La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana
Hojas al viento | En la loma del ángel | El Rincón | La Ronda | La más verbosa
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal

Arturo Montoto: entre la "Inocencia" y "el mango y la guayaba"
 
 

Arturo Montoto






Una introducción necesaria

Navegando por el internet (hace ya cerca de un año) vi el primer "Montoto" en una de las cubiertas de la revista Opus Habana. Un coco partido, junto a una cuchara, descansaba en la esquina de lo que Arturo Montoto: El Arte y la Realidadparecía ser un muro.  Aquel cuadro era como una extraña convergencia de fotorrealismo y del arte de Rembrandt, o de Caravaggio.  Había algo extrañamente desolador y, al mismo tiempo, sensual.  La humanidad de esa pintura no radicaba en una presencia, sino en un trazo, en una huella, es decir, en otro modo de estar de esa presencia: quiero decir, en una fuga.  El coco roto ya había sido saqueado (por el hambre, la sed, el placer) y, no obstante, allí estaba, ofreciéndose, esperando. Uno podía "leer" en esa masa blanca, atravesada por la luz, un quejido (de gozo o de dolor), un melancólico reclinamiento, una provocación.  Aquel coco -- traducido al cubano -- rompía el coco.  Así fue mi primer encuentro con, repito, un "Montoto".  Más tarde, quizá como un efecto del lezamiano azar concurrente, llegó un mensaje de María Eugenia, la gentil esposa del artista.  Y a partir de ahí comenzó un intercambio de mensajes, un trasiego de sensibilidades y de amistad que culminaría en la visita que en octubre del año pasadoArturo Montoto: El Arte y la Realidad (detalle) hice a Miami para participar en la conferencia del Cuban Research Institute.  Montoto se encontraba por allá con motivo de una exposición suya (en la galería Oñate) que había encontrado una excelente acogida de público y crítica.  Todo fue llamar a María Eugenia y ponernos de acuerdo.  Mi amigo Carlos -- a cuya elegancia de espíritu nunca agradeceré lo suficiente -- se ofreció a llevarme a la galería donde Montoto y María Eugenia nos esperaban.  Debo decir que los cuadros superaron todas mis expectativas.  No se trataba ya del oficio (sin dudas asombroso), sino de que todos ellos ofrecían una poética muy particular.  Montoto tiene una especial predilección por las esquinas, los rincones, por las cosas venidas a menos o "manoseadas" (la cesta de mimbre, la cuchara, el plato, la fruta partida).  No es la exaltación ritualizada de la pobreza (la teología de la miseria tan de moda en la Cuba de hoy), sino la del resto, la del residuo, o mejor, la exaltación de la "carne" de la huella, del trazo.  Porque, insisto, hay algo misteriosamente doloroso, quejumbroso, en los cuadros de Montoto, y, no obstante, pleno, dichoso en ese "estar", en esa Arturo Montoto: El Arte y la Realidad (detalle)provocadora "exposición" de lo residual.  Uno mira uno de estos cuadros y ve ambas cosas: la ruina y la riqueza, el hambre y la plenitud de la delicia.  Es como si, al mismo tiempo de robarnos algo muy íntimo, muy entrañable -- como La Habana, o uno de los miles de cuerpos divinos que la ciudad se niega a dejar ir--, Montoto nos lo devolviera, nos lo restituyera en esa calma que se desprende de sus cuadros. Caminar por entre ellos fue una especie de paseo junto al muro del malecón. Sentía el chapoteo de algo que caía al agua, de algo que se desprendía y se hundía sin remedio.  Y sólo quedaba -- en el lugar de "eso" innombrable -- una sombra, un residuo, un leve testimonio de la existencia -- también náufraga -- de Dios. 
Ese encuentro, no ya con "un Montoto", sino con Montoto y "sus Montotos", y con María Eugenia -- dulce, vital, enérgica -- anudó, definitivamente, otro puente.  Desde entonces, le debíamos este homenaje al artista y a su obra.  Ahora se ha hecho posible gracias al generoso envío de excelentes fotos digitales, especialmente para los asiduos visitantes del Café París.  Esperamos que esta exposición complazca el exigente gusto de nuestros lectores y visitantes.
La Redacción
 
