerebro 
  de manera 
  que 
  la cabeza y el ojo 
  el ojo y la cabeza y 
  así los campus (de ojos) y los campus (de cabezas) 
  expresan la superficie 
  (ya 
  exclusivamente 
  extirpada) 
  o sólo es, exclusivamente 
  el fondo de la mina 
  en uno y otro sentido no debemos ceder en la intensidad 
  así Bernhard 
  con horror infinito 
  ante el claro 

                                                                                            Amiboide 
                                                                                            como ojo 
                                                                                                blanco 
                                                                          y completamente real 
                                                                                                  el filo 
                                                                                    de canto mudo 
                                                                                                  corta 

 
Pedro Luis Marqués de Armas (Ciudad de la Habana, 1965) 
Poeta y ensayista. Ha publicado: Fondo de ojo (Ediciones Extramuros, 1988), Los altos manicomios (Casa Editora Abril, 1993) y Fascículos sobre Lezama(Colección Pinos Nuevos, 1994). Sus textos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Un grupo avanza silencioso (México, 1990), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992). También ha publicado en la Gaceta de Cuba y en la revista Encuentro de la cultura cubana, de donde tomamos el poema que aquí aparece. Pedro Marqués forma parte del proyecto Diáspora(s)
 
 

                                   Pabellones (1) 
 
La  enfermera se pasea como un pájaro devastado. Es pequeña, voraz y su labio superior, en un esfuerzo esquizoconvexo y final, se ha constituido en pico sucio. Por otra parte (muestra el médico con paciencia): "esos ojitos  de rata". Tampoco el Director (de  formación  brechtiana) deja de asombrarse: "Perturba la disciplina con sus simulacros. De  vez en cuando logra levantar vuelo. Claro que lo haría simplemente de un pabellón a otro. Pero, comoquiera, representa un problema para la Institución". 
 
                                   Pabellones (3)  
 
Hoy hemos recibido a P. en los pabellones. Su locura parece provenir de nuestros campos, modestos y soleados. P. tiene la mirada inmóvil y económica de una rata, forjada en la  vanidad de una "pobreza digna" y las contemplaciones de un cementerio sobrio, que brilla en las tardes como una taza-de-cal. P. ha intentado muerte-por-soga en  dos ocasiones: la cuerda, dos veces, cedió ante el cuello díscolo de un pavo o de un hombre demasiado rígido. 
 
                                   Pabellones (6)  
 
K. murió de tuberculosis. Su laringe quedó ocluida y no podía hablar ni comer. Ni, por supuesto, cantar. Tomarse a pecho la cuestión del canto es contar --como le pasó a Josefina--con una laringe que funcione en cualquier circunstancia. Así de simple. En algún momento K. hizo un gesto para que le habilitasen la mano de escribir. Y ahí fue donde se formó el show (display or exhibit) en el sanatorio. Ver a K. tratando de escribir al mismo nivel de la  laringe defectuosa, verlo raspar y raspar como un pelele la hoja en blanco. 
 
 

Rolando Sánchez Mejías (Holguín, 1959) 
Poeta, narrador y ensayista. Obtuvo en 1989 el premio Hucha de Plata (España) con un cuento. Tiene publicado el poemario Derivas I (Colección Pinos Nuevos, 1994). Está incluído en las antologías Retrato de grupo (Letras Cubanas, 1989), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Extramuros, 1992) y Anuario de poesía (UNEAC, 1994). Textos suyos han aparecido en la revista Encuentro de la cultura cubana, de donde tomamos los poemas que aquí aparecen. Dirige el proyecto Diáspora(s)
 
 

