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Homenaje a Heberto Padilla

La Azotea de Reina homenajea al escritor cubano, recientemente fallecido, Heberto Padilla.  En Heberto Padillaconsonancia con la significación del legado de la poesía de Heberto Padilla para la cultura nacional, y, al mismo tiempo, con la dificultad que significa para cualquier lector el poder hacerse de títulos como El justo tiempo humano y Hombre junto al mar, La Habana Elegante ha decidido en esta ocasión llevar a cabo un trabajo sin precedentes, poniendo a disposición de nuestros amigos, en su totalidad, el primero de ellos, así como una selección del segundo y de Fuera del juego.  A esto se añaden algunos textos de la antología A Fountain, A House Of Stone (Nueva York, 1991), y otros inéditos que nos proporcióno Lourdes Gil, y a quien agradecemos su generosa y desinteresada colaboración para que pudiésemos hacer posible este homenaje.  Sin su apoyo, no habríamos podido lograrlo a cabalidad.  De este modo, no dudamos de que estamos ofreciendo una muestra bastante representativa de los diferentes momentos de la obra poética de Heberto Padilla.  Sirva este esfuerzo de modesto homenaje que sólo intenta, así, poner sordina a la gritería de los que en y fuera de la Isla se sirvieron (y se siguen sirviendo) a su antojo de la carne política del poeta.
 

EL JUSTO TIEMPO HUMANO

Primera edición, 1962
Tomado de la segunda edición, UNEAC, 1964
 
 

Ma dal profundo tuo sangue,
nel giusto tempo umano,
rinasceremo senza dolore.

  SALVATORE QUASIMODO
 
 

A Dolores Lorenzo, mi madre
 
 

  I
 
 

DONES

I

No te fue dado el tiempo del amor
ni el tiempo de la calma. No pudiste leer
el claro libro de que te hablaron tus abuelos.
Un viento de furia te meció desde nino,
un aire de primavera destrozada.
¿Qué viste cuando tus ojos buscaron el pabellón
despejado? ¿Quiénes te recibieron
cuando esperabas la alegría?
¿Qué mano tempestuosa te asió cuando extendiste
el cuerpo hacia la vida?

No te fue dado el tiempo de la gracia.
No se abrieron para ti blancos papeles por llenar.
No te acogieron; fuiste un niño confuso.
Golpeaste y protestaste en vano.
Saliste en vano a la calle.
Te pusieron un cuello negro y una gorra de luto,
y un juego torpe, indescifrable.

No te fue dado el tiempo abierto
como un arco hacia la edad de la esperanza.
Donde naciste te sacudieron e hicieron mofaWilliam Blake: El blasfemo
de tus ojos miopes; y no pudiste ser
testigo en el umbral o el huésped,
o simplemente el loco.

En tu patria, sobre su roca,
con tanto sol y aire caliente, silbaste
largamente hasta herir o soñar; silbaste 
contra la lejanía, contra el azar, 
contra la fastidiosa esperanza,
contra la noche deslavazada, tonto.

Y sin embargo, tenías cosas que decir:
sueños, anhelos, viajes, resoluciones angustiosas;
una voz que no torcieron
tu demasiado amor ni ciertas cóleras.

No te fue dado el tiempo de aquel pájaro 
que destruye su forma y reaparece,
sino la boca con usura, la mano leguleya, 
la transacción penosa entre los presidiarios, 
las cenizas derramadas sobre los crematorios 
aún alentando, aún alentando.

No te fue dado el tiempo del halcón,
(el arco, la piedra lisa y útil) ; tiempo 
de los oficios, tiempo versado en fuegos 
sobre la huella de los hombres,
sino el año harapiento, Libidinoso
en que se queman tus labios con amor.

I

A medianoche, callado y pálido, 
¿qué signo buscabas en el cielo?

Bajo un puente de Londres, en el cinematógrafo 
donde exhibían documentos de la guena de China, 
¿qué fuerza te llevaba al borde del canal, 
conversando sobre las rebeliones?

¿Qué sentías en el apartamiento de Hyde Park,
lanzado sobre unos labios de tu raza?
Un grito te despertaba a medianoche
frente a sus ojos que no te podían mirar,
que no te podían medir,
ni adivinar, ni penetrar, inexpresivos
y totales.

I I

América,
tú me tragabas a fondo y yo te amaba,
tú me arrastrabas con mi niña y con Berta
entre las privaciones, y te amaba;
tú me ponías nombres y te amaba.
No me sentías viajar, en los vagones del invierno,
entre las ráfagas de luz
de los barrios del Este, y yo te amaba.

¿Me conocías? ¿Me veías pasar 
desconcertado, con ensueños? ¿Me veías 
vivir buscando el canto que te ciñera?
¿Me veías cruzar hacia los barrios del Oeste, 
con Pablo y con Maruja, hacia la plaza
de Peter Minuit?

Deambulábamos entre tus calles.
Eso era la esperanza.
Poco nos importaba quien nos viera. 
Andábamos con un dialecto suficiente para 
nuestros fines, como quería Henry James. 
Nadie nos vio negarte o escupirte.

Tampoco tú me viste, niña mía.
Apareciste cuando mis horas necesitaban
que llegaras.
Apmeciste pálida, serena,
tan de repente acogida por mi alma,
tan simplemente mía.
Aún nuestra juventud era el signo feliz.

Nos protegíamos de los pequeños
y oscuros profesores.
Ni las lenguas ni el miedo pudieron contenemos.
¡Cómo, de pronto, fuiste todo el amor!

Siempre estabas conmigo.
Mirábamos la tarde en los canales
correr bajo los puentes
seguida por las aguas, perderse
en los oscuros remolinos del Hudson.
El frío quemaba nuestros ojos, endurecía
la yerba, hacía ásperas mis manos.
Nos amamos en el tiempo en que debíamos sufrir.
(No era el tiempo del amor ni el de la calma).
Ahora aquí hay otros cuerpos.
No te veo. Yo cruzo sitios desconocidos
y tú te alejas en el polvo y el viento,
mezclada a extrañas apariciones; tus dedos
en mi abrigo prefiguran el viejo escalofrío;
y yo camino entre las cosas, siempre
detrás de ti, tan fina y ágil.

Y cuando cruje el deshielo,
(sé en qué lugar estás, frente a qué nieves)
y el pescador en la niebla helada
ve ese mundo deshecho, (vivo sobre sus viejas
plantas como lo vimos juntos en New England),
y la vida sigue nutriendo horror, sueño y blasfemia;
niña mía, amor que salvo
de la lucha y del caos, te extiendes callada
en lo profundo;
te agitas en mi cama, bajo mi pecho.
Y hasta la impura condición que aviva
nuestros cuerpos, quiere hacerse gloriosa.

(Quien me lea mañana, dirá: ¿qué extraño 
amor fue aquel amor!)

