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de
un pájaro, las dos alas
Lawrence M. La Fountain-Stokes nueva
york, mayo 1998
galopante, heroica, una luciérnaga que con majestuoso pergamino entrecruza el ojo de flechas, juntándose a la sombra del Teatro Nacional, bajo la mirada cariñosa del Che, ante una torre de marfil alta como el horizonte. ese será josué, líder timorato de rebeliones fallidas en Línea, cerca del Río Almendares. iluminada por los bombillos incandecentes del Teatro Yara, al cruzar la calle del Coppelia, aunque la reforma te dejara en aquel entonces sin clientes de fresa y mucho menos chocolate, derritiéndose en aquellos climas de tanto calor. vislumbras la caída de una muralla de ruido, del son de la vega que no transita por tus calles, Habana Vieja, de muros carcomidos por una polilla que ningún veneno aniquila. el helado te gusta, aunque no tenga leche, pero nadie te cree. y si un carro deambula por la calle veintitrés y se lanza al mar, guiado por un faro, manejando un taxi clandestino, con cierto ingeniero químico que dejó de ejercer la profesión al mando, que le hablaría a quien tuviese la paciencia de oírlo sobre la virtud de los dólares. se llama abraham tu otro amigo, ingeniero por igual, pero mecánico. llega el avión de Cubana de Santo Domingo y la maleta se demora horas en salir, no vaya a ser que traigas la plaga descomunal contigo. y todos tus compañeros de peregrinaje se van y la modernidad de rayos equis y perros con olfato drogadictorio te perdona y abandonas el Aeropuerto José Martí Tres después de medianoche, tan lindo con su rojo y blanco en metal, tras veinticuatro horas de viaje, de San Francisco hasta aquí. dos guajiros quinceañeros con pistolas del estado paran a tu taxista por velocidad, el motorista los insulta y mientras te maldices los niños se cansan, y prosigue tu viaje. eres de un pájaro las dos alas, pero no vuelas, la mecánica celeste te lo impide. a tu derecha se erige una calle de Centro Habana llena de columnas y abraham te advierte sobre la posibilidad del crimen, de inmediato miras y al primero que ves lo sientes acechante, el miedo te circunvala y la paranoia asedia. ala vertical despacha a josué otro día y sigues al primero por una calle llena de hoyos que más parece Beirut que Nuestra América, mi América se desliza por un pasadizo que no sabías que existía en estos trópicos. abraham te indica el camino y cuando llegas tienen que subir miles de pisos sin luz, oscuridad de lobo para llegar al pequeño apartamento, donde el televisor blanco y negro proclama las maravillas de la revolución después de la novela brasileña y del muñequito canadiense. saludas a la familia y revientas en sudor, en lo que te traen un vaso de agua que no sabes si está hervida y que tal vez te cause malestar. -¿Quieres tomar té en mi casa?--te pregunta josué al finalizar la función de la Zapatera Prodigiosa y a ti te da gracia, es como en la película, son los cien años de Lorca y esta tarde lloraste al comer fresa en el Presidente, a varias cuadras de Casa de las Américas. es que la cursilería te atrae, mi vida, y qué cosa, llegar a esta ciudad tan digna y perlosa tras tantos años, donde el que no tiene de congo tiene de carabalí, aunque hay muchos pelirrojos y rubios y chinos también. le explicas que esa noche no puedes porque te viene a buscar abraham, pero se viene de todos modos y acaban por el Habana Libre y antes de que lo sepas estás sentado en la Rampa, comiéndote una triste ensalada por cinco dólares e invitándolos a los dos. ala vertical sólo toma un mojito, pero lateral come igual que tú. de su bolsa, saca El Amor En Los Tiempos Del Cólera, te pregunta que si lo has leído y te ríes. ¿qué vino antes, el huevo o la gallina? josué es atrezzista y luminotécnico y abraham ahora ejerce de profesor de electrónica, cuando no anda en taxi, aunque estudió en el Instituto Superior de Arte para cantante de zarzuela. tú eres periodista cultural, viniste a Cuba a ver teatro y a conocer