Los
esplendorosos años sesenta
Fernando
Álvarez, desde Brasil
RESUMEN
La década del sesenta ha sido considerada por muchos investigadores
como el ápice creativo de la sociedad cubana posterior al 59 tanto
en la experimentación como en la busca de lenguajes propios en todas
las áreas del quehacer social. Esto resulta particularmente visible
en las artes. Aunque las citas excesivas han transformado este periódo
en un ícono, esa efervecencia creativa oculta aspectos inconvenientes
para aquellos que se ocupan de (r)escribir la(s) historia(s) oficial(es)
en los moldes de una tradición positivista. Este trabajo se ocupa
precisamente de esos aspectos olvidados.
“La
edad de oro del género humano no há quedado atrás
de nosotros, sino que la tenemos por delante.”
Saint-Simon, De la réorganisation de la sociéte européene,
p. 328.
Las artes cubanas de los años cincuenta fueron marcadas por el surgimiento
de una segunda ola de vanguardias que se empeñó en redefinir
lo auctóctono mediante el estudio de los diversos elementos que
componian el rico e híbrido sustrato cultural da las Américas
en oposición a la recurrente mimesis de ciertos aspectos de la tradición
europea vigentes desde la exposición de la revista Avance. Este
proceso se inscribe en un vasto movimiento continental iniciado en los
años 20 con el muralismo mexicano y la antropofágia brasileña,
el cual fue reforzado por el creciente interés de movimientos que
como el cubismo, el expresionismo y especialmente el surrealismo propiciaron
una aproximación a la estética de lo “exótico”. En
los años 40, la Segunda Guerra Mundial consolidó dicho proceso
al provocar el éxodo américano de las figuras más
prestigiosas de las vanguardias europeas.
En la isla lo anterior resulta evidente en la plástica (con el surgimiento
del arte intimista de los 40 y
el posterior surgimiento del abstraccionismo); en el teatro (con la entronización
de algunos autores nacionales como Virgilio Piñera y con el aumento
del número de autores norteamericanos en cartelera); y también
en la música popular (con la proliferación de las grandes
orquestas en formato de banda de jazz, en las cuales la profusión
de metales confirío un nuevo timbre a los ritmos tradicionales asi
como favorecío la experimentación). La literatura, al contrario,
estaba integrada al escenario literario internacional y revistas como Orígenes,
y posteriormente Signo (devenida Signos) y Ciclón
publicaban regularmente colaboraciones de autores de renombre internacional.
Este artículo se fundamentará, desde un punto de vista epistemológico,
en la obra de Kuhn.1 Aunque el propio autor señalase
que en su obra sólo reflexionaba sobre las revoluciones científicas,
algunas de sus ideas pueden ser utilizadas de forma intertextual para explicar
el sinnúmero de mudanzas acaecidas, a todos los níveles,
en una sociedad sacudida por una revolución social, o más
especificamente, por un cambio de paradigma. De esta forma, para poder
afianzarse en el control del nuevo gobierno recién creado, el M-26-7
de la Sierra2 tenía necesidad de substituir y de apropiarse
de las instituciones que encontró, creando otras en su lugar.3
Escenificando así lo que Eliade y Campbell señalan como uno
de los ritos de substitución cíclica de los centros de poder
existentes en el mundo físico pues las cosas sólo se objetivan
cuando repetimos los patrones míticos.4 Resulta
evidente, por lo tanto, la creciente importancia pedagógica concedida
a los manuales por parte de las estructuras de poder. Pues son los manuales
los que garantizan el proceso de educación ideológica de
las masas en las ideas de un nuevo paradigma.
En un trabajo anterior5 señalabamos la influencia ejercida
por la obra Conversación con nuestros pintores abstractos
elevada al status de manual para la formación estética
de los dirigentes y miembros de las nuevas organizaciones de masa. Sin
embargo, no podemos aislar dicha
obra de su contexto temporal, integrado por la obra de otros intelectuales
marxistas, pertenecientes a la cúpula político-ideológica
del PSP, entre los cuales se destaca la figura de José A. Portuondo.6
Debido a que los manuales sólo registran y manipulan los resultados
más estables del pasado para incorporarlos orgánicamente
en un nuevo corpus cognitivo, viabilizan a un mismo tiempo la selección,
la eliminación, la substitución y además la distorción,
tanto de la historia como de los hechos. Creando en el lector lo que Kuhn
describe como sentimiento de participación en una extensa tradición
histórica, inexistente en cuanto proceso acumulativo. A pesar de
que el manual es pedagógicamente correcto al simplificar el camino
de la comunidad para su verdad temporal, también es cierto que crea
una imagen falsa de ese proceso.
