Ángel
Escobar: con el alma pegada al cuerpo
El 14 de febrero de este año del 2002 se conmemora el quinto aniversario
del suicidio del poeta Ángel
Escobar, uno de los poetas cubanos más intensos de los últimos
tiempos. Escobar había nacido en Guantánamo, Cuba,
el 3 de marzo de 1957 y murió en La Habana en 1997. Se graduó
en la especialidad de Arte Dramático en 1977 en la Escuela Nacional
de Arte (ENA) de La Habana, y, más tarde, en 1984, en Artes Escénicas
en el Instituto Superior de Arte (ISA). Ganó el Premio
David (UNEAC) con el poemario Viejas palabras de uso (1977).
Luego vendría el Premio de Poesía Roberto Branly (UNEAC)
con Epílogo famoso (1985). A estos títulos les
siguieron: La vía pública (poesía, La Habana,
1987), Malos pasos (poesía, La Habana, 1991), Todavía
(poesía, La Habana, 1991), Abuso de confianza (poesía,
Santiago de Chile, 1992), Cuéntame lo que me pasa (relatos,
Zaragoza, 1992), Cuando salí de La Habana (poesía,
Zaragoza, 1997). Póstumamente, en diciembre de 1997, se publicaron,
también en Zaragoza, los poemarios: El examen no ha terminado
y La sombra del decir. De estos últimos cuadernos
hemos tomado la selección que ofrecemos a nuestros lectores.
En 1989 Escobar estrenó su pieza teatral Ya nadie saluda al rey.
En Escobar se afirman, obsesivamente, la muerte, el desasosiego, la soledad,
el dolor. Me atrevería a decir que, desde César Vallejo,
ningún otro poeta latinoamericano se había sumergido tan
tenaz y peligrosamente en los abismos del dolor. Y probablemente,
desde Vallejo, ningún poeta latinoamericano había agonizado
tanto, cada día de su vida. Es difícil tocar a Escobar.
Todo en él chirria, es sajadura, laceración. La selección
de los textos que aquí ofrecemos y estas notas no pretenden otra
cosa que presentar a Escobar y contribuir al ensanchamiento del número
de sus lectores. Ni éste, ni ningún homenaje, puede
reanimarlo, regresarlo. Lo sabemos. Sólo quisimos que,
al cumplirse el V aniversario de su muerte, recordar a Ángel Escobar.
Sobre todo porque estamos seguros que, con los fuegos artificiales de las
conmemoraciones republicanas, así como con los homenajes que otros
poetas recibirán este año, apenas quedará espacio
para arrimar el recuerdo de Escobar. Que esta pequeña esquina,
esta azotea, le proporcione al menos un lugar donde caerse muerto, u otro
balcón desde donde lanzarse, otra vez, al vacío.
PALILLO
UN
desterrado busca algo que lo aterre -
o
al menos alguien que lo entierre,
algo
terrible, y alguien de la tierra
de
la que fue desterrado: porque no tiene nada -
ni
siquiera el recuerdo de la nada -
ni
la promesa de la nada que fue, y es,
en
otras tierras: como no en la suya y en la Tierra
no
haya nada, queda fuera de sí,
y
ya está en otra, salta -
y
ve que eso tampoco justifica nada;
y
es la nadería, el absurdo: rostro
sin
vergüenza y sin nada, vacío, ruinas -
avecindamiento
pendenciero, orgullo, amor
gastado
por el uso y el abuso - ; hay besos
que
lo pudren cuando estaba ya podrido -
hay
dones que lo rompen cuando estaba
ya
roto; y aterido, menor y desterrado
¿queda?
CUBA
Y LA NOCHE
TODOS
los poemas los ha escrito mi esposa;
yo
no: yo soy un fugitivo: transpiro, deseo,
aguanto:
¿crees que puedes mirarme sólo así
porque
lloro de costado? ¿Quieres ver la nasa,
la
red, el nicho donde me cazan y zahieren?
