Modernismo e Identidad en Julián del Casal y José Martí: Cuba en la encrucijada finisecular 
 
 
     Pocos estudiosos del modernismo se han detenido (y quienes lo hicieron no parecen haberle dado mucha importancia) en la peculiar situación que-- en tanto residuos del colonialismo español en América-- ocupan Cuba y Puerto Rico en el contexto de ese importante momento de la cultura hispanoamericana . El exilio cubano--por otra parte-- había alcanzado proporciones considerables a fines del siglo XIX, de ahí que resulte simbólico el hecho de que dos de las figuras mayores del primer momento modernista fuesen cubanos separados por el destierro: José Martí y Julián del Casal. El destierro de Martí no sólo sería un factor determinante en su formación política, sino también un importante elemento de tensión entre su vocación literaria y su sentido del deber entendido como unción a una tarea trascendente: sería el paridor, el dador de la patria. Por oposición, Casal vino a representar el evadido, retirado a su torre de marfil. Esto explica la lectura que muchos críticos, investigadores y académicos han hecho (dentro y fuera de la Isla) de su obra, situándolo en las antípodas de Martí, lo cual ni es cierto, ni es justo. Hay entre los dos obvias diferencias que han sido destacadas en detrimento de lo esencial: el ser ambos también las dos caras de una misma moneda: la cubanidad. Puesto que de ello nos ocuparemos más adelante, ahora sólo vamos a añadir que, mientras otros países hispanoamericanos pueden ufanarse de un auténtico movimiento modernista, ya resulta más difícil probar la existencia del modernismo cubano. Tiene razón, pues, Max Henríquez Ureña cuando nos dice que : "Si se exceptúa a Casal y  ese pequeño grupo familiar, es curioso consignarlo, el modernismo no tuvo arraigo en Cuba, aunque a Cuba pertenecen dos de sus iniciadores: Martí y Casal " (9,119). 
     Lo que a nuestro juicio diferencia en su sentido más radical las escrituras de Martí y de Casal de la de los demás poetas modernistas (y de Darío, en primer lugar) es que en aquellos el discurso literario se erige como diseño de la identidad nacional, de lo cubano.  Esto explica el por qué  la apreciación del legado tanto de Martí como de Casal, ha dependido frecuentemente del pesaje de su cubanidad. En otras palabras, los poetas modernistas podían proclamar su afrancesamiento con más libertad y sin ambages, puesto que ya eran nicaragüenses, mexicanos, colombianos, etc. Para ellos la identidad política había dejado de ser un problema (o al menos era lo que sentían) y creyeron entonces que el momento de escoger libremente la identidad estética, a que como artistas tenían derecho, había llegado. No se olvide la afirmación de Enrique Anderson Imbert en el sentido de que los  "hispanoamericanos que llegaron a la vida pública alrededor de 1880 --es decir, cuando ya sus patrias habían pasado lo peor de la anarquía-- admiraban, todavía románticamente, los héroes de la acción política; pero presentían que, cambiadas las circunstancias, su papel no iba a ser heroico" (1,313). 
     Consideremos entonces que, además de Martí y Casal, la nómina de los modernistas cubanos incluye habitualmente a Juana Borrero, y a los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach. El modernismo de estos poetas es, no obstante, un modernismo imitado de Casal. Y resulta curioso el halo espiritual, el destino que reúne o, mejor, que hace de Carlos Pío UhrbachJuana, Carlos y Federico, misteriosos afluentes de Casal. También puede decirse que La Habana Elegante, si bien fue un importante difusor del modernismo hispanoamericano, fue también, no ya expresión misma del modernismo cubano, sino del modernismo de Julián del Casal. Recuérdese que el director de dicho semanario habanero llegó a afirmar que Casal fue "el alma" (10,4) del mismo. 