La exacerbación maniquea de los contrastes extremos y la consiguiente
reducción de la ideología al concepto de negroblanco orwelliano
(al parecer inherente a todas las ideologías del siglo XX) coincidió
con la radicalización del proceso revolucionario, alcanzando su
apogeo después del intento de invasión a Bahía de
Cochinos (1961), de la Crisis de los misiles (1962) y del inicio de las
purgas en gran escala de los dirigentes históricos del PSP (1964).
Palabras a los intelectuales refleja el carácter antípoda
de este concepto en el campo de la cultura. La crítica y la política
cultural comenzaron a alentar un arte comprometido, inscrito en la dinámica
del proceso revolucionario, en el cual coincidiesen los ideales estéticos
y los ideológicos. En la literatura, obras como Con las mismas
manos, de Retamar, El justo tiempo humano, de Padilla y El
libro de los héroes, de Pablo A. Fernández, todos publicados
en 1962, ilustran esa etapa laudatoria.
La creación de la Escuela Nacional de Arte se inscribe en
esa dinámica. Segré cita a Carlos R. Rodríguez, según
el cual Fidel idealizó la escuela durante una visita al Country
Club de la Habana en 1961.7 Emplazar la escuela del nuevo
arte revolucionario en las instalaciones más fastuosas de la burguesía
nacional y norteamericana en la isla coronaba las aspiraciones de la intelligentzia
revolucionaria. El proyecto fue presentado al público durante las
Palabras a los intelectuales y la escuela comenzó a ser erigida
en el mismo año por un grupo de arquitectos cubanos e italianos
que priorizaron la experimentación formal y el uso de materiales
alternativos como el ladrillo y la teja catalana. Sin embargo, la construcción
quedó interrumpida en 1965 debido al aumento constante del presupuesto
original. Según Segré, sólo en tres de las cinco escuelas
fueron paralizadas las obras. De hecho, ninguna fue completamente terminada,8
no obstante, la escuela comenzó a funcionar. La plasticidad barroca
y la sensualidad que emana de esas construcciones, unidas a la poca funcionalidad
de algunas, perduran hasta el presente como uno de los mayores hitos de
la exuberancia experimental que caracterizó los años 60.
Aunque Segré se oponga en principio a la tesis anterior, el análisis
cuantitativo y cualitativo de las ilustraciones contenidas en su obra9
ejemplifican el punto de vista opuesto pues resulta evidente la progresiva
reducción de la función de la arquitectura a un arreglo de
elementos prefabricados de acuerdo con normativas.
Los medios de comunicación masiva de la época promovian el
empleo de un estilo realista y simple en la gráfica y en la propaganda
política.10 De esta forma, el hincapié en
los íconos de la “cubanidad” no se hizo esperar, en especial, de
aquellos aportados por la primera vanguardia. Así, el lirismo agrario
u obrero comenzó a hacer escuela y la prensa escrita dio inició
a la denigración del arte abstracto y de la nueva figuración.