gente. y el cuerpo de bailarín de minuet va cediendo aunque aun mantiene su dignidad de juventud. por si las moscas caminan y las mil maravillas, como es lunes casi no hay jineteros pero ya los irás conociendo poco a poco. se cruzan con el hermano de lateral en la calle, ya te había enseñado sus fotos en la mesa, sus muchos cambios de bigote, pelo largo y corto y ahora viste de mangas largas, algo Ralph Lauren Polo Sport. parecería un niño bien, la adoración de su hermano mayor, bronceado por nuestro sol arrasante, solar sobre piel canela que vira caramelo. josué te pregunta que si te gusta su fraterno, y te habla de un macho por su casa con la verga de un pie de largo. -yo ya se la mamé, pero se vino en mi boca, y a mí eso no me gusta -- te dice. lateral y vertical sólo se conocen por ti, el teatrólogo puertorriqueño funge de crisol entre dos Habanas que marchan de viento en popa por rumbos diferentes, a pesar del vínculo común de las artes. y bajo las sombras de unos árboles gigantes --¿pinos?-- en la Calle Veintitrés del Vedado (pero en la otra dirección) oyes una danza, ves los cuerpos morenos que se desplazan mecánicamente en un baile seductor, transacción entre turistas españoles y europeos de mierda que llegan con su dinero y tú, mirándolo todo. un amigo de josué trata de entrar a una cafetería de dólares y no lo dejan, la diva adolescente con piel de nácar se caga en la madre de un país donde los mambises no pueden pasar por la puerta. ojos profundos -- Es pajarito, ¿entiendes? -- dice lateral y vertical mira, aquello no es lo de ella, pero le fascina. - Hay activos y pasivos -- pero abraham lo interrumpe, -- él entiende de eso, no se lo tienes que explicar --. y tratas de recordar la palabra bugarrón pero no te viene a la mente hasta varios días después. las palabras joseador y vividor sólo te vendrán al salir del país. los niños laterales viven con la abuela, quien les cocina, su madre pasa de vez en cuando para criticar y gritarle a su cría delincuente que se pasa con extranjeros en negocios miles, hoy el español trajo una botella de aceite, ¿te dio los veinte dólares que te prometió por acompañarlo? pero sólo tiene la mitad. los laterales tienen un televisor a colores y comes congrí con picadillo y espaguetti con hot dogs del pequeño supermercado de dólares del gobierno, hot dogs que compraste con josué cuando fuiste por algo de beber, en mi casa no puedes tomar el agua, es de la pluma. en los hoteles y restaurantes del estado la comida es atroz y estás por dejar de comer, no has ido a las paladares porque quedan lejos o no sabes donde están, los cubanos no te llevan y no quieres comer solo. se te va el hambre por la ansiedad, hasta que descubres los panes por un peso cubano. no te sienta mal adelgazar. en la casa vertical se rompió el televisor a colores y ahora es como antes, se burlan de los vecinos orientales a pesar de que la madre es economista y el padrastro alto funcionario del correo, los padres de abraham son profesores de física-química y biología. ya nadie aguanta más, pero si dices algo te echan del trabajo y a esta edad, ¿adónde nos vamos a ir nosotros? hablan de balsas y tiburones y de ese señor, el barbudo, de lanchas a Regla que salieron a alta mar con cakes cubiertos de merengue que escondían tanques de gasolina, se aproxima el día de las madres y todas han recibido su bizcocho estatal mal hecho. abraham gana escala tres o algo así que es trescientos pesos o quince dólares al mes, una botella de Najita de dos litros que mata tu sed vale un dólar sesenta, la mayonesa no te quiero ni contar, si tanto les gusta Cuba que vengan a vivir aquí y a coger libreta, siete huevos, leche en polvo sólo hasta los seis años de edad, cinco libras de arroz y de chícharos por mes, nada de carne y el cepillo de dientes y la pasta de una amiga extranjera que vino de visita se lo robó un nene del barrio que se metió por la ventana. el santo turista despega por la Habana de noche, acompañado por su ala lateral y vertical, si