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El ñañiguismo en el siglo pasado*

El Ideal de Petit. Los Krúkoro Mbómipó. Los Akanarán Efor.

Lydia Cabrera

Tomado de La sociedad secreta Abakuá narrada por sus adeptos. (Miami: Ediciones C. R.  Colección del Chicherekú, 1969)

     Antes de las contiendas de los ñáñigos de Efor y de Efik, mucho antes, desde los días lejanos de su fundación, apenas comienzan a importarse africanos, La Habana presenció las pendencias y escándalos de los esclavos, entre los que ya en época tan temprana, con biochos, jolofos, capes, mangolas, biáfaras, briches, brán y congos, aparecen los futuros fundadores del Abakuá, los carabalí.
     Como observa María Teresa de Rojas1, el panorama de la sociología africana y sus relaciones con el blanco, no variará en tres siglos; sus caracteres serán los mismos, en el siglo XVI, en la pequeña colonia que empieza, ¡tan pronto! a vivir y a convivir con los negros, que en el XIX. Y es sorprendente, en comparación con la escasa población blanca que la integra, el número de horros que registran los documentos de aquel tiempo2 . En estos, salta a la vista desapasionadamente, que la crueldad de los colones españoles distaba mucho de ser lo que podría imaginarse, se dice y se acepta, – por costumbre – sin estos y otros documentos en la mano; la crueldad, la inhumanidad que sería después, ia característica de otras naciones colonizadoras o esclavistas más hipócritas.
     Los tales negros horros, que poseen esclavos a su vez, tienen los mismos derechos que los blancos, y los esclavos, ("los hay que viven bien") "hazen escándalo se emborrachan y se matan", – entre ellos –. "Negros e negras desta villa que se llaman reynas y reyes hazen juntas e otras consultas", (claro está que celebran sus ritos) y "alborotan al caserío” (con sus trances y cantos). El caserío que iniciaba con ellos un intercambio de conceptos religiosos y mágicos, de supersticiones, que ya nunca cesaría.
     El cuadro que nos pintan los documentos, de la vida maleante y de la vida religiosa que a través de éstos se adivina, de los africanos importados en el siglo XVI, la insistencia en aclarar en algunas escrituras de venta, que no están "endemoniados", es decir, como diríamos hoy, "que no les da Santo”, fenómeno que todos conocemos – se parece mucho, fue el mismo que en general contemplaron luego los habaneros del XVII, XVlll y del XIX.
     La psicología de aquella hampa, las peleas sangrientas de "negros que se insultan e matan", pervive en los bajos fondos de nuestro pueblo, y, atávicamente, muchas veces aún se reproducen de vez en tarde en algún "plante" ñáñigo.
     A través del tiempo, rezagos de odios y rencores de clan, se mantenían encendidos en Cuba; sin Trazo llamado de guerra y sangre, con el que en tiempos de la colonia se declaraban la guerra Potencias rivalescontar la arrogancia, la presunción provocativa con que se trataban los “taitas” de unos y otros grupos, prontos a desaviarse y a combatirse, como hoy a veces nos ofrecen un ejemplo tan característico los sacerdotes de los diversos cultos africanos al combatirse con todos los recursos de su magias.
     Que la religión, el culto, para los africanos, era – es – una cuestión individual y familiar, (de grupo) evidentemente nos lo demuestra la organización de este sacerdocio, caracterizado por un tan peculiar y persistente individualismo.
     Producto de tal mentalidad y antagonismo, los tremendos piques y rencillas, – con pandillas en continua alerta de ataque – de que fueron teatro los barrios de la Habana antigua. Los negros del barrio de la Pluma. como éstos le llamaban al barrio de San Felipe; los de la Legía, (del Cristo) el Cangrejo, (del Angel), el de las Llagas, (San Francisco) se hacían una guerra sin cuartel.
     En el de Jesús María, (los Barracones) donde brillarían los Barondó,3  los Eforiankómo,4 se distinguieron los Curros, petulantes y rijosos, pavoneándose con sus anchos cinturones de cuero, sus divisas de cintas rojas y azules, y promovían tales escándalos y derramaron tanta sangre con sus puñales o navajas – cuyo uso prohibía a pardos y morenos el Bando de Buen Gobierno del Conde de Sta. Clara –, que los vecinos lo fueron abandonando por el terror que inspiraban a todos estos negritos Candela de rompe y rasga.
     Un tremendo incendio, en 1826, después de otros fuegos ocurridos en aquella peligrosa barriada, cuentan que privó de sus escondites a estos pícaros, que la mano dura, pero eficaz del General Tacón, arrojó de allí. Pero Jesús María fue, y es aún, "barriada abakuá".
     Un viajero que nos visita el 1825, se queja de la insalubridad de la ciudad, que sólo corre parejas con la poca seguridad que ofrece a los vecinos. "A las 10 de la noche ya no se puede andar por las calles en razón del gran numero de rateros y salteadores que la tienen avasallada al derecho de las tinieblas. Ocurre con frecuencia el poner precio a la vida de un hombre: por una onza de oro asesinan los negros al inerme traseunte sin que nadie salga a su defensa, pues en vez de abrir las puertas a sus clamores, los vecinos las atrancan más y más. Al trasponer del sol se esparce por toda la Habana el terror".
     El espíritu bravucón, indómito de los Curros, revivió en los Sucunbento, en los Cañamazo y Manita-En-El-Suelo,5 y en tantos otros "chébere monina”, conquistándoles idéntico prestigio. Si Mpegó, el Escriba de las Potencias, escribiese la historia de las agrupaciones Abakuá, desde que se le incorporaron los criollos, – “los arrastraos" –, mis Saibekés parcialmente hacen culpables a los criollos de todas las tachas del ñañiguismo, deberá hacerlo con tinta roja, en rememoración de las vendettas, de los crímenes cometidos por los "hermanos" de una "tierra” y otra: de Efó y de Efik.
     Hasta frisar el novecientos continuarían estas trifulcas que ya eran habituales; los asesinatos y desafíos de las pandillas belicosas de Potencias tradicionalmente en discordia en muchos barrios habaneros.
     “En Jesús María vivía Nazario, que contaba como era aquello, Nazario fundador de Abarondó.
     "En una cuadra residía un dueño de esclavos, y en la siguiente otro dueño con los suyos. Si uno de sus negritos había dado una puñalada y venía a buscarlo la justicia, los amos lo encubrían. Si el celador se lo llevaba preso, los amos lo rescataban. Movían influencia. ¿Y qué pasaba? Que si el negro ese, un día los contrarios lo agarraban en otro barrio, con la complicidad de todos los negros del vecindario, lo ñampeaban. Y no podían los de un bando u otro, pasar impunemente de su barrio al barrio enemigo. Cada pandilla estaba siempre vigilante para descalabrar al que perteneciera a la pandilla rival. En los almacenes de azúcar moscavada del puerto donde había tantos ñáñigos como hoy, las venganzas eran espantosas. Desde muy antiguo los estibadores, todos los obreros del puerto, eran ñáñigos, Efikes, como en Matanzas y Cárdenas. (Por eso la Virgen de Regla, Okandé, es su Patrona, patrona de Efik, (de hombres de mar, como en el Calabar). ¡Y las refriegas que había en el puerto y los matados!"