Me
zafan, ¿y tú crees que esto no es la malla,
la
red donde pervive el pez sobre la rama?
¿No
ves la rama, el árbol - hondón muerto
donde
se pudre el instante? Me fracturo: esta falla
es
todo cuanto hay en mí, blando, duro, viscoso;
y
tengo el escozor de la víspera: soy el padre
y
la madre; pero no puedo ser mi esposa -
los
jefes, vacía, quick, viejo George de la estepa,
gatos
enmascarados raptando a las princesas negras
vienen
a mí: «Dédalo», le masculla la esposa,
y
recoge su pelo en una cola que no es más
la
de Atila. Sansón Melena es checo; esos no son
proverbios
- éste es un ya para que venga el parto
y
me tire hacia arriba: bueno, bueno, buenón:
casi
así como despabilarse y ser sencillo; al campo
queda
el divorcio: la trinidad hace su pachanga
hasta
el toque, el roce, lo que no rememoro: tengo
fijo
que a la mejor manera caen las manecillas
suizas,
las jerigonzas japonesas: a mí me las han
robado
- corro, corro - : ¿por qué me dices córrete?;
mira,
yo escucho la pregunta: sorbo a mi esposa, ella
me
dicta las palabras sopladas como anillos -
también
por mí pintan de azul los hospitales:
la
vecina, la nuera, el marcapasos, pozos son,
fueron
hechos a mí - puedo estar lelo, puedo caer
y
caer; no así la esposa: húndete, huye; sopla
la
centuria, la trinidad, el triunvirato que así
y
aquí me matan.
POBLADOR
YO
vine al mundo de visita
para
crear dificultades.
Puede
que sea un ángel o un camello.
Tomo
una piedra y sé cuál es, entre todos,
mi
resguardo. Amo aún el cuchillo
con
el que maté a un hombre - lo herí;
pero
en mi intención ya lo había matado -
después
dos de sus primos, o amigos, o compadres
me
mataron a mí; quizá sólo fueron
simples
desconocidos, o no: todos los hombres
tienen
un parentesco, y todos se conocen;
y
ni uno solo es simple.
Tuve
una hija a la que tal vez le di el nombre.
En
los cines, creí ser mexicano, japonés o italiano.
En
la calle fui El Chino. En la infancia,
si
es que algo puede llamarse de ese modo,
perdí
todos los enlaces posibles con lo real -
fui
un huérfano. Me golpearon todo el cuerpo;
pero
yo tenía una candela viva. Dormí
en
los parques y en el rencor de mis tutores.
Tengo
una foto entre uvas caletas donde parece
que
soy una persona. No cumplí veinte años.
Amé
a más de cien mujeres. Robé en los barrios
altos.
Tuve hermanos que padecían su soledad
como
si fuera de otros - ahora uno de ellos
me
recuerda, con su melancolía desastrosa;
mas
yo me aparto de él: puede que haya ido
a
la Universidad; pero eso no lo mejora,
y
como cree que sigue siendo un hombre
y
que está vivo, es un canalla, ruin como tú y como todos.
HILO
ACOSA
HIERRO
al anhelo, al roce de la melancolía.
Hierro
a los ojos que vuelan ante ti
como
ninguno. Al pie puesto en la danza,
hierro;
y a la mano que no transige ni se cansa,
hierro
- ; a la cabeza, al plexo, al pulso,
hierro:
chasquidos, punto, fiera: golpes,
galope,
abuso sobre la espalda del deseo -
herrumbre,
pudrición; y a una costumbre,
a
un vicio, hierro: dónde poner los párpados -
zahieren,
te meten en el frío procaz, sabacanecucho,
idiota:
vuelta ante ti: hierro al pájaro,
al
duende; mutilado de ti, nada te inventa -
hierro
que rechina y salpica, mundo ciego -
hierro,
azogue, taladro, cercena, perforando
la
dicha, el cráneo, el útero-rompiente,
huérfano,
desmedido, chiquito: un verbo, un verbo
para
parar la seña, el arquetipo, la forma -
un
verbo, una presencia, alguna zarza al fuego,
granos,
una caricia, y no a la harina hierro, no -
por
qué entre hierro e hierro la boca del corazón
se
aterra - : párale, párale; párate, mendaz Imperio,
fúgate;
saca ese atroz punzón de mis entrañas;
déjame
al menos sueño, vigilia: este desierto
blanco
me aniquila, y cuando llego al borde,
al
límite - espejismo, sinfín -, tan sólo encuentro
hierro.