 

Qué manera de pintar una fruta, qué manera

Senel Paz

La Habana, agosto de 1998

para María Eugenia

Todo comenzó por un melón.  Al verlo, tan quieto y vivo, con más luz que la que tenía, estuve seguro de que el artista que lo había creado pintaba de pie, moviéndose de un lugar a otro, casi bailando.  Es ese tipo de cosas de la que te das cuenta enseguida, con mirar un solo cuadro.  Tenía que ser, y me lo representé yendo de un cuadro a otro y a un tercero y a un cuarto, acercándose, alejándose, y todos naciendo al mismo tiempo y él danzando frente a ellos, gesticulando, y las ventanas del estudio con rejas por temor a que el pintor no fuera a salir volando con la energía del momento.
Después conocería al autor, Arturo Montoto, y cuando le hice la observación sonrió -con una sonrisa Arturo Montoto: Mango y Guayaba (óleo sobre lino)de su extenso repertorio--, y me contó que antes del melón hubo una ventana.  No es extraño que haya una ventana en la historia de un artista.  La ventana daba al patio de una casa de Pinar del Río y a ella estaba asomado el niño que entonces era Montoto, con los ojos grandes.  Había llovido y la lluvia había barrido y limpiado el patio arenoso y ya no era un patio sino un lienzo virgen tirado detrás de la casa, y al verlo el niño Montoto experimentó un cosquilleo y una emoción nuevas y aunque no sabía lo que era un lienzo, ni lo que era pintar, ni tampoco lo sabía nadie en su casa, pidió a todo el mundo que no pasaran al patio, que no lo pisaran, y salió armado de un bastoncillo y fue llenando el espacio de objetos y figuras que conocía o conocería después, incluso él mismo era una figura en el lienzo, y cuando terminó ya su vida tenía rumbo.  Fue un día importante para todos nosotros.
El resto lo hicieron los demás: profesores, amigos, curiosos, gente que se sabe asombrar.  Al ver los Arturo Montoto: Mango y guayaba (detalle)garabatos en sus libretas o los trozos de madera sobre los que se había entretenido con su cuchilla, exclamaban: Este niño es pintor, Este niño es escultor, A este niño hay que levarlo para una escuela.
Y luego de las escuelas, este es el hombre que ahora pinta “naturalezas muertas”.  Quiero decir ahora, ahora mismo, y no quiero decir naturalezas muertas.  Montoto no es ni deja de ser un pintor de  “naturalezas muertas”.  Lo es ahora, y por eso hablamos de ellas.  Antes ha creado instalaciones, cuadros de otros temas, murales, esculturas, experimentos, y hasta dos y tres cosas de estas a la vez, y no sabemos por donde andarán sus próximos pasos. 
En las “naturalezas muertas” que nos ocupan el centro casi siempre es una fruta.  Naranjas, mangos, guanábanas, anones, piñas o estas a las que llamamos frutabombas y nuestros orientales papaya, con una sonrisa.  El espacio que primero fue el patio de la niñez ahora son rincones de un edificio que no está necesariamente en alguna parte.  Cualquier recoveco de este edificio que Montoto o nosotros imaginemos es apropiado.  Allí está la fruta, allí está la luz, habrá estado Montoto y habrá pintado y estaremos nosotros para mirar.  Todo fuera muy simple (simples naturalezas muertas), si el resultado (la propuesta) no resultara perturbador tanto por su acabada perfección como por el misterio que nos abarca...
Estos cuadros tienen una extraña capacidad para inquietarte, tanto por lo presente como lo ausente, tanto por lo que está como por la ilusión de lo que falta, como ya acuñan los críticos.  Pero resulta Arturo Montoto: Inocenciaque tienen razón y sería muy raro que pudieras pasar por delante con indiferencia y sin implicarte.  Es como cuando paseas por las calles --de La Habana-- y fisgoneas los interiores de las casas atraído por las puertas o ventanas entreabiertas.  Ves, como en un fogonazo (habían atrapado tu mirada) un altar consagrado a San Lázaro o a Santa Bárbara, un búcaro kitsch, un mueble viejo sobre el que hay un almohadón, una lámpara que nunca tendrías en tu casa, pero ningún rostro humano, y sin embargo te sobresalta la vida, la historia de una familia, de una nación, de una mezcolanza de razas, al extremo que apartas la vista porque caes en cuenta de que es arriesgado ver tanto donde muestran tan poco.
Así ocurre con las pinturas de Montoto, al menos con las  naturalezas “muertas” que me ocupan.  Ves un cuadro, pero estás entrometiéndote en toda una historia y en un juego conceptual que al principio no sospechaba en la primera quietud de un cuadro.