Cuba y Puerto Rico son de un mito las tristes chancletas que se pudren entre los dedos infectados de un pie con hongo. olvídate de la medicina, que sin dólar no se puede. aquí el secreto es nunca enfermarse. la gente dicharachera lo repite, en lo que te estafan por diestra y siniestra. el que da un dedo pierde la mano, y si no te ofrecen taxi, tabaco o cuerpo, te sacan la licencia de pasarla bien a cuesta de un trabajo de pesadumbre y miles de sacrificios de tu gente para que llegaras, porque se creen que todos los que vienen del extranjero son ricos, que el dinero se cae de la mata, y a ti tus padres te pagaron el pasaje gracias a dios porque a las tarjetas de crédito les debes doce mil dólares y no ves el día de acabar tus estudios y poder salir de la prángana. por eso lloras, porque vives de ilusiones e intereses y tus cuentas se multiplican sin parar, y venir a Cuba fue una idiotez para tu bolsillo y ahora más. setecientos dólares tus padres, y tú doscientos pesos de hotel, cien de evento cultural, cincuenta de entrar y salir de este hermoso país, veinte multiplicado por dos para pasearte por Dominicana dos veces, trece el taxi de ida, etcétera, etcétera. y no hables de Dios, que aquí todos son materialistas, y se te reirán en la cara aunque tú no seas creyente de mucha devoción. abraham te acompaña en un viajecito a Regla a visitar a tu Madre Redentora, y le enciendes una vela y dos tallitos de azucena, rezando por paz espiritual y clareza, pero de poco parece haber servido, aunque quién sabe. ¿habrá sido Ella la que te protegió cuando te agarraron las manadas de niños en el Malecón, o más tarde en la Habana Vieja? donde quiera que caminas atraes multitudes, que ni el flautista de Hamelín, pero tú no sueltas prenda. a aquellos los despachaste, quedándote más que nada con el susto. pobre y tacaño de colmo -- es por no fomentar la limosnería, piensas. la guía dice que Cuba es el país más seguro del hemisferio, pero a ti te cuesta creerlo, si jamás lo has pasado tan mal, y mira que has viajado con Visa, Master Card, Discover y American Express por este continente tan sufrido -- mejor sólo que mal acompañado, ¡si el plástico es tan compacto! --. ay y la molestia de tener que traelo todo en efectivo, para que te roben mejor, repite la abuelita enmascarada de la Caperucita Roja. aquí no hay muertos de hambre que tú sepas, pero sí hay de los que no tienen dónde caerse muertos. pobre el alma que se pierda sin camino por Centro Habana con esa cara de gringo que tienes, aunque seas de la otra ala dizque tan querida. pobre del paseo que te das con abraham en bicitaxi, tu Roberto conductor de cuerpo divino pero vertical se la pasa interrogándolo sobre negocios y presupuestos y bronceador y a ti te da dolor de cabeza, ¿por qué no podremos simplemente pasear tranquilos por el capitolio? te preguntas y te enseñan la casa de Martí, el gran mártir nacional. -¿por qué no hablaste con él? ¿por qué no le diste tu número de teléfono? ¿por qué no dijiste nada?-- vertical y lateral, el sexo te persigue y horizontalmente sudas, limpiándote la frente con un pañuelo que ya apesta a nitrógeno. ¿viniste a chichar? tal vez, pero eso nunca fue lo primordial. es más, cuando te hablaron de turismo sexual, te daba asco -- no por los jineteros, sino por el poder del dólar, y porque tal vez les tienes envidia y te molesta que no te atrevas a hacerlo. pero mejor hablar de otras cosas. el agua de tu bahía asqueante por los desperdicios del petróleo y desechos de mil barcos, el calor sofocante en la barcaza llena de bicicletas, en Regla no hay casi nada más que la iglesia así que te vuelves rapidito pero en el camino abraham se cruza con una muchacha preñadísima, antigua compañera de estudios que ha abandonado la carrera y ahora se dedica a guía turística. de nada sirve la ingeniería cuando el único dólar se queda en un hotel, quien no jinetea con el cuerpo, si quiere sobrevivir, con el alma. en la tierra, aclaro, porque de lo espiritual prefiero