IV 

Escucha: la dicha puede renacer.
El goce vacila, se alza; de pronto reaparece.
Las lámparas iluminan
una zona de guerra y otra zona de paz.
La flor espera en su tallo el tiempo que la rija.
Tus propios instantes
deciden su temblorosa eternidad.
Y a ti no te fue dado
el tiempo del amor. El tiempo en que podías
ennoblecerte como un niño;
entrar, cantar erguido y limpio como un niño
frente a la eternidad.
 
 

William Blake: Creación de Adán










PADRES E HIJOS

I

Y nuevamente en sueños
la puerta se abre. El aire aviva
lo abatido, lo yerto.
Yo entro,
yo transcurro invisible,
casas desesperadas mías de mi niñez,
de mi inocencia.

De cada patio
y cada árbol y cada pueblo
hemos partido.
Transcurrimos apenas
entre los varios rostros y partimos.
Nunca nos detuvimos en la dicha.
En la estación de trenes,
entre los campesinos y los álamos,
¡cómo nos pesan la nostalgia
y el adiós proferido con rabia
mientras nos mira imperturbable
el hombrecillo constante de la miseria!

Mi hermana tiene los ojos puestos
en los trenes
que nos conducen a otro pueblo.
(Los códigos se hicieron
para estos sobresaltos,
los estantes se hicieron
para estos sobresaltos.)
Mi hermano canta (es el menor) ;
puede, incluso, saltar como una piedra
ligera. El es la única voz
que no golpea.
Madre, te has puesto ese sombrero,
esa pamela que me ilumina
como un astro feroz.
Padre, tú nos reservas esta edad
sin sosiego.

Il

Es en la madrugada. Estoy
llorando. Yo sé que en otro cuarto
aulláis por mi, mis perros,
mis lejanos.
Para vosotros no hubo ni tiempo
de rescate.
Es la prisa de todos los veranos.
Sudamos, jadeantes, en las camas,
y ellos discuten de miseria,
ellos traman la dicha
como una sombra clandestina.

Y ese hombre negro
que aún se levanta en ciertas noches,
¿lo invento yo, o es verdad
que ha cerrado sus dedos
en torno a la copa alucinante,
a la hora en que un ausente
habla por su voz?

¿Qué descifra?
¿Qué nos dice? ¿Qué ordena?
¿Por qué empieza a temblar
la cara de mi hermano, los labios
de mi hermana,
la triste expectativa
de mis padres, súbitamente ajenos?

III

Bajo el árbol de güiras,
cerca de las raíces, está gritando
el daño.
Nómbralo, cacatúa de pico férreo.
Arráncalo, toti; haz garra de tus uñas
y vuela; sé tú la única sombra
de mi infancia.
Destrúyelo, lechuza; un ojo tuyo
aleje lo que entierran aquellas manos
crueles.
Embístelo, cebú, con esos cuernos
hasta que suene bien adentro
la música que invente mi sosiego.
Ahuyéntenlo, mastuerzo, yerbabuena,
ave del diablo, ave del paraíso,
ave ciega del mundo,
ave de mis abuelos en la llanura
castellana;
oh, madre-agua en el bifocal del pozo
donde llaman los jigües;
clávense caracoles;
mata de güiras, despréndete del goce;
déjanos ser, déjanos ser,
déjanos ser!

IV

Padre, desnudo vas
como la muerte. Tiemblan
los huesos de tu cara.
Veo en el vapor ardiente de la noche,
tus manos desgarrando las raíces,
tus dedos explorando, solitarios.
Y la luna tan lívida,
mis hermanos, mis ojos te vieron;
eres ya un claro espanto en la memoria.

V

Dios mío, ten piedad del errante,
pues en lo errante está el dolor.
Saltimbanquis, viajeros, vagabundos, adiós.
Mi amor va con vosotros;
se sienta en vuestras mesas, come
con vuestros labios
secos de ardor, de sed. Dádle un sitio
en la magra mochila, un resonar en los zapatos.

Bésalos, madre, y que sigan.
Mi hermano, abrázalos, que siguen.
Mi hermana, aposenta en sus lechos,
con frío, ese cuerpo de joven
y da sentido a tu temblor.

Padre mío, llama mía,
puente mío entre mi angustia y mi piedad;
mira esta boca nombrar ya para siempre diferente,
mira esta sed errante, esta insaciable sed
que alimenta mi entraña cada noche.
¡Al alba hay que partir!
 

EXILIOS

Madre, todo ha cambiado.
Hasta el otoño es un soplo ruinoso
que abate el bosquecillo.
Ya nada nos protege contra el agua
y la noche.

Todo ha cambiado ya.
La quemadura del aire entra 
en mis ojos y en los tuyos, William Blake: Piedad
y aquel niño que oías 
correr desde la oscura sala, 
ya no ríe.

Ahora todo ha cambiado.
Abre puertas y armarios
para que estalle lejos esa infancia
apaleada en el aire calino;
para que nunca veas el viejo y pedregoso
camino de mis manos,
para que no me sientas deambular
por las calles de este mundo
ni descubras la casa vacía
de hojas y de hombres
donde el mismo de ayer sigue
buscando soledades, anhelos.
 

MÍRALA TENDERSE

Mírala tenderse
sobre tu cama cuando te yergues.
Tiene la forma de tu cuerpo,
la prisa de tus manos,
tu propio sexo; deja tus huellas
y se ahueca
como lo hace tu pecho
y nunca la oíste respirar
y ella conoce
el temblor de tu labio,
la cuenca de tu ojo,
y está latiendo ahora en tu vida
y no sabes
que es ella tu ansiedad.

Frecuentemente
oyes sus pasos como en invierno
el soplo de las primeras ráfagas.
No has hecho fuego
para nadie.
No es ella la invitada.
A menudo sorprendes
un asalto de sombra en los zaguanes
y es inútil
la presión de tu mano
para salvar la llama: siempreWilliam Blake: El torbellino de los amantes
quedas a oscuras.
Es tarde, pero es ella quien habla
con la voz de la errante
que cruza los canales y los puertos
de la ciudad adonde vas,
adonde siempre quieres ir,
(¿buscando qué?)
y canta en tus oídos
la eterna fábula de horror.

Solitaria, constante
va junto a ti, vigila tu caída.
 No le des nombres.
No le tiendas trampas.
No apresures el paso sobre la tierra.
No levantes el rostro
si ahora sientes un golpe sordo
en la escalera.

Gran taladora,
cada día del mundo
abates nuevos árboles,
pero es interminable la floresta.
 

PUERTA DE GOLPE

Me contaba mi madre
que aquel pueblo corría como un niño
hasta perderse;
que era como un incienso
aquel aire de huir
y estremecer los huesos hasta el llanto;
que ella lo fue dejando,
perdido entre los trenes y los álamos,
clavado siempre
entre la luz y el viento.
 

DE TIEMPO EN TIEMPO, LA GUERRA

De tiempo en tiempo
la guerra viene a revelarnos
y habituamos a una derrota, 
pacientes. Y con el ojo seco 
vemos la ruta por donde apareció 
la sangre.

