El
tiempo, todo el tiempo: la cámara lúcida de Inés
Azar
La Habana Elegante abre su salón de exposiciones del Café
París para acoger una muestra del trabajo
fotográfico de Inés Azar, profesora de literatura en The
George Washington University.
Supe de la pasión de Inés por la fotografía, casi
de una manera accidental cuando una tarde le mostró a José
Quiroga unas postales en que había estado trabajando. Yo,
que estaba en ese momento conversando con Quiroga, me interesé por
ver otros trabajos suyos, e Inés me invitó a visitarla en
su casa donde podría mostrarme otras fotografías. Algún
tiempo después la visité y le propuse hacer una pequeña
exposición en La Habana Elegante. Luego de cerca de
tres visitas a su casa, seleccionamos un grupo de esas fotografías,
que son las que ofrecemos aquí a nuestros lectores. Con la
cámara fotográfica que sus compañeros del departamento
de lenguas extranjeras le obsequiaron, Inés se ha revelado, cada
vez más, como una hábil y sensible artista, capaz de tocar
el alma de esas cosas que, una vez sometidas al encuadre de la mirada escudriñadora,
deseante, se desvanecen. Una veces es la luz bulliciosa, vistiéndose
con la pasajera arrogancia de la flor; otras, el dramático diálogo
de la luz y la sombra abismándose en la forma, interrogada incesantemente
por el ojo. Demos paso, pues, al baile de la luz, al gesto irónico
de las cosas que nos interrogan, que nos encuadran mientras nos vamos velando,
poco a poco, como una fotografía estrujada por el tiempo.
Francisco
Morán
Nótense:
Si los contertulios del Café París cliquean en las fotos
de la exposición, podrán ver una versión ampliada
de las mismas.
Pieta
Ahora
está colmada mi miseria e infinitamente
me
rebasa. Mi mirada está rígida como el interior
de
una piedra.
Endurecida
como estoy, sé tan sólo una cosa:
Tú
te hiciste grande,
..
cada vez más grande,
para
alzarte como dolor excesivo
por
encima de los límites
de
mi corazón.
Ahora
yaces aquí tendido en mi regazo,
ahora
ya no puedo parirte
otra
vez.
Rainer
Maria Rilke
Bailarina
española
Como
en la mano una cerilla, blanca
antes
de ser llama, hacia todos lados extiende
estremecidas
lenguas, así comienza en círculo
de
cercanos espectadores a ensancharse convulsa
su
danza, violenta, clara, ardiente.
Y
de pronto es toda, toda llama.
Con
una mirada enciende su pelo
y
echa de golpe girando con atrevido arte
todo
su vestido en este incendio,
del
que, como espantadas serpientes,
se
estiran crepitando los brazos desnudos, despiertos.
Y
después, como si el fuego le fuera poco
lo
reúne todo de nuevo y lo arroja,
dominadora,
con gesto altanero,
y
lo contempla: allí furioso en el suelo,
y
llamea todavía y no se rinde.
Pero
victoriosa, segura, saludando
con
una sonrisa dulce, levanta la cabeza
y
lo aplasta con sus menudos pies.
Rainer
Maria Rilke
70
No
quiero rosas mientras haya rosas.
Las
quiero cuando no las pueda haber.
¿Qué
he de hacer con las cosas
que
puede cualquier mano coger?
Sólo
quiero la noche si la aurora
la
diluye en azul y rosicler.
Lo
que mi alma ignora
es
lo que quiero poseer.
¿Para
qué?... De saberlo, nunca haría
versos
para decir que no lo sé.
Siento
a mi alma pobre y fría...
¿Con
qué limosna la cantaré?
Fernando
Pessoa
El
otro tigre
And the craft that createth a semblance
Morris: Sigurd the Volsung (1876)
Pienso
en un tigre. La penumbra exalta
La
basta biblioteca laboriosa
Y
parece alejar los anaqueles;
Fuerte,
inocente, ensangrentado y nuevo,
Él
irá por su selva y su mañana
Y
marcará su rastro en la limosa
Margen
de un río cuyo nombre ignora
(En
su mundo no hay nombres ni pasado
Ni
porvenir, sólo un instante cierto.)
Y
salvará las bárbaras distancias
Y
husmeará en el trenzado laberinto
De
los olores el olor del alba
Y
el olor deleitable del venado.