Primero te atrae la fruta, su color, la luz que emana de ella, su realidad sensual y fotográfica, y más tarde la atmósfera toda de la que es parte.  La fruta como objeto protagónico -al principio lo es-, concentra la fuerza que te lleva al cuadro y te detiene ante él.  Comienzas experimentando ese tipo de gozo que sobreviene cuando estás ante una obra lograda y que no tiene ni necesita explicación. Es el júbilo que provoca la armonía de las formas, la perfección, la “buena pintura”.  Esto, por sí solo, Arturo Montoto: Inocencia (detalle)justifica la celebración de una obra y hasta de un artista.  Es lo que nos pasa ante una naturaleza muerta, pero no ante estas “naturalezas muertas”.  Ha sido solo el comienzo.
“Estudié a Rembrandt, a Rubens, a los maestros venecianos”, confiesa nuestro pintor con otra de sus sonrisas, ‘estos son bodegones sobre los bodegones.  Mi idea es acerca del arte, no acerca de la realidad.  No soy un pintor de la naturaleza, sino de la naturaleza artística”.
Y si tú te dejas llevar, y tienes que estar muy en otra cosa para no hacerlo, las bellas formas que te entraron por la retina, para la fiesta y emoción de la sensibilidad, no eran más que bombas de tiempo y al poco rato te estallan en el intelecto y pasas a darle vida a la naturaleza que antes era muerta, a establecer relaciones y asociaciones posibles e imposibles y habrás caído en la telaraña del artista. Tu deleite que había solo sido lúdicro se hace más intenso y múltiple, más complejo, y quién lo hubiera dicho, ¿verdad?  Hay naturalezas muertas con las que no se juega.  La fruta sigue allí, estupendamente pintada e iluminada, pero ahora sabes que su sencilla realidad no es más que la punta del iceberg de una relación mucho más “jugosa”: el combate de provocaciones entre tú y el pintor.
La perfección del trabajo, el dominio del oficio, son suficientes razones para la admiración y respeto  que la obra de Montoto merece.  Es tan perfecto que estremece.  Pero al buen hacer él agrega su inteligencia, provocadora y bellaca; sus personales propuestas, búsquedas y dudas, y la intención Arturo Montoto: Castillos olvidadospermanente de hacerte cómplice, de implicarte en sus juegos.  Por eso su manera de pintar frutas no es una manera de pintar frutas, sino algo mucho más misterioso e inquietante, más aventurado, más profundo, más perturbador, coherente con la totalidad de sus búsquedas.
Cuando lo conocí personalmente, allá en su estudio con rejas en las ventanas, me ratifiqué en mi impresión primera: este pinta de pie, en constante bailoteo.  Siempre está en movimiento o a punto de él, hasta en la quietud, como un animal momentos antes de emprender la carrera o el vuelo.  La intranquilidad le viene del alma, es como un fogaje.  Si no fuera pintor tendría que ser ciclista, bailarín sería poco para él.  Su mirada, su sonrisa -de la que ya he dicho hay un inmenso repertorio--, son diques que contienen su energía.  Conversador de marcha, su gestualidad es la del cubano clásico y medular.  Artista ya pleno, ya maduro, ya sazonado, parece, sin embargo, recién estrenado y como quien acaba de llegar, con todo por hacer.  Llega no con ganas sino con furia.  Viene de una aventura, de un viaje, de un baile, de algún lugar donde aprendió y vivió mucho y nos va a contar.  Los cuadros que ahora nos deja ver nos trasmiten esa certeza: este no es el resultado al final de un recorrido; no, aquí empieza la cosa, ahora es cuando comienza mi baile.
Arturo Montoto: Castillos olvidados (detalle)Se trata de un pintor al principio del camino en el sentido de que no ha terminado de fijarse metas ni tampoco ha encontrado todo, pues es mucho y muy diverso lo que busca.  Hay artistas que te dejan la sensación de que lo han dicho todo durante el aprendizaje, de manera que cuando alcanzan la maestría están vacíos.  He aquí el caso contrario.  Montoto sabe muy bien lo que quiere y lo que hace, y todo se lo ha pensado muy bien.  Y, cuidado, es oportuno aclarar que estamos ante un tipo que sabe pensar, que está capacitado para hacerlo, afilado.  Lo sabe hacer y tiene vicio de hacerlo. De modo que todo lo que te atrae y asombra en su obra y su persona no es fruto único de su gracia natural, que en él es mucha y está intacta, sino también de su capacidad profunda de pensamiento y, sobre todo, de mantenerse asomado a las ventanas.  En fin, que con este pintor estamos ante lo que podríamos llamar u guajiro reyoyo y sofisticado.
Estábamos un día en su estudio y observé que este tenía rejas, tal como había pensado.  Hablábamos de todo un poco -Montoto es un conversador de marca- y noté que había varios cuadros en proceso.  Me convencí entonces de que, tal  como lo había imaginado ante su primer cuadro descubierto por mí, pintaba más de una obra a la vez, y para impresionarlo con mi observación, afirmé.