De tiempo en tiempo,
cuando la guerra da su golpe,
todas las puertas lo reciben,
y tú escuchabas el llamadoWilliam Blake: El esqueleto reanimado
y lo confundías
con animales queridos
súbitamente ciegos.
Y en realidad, nunca sonó la aldaba
con tanta inminencia,
no hubo nunca maderos que resistieran
golpes tan vehementes.

De tiempo en tiempo,
vienes a echarte entre los hombres, 
lobo habitual, mi semejante.
 

RETRATO DEL POETA COMO
UN DUENDE JOVEN

I

Buscador de muy agudos ojos
hundes tus nasas en la noche. Vasta es la noche,
pero el viento y la lámpara,
las luces de la orilla,
las olas que te levantan con un golpe de vidrio
te abrevian, te resumen
sobre la piedra en que estás suspenso,
donde escuchas, discurres,
das fe de amor, en lo suspenso

Oculto,
suspenso como estás frente a esas aguas,
caminas invisible entre las cosas.
A medianoche
te deslizas con el hombre que va a matar.
A medianoche
andas en el hombre que va a morir.
Frente a la casa del ahorcado
pones la flor del miserable.
Bajo los equilibrios de la noche
tu vigilia hace temblar las estrellas más fijas.
Y el himno que se desprende de los hombres
como una historia,
entra desconocido en otra historia.
Se aglomeran en ti
formas que no te dieron a elegís,
que no fueron nacidas de tu sangre.

II

En galerías
por las que pasa la noche;
en los caminos
donde dialogan los errantes;
al final de las vías
donde se juntan los que cantan,
(una taberna, un galpón derruído)
llegas de capa negra,
te sorprendes multiplicado en los espejos;
no puedes hablar
porque te inundan con sus voces amadas;
no puedes huir
porque te quiebran de repente sus dones;
no puedes herir
porque en ti se han deshecho las armas.

III

La vida crece, arde para ti.
La fuente suena en este instante sólo para ti.
Todo es llegar,
(las puertas fueron abiertas con el alba
y un vientecillo nos anima)
todo es pcner las cosas en su sitio.William Blake: Newton
Los hombres se levantan
y construyen la vida para ti.
Todas esas mujeres
están pariendo, gritando, animando a sus hijos
frente a ti.
Todos esos niños
están plantando rosas enormes
para el momento en que sus padres
caigan de bruces en el polvo que has conocido ya.
Matas,
pero tu vientre tiembla como el de ellos
a la hora del amor.
En el trapecio salta esa muchacha,
un cuerpo tenso y hermoso, sólo para ti.
Tu corazón dibuja el salto.
Ella quisiera caer, a veces, cuando no hay nadie
y todo se ha cerrado,
pero encuentra tu hombro.
Estás temblando abajo.
Duermen,
pero en la noche lo que existe es tu sueño.
Abren la puerta
en el silencio y tu soledad los conturba.
Por la ventana a que te asomas
te alegran las hojas
del árbol que, de algún modo, has plantado tú.

IV

Hombre:
en cualquier sitio,
testificando a la hora del sacrificio;
ardiendo,
apaleado por alguien
y amado de los ensueños colectivos;
en todas partes
como un duende joven,
el poeta defiende los signos de tu heredad.
Donde tú caes y sangras
él llega y te levanta.
Concédele
una tabla de salvación
para que flote al menos,
para que puedan resistir sus brazos
temblorosos o torpes.
 

EN LA TUMBA DE DYLAN THOMAS

Un sitio
donde tumbarse y nada más: el tiempo ahora lo pudre.

No hay el áspero aroma
en los vientos de los bosques de Gales
y a la hora de escuchar su canción
es el sollozo lo que se oye a través
de la casa nevada.

Un sitio solamente
para tumbarse y nada más: el tiempo eterno que lo pudra.
 

HAMBURGO

Aquí los barcos entran lentos,
cuidando no escorar; son contemplados
por el ávido puerto.
La niebla inunda el apacible canal.
Y otros barcos de Holanda, de Suecia,
de Noruega, también entraron
lentos al puerto de Hamburgo
hace cuarenta días.

Para estos barcos vive el puerto,
para esos cruces convenidos
y ágiles.
Y tú esperas, muchacha de Hamburgo,
ajena a la ciudad,
pero golpeada y viva como cualquiera
de sus cosas.
Cuando llegue otro barco
y desciendan los hombres a las calles
de invierno,
te echarás sobre alguno;
harás un lánguido ejercicio
frente a sus ojos nórdicos
(esa noche cenarás como nunca).
Y desnuda en un cuarto de Saint Pauli
serás toda la furia,
toda la fuerza de la vida
empeñada en lograr
la rápida alegría de un extraño.
 

LLEGADA DEL OTOÑO

De un rumor
creciente y voluptuoso
se llenan para mí los días. 
Dispongo de este mundo 
exasperado
para mi ocio más largo; 
de la noche más cruel, 
para el inevitable maleficio.

¡Llegadas
del Otoño, mis asiduas,William Blake: José de Arimatea entre las rocas de Albión
mis fieles!
Cuando en la pedregosa mañana
el mundo asume la delicia;
salto, busco los viejos ritos
en el viento; recurro
a madres que me ignoran,
llamo a sus criaturas
temblorosas
y hago lumbre en mi cuarto
gritando a voz en cuello:
¡Ancianos,
para mis ojos es esta flor
remota,
solamente para ellos!
 

LONDRES

Observa
simplemente cómo viven
sobre esta tierra
sin milagros:
un aliento del mundo
y esas calles
donde nadie te escucha
cuando Londres despierta
y te apresura.

Sé el simple,
el colonial; busca
a tus héroes.
En Hans Place, en Queens Gate
para ti reaparecen
lanzas, flotas, escudos.

Primavera
dispone la siesta de la Reina.
Inglaterra
se hunde en los niños y errantes.
Los juristas
y los ocultos usureros,
los buenos ciudadanos
y el impaciente suicida,
construyen
la seguridad del Imperio.
 

RENATA

Una noche de agosto,
en un circo de Italia, bajo la carpa
pobre y rota;
ví a Renata: le decían «La Reina
de los saltos
mortales».

La malla
le ajustaba el sexo magro,
el flanco
débil de muchacha;
bajo las luces, su cara
pálida
era una cara de extranjera.

El payaso
palmeaba desde adentro;
daba la orden
para entrar en escena.
Sonaron
allá abajo los tambores
y Renata saltó.

Ahora, sabedlo:
Nunca falló su mano
asiendo la otra mano,
su pierna
asiendo la otra pierna.
El músculo
siempre respondía.

Hombres, hablad
de ella; le decían
«La Reina
de los saltos mortales».William Blake: Nabuchadnezzar
 

LA HILA

Ya viene el tiempo de la Hila.

Y el animal
venteando lo adivina,
lo escucha entrar
desde los campos viejos.