Para Luz Merino, en la plástica prerrevolucionaria predominaban
la penetración del mercado y el cosmopolitismo por intermedio del
informalismo, invalidándola como vanguardia.11
De hecho, aquellos autores que abogaban por el idílico retorno a
la exposición organizada por la revista Avance parecen ignorar
que tanto el mercado de arte como los centros de poder se apropian, desvirtuándolos,
de cualquier movimiento de vanguardia que haya surgido inicialmente como
una forma de rechazo a esos mecanismos. Varios autores, entre los cuales
podemos citar a Harvey, Jameson y Huyssen, coinciden en señalar
que el modernismo perdió su atractivo revolucionario inicial para
convertirse, al dogmatizarse, en una ideología tradicionalista y
reaccionaria. Un breve recuento nos muestra que los Concretos cuya
primera muestra fue realizada en noviembre de 1959, se mantuvieron activos
como grupo hasta 1961. En ese mismo período algunos de los integrantes
del Grupo de los Once realizaron sólo dos exposiciones: Ocho
pintores y escultores, Palacio de Bellas Artes, en 1961; y Expresionismo
abstracto, Galería Habana, en 1963. Después de casi un
lustro, el Salón de Mayo de 1967 posibilitó el reencuentro
del arte europeo con los abstractos e informalistas cubanos.12
En la plástica oficial comenzó a proliferar un arte figurativo
que podría ser denominado "de lo real maravilloso"
de acuerdo con el concepto creado por Carpentier para la literatura. Un
híbrido de la idealizada vanguardia de los años 20, en especial
Victor Manuel y Abela, con su continuación en los años 40
(Carlos Enrique, Portocarrero y Amelia) y algunos elementos de Chagall
y Picasso. Las series Milicias Campesinas, y Moncada, de
Servando C. Moreno, las series Martí, y Nuestra América,
de Raul Martínez, y los carteles cinematográficos del ICAIC
son los mejores exponentes de esta tendencia, cuya estilización
perdura hasta el presente.
Con relación a la cinematografía numerosos investigadores
coinciden en afirmar que esta fue la década más fecunda del
cine cubano en terminos de autenticidad y experimentación estética.13
Es la época de la producción de Lucía, de H.
Solás, de la muy cuestionada Memorias del Subdesarrollo,
obra maestra de Gutierréz Alea, y de algunos de los mejores documentales
y noticieros ICAIC, de Santiago Alvarez.
Como mencionamos anteriormente, en ese período, el Art Brut
y la Nueva Figuración despertaban el interés de los
artistas jóvenes. Una posible influencia en este proceso, a ser
estudiada en detalle,
lo fue la visita a La Habana a fines de los años 60, del artista
Asger Jorn, miembro del grupo COBRA, quien junto a Carlos Saura
pintó varios murales interiores en la sede del antiguo Banco Hipotecario
Mendoza, en el Vedado.14 La nueva figuración contó
entre sus principales exponentes a Antonia Eiriz, Acosta León, Humberto
Peña, Chago Armada, Servando C. Moreno y, posteriormente, a Jesús
de Armas. En la Universidad Central de Las Villas, en una labor inédita
y aislada, el folklorista y etnológo Samuel Feijoó articulaba
un moviento de dibujantes naives en consonancia con la estética
Art Brut de Dubuffet, colaborador habitual de la revista Signos
dirigida por Feijoó y publicada por la Universidad Central de Las
Villas.
La mayoría de los artistas que permaneció fiel a su credo
artístico tuvo, como casi siempre suele acontecer, pocas opciones
a su disposición: O hacer un arte intimista de autoconsumo, en sus
talleres, como habían hecho antes los pintores y literatos de la
década del 40 -- una obra conocida apenas por sus allegados, de
la cual el abstraccionismo de Milián y de Vidal, y la etapa erótica
de C. Moreno son un buen ejemplo --; o dejar de hacer arte (la nueva figuración
expresionista de A. Eiriz y H. Peña, y las historietas y caricaturas
alternativas de Chago Armada fueron muy criticadas por no encuadrarse en
las normas de lo politicamente correcto); o emigrar.15
Retomando nuevamente a las ideas de Kuhn podríamos modificar su
comparación entre el trabajo del funcionario público y el
científico (en nuestro caso el artista), según la cual se
exige a ambos habilidades retóricas suficientes para resolver problemáticas
(nuevas o preferentemente residuales) dentro del paradigma vigente con
exclusión de las anomalías que, una vez rotuladas, son, o
excomulgadas, o dejadas para ser resueltas por las futuras generaciones.16
Proceso este que Orwell describe como la falsificación cotidiana
del pasado inerente a la estabilidad de todo tipo de gobiernos. Basta comparar
la primera edición del libro Pintores Cubanos, del Museo
Nacional, con sus reediciones para percibir una serie de omisiones. Los
artistas que emigraban, fuesen abstractos o figurativos, eran automáticamente
omitidos en las sucesivas reediciones al mismo tiempo que sus obras pasaban
a formar parte de las reservas (no disponibles) del museo.