                         Por el océano  

  En alta mar la mendicidad no existe, 
  no hay bastardos en una zona como ésta 
  donde el armamento llega de trasmano; 
  aquí las historias son metálicas y sin elocuencia. 
  En cambio en tierra 
  siempre aflora el brillo amenazante del subsuelo, 
  en cambio en tierra 
  después de unos preliminares moteados de leche 
  y otros preliminares donde lo hacen cimbrar 
  con relatos de cobardes golpeados con toalleros, 
  sale el hombre a fundirse con su imagen de oveja barcina 
  y agota solo en el oficio de sopesar 
  la vida de una o dos colonias de peces. 
  En altamar la mendicidad no existe 
  pero en tierra sólo por error se llega a descubrir 
  que el sitio de los maestros es demasiado áspero, 
  y ellos, los maestros, 
  retirados por la cirrosis y la ubicuidad, 
  se sumergen seguís de que en algún punto del océano 
  volverán a salir hinchados y todavía reconocibles. 
  En estos días perfectos que nadie envidiaría 
  se escribe la superioridad del hombre sobre la medusa, 
  nuestra cobardía tentadora como el bucle de un niño 
  es sin embargo diez dedos más palpable 
  que esas manchas aerodinámicas de acero y agua 
  que a la larga 
  el sol hace apestar sin leyenda previa. 
  Días perfectos para el hombre, 
  días carentes de religión para los peces, o viceversa, 
  a ambos los separa la única franja de tierra 
  aún no cultivable. 
  En el océano la mendicidad no existe, 
  los hombres van a mitigar su miedo 
  en el abrevadero de los pinos. 

   Colisiones secundarias  

  Dormir no es mezclarse con el hombre de Neanderthal 
  ni disputar un corto sobre jóvenes casaderas, 
  dormir no es sumarse a una expedición de castigo. 
  Dormitar es conducir en estado de embriaguez 
  pero dormir nos eleva casi rápidamente 
  a la categoría de pianistas ciegos, 
  la noche nos exige más comedimiento que buena voluntad. 
  Al desierto y a la emoción de sabernos un buen partido 
  a la semana bailable y a la tarea de memorizar 
  a la sensación de amanecer mojado como un hijo pródigo 
  sería bueno asistir en el temblor de la inocencia, 
  es apropiado acudir dormido o cuando más semidormido. 
  Cualquier situación se embellece con la somnolencia 
  bovina 
  toda clase de percances emparejan sus bordes 
  en la melodía del bajo voltaje. 

Omar Pérez (Cuba). Poeta. Forma parte del proyecto Diáspora(s). Textos suyos han aparecido en la revista Encuentro de la cultura cubana

 
 
 .en Solingen, el pasado 29 de mayo...  

 Cinco mujeres turcas, que no tenían necesidad, fueron 
 terminadas. Sin embargo, todo estaba claro. Era como abandonar 
 cada uno de los propios ritmos 
                            por tender, como Wagner, a la 
 Gesamtkunswert (la obra de arte que reúne a las artes). 

 Yo, con toda solidaridad, se los iba a enseñar; pero ahora 
 me doy cuenta de Cómo podrían saberlo, si parece -como antes/ 
 como siempre- que no se va a escarmentar. 

 Empecemos a bien todos un día un poco o escarbar. 
 Bien. Es la arena irredenta de la blanca visión: 
  Yo sí quiero la casa 
  Yo sí quiero la playa 
  Yo sí quiero la bata 
   blanca 
 Ven?, no hay quien diga: "Yo no quiero la paz". 
 Entonces (porque sólo fue entonces), 
 alemanes, españoles/italianos y franceses 
 comenzaron a llorar. Era una lloradera lita, que no tenía 
 bruces/cruces, y menos cobalese (que no sé qué pueda ser, 
 hablando sinceramente). 
 
 

 VAHO QUE SENTI YO EL SABADO  

 Todo me da una industria mala, delicada siempre; 
 pésimo campo. 

 No sé algo; por las fotos conozco 
 cómo jugué con frascos 
 en una caja 
 frente al espejo. 

 Salen las personas, los adolescentes; 
 es cuando más salen/ se visten: 
 -Hay un vaho tremendo en la curva -dicen, 
 y profundo es el miedo que saliera de ti. 
 -Suban, vamos/Arriba, suban: 
 que para eso he abierto esta puerta/ 
 la he forzado. 
 

Ismael González Castañer (La Habana, 1961). Poeta. 
Ha publicado Canciones del amante todavía persa (1991). Sus poemas han aparecido en las antologías: Doce poetas en las puertas de la ciudad, (Ediciones Extramuros, 1992) y Retrato de grupo (Letras Cubanas, 1989). Los poemas que aquí incluímos fueron tomados de la revista Diáspora(s) (no.1, Septiembre 1997, La Habana.) 
 