Ya viene el tiempo de la Hila.

Y en Santander
los aldeanos repletan las cocinas
del invierno.
Y el lino, el algodón, el cáñamo
y la seda
son reducidos a hilo.

Los hiladores
tiemblan bajo el sueño liviano.
Los niños van a canturrear.
En los campos
quiere estallar la madrugada.
Los pájaros como el engendro de la luz.,

Ya viene el tiempo de la Hila.
 

ANDABA YO POR GRECIA

Andaba yo por Grecia
y en todo creía sentir la huella de Cavafy.
Cubierta por la lluvia,
coloreada por una tierra parda,
¡qué éxtraña y solitaria Alejandría en la memoria!

Al templo abandonado,
a la ciudad perdida, a los mitos, 
al muro, ¿cómo pudo Cavafy 
arrancarles el signo de la vida?

En el tren de regreso,calle Obispo, 1998
cuando volvía de otras ruinas,
estaba el campo mudo
y el bosque amarillento
siempre al final de los caminos;
pero no me detuve ante aquel árbol sombrío
que ví al pasar,
que entró por mi ventana,
que aún pone en mis papeles
una hilacha sedienta,
que aún vela sobre mi amor
como un desastre.
 

EN LA CORTE DE LUIS XIV

Una ventana
contra el viento es la noche
y los rápidos signos del aire en la negrura,
revelan las insignias,
la estameña y el hábito.

¡Oh, encerrad a los niños 
que va a sonar la medianoche! 
¡Tapadles los oídos, 
suprimidles la escena!

En su cama de fieltro
el poeta frondoso arde, quemado 
por las nuevas disposiciones:

«Para el poeta admitido, tres estatuas, 
una taberna al sur de Italia,
y todos los viajes... »
 

BERTA

Estás contra mi pecho,
y sé que todo el aire desordenado
de mi vida
rinde ante ti los brazos, mujer mía.

Conmigo por tantas horas,
tú restauras mi profunda alegría
y la apuntalas a tu modo
en el mundo.
Y eres la fantasiosa que recorre
el delicado juego
de la encantada noche, mi poseída.
 
 

William Blake: The Ancient of Days









RONDAS Y POEMAS PARA LOS NIÑOS DESCONSOLADOS DE OCCIDENTE

A Pablo Armando Fernández

Entrégales
tus globos de colores,
tus trompos más hermosos
y un campo de ocio por el que r.unca
cruce el cuervo.
Dales razones,
manos que les sostengan la esperanza.
Dales vidrios
de aumento que multipliquen
una y mil veces
la alegría.

En Occidente
han cerrado los parques
infantiles.
Las rondas cesaron
de girar; en la tarde morada,
¡mira saltar la urraca
de los antiguos mitos!

Cómprales pan,
cómprales un fusil más duro 
que la lucha de clases;
dispararé con ellos
– niños occidentales – 
entre el vuelo y los gritos 
de los pájaros tristes.
¡Ay, rondas salvajes!
¡Ay, sólidas batientes
socavadas
por un agua enemiga!
La vieja noche de Occidente
viene a explicar
por todos su megáfonos
que aún hay razones
para su locura.
 

RONDA DE LA PAJARA PINTA

(Con una niña dentro o fuera o con una niña dentro y otra fuera de la ronda.)

Estaba la pájara pinta 
sentada en su verde limón, 
con el pico recoge la rama 
con la rama recoge la flor.

Estaba la pájara vieja 
derribada en el viejo rincón, 
con su pata remueve las plumas 
agitadas de un duro temblor.

Estaba la pájara sorda
entonando una sorda canción.

Estaba la pájara ciega 
empapando de sangre su flor.

Estaba la pájara muerta 
agitando unas alas de horror.

Sobre la alta cumbrera volaba 
su osamenta desnuda de ardor.

Y en el álamo seco y añoso, 
más veleta que pájaro, amor, 
estaba la pájara pinta, 
estaba la pájara vieja,
estaba la pájara sorda, 
estaba la pájara ciega,
estaba la pájara muerta.
 

HISTORIA

– Mañana
caminarás hacia otras tardes
y todas tus preguntas
fluirán
como el último río del mundo.

– Mañana, sí, mañana...

Y, antes del alba,
frente a los grandes hornos; 
entre los hombres 
sudorosos; oirás la canción 
con que se amasa el pan.William Blake: La red de la Religión

Conocerás
los muertos muy amados,
hijo mío; la historia
que cubre de polvo
sus bestias, sus errores...

– Mañana, si, mañana...

En el salón
atardecido, la penumbra
se hunde en el muchacho
que ve las armas, los escudos.
El abuelo
gesticula y predice
como en la eternidad.
 

RONDA DEL BELLO NIÑO

¡Qué lindo pelo tienes,
larín!
¡Qué lindo pelo tienes,
larín!
¡Quién se lo peinará!
Urí – urí,
urí – urá.

Se lo peina su madre 
con peine de cristal. 
Elisa,
la de Mambrú.

¡Qué grandes ojos tienes,
larín!
¡Qué grandes ojos tienes,
larín,
quién los contemplará!
Urí – urí,
urí – urá.

Los envuelve una sombra 
que quiere descansar. 
Ciega,
hambrienta de luz.

¡Qué rojos labios tienes, 
larín!
¡Qué rojos labios tienes, larín,
quién se los besará!
Urí – urí,
Urí – urá.

Los desea una boca 
ardiente, de metal. 
Esa:
¡mírala ahí!
 

ANA FRANK

Frente a la catedral de Colonia
– dividida por dos columnas negras –
los niños
de nuevo canturrean.

Los he visto correr; 
generalmente los he visto 
saltar de un canto al otro, 
de una música
a la otra.

Y hoy me dieron la foto
donde tu cara magra palidece,
niña llegada del alto cielo hebreo.
¡Y qué extraño
sentarme en este banco,
(a unos metros del Rhin)
viendo pasar las aguas!
Yo que creí por mucho tiempo
que iba a sangrar...
 
 

  II
 

INFANCIA DE WILLIAM BLAKE

I

Mujer de la lámpara encendida,
ya velaste tres noches. Miras la llama
que tiembla y se achica, y sueñas.
¿Quién puede regresar por la noche de Soho,
entre la ennegrecida primavera de Lambeth?
Antigua que en la hora final
regabas el almizcle para que trascendieran
más sus telas, ¿pensabas que otra quemante
primavera inundaría también sus tierras,
y crecerían allí el hacinamiento y la desidia,
y que un viento más ancho que la noche
destrozaría las tablas del alero?William Blake: Las canciones de la Inocencia
¿Pensabas al hablarle
del silencio o del tiempo, que era ya algo
hecho en el viento que nutría una muda corriente
en sus huesos livianos?

II

Sé su temor, girando como tu ala más dichosa, 
¡pájaro de susurro y lamentación!

Es la noche. Ya nadie llama.

