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El falsario y la masa

Pedro Marqués de Armas

     El sabio austríaco Joseph Frederic Nowack, cuya fama de meteorólogo se había apagado en Europa desde hacía mucho tiempo, pronosticó en La Habana de 1906, con la ayuda de su “planta del tiempo” - la peonía (Abrus precatorius nobilis) - un terremoto de enormes proporciones.
     No hizo más que mostrar una arrugada carta del emperador Francisco José, que acreditaba el establecimiento -en Viena y Londres- de dos institutos a su nombre, y se le abrieron las puertas del Ateneo y de la prensa local, donde en principio tuvo el apoyo de algunos de los que luego lo estigmatizaran. 
     Cientos de familias huyeron, las agencias de viaje multiplicaron sus acciones y las tasas de suicidios mostraron un pico.
     En los días en que el pánico alcanzó -con motivo de un falso cable firmado en el Observartorio de Viena- su punto más alto, no pocos científicos se vieron precisados a dictar conferencias, para “ilustrar” a la opinión pública, llamando, desde sus respectivos saberes, a la calma y la “unidad” (1); y lo mismo harían “brujos” y cartománticos, con vaticinios opuestos, y por esta vez incluidos en el elenco.
     Lo cierto es que los temas de actualidad -la reelección fraudulenta de Estrada Palma, el lamento de los liberales despojados de sus puestos y las novedades del Palatino Park- se vieron curiosamente desplazados por otras tantas metáforas de fraude, llanto y vértigo.
     El falsario, la masa y los que se servían del caos a manos llenas, infoman pues el fondo de estas jornadas.
     Se habla, incluso, que hubo de acudirse al Instituto Meteorológico de Washington para meter orden en el asunto, y que el consolador cablegrama de la agencia de noticias Laffan entró al Senado justo cuando Sanguily se disponía a pronunciar una arenga contra las peonías.
     Por supuesto la “neurosis colectiva” de que tanto se habló no le fue adjudicada a la endeble opinión pública, sino -- como ocurre en estos casos- al “pueblo” y al “extraño visitante”, quien, por cierto, estuvo a punto de ser linchado por una turba en el paradero de Guanabacoa, cerca de donde había instalado su colección del Abrus precatorius nobilis.
     Lo que sigue a continuación es un dossier con los materiales que, sobre el caso, pudimos recopilar, y que hemos estructurado en cinco secciones: I
. El artículo "Nowak", de Rafael Pérez Vento; II. Algunos sueltos del Diario de la Familia, una carta del propio Pérez Vento al director del Diario de la Familia (y que apareció bajo el pseudónimo de Swendemborg), una carta del padre L. Gangoiti (del observatorio del Colegio de Belén), así como dos sueltos más del Diario de la Familia y un breve, pero incisivo, de Fernando Ortiz ; III. El capítulo 8 La peonía. 'De como las pequeñas causas producen los grandes efectos'" del libro La locura en Cuba (de Armando de Córdoba y Quesada); IV. Una crónica satírica aparecida en El Fígaro, y, finalmente, V. Varios apócrifos en torno al misterioso caso de la peonía, o de otro capítulo del reblandecimiento cerebral de nuestros compatriotas (2).      
 
Notas

(1) Entre ellos Fernando Ortiz, Carlos de la Torre, el Dr. Gómez de la Maza, Juan Guiteras y el Padre Gangoiti.

(2) También pueden consultarse las páginas que Fernado Ortiz le dedica al asunto en El pueblo cubano.

I

Nowack

Rafael Pérez Vento

Durante dos meses la sociedad cubana ha estado pendiente de las predicciones que un señor Nowack a no dudar inteligente y de conocimientos que no parecen vulgares, había hecho. Como se trataba de peligros que ponían en inminente riesgo de perder la vida a los que habitábamos la zona peligrosa, la expectación ha sido considerable, y realmente por lo menos en los primeros días, una buena parte de la población de La Habana estaba dispuesta a abandonarla, única manera de ponerse a salvo del movimiento seísmico que según los cálculos de este señor, ocurriría del 15 al 20 de mayo. El Instituto de Segunda Enseñanza y el Ateneo prestándoles su respetable tribuna para que titulado sabio diera a conocer su descubrimiento en base de los pronósticos que había hecho, y la Prensa de información dedicando sendos artículos a la defensa o a la refutación del nuevo descubrimiento, fueron medios poderosos para producir serios temores, asustar a muchos y dejar vacilantes a las personas que en ese orden de conocimientos son poco o nada duchas.

     En los días en que la excitación era mayor publicamos una carta en el Diario de la Familia, llamando la atención hacia determinadas formas de trastornos mentales que los italianos designan con el nombre de Paranoia, y aunque por motivos justificados no nombramos a Nowack, la descripción que hacíamos se adaptaba tan perfectamente a él, que no había tampoco necesidad de consignar su nombre. Cuando publicamos la carta, aún no habíamos terminado el examen de los trabajos, y en una palabra, de su persona, pero los datos que recogimos ya nos permitían concluir que el descubrimiento hecho por este hombre singular, era un gran error que había surgido con todos los caracteres de una manifestación patológica en un cerebro quizás de buena construcción para el trabajo mental, pero en el que la enfermedad había hecho presa. No de otra manera debe ser juzgado este hombre, que con sus teorías llegó a conmover hondamente nuestra sociedad, a tal extremo que durante los dos meses que permaneció entre nosotros estuvo a la orden del día, provocando hasta discusiones entre distinguidas personas de nuestro pequeño mundo científico. Y tampoco es la primera vez que un individuo que sufre determinados trastornos mentales, pero que al mismo tiempo posee una inteligencia más o menos vigorosa, produce disturbios sociales y crea doctrinas de naturaleza científica o religiosa que son acogidas por cierto número de personas.