Entre
las rayas del bambú descifro
Sus
rayas y presiento la osatura
Bajo
la piel espléndida que vibra.
En
vano se interponen los convexos
Mares
y los desiertos del planeta;
Desde
esta casa de un remoto puerto
De
América del Sur, te sigo y sueño,
Oh
tigre de las márgenes del Ganges.
Cunde
la tarde en mi alma y reflexiono
Que
el tigre vocativo de mi verso
Es
un tigre de símbolos y sombras,
Una
serie de tropos literarios
Y
de memorias de la enciclopedia
Y
no el tigre fatal, la aciaga joya
Que,
bajo el sol o la diversa luna,
Va
cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su
rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al
tigre de los símbolos he opuesto
El
verdadero, el de caliente sangre,
El
que diezma la tribu de los búfalos
Y
hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga
en la pradera una pausada
Sombra,
pero ya el hecho de nombrarlo
Y
de conjeturar su circunstancia
Lo
hace ficción del arte y no criatura
Viviente
de las que andan por la tierra.
Un
tercer tigre buscaremos. Éste
Será
como los otros una forma
De
mi sueño, un sistema de palabras
Humanas
y no el tigre vertebrado
Que,
más allá de las mitologías,
Pisa
la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me
impone esta aventura indefinida,
Insensata
y antigua, y persevero
En
buscar por el tiempo de la tarde
El
otro tigre, el que no está en el verso.
Jorge
Luis Borges
Soy
Soy
el que sabe que no es menos vano
Que
el vano observador que en el espejo
De
silencio y cristal sigue el reflejo
O
el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy,
tácitos amigos, el que sabe
Que
no hay otra venganza que el olvido
Ni
otro perdón. Un dios ha concedido
Al
odio humano esta curiosa llave.
Soy
el que pese a tan ilustres modos
De
errar, no ha descifrado el laberinto
Singular
y plural, arduo y distinto,
Del
tiempo, que es de unos y es de todos.
Soy
el que es nadie, el que no fue una espada
En
la guerra. Soy eco, olvido, nada.
Jorge
Luis Borges
Himno
a la juventud
Heu
quantum per se candida forma valet!
Propercio, II, XXIX, 30
A
qué vienes ahora,
juventud,
encanto
descarado de la vida?
Qué
te trae a la playa?
Estábamos
tranquilos los mayores
y
tú vienes a herirnos, reviviendo
los
más temibles sueños imposibles,
tú
vienes para hurgarnos las imaginaciones.
De
las ondas surgida,
toda
brillos, fulgor, sensación pura
y
ondulaciones de animal latente,
hacia
la orilla avanzas
con
sonrosados pechos diminutos,
con
nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh
diosa esbelta de tobillos gruesos,
y
con la insinuación
(tan
propiamente tuya)
del
vientre dando paso al nacimiento
de
los muslos: belleza delicada,
precisa
e indecisa,
donde
posar la frente derramando lágrimas.
Y
te vemos llegar -- figuración
de
un fabuloso espacio ribereño
con
toros, caracolas y delfines,
sobre
la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún
trémula de gotas,
deslumbrada
de sol y sonriendo.
Nos
anuncias el reino de la vida,
el
sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin
deseo enconado como un remordimiento
--
sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela
infantil, en quien coinciden
la
directa belleza de la starlet
y
la grandiosa timidez del príncipe.
Aunque
de pronto frunzas
la
frente que atormenta un pensamiento
conmovedor
y obtuso,
y
volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre
mojadas mechas rubias
la
expresión melancólica de Antínoos,
oh
bella indiferente,
por
la playa camines como si no supieses
que
te siguen los hombres y los perros,
los
dioses y los ángeles,
y
los arcángeles,
los
tronos, las abominaciones...
Jaime
Gil de Biedma
Qué
ruido tan triste
Qué
ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando
se aman,
parece
como el viento que se mece en otoño
sobre
adolescentes mutilados,
mientras
las manos llueven,
manos
ligeras, manos egoístas, manos obscenas,
cataratas
de manos que fueron un día
flores
en el jardín de un diminuto bolsillo.