Pero a través de la ventana cerrada
él oye crujir la vaina de aquel árbol,
y es como si alguien golpeara.
Su más secreto juego se ha llenado de astucia.
El ve, desconsolado, en la negra llanura,
el humo de las casas que arden de noche,
y. el paso de las bestias contra el fuego.

No abras la puerta. No llames.

III

En la orilla remota, un pájaro
hunde en su pecho el pico centelleante.
En la orilla remota están gritando.
La última barca se desprende.

«Al cobarde hay que dejarlo en la otra orilla...»

Amarra ese viento encantado
para que no la mueva. El quiere gritar,
su piedra está manchada en sangre
de la paloma destruída.
¿No sientes en sus ojos esa oscura desdicha,
sitios que no penetra y ama?

De repente es la lluvia,
y las ovejas más pequeñas balan.
El viento las dibuja en la coliqa, tiritantes.

«Vengan, mis niños; el sol ha desaparecido,
y he aquí el rocío de la noche.
Vengan, interrumpan sus juegos hasta que la mañana
reaparezca en el cielo... »

IV

¿No sientes ese peso de mantenida
soledad que flota en las caletas de altas aguas, 
sobre las garzas muertas, ya para siempre 
pedregosas?

¿Y el camino del bosque, la cruda,
alegre luz del alba en la resina de los troncos;
el cuclillo cantando, la guirnalda de robles
y de arces y el ruiseñor que sólo puede ser encontrado
en el Yorkshire y el cuerno del vena
y la hoja verde?

Eso que cae y cruje, ¿es eso viento, es agua 
entre los árboles, o es sólo el perro 
destrozando las ratas muertas
en el granero abandonado?

V

Mujer, deja tu lámpara encendida
y abre la puerta y cúbrelo.
Su sueño interrumpieron los visitantes
que a cierta hora se dispersan.
«Buenas noches, señora Blake... Oh, fíjese,
esa escarcha: la primera del año...»
La nieve cubre el techo, crece a la altura
del portal, (en Lambeth es así).
Y en la profunda casa de madera,
ya ni la magia familiar, ni el golpe de la lluvia,
ni tus pasos cuando llegan
deshabitando el agrio terror
de la penumbra, podrían consolar a estos ojos
sino el perro del bosque
levantando su parda cabeza entre los gansos
salvajes.

Eso que cae y cruje,
(entre las hojas húmedas hace un ruido
solitario y enérgico) del más remoto
sitio del mundo te señala
Medrosa, detenida en las puertas
más lejanas y crueles.
Te asustan indudablemente esas llamas.
No puedes recordar más que voces difíciles.

VI

Te decían:
Los niños como tú, William,
serán negados por el ángel;
blasfemas, robas en la despensa;
tienes la cara sucia;
andas siempre con claves
y grabados
y láminas...

Tú, arqueado el cuerpo, sonreías.

¡Ay, Blake, el siglo veinte
no es un simple grabado
en que batallan el arcángel y el diablo!
Es esta trampa
en que luchamos, es esta lluvia
que nos ciega. Han arrasado las despensas
y no hay señales
ni claves
que no pueda entender
el Ministerio de Guerra.

Entra, aún estamos en vela.

Cualquier día
me gritan a la puerta:
«Un hombre con paraguas, mi señor»

(No puedes conocerlo. Es de esta época)

Cualquier día
penetran en mi cuarto.
«Mostró insignias, señor»

Cualquier día
me obligan a salir a la calle,
me apalean; me lanzan como a una rata
en cualquier parte.

(Tú no puedes saberlo. Es de la época)

Contra mí testifica un inspector de herejías.

VII

Esta noche
me basta tu silenciosa presencia.
En mi cabeza turbada
tu poesía alumbra mejor que una lámparaWilliam Blake: Ángeles buenos y diabólicos
sobre mis círculos de miedo.

No me distraigo.
Tengo los ojos fijos en la negra ventana.
Pasan camiones con soldados,
gentes de las líneas de fuego.

En mi casa resuenan las consignas violentas.

VIII

La vieja profecía
que no te pertenece, extiende
como el agua
tus dominios
Y ese viento te borra,
ese camino que debes proseguir
guarda un instante
tu desdicha;
esas bestias enanas
soportan equipajes de usureros.

Delante
de tus ojos el mundo 
exasperado resplandece.

¡Alegría!
Se han perdido
todas las llaves, todas
las puertas se han cerrado,
y las flores anoche
se cubrieron
de un rocío de vasta anunciación.
Los árboles voraces,
las flores venenosas
mueren al fondo de la verja,
entre animales temibles.

Y aquí, William, te han puesto.
Aquí la vida te edifica;
hay algo aquí, nocturno,
que quieres descifrar
para mis ojos: símbolos,
dones tuyos
brillando en lo desposeído.
Tu hogar
es este mundo de bandidos
colocado en el centro de los árboles.
Las tablas húmedas
de que están hechas nuestras casas,
son el olor tormentoso
de tu alma.
¡Alumbra, Blake, esta sencilla
majestad!

IX

Abre la puerta, y en la alta noche, sale.

Síguelo, perro del otoño,
lame esa mano, el hueso conmovido
de la última piedad; síguelo,
¡Oh centro pedregoso del otoño,
animal del otoño,
centro grave, robusto del otoño!

Es el desesperado, recién salido, 
pálido desertado de tus tardes.

X

Noche, tú de algún modo le conoces.
Por unas cuantas horas
permite, al fin, dormir a William Blake.
Cántale, susúrrale un fragante cuento;
déjalo reposar en tus aguas,
que despierte remoto,
sereno, madre, en tu heredad de frío.
 
 

  III 
 

PANCARTA PARA 1960

Usureros, bandidos, prestamistas,
adiós.
Os ha borrado el fuego 
de la Revolución.

Las manos populares
os han segado de tal modo 
que nunca habréis de renacer.busto de josé Martí con mural (Stgo. de Cuba), fotografía de Tria Giovan

Para vosotros terminó.
Para vosotros, muerte; y si queréis, 
amén.

Los que sudaban
frente al horno, siglo tras siglo;
los que sangraban
soplan hoy las hogueras
donde arden los tributos, los papeles
de usura y privilegio.

Mirad sus hijos
que os contemplan. No véis furia
en sus ojos.
Ellos son las razones
para estos padres justicieros.
 

PLAYA GIRÓN
 

Nosotros, los sobrevivientes.
¿A quiénes debemos la sobrevida?
R. F. RETAMAR
Estos murieron para que nosotros vivamos
   – ¡para que yo viva! –
   RANDALL JARRELL
Muerte,
no te conozco.
Aún no hay víscera mía
que hayas tocado en lo más leve.

En Playa Girón,
donde murieron mis hermanos,esquina de Consulado y Virtudes (ruinas del Teatro Musical)
para mí no hubo
un sitio.

Metida entre los árboles, 
embozada en planicies o en aguas, 
viste cómo caían
esperanzados, a lo lejos.