     Nowack es el primer caso que observamos de Paranoico intelectual. Y lo reconocimos como tal, porque dedicados exclusivamente al cultivo y al ejercicio profesional de las enfermedades mentales, conocíamos desde hace largo tiempo algunos de los trabajos publicados respecto a estas sorprendentes anomalías que por no alterar las facultades silogísticas, y por presentarse en seres que poseen inteligencia, pasan largos años de su vida entregados a una idea delirante o a una alucinación, sin dejar sospechar su estado patológico. Hubiéramos deseado reconstruir su vida, esto es hacer su historia clínica completa, sin que lo hallamos podido lograr; pero aunque esta falta deja bastante truncado nuestro trabajo, no es suficiente obstáculo para impedirlo, pues los trabajos científicos que hemos recogido, las noticias que de él ha dado a conocer la prensa diaria y en general su conducta en La Habana, son datos suficientes que permiten sin temor al error considerarlo como un paranoico. Vamos primero a hacer su presentación, y dejaremos para el final el estudio analítico de este hombre singular, a quien no se le puede negar inteligencia, y mucho menos honradez, de la que se ha tratado de despojarlo hasta por algunas de las mismas entidades que le brindaron benévola acogida.

     El profesor austriaco José Federico Nowack llegó a La Habana en el mes de febrero, al frente de una expedición compuesta de un hermano y de un intérprete. Fue presentado en los centros oficiales por el vice-Cónsul de Austria Hungría; dispensándosele una amable acogida como hombre de ciencia y como fundador de los Institutos Nowack de Londres y Viena. Algunos periódicos dieron cuenta a sus lectores de la llegada de este sabio; de sus propósitos de permanecer en Cuba para recoger 2000 ejemplares del “abrus precatorius” y de que daría una conferencia sobre sus descubrimientos. El Sr. Nowack recoge los números de esos periódicos y marca con lápiz rojo el suelto a él dedicado y pone un sello en inglés que dice: “Expedition of the Nowack Institution, Cuba and México 1906”. Los institutos de que se titula Director no existen más que en su imaginación.

     En la mañana del 23 de febrero, celebró una conferencia con el Secretario de Agricultura, explicándole su sistema y pronosticando un gran movimiento geológico. Tenemos en nuestro poder uno de los números del Diario de la Marina que daba la noticia, y que Nowack entregó a determinada persona marcado con lápiz rojo y sellado.

     En el mes de abril dio una conferencia en el Instituto de Segunda Enseñanza, publicada íntegramente en La Discusión el día 29. Posteriormente dio otra conferencia en la Academia de Ciencia, y después en el Ateneo que fue la que escuchamos y en la que se concretó a hacer leer la publicada en La Discusión, lo mismo que hizo en la Academia de Ciencias. De modo que en realidad no ha dado más que una conferencia: la del Instituto.

     Los sueltos publicados en algunos de los periódicos, no nos cabe duda, fueron escritos por él, pues tienen gran parecido con los publicados en Europa. Y en cuanto a la conferencia del Instituto, es una traducción, casi completa, de un folletico que hace tiempo publicó.

     Todas las personas que lo han tratado lo consideran como un hombre correcto, amable e inteligente. Nada han notado de extraño. Habla su idioma y el inglés. Correcto también es su modo de vestir, aunque en su aparición en el Ateneo nos chocó que vistiendo frac, usara un pañuelo de un color rojo chillón con franjas negras y en la boutonniére unas cuantas semillas de Peonía artísticamente unidas.

     Durante su permanencia en la ciudad se ha ocupado de visitar con frecuencia las redacciones de los periódicos. En cambio no tenemos noticias de que visitara aquellos centros científicos que tienen íntima relación con sus descubrimientos. Fuera de esta marcada inclinación a la exhibición que indudablemente padece nuestro sabio, se ha concretado a recoger sus ejemplares de Peonía, para enviarlos a los soi-disant Institutos de Londres y Viena. Nos abandonó, embarcándose para México, el mismo día que esperaba ocurriera algún movimiento seísmico o grave perturbación atmosférica. Y aunque ya el público en parte tomaba el asunto de guasa, sin embargo, no pocas familias se fueron de La Habana, unas para el extrajero y otras para los alrededores, huyendo a la catástrofe pronosticada. Uno o dos días antes de embarcarse presentó un escrito en la Secretaría de Agricultura pidiendo una respetable cantidad para fundar un Instituto Nowack.

     Recorrer sus obras es relativamente fácil porque no ha sido muy fecundo. Aunque en el índice que pone al final de un folleto titulado “A los que duden. – Constestación a los críticos sobre mi planta del tiempo”, figuran 12 títulos, no son todos de trabajos científicos, pues cuenta entre ellos un prospecto cuyo resumen vamos a dar por ser una exposición de su sistema, y de los fines que se propone; una hoja suelta que titula “Recortes de la prensa diaria escogidos entre mil” y que por el título se supondrá cual es el contenido; recortes de muchos periódicos políticos europeos, que se refieren a su descubrimiento, tratando la cuestión lo mismo que lo ha hecho nuestra prensa de información; otra hoja cuyo epígrafe es “Cartas de recomendación” en la que figuran las cartas que ha recibido en contestación a las que él dirigió acompañando sus trabajos al príncipe de Gales, a los almirantes ingleses Cochrane y Beresford, al Presidente de la Cámara Marítima de las Compañías de Navegación Extrangeras de Constantinopla, a Mr Loewy, Director de los Observatorios de París, etc., redactadas todas más  o menos en el mismo estilo, en las que se dan las gracias por sus envíos y se le desea mucho éxito en sus investigaciones.