Hierro. Hierro.
LA
FUGA
ESTOY
en la cocina, olvidando,
pausado,
mis rastrojos;
sin
embargo, me veo estar en la sala,
mirando
al verdadero héroe de nuestro tiempo,
la
televisión, y me veo, raudo
abrir
la puerta de la calle - y, loco,
salir
corriendo, así, desesperado,
hasta
estar
en la cocina, olvidando,
pausado,
mis rastrojos.
FRENTE
FRÍO
TENGO
eczema en el alma.
La
regaría con ácido muriático,
con
un poco de seconal o de paciencia.
No
quiero que sea de nailon,
ni
que me la pongan a bailar
entre
un billar y otro. No que se me escurra.
Así
podrida la quiero.
Que
se me pegue al cuerpo.
Quizá
yo pueda ver un paisaje, un día.
Lloro
despacio; pero una lluvia de enero
añoro:
sí, sí, que borre mi tristeza -
un
manto, un paño para taparme el rostro.
No
tengo megáfono ni coturnos;
no
puedo ser una máscara.
Se
me sacude el cuerpo; tiemblo,
me
mortifico. Qué es esto que viene por mí -
me
anega en lágrimas pardas cual el fango
que
dice: «Todavía, todavía». Soy
acaso
un mono trágico -
eso
es: soy sólo un mono trágico
que
no tendría que ver con la gramática.
HÁBITAT
VIVO
en la punta de un cuchillo.
Si
resbalo hasta el filo, sajado
seré
antes de llegar al cabo hondo.
Si
resbalo por el lomo, me haré añicos
después
del mango sucio. Si por los planos
caigo,
astillas seré en los bordes atornillados, sí:
no
tengo alternativas, y ya no sé
si
estar así es peligroso -
ya
no comprendo nada:
aquí
llegan los ruidos de los alrededores -
querría
un poco de silencio,
un
ápice de candor, algo
que
no mate ni mienta -
oigo
una música: sé que soy
un
bastardo lastimoso, roto así
cómo
se me escapa el arte y surge
la
imperfección de este poema.
TU
COMETIDO
TODO
lo que dices que siendo un hombre
merezco,
dámelo ahora. Soy este instante -
no
puedo esperar más: en mí sucede
todo
el pasado como el arte. No me mires
así.
No me atihorres de mañana y mañana.
Mi
deseo es hoy. Soy este ahora explícito.
No
quiero exquisitez que permita vengarse
de
la realidad. Doy por descontado
que
soy la realidad; no me toques
con
guantes. Se supone que te posea ileso
por
poseerme a mí mismo. Mi desnudez
me
ha convertido en huérfano. No trates
de
vestirme para ocultar la orfandad
del
universo. No me dones sofisma y subterfugio
como
ojos estrábicos que no ven
más
la música. No me ofrezcas
la
presbicia de pasado mañana.
No
prometas la alegría de vivir
pasada
esta hora. No hay más horas
que
este astillado espejo en mi garganta.
Ya
no te puedo creer. No puedo huir
hacia
ese ininteligible ayer que guillotina
el
cuello del deseo de ser otro. Ya soy otro -
y
no lo soy como otro y otros.
Olvida
tu parloteo. Y el todo me lo das ahora, o me voy.