Salgo, busco,
te sigo y el fogonazo 
resuena siempre en otra carne. 
¿Cuándo seré el que caces, el ya deshecho,
simple testigo que se calla?

Muerte,
no te conozco,
y más allá del mar hablan de ti,
quieren cubrir mi patria
con tu nombre.
 

COMO UN ANlMAL
 

A César Leante


Como un animal
viniste a lamer a lo largo de mi vida
para verme escribir
o desertar cada mañana.

Por las noches
viniste a traicionarme, 
a escupir sebre mi cara, 
a morderme.

Miseria, mi animal, 
ya hemos hecho justicia.

Entre los cubos de basura
de mi pueblo, sin nada que comer
en el fondo; entre las gatas
que me miraban con tus ojos
y el dolor de una vida que me escocía
para perderme,
tú te instalabas cada noche.

Ahora puedo mentarte 
con piedad, ahora mi mano 
se hunde en la Revolución 
y escribe sin rencores; 
ahora golpeo
la mesa con un puño calle Galiano (La Habana, 1993)
alegre y seguro.

¡Ya hemos hecho justicia!
 

CANCIÓN

Duerme,
mi guerrillera.
La vida sigue en pie.
Por los caminos
tus ojos todavía resplandecen.
Unos ojos
vigilan por los tuyos,
otros ojos
vigilan por los míos.

Duerme,
yo quiero que mi pecho
sea la tierra viva
de tu sueño.

Duerme,
desmontemos la trampa
de la muerte como un fusil.
Déjame
que te cante, mi niña alerta,
mi soldado,
esta canción de amor,
esta simple canción.
 

LIBRE Y MANIATADA ESPAÑA
 

A Blas de Otero


España,
no podía dejar de recordarte 
en un momento como éste. 
Míranos entre piedras, 
bien alineados, cubanos, 
hijos tuyos.

Plantaremos el fuego alto, muy alto. 
Lucharemos hasta inundarnos de amor. 
(Todo esto que hoy tenemos
lo hemos conquistado luchando)

No quiero abrir la puerta
ni salir a la calle, hacia los míos, 
sin recordarte,
(¿Cuánta dicha conocemos ahora!) 
Si no te miento voy a enrojecer
de vergüenza.

¡Madre saqueada, recomienza...! 
Devuélveles la luz, la voz, la espada 
a los que vagan con tu nombre.
¡Se han puesto a arder como la hulla!
 

AHORA QUE ESTÁS DE VUELTA

Dime, ahora que estás de vuelta
y trabajando de modo que el tuyo
no sea más un corazón de elegía,
¿ves crecer las ciudades
con tus ojos habituados al resplandor
de los desastres?
¿Oyes nacer los himnos
del amor y el trabajo
con tus oídos rotos por
tanta furia y tanta muerte?
¿Podrías describir el tamaño
del pueblo con tu lengua
de imágenes perecederas?
¿Has puesto entre las nobles
y útiles de tu gente, esas manos
que tiemblan, que sólo
sabían escribir «me muero»?
 

EL JUSTO TIEMPO HUMANO

¡Mira la vida al aire libre!
Los hombres remontan los caminos
recuperados
y canta el que sangraba.

Tú, soñador de dura pupila,
rompe ya esa guarida de astucias
y terrores.
Por el amor de tu pueblo, ¡despierta!
El justo tiempo humano va a nacer.
 

EL ÁRBOL

Estoy mirando cómo creció este árbol.

Ayer mismo – separando los grumos de la tierra –
lo plantamos, amor,
(era el último surco)
y te volviste hacia mr cuerpo sudoroso
y murmuraste el nombre de este árbol
que hoy levanta
su tamaño sonoro contra el viento.

Así sea la vida que soñamos.

Así sean los árboles que otras manos sencillas
coloquen cada día
en las tierras del mundo.
Así sea la música del hombre,
verde y serena y resonante.
 
 
 

FUERA DEL JUEGO (1968)

Edición conmemorativa, Ediciones Universal, Miami, 1998
 

Los poetas cubanos ya no sueñan

Los poetas cubanos ya no sueñan
                        (ni siquiera en la noche).... ya no sueñan...

Van a cerrar la puerta para escribir a solas
cuando cruje, de pronto, la madera;
el viento los empuja al garete;
unas manos los cogen por los hombros,
los voltean,
          los ponen frente a frente a otras caras

(hundidas en pantanos ardiendo en el napalm)
y el mundo encima de sus bocas fluye
y está obligado el ojo a ver, a ver, a ver.
 

Siempre he vivido en Cuba

Yo vivo en Cuba. Siempre
he vivido en Cuba. Esos años de vagar
por el mundo de que tanto han hablado,
son mis mentiras, mis falsificaciones.

Porque yo siempre he estado en Cuba.

Y es cierto
que hubo días de la Revolución
en que la Isla pudo estallar entre las olas;
pero en los aeropuertos,
en los sistios en que estuve
sentí
         que me gritaban
                               por mi nombre
y al responder
ya estaba en esta orilla
sudando,
           andando,
                      en mangas de camisa,
ebrio de viento y de follaje,
cuando el sol y el mar trepan a las terrazas
y cantan su aleluya.
 

Dicen los viejos bardosvigilemos al enemigo... seamos vigilantes... vigilar... vigilar.... vigilar

No lo olvides, poeta.
En cualquier sitio y época
en que hagas o en que sufras la Historia,
siempre estará acechándote algún poema peligroso.
 

Poética

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.
 

Antonia Eiriz

Esta mujer no pinta sus cuadros
para que nosotros digamos: "¡Qué cosas más raras
salen de la cabeza de esta pintora!"
Ella es una mujer de ojos enormes.
Con estos ojos cualquier mujer podría
desfigurar el mundo si se lo propusiera.
Pero esas caras que surgen como debajo de un
                                                                      puñetazo,
esos labios torcidos
que ni siquiera cubren la piedad de una mancha,
esos trazos que aparecen de pronto
como viejas bribonas;
en realidad no existirían
si cada uno de nosotros no los metiera diariamente
en la cartera de Antonia Eiriz.
Al menos, yo me he reconocido
en el montón de que me saca todavía agitándome,
viendo a mis ojos entrar en esos globos
que ella misteriosamente halla;
y, sobre todo, sintiéndome tan cerca
de esos demagogos que ella pinta,
que parece que van a decir tantas cosas
y al cabo no se atreven a decir absolutamente nada.
 

Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad

Lo primero: optimista.
Lo segundo: atildado, comedido, obediente.
(Haber pasado todas las pruebas deportivas).
Y finalmente andar
como lo hace cada miembro:
un paso al frente, y
dos o tres atrás:
pero siempre aplaudiendo.
 

Para escribir en el álbum de un tirano

Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.
 