     Sólo tres o cuatro de sus publicaciones son realmente trabajos en los que hace alguna exposición de sus teorías, con todas las reservas a que le obliga su intención de no revelar las leyes por él descubiertas, hasta tanto que no sean creados los Institutos Nowack, lo que parece ser su ideal. Tiene anunciada la aparición de una obra para el mes de mayo corriente, editada en inglés y alemán que se vende por suscripción al precio de 105 marcos. Todos los demás trabajos se venden a precio ínfimo algunos, y otros se regalan. El es el editor de todas sus obras que imprime lujosamente; en las de más importancia figura su retrato, y la fotografía de una urna regalada al Emperador de Austria conteniendo la “Planta del tiempo”.

     Por el “Prospektus” podemos enterarnos de sus propósitos: “llamar la atención general sobre el Instituto Nowack de Londres, habiéndose escogido este lugar como estación central por razones científicas, aunque su esfera de actividades se extiende sobre toda Europa, las comarcas del Mediterráneo y el norte del Océano Atlántico”. Este Instituto Central así como las sucursales que se funden tendrán por misión publicar “por anticipado datos ciertos de las circunstancias atmosféricas y de los fenómenos críticos de la naturaleza, sus consecuencias desastrosas, tempestades, ciclones, inundaciones, granizadas, temblores de tierra, erupciones vulcánicas, etc. todo lo que permite hacer su sistema gracias a los principios descubiertos y perfeccionados por el sabio J. F. Nowack que durante 20 años ha hecho estudios profundos en Austria, Hungría, Ingleterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia y Turquía”.

     El método por él descubierto tiene por base, 1ro. El descubrimiento de una planta de los trópicos, el abrus precatorius L. nobilis N, o sea la Planta Meteorológica; 2do, Sobre los datos recogidos por una observación minuciosa de las protuberancias y de las manchas del sol; 3ro, Sobre la anotación sistemática e ininterrumpida de los fenómenos críticos de la naturaleza en todas sus épocas y de toda la superficie de la tierra; 3ro, Sobre los estudios especiales de la Meteorología, la astronomía solar, la fisiología de las plantas, la geología, la química y la física, etc. Para alcanzar tan brillantes y sosprendentes resultados con su métodos ha tenido que resolver numerosísimos problemas, creando leyes sólo por él conocidas que tienen íntima relación con las diferentes ramas de las Ciencias que cita.

     Promete con este método indicar: 1ro, Con 24 o 26 días de anticipación las fluctuaciones mínimas y máximas del barómetro, y por consecuencia los peligros de las erupciones volcánicas, temblores de tierra, alteraciones atmosféricas, etc: 2do, Con 2 a 8 días de anticipación los distritos en que exista buen tiempo, nieblas, lluvias, o nieve. Por último, una de las ventajas más extraordinarias de su sistema es que los fenómenos más desastrosos son previstos con más exactitud y mayor tiempo de anticipación por medio de la planta meteorológica. Este es en resumen el prospecto, que como figura ocupando el primer lugar en el índice de sus obras, es lógico pensar haya sido su primer artículo sobre su sistema. Está bien editado, no faltando la urna con las peonías regalo al Emperador ni su retrato.

     Si de la relación de los trabajos pasamos a examinar la conducta que nuestro anómalo mental ha seguido durante su permanencia en La Habana, nos sorprenderá tanto como la lectura de sus trabajos titulados científicos. Recuérdese que en su prospecto, anuncia la salida de una misión a cuyo frente viene en busca del abrus precatorius nobilis, en número de dos mil, para sus institutos de Londres y de Viena, deteniéndose aquí, de paso para México, por haber encontrado grandes cantidades en las inmediaciones de esta ciudad. Provisto de cartas de recomendación se consiguió la valiosa cooperación del Cónsul de su nación, que fue su introductor en las altas esferas del Gobierno. Visitó las redacciones de los periódicos, dando cuenta éstos a sus lectores de la llegada de persona tan ilustre y de sus propósitos en los mismos términos que lo habían hecho los periódicos de Europa. Pocos días después de su legada celebra una conferencia con el Secretario de Agricultura, y le notifica que las observaciones que había realizado permitían pronosticar un movimiento seísmico de consideración del que no tenía la seguridad absoluta, pues era la primera vez que observaba la peonía silvestre, pero que si los movimientos en la planta silvestre eran iguales a los de la peonía cultivada, su pronóstico era fatal, teniendo además en cuenta las manchas solares que debían haber presentado del 17 al 30 del mes; por lo que rogaba se pidiera al observatorio de Washington las fotografías. Las perturbarciones seísmicas las pronosticó para el 15 al 19 de mayo.

     Mientras llegaban las fotografías de las que parecía depender la suerte de los que habitábamos la capital de la República, raro fue el día que Nowack dejaba de manifestarse, visitando redacciones de periódicos, celebrando interviews y dando noticias a los periódicos.

     El día 8 de mayo llegó la contestación de Washington, diciendo que “no había aparecido ninguna mancha ni grupo notable durante el expresado período de tiempo”. Mr. Nowack no creyó lo que el Director del Observatorio escribía; dijo que las manchas debían haberse presentado pasando inadvertidas para el Observatorio, que procedía en este caso de idéntica manera que hace algunos años, negándose a colaborar en investigaciones de un extranjero que se apartaba de su sistema rutinario. El final de todo este sainete provocado por sus teorías y descubrimientos es una instancia que presentó al Gobierno pidiendole 50 000 pesos para crear un Instituto-Nowack, y 2000 para los gastos de sostenimiento.