     -- “Don J. R. dueño de un ingenio, tenía un hijo obonékue. Y él también era ñáñigo. Este hijo suyo nos contaba, a mí y a Bernardino, que había entonces tantos encuentros de ñáñigos en el puerto, que la finca de su padre estaba llena de morenos que él escondía allí porque habían cometido muchos delitos."
     (Ayudarse los hermanos de una misma Potencia es uno de los deberes fundamentales del obonekue.)
     Este apunte, antes de volver a ceder la palabra a nuestros informantes, recoge aquel temor al ñáñigo, que penetraba hasta en las casas seguras de nuestros abuelos y padres.
     --"¡Niña Monona, hoy no se puede abrir la puerta de la calle! 
     A las ocho en punto de la mañana se abría el portón del zaguán.
     -- ¿Niño Pepe, que los ñáñigos están alborotados!
     Los ñáñigos desde temprano pasaban por parejas con sombreros de jipijapa, calzados con chancletas de becerro con manchas blancas, camisa blanca suelta atras y recogida por un nudo a un costado, pañuelo rojo al cuello y hablando en carabalí.
     ¡Ay niña Monona, se dice que hoy van hacer de las suyas!
     Cuando los ñáñigos empezaban a pasar, así, uno a uno o de dos en dos, y con aquel aire, aquel andar a lo matón, a largos pasos, con un contoneo que les era especial, no se salía a la calle, ¡Era un peligro! 6
     El niño Pepe y la niña Monona hacían cerrar las grandes ventanas que daban a la calle, la cancela de hierro del zaguán, y como de costumbre, se sentaban frente a frente en el estrado.
     Ella, en su sillón, los pies en una alfombrilla, al lado una mesita donde había un libro de misa, un rosario y una campanita de plata para llamar a la negra Dominga Duarte, que era sus pies y sus manos; y a ratos apoyada en sus rodillas, jugando en el suelo sin separársele o rascándole los pies, la negrita, monísima, que su hermano el Marqués de X le mandó de regalo en bandeja de plata, acompañada de doce onzas de oro en otra bandejita, el día que nació su hija María.
     La niña Chona temblaba de miedo, los ñáñigos la aterraban, y con ella todos los negros de la casa, porque con aquel engallado ir y venir nada bueno presagiaban."
     De otras escenas semejantes, hemos anotado algunos recuerdos: la impresión de espanto que dejaron en la infancia de la generación que precedió a la mía. Pero este terror no se desvanecería del todo hasta un poco después de transcurrida la primera década de este siglo.
     "En el 1896, durante la guerra de Independencia, que no se sentía en la Habana, vi desde mi balcón a un ñáñigo matar a otro. No se me olvida la sangre que le salía del cuello a borbotones. La gente que gritaba ¡ataja!, el asesino que huía y la charca de sangre, cuya vista me hizo vomitar, y de la que quedó en el suelo la mancha negra varios días".
     "Mentar a un ñáñigo, era mentar al Demonio".
     Pero más que nadie, eran los mismos negros quienes temían y sufrían la salvajada ñáñiga, la ferocidad indomable de los okóbios, a veces delicuentes por vocación ( "algunos mataban por gusto que les daba matar", "no le temían a nadie, mataban hasta al celador",7 o por las exigencias de una vanidad tan infantil y quisquillosa que no podían soportar estos okóbios la afrenta de un vistuario de Diablitos8 más lujoso que los de su Potencia.
     Muchos negros los detestaban. Una octogenaria nos dice.
     -- "Niña, no me hable Ud. de los ñáñigos! Eran malos. El carabalí de por sí era de mala entraña. Y que los ñáñigos de antes, cuando yo era pollona, no se parecían a los de hoy, hablando en público de su religión y cantando sus cantos en las bodegas o en el café. Aquellos no hablaban. Guardaban el secreto, como en Africa, donde dicen ellos que la menor indiscreción les costaba la vida. ¡Malos de verdad!... Mataban a la chita y callando. Por un si o un no apuñaleaban."
     "Malos de verdad"... Otra vieja me ofrece este ejemplo:
     -- "Marcelino el pobrecito, un niño que no había cumplido doce años y por vengarse de su hermano, los ñáñigos le cruzaron, de lado a lado, la cara de un navajazo. Yo lo conocí. Lo desfiguraron con una horrorosa cicatriz para el resto de sus días. Era hermano de un ñáñigo que andaba escondiéndose por el campo, porque había matado a otro de una Potencia enemiga de la suya. Como no lo encontraron para matarlo, resolvieron matar a su hermanito. Y Marcelino fue la víctima. El decía, la gente del fango me ha desfigurado pero cuando crezca me lo pagarán.
     ¡Y creció! Nunca se juró. Odiaba a los ñáñigos, y cada vez que se encontraba con uno de aquella Potencia, lo hería o lo mataba. Tajó muchas caras. Se hizo un asesino por culpa de los que él llamaba hombres del fango. Marcelino Cruel, le pusieron.
     Los ñáñigos, cuando tenían necesidad de vengarse, y no podían matar al enemigo, le mataban cualquier miembro de su familia o a uno de sus amigos. Al preferido. Marcelino Cruel, cruel con la gente del fango nada más, acabó también de una puñalada. Iba con su hijita de cuatro años, paseando en coche de alquiler. Unos ñáñigos que lo estaban cazando desde hacía mucho tiempo, subieron a los estribos y le abrieron el vientre a cuchillazos...
     ¡A vista del angelito!
     No tenían piedad ni para los padres ni para los niños que dejaban desamparados".
     – "Lorenzo, aunque ñáñigo, era un hombre excelente. Promedió en una discusión entre dos ñáñigos, uno de los cuales era de su Potencia e impidió que se pegasen o se matasen. Los contrarios nunca le perdonaron la componenda.
     Tenía una hijita huérfana recogida en casa de una comadre, que se la cuidaba. Todos los días al anochecer, aunque diluviase, Lorenzo iba a dormir a la niña y en una tarde de carnavales, una mujer disfrazada de bruja, de seguro mujer de ñáñigo, (¡no sabe Ud. lo que eran ellas también!) le dijo a uno de aquellos hombres que habían quedado resentidos con Lorenzo: si quieren verlo vayan a casa de su comadre, que él está allí al anochecer.
     Aquella misma noche, al salir Lorena, un dominó se le acercó y le atravesó el vientre con su puñal. Se le salieron las tripas. Se las recogió con una mano y con la otra sacó su navaja e hirió al disfrazado. Pudo declarar antes de morir que un mulato vestido de dominó lo había atacado, ¡pero no dijo el nombre!".