Las
flores son arena y los niños son hojas,
y
su leve ruido es amable al oído
cuando
ríen, cuando aman, cuando besan,
cuando
besan el fondo
de
un hombre joven y cansado
porque
antaño soñó mucho día y noche.
Mas
los niños no saben,
ni
tampoco las manos llueven como dicen;
así
el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,
invoca
los bolsillos que abandonan arena,
arena
de las flores,
para
que un día decoren su semblante de muerto.
Luis
Cernuda
Soneto
XXIII
En
tanto que de rosa y de azucena
se
muestra la color en vuestro gesto,
y
que vuestro mirar ardiente, honesto,
con
clara luz la tempestad serena;
y
en tanto que el cabello, que en la vena
del
oro se escogió, con vuelo presto
por
el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el
viento mueve, esparce y desordena:
coged
de vuestra alegre primavera
el
dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra
de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará
la rosa el viento helado,
todo
lo mudará la edad ligera
por
no hacer mudanza en su costumbre.
Garcilaso
de la Vega
Contiene
una fantasía contenta con amor decente
Deténte,
sombra de mi bien esquivo,
imagen
del hechizo que más quiero,
bella
ilusión por quien alegre muero,
dulce
ficción por quien penosa vivo.
Si
al imán de tus gracias atractivo
sirve
mi pecho de obediente acero,
¿para
qué me enamoras lisonjero,
si
has de burlarme luego fugitivo?
Mas
blasonar no puedes satisfecho
de
que triunfa de mí tu tiranía;
que
aunque dejas burlado el lazo estrecho
que
tu forma fantástica ceñía,
poco
importa burlar brazos y pecho
si
te labra prisión mi fantasía.
Sor
Juana Inés de la Cruz
Afterglow
Siempre
es conmovedor el ocaso
por
indigente o charro que sea,
pero
más conmovedor todavía
es
aquel brillo desesperado y final
que
herrumbra la llanura
cuando
el sol último se ha hundido.
Nos
duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa
alucinación que impone al espacio
el
unánime miedo de la sombra
y
que cesa de golpe
cuando
notamos su falsía,
como
cesan los sueños
cuando
sabemos que soñamos.
Jorge
Luis Borges
Testamento
Habiendo
llegado al tiempo en que
la
penumbra ya no me consuela más
y
me apocan los presagios pequeños;
habiendo
llegado a este tiempo;
y
como las heces del café
abren
de pronto ahora para mí
sus
redondas bocas amargas;
habiendo
llegado a este tiempo;
y
perdida ya toda esperanza de
algún
merecido ascenso, de
ver
el mar sereno de la sombra;
y
no poseyendo más que este tiempo;
no
poseyendo más, en fin,
que
mi memoria de las noches y
su
vibrante delicadeza enorme;
no
poseyendo más
entre
cielo y tierra que
mi
memoria, que este tiempo;
decido
hacer mi testamento.
Es
éste:
les dejo
el
tiempo, todo el tiempo.
Eliseo
Diego
Soneto
sin palabras
Ya
sólo soy la sombra de tu ausencia,
una
oscura mitad que se acostumbra;
dulce
granada abierta en la penumbra,
madura
a tu rigor. Sorda existencia.
Desmayado
vivir, ciega obediencia
que
la memoria de tu voz alumbra.
Pupila
fiel; ojo que no vislumbra
su
cielo. ¡Ángel caído a tu sentencia!
Desterrado
de asombros y colores
beso
mi cicatriz y la humedezco
en
salobres cristales lloradores.
Me
aclimato al olvido que padezco.
Y
a los agudos garfios heridores
la
inútil apagada carne ofrezco.
Emilio
Ballagas
Poema
59
Soñé,
confuso, y fue el sueño disperso
Y,
al despertar de aquella confusión,
Vi
que esta vida, y vi que este universo
No
son más claros que los sueños son.
Paira
una oscura luz donde converso
Me
hallo a la realidad de la ilusión.
Cierro
los ojos, y de nuevo inmerso
Soy
en lo oscuro de la ensoñación.
Oscuro,
oscuro todo, en sueño y vida,
Es
esa misma mezcla de entre-ser
A
la noche o al día transferida.
Nada
es real, ni en su vano acontecer
Pertenece
a una forma definida,
Rastro
visto de cosa sólo oída.
Fernando
Pessoa
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