     La conducta de Nowack en La Habana es exactamente igual a la que ha seguido en los países que ha visitado, con el ánimo de implantar su sistema, y de crear su Instituto; el mismo procedimiento de introducción, el mismo acogimiento, los mismos pronósticos, la misma petición de crédito (…) Indudablemente que todo lo anterior deja sospechar la falta de equilibrio mental de Nowack. Si alguna duda se presenta, pronto se desvanece leyendo cualquiera de las obras modernas y hasta antiguas de psiquiatría, pues no se trata de una forma de perturbación mental sólo conocida por los psiquiatras modernos; Esquirol da el nombre de monomaníacos a esta clase de enfermos, que posteriormente a él han sido hondamente estudiados, y como por desgracia suele suceder con demasiada frecuencia en Psiquiatría, han sido bautizados con nombres diferentes, que tienen la misma significación: Delirio crónico a evolución sistemática, psicosis sistemática progresiva, delirio crónico regular, paranoia, locura sistematizada primitiva, Matoides (Lombroso), locura parcial intelectual, delirios parciales o sistematizados, etc.

     Hagamos caso omiso a Nowack, y veamos las descripciones que se dan de los que se encuentran comprendidos en esta variedad de trastornos intelectuales que los franceses más generalmente llaman delirios parciales o sistemáticos y los italianos y alemanes, paranoicos….

     Ballet en su Tratado de psiquiatría dice: “Son estados psicopáticos funcionales caracterizados por ideas delirantes permanentes y fijas, metódicamente ligadas entre sí, desenvolviéndose en un sentido determinado y siguiendo una evolución lógica. Estos casos independientes de toda lesión orgánica apreciable hasta el presente, parecen igualmente independientes de todo origen emotivo. Tienen evidente relación con trastornos profundos y todavía oscuros de la cenestesia, pero se manifiestan primitivamente por una desviación de las funciones intelectuales, desviación que por sí misma no produce una verdadera debilidad de la inteligencia y que deja intactas por lo menos en apariencia las facultades lógicas y del razonamiento”.

     Por su parte Tanzi en su Tratado de las enfermedades mentales escribe: “anomalía constitucional muy rara que permanece largos años latente y que se manifiesta en la edad madura por un delirio parcial pero muy tenaz. Este delirio no es sino el lento y durable triunfo de un pre-concepto. El preconcepto paranoico vence poco a poco todo lo que le es contrario, y a despecho de la realidad, de la opinión pública, del sentido común, se organiza en un sistema coordinado de errores que se hacen los tiranos de la personalidad intelectual, y la conducen gradualmente fuera del círculo de la normalidad”.

     Si con esta definiciones a la vista examinamos la obra científica de Nowack, seguramente sosprende el parecido. Pero veamos cuales son los caracteres descritos por estos autores como propios de los paranoicos y de su conducta.

     Proceden como las personas de mentalidad sana, y fuera de su delirio razonan con un perfecto buen sentido. Rara vez son recluidos en un manicomio, en los que forman por su lucidez de inteligencia y por la coherencia de su conducta, la clase aristocrática (Tanzi); de aquí que el mayor número evaden sin dificultad el reingreso una vez que se les permite salir. A veces estos paranoicos poseen inteligencia suficiente para durante un tiempo variable hacer creer sean hombres superiores, casi sabios. Todos son escritores, publicistas, polemistas, polígrafos. Y con sus obras se puede formar una biblioteca homogénea e interesante en sumo grado. Los libros que publican se conocen por una serie de caracteres que les son propios: el retrato del autor en posición más o menos inspirada, proligidad de los títulos, extrema variedad de caracteres tipográficos, dedicatorias, ilustraciones grotescas, precio temerario del volumen. Entre los distintivos esenciales de estos libros se nota con frecuencia su inutilidad, la índole trascendental del sujeto, y lo absurdo de sus argumentaciones.

     Si el delirio es de naturaleza religiosa se creen apósteles, encargados por Dios de realizar una misión divina; si es de persecución, no es una persona de clase inferior la que los persigue, generalmente es una institución, los jesuitas, el cuerpo médico, los socialistas, etc; si es unipersonal se dedican a los grandes problemas de la filosofía, de la ciencia y de la humanidad. Estos paranoicos son los que más engañan porque los que se dedican a la resolución de problemas científicos conservan sin dificultad buenas relaciones con las personas que los rodean y hasta a veces ejercen su profesión, siendo en su mayoría personas cultas, inteligentes y no privadas de sentido práctico. No es extraño que se asocien otras ideas delirantes, quizás consecuencias de los fracasos que experimentan en sus planes.

     Innecesario seguir describiendo; con esto nos basta para desechar las dudas, si las hubiere, respecto a que nuestro simpático visitante es un paranoico.

Revista de Medicina y Cirugía de La Habana, Año XI, junio 10 de 1906, no 12.


II

Diario de la Familia (sueltos)

“En el senado las peonías fueron ayer objeto de serias conversaciones. El Dr. Dolz se apoyaba en ellas para defender la subida de ese gran valor en plaza que se llama la Vicepresidencia. Sanguily, a sotto voce, expresaba esta idea terrorífica: -¿Qué importa que se viole la Constitución si tantas veces ha sido violada y ya están decididas las peonías a vengarla con lluvias de montañas y cordilleras de agua sobre nuestras desdichadas humanidades?