De
nada servirá que gesticules así.
Con
mi bien o mi mal ya parto. Déjame.
Aparta
esa máscara de mí, por favor. Y otra vez
por
favor, quítate tú de mí, te digo -no me aguantes.
PARÁFRASIS
SENCILLA
YO
pienso, cuando me aterro,
como
un Escobar sencillo,
en
aquel blanco cuchillo
que
me matará: soy negro.
Rojo,
como en el desierto,
salió
el sol al horizonte:
y
alumbró a Escobar, ya muerto,
colgado,
ausencia del monte.
Un
niño me vio: tembló
de
pasión por los que gimen:
y,
ante mi muerte, juró
lavar
con su vida el crimen.
EL
PROBLEMA
QUIÉN
tuviera la cara, o el cuerpo,
como
Bola de sebo y otros cuentos,
ese
libro que Guy de Maupassant, antológico,
para
que su mujer, al menos su mujer,
lo
atendiera, lo mirara, como a esas
letras
que, siendo tan distantes y frías,
la
emocionan. Ay, quién fuera
una
sola de esas páginas.
LA
GUARDERÍA INFANTIL
NOS
han puesto a dormir,
y
aquí dormimos.
Nos
dicen que vendrá un aya rusa,
una
nodriza inglesa,
o
una buena hada eficiente, coreana o japonesa.
Nos
han metido en cunas,
en
camas y camastros,
y
en sacos de dormir importados - :
lo
importante, dicen, es que durmamos
esto
que no es ni el sueño eterno.
Lo
quieren, y lo hacemos -
como
niños contentas - :
no
somos marmotas,
ni
estamos en los Alpes altos;
somos,
entre otras cosas, adultos ya -
pero
otros son los guardadores:
ellos,
también adultos, son
los
que nos cantan qué seremos -
algo
así como alguaciles,
o
ediles o serenos o magos -
o
es que abogados o enfermeros;
o
economistas en este carrusel
bonito
del dinero - ; y otros son los que fungen
de
tutores; pero ellos están en otra parte,
donde
nos dicen que está la vida -
la
muy púdica siempre estará afuera - ;
y
no sabemos cómo estarán, así, siendo tutores:
presumimos,
un momento antes de dormimos,
que
la que hace de Gran Mamá estará viendo teleseries,
o
haciéndole bolillos al Obispo -
siempre
hay un obispo y una puta en el aburrimiento - ;
y
el que hace de Gran Papá estará en su oficina -
dictando
algún decreto que resumirá,
para
siempre, El Noticiero de las Nueve,
y
lustrando una pistola única -
siempre
hay una pistola y un cuchillo en el aburrimiento - ;
o,
a lo mejor, ellos están, también,
aquí
durmiendo - ; así no seremos
ni
siquiera motivo de una fotografía borrosa,
menos
de un video clip que embulle a algún frenético.
Nadie
nos mira; Dios no está; no hay Homero.
Nos
han puesto a dormir,
Y
es verdad que por siempre dormiremos.
EPIGRAMA
FATAL
QUIÉN
fuera Isolina Carrillo --
que
compuso Dos gardenias,
un
bolero que escucha toda América,
y
no Ángel Escobar --
que
escribió Abuso de confianza --
tuvo
que pagar para que lo editaran,
y
no lo lee ni su primo más cercano.
LA
PRESENCIA
NO
te he abandonado.
Estoy
aquí contigo.
Te
han atado en la costa,
a
un madero,
entre
el mar que desdeñas
y
la tierra que amas.
La
marea sube; el poste
resistirá.
Mientras tanto,
los
cangrejos pueden comer tus vísceras.
Al
amanecer,
si
la marea no te ahoga
ni
los cangrejos te devoran,
las
lanzas se cebarán en tu carne.
Tendrás
frío. Es de noche.
De
algo te servirán tu desdén o tu amor.
Yo
no te he abandonado.
Estoy
aquí contigo.
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