Aquellos que emigraron tampoco consiguieron escapar a un maniqueismo ideológico
a la inversa, pues, según Fuentes, la mayor parte de los razgos
históricamente asociados al ethos hispanoamericano tienen
un origen ibérico común.17 Lo anterior puede
ser verificado, con relación a la historia cubana, al contraponer
la hipótesis de Fuentes con la abundante información reunida
por Frajinals en El ingenio. Y es que la historia contemporánea
parece oscilar únicamente entre los extremos. Así, las sociedades
cubanas en la emigración defendieron otro paradigma igualmente excluyente:
se borra, se rechaza o se ignora todo lo producido en la isla, o por autores
que todavía permanecen en la misma. En Norteamérica, a finales
de los 70, algunos intelectuales comenzaron, de forma aislada, a fomentar
la búsqueda de las raíces y el diálogo entre representantes
geográficamente separados de una misma cultura.18
Los escándalos de 1986 y 1987 del Museo Cubano de Miami mostraron
el lado sombrío del espíritu maniqueo. Y es que los estereotipos
de extremismo, disfrazados de patriotismo, continúan presos en los
mismos viejos moldes del nacionalismo de los años 20.
Entre los artistas que dejaron de pintar bajo la presión de la crítica
y de las instituciones, profundizaremos, a guisa de ejemplo, en el analísis
de Antonia Eiriz (pintora, dibujante y grabadora) y de
Chago Armada (caricaturista). Eiriz tuvo que luchar en dos frentes: por
la tremenda fuerza expresiva y la angustia existencial que irradian sus
cuadros e instalaciones; y por el hecho de ser mujer.19
Eiriz, quien también fue profesora, influenció toda una generación
de estudiantes en la Escuela Nacional de Arte. Cuando por razones de transporte20
se vio imposibilitada de ir a la escuela, se refugió en su atelier,
dedicándose posteriormente a fomentar la técnica del papier
marché entre sus vecinos. En mi opinión, como una forma
de expiación social por su obra anterior. Chago Armada, por su parte,
tuvo una meteórica carrera cuya madurez intelectual se refleja en
sus innúmeros personajes que evolucionan del sencillo comentario
ilustrado del cotidiano de la guerrilla (el personaje de Julito 26) a la
profunda meditación sobre la realidad del filósofo Salomón
(vestido de bufón). Personaje éste que desaparece con el
cierre de Lunes de Revolución en noviembre de 1961, y que
fuera homenajeado por Eiriz en su Requiém por Salomón.
En su obra posterior, la escatología pauta sus personajes (excrementos,
condones, etc.) que continúan filosofando sobre la verdad, el sexo,
el poder y la muerte. En ambos casos, el aislamiento impuesto por la crítica
y las instituciones influenció en las respectivas decisiones de
dejar de pintar o de exponer. Hasta el presente, quien escribe sobre estos
temas en Cuba, usa figuras retóricas del tipo “..., un día
dejó de pintar, para consternación de todos”, o “... su libro,
ya editado (se refiere al Humor Otro, 1963, de Chago A.), durmió
inexplicablemente, durante 25 años en algún almacén...”.21
O sitúa, fuera de contexto, frases aisladas que permiten una lectura
entre líneas, pues la prohibición de tocar temáticas
tabúes fue levantada siempre que esto sea hecho con el lenguaje
adecuado, en círculos estrechos. Es decir, el proceso de revisión
y reasimilación del pasado comenzó tres décadas después
de haber sucedido los hechos, cuando la mayoría de los protagonistas
ya había muerto, siendo por tanto "asimilables".