Un liberal connotado propondrá en la próxima Asamblea Magna que se les envíe por correo, a cada Secretario de despacho, una hoja de peonía mal humorada.

El Ayuntamiento impondrá una fuerte constribución a los dueños de casa que tengan en ella peonías tristes y al efecto nombrará 200 inspectores cuyo objeto será denunciar el estado melancólico de esa planta.

Al sabio Nowack le han hecho visitas efectivas muchas personas emcopetadas, que mencionar no quiero, y multitud de gentes desconocidas pero notables ya por su miedo a los terremotos”.

26 de abril de 1906

“Con motivo del telegrama de nuestro corresponsal, publicado ayer, participándonos que el Observatorio de Viena ha anunciado un terremoto en La Habana, el Departamento de Estado ha telegrafiado esta mañana al Cónsul cubano en la capital de Austria que averigue si es cierto que dicho centro científico ha hecho semejante predicción, sin que se haya recibido contestación alguna a la hora de entrar nuestro número en prensa”.

27 de abril de 1906

“Resulta que Viena no ha dicho, en punto al terremoto de La Habana, esta boca es mía. Así lo afirma por el cable el Cónsul de Cuba en aquella capital. No necesitamos afirmar lo alegre que nos ha puesto esta noticia.

No satisfechos de la explicación que nuestro corresponsal en Washington nos ha dado acerca de la noticia que nos trasmitió, anunciando un terremoto en La Habana, hemos decidido prescindir de sus servicios sustituyéndolo desde el próximo lunes con la acreditada Agencia Laffan, que pertenece al New York Sun”.

28 de abril de 1906


Carta que Rafael Pérez Vento envió -- bajo el pseudónimo de
Swendemborg -- al Diario de la Familia

Sr. Director del Dario de la Familia:

Me ha parecido muy conveniente por lo que pueda servir para ilustrar la opinión pública, dar a conocer una variedad muy rara de alienación mental que los italianos conocen con el nombre de Paranoia, los alemanes denominan VerrueKlhein y los franceses delirios parciales o sistematizados.
Se presenta en la edad madura y los que sufren esta alteración de la mente se comportan como las personas de mentalidad sana razonando en todas las cuestiones que no están ligadas a su delirio. La presencia, pues, del delirio, no altera el juicio sobre las cuestiones generales ni sobre los hechos pequeños de la vida cotidiana, no alterando por consiguiente sus relaciones sociales ni el ejercicio de profesiones que a veces son elevadas. No siempre son hombres de acción, pero sí de carácter tenaz, que llegan a ejercer mucha influencia sugestionadora a las personas que lo rodean. Son escritores, publicitas, polemistas, y sus libros y escritos se suelen reconocer por una serie de indicios que los revelan: acostumbran poner sus retratos, títulos prolijos, dedicatorias, citas de otros paranoicos, múltiples caracteres tipográficos, etc.
Los temas delirantes son variables, con más permanencia de naturaleza científica o religiosa. Cuando el delirio es religioso se convierten en profetas, apóstoles, etc. y suelen arrastrar un buen número de prosélitos. En Rusia se han observado estos casos con más frecuencia que en ningún otro país.
Cuando el delirio toma como base una teoría de naturaleza científica, se creen grandes descubridores y hacen todas clase de enfuerzos por fundar instituciones. En Bologna vivió largo tiempo el Conde Matei, que fundó una institución de electricidad vegetal con la que ganó mucho dinero.
El médico debe limitarse a darles consejos amigables, aceptando desde luego su delirio, pero haciéndole notar que sus teorías pueden conducirlo a un manicomio.

Swendemborg

La Habana, 28 de abril, 1906


Carta enviada por el padre L. Gangoiti, del Observatorio del Colegio de Belén, al Diario de la Familia

“El Dr. Nowack está equivocado”.

Afirma el Dr. Nowack que precederá al terremoto un centro de alta presión, excepcional y crítico, que ocurrirá al este de La Habana, del 10 al 15 de mayo próximo… Podemos asegurar con certeza que no habrá un centro crítico de alta presión ni terremoto (…) Acabamos de de examinar, en gracia del público, las observaciones barométricas de 48 mayos, sin encontrar centro alguno de alta presión excepcional en La Habana y menos al este (…) No recordamos haber visto ningún centro crítico, no diré en mayo, ni siquiera en el mes de enero… Para que se verifique el pronóstico del Dr. Nowack es necesario, por lo menos, un milagro. Dios lo puede hacer en el mes de mayo de 1906 o de aquí a 20 años, si le place.
                               
L. Gangoiti,
Observatorio de Belén

30 de abril de 1906 (p.2)


Otros sueltos del Diario de la Familia

“La Secretaria de Agricultura se creyó en el derecho de no dar publicidad al anuncio de un movimiento sísmico en esta capital para mediados del mes próximo, tratando precisamente de evitar, que se diese la importancia que ha alcanzado, a una predicción que no está basada en dato ni antecedente alguno de la ciencia constituida, sino inspirada tan solo por las indicaciones de las hojas de la peonía, cuyas propiedades meteorológicas dice el Sr. Nowack que viene estudiando hace 20 años. Lo que sí ocurre positivamente es que se desarrollan fuertes corrientes eléctricas, que originan perturbaciones magnéticas, en todos los movimientos sísmicos particularmente; y por consiguiente es a la observación de los institutos electro-magnéticos a lo que hay que acudir en primer término, cuando se trata de averiguar la proximidad de algún terremoto o erupción volcánica; y como en estos días no se ha notado alteración alguna en las corrientes magnéticas, no hay razón alguna que justifique tomar en serio, como se ha hecho por algunos, este asunto, el cual debe ser relegado al terreno de las ciencias ocultas”.