 

  Violet Island 
  (fragmento) 

  yo conocí a cierto hombre, un hombre extraño. 
  cuidaba cada día y cada noche la luz de su faro, 
  un faro en la medianía que no indicaba mucho, 
  un faro pequeño para embarcaciones de poco nivel 
  y oscuros pueblos de pescadores. allí, en su isla 
  él intercambiaba con su faro las sensaciones 
  esperando cada día, cada noche, esa otra luz 
  que no vigila la persecución de algún objeto, 
  esa otra luz que no ilumina nada, 
  otra luz reflexiva, que cruza hacia adentro, 
  la distancia entre el puerto seguro del sitio 
  y el ojo que mira volver, por encima y transparente, 
  la ilusión provisional que se eterniza: 
  esa curva del ser tendido junto al faro 
  sin precaución ni limite, para ser o tener 
  lo que imperfectamente somos, nada más, 
  que soñar lo que sueñe y estar donde está 
  sobre las quietas aguas y apagarlo todo en el cuadro 
  de un día y ser nuevo otra vez hacia la madrugada 
  junto al faro pequeño y perdido de Aspinwoll 
  sin siquiera imaginar que existe algún deseo 
  fuera de desear la breve luz que cae, anocheciendo, 
  sobre las quietas aguas y los sonidos muertos ya 
  de aquellas olas, que en otro tiempo, fueron su pasión; 
  su dolor, de gozar y sufrir, un refugio sincero. 
  como el guardafaros de Aspinwoll, sólo en su faro, 
  yo me quedé dormida, a pesar de la intensa luz que cae 
  y sobresale por encima del tiempo, a pesar de la lluvia 
  golpeando el espejo de los peces blancos, 
  a pesar de aquella luz espiritual que era su alma, 
  yo me quedé dormida entre el puerto y la luz, 
  sin comprender: quería, sólo quería un tiempo más 
  para volver aprendiendo, no sobre la resaca de la 
         conmiseración 
  donde atan su mástil los desesperados; 
  no la fortuna auténtica de vivir sin saber, sin darse cuenta; 
  no la luz provisional que se eterniza y finge lo que seremos 
  o el miedo de poseer la realidad opaca, intrascendente. 
  yo quería la vida sólo por el placer de morir, sobre las 
         quietas aguas, 
  junto a los peces blancos y estaba impaciente 
  porque sucediera todavía la reedición de mi inconsciente 
  para que alguien hallara allí lo no tocado, la otra voz, 
  no de este ser intermediario, un cuerpo para medir las 
          grietas 
  bajas; un cuerpo para la violación de un yo impracticable: 
  yo me quedé dormida, inconsecuente, en la imaginación 
  de ese otro en la distancia, suficientemente avanzada 
  para tener iluminación propia en Aspinwoll, pero 
         fracasada 
  también oscurecida, como el guardafaros sobre las quietas 
         aguas 
  de lo que imperfectamente somos, en la medianía 
  de un faro que no indicaba mucho, a través de la lluvia 
         cálida 
  y real de lo imposible. 

  soy Fela. no te conozco. este cuerpo con que vendré no es 
         mío 
  la aparición será otra cosa: como despeñarse, una avería, 
  un silencio. 
  y si pierdo? o si gano? o si atravieso el foso vertical? 

  me acerco a los animales como únicos sobrevivientes 
  maravillados con el ocio de la luz 
  y estos pastos vacíos que atravieso con horror 
  y llamándolos. me acerco a dónde van, a dónde van todos? 
  buscando dónde asir lo que hubo de cierto 
  y sin espejismos del desastre de ser como únicos 
         sobrevivientes 
  del faro en su vértigo tal vez los haga comprender mi 
         intención 
  de contar todavía alguna sombra, alguna luz. 
  no quiero domesticar a nadie más. 
  que ellos penetren con su sabiduría en mis voces 
  y se acerquen sin ser, sin pedir, sin darse cuenta 
  pero conociendo desde el doblado ojo enrojecido, otro 
         lenguaje, 
  otra profundidad que no marque lo seguro, ningún 
         término, 
  ninguna valentía. sólo estar donde estamos y posamos 
  como inteligencias diferentes en la sensación, 
         prestándonos 
  dolor, angustia, alguna llama estable. 