-- Tú pintas de pie, moviéndote de un lado a otro, un rato en cada cuadro, como bailando.

Sonrió, como si ya antes le hubieran hablado del asunto, y dijo.

-- Yo pinto sentado.

Yo también sonreí, y pensé : “Debe estar confundido”.
 
 

"Una ciudad en ruina": de una carta de Ricardo Porro a Montoto

París, 25 de marzo de 2000

Querido Arturo Montoto :

    Cuanto le agradecí que me enviara su catálogo y sobre todo la dedicatoria que me hizo.Arturo Montoto: No se incluyen los ajenos (1999) óleo sobre lino
Igualmente que recibiera a Elena tan gentilmente y que le diera la oportunidad de ver sus obras que tanto le gustaron y que yo tanto admiro y que sólo conozco en publicaciones.
¡Qué gran impacto me produjeron sus cuadros!  Son medulares.  Decía Heidegger que una obra tenía que tener tierra y mundo y no hay duda, la suya tiene las dos cosas... y esto es difícil.  ¡Hay tanto que ha integrado en lo que usted hace!  ¡ Y de que manera!  Lo veo paseándose por Velázquez, por Sánchez Cotán, por Caravaggio por las melancolías holandesas  ¡... Y que buena digestión hizo de este proceso!   Creo en lo que dice Husserl que el hombre es un producto de la Historia.
A mí me pasa lo mismo: me he pasado la vida paseando de lo lindo por todo el pasado y lo sigo haciendo, y le decía a mis alumnos que no se puede hacer buena arquitectura si uno no ha leído “La Divina Comedia”.
Usted es hombre de cultura y lo veo próximo a los grandes manieristas.
Y hablando de ellos, recuerdo una frase de Torcuato Tasso en “La Gerusaleme Liberata” que si no me equivoco en la ortografía es así :

“Temeró me medesmo e da me stesso sempre fuggendo
a vró me sempre a presso”.