30 de abril de 1906


Síntomas…

José N. Aramburu

“Bajo el brillante oropel de nuestra nacionalidad, hay manchas horribles; bajo la lustrosa, empolvada epidermis que las sedas acarician, hay gérmenes de gangrena y líquido de úlceras. Media nación desconoce desconoce a la otra media. Cada día aumenta el número de los recluidos, de los asilados, de los locos y de los mendigos callejeros. Señores: esto hay que purgarlo. Ojalá se hagan ciertas las predicciones del Sr Nowack y la isla se hunda y las ondas hirvientes del mar proceloso nos traguen a todos”.

16 de mayo de 1906


"Cualquier charlatán de feria se ríe de nuestro pueblo. En Cuba, el hombre-Dios halla masas que en él creen, y se ha temblado por las predicciones de cataclismos sísmicos del hombre de las peonías."

Fernando Ortíz, El pueblo cubano, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1997, pp.: 43.


III

La peonía. "De cómo las pequeñas causas producen los grandes efectos"*

Dr. Armando de Córdoba y Quesada

     A un viaje de placer que realizó por el S. E. de la Europa un sabio químico y botánico austriaco, J, F, Nowack, y al hecho de haber éste comprado a un buhonero, una fantasía de uso femenino, constituida por unas cuentecillas parecidas al coral, con una mancha negra en su parte superior, allá por el año 1906, se debió una de nuestras más intensas crisis de neurosis colectiva.
     En efecto, refiere el Profesor Nowack, que aquellas cuentecillas las supuso semillas de planta, las que no siéndole conocidas, pensó fueran importadas de algún otro país. Al llegar a su casa las sembró, por ser un fervoroso estudiante de botánica, y esperó ansioso que brotara la planta. A los cuatro meses observó que las manchas negras se hinchaban, y a los seis que de ellas salía una bolita verde que bien pronto creció, y reconoció entonces el Abrus Precatorius Nobiles (Peonía), indígena de la India, México y Sur América. Más tarde, quedó sorprendido, al notar que la posición de sus hojas cambiaba y que estaban en continuo movimiento; después de tratar en vano de producir este mismo efecto con la luz, humedad y temperatura, llegó a la conclusión de que la electricidad de la atmósfera, con sus cambios, era la causante, confirmando su apinión al notar que los referidos cambios eran seguidos tres días después, por una fuerte tempestad de rayos. Sus observaciones de muchos años, dice él, le permitieron pronosticar el tiempo con dos o tres días de anticipación, en sesenta millas a la redonda, como lo hizo en la Exposición de Viena, en los distritos agrícolas de Protewuin, Bohemia y Modric, llegando a las conclusiones siguientes: hojas dirigidas hacia arriba: tiempo bueno; dirigidas hacia abajo, malo; amontonadas, lluvia; inclinadas, viento o tempestad; si irregulares, niebla; si se enrollaban, tempestad de truenos. La dirección que apuntara la rama indicaba de donde habría de venir el tiempo anunciado, y el cambio de color en las hojuelas la distancia aproximada de estos acontecimientos. Era, en fin, una planta meteorológica.
     Deseando el Profesor Nowack perfeccionar sus estudios, obtuvo la protección del Príncipe de Gales, el que le autorizó a continuarlos en los Jardines Reales de Kew, bajo condiciones climatológicas y atmosféricas distintas; descubriendo allí que la planta silvestre se hacía más sensible al ser cultivada, y trazando cartas meteorológicas que mostraban las máximas y mínimas barométricas y las isoboras para el Atlántico del Norte con 6 ó 7 días de anticipación.
     Más tarde Nowack construyó su observatorio privado en New Barnet, continuando sus estudios por cinco años, mas como las observaciones tenían que ser constantes, de día y de noche, anotando todos los movimientos de las ramas, para Io que se necesitaba una institución especialmente equipada y dotada de ayudantes idóneos, solicitó la cooperación del doctor Hann, Director del Instituto Central Imperial y Real de Metereología y Magnetismo Terrestre de Viena, y del Dr, Mauricio Loewy, Director del Observatorio de París.
     El Dr. Nowack añadió a sus estudios sobre la planta, la observación adicional de las manchas del Sol y su período de rotación, que varía según la latitud de su aparición de 24 a 28 horas; significando que las manchas del Sol, en ocasiones trein ta veces más grandes que la tierra, afectan y perturban las corrientes magnéticas terrestres y la electricidad atmosférica, y son las causas primarias de los cambios en el tiempo, estableciendo una estrechísima relación entre las manchas del Sol y la planta meteorológica.
     En Febrero del año 1906, hizo su aparición en la Habana, el Profesor Nowack, y provisto de una recomendación especial del Departamento de Estado de Austria, y acompañado del Cónsul de su país, Sr. Berndes, se presentó en la Secretaría de Agricultura, en el mes de Abril del mismo año, mostrando documentos auténticos demostrativos de su personalidad científica, y de las experiencias hasta entonces realizadas; entre otras, sus predicciones sobre el terremoto de San Francisco de California, que en esos momentos conmovía el sentimiento nacional por sus terroríficas proporciones y constituía la actualidad in ternacional.
     El objetivo de su viaje a Cuba, según dijo, era el experimentar la peonía y hacer de ella una buena colección para trasladarla a Londres.
     Pero el extremo realmente sensacional de su visita a la Secretaría de Agrirultura, la constituyó su terrible predicción de un movimiento seísmico en Cuba, sobre el 15 de Mayo de aquel año, a virtud de observaciones realizadas sobre plantas de peonía silvestre, en la Quinta Tariche, de Guanabacoa, y de las manchas del Sol en aquellos momentos.