 
 

EL HOMBRE JUNTO AL MAR

Seix Barral, Biblioteca Breve, 1ra edición, 1981
 

LO MEJOR ES CANTAR DESDE AHORA

Lo mejor es que empiece a cantar
desde ahora
la alegría de los sueños cumplidos
y me olvide del mundo de mis antepasados.
Ellos a la ceniza. Yo a la vida.
Siempre anduve entre nieblas como un idiota.
No pudo ser de otra manera.
No es posible que en un pecho de hombre
quepa tanta maldad.
Mañana limpiaré la trastienda
y saldré a la calle
y al doblar una esquina
cualquiera podrá verme lanzar los objetos
que elaboré en las noches
con mis uñas de gato.
Mi orgullo será ver a las viejas
orinarse de risa
cuando vean tremolar mi chaleco de feria;
mi alegría que los niños destrocen
mi careta y mi barba.
Porque nadie dedicó más vehemencia
– en el peor instante –
a ensayar este paso de atleta,
este nuevo redoble de tambor.
Los himnos y los trenos
pertenecen al tiempo de los cadáveres esbeltos
con su hilillo de sangre entre los labios
y el desgarrón de lanza, dignos de la elegía. 
Entonces el poeta era la plañidera
que se esforzaba por conmover las multitudes.
Pero hoy heredamos este muñón sin dueño,
este ojo abierto en la escudilla.
Y hay que exaltar la vida, sin embargo,
apartar la basura,
y cantar la alegría de los sueños cumplidos,
pero con buena música de fondo;
de violín, si es posible, que es el instrumento
adecuado: agudo, recto como un arma.
 

CANCIÓN DEL JUGLAR
 

General, dein Tank ist ein 
Starker Wagon.
                BRECHT


General, hay un combate
entre sus órdenes y mis canciones.pero cada noche alguna de sus órdenes muere sin ser cumplida...
Persiste a todas horas:
noche, día.
No conoce el cansancio ni el sueño.
Un combate que lleva muchos años,
tantos, que mis ojos no han visto nunca un amanecer
en donde no estuvieran usted, sus órdenes, sus
       armas, su trinchera.
Un combate lujoso
en donde, estéticamente hablando, se equiparan
mi harapo y su guerrera.
Un combate teatral.
Le haría falta un brillante escenario
donde los comediantes pudieran llegar de todas
       partes
haciendo mucho ruido como en las ferias
y exhibiendo cada uno su lealtad y su coraje.
General, yo no puedo destruir sus flotas ni sus
       tanques
ni sé qué tiempo durará esta guerra;
pero cada noche alguna de sus órdenes muere
       sin ser cumplida
y queda invicta alguna de mis canciones.
 

LA BELLA DURMIENTE

Nos va a costar trabajo despertarla, tan sumida
     en su sueño
por donde llegan príncipes de las adolescentes,
     acorralados
por las luces de tránsito
     y la capa chispeante
como el ojo engrasado de los ferroviarios.
Inútil que hagas sonar el daxon junto a la
     enredadera
de la ventana. No va a asomarse.
Gritar con las dos manos en forma de bocina no
     bastará
para que por lo menos mueva el párpado sonrosado.
Ahora seguramente resbala por el sueño.
De niña se dormía por encima del ruido de los alto-
     parlantes,
frente a las luces de los anuncios de neón.
Nos va a costar trabajo despertarla
porque está acostumbrada a los estruendos.
Cuanto más ruido más vive en su interior, más
     acaricia
          la sortija, alelada.
Trabajo va a costarnos, vuelta como ahora está
hacia los traspatios de la niñez
          donde un montón de brujas le tiran de las
             trenzas.
¿Quiénes somos nosotros para venir a despertarla?
 

NOTA

Para los cazadores de lo maravilloso tengo muy
     pocas cosas
que dar. Yo no poseo magias. No envidio a los que
     tienen
una magia.
Tampoco me interesan los cristales cifrados
donde se transparenta el himno sucesivo que me
     plagian o
           plagio.
Me queda ese Brancusi de la pared manchada,
palabras que acuden cuando hablo,
           neutras y desprovistas de ilusión.
Centellean no porque yo las pula con trapos de
     metal,
las encuentro a la diabla, entre las calles,
           tontas alegres como niños.
 

EL HOMBRE JUNTO AL MAR

Hay un hombre tirado junto al mar
Pero no pienses que voy a describirlo como a un 
     ahogado
Un pobre hombre que se muere en la orilla
Aunque lo hayan arrastrado las olas
Aunque no sea más que una frágil trama que respira
Unos ojosAlexis Leyva (Kcho): Sin título. Dibujo a carboncillo sobre cartulina
Unas manos que buscan
     Certidumbres
                        A tientas
Aunque ya no le sirva de nada
Gritar o quedar mudo
Y la ola más débil
Lo pueda destruir y hundir en su elemento
Yo sé que él está vivo
A todo lo ancho y largo de su cuerpo
 

EL QUE REGRESA
A LAS REGIONES CLARAS

Ya dije adiós a las casas brumosas
colocadas al borde de los desfiladeros
como el montón de heno en la pintura flamenca,
y adiós también a las mujeres
que más de una vez me conmovieron
– sobre todo aquéllas de ojos color de malaquita –,
y los trineos quedaron colgando como gárgolas
inservibles en las ventanas que desde ayer
están cerradas.
Porque el sol me ha curado.
No vivo del recuerdo de ninguna mujer,
ni hay países que puedan vivir en mi memoria
con más intensidad que este cuerpo que reposa a mi
     lado.
El sitio – además – donde mejor
puede permanecer un hombre
es en su patio, en su casa,
sin gentes melancólicas que acechen en los muelles
la carne atroz de las pesadillas.
Un nuevo día entra por la ventana
– estallante, de trópico –.
El espejo del cuarto multiplica su resplandor.
Yo estoy desnudo al lado de mi mujer desnuda,
encerrados en esta luz de acuario;
pero éste que huye a través del espejo,
con bufanda y abrigo,
escaleras abajo;
el que saluda a toda prisa a la portera
y entra en un comedor atiborrado
y se sienta a observar
la fachada de una estación de trenes
que el invierno devora
con su lluvia podrida como un estercolero,
es mi último espejismo
que ya ha curado el sol,
el último síntoma de aquella enfermedad,
afortunadamente transitoria.
 

LA ROSA, SUS ESPECTROS
 

(Rilke)Eduardo Rubén García: Entendimiento


Encima está la rosa
y debajo la espina. 
Cuando Rilke se inclina
para coger la rosa,
el pobre no adivina 
que su espectro lo acosa 
y transfigura,
porque toda hermosura 
es esplendor y ruina.
 