Su pintura me dá mucho en este sentido.  Hay una estructura siempre muy clásica que impide a la fuerza el escape de algo.  Todo está sostenido, pero no sin lucha.
Cuando trataba de explicar el sentido del manierismo a los jóvenes, les decía de manera un poco burlona que el manierismo es una chica que tiene muchas ganas de hacer el amor y a quien han puesto un cinturón de castidad.
Me da la sensación cuando veo un cuadro suyo que hay una estructura arquitectónica muy fuerte, pero de una ciudad que se desmorona, es decir una ciudad en ruina.
Y esto me hace pensar que mi imagen actual de La Habana es la que podría tenerse al comenzar el Apocalipsis, antes de la llegada de la Jerusalem Celeste, que ya será la ciudad estable que no cambiará.
(¡Qué gran escritor era San Juan!)
Y aquí viene para mí lo que Heidegger decía de “Tierra”, que era la materia con que se hacía la obra de arte.  Para mí “Tierra” quiere decir cómo se integra la que se pisa todos los días, y sin lugar a dudas La Habana tiene esa presencia en sus cuadros, es bien la ciudad del Apocalipsis en donde hay una aparición del Thanatos.
Y como en las naturalezas muertas holandesas, hay siempre lo perecedero, lo que el tiempo termina.
Aquí, claro, ya estoy en mundo. Mundo y tierra son para mí inseparables.
Y vuelvo a su obra porque de pronto aparece un elemento extremadamente vivo y sensual que puede ser un huevo o una fruta con la frescura de las del Trópico.  Pero qué puede querer decir esa fruta si no lo efímero, lo que es orgánico y que ya se separó de su tronco o le han cortado un pedazo, o el huevo ya está roto, luego no engendrará otra vida.  Y la lucha se establece entre lo muerto que sujeta y lo que parece que está en su máximo de belleza viva y que no tendrá mucho tiempo para vivir.
Decía Holderlin que poesía es trasmutar el mundo en palabras.
Creo que sus cuadros tienen mucha poesía. Y volvemos a citar al mismo filósofo en su libro “Caminos que llevan a ninguna parte” decía que la poesía es la engendradora de las otras artes, siga por ese camino que es el único, creo que usted tiene la paloma del espíritu santo sobre su cabeza.  Pásele la mano, no le vaya a dar una nalgada porque se va enseguida.  Pero esto usted lo sabe bien y la acariciará siempre, y sus cuadros seguirán eternamente bellísimos.

Lo admiro, 
Ricardo Porro
 
 

EL ETERNO RETORNO

Arturo Montoto

¿Cómo recuperar en la memoria, al cabo de casi treinta años (parece mentira), el olor de los altos pastos reverdecidos del verano, de la tierra húmeda y el bochorno de cada mediodía en aquellos campos de golf del otrora Country Club de La Habana ?  Una carta desde París, año 2000, me ha Arturo Montoto: Proa a la oscuridadcolocado frente al mito.  Resulta una feliz paradoja que el señor Ricardo Porro, quien sin saberlo, logró mi primer gran asombro en la vida cuando yo apenas tenía 18 años, con sus espacios inesperados e íntimos de la Escuela Nacional de Artes, ahora invoque mi obra, descubierta por él en su último viaje a La Habana y no sospeche que esta obra había sido labrada durante muchos años entre el frescor de la arcilla y de los pastos húmedos que rodean aquella obra que él creara para mí. Yo, apenas un muchacho de provincia, había llegado a La Habana para estudiar pintura en una escuela mitológica, construida por alguien a quien yo no conocía, pero que pronto se convirtió en nuestro mito.  Mi primer ejercicio de reflexión en las clases de Historia del Arte fue entonces un análisis de la inserción de aquella obra en el entorno. Arturo Montoto: Proa a la Oscuridad (detalle) Para mí, es evidente, todo era una misma cosa: La organicidad de la estructura tectónica y los accidentes topográficos; los elementos fálicos y vúlvicos de arcilla cocida y las raíces retorcidas de los diversos árboles de aquel jardín botánico; el misterio y la nostalgia de los inusitados rincones de aquella arquitectura y los infinitos campos de césped. Todo eso me atrapó sin remedio para siempre, y aún hoy, cada vez que visito ese lugar, siento un placer enorme y un susto en el pecho, como aquel que se experimenta cuando uno se ha enamorado intensamente. La primera vez, aquel día de verano de 1973, no supe responder de quién estaba enamorado. Hoy tal vez haya descubierto un poquito más: que el stimmung, generado en mi vida de estudiante de arte, reforzado por la estadía en una academia rusa y presente en mi obra actual, no es más que una mixtura inexplicable de nostalgia, metafísica,  melancolía, del amor y también de la filosofía, que tienen algo de telúrico y arquitectónico (al menos para mi), y de aquella especie de Paraíso innombrable que aún está enclavado en aquel vasto reparto cuya dirección nunca olvidaré : calle 120 No. 1110, entre novena y trece, Cubanacán.