no hablar. en casa de las Américas conoces al heredero de electra garrigó, con su cabeza afeitada, y te habla de danza teatro y canciones de senos caídos y dientes postizos de la boda de piñera y quedas alucinado, su compañero es una preciosura y cuando los visitas te dan café y pan del cielo y te enamoras. josué te hace la cabeza para que le pagues a su vecino, el de la pinga descomunal, pero resistes y abraham te presenta a su novio, traductor e intérprete de alemán y ruso, de los años antes de que cerraran esa carrera en la Universidad de La Habana, como sociología, que se acabó cuando terminaron los problemas de la sociedad revolucionaria. vertical más uno forman una pareja graciosa -- explícale los problemas de tu campo -- y empiezan una pelea que a no ser porque estás con lateral, sería insoportable, parecen un matrimonio de treinta aniversarios ¡pero ninguno inclusive llega a esa edad! -NO, NO, NO -- repite y tú te ríes y le preguntas que si ellos siempre son así, siempre llevándole la contraria, pero te sospechas que ellos se entienden en su constante intercambio feroz. en casa de clitemnestra pla y electra garrigó te vuelves antígona pérez, tan criolla la pobre, y hablas con la suegra que le consiguió el apartamento en permuta para que los nenes pudieran vivir juntos en el Vedado, cerca de su trabajo. ahí a la vuelta de la esquina de la escalinata universitaria de las protestas de Machado ¿o es de Batista?, tanto dictador, se te confunden, la que viste en Yo Soy Cuba con guión de Yevyeny Yevtushenko, si el transporte acá está tan malo por lo del período especial, sabes, que si uno no vive cerca del trabajo no llega nunca. los camellos motorizados donde va el pueblo más parecen trenes para reces y no te montas por miedo a que te vacíen los bolsillos, con ese aspecto de extranjero que tienes. mejor andar en taxis de diez pesos que te consigue josué, o en generosos avientos de señoras que explican que ellas a menudo le dan pon al que lo necesite. a la pobre señora pla se le acaba de morir un hijo y está en la Habana para visitar su tumba en la necrópolis, lleva un mes el difunto y en la casa se reúnen sus hijas restantes. cada acto de generosidad en esta ciudad de fantasmas te parece insólito, y cuando electra te regala una revista de teatro con portada suya se te cae la quijada, te conmueve el gesto sencillo tan olvidado. la perra salchicha de las garrigó está en pleno casamiento, y presencias el baile del coito en ese apartamento tercer piso interior, con ropa guindando en la brisa. ojalá que se preñe, piensas. le explicas a lateral mil veces que no te quieres acostar con nadie, que no viniste a eso, y por fin va calando en su cabeza de Celestina, aunque nunca dejará de repetir: "¡qué buena es la carne cubana!". y tú sabes que es buena porque ya probaste en otras partes, pero aquí no tienes ni el dinero ni los preservativos ni el lugar y mucho menos las ganas, aunque eso sólo por los otros inconvenientes. como niño sin dinero en heladería, y los helados son tiburones al acecho. josué te empieza a hablar de los muchachos que lo han hecho mujer y se lamenta de lo caro que se han puesto, él lo conoció cuando no era nadie, no tenía esa ropa ni esas cadenas de oro y se acostó conmigo por diez dólares que me había dado un español. ahora todos te piden algo, una camisa, un pantalón. y cuando lo saludas te da la mano firme, de dedos grandes, y sientes que las rodillas se te hacen agua y cuando bromeas sobre el desfloramiento de tu colega, el macho reconoce su paternidad. ¿ya diste a luz, mi amor? no embalde lateral y tú parecen amigos de toda la vida. y Josué se queja de que ya no quedan hombres de verdad en la Habana, pero es mentira. están parados al otro lado de Ele y de repente llega Ochín, la más fabulosa en su traje negro y cartera Chanel y te fascinan sus cejas y las gafas y los ojos almendrados. lateral y vertical son pálidos reflejos de Auxilio y Socorro pero son tuyos, todo tuyos, aunque alucines que te chupan la