     Las fiestas, los carnavales,9 como hemos visto, y sobre todo el 6 de enero, el famoso día de Reyes, de inenarrable alborozo y libertad para todos los negros esclavos y horros, africanos y criollosDía de Reyes de la Habana,10 pues constituía una verdadera fiesta africana, durante la cual, como escribían los articulistas de la época, cada "nación" vestía sus trajes "etíopes", ( – es decir, rituales) y según nos decía una vieja, "con permiso del gobernador, ese día se estaba como en Guinea"). "La gente de los Cabildos hacían lo mismo que hacían en su tierra". (Olobanapá, el Palacio del Gobernador, abría las puertas a la negrada; y el mismo gobernador con sus manos, les tiraba el aguinaldo").
     Todas las Potencias ñáñigas salían desde el amanecer, con sus trajes de Iremes, "más africanos en aquel entonces que ahora", asegura Saibeké, que vio de niño confeccionar sacos, efomiremo, e Isún, – máscaras – y sabe hacerlas "a la antigua", (la de esponjas que llevaba el Mokongo), como las que hacían sus mayores. 
     Un autor español, que presenció la fiesta del día de Reyes,11 – “la fiesta de los diablitos", gran día que los carabalís llamaron Kimifé,12 nos dice de ellos que "más que por los vestidos imponentes, los ñáñigos causan miedo por su conducta alevosa, pues van armados de cuchillos y suelen dar por el camino alguna puñalada a pesar de la vigilancia de la policía".
     Los choques nunca fortuitos sino decididos de antemano entre potencias rivales, las salvajes embestidas a navajazos y puñaladas, desde las dos de la tarde, después de la visita al Palacio, ocupaban al Celador y al Salvaguardia, que los echaban y confinaban en extramuros.
     Los obonékues hacían un uso inmoderado de navajas sevillanas y de los clásicos puñales de hueso de pescado, de la aguja de paladar, no obstante prohibirlo la "regla", la ley interna de la confraternidad. EI mango de estos terribles puñales, pues el hueso una vez pulido y afilado era más penetrante que el acero13 se cubría con un tejido de curricán. Infame, por consiguiente, era sinónimo de Abakuá. A la sombra de sus secretos sagrados se refugiaba la flor y nata de la delincuencia que en aquellos días en que Petit soñaba con regenerar la Sociedad, de dar crédito a mis viejos, amenazaba seriamente su porvenir con sus crímenes y fechorías innegables.
     No tardó en efecto la policía en declararla "asociación tan ilícita como repugnante” y en hacer figurar el ñañiguismo entre los delitos que condenaba el Código.
     "Cuando Abakuá", explica Tankéwo, "se empezó a jugar en Regla,14 todos eran erensúa eñeñe efor; (africanos) todos oriundos de Wanantú, (Africa) Carabali puros, y pasaron más de veinte años sin que jurasen a nadie que no fuese ápapa, como ellos. No querían admitir en sus juegos a los criollos. Le temían a la indiscreción de sus propios hijos; y los criollos tuvieron que luchar mucho para ser admitidos. ¡Tenían razón! Cuando los guineos solos plantaban en su Cabildo, mucho antes de iniciarlos, nunca hubo disturbios. Y no sólo eran reacios los carabali en darles cabida a los criollos... Lo mismo pasaba en las demás religiones. Los criollos, decía mi abuelo, lo deformaban todo, y los africanos no querían que su religión se desvirtuase.
     El Fundamento bríkamo, Ekue, no lo vieron, nunca llegaron a verlo con sus ojos los primeros criollos que juraron en los cabildos de nación, aunque para ser exactos aquellos Cabildos de Carabalí no tenían nada que ver con lo que se volvieron después las Potencias. (Todavía en el último Cabildo Brikamo-Oro que hubo en Matanzas, con el viejo Agustín Kakanda por jefe, tocaban un instrumento que parecía un catre. Un palo atravesado sobre dos burros, en el que golpeaban con dos palitos: Kán-Kán-Kán: Kún-Kán-Kún Kán Kán... y también se tocaba el ekón). 15
     La primera Potencia, toda de erensuá16  era Apapa Efor. Y aquí se hizo como allá en el Calabar. Ekoi, (efór) le dió el ser a Efik. A Efi, que entonces pudo llamarse Apapa Efik. (Fue el mismo Efik Butón Efí Aroró, el primer juego que nació en Cuba, apadrinado por los Efó, en Regla; – "por lo que se dice Appapa bríkamo Iyá berómo Ekue Butón Iyá bekondó, kandé itiá ororó: los que saben cantar, tocar y bailar son los de Regla, porque aprendieron con los africanos).
     Los Africanos, que al fin cedieron, juraron a los criollos, y los criollos, sus hijos, no tardaron en desorbitarse...
     Las tierras de Efik, en el Calabar, eran hijas de Efó, y anuque Efó no les dió el cuero del pez, (Ekue) estas eran para los de Efó sus criaturas, sus menores, pero aquí los Efik, y los de Efó, concientes con razón, de ser sus superiores en religión, empezaron a atacarse. Los ápapas Efor y Efikes en Cuba eran esclavos; algunos libertos, pero todos aristócratas. Es decir esclavos de dueños ricos e influyentes, coronados – sic – y contaban con la protección de sus amos.
     Le puedo decir a Ud. por mis años, que los ñáñigos de aquel tiempo atrás, estaban respaldados tanto en Regla y Guanabacoa, donde nació el Abakuá, como luego en la Habana, por los dueños, pues se lo he oído asegurar a los que eran ya muy viejos cuando yo, que soy tan viejo, era un pollo de pocas plumas; y que eso favoreció mucho al ñañiguismo.
     Andando el tiempo, cuando Abakuá había crecido mucho, ya cuando estaban iniciados los criollos, los blancos también quisieron iniciarse.
     Blancos hijos de españoles, y españoles, ¡sí señor! (Y no digamos los aferebó, los mulatos)... A los españoles les gustaba mucho lo nuestro. Siempre, desde que nacieron Potencias de blancos, hubo ñáñigos españoles. Antes y ahora... Ahora, ¿no conoció Ud. al Nkríkamo de Kanfioró? Gallego, gallego, y más ñáñigo que yo. Como antiguamente, el famoso Valenzuela, de Mbemoró.
     Vizcaínos: Bernado Uyibarri, de Efori Ntokí, Nazario Otúber, que vive; capataz de los muelles en Matanzas, y Mbákara de los Nseniyén Efor, habla con cés y zetas, pero hace un esfuerzo por hablar abakuá... ¡Y tantos, en el pasado!; y entre ellos un gallego, uno de mucho nombre en su tiempo, que era de Abakuá Efór, se hizo ñáñigo cuando no tenía nada, pensando que por compañerismo podría encontrar trabajo en los muelles. Y así fue; pero cuando el trabajo mermó se fue a San Antón, donde había pega,17 dejó de pagar su cuota y lo eliminaron. Ese llegó a ser un potentado muy conocido. Y cuando era millonario, unos viejos moninas lo fueron a ver para que pagara sus mawán, (cuotas) dijo que no: que él era hombre de negocios, que ya no le hacía falta ser abakuá.
     Tanto le gustaba a los españoles la fiesta Abakuá, que corrían muchos  cuentos y chistes sobre esto"...
     Como el diálogo, que remedando el acento gallego, se deleitaba en recitar el viejo X.
     – Vamos al ñáñigo tío. 
     – Vamos. 
     – ¿Te gusta, rapaz?
     – Si tío, me justa.
     – ¿Y cómo es el ñáñigo, sobrin?
     – Pós, nada... pós miusté. Verá allí unos Panchos18 con plumas en las patas, cascabeles en la centura, una sombrereta, mirando al revés, y allá en un rinconcín uno con un tamburcin que dice:

     E... yé yé yeiz makozbikoz 
     makozbikoz, ¡me cachiz en Ceuta, rediós!

     "En los años en que los blanquitos empiezan a promover escándalos porque quieren entrar de todos modos en los plantes, de a porque sí, por su pellejo blanco, ya el ñañiguismo estaba desprestigiado, aunque no entienda por esto que no hubiese Potencias serias y muy importantes como por ejemplo, Bakokó Efó, que contaba con unos seiscientos afiliados y en la que juró Petit.
     Fue ese el momento de Andrés, el "caballero de color".
     Por sus buenas relaciones con los krúkoro Mbómipó,19 hombres de raza blanca, por su buena educación, la inteligencia privilegiada que Dios le dio, él que era benefactor de todos por igual, en vez de negarse a admitir la idea de que no hubiese obonékues blancos, al contrario, quiso que hubiese obonékues blancos, y bien blancos, y los alentó a entrar en Abakuá. Porque, decía Petit, los mbómipó son más ilustrados que los negros; más serios en su proceder,
y engrandecerán la Sociedad con su poder y con sus luces.
     Piense, sobre todo, que entonces había esclavos... ¿De qué modo un orupá, un esclavo,20 y aunque el negro fuese libre, era un hombre de condición inferior, podía llegar a ser munane,21 hermano de un blanco? Entonces un blanco sucio, por ser blanco, era superior a un erenó, a un negro. Por canalla o por ntufe22 que fuese el blanco, siempre era blanco... Medite un poco. Uni-camente por la religión. Bebiendo la Mokuba. Por Akanarán, como si dijésemos la Virgen. ¿No dice la iglesia que todos somos hijos de Cristo, y Dios nos ve a todos iguales, no ve el color? Dios es muy demócrata. Pues por esta religión nuestra, todavía se hermanaba más con los blancos. El abakuá blanco tendría que considerar a un abakuá negro como a un hermano, y como en aquel tiempo los blancos le daban mucho cuero a los negros, los que se hicieran ñáñigos, no le pegarían a sus hermanos. Hasta contribuirían también a que los que no lo eran les pegasen menos. Esa idea se llamaba abolicionista – sic –, y  eso era lo que explicaba Andrés. ¡Qué grande era Petit!
     Los blancos que querían entrar y bailar en los Kuare, – plantes –, según me han dicho, no pensaban en tener el Secreto. No aspiraban a tanto. Pero Andrés prometió dárselos, y Keanpoto,23 juramentarles mediante el pago de 30 onzas de oro.
     ¡Andrés Petit fue un traidor; le vendió Ekue a los blancos! Eso lo habrá Ud. oído decir mil veces. Traidor… ¡qué disparate!
     Diga que no. Andrés Petit no fue un traidor. Andrés Petit no se quedó con una peseta de aquellas treinta onzas que les pidió y le dieron los blancos para hacerles su tierra, Akanarán Efó Okóbio Mukarará24.
     Andrés Petit con ese dinero libertó a algunos esclavos de su potencia.
     El dinero aquel le era imprescindible para amansar a los que se oponían al bautizo de los mukarará25. Después esos negros enemigos del blanco, comprenderían que la raza blanca fortalecería el ñañiguismo pues se empeñarían más que ellos, y con mejor cabeza, en que las autoridades no lo acabasen. Cuando juraron los blancos, va a hacer cien años, la persecución era muy dura. Cuanto dijo Petit fue verdad. El tiempo le dió la razón. Yo, negro ñáñigo, digo que todos los ñáñigos debemos agradecerle lo que hizo entonces.”
     Urrutia contaba más o menos lo mismo de la incorporación de los hombres blancos a la Sociedad Abakuá.
     -- “En 1857 se iniciaron. Algunos de buena familia. (En el ñañiguismo siempre ha habido hombres de buena familia). Algunos, hijos de padres que tenían fincas; que era lo que más quería Petit, para que en ellas sufrieran menos los esclavos, porque los esclavos del campo eran los más desgraciados, y ayudasen la causa. 
     Antes de cobrar las treinta onzas, Andrés fue a ver a los morenos que estaban más opuestos a darles Ekue a los Makri,26 y entre los más renuentes, a un esclavo que ansiaba la libertad más que ninguno. Dícele Petit.
     – Recapacita negro, Quieres ser libres, ¿Por qué?.
     – Porque de un tiempo acá me están dando muchos golpes.
     – Pues con las 30 onzas de los blancos te voy a libertar.
     Cumplió su promesa. Se cohartaron once o doce hombres, y cuatro o cinco mujeres de ñáñigos, después del juramento.
     Cuando Andrés les decía que iban a ser hermanos de los blanquitos, los bozales contestaban:
     -- ¿Cómo va sé máno bránco, si tá afé,27  tá prieto yo? ¡Tá jugá!
     – Por el cuero del chivo, todos los hombres pueden ser hermanos.
     Mandrí decía que para convencer a los negros más tercos de Bakokó Efor, – y fue Semaná uno de los que se opusieron – Andrés, que conocía a los mayorales, les pedía que los ultrajasen y los castigasen más, para que así deseasen más la libertad y ganarlos a su fin con la promesa y el cumplimiento de libertarlos”.
     Con todo, recordaba Iño Tomián, Petit no logró armonizar a los obonékues negros y blancos. Redoblaron las críticas, y sobre todo las envidias, cuando vieron que "los blanquitos" enriquecieron sus "tierras”, y las innovaciones que hicieron.
     Los itones, los tres cetros que en la Sociedad simbolizan la Justicia, el Orden y la Religión, Mokóngo, Abasónga y Mosóngo –” que se hacían de madera forrados con cuero de animales, y punteras igualmente de cuero, los blancos los adornaron con casquillos de oro y plata en los extremos. Si Abakuá Efó los tenía con casquillos de plata y de oro, los de Nyegueyé, – Níguiyi, que es como decían los viejos que pronunciaban correctamente la lengua –, los pusieron todos de oro. 
     -- Ya bránco tá debaratá cosa. Así no é, decían; pero hablaba la envidia; ellos no podían hacer lo mismo que Nyiguiyí, Abakuá Efó, Koriofó I y II, Akanarán Efór, que tuvieron por madre a Bakokó Efor.
     – "Muchas cosas del culto fueron modificadas por los criollos. Pero no sólo fueron los blancos los que las alteraron. Seamos justos. Los negros dieron el ejemplo, como Jacinto Semaná, hijo de bríkamo. La Potencia Eron Ntá sustituyó su Ekón de madera por uno de hierro".
     (El Ekón,28 instrumento cónico de hierro con mango, semejante a una campana, pero desprovista de badajo, que se toca con un palito. De su importante empleo en la liturgia Abakuá se nos hablará al tratar de la Potencia.)
     "Juan Serrano, de los Ekoriofó, Taibá I, el bachiller Manuel Fernández, los tres blancos, inteligentes, al ver este cambio en Erón Nta, sin preguntar si se podía reemplazar al Ekón de madera por otro de metal, dando por sentado que si los negros lo habían hecho era posible, hicieron sus buenos Ekón de hierro.
     ¡La que se formó cuando los negros vieron que los blancos tenían ekón nuevos, de hierro!
     Pero el ejemplo, ¿no lo había dado un hijo de Carabali?”
     Al principio de Abakuá todos los atributos en los cabildos africanos se ponían en mesa. Cinco tierras de ñáñigos blancos crearon los altares de figura católica que se colocan en todos los fambás Akanarán Efó, Ekorio Efó, Efó Abakuá en Regla, Naróko Efó, – en Carraguáo –, juegos viejos que han desaparecido.
     Los múkara podían decir: "Ekúru Koró erenobón ndimaó."29
     Los blancos colocaron en Kende,30 altar pero a lo católico, los atributos sagrados. Fue Andrés quien metió el crucifijo en las Potencias, para que todos se convencieran de que no somos salvajes; quien les aconsejó que llevasen el santo de su devoción al altar y quien ideó con sus blanquitos, pasar un día con asanga makotero31 con la procesión ñáñiga por delante de las puertas de la iglesia para demostrarle al cura que eran devotos, cristianos y no judíos. Esto me lo contó Antonio Nkandémbo. Salieron los ñáñigos por la calle de Jesús María. Se pararon en la misma puerta de la sacristía. Al verlos el cura con sus tambores, llevando un crucifijo, una tinaja y la cabeza de un chivo, les preguntó: 
     -- ¿Quiénes son Uds. ¿Qué quieren?
     – Somos Abakuá. Queremos que nos bendiga.
     – ¿Pero Uds. creen en Dios?
     – Creemos en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo y en la Santa Madre Iglesia.
     El cura les echó un rezado y los bendijo.
     Sí, eso fue idea de Petit, que llevaba muy bien lo católico (sic).32
     --"Como resultas de ir Petit con la procesión a la iglesia, añade otro informante – y de haber demostrado que los ñáñigos creían en Dios y querían bien a los curas, en una temporada en que no se concedían con facilidad las licencias para jugar, se sintió un poco más de tolerancia. Y los blancos, achabaké:33 plantaban. Los había influyentes."
     Después que Bakokó apadrinó a Akanarán Efor, los demás morenos tuvieron la insolencia de declarar que iban a suspender", (a excomulgar), "a Andrés Petit, por delito de traición. Pero no tuvieron valor para hacerlo. Petit nada más, les mandó a decir: ¡atrévanse! y eso bastó para asustarlos.34
     Los ahijados blancos de Andrés juraron en el año 1857, pero hasta la Nochebuena del 63 no se hizo la consagración de Plazas". (No se les distribuyó los cargos que desempeñarían dentro de su Potencia o agrupación).
     "Existe el retrato en que él está rodeado de los blancos de la Potencia, los veinticinco okobios. Y da gusto ver lo aseados y bien vestidos que están todos. 
     ¡Pero cuántas luchas se siguieron al juramento de los blancos! Porque los morenos mantuvieron su parecer. Aun los hay que odian a los blancos. No reconocían la alianza y no las consentían en sus Fambá.
     Tángana35 en Efi Mbemoró, porque varios blancos se creyeron con derecho a entrar, y los Mbemoró se liaron a golpes y cuchilladas con ellos. ¡Que odios!
     Perdieron los blanquitos; tuvieron que huir y los negros los persiguieron. Corrieron desde la calle de Industria hasta Perseverancia y Laguna. Allí cayó muerto un blanco, e hirieron a otros cuatro.
     Y así a cada rato. Donde quiera se arremetían. (Por eso se acabó el día de Reyes, un día tan alegre, tan grande para los negros. Se convirtió en una fecha de venganzas).
     Muñanga Efor y Mbemoró Efik pelearon. Primero Muñanga agredió a Mbemoró, pero Mbemoró no lo denunció. Era y es costumbre de los ñáñigos, como Ud. sabe, ventilar en secreto sus asuntos, no acusar al hermano, y hacerse justicia entre ellos. Mbemoró se vengó y Muñanga entregó a Mbemoró. De esta mala pasada se guarda memoria.