Por su panteísmo, Juana Borrero está mucho más cerca de los románticos que del modernismo. La nota del hastío es sólo un préstamo. Fina García Marruz nos ha dicho: " El <<hastío>> de Juana es menos profundo y decisivo que el de Casal y presumimos que de origen puramente literario." Y añade que en éste "hay una transferencia de vida a arte que no hay en Juana, temperamento más ardiente, menos esteticista (...)" (8,20). Hay mucho, (al menos en lo literario) de Juana Borreroaprendido, de importado de Casal, que nunca pudo hacer enteramente suyo la adolescente atormentada. Juana se sintió en la obligación de cumplir la misteriosa orden de aquél: "Porque en ti veo ya la tristeza/ De los seres que deben morir temprano" (4, 352) , y la hubo de cumplir a pesar de ella misma  . El soneto Vorrei Morire  ilumina la escritura en la que la ascendencia de Casal y la naturaleza romántica de Juana contendieron: "Quiero morir cuando al nacer la aurora/su clara lumbre sobre el mundo vierte,/ cuando por postrera vez me despierte/ la caricia del Sol, abrasadora./ Quiero, al finalizar mi última hora,/ cuando me invada el hielo de la muerte,/ sentir que se doblega el cuerpo inerte/ inundado de luz deslumbradora./ (...) (2,89). Las ansias de morir son suplantadas, una y otra vez, por la férrea presencia de la Naturaleza, por lo natural, asociado --fijémonos bien-- a "la caricia del Sol, abrasadora", a la "luz deslumbradora" que inunda (pese a todo) al cuerpo sin vida. En abierta oposición al deseo de morir, "el sol naciente /con su fecundo resplandor" es solicitado para ahuyentar "de la fúnebre noche la tristeza," y así el instante mismo de la muerte se transfigura en "un canto de amor".  Obviamente Casal pudo arrastrar a la muerte a Juana, pero no consiguió ganarla para el modernismo. 
     En cuanto a los hermanos Carlos Pío y Federico Uhrbach son más conocidos hoy por sus vínculos sentimentales con Juana y Elena Borrero, que por su libro Gemelas, dedicado <<A la memoria del maestro Julián del Casal>>, y publicado por la biblioteca de La Habana Elegante en 1894. Los demás escritores contemporáneos de Casal no pueden ser considerados modernistas. No lo fueron Manuel de la Cruz, Aurelio Mitjans, Enrique José Varona, Ramón Meza ni Esteban Borrero. Y la razón de ello fue, en lo esencial, una razón política: el modernismo de Casal se les aparecía revestido de indiferencia hacia los grandes temas patrióticos: los héroes, la guerra, la libertad. Por otra parte, Casal nunca ocultó su disgusto por el paisaje criollo, y ya sabemos cuan asociados estuvieron para los románticos la patria y la naturaleza. No debemos olvidar que los poetas románticos que precedieron a Casal vincularon patria y naturaleza por la vía del paisaje. Era imposible, no digamos ya evadir, sino sustituir el paisaje criollo por las construcciones simbólicas y/ o parnasianas de los modernistas, sin que ello no se hiciese sospechoso de apostasía, o de traición. Casal fue más lejos, como veremos. En carta dirigida a Esteban Borrero Echeverría, llegó a declarar nada menos que la inconveniencia estética del paisaje cubano: 
      Hace unos días que llegué del campo y no había querido escribirle porque traje de allí muy malas impresiones. Se necesita ser muy feliz, tener el espíritu muy lleno de satisfacciones para no sentir el hastío más insoportable a la vista de un cielo siempre azul, encima de un campo siempre verde. La unión eterna de estos dos colores produce la impresión más antiestética que se pueda sentir. Nada le digo de la monotonía de nuestros paisajes, incluso las montañas. Lo único bello que presencié fue una puesta de sol, pero ésas se ven en la Habana todas las tardes. (3,81)