sangre como vampiros de animación. Ochín y Madonna serán tus alas, Madonna con sus hormonas que le trajo (¿quién más?) un español simpático lleno de tatuajes y de piercings. te preguntan si el arito de la ceja te duele, y tú dices que no. josué te explica que pueden ir a un parque donde la gente se masturba, bugarrones casados de sexo ocasional y a ti te tienta pero la Habana te ha dejado entre asexuado y con miedo al asalto. abraham pasea con ustedes por un rato y se sienta en los respaldos de un edificio pero se despide cuando llegan dos guardias, paseantes por la calle. -ya no arrestan -- confiesa josué, y tú agradeces el no ser producto nacional. bastantes cuentos de las UMAPs y de Mariel has oído como para tenerle nostalgia a algo que desde siempre te odió. llega un cubano maravilloso y todos quieren jinetearle pero es una putita (a su propio decir) que se fue a Escandinavia y ahora está de vuelta, de visita. un chico le pregunta que si sus padres siguen en la misma casa y él le responde sin reparos -- la Putita les consiguió un apartamento mejor, en el mismo edificio, pero más grande --. conoces a otro que vive en Bologna de bailarín y es tan lindo que te cuesta mirarlo, pero por la noche acabas conversando un chin con él. es simpático, a pesar de que parece un Fabio de pelo moreno y ojos azules. ibas a encontrarte con abraham y su novio para ir al cine pero hay cambio de planes, acabas en la esquina con Ochín y Madonna y lateral pregunta por varias horas hasta que averigua donde hay fiesta en casa particular, pelea con un taxi para que llene el carro y sólo cobre un dólar por persona. vas apretado por varios barrios que desconoces y te alegra que hayas podido salir tu última noche, si te has pasado la tarde entera llorando en el hotel. ibas a ir a la playa pero no podías más con las ladronas, quince dólares para gasolina y la noche anterior diez para una botella de ron en el Morro y cinco para Coca Colas y se te acaban los dólares ¡y el malrato cuando le tienes que pagar al mozo del Piano Bar del Nacional con pesos cubanos! los Tres de la Habana ya no cantan más y te vas dando cuenta que era todo por dinero, la locura azul de Zafiro resuena por todos lados, todo por que los llevaras a pasear, mientras se burlan de tu acento y ni te miran a la cara. -dame un dólar, deja que yo pague la entrada, ellos no tienen porqué saber que tú eres extranjero -- te dice josué y le argumentas que a tí no te molesta pagar un poco más para entrar a esa casa de Diez de Octubre, con sonidos y luces de discoteca que se oyen ya de lejos, pero sabes bien que mientras menos gastes en otros más puedes gastar en él. e inclusive empiezas a sospechar que hay cierta ternura, aunque todo este tan matizado por la transacción comercial. el chino te pide un trago y le ofreces una cerveza pero él quiere una botella de ron (--rinde más--) que es sólo dos dólares adicionales pero le dices que no, más que nada por principio, aunque tampoco es que te quede tanto como para desperdiciar. --¿por qué saliste con tan poco dinero? -- te pregunta y tú le dices que es porque estás al final de tu viaje y ya mañana te vas y hay que darle veinte a fidel si quieres salir. -¿me regalas la camisa que te pusiste ayer? -- te dice lateral, en referencia a una de hilo Esprit verde oliva claro, y a ti te da gracia, porque esa camisa te la regaló ya usada tu ex-marido, putita tú al fin y le dices que sí sin mencionar su origen. si tú también has sabido codearte con gente adinerada y dejar que te caiga algo rico en el plato. -¿es de marca? -- te pregunta, y te choca la osadía pero total, que se la disfrute. y esa noche cuando vuelves a las cuatro de la mañana al hotel de mierda, donde cae la pintura de las paredes sobre las camas, corres al cuarto a buscarla en lo que él espera con el taxista que escogiste PERSONALMENTE entre varios, por su ropa blanca y cadenas de oro. y te vas el día después y no pasa a despedirse, pero te llama cuando ya estás saliendo por la puerta. vertical