     Ocioso es consignar la alarma que tales vaticinios produjeron, al hacerse cargo la prensa, en sendas informaciones, de la referida visita; alarma que fue aumentando día por día, hasta constituir un verdadero estado de neurosis colectiva, muy explicable, si se atiende a la personalidad científica del doctor Nowack y a una serie de coincidencias que ocurrieron en aquellos días: el desastre de San Francisco de California, las narraciones del cual ponían espanto en el ánimo; un anticiclón que hubo de vistarnos[sic], manteniendo la ciudad durante cuarenta y ocho horas bajo torrenciales aguaceros, que produjeron innundaciones de muchos barrios y multitud de derrumbes de edificaciones; un temblor de tierra que ocasionó gran alarma entre los vecinos de Santiago de Cuba y, finalmente, la catástrofe de la Fábrica de Tabacos Vda. de Gener, con un crecida número de víctimas.
     Como ocurre en la mayor parte de estos casos, bien pronto surgió la controversia; la opinión pública se dividió en escépticos y creyentes, y diariamente aparecían en los periódicos, artículos de destacadas personalidades científicas combatiendo o apoyando el vaticinio,
     Naturalmente, estas controversias, por una de esas orientaciones muy explicables del espíritu, lejos de dilucidar el problema y llevar el optimismo al ánimo de todos, tuvo el contrario efecto de intensificar la alarma ya existente. El Instituto de Segunda Enseñanza de la Habana y el Ateneo, cultísima sociedad literaria que presidía el Sr. Pichardo, cedieron su tribuna al Profesor Nowack, quien, disertó ampliamente desde ellas y mantuvo con gran competencia su doctrina.
     Mientras tanto, los que dudaban de su autoridad científica, realizaban una acuciosa investigación sobre su personalidad. Mas el Profesor Nowack, adelantándose a ella, aseveraba, que en la Exhibición del Jubileo de Viena, en un período de seis meses, hizo predicciones con sólo dos o tres días de anticipación, presentando testimonios de los Ayuntamientos de Bohemia y Moravia, demostrando que había sido subvencionado por el Gobierno de Austria y exhibiendo documentación al efecto.
     Ante la alarma que crecía por momentos y se extendía por toda la isla como demostraban los telegramas diarios que los corresponsales dirigían a sus respectivos periódicos, entre ellos el de Camagüey, quien denunciaba en Mayo 5, que muchos propietarios remataban sus fincas en condiciones onerosas, para ausentarse del territorio nacional; y el de Santiago de Cuba, que en la misma fecha, daba cuenta de que diariamente llegaban de la Habana y Matanzas familias que huían de la proximitad del terremoto; el periódico La Discusión provocó en su redacción una reunión entre el Prof. Nowack y los Dres. Carlos de la Torre y Santiago Huerta, Profesores de Biología y Geología, respectivamente, de nuestra Universidad Nacional, la que se llevó a cabo en la mañana del día 2 de Mayo de 1906.
     En su «interview» expresó, el Dr. Nowack, cómo había observado en la Quinta Tariche, en Guanabacoa, la trepadora peonía en número considerable, orillando los senderos de la misma, y cómo, en aquellos momentos todas sus ramas y hojuelas miraban hacia abajo; que le faltaban las pruebas de las observaciones siderales y que dado que sus estudios no recaían sobre plantas cultivadas, sino silvestres, él no hacía una verdadera predicción, sino una mera conjetura, aunque daban signos exactos que significaban que de tal a cual día iba a ocurrir un intenso temblor de tierra.
     Que el día 21 de Abril, observó, en Guanabacoa, estos signos exteriores en la planta orientada en dirección de Este a Oeste, reveladores de un movimiento seísmico o un temblor de tierra de grandes proporciones, es decir, una gran catástrofe, sin poder precisar el punto de mayor intensidad, ni si el fenómeno ocurriría en mar o tierra.
     Terminada la entrevista, los Dres. Carlos de la Torre y Santiago Huerta, declararon: «Creemos al Dr. Nowack un investigador tenaz y apasionado, que podrá dar a sus observaciones mayor alcance que el que en realidad tiene, pero digno de la mayor consideración y respeto».
     Sus teorías no son nuevas en lo que se refiere a las influencias siderales sobre los fenómenos terrestres.
     No hemos logrado de él la presentación de pruebas justificativas de sus afirmaciones, y por tanto ningún juicio hemos podido formar respecto a la certeza de las mismas.
     En el estado actual de la ciencia, no se admite la posibilidad de tales fenómenos. Aun cuando el Prof. Nowack poseyera el medio de realizarlas, son tantas las reservas que en este sentido hace, que sus temores, como él mismo dice, no tienen el valor de una predicción sino el de una simple conjetura. Dentro de la ciencia constituída ninguna razón justifica las predicciones de Nowack, que están fundadas en datos empíricos y en experiencia exclusivamente personal».
     No arredró al Prof. Nówack la opinión contraria de los sabios naturalistas cubanos, y hasta recomendó la adopción de un curioso dispositivo mediante el cual, al denunciar la proximidad del terremoto, podrían adoptarse medidas de salvamento.
     Consistía éste, en una horca de madera de la que se haría pender por medio de una soga una herradura de imán, a la que se mantendría aplicada por su natural atracción un objeto de acero o de hierro, un clavo, por ejemplo. Debajo se colocaría una palangana, Al aproximarse el movimiento seísmico se perdería la acción del imán, y caería el clavo, produciendo el ruido consiguiente, que serviría de alarma.
     El tiempo que mediara entre la pérdida de las propiedades de atracción del imán y la caída del clavo, estaría en razón directa de su importancia. Mientras mayor fuera el intervalo entre el aviso o caída del clavo y el terremoto, éste sería de mayor intensidad.
     Siempre oscilaría entre medio minuto y dos minutos, dando tiempo a los habitantes de las casas para abandonarlas y refugiarse en zonas de seguridad. A veces es sólo de algunos segundos, pero entonces el movimiento carecería de importancia.
     Ocioso es consignar que cada vecino se proveyó de dicho dispositivo en forma y dimensiones según sus posibilidades; que éste se transportaba de uno a otro lugar de la casa en que