     La carta está dirigida a Esteban Borrero Echeverría. Por si fuera poco, Casal no se sintió atraído tampoco, como ya apuntamos, por los temas de la épica revolucionaria. El hecho mismo de que su amigo y confidente Enrique Hernández Miyares haya tenido que escribir un artículo para justificar el patriotismo de Casal, nos demuestra la lectura política que del modernismo del poeta hicieron sus contemporáneos. No dudamos de que las pruebas aportadas por Miyares -- algunas composiciones patrióticas-- hayan sido escritas en su mayoría (si no todas) por Casal para complacer a sus amigos. En otra carta a Esteban Borrero, fechada el 19 de marzo de 1891, le dice: 

Pienso hacer unas poesias patrióticas, solo por complacer á usted, aunque siempre he pensado mucho hacer algo en ese sentido, pues creo que deben hacerse á la perfección ó no hacerse. Así se explica, me parece, que escaseen tanto en todos los Parnasos." (3, 87)

Esta es una prueba, además, de las presiones que --derivadas de una lectura política-- se esforzaron por rectificar el esteticismo modernista de Julián del Casal. Pero si ello no fuese suficiente, podemos remitirnos entonces al número especial de La Habana Elegante de fecha 31 de octubre de 1893 en homenaje póstumo a Casal. Allí, junto al cariño sincero, la admiración y el reconocimiento honrado de los méritos del poeta, asoma también el reproche a las ideas estéticas de Casal. Malpica recuerda: "Alguna vez, declarándole previamente mi incompetencia, me permití, en la intimidad de nuestro trato, reconvenirle por el tono fúnebre y la tendencia nihilista que imprimía a sus versos; temía no incurriese en un fatigoso amaneramiento" (12,16), mientras que Antonio de Funes y Morejón nos dice explícitamente: "Nos disgustó siempre la honda tristeza que exhalan las producciones de Casal, porque no creemos que la misión de los hombres superiores sea inculcar la decepción y el desaliento" (6,31). Desde un se impersonal, Enrique Fontanills resume la lectura que hizo de Casal su generación: el rechazo a la orientación estética del poeta y el cariño y la admiración al hombre: "Se podría no estar de acuerdo con la escuela del poeta; pero cuanto al hombre, todas las simpatías se mezclaban y confundían" (7,29). 
     El punto de apoyo en que se basó el rechazo al modernismo (leído por separado como decadentismo, simbolismo y/o parnasianismo) estaba en el afrancesamiento de Casal que se traducía necesariamente en desapego, desarraigo y apatía manifiesta hacia los intereses de la patria. Justo de Lara llega a decirnos en su breve artículo Julián del Casal (también publicado en el número homenaje de La Habana Elegante , que aquél "viviendo en la Habana, vivía mentalmente en un París formado por su fantasía, mezcla del París de Gauthier ó de Baudelaire y del París de Verlaine y los poetas que hoy llaman decadentistas. Y añade: "De seguro que si a él se le preguntaba, siendo un joven de á lo sumo de 27 ó 28 años, por las inclinaciones de cualquier mujer de belleza generalmente aplaudida en la Habana, no hubiera podido facilitar muchas noticias. En cambio, de París conocía por sus lecturas, casi tanto como si las hubiera tratado á todas las demimondaines (...)" (11,29). 
     Lara está repitiendo a sus contemporáneos, quienes no vieron (o no pudieron ver) la auténtica cubanía de Casal. Así, empecemos por decir que su labor periodística no sólo revela el conocimiento profundo de cuanto sucedía en la sociedad habanera, sino que manifiesta un indudable apego a la ciudad. No tendríamos más que citar las crónicas sobre la sociedad habanera como parte de un libro que no llegó a concretarse nunca. Y a ello se suman las crónicas de La Caricatura. Y en cuanto a la poesía, cualquier lectura atenta de la misma permite apreciar tanto la influencia francesa como la de los románticos criollos que le precedieron: José María de Heredia, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Juan Clemente Zenea, a los que sin dudas conocía bien. 
     Le correspondió a Manuel Márquez Sterling, --en el artículo El espíritu de Casal, publicado en El Fígaro el 26 de octubre de 1902-- señalar con honradez las razones que impidieron a su generación apreciar debidamente la poesía de Casal y, con él --desde luego-- al modernismo: 

          Casal fue un error de las musas, que le enviaron a esta tierra anticipadamente. Le fue adversa la época en que comenzó su desenvolvimiento, pero más adversa le fue aún, para su memoria, la conmoción política que borró, de la conciencia cubana, el espíritu del artista soberano. (...) 
   ...................................................................... 
           Para nosotros, un poeta como Casal era un exceso al que no resistíamos por falta de preparación; no nos era posible, tampoco, estimularle, y lentamente, como una luz que oscila y describe enigmas en la sombra, el poeta fue haciéndose exótico (13,40).