Otro tanto sucedió con la música, así los músicos
que emigraban tenían sus grabaciones retiradas de la radiodifusión
y del comercio. En los medios radiales se instauró desde entonces
el eufemismo DR (derechos reservados) para evitar decir el nombre
del compositor. El ICRT guardó bajo siete llaves, en sus archivos,
las grabaciones en vivo de muchas orquestas y conjuntos cuyos integrantes
habían emigrado o eran considerados representantes de los valores
ultrapasados del paradigma anterior. Esto trajo como consecuencia una drástica
reducción, cualitativa y cuantitativa, de la música transmitida
por radio y televisión. A su vez, las empresas grabadoras nacionales
utilizaron el eufemismo “archivos pasivos” para denominar aquellas
matrices de grabaciones que no podían ser reproducidas.22
En los años 90 asistimos a la exhumación parcial de la memoria
musical de la nación en las figuras de Sigfredo Ariel y Vladimir
Zamora, poetas y promotores de la cultura musical cubana, quienes señalan
como la ausencia forzada, durante décadas, de lo mejor del acervo
musical cubano, cortó las raíces de una extensa y fecunda
tradición cultural, reduciéndola a estereotipos, pues la
diversidad es incompatible con los manuales. Paradójicamente, fue
precisamente esta falta de interés con el patrimonio musical vivo
de la nación lo que posibilitó su redescubrimiento, desde
el exterior, en el CD y en el filme Buena Vista Social Club, de
Ry Cooder y Win Wenders, respectivamente.
A mediados de los sesenta comenzaron a surgir en la literatura temáticas
que reflexionaban sobre la realidad. En esa época, tanto los literatos
y poetas que estuvieron asociados a las revistas Orígenes
y Ciclon, como al grupo El Puente y a Lunes de Revolución
sufrieron los ataques de los representantes del nuevo arte comprometido,
caracterizado por un discurso sexista de connotación machista de
la epopeya de los héroes fundadores. Géneros como la novela
y el relato épico (Bertillón 166, de Soler
Puig y Los años duros, de Jesús Díaz (ambos
publicados en 1966), la novela policial y el testimonio (Cimarrón,
de Miguel Barnet, también editado en 1966) marcarían la pauta.
La literatura subjetiva de las temáticas existenciales, el submundo
de la ciudad, el sexo, la homosexualidad y la experimentación artística
según patrones estéticos considerados burgueses pasaron a
ser tabú, un sinónimo de desvío ideológico,
que podría acarrear a su autor la etiqueta de "contrarrevolucionario".
Los poetas y escritores que emigraron como Gastón Baquero, Novás
Calvo, Severo Sarduy y Cabrera Infante, entre otros, fueron excluidos hasta
del diccionario editado por el Instituto de Literatura y Linguística
de la Academia de Ciencias en 1984. Aquellos escritores cuya obra incursionase
en los temas tabúes -- el teatro del absurdo, en Piñera,
el erotismo homosexual en Lezama, o el cuestionamiento de la realidad en
la poesía de Padilla y el teatro de Arrufat -- no obstante haber
aceptado la revolución vieron la no publicación o la recogida
de sus libros ya editados, pasando a experimentar la vivencia del ostracismo
e, incluso, el castigo.23
CONCLUSIONES
Durante los años 60 se enfrentaron en Cuba, de forma repetida, dos
concepciones sobre el arte. La primera priorizaba la expresión del
individuo, la exteriorización sensible-emocional de su universo
psicológico en sus múltiples y variadas forma de interacción
con el medio. La segunda consideraba al arte sólo como una forma
de vehicular ideología para crear una nueva conciencia de clase.
El primer paradigma estuvo representado por aquellos artistas fieles a
su credo artístico y, también, por instituciones que, como
la UNEAC (y en especial, algunas de sus secciones), el ICAIC (que desde
el personalismo de sus dirigentes protegió y auspició a algunos
de los artistas considerados problemáticos por la burocracia cultural),
los Talleres Experimentales de Gráfica de la Plaza y de la UNEAC
de la primera etapa, y, finalmente, por la Escuela Nacional de Arte, reducto
de pensadores y artistas que como Eiriz, Vidal, K. Nozca, Bienvenido ¿?,
N. Domínguez y Tomás Sánchez, entre otros, mantuvieron
viva la llama del arte para las generaciones posteriores. El segundo paradigma
estuvo representado por las instituciones, tanto las detentoras del saber
académico como las del poder político, que, por intermedio
de un maniqueismo ortodoxo y vehemente prohijaron la autocensura expresiva
por parte de los creadores. A posteriori sería añadida la
idea del pecado original: la no participación activa en la lucha
insurreccional.