          Muñanga Efor akuá Mbemoró36 Mbemoró
          Efik Akuá Muñanga Muñanga inuá makarará
                         Ekue Muñanga Efor.

     Hay quien dice que los blancos empeoraron la situación del ñañiguismo. Es un error. Pero sí es verdad que a pesar de todas las Potencias que les dieron cabida, a partir de la fundación de Mutánga, y de las que nacieron después de la alianza hecha por Petit con la raza blanca, los pleitos y los odios racistas, dentro de la religión, continuaron lo mismo. Se negaban los negros a apadrinar a los blancos, porque ellos eran negros y los blancos eran blancos. Como sucedió cuando no quisieron reconocer a Okoriofó en San Lázaro 130, este juego que cayó en manos de la policía, de Trujillo Monagas.
     Trujillo Monagas y Rodríguez Batista. Son dos nombres que conocemos todos los obonékues que tenemos recuerdo del tiempo-España. ¡Rodríguez Batista, hijo de Regla! Era bueno, aunque nos combatió mucho. El quería, – conocía el abakuá, unos dicen que era jurado porque era reglano, pero eso, cabal, yo no lo sé – él también quería que los ñáñigos fuesen como Andrés Petit quería que fuésemos. Personas decentes...
     Petit obligaba a los okóbios de las tierras que apadrinó a vestirse con levita negra y pantalón blanco, y así los encontró un día la policía, reunidos en Okan kebí, en junta. Y la policía, los respetó. (Caramba, también la policía cometía cada atropello!
     Muchas veces, de los robos que hacían los ñáñigos cogían parte los celadores. Eran tan ñanifares37 como ellos. Si el celador no cobraba, ya Ud. sabe...)
     Muchos viejos, por recuerdo de aquel entonces guardan el retrato de Rodríguez Batista38. Por mucho que hizo por acabar con el ñañiguismo, con buen fin, yo lo comprendo, el elemento con que se encontraba no podía ser peor, no logró nada. ¡Nada! Ni Makaró Efó, ni Ebión Efó, como han dicho, se destruyeron, ni los blancos, todo lo contrario, dejaron por su campaña de ser ñáñigos.
     Roche se llenaba la boca diciendo: ¡ya no hay ñáñigos! ¡Mentira!. Los ñáñigos le decían que ya no eran ñáñigos y nunca dejaron de serlo!
     -- "¡Bah", nos comenta un matancero ochentón, "nunca se eclipsó el ñáñigo. En la misma cárcel nacían tierras". Se fundaban agrupaciones. "En la de Matanzas, cuando ésta estaba en la calle Dos de Mayo entre Contreras y Milanés, como muchos ñáñigos de los presos eran zapateros, – recuerdo que el último que salió fue Tomás Nkóboro que dejó hijos en Matanzas, – con un barril de aceitunas hicieron el Ekue, y clavaron el forro del bonkó”.
     El 1879, catorce obonékues presos por complicación en un crimen, "plantan" en la cárcel39 e introducen los objetos litúrgicos, en complicidad con los porteros.
     "Pero Andrés que era zahorí, supo lo que hacía. Hoy, tenemos más ñáñigos blancos que negros. En casi todas las Potencias de negros hay blancos. Y ellos, se lo dice un Batabio40 nieto de carabalí, que ha hecho muchas tierras, son más respetuosos con Abakuá que los mismos que descienden, como yo, de africano y africana. Aprenden, piensan y estiman ésto. Da gusto visitar sus Potencias". 
     -- "No se acaba el ñañiguismo!"
     Su vigorosa constancia nos la explica Saibeké, en primer lugar "por lo bueno del ñañiguismo", la música, el baile, por la presencia numerosa de hombres de raza blanca, y sobre todo, porque “en Cuba el que no tiene de dinga tiene de mandinga”. Quiere decir, por cierta predisposicion psicalógica que evidencia las raíces africanas de la mayoría de nuestro pueblo.
     Si ha podido resistir a las persecuciones y repulsas en los finales del siglo pasado, bajo el dominio español, a las batidas, aunque intermitentes de los comienzos de este siglo, aumentando al contrario, el número de sus prosélitos, –a  la par que la Universidad de la Habana aumentaba el de sus alumnos – la  explicación de este curioso fenómeno no hay que buscarlo exclusivamente en los antecedentes raciales y en la cultura de nuestro pueblo. Hay que tener muy en cuenta la atracción poderosa que lo misterioso, universalmente, y en todos los tiempos, ejerce sobre el común de los hombres; en la ambición innata de ascender, de pertenecer a una jerarquía superior, inaccesible a los demás, y la satisfacción, dentro de los límites misteriosos de la secta, en la que se guarda y se comparte el Secreto intraspasable con otros privilegiados –, de  ese anhelo de superioridad, – de poder –, enraizado en lo más entraño y en lo más viejo del alma humana sin que esté ausente, todo lo contrario, el placer de asustar a los demás, de imponerse por el miedo. (La verdad es, nos dice un ñáñigo, que nos gusta que nos tengan miedo).
     Un Mokóngo puede ser un pobre diablo, un indigente; en su Potencia, es el Jefe, y un jefe inmortal, como veremos. Iyámba es un rey, Isué un "Obispo", etc.
     La misma explicación psicológicamente, es válida para otras agrupaciones más elevadas e integradas por individuos de mayor cultura. Sin contar con que "la unión hace la fuerza", como dice Urrutia, y que Abakuá, como fueron los antiguos Cabildos, de negros, es "una Sociedad de Socorros Mutuos", como los Ilé-Orisha, los templos de Palo-Monte o Mayombe, los de la Regla del Santo Cristo del Buen Viaje.
     La Sociedad Abakuá no sólo está integrada, como antaño, por las gentes más inferiores del pueblo, sino que en proporción considerable, beben la Mokúba y son hijos de Akanarán, empleados, maestros, militares, políticos, profesionales, artesanos de todos los oficios. Y nunca ha faltado entre ellos algún descendiente de noble familia cubana, o algunos mestizos de familia distinguida.
     Desde luego, sin que Abakuá se haya convertido en una sociedad secreta política, – en su oportunidad, los ñáñigos, sirvieron al movimiento independentista, como en las altas esferas y en las intelectuales sirvieron los masones –, la política no está ausente de las Potencias, capaces de controlar un número nada despreciable de votos. 
     --"Muchos de los que se hincaron en el cuero, subieron a la Cámara de Representantes, a los ministerios y gobernaron", nos dice un Nkríkamo citándonos nombres que nos son conocidos y otros que ignorábamos.
     (Patekiones que amasaron fortunas colosales.)
     – "Otros que también se han vuelto personajes, todavía visten el Saco.
     Así, a pesar de todo, el sueño de Petit no era una quimera: "¡que los blancos defiendan a Ekue"!
     Los blancos lo han defendido.
     No estaría bien, para terminar que se nos pasaran por alto, los nombres de algunos obonékues blancos del pasado, – ya que a través de los Urrutia, Saibeké, Tankéwo y otros muchos, nos hemos relacionado con sus sombras.
     Tomás de Paine.
     Mereció que los negros dijesen de él "que se le había escapado al Diablo".
     Manuel Fernández, de Guanabacoa, "muy eminente”. Falleció el 1906. Por sus conocimientos también se le escapó a Amanángoro o a Nyogoró41.
     Fue bachiller, y dejó inéditos muchos tratados sobre Abakuá.
     Mérito, Nkrícamo de Munandibá. Homobono Fernández,
     Martín Zaraza, vizcaíno, de quien Tánkewo nos dice "que sabía más que un carabalí. Dios lo tenga en su Santa Gloria. Fue sabio, porque fue muy bueno. Tenía ciento cincuenta negros y negras carabalis, y todos le enseñaron. Esos negros no parecían esclavos. No se mataban trabajando. Cuando alguno no iba a la pega42 él se paraba a la puerta del barracón, con su boina siempre encasquetada y le decía: ¡Eh, mono, hoy no fuiste a trabajar! Toma purgante. limpia estómago. Los negros lo adoraban, como adoraban al amo que los trataba bien.
     Le encantaba todo lo africano, la comida, la religión, los bailes, la lengua, y todo se lo enseñaron los negros. Escribía cosa por cosa. ¿Qué se hicieron esos papeles? Quizás los tenga su hija".
     La lista sería extensa. Baste con mencionar aquellos que mis viejos informantes citan con más amor.
     Y fueron por cierto, hombres blancos, los que a fines del siglo pasado, honraron a su Ekue con una espléndida libación de sangre humana.
     La Potencia Uriabón Efi, se jactaba en secreto, por supuesto, de haberse apoderado en alta mar de un congo y de haberlo sacrificado a su bonkó.43
     ¡Pura invención! Pero con esto los de Uriabón Efí, no sólo se dieron mucha importancia con los demás moninas, sino que han pasado a la posteridad, inmerecidamente, como los autores reales de aquel hecho sublime.
     Antonio Nkandémbo, bien enterado como antiguo Isunékue de Abakuá Efó, por el hombre de confianza de Akanarán, – y este es “verídico dato de hombre serio" – al desmentir la falaz historia del congo inmolado por Uriabon Efí, ya cuando no corrían riesgo los protagonistas de aquel holocausto, aseguró a uno de sus íntimos (a Saibeké) que esa gloria correspondía, en toda justicia al juego "de blancos” de Akanarán Efó. ¡A los Efor! 
     – Los Akanarán Efó eran pescadores. Había un congo entre los pescadores del puerto. Los cuatro obones de la Potencia lo escogieron como víctima porque era africano y congo, y se jugaron su vida. Para eso se reunieron antes, y en un güiro metieron cuatro semillas. Tres blancas y una negra: el congo. Taparon el güiro. Se vendaron los ojos y decidieron que lo mataría aquel a quien tocase en suerte la semilla negra. Batuquearon el güiro y después cada uno, legalmente, introdujo la mano y tomó una semilla.
     Como hoy, muchos pescadores salían de noche a pescar. Y una de esas noches los cuatro obones de Akanarán Efó, que los vigilaban, prepararon un trozo de madera de línea y compraron un ruedo de alambre.
     Sabían la hora en que salía el congo, que como otros muchos, se había libertado con los ahorros de su trabajo.
     Iba siempre sólo. Lo siguieron y lejos de la costa, por la playa del Chivo, se acercaron a su bote.
     Los cuatro obones llevaban a Ekué dentro de un saco. Uno, el que debía matarlo, saltó dentro del bote y lo derribó por sorpresa "de un palazo en la frente".
     Sin más testigos que las estrellas y el mar, cuatro hombres blancos bañaron copiosamente a Ekue en sangre humana, ofreciéndole el más precioso, solemne y genuino sacrificio: el más grato y vital a los viejos espíritus y divinidades de Guinea. Y por eso Ekue bramó en la soledad misteriosa con una fuerza y un júbilo sagrado y feroz que otros ñáñigos, que se sepa, no han podido escuchar.
     ¡Boborogáma! Boborogáma! ¡Mamariámba!44
     Alzaron el cuerpo sobre el tambor, le cortaron la yugular; el congo era una fuente de sangre. Después, le amarraron el madero a los pies y lo echaron al mar.
     No se supo nada.
     El bote se encontró vacío, al garete, y se pensó que aquel pescador se había ahogado".
 