La Habana, 29 de abril del 2000
 
 
 

Arturo Montoto y la pintura del azar de la memoria

Armando Álvarez Bravo

Crítico de Arte/El Nuevo Herald

En 1998, el pintor cubano residente en México Arturo Montoto presentó una impresionante colección de cuadros en el espacio de Oñate Framing Galleries, de Miami.  Desde el oficio, destacaba en aquella muestra que era una celebración de la pasión por la pintura en sí misma, la sobriedad, el peso Arturo Montoto: SandíaVigíade lo arquitectónico, la capacidad del artista para extraer a una ceñida paleta un rico espectro de valores que resaltaban el objeto elegido para constituir el centro focal de la obra.
El azar de la memoria, la nueva exposición de Montoto en la misma galería es, si esto es posible, la materialización de un adentramiento en un lenguaje propio y dominado en que el detalle es esencial en los ambientes que el artista sabe crear con un decidido sentido poético y un rigor formal definitivo.
Lo arquitectónico sigue siendo central en las piezas, destacando en esta ocasión como arquitectura de sugerencias, los quicios, las puertas y las entradas.  En una palabra, las construcciones tocadas por el tiempo que, a fuerza de resistencia, ganan un tiempo propio en que unos cestillos, las hojas del maíz, una pequeña palangana con una cuchara y una fruta, entre otras cosas, se cargan, desde su evidencia, de múltiples significados que son el juego secreto de los azares de la memoria del pintor.
La primera y obvia tentación que se tiene ante estos óleos es insertarlos, desde su academia bien asimilada y su exquisito dibujo, en el área de la obra figurativa, realista hasta el extremo.  Pero, ojo, siempre las etiquetas son peligrosas y tienden a limitar.  En verdad, la intención que mueve al pintor al concebir y realizar su pintura es el latido de la abstracción y el minimalismo.
La inmensa paradoja que esto supone no hace más que enriquecer los contenidos de las piezas. Unos contenidos que se nutren de la experiencia del barroco más suntuoso y del barroco más frío en Arturo Montoto: SandíaVigía (detalle)el trabajo con las luces y las sombras, que crean una atmósfera en que la simbiosis de fuentes de la imagen se constituye en firma de estilo.
Son estos lienzos tan inmediatos como remotos.  Y su realidad es producto del azar de las vivencias del creador, tanto de las de su infancia en que buscaba en el gran patio de su casa campesina, objetos sepultados que eran germen de historias tan reales como fantásticas.
Así, esta es una pintura de hallazgos que, desde su identidad, se metamorfosean a partir de la vocación de verismo de Montoto.  En este sentido, estas piezas tienen en el caudal de la actual pintura cubana, una dimensión particular que se vuelca sobre lo más íntimo de la criatura y reivindican un espacio expresivo propio en que el refinamiento es manifestación natural del estricto prisma de la belleza.
De nuevo, el lujo de estos cuadros de minuciosa ejecución es la exaltación de lo mínimo en el marco de una tradición pictórica y cultural que cuenta entre sus características esenciales, la pasión por el espacio cuajado, por la opulencia, por la vibración cromática o líneal de los elementos.  De esta suerte, tan cubanas, estas obras son una negación del imperio del horror al vacío de la existencia y los espacios en que se cumple.
El azar de la memoria reafirma desde la suma totalizadora de su verismo, de su espíritu abstracto, de su voluntad minimalista, de su carga poética a partir de los azares incontrolables de la memoria, que siempre es poesía, una de las más acabadas posibilidades de nuestra rica plástica.
El azar de la memoria, de Arturo Montoto, permaneció abierta hasta el 28 de octubre del 2000, en Oñate Framing Galleries, 4385 SW 72th Avenue, Miami. Horario: lunes a viernes, de 10 a.m. a 5.30 p.m. y sábado, de 10 a.m. a 4.30 p.m. 
Publicado el domingo, 8 de octubre de 2000 en El Nuevo Herald
 
 
 