  y ahora dime... gime al oído 
  fue una ciudad con puerto. 
  los nombres de sus barcos profundos 
  anclaron alguna vez aquí. 
  nombres raros con esmaltes muy fuertes 
  y encendidos. 
  estábamnos rodeados de horizontes y de agua, 
  porque los puertos permiten olvidar y recibir, 
  olvidar y volver. 
  fue una ciudad con puerto 
  donde ya no se ha ido ni ha vuelto nadie más. 
  una niebla permanente cubre la tela de fondo 
  todavía azul y humedecida del invierno 
  y el descolorido ondear de las banderas 
  agujereadas por la sombra. 
  si bien antes fue un límite 
  cuando salías a mirarlo y correr 
  ahora es sólo la apariencia de un límite 
  el sonido de las sirenas muertas 
  que ya no suenan a través de ti 
  ni se confunden ni te llaman. 
  pero en dónde está el puerto? 
  ¿y los barcos? 
  ¿y el faro? 
  ¿y los hombros de los marineros convidándote 
  a otros puertos oscuros? 
 

Reina María Rodríguez (La Habana, 1952). Poeta. Ha publicado: La gente de mi barrio (1976), Cuando una mujer no duerme (1980), Para un cordero blanco (1984), En la arena de Padua (1993) y Páramos (1993), entre otros títulos. Fue premio "Julián del Casal" de la UNEAC (1980 y 1993), premio Casa de las Américas (1984), y premio Plural (México, 1991). Su casa, (la azotea de Reina) se ha convertido en espacio que atrae a no pocos de los más jóvenes escritores. 
 
 
 

   EL DAVID  
 
  INVIOLABLE ES EL MÁRMOL. 
  Mirar de soslayo el pecho 
                          desnudo, 
  la garra adormecida entre las 
                            piernas. 
  El deseo más feroz 
  reducido a la servidumbre de 
     la estatua. 
  En tanto el ojo lascivo 
  socavando la pesada mugre del tiempo, 

  enamorando. 
 
 
    LOS POETAS CUBANOS SE SUICIDAN 
 
                                                     La suerte me ha deparado 
                                                     este cuchillo
                                                                          Virgilo Piñera 
 
                                                                para antonio josé ponte 
 

  EN DIFERENTES ORILLAS DE LA ISLA 
  Raúl Hernández Novás y Reinaldo Arenas apretaron 
     el mismo gatillo. 
  Un amigo cuenta en una carta que Angel Escobar intentó 
     matarse 
  lanzándose al vacío. 
  Hoy sabemos que Virgilio, atado a una correa, llevaba su 
    cuchillo a todas partes. 
  Ya los poetas cubanos no están de humor para reír chistes 
    de sobremesa. 
  Pero tampoco se les fusila en el Foso de los Laureles, 
  ni en ninguna otra parte. 
  Todo se ha vuelto muy simple. Se les da un paseo por la Ciudad, 
  o se les lleva a una azotea. 
  Basta dejar un arma cerca. No cabe la menor duda de que conservan 
  todavía 
  la lucidez y la vehemencia 
  de los equilibristas. 
  Ah, estos ingenuos poetas cubanos 
  que al fin aprendieron que 
                                           morir por la patria  
  (entiéndase, por culpa de la patria) 
  es morir. 
  Como las ballenas, 
  aprenden en los mares helados el suicidio 
  y se reúnen para morir 
  junto a las puertas y los árboles, 
  y las casas y los vecinos y los viajes 
  que les han sido definitivamente 
  negados. 

 Francisco Morán (La Habana, 1952) 
 Poeta, ensayista. Ha publicado El arte de la fuga (La Habana, 1992),  Casal a Rebours (Casa Editora Abril, La Habana, 1996), Ecce Homo (España, 1997) y Habanero Tú (España, 1997). Compiló y presentó la edición conmemorativa de La Habana Elegante. Julián del Casal (in memoriam) Casa Editora Abril, La Habana, 1993. Reside en Nueva Orleans. 
 