se reunían sus moradores, y que hubo hasta quien lo colocara inmediato a la cama, durante las horas dedicadas al reposo.
     Poco a poco, sin embargo, empezaron a presentarse pruebas contrarias a las predicciones del Dr. Nowack, hasta el grado que el día 2 de Mayo, hallándose en el paradero de los tranvías de Guanabacoa, se le acercó un nutrido grupo de individuos  que se habían reunido en un café cercano, injuriándole y amenazándole con armas que portaban; actitud ésta que fué condenada por la generalidad de las personas, que consideraban al proíesor austriaco, más que un impostor, un fanático de una doctrina.
      Imposible nos sería hacer una narracion de los innumerables traumas psíquicos que las predicciones de Nowack produjeron, sobre todo en las provincias de la Habana y Matanzas, las más afectadas por su vaticinio.
     La curva de neuropatías entre desequilibrados y predispuestos tuvo un mayor ascenso en aquellos días. El éxodo, hacia el extranjero, de familias timoratas, fue considerable, y lo mismo la paralización en los negocios.
     El siguiente hecho, demostrativo del estado de ánimo de los vecinos de la provincia de la Habana, se registró en Santiago de las Vegas. En la fábrica de tabacos «Partagás», que ocupa un edificio de tres plantas, en dicho lugar, un obrero, en son de broma, lanzó al techado de vidrio un paquete de chícharos, que produjo un ruido extraordinario. Alguien gritó: ¡el terremoto! y, súbitamente, los obreros, aterrorizados, trataron de ganar la salida, muchos lanzándose desde los pisos altos, registrándose, como balance de este pánico, multitud de heridos.
     Pero nada más elocuente, para demostrar la perturbación psíquica de aquellos días que lo que pasamos a narrar: un grupo de notables médicos que controlaban la clientela quirúrgica de esos momentes, constituyeron una sociedad y adquirieron la Quinta del Rey, estableciendo en ella una magnífica clínica para la asistencia de sus pacientes, siendo tal la paralización de sus actividades profesionales, que el número de ingresos disminuyó de modo considerable, pues los que tenían necesidad de operarse, pospusieron la intervención ante la inminencia del terremoto.
     Ello originó la quiebra de la institución que pasó a ser la sede quirúrgica de los Dres. Fortún y Duplessis, una vez restablecida la calma de los espíritus.



          El barómetro del día.               pero si por suerte impía
     Si hacia arriba apunta el gajo,       el gajo apunta hacia abajo,
     habrá buen tiempo a destajo;        ¡nos coge la peonía!

          Caricatura satírica del Dr. Nowak.  ("La Política Cómica").
    
     Un fenómeno análogo al que nos ha ocupado, se registró recientemente, en los Estados Unidos, desde New York y New Jersey, hasta los Estados del Interior y Canadá, al interpretar por la radio el notable actor Orson Welles el libro de H. G. Wells «La Guerra de los Mundos» o «Marte contra la Tierra», o sea la invasión y ataque de ésta por los marcianos.
     Es increíble cómo una farsa semejante llevara la convicción a miles de habitantes, de que se acercaba el fin del mundo: que la «Compañía de Teléfonos» tuviera que atender a más de cien mil llamadas; que los moradores de las casas se lanzaran a la calle presos de terror, y que hombres de ciencia como el Prof. Buddington, Jefe del Departamento de Geología de la Universidad de Princeton, saliera con sus instrumentos geológicos hacia Gravers Mills a observar el fenómeno.
     Dice Dorothy Thompson que la explicación de estos hechos hay que buscarlos en que la vulgarización de la ciencia ha llevado a nuevas supersticiones y credulidades, en vez de crear el escepticismo que es la característica de la mentalidad científica.
     El proceso es, pese a todas las disquisiciones filosóficas que se señalen, de pura disgregación mental, a la que estará siempre expuesta esa masa de tarados y predispuestos; prontos a aceptar cualquier enunciado por utópico que sea, el que se trasmitirá, por contagio, vertiginosamente, sin dar beligerancia a razonamiento alguno, por un verdadero «desvanecimiento de la personalidad consciente y predominio de la inconsciente». La condición sociológica primordial de contagio es la publicidad del hecho, que sirve de vehículo al germen contagioso.
     Lo más interesante de estos procesos es la extremada credulidad de la multitud por las cosas más inverosímiles, y la efracción absoluta del espíritu de crítica que debe dominar en toda persona de mediana intelectualidad, llegándose a la conclusión de que las multitudes no razonan, ni soportan controversias que abran paso a la razón.

Tomado de: Dr. Armando de Córdoba y Quesada. La locura en Cuba. La Habana: Fernández y Compañía, 1940., pp. 86 – 94.

*Reproducimos el artículo tal y como aparece en el libro, incluídas las caricaturas que lo acompañan. La última de las ilustraciones, como es lógico, no es de la cosecha del Dr. Córdoba y Quesada. 

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