El Salón de Mayo de 1967 con su festivo ambiente significó
el canto del cisne de la experimentación plástica y el fin
de los contactos directos con los movientos de vanguardia occidentales.
De la misma forma que los premios UNEAC de 1968 lo representaron para la
literatura, la poesía y el teatro. La realización en 1971
del Primer Congreso de Educación (y Cultura)24
representó la victoria temporal del segundo paradigma.
Notas
1
Kuhn, T. A estrutura das revoluções científicas.
SP: Editora Perspectiva, 1975.
2
Durante la lucha armada (1956-59) el M-26-7 se escindió, progresivamente,
en dos facciones: la sierra y el llano, en lucha por la supremacia política
del movimiento. Otras organizaciones tomaron parte en esa lucha: El Directorio
Revolucionario de la FEU, el grupo Montecristi, la Unidad Obrera, el Movimiento
Cívico de Resistencia, el PSP y facciones de los Partidos Auténticos.
Para mayores informaciones ver: Drapper, T. Castrismo: teoría
y práctica. Washington: Hoover Institution on War, Revolution
and Peace, 1964, y también Castañeda, J. Che Guevara:
La vida en rojo. SP: Cia das Letras, 1997.
3
“Por discordarem quanto à matriz institucional a partir da qual
a mudança política deverá ser atingida e avaliada,
por não reconhecerem nenhuma estrutura supra-institucional competente
para julgar diferenças revoluciónarias, os partidos envolvidos
em um conflito revoluciónario devem recorrer finalmente às
técnicas de persuassão de massa, que seguidamente incluem
a força.” En Kuhn, Ob. Cit., p. 127.
4
“Quase todos os povos encaram um novo reinado como uma regeneração
da história do povo ou mesmo da história universal.” En Eliade,
M. O mito do eterno retorno. Lisboa: Edições 70, 1973,
p. 95. Ver también Campbell, J. O poder do Mito. SP: Palas
Athena, 1990.
5
Duas vanguardas e uma revolução: reflexões para uma
aproximação à arte em Cuba, publicado por los Cadernos
de Pós-Graduação del Instituto de Artes, UNICAMP,
Año 4, Vol. 4, nº 2, 2000, p. 137-144.
6
Portuondo fue uno de los mayores representantes de la estética del
realismo socialista en Cuba. Algunos títulos de su bibliografia
asi lo muestran: Estética y revolución, en 1963; Lenin
y los problemas de la cultura, en 1970; y El maestro, formador
e informador del hombre nuevo, también publicado en 1970. Según
Pío Serrano, Portuondo publicaba regularmente en la revista de las
FAR, Verde Olivo, bajo un seudónimo. Para Toledo Sandé
su producción estética-política estuvo marcada por
la premura de las tareas revolucionarias. Por otra parte, Pedro P. Rguez.,
no lo ve como extremista ni como dogmático, pues sus juicios sólo
obedecieron al contexto específico de su época.
7
Para mayores informaciones ver Segré, R. Arquitetura e urbanismo
da revolução cubana. SP: Novel, 1986, p. 128-138.
8
Las escuelas de Danza y Artes Plásticas fueron las más terminadas
no obstante haber quedado inconclusos el teatro y la sala de proyecciones,
respectivamente. La escuela de Teatro, aunque inacabada, comenzó
a funcionar y las obras fueron reanudadas en 1982 por Gottardi, autor del
proyecto original, si bien con cambios sustanciales. Las escuelas de Ballet
y Música permanecieron abandonadas durante lustros.
9
Segré, R., Op. Cit.
10
Según Korda, en los periódicos de la época “[g]ráficamente
sólo interesan las fotos básicas de macheteros cortando,
la reunión de los CDR en tal lado, etc.” En Soto, Y. Korda: "La
aventura del lente", La Gaceta de Cuba, La Habana: UNEAC, nº
5, sep.-oct. de 1997, p. 24-26.
11
En Merino, L. "La vanguardia plástica en Cuba", artículo
de 1982 reeditado en Letras. Cultura en Cuba, La Habana:
Pueblo y Educación, 1988, p. 402.