                 VIRGILIO PIÑERA 

  Animal de tiro o parábola 
  cargaste todo el peso, en omóplatos lo propio 
          y añadido: 
  polvo y polen y lo que no se ha reducido en círculos. 
  Extraño mercader, 
  tus paños el más exacto, alucinado mapa del país 
  y un espejo no apto para los cazadores de fantasmas. 
  Algo ejemplar: aún te vieron sonreir de orilla a orilla 
  con la malicia de un niño o un ratón ante la adversidad 
  entregarte al prohibido, devorante amor anfibio 
  como una dama impúdica, como querías 
  como que todo al final no es más que una gran broma, 
  un carcajearse escamando entre las sales. 
  Oscar Wilde tuvo su estancia gélida, el aislamiento 
           pudo ser la tuya. 
  A la hora anunciada por los especialistas en posteridad 
  te convertiste en isla, isla hundida 
  en qué profundo y olvidado mar oscuro. 
  Dispersas están las cosas que fueron prometidas, 
  así en la cita bíblica: debajo de la casa un tesoro, 
            un alimento. 
  Nos decían que no, que no nos acercáramos 
  nos mandaban a leer a Pita, a Guillén, a cualquiera 
            de los otros 
  nos decían que no y tuvimos que escoger, que 
            adelantarnos 
  a estrella o muro empezar la partida, el naipe de los 
            desorejados, 
  aunque tuviéramos que introducir toda la escala 
  en el dormido paladar de los prudentes. 
  Hombre, mujer, isla, coágulo que anula el paraíso: 
  entre líneas andamos buscando, preguntándonos. 
 

          ROBERTO FRIOL 

  Roberto Friol es un poeta muy menor. 
  Su llama me aseguran, es la de un fósforo. 
  En una antología de poetas menores (los del 50, 
       en Cuba) 
  no aparece. 
  Si alguno presentara su candidatura a esa piñata, 
       el Nobel 
  lo tomarían por loco. 
  Si un niño le regalara una flor, como a Casal 
  lo tomarían por niño, eso en el mejor de los casos. 
  Estoy seguro que en torno a él no revolotean 
  las muchachas, las noctílocas, las buscadoras de. 
  En su vejez sin fama ha de estar solo 
  o lo que es lo mismo ha de estar náufrago cloqueante 
  y le abrasará la sed, a él, amolador que repartió 
  cuál mano le alcanzará la copa, la para aciervados 
       labios. 
  Yo lo he leído en las noches, y en el atardecer cianótico 
  cuando el país es una gota de sangre en mi mantel. 
  Su palabra me dijo el resplandor de la estrella de Cristo 
  que había olvidado y está ahí como él dice 
  brillando sobre el polvo, matando sobre el polvo, 
  pedernal o brújula o resaca con que frotarse el pecho. 
  No soy cristiano, ni burro, ni bueno 
  pero algo se podrá hacer con esa luz 
  a la hora de construir una casa. 
  Alzo sus libros a la altura de un monte, en el estante 
       del alma 
  y eso es más que suficiente para que Friol 
  se iguale a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Friol. 

Juan Carlos Pérez Flores (Ciudad de La Habana, 1962.) Poemas suyos aparecen en las antologías Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989) 
y Doce poetas en las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 
Ciudad de La Habana, 1992). Ha publicado el poemario Los pájaros 
escritos (Ediciones UNEAC, 1994), del que seleccionamos los textos 
que aquí ofrecemos. 
 

                PARA UN ESMALTE 

  Traza sobre un azul 
  la nave de la iglesia. 
  Que por ella avance, inmóvil 
  mágicamente en el esmalte, 
  el señor medieval: 
  gorguera, cabello 
  en ondas tras la oreja. 
  En uno de sus dedos 
  ponle un rubí esplendente: 
  recordará una gota de sangre. 

  Pinta en torno del señor 
  purulentos mendigos, 
  maniáticos errantes, 
  que llevarán de las puntas 
  su manto purpúreo. 
  Con la mano libre 
  han de sonar sus matracas mudas 
  mágicamente en el esmalte. 

  Luego, según conviene 
  al contraste medieval, 
  junto a la cara tersa 
  del señor, deberá asomar 
  la carroña de un leproso. 

  Ya puedes dar el acabado, 
  el metal entregar al fuego. 
 