desayuna contigo, te regala una soperita de porcelana azul, y conversan de una y mil cosas, pero Cuba ya te ha agotado, vas entendiendo pero el cansancio te dejó sin ganas y aunque te da pena te quieres ir. postdata El taxi llega atrasado para llevarte al aeropuerto, como es día de las madres, tiene a la señora en el carro con la recién-nacida, primero pasamos por su casa, y ahí el chofer universitario (ingeniero que no ejerce, of course) aprovecha para llenar el tanque de gasolina con una botella de plástico verde. Llegas al José Martí Tres un poco más tarde de lo indicado, ¿qué hace ese avión gigantesco ahí estacionado al lado de la calle? y eres de los últimos en facturar las maletas, y el hombre se demora como veinte minutos en darte la tarjeta de embarque. Tu paranoia se agudiza -- ¿saldrás hoy, o se extenderá tu tortura? - YO DE ESTE AEROPUERTO NO ME MUEVO HASTA QUE ME PONGAN EN UN AVIÓN -- piensas, dispuesto a pasar las de Caín por noches y días, si de aquí sólo hay vuelo a la República Dominicana domingo y jueves. - ¿Y tú qué piensas sobre la situación política de Puerto Rico? -- te pregunta el agente de Cubana, como para pasarse de gracioso, y tú ni sabes qué responderle. Si el chiste va a ser que no me den la jodía tarjeta. -YO SOY INDEPENDENTISTA -- por fin dices, y el hombre te mira con una cara de "ajá, ok, quieren ser como Cuba" y tú piensas: "no, a mí no me gustan los dictadores". Al pasar por el control de pasaportes cubano te revisan las bolsas, llevas docenas de libros y te los inspeccionan uno a uno. - ¿Lleva usted libros de la Editorial Revolución? -- te pregunta el guardia. - No puede salir nada sobre medicina o lengua, o libros técnicos o de traducción --. "Bendito sea Dios", piensas. - Lo que hay es libros de teatro, mire a ver -- y empiezas a pensar que no vas a salir jamás. En la sala de espera lo único que puedes repetir, como si fuera una mantra, es "Me quiero ir". El avión apesta y hace un calor infernal, pero tú feliz, abanicándote con la tarjeta que explica los procedimientos de emergencia. Cuando llegas a Santo Domingo, cuatro horas más tarde, por la parada en Santiago de Cuba, de nuevo te examinan los libros. -¿Pa' qué estás haciendo eso, chico? -- le pregunta un agente al otro. -No, para poder confirmar, si después le hacemos interrogatorio --responde. - ¡Déjalo que se vaya! -. Y tú concuerdas, si jamás has tenido tanta dificultad por unos malditos libros. En el avión a Nueva York te sientas al lado de un oficial electoral dominicano bastante guapo que te explica por qué las mujeres votan por la mañana y los hombres por la tarde. Se acaba de morir Peña Gómez y el país está de luto, a ti te da pena, si siempre lo admiraste. Durante el vuelo, vas inventando qué excusa le vas a dar al agente americano si te pregunta que por qué entraste y saliste de la República Dominicana dos veces en una semana. Como a tu amigo José nomás que le miraron el pasaporte y le preguntaron que cuánto tiempo estuvo en Cuba. Has escondido el muñequito que te compraste que dice CUBA en el fondo de la maleta, junto a la guía que irónicamente se apellida "Travel Survival". Pero el hombre lo único que hace es preguntarte si tu viaje fue placentero, y le gruñes un OK poco convincente. - Welcome back home! -- te dice, entusiasmado, y tú piensas, -pero si éste no es mi país, yo detesto este país--. A la hora de la aduana, te toca un boricua que te pregunta sobre tu viaje y le dices que fue por motivos profesionales, dar una charla en Santo Domingo. Te inspecciona el bolsillo delantero derecho y la mochila, pero al ver miles de revistas te despacha. Gracias a Dios que no se le ocurrió mirarlas con detenimiento, si todas son cubanas. Te han dicho que puedes perder el pasaporte por dos años con multa de diez mil dólares por ir a Cuba, no sabes si es verdad pero maldices el no haber ido por Canadá o México, de todos modos ya llegaste y no piensas volver por buen rato.
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