Contar con imágenes

Magda Resik Aguirre

Es un pintor de excepción, pero no carga con el lastre que prohíbe a los reconocidos consagrarse a "menesteres menores" como la ilustración de publicaciones periódicas.  La fama no parece inhibirle el hábito de regresar siempre a los orígenes.  Basta asomarnos a esas formas hechas a línea, un tanto alejadas de los motivos habituales de sus óleos, para entender que Arturo Montoto no concibe parcelar la creatividad.
Compartir sus reflexiones sobre la ilustración de libros, periódicos, revistas... nos descubre a un hombre cuyas dotes para el dibujo recuerdan la naturaleza amalgamada de las artes renacentistas. Algo de Da Vinci ha heredado este cubano cuya pasión por el arte tiene el móvil nada oculto, de cariz ecuménico, del más puro renacimiento europeo.  Sin torpes fronteras, su obra dialoga interiormente y lo somete a un enriquecedor intercambio consigo mismo.  Debe ser la razón por la cual las ideas y proyectos se le entrecruzan en la vida cotidiana.
Su más reciente contribución al empaque formal de libros, el poemario inédito de Eliseo Diego, Poemas al margen, que aparecerá bajo el sello Ateneo, promovido por el Fondo de Desarrollo de la Educación y la Cultura, ha sido para el pintor un reto y a la vez un trabajo "de los que se hacen muy a gusto".  Sin dudas, la obra de un poeta de excepción encuentra en la poética de formas y colores de Montoto -donde los objetos que nos rodean muestran la pátina del tiempo y se asumen como eje de la vida cotidiana -, la visualización más acabada.  La síntesis del verso se renueva en la imaginería hecha al óleo, y viceversa. 

-Alguien podría afirmar que un pintor consagrado como tú, no debería ocuparse de menesteres menores como la ilustración de publicaciones periódicas y libros. ¿Qué le responderías?

-Estoy convencido de que nada que tenga que ver con el arte o con la creación espiritual del hombre es un menester menor.  Creo que esas fronteras fueron impuestas por el proyecto moderno.  Antes no existía el concepto de arte ni el concepto de ilustración.  Es más, aquello que ahora se estudia y conserva en los museos como arte, no era considerado como tal, y casi siempre tuvo una función narrativa o ilustrativa de hechos históricos o religiosos fundamentalmente.  Es decir, la literatura y la imaginería representacional eran casi una misma cosa.  No es que la ilustración fuera un complemento de la literatura como sí lo es ahora, cuando existe una división convencional de géneros, de especialidades y estilos creativos, sino que entonces no existía la conciencia de que ambas eran diferentes o que sus funciones fueran diferentes.  La imagen era considerada sólo como mimética y representacional o episódica, narrativa y secuencial, algo así como los textos.  Todo esto, hasta que la creación se fue especializando y volviéndose sobre sí misma con la modernidad: la literatura se hizo cada vez más metaliteratura y la imaginería devino en metavisualidad.  Creo que el juego de las imágenes y la palabra es casi tan antiguo como el hombre y cualquier interpretación peyorativa acerca de la ilustración sólo desdice de la capacidad intelectual de aquel que así lo considere.

-¿En qué circunstancias te iniciaste como ilustrador?

-No sé muy bien.  Creo, en primera instancia, que no soy un Ilustrador con mayúscula, sino que he incursionado a menudo en algunas publicaciones muy modestamente.  El inicio debió estar en la revista Tablas invitado por su diseñador Orlando Silvera.

-¿Qué carencias le encuentras al diseño gráfico en la Cuba de hoy?

-Actualmente, el diseño gráfico carece en Cuba, en general, de lo mismo que carece el cubano: la mesura.  El problema fundamental que tiene que tener en cuenta el diseño es el fin.  Luego, no se puede diseñar una página de arte como si fuera una página sobre el turismo.  Pecamos de coloristas excesivos y abigarrados, quizás por el viejo mito (¿quién lo inventaría?) de que los habitantes del Trópico tenemos mucho color y esplendor. Yo, que he tenido la experiencia europea del color, creo que nuestra luz excesiva sólo muestra colores (por cierto muy primarios) al amanecer y al atardecer, justo cuando la luz es más tenue; durante las horas de sol fuerte vemos más por el dibujo, por el contorno de las cosas que por sus matices.  Por lo tanto, no es de asombrarse que un estudio atento y riguroso de la plástica cubana descubriera el predominio absoluto del dibujo.  Y el color, casi siempre aparece más como algo superfluo.  Por lo general en nuestro diseño faltan la síntesis visual y las jerarquías de lugar, tan caros a cualquier diseño, siendo estas las características que lo diferencian esencialmente de la pintura.