     Los comentarios de Márquez Sterling --en cuya importancia no habíamos reparado-- merecen una especial consideración. Corrobora lo que habíamos afirmado, a saber: que fue la "conmoción política" la que impidió una recepción inteligente de Casal y del modernismo. Pero lo que más nos interesa ahora es el punto de giro en el controvertido tópico del exotismo y su derivación política más significativa: la evasión. Ahora de lo que se trata es de que la "falta de preparación" de su generación fue la que hizo de Casal un exótico. Irónicamente, Márquez Sterling apunta que se le quiso y se le lloró porque fue un <<buen muchacho, un muchacho de talento...>> 
     Llegado a este punto, se impone explicar la importancia que tanto Martí como Casal tienen en la estrategia de la construcción de la cubanidad. No creo que nadie haya reparado antes en la extraña paradoja de que Julián del Casal ejerció un hechizo sin precedentes en la Isla, incluso entre los mismos que cuestionaron su cubanía. Ciertamente no le faltaron los ataques encarnizados ni mal intencionados, como tampoco le faltaron a José Martí. Prevaleció -- a pesar de ello-- el cariño, y una veneración que, --como en Martí también-- se tradujo en un verdadero culto. La muerte de Casal conmocionó a los cubanos de dentro y fuera de la Isla. Y ese impacto, - -cuya onda alcanzó de inmediato a Martí-- constituyó la prueba más fehaciente de la cubanidad de Casal. 
     El medallón que Martí escribe y que Patria publica en Nueva York el 31 de octubre de 1893, vence definitivamente la distancia entre los cubanos de la Isla y los cubanos del destierro. Y no sólo porque simbólicamente la tumba de Casal viene borrar la distancia --si es que la hubo-- entre La Habana Elegante y Patria, sino porque el propio Martí ilumina sobre el nicho recién cerrado la cubanía intrínseca, aquella que él mismo compartió ayer, como hoy nosotros, con Julián del Casal: la cubanía de la dispersión y de la fragmentación; el desasosiego de vivir "sin persona en los pueblos ajenos, y con la persona extraña sentada en los sillones de nuestro pueblo propio!" (15,26).  La angustiosa dedicación de Martí a construir puentes entre los cubanos, a limar las asperezas, a superar la atomización del alma nacional, no sólo no pudo concretarse sino  que --y esto es lo más doloroso-- ha hecho más honda --y al parecer insalvable-- la distancia que nos separa. Nos hemos disputado unos a otros la sangre generosamente derramada y la hemos convertido --a pesar de sus reclamos-- en "parche de batalla" (14,1134). 
     Las perspectivas de los cubanos no pueden ser más desalentadoras al finalizar el siglo XIX. Muertos Martí y Casal, el fin de la dominación española es sólo el comienzo de la dominación norteamericana. La historia ha vuelto a rumbar mal otra vez. Martí y Casal señalan -- si bien dramáticamente-- la entrada de Cuba en la modernidad, en su modernidad que, para no variar, seguirá siendo la búsqueda del rostro propio en el espejismo de la distancia. 

     El discurso de nuestra identidad igualmente se asienta sobre el rencor y el ritual amoroso. La Isla sólo puede ser ganada desde lejos por la nostalgia o el rencor, pero siempre desde lejos. Ya lo habían descubierto Heredia y Manuel de Zequeira y Arango, cuya angustiosa ronda por las murallas de la ciudad prefigura la imposibilidad de escapar de los cubanos, la percepción histórica de la Isla como trampa. Serán finalmente Casal y Martí quienes vengan a iluminar definitivamente el callejón sin salida de la Isla. Casal no puede dejar la Isla que no soporta: 

Nunca he estado más aburrido y descontento que ahora. Estoy como una persona que se encontrara de visita en una casa de gentes insoportables y no pudiera salir á la calle por estar cayendo una tempestad de vientos, rayos y truenos. Estoy de Cuba hasta por encima de las cejas. Ya no veo nada" (5,77). 