 
 
 

Notas

1 Algunos datos sobre los negros esclavos y horros en la Habana del siglo XVI (Homenaje a Fernando Ortiz). 

2 María Teresa de Rojas. Archivo de Protocolos de la Habana. Vol. I-II-III. – Editado por la autora. Imprenta Burgay.

3 Barondó. – "era una tribu de Efik, (Obane).

4 Efori, brujería. Nkomo, tambor. El nombre de esta Potencia significa literalmente brujería del tambor.

5 Héroes hoy legendarios de las rivalidades y pleitos de sí los ñáñigos.

6 Un miembro de la familia Alfonso a altas horas de la noche fue agredido por un hombre que exclamó de pronto a su espalda: ¡me equivoqué! Por suerte la punta de un arma cortante penetró ligeramente en su hombro. La impresión fue tan fuerte que perdió la razón.

7 El 1853 mataron al Celador de la Policía D. José Esquivel.

8 Saco se llama a la indumentaria del diablito o Ireme, en las ceremonias y fiestas del Plante.

9 Los de 1865-66 son memorables, por los hechos cruentos que se registraron.

10 Se celebraba en todas las ciudades de Cuba y en muchos pueblos, como el de Güines.

11 L. un francés, X. Marmier, a mediados del siglo XIX se felicita como viajero, en sus “Lettres sur l’Amerique” de la buena suerte que le ha permitido asistir en La Habana a la fiesta del Día de Reyes. Nos ha parecido interesante reproducir la descripción que hace de ella y la impresión que causa en este europeo aquel extraordinario espectáculo.
“El dia de Reyes es la fiesta de los negros. Sus amos les dan el aguinaldo y ellos, además van a pedir a las puertas de las casas principales. De un extremo a otro de la ciudad, artesanos, obreros, criados, se reúnen en diferentes grupos en torno a un negro que representa al Jefe de sus tribus. Pues la población africana de la isla proviene de razas distintas que viven todas bajo el mismo yugo, conservando fisonomías y costumbres distintas. Ahí están los negros del Congo, generalmente holgazanes, malos, inclinados al robo, apasionados por la música y el baile.
Los lucumí, altivos, orgullosos; los macuás de la costa de Mozambique que son de carácter indolente, pero dulces y apacibles; los carabalí de la costa occidental de África, avaros, industriosos y a menudo levantiscos. Los minas, de cara estúpida; los ararás, sin carácter ni energía (!)  Los mandingas, dóciles, sumisos y honrados.
El día de Reyes cada tribu aparece en la Habana con su traje nacional y sus instrumentos de música. Dentro del recinto de la misma ciudad he tenido ante mis ojos un muestrario de trajes salvajes africanos y no es posible imaginar un conjunto de escenas más graciosas y cómicas.
Los jefes son espléndidos. Unos avanzan subidos en altos zancos como los vascos, y cuando se fatigan de su aérea marcha caen en brazos de sus seguidores que los llevan cargados complacientemente, mientras que un tercero toma sus pesadas piernas de madera y las sostienen a sus espaldas con tanto respeto como antaño las damas de honor portaban la larga cola de las grandes damas.
Otros están cubiertos de pies a cabeza por un manto de fibras, imitando una piel de oso.
Los hay que llevan en la cabeza un castillo de plumas, una selva de ramas artificiales. Otros llevan el rostro y el cuello cubiertos por una máscara espesa, a través de la cual se ven mover unos ojos brillantes. Algunos se empeñan en darle a sus caras la apariencia de un ave de rapiña o de una fiera. Muchos van desnudos hasta la cintura, tatuados o pintadas las mejillas, los hombros. el pecho. Aquellos de allá, como las cebras, con ocre; los de acá con yeso blanco, y otros que no se encuentran todavía bastante negros, se hacen largas rayas de cera en el cuerpo. Las mujeres, la mayoría, llevan trajes con telas de colores vivísimos; una flor en los cabellos, un cigarro en la boca, una capa de pintura roja, verde o blanca en los cachetes. Con paso ligero siguen el cortejo del que forman parte hasta llegar al lugar en que se detienen para bailar.
Bajo los balcones del Gobernador, en la plaza pública, en las esquinas de las calles más frecuentadas, el Jefe da la señal. Enseguida los músicos se colocan a un lado con sus instrumentos. ¡Y qué instrumentos! Cuanto silba, retumba, tintinea, los tonos más agudos y discordantes, son los de esta diabólica orquesta. He aquí un virtuoso que golpea con las dos manos en un tronco de árbol hueco, cubierto con una piel gruesa en una de sus extremidades. Cerca de él uno agita unos cascabeles en un cesto de mimbre, lleno de guijarros; se ven quienes tocan una especie de flauta, de las que por cierto no ha sido el Dios Pan quien ha dado el modelo. Otros tienen una especie de arpa guarnecida con una media docena de crines que podría hacer derramar lágrimas al dios de la música finlandesa, el tierno Woenemoinen, mas no lágrimas de deleitamiento, sino de indignación y de dolor.
A esta algarabía sin nombre, se mezclan broncos acentos de gargantas apresadas bajo las máscaras, gritos de lechuza, silbidos de víboras, ladridos de perro. Es la señal del baile. El jefe montado en sus zancos salta y cabriolea como un mono. El jefe de la piel de oso sacude su bella melena, se inclina al suelo. Se alza de repente como si fuese a lanzarse sobre su presa. El Jefe con el penacho de plumas se balancea y gira. Después el séquito se pone en movimiento. Hombres y mujeres se sitúan unos delante de otros y bailan. No, bailar no es la palabra que puede dar idea de esta escena. Es un frenesí, un temblor de todos los miembros. Los cuerpos se agitan, se tuercen, se repliegan, se levantan, saltan como salamandras en el fuego. Los pies, las caderas. los pechos, todo entra en acción, en actitudes que no puedo describir. Ruborizarían la virtud de nuestros sargentos citadinos.
No obstante un circulo de curiosos asiste en pleno día a esta asombrosa coreografía y no parece azorarse en lo más mínimo. Sólo una de estas danzas, no encuentro otra palabra con que expresarme, tiene un carácter interesante: la danza del sable. Un negro, que no tiene por indumentaria más que un calzón, entra en el ruedo con un sable de madera en la mano. Hacia él, avanza una mujer. Tímida, la frente baja. Da un salto para un lado, esquivando sus golpes, pero vuelve y se inclina como una esclava y con las manos juntas, su mirada temerosa parece invocar su piedad. El negro apiadado se lanza para tomarla en sus brazos, la mujer escapa todavía para acercársele otra vez poco a poco hasta que al fin, queda como fascinada por la mirada ardiente que la persigue sin cesar, o fascinada por el terror. Hay en esta viva pantomina todo un romance de amor, un drama de pasión impetuosa más impresionante sin duda porque es el simulacro fiel de dramas reales que deben suceder a menudo bajo el ardoroso sol del Africa.