12
El Salón de Mayo de 1967 há sido considerado por varios
autores como el último coqueteo del gobierno cubano con la izquierda
europea occidental antes de su definitivo alineamiento prosoviético.
13
La mayor parte de los fundadores del ICAIC procedía de la Sociedad
Nuestro Tiempo, que agrupaba a la línea antidogmática
de la intelectualidad del PSP.
14
Localizado en la calle Línea nº 1009, entre 10 y 12, en el
Vedado, es la sede de la Oficina de Asuntos Históricos (archivo
de la Revolución), de acceso limitado. Los murales (10 de Jorn y
1 de Saura) fueron pintados durante un encuentro internacional de artistas
en 1968. Para mayor información visitar Asger Jorn on Cuba
en la página de la Internet de la Galleri Kaupmann.dk.
15
Este fue el caso, entre muchos, de Guido Llinás (articulador del
Grupo de los Once), Agustín Cárdenas, Tomás
Oliva, Hugo Consuegra, Rafael Soriano, José Mijares, Osvaldo Gutiérrez,
Fernando Luis, Roberto Estopiñan, Cundo Bermúdez y Mario
Carreño. Algunos artistas que ya residían en el exterior,
como Lam y Girona, optaron por permanecer a caballo entre el país
de residencia y Cuba.
16
Este parece ser el caso de la nueva política cultural vigente en
algunas instituciones oficiales como la UNEAC desde la década del
90.
17
Entre esos rasgos podemos destacar: el centralismo del poder, el maniqueismo,
las estadísticas poco confiables, etc. Para Fuentes, éste
es un fenómeno generalizado en toda hispanoamérica. En Fuentes,
C. El Espejo Enterrado. México: Fondo de Cultura Económica,
1992.
18
Tal es el caso de la Brigadas Antonio Maceo y de la revista Areito
(1974-1985). Sin embargo, los únicos cubano-estadounidenses a trabajar
o exponer en Cuba hasta la fecha han sido Ana Mendieta, en los 70, y Ernesto
Pujols, en los 90.
19
Recordemos que las escritoras de esa época que publicaban, básicamente,
en Ediciones El Puente y en Ediciones R, fueron repetidamente
criticadas e ignoradas por críticos y literatos que abogaban por
un arte revolucionario. Para mayor información con relación
a este tema ver: Capote, Zaida, "Cuentística femenina y canon literario"
en La Gaceta de Cuba, La Habana: UNEAC, nº 1, Enero-Febrero
de 2000, p. 20-23.
20
La artista, que había sufrido la poliomelitis en su infancia, vivía
en los suburbios de la capital. En 1972, la dirección de la escuela
dejó de garantizarle el transporte.
21
Para mayor información ver las revistas Arte Cubano, Revolución
y Cultura, y, en menor medida, La Gaceta de Cuba.
22
En Ariel, S. "Cuba en plástico: de un tiempo a esta parte". La
Gaceta de Cuba, La Habana: UNEAC, nº 1, Enero-Febrero de 1998.
23
A manera de ejemplo citaremos el discurso de Arrufat, leido en ocasión
del homenaje por sus 60 años, en la UNEAC, donde expuso, por primera
vez, sus opiniones sobre el castigo que le fuera impuesto al recibir el
Premio UNEAC de 1968 por la “atentatoria” pieza Los siete contra Tebas:
Nueve años de trabajo en el almacén de una biblioteca municipal
embalando revistas bajo vigilancia. En La revista del Vigía.
Matanzas: Ediciones Vigia, Julio-Diciembre de 1995, año 6, nº
2, p. 107-110. La revista, editada artesanalmente, tiene una tirada de
200 ejemplares.
24
Según Manuel Pérez, “... recordarás que el Congreso
iba a ser sólo de educación, estaba pensado como un congreso
de maestros, de educadores, y sobre la marcha, unos días antes de
que comience, se convierte también en un evento sobre la cultura.”
(el grifo es mío). En La Gaceta de Cuba, La Habana:
UNEAC, nº 5, Septiembre-Octubre de 1997, p. 11.
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