-¿Estás de acuerdo con la tesis esgrimida por ciertos teóricos que hablan del mundo del futuro como el de la imagen y el diseño?

-El desarrollo tecnológico, indudablemente, ha impulsado al hombre hacia el ámbito de lo visual y en ello el mercado ha jugado un papel importante.  La imagen, sobre todo virtual, invade los espacios privados y los espacios públicos, así como las publicaciones.  Sin embargo, no hay que olvidar (es curioso) que la humanidad antes de tener textos o lenguaje articulado, tuvo imágenes.  Para el hombre fue más fácil concebir la silueta, el contorno de la figura concreta de algo, que un signo abstracto.  Por eso tuvo que ir por pasos: de la pictografía al ideograma y de ahí al alfabeto.
"Entonces, el texto es un signo de madurez y capacidad de abstracción.  Todos los niños, sin excepción, dibujan.  La carencia de un lenguaje verbal suficiente les impulsa a transmitir sus ideas y fantasías en imágenes.  Al alcanzar la adolescencia, cuando madura su lenguaje verbal, casi todo el mundo deja de dibujar.  Por eso la mayoría de los adultos dibujan como niños.  En ese momento se descubren los poetas, aquellos que se deslumbran con las palabras, y los dibujantes, aquellos que necesitan seguir fantaseando con las imágenes a pesar del verbo, y comienzan a desarrollar técnicas de perfeccionamiento, destreza y acercamiento al objeto real, es decir se hacen más miméticos. Quizás la humanidad, como en el Samsara, estará reencontrándose alternativamente en estados de predominio del verbo y luego de predominio de la imagen, y así sucesivamente.  Lo que sí está claro es que ninguno de los dos ya estará solo."

-En el caso de las revistas y periódicos, ¿a qué le concedes más importancia: al rol del diseño o a lo textual?

-Pienso que cada cosa tiene su función y ya te decía que el diseño debe concebirse por su finalidad. Así, un periódico o una revista de textos o noticias, debe ser más textual, mientras que una revista de modas o de comercio, debe ser más visual.

-¿Cuándo consideras óptimo el diseño de un libro?

-El diseño de un libro es óptimo cuando, antes que nada, te atrapa en la librería y lo compras aún sin saber si el texto es bueno o no.  Sin esa primera tentación es difícil comenzar a leer un libro, excepto que ya lo conozcas.  Pero el diseño de un libro no es sólo la carátula, es también su tacto, su espesor, su papel y su importantísima tipografía.  Aunque últimamente he notado alguna mejoría en determinadas publicaciones hay aspectos que se descuidan.  Por ejemplo, se publican a veces excelentes títulos pero muy desagradables de manipular y leer por su tamaño exagerado en vano, su diseño incorrecto y su tipografía desatinada.  Es necesaria la mesura y la modestia también en las dimensiones del libro.

-¿Acompaña la calidad de impresión el necesario protagonismo del diseño en nuestras publicaciones?

-La calidad de impresión dista mucho de ser buena y no acompaña los sanos intentos de los diseñadores.  Aunque no es necesario seguir justificando pésimos diseños a costa de la mala impresión.

-¿Personalmente qué encantos le encuentras a ilustrar?

-Ilustrar es, volviendo al principio, de algún modo también narrar, contar algo con imágenes, a falta de un dominio del verbo.  Recuerdo con placer cuando en mi adolescencia yo creaba mis propias historietas ilustradas; esa era mi literatura. Entonces me sentía un narrador.

Juventud Rebelde, 25 de diciembre del 2000
 

La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana
Hojas al viento | En la loma del ángel | El Rincón | La Ronda | La más verbosa
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal
Arriba