Cuando los negros han terminado sus lascivos ejercicios de acróbatas, salta-dores y guerreros, uno de ellos se acerca a la ventana de la casa, reciben su aguinaldo y se van a otra un poco más lejos, a recomenzar sus bailes.
Este día los negros gozan de su libertad, de sus cantos y bailes con una alegría de niños. Siguiéndolos, yo mismo como un niño, de plaza en plaza, de calle en calle, en el pavimento y en el barro donde saltan como sobre un suelo, me decía que acaso revistiendo sus bizarras vestimentas, pensaban en las fiestas de su aldea natal y los observaba con piedad.
Es un hecho, por lo demás notable que esta saturnal de los negros, se termine a hora fija, sin querellas, sin desorden. Al atardecer, cuando el sol se pone, el tambor deja de sonar, el oso se despoja de su piel, el guerrero abandona su sable, el Jefe deposita su diadema de plumas, cada uno vuelve tranquilamente a su casa, y el dinero que se ha recogido durante el día se guarda para subvenir a los gastos del año entrante.
Ya no es el día de Reyes de la Habana lo que fue antaño. Un gran número de siervos desde los balcones ve pasar la procesión africana al igual que las gentes de las buenas casas, como si ésta fuera una bandada de saltimbanquis. Otros afectan un profundo desprecio por aquellas parodias de los negros de nación.
Los que tienen la suerte de haber nacido en Cuba, los criollos consideran como bestias a los despreciados hijos de Africa, y los recriollos – sic – y los de una tercera generación de criollos, parecen tener entre sus manos las cartas de nobleza de un Grande de España". 

12 Kimifé, palabra del dialecto de los olugó, que significaba para los carabalís la festividad de Reyes.

13 Las armas de fuego, ''el Vizcaíno", el revólver quedaba para los que ganaban buen jornal o los pudientes. Los makrí: los blancos.

14 Esta historia del ñañiguismo que nos da S. se ajusta, sin que el narrador la conozca, a la que bosque]a la obra "Los Criminales de Cuba y el Inspector Trujillo”, Barcelona 1882. Copiamos.
"Hacia el año 1836 se formó en el vecino pueblo de Regla Ia primera corporación de los ñáñigos bajo el amparo y protección del Cabildo Apapa Efí, “autorizado por los Efor” –, que tenía ya fijada su residencia con licencia del gobierno, previo el pago correspondiente de la contribución. En el interior de las casas donde estaban localizados estos cabildos se reunían muchos negros criollos y allí hacían sus ceremonias de ñáñigos, porque como eran hijos de carabalís la mayor parte de éstos, los de nación, los protegían. Los carabalís Appapas son los verdaderos ñáfligos y los primeros que han venido a este país procedentes de Africa, vistiendo el traje usado por los ñáñigos, cuyo nombre adoptaron los negros criollos después que se constituyeron en una sociedad particular, porque su verdadero nombre carabali es Ñauguitúa". (Ñaituá).
 "Aquellos carabalies acostumbraban salir por las calles el día de Reyes a pedir aguinaldo lo mismo que los demás, con el traje de ñáñigos; pero la única diferencia de que aquél era de pieles, que es como lo usan en Africa y de que en lugar de llevar las campanillas en la cintura cotno los criollos, aquéllos las llevaban en las piernas. También el capirote con que cubrían su cabeza era redondo en su extremidad y no puntiagudo como el de ahora; pero siempre llevaban la cara tapada como los actuales.
Se fue aumentando el número de criollos que deseaban incorporarse a los juegos de los carabalies; pero estos fanáticos se opusieron fuertemente a ello, porque no les descubrieran el secreto. Al fin, viendo el empeño que tenían los criollos en pertenecer a su sociedad, les propusieron que si querían formasen juego aparte, y que mediante cien pesos, que les exigían, los bautizarían al estilo de Africa: a lo cual accedieron, formando desde entonces un primer juego, compuesto de veinte y cinco criollos, todos de la Habana y de casas ricas. Este primer juego se formó en Regla y se le puso por nombre Efi Acabatón, (Efike Butón, según mis viejos ex-ñáñigos), siendo los fundadores varios esclavos de una señora rica que vivía en la Habana. Este juego los juraron los carabalíes Appapa más como estos negros tenían odio a los blancos, no quisieron que ningún mulato ingresara en la sociedad porque decían tenían la sangre ligada con aquellos, no siendo, por tanto, de pura sangre como el negro; y como los nuevos ñáñigos creían y obedecían a sus padrinos los carabalíes, duró o se mantuvo mucho tiempo la prohibición. Este primer juego que se formó, o sea Acuabatón, alcanzó gran nombradía, porque todos los miembros eran esclavos de condes y marqueses, que por vivir en las inmediaciones de Belén, les conocían sus compafieros por Belenistas; y sucedió también que, atenidos a ese rango y confiando en la protección que les dispensaban sus amos, cometieron muchos excesos y empezaron a adquirir mala fama los ñáñigos. El juramento lo hacían separados y ocultándose de las personas blancas a quienes no querían iniciar en sus prácticas, y al principio no usaban crucifijos, velas, ni ningún signo de religión católica, porque los carabalíes consideraban todo eso como brujería, y siendo muy supersticiosos le tenían horror a esas cosas religiosas.
A los diez años de instalado el primer juego, se aumentó considerablemente la ñañiguería, porque ya no la formaban sólo los criollos y así fué que en los barrios de intramuros y fuera de las murallas, había como cuarenta juegos, llegando el caso de que ellos solos eran en mayor número que todos los demás de nación reunidos, saliendo como los otros a recorrer las calles de la población el día de Reyes, hasta que el gobierno dispuso que se les obligase a retirarse a las tres de la tarde, con cuyo motivo se retiraban a Jesús María en lo que entonces se llamaba los Barracones, que desde aquella época quedó siendo el centro general de sus juegos."
Por esta época, "del cincuenta y pico al setenta", segun T. M. y J. U. y C. H., “alcanzó gran incremento la ñañigueria, formándose infinidad de corporaciones en todos los barrios de la capital, y el día de Reyes pedían aguinaldo vestidos con su saco, que es el nombre que le dán al traje peculiar del Diablito".