LUIS CERNUDA

Decía:
Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente
En la que regentea hoy la canalla,
sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado...
De aquélla nos consuela y cura ésta.
Pero la España real, la otra (la de la tierra)
a todas horas lo perseguía
con el aullido insistente de su lengua. Y él:
¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno
Su tradición escoge, ni su tierra,
Ni tampoco su lengua: él las sirve,
Fielmente si es posible...
Entonces, la solución ¿era esta muerte, en el exilio,
o era la tradición generosa de Cervantes,
heroica viviendo, heroica luchando,
o el combate incesante con su idioma
          a toda carne, a toda lealtad?
Pero la poesía
se le hizo terriblemente arisca,
fue a esconderse en la patas de las mulas de España
          como una Égloga.
Y a la hora feroz de la nostalgia
cuando (ya sabemos) Garcilaso aparece
con sus asaltadores de caminos,
hora de los recuentos, su hora de seducción y de
     emboscada,
él (Cernuda) oía aquel sonido seco
como en el fondo de su alcancía la moneda de cobre.
¿Volver – gritó – Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra...
                     Más, ¿tú? ¿Volver?
y dijo adiós de golpe a su querida,
que le nutrió la angustia y el sarcasmo,
la forjadora de consolación
que lo salvó en la hora inminente de los cadalsos,
que le otorgó el dominio estricto de su lenguaje.
Pero él, de todos modos, y hasta la tumba, adiós.
 

CON SÓLO ABRIR LOS OJOS

Este jardín,
plantado a unos metros del río,
le dio cobija, bajo el viento de lluvia,Ernesto Rancaño: Obra
a esta lechuza enferma,
alastrada en el fango como un saboteador.
Y ese gajo de Aroma, con la flor amarilla
y la espina oculta, le desgarró la ubre
     a la vaca vieja,
y la palma, partida por el rayo,
negrea río abajo en la corriente.
Así teje la vida sus coronas de laurel y hojalata,
arqueada como una costurera sobre la realidad,
uniendo sus retazos oscuros y brillantes.
De esta manera – no de otra –
se hacen las catedrales y las bodas:
con sangre de tísicos y con sangre de desposadas.
Con sólo abrir los ojos
descubres que existe una belleza abominable
     hasta en el paisaje.
 
 
 

A Fountain, a House of Stone

A Bilingual Edition

Translated by Alastair Reid and Alexander Coleman

Farrar Straus Giroux

New York, 1991
 

Recuerdo de Wallace Stevens en la Florida

Ahora está hirviendo el mar,
y si pudieras estar conmigo sé que me dirías
que arde sólo la imagen
En una lengua en que es vicio lo abstracto
tú afirmaste lo abstracto de los mundos soleados
casi imposibles de atrapar.
Yo he visto los jardines deshechos, los residuos
de la flora acosada.
Hay un continuo, un orden que envuelve este paisaje
donde es vestigio el árbol del axiona del árbol.
Tríptico sin verdura, líneas petreas, aguas que se repiten,
que interrogan, y la sola respuesta es la colina
de roca sumergida, la chatarra
en la arena, el gluglú de la sombra.

Los barcos han zarpado, de pronto se convierten
en una matemática
sin brío, en números de aire,
igual que las sombrillas rezagadas.
Ningún fantasma argulle cuentas aquí con la intemperie.
Ningún cuerpo de luz se diluye en el mar
mejor que en tu poema.

Si alguien habló la lengua de los sobrevivientes
fuiste tú que fundiste los helechos nevados
de New Hampshire con la vibrante vastedad del sur.
No eres el huésped indeseable que nos saca de quicio
sino la forma del océano, el temblor de esa ola
que se hace ola en la palabra.
 

Allan Marquand espera a su compañero de tenis en el campo sur

Alguien debió llegar, pero ¿quién lo asegura,Los Carpinteros: Escalera (1998), acuarela sobre papel
si en el retrato sólo aparece el anfitrión,
todo de blanco, la raqueta en la mano, la gorra pulcra,
un joven simplemente sentado en el sillón,
que mira distraído,
como si el siglo no conociera el desconcierto?
Princeton, entonces, era una clara estampa
casi bucólica; lo atestigua esta casa
rodeada de verdura; la enredadera, asida a la pared de piedra,
¿cómo hubiera podido amenazar toda esta mansedumbre?

Y el que debió llegar ¿dónde se oculta?
Quizás su nombre esté en el mármol de los muertos
del pueblo en los lejanos campos de batalla.
La época exigió una marca de fuego también,
un sacrificio que Allan Marquand no pudo presentir.
 

Noche de invierno

¿Dónde estarán metidos la ardilla y el mapache?
¿Dónde el loco del pueblo
que dejaba su mochila en Witherspoon,
frente a la biblioteca y conversaba en voz alta
con ángeles o dioses?
¿Dónde el bibliotecario gélido como un pez,
con su capa española y el vestigio de un clásico chileno?
¿A quién aúlla mi perro a medianoche
si afuera sólo hay árboles y nieve?
 

El cementerio de Princeton

Un pueblo puede ser la feliz reunión de muchos seres,
pero es también un escrutinio constante de la muerte.
De pronto se ilumina una casa,
se agitan las persianas,
se oye el ruido de alguien que sube aprisa una escalera,
y ahí nos queda otra víctima, un álgebra vacía.
Las lápidas irregulares
conviven aquí
con nuestras jornadas.
El horario de nuestras vidas
salta sobre esta yerba rala
donde un rastrillo quita las hojas caídas.
Nada de esto suscitará el insomnio.
Nuestra vigilia es sólo riña de la ansiedad o de la bancarrota.
Ni siquiera el joven sepulturero,
ni el que maneja la cortadora, distraído,
al lado de las tumbas
se sienten los guardianes de estos muertos.
Oh Dios, dínos dónde, por qué.
No sólo hay un miércoles de ceniza en nuestra vida.
Hacia ese camposanto
todo el mundo camina con el mismo miedo,
los mismos ojos, los mismos pies.
 
 

Dos poemas inéditos

     Los poemas que siguen, fueron escritos en tarjetas postales (Día de los enamorados y cumpleaños) que Heberto dedicó a Lourdes Gil. Agradecemos el gesto de Lourdes de compartir con nosotros estos tesoros de su intimidad con el poeta. No obstante ser textos de ocasión, el lector atento y sensible será capaz de encontrar el impromptu de la buena poesía.
 

Criatura de Otoño

Ni una sola amenaza prueba la incongruencia
de tus dones y el viento en Tenafly.
He llegado hasta aquí tarde en la noche
apegado a la vida, indoblegable.
Nada hay de ayer. No hay más que ramas 
y la claridad bermeja de las hojas.
Todo camino es interperie. Ningún techo lo cubre. 
Tú eres aún el sueño y la blasfemia
con que opera la fe, pasión de lo invisible
que retorna, mi gran amor, mi último amor,
eco imperecedero
donde habita la lucidez de nuestra época,
poliedro estricto como la eternidad.
No te arrepientas. 
 

(sin título)

Nadie puede separarte de mi desesperado amor
porque quebraste los espejos 
para no ver tu encanto, tu único rostro verdadero.
Ellos son el ejemplo de tu triunfo secreto.
Y cada vez que urden la alegría
tú reapareces y estableces el límite. 

Heberto Padilla

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