Martí la añora desde el destierro. Ambos comparten la misma orilla: la del imposible y la fatalidad histórica. La escritura de Martí lleva por una insospechada red de vasos comunicantes a la nostalgia, al exilio y / o al destierro, y también a la glorificación de lo cubano en Paradiso o en Lo cubano en la poesía . Casal conduce tanto al desasosiego de La isla en peso como a las herejías de Reinaldo Arenas y de Guillermo Cabrera Infante, cuyas deconstrucciones de lo cubano como altar de ofrendas tienen que pasar necesariamente por la erosión y la descalificación sistemática de sus mitos. Hoy -como hace cien años-- seguimos anhelando la isla desde la misma orilla de imposibles y naufragios. Próximos a entrar en un nuevo milenio, el reclamo de Martí, también junto a la pérdida de aquel nombre tan bello, nos alcanza a todos: "¡En verdad que es tiempo de acabar!" (15, 26). 

Francisco Morán 
 

OBRAS CITADAS 

1. Anderson Imbert, Enrique: Historia de la literatura hispanoamericana.   t.1, 3a. ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1961. 

 2. Borrero, Juana: Poesías. Prólogo de Fina García Marruz. Biblioteca de Autores Cubanos. Academia de Ciencias de Cuba. Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana, 1966. 
 
 3. del Casal, Julián: "Carta a Esteban Borrero Echeverría", en: Julián del Casal. Prosas. Tomo III. Edición del Centenario.Biblioteca Básica de Autores Cubanos. Consejo Nacional de Cultura. La Habana, 1963. 

 4. del Casal, Julián: "Virgen Triste", en: Julián del Casal. Poesías completas y pequeños poemas en prosa en orden cronológico. Edición crítica de Esperanza Figueroa. Ediciones Universal. Miami, Florida, 1993. 

 5. del Casal, Julián: "Carta a Magdalena Peñarredonda", en: Casal á Rebours (ensayos) por Francisco Morán. Casa Editora Abril. La Habana, 1996. 
 
 6. de Funes y Morejón, Antonio: "Julián del Casal", en La Habana Elegante, La Habana, 31 de octubre de 1893. 

 7. Fontanills, Enrique: "Julián del Casal", en La Habana Elegante, La Habana, 31 de octubre de 1893. 

 8. García Marruz, Fina: "Juana Borrero" en: Juana Borrero. Poesías. Biblioteca de Autores Cubanos. Academia de Ciencias de Cuba. Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana, 1966. 

 9. Henríquez Ureña, Max: "Julián del Casal", en: Breve historia del modernismo. 1a. ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1954. 
 
 10. Hernández Miyares, Enrique: "Julián del Casal", en La Habana Elegante, La Habana, 31 de octubre de 1893. 

11. Lara, Justo: "Julián del Casal", en La Habana Elegante, La Habana, 31 de octubre de 1893. 

 12. Malpica, Domingo: "Nota Biográfica" en La Habana Elegante, La Habana, 31 de octubre de 1893. 

 13. Márquez Sterling, Manuel: "El espíritu de Casal" en: Julián del Casal. Prosas. t.1. Edición del Centenario. Biblioteca Básica de Autores Cubanos. Consejo Nacional de Cultura. La Habana, 1963. 

 14. Martí, José: "Los Pinos Nuevos", en: José Martí, Obras Escogidas, Ediciones Aguilar. Selección, Prólogo y Notas de Rafael Esténger. España, 1953. 

 15. Martí, José: "Julián del Casal" en:. Julián del Casal. Prosas. t.1 Edición del Centenario. Biblioteca Básica de Autores Cubanos. Consejo Nacional de Cultura. La Habana, 1963.