15 Ekón: Campana Litúrgica.

16 De Africanos nativos del Calabar.

17 Trabajo.

18 “Los españoles solían dirigirse a los cubanos, llamándoles Pancho cuando no sabían sus nombres". (C.H.).

19 Nkrúkoro, hombre. Mbomipó: blanco.

20 Orupá, esclavo ("en dialecto bríkamo"). 

21 Munane: hermano. (Wane, pariente).

22 Ntufe: estúpido.

23 Keanpoto: juramento.

24 Madre Efó de iniciados blancos.

25 Mukarará: color blanco. Papel, (blanco).

26 Makrí: blanco.

27 Afé: oscuro. ¿Cómo voy a ser hermano de un blanco si, soy negro? ¿estás jugando?

28 Véase la importante obra de Fernando Ortiz "Los Instrumentos Afro-cubanos" Tomo Il.

29 "Esos negros no sirven".

30 En olugo: Kénde es el altar. La base sobre la que se colocan loa ob]etos del culto.

31 Caminar – asanga – Makotero, la procesión.

32 En muchas de las libretas viejas – afoñipán – que constituyen la biblia contradictoria y fragmentaria de los Abakuá, nos hemos encontrado con frases como estas, de las que bastará con citar, para dar idea. unos ejemplos: Temio awana lianza apokeñón Abasi. San Juan bautizó a Jesús y Jesús lo bautizó a él. Oddan Efí Nankuko Efión Nikere Efión: cuando la vida prisión y muerte de nuestro Señor Jesucristo corrió la sangre. Esta traducción, embozadamente, ¿se refiere a algún hecho sangriento de los muchos ocurridos entre los ñáñigos, o a la historia del codiciado hallazgo del Pez por Sikán, que provocó efusión de sangre entre las tribus de Efik y de Efor? O sencillamente a ofrendar en el río la sangre de un gallo.
Iyamba taimán Uchen efión kiko bongó yánsere: Iyamba, (el rey de la Potencia Efor, dueño de Ekue) mata el gallo con toda au fe cristiana y derrama la sangre sobre el bongó (tambor).
El río de Usagaré en que se desarrollan las primeras ceremonias del culto a Tánze, es sagrado como el Jordán. Muchos ñáñigos escriben y pronuncian Jordán, o Joldán, al mencionarlo: Iguán Kemo Umón maribá Jordán Ukano afanaré Abasí: De la raíz de una Ceiba sagrada (que se halla en la orilla del río) Nandibá dependemos, (los Abakuá) y depende el río donde se bautizó Jesús. ¿Fue idea de Petit llamarle al río Oddan, – Od'dan que pronuncian los viejos –, Jordán?
Como todos los africanos importados a Cuba, los carabalí buscaron en nuestra religión equivalentes para sus dioses y genios, Fokondó Ndibó, el río sagrado, es el Jordán; como Bondá es la Virgen María en su advocación de la Virgen de Regla, o Ngóngoro es Satanás, etc.
A veces, indudablemente, el ñáñigo se complace en despistar o en burlarse del profano que pueda hojear su afoñipá, su libreta. Otras, es una sincretización sincera y los resultados son deliciosos.

33 "Lo dieron de baja. Con ese dolor murió Petit", afirman otros ñáñigos.

34 Achabaké: desarrollarse la ceremonia, lo mismo que “plantar" o "jugar".

35 Altercado, riña, agresión.

36 "Uno de Muñanga Efor mató a uno de Mbemoró Efik. Mbemoró mató a un Muñanga, pero Mbemoró habló, lo denunció.

37 Ñanifares: ladrones.

38 Carlos Rodríguez Batista, fue Gobernador Civil de la Provincia de la Habana. Nació en el pueblo de Regla, – uno de los baluartes del Abakuá – el 1844. Estudió en Cuba y en los Estados Unidos. Ocupó el cargo de Gobernador Civil de la Habana. Conocía muy bien a los ñáñigos, los persiguió y disolvió varios juegos.

39 Plantaban también en el Penal de Ceuta, – en el 1888 – donde los ñáñigos fueron deportados en gran número. A Cádiz y al Castillo de Figueras. “En Ceuta se hallaba Manuel Platanal, y un compañero suyo, blanco, apodado el Blanquito. Allí dentro del recinto de la Fortaleza del Monte Achó. Don Rafael Salillas, que con anterioridad a un viaje oficial a aquella penitenciaría, había recibido una carta de un ñáñigo presidiario, acompañada de un dibujo representado un "plante" o ceremonia y la promesa de develarle los misterios abakuás, pudo entrevistarse personalmente, si no con el mismo que le había escrito, con otros que se hallaban allí deportados.
"Estábamos practicando la visita a los calabozos del Achó, cuando oímos ruido de algazara y de tambores y el presidiario que se encontraba en el calabozo en que nos hallábamos perdió su aspecto mustio, se incorporó con alegría. prestó atención y exclamó:
¡Los ñáñigos!
El presidiario era un negro. Comprendí que en aquel instante más que nunca sentía anhelos de libertad. Intercedí por él. Se le levantó el arresto y al franquearle la salida corrió a incorporarse con los suyos.
Poco después nos encontrábamos en la explanada, coincidiendo con la aparición de un cortejo extraño, con figuras extrañas, vestidas algunas de ellas con trajes fantásticos, tocando una especie de tambores de estructuras primitiva, cantando, accionando y bailando.
Aquello era una verdadera exhibición ñáñiga, tan auténtica como las presenciadas en las calles de la Habana, con actores provenientes de aquel país que habían traído con sus personas sus costumbres y su ceremonia".
Contemplando los "juegos" de los ñáñigos en la prisión de Ceuta, Dn. Rafael Salillas se pregunta: "qué es el ñañiguismo? y se dice: "no es una mascarada, ni una sociedad tenebrosa. Es una importación étnica: es el país africano que canta y danza cosas que en Africa deben de tener una significación".
Esta pregunta, el interés de estudiar el fenómeno ñáñigo, aun no había tentado a ningún cubano.
El estudio, desgraciadamente inconcluso del español Salillas, es el primero, que con un sentido científico se publica sobre el ñañiguismo a comienzos de este siglo.
"Los Criminales de Cuba", narración de los servicios prestados en el cuerpo de policía de la Habana por Dn. José Trujillo, cuyos datos utiliza en lo que tienen de utilizables, es como dice Salillas, un conjunto "incorectísimo y desbalazado de noticias".
Otro tanto puede decirse de la "Policía y sus Misterios en Cuba", de Rafael Roche Monteagudo. 

40 Batabio: muy viejo.

41 Diablo, en bríkamo. En la rama Efó: nyógoro. En Efik: amanángoro. "Era el Diablito que iba en la procesión de los Efó y el que llevó a Efik los secretos de la religión".

42 Al trabajo.

43 Bonkó: el tambor sagrado de los Efik. (Ekue, el de los Efor).

44 ¡Chilla Madre mía!
 

* Hemos respetado absolutamente el texto, tal y como aparece en el libro, con excepción de las notas.  Éstas no aparecían enumeradas en orden consecutivo, es decir, las notas de la página 37 (donde comienza el capítulo) que eran la 1 y la 2, al pasar a la 38 no seguía 3, sino la 1, y así sucesivamente.  Dadas las característica de las publicaciones de las publicaciones en Internet, no quedaba otro remedio que enumerar las notas en orden consecutivo.
 

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