                 EL NOVICIO 

  Pedí al prior del convento 
  me enseñara el sentido de la existencia 
  y en qué consiste la felicidad. 
  Me dijo el prior, el rosario entre los dedos, 
  <<arrodíllate y reza>>. 
 

Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935). Poeta, dramaturgo, ensayista 
y novelista. Colaborador en Ciclón, Lunes de Revolución, Cuba en   la UNESCO, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba 
Revolución y Cultura, etc. Ganó el premio de teatro de la UNEAC 
(1968) con Los siete contra Tebas, obra que a pesar de haber sido 
publicada significó para su autor el comienzo de una prolongada etapa 
de ostracismo y marginación. Entre otros títulos publicados por Arrufat 
se encuentran en poesía: Repaso Final (La Habana, Ed. R, 1964),  
Escrito en las puertas (La Habana, Instituto del Libro, 1968), y en  
teatro Los siete contra Tebas (La Habana, Ed. Unión, 1968). En  1984 apareció su novela  La caja está cerrada. Su último poemario publicado es Lirios sobre un fondo de espadas (La Habana, 1995).  
Recientemente apareció  Las pequeñas cosas editado por la Editorial 
Verbum. Los poemas que aquí incluímos pertenecen al libro Lirios.... 
 

 MIENTRAS LA NOCHE IMITA LA    MAREA 

Mientras la noche imita la marea 
y entra por tu patio, lo inunda 
y aún el gusanillo se detiene, 
tu vecino está ardiendo. 
Su cabellera y sus manos sueltan chispas 
que incendian el aire a su alrededor. 

Nadie lo capta, nadie sabrá jamás 
que da vueltas en su cuarto 
y que ilumina un prado aún no descubierto. 
Las ropas no dejan ver la luz 
que sube por su pecho: es una luz intensa, 
casi cegadora. 

Mientras la noche imita la marea 
y entra por tus ojos, los apaga 
y aún el mejor vigía se distrae: 
el desconocido que pasa silbando frente 
a tu ventana está ardiendo, 
podrías ver el brillo enorme que hay 
bajo su camisa y acercar las manos. 
Nadie lo capta, nadie sabrá 
que era irrecuperable como es una vela. 
A esa hora en que huyen los caballos 
uno debiera quitarse la armadura, 
alzar los puentes hacia la otra orilla 
antes de que manezca. 

Tú, yo y el Desconocido 
estamos pasando raudos como estrellas 
   que caen, 
estamos ardiendo a diario 
como quien cumple un rito. 

Y nadie lo cree, nadie espera 
que en la casa vecina haya otros muriendo 
de la misma muerte donde se alumbra a nadie. 
Estamos pasando raudos como flechas 
que pocas veces se entrecruzan. 
Y mientras, como quien sí sabe lo que pesa 
   el tiempo, 
sobre la noche que imita la marea. 
 

Escucho mis palabras 
cual los ritmos pausados de la lluvia 
cuya belleza es hasta rozar la tierra. 
Totalidad imposeíble del discurso, 
cuerpo desmembrado en cuyas partes pongo 
   mi razón 
que los vientos empujan y dejan sin raíz. 
En el vuelo de un ave recorro este paisaje 
de frases que en mi cuerpo se quiebran 
cual figuras de hielo entrechocado. 

Ya no amo la canción de mis palabras, 
ni el pasado sabor de su encadenamiento 
que mi lengua gustaba 
como los granos del cereal amargo 
que muerde el labrador antes de la cosecha. 

Signos todos, organismos vacíos: 
el mudo himno de mis noches cae 
como la lluvia sobre el mundo; 
ella aclarando formas que no puedo mirar, 
yo dibujando manchas. 
 

Víctor Fowler Calzada (La Habana, 1960). Textos suyos aparecen en las antologías: Retrato de Grupo (Letras Cubanas, 1989), Doce poetas a las puertas de la ciudad (Ediciones Extramuros, 1992) y en el Anuario de poesía (UNEAC, 1994). Recientemente un libro suyo sobre el erotismo en la poesía cubana mereció el premio de ensayo del concurso UNEAC. Tiene publicados varios poemarios entre los que se destacan: El próximo que venga (1985) y Estudios de cerámica griega.