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Edmundo Desnoes: dossier

     El presente número de La Habana Elegante ofrece a sus lectores un dossier dedicado al escritor cubano Edmundo Desnoes.  A propósito de ello queremos expresar nuestra gratitud a Jorge Luis Camacho por haber reunido, especialmente para edición, los materiales de y sobre Desnoes que aquí incluimos: un capítulo de su novela, aún inédita, Memorias del desarrollo así como un capítulo de un libro de ensayo, también inédito. Este capítulo lleva por título: "Nacer en español."  A continuación de la presente nota introductoria puede leerse "Desnoes vuelve a escribir: Un trazo de pintura roja en el suelo. Edmundo Desnoes entre New York y La Habana" (introducción a la obra de Desnoes, por Jorge Luis Camacho), y fragmentos de una entrevista a Desnoes, del propio Camacho: "La duda radical y la certeza ridícula: Entrevista a Edmundo Desnoes."
     Nuestra entrega se enriquece aún más con un trabajo inédito del ensayista cubano Iván de la Nuez -- "El Hombre Nuevo ante el Otro Futuro" -- y con un artículo del poeta y ensayista cubano Carlos A. Aguilera: "La Estructura del Relato... Apuntes sobre Literatura y Nación." La Habana Elegante expresa también su gratitud a De la Nuez y a Aguilera por habernos permitido compartir sus trabajos con nuestros lectores.

Desnoes vuelve a escribir

     En su entrevista con William Luis en 1980, Desnoes afirma que está escribiendo una novela que titula tentativamente El traidor. Veinte años después nos entrega un capítulo inédito de Memorias del Desarrollo, su primera novela escrita en los Estados Unidos. 
     La nueva novela promete ser una especie de continuación de Memorias del Subdesarrollo (1964) donde Desnoes narra en primera persona, la vida de un intelectual “pequeño burgués” en medio del turbión revolucionario. En la segunda parte de este díptico, el narrador repasa con una prosa incisiva sus años de exilio en los Estados Unidos, su vida como académico en el prestigioso colegio Darmouth, sus amantes y su relación siempre problemática con el pasado y la política. 
     Agradecemos a Edmundo Desnoes su gentileza al dejarnos publicar este capítulo así como las fotografías y la portada del libro.
 

Un trazo de pintura roja en el suelo: Edmundo Desnoes entre New York y la Habana

"El subdesarrollo es la incapacidad de acumular experiencias".
Edmundo Desnoes

Jorge Luis Camacho

     En septiembre del año pasado y con motivo del segundo encuentro sobre literatura iberoamericana en la universidad de Arkansas Tech, invitamos a Edmundo Desnoes a dar una conferencia y participar Edmundo Desnoes y Jorge Luis Camachoen un debate sobre Memorias del Subdesarrollo (1964). La charla, como habíamos previsto, fue todo un éxito y resonó con fuerza en las mentes de aquellos chicos que oían con atención y un poco de sorpresa al escritor cubano hablarles en un perfecto inglés sobre Shakespeare, Cervantes, la Biblia y el hechizo del Corán.
     Al día siguiente Desnoes accedió a hacer esta entrevista, la cual fue mas bien una larga conversación, y de la cual publicamos un fragmento para evitar repeticiones y otras preguntas que Desnoes contestó después de venir a la universidad. 
     En sus respuestas llama la atención esa perseverancia en seguir pensando críticamente la cultura y continuar alimentando “la duda radical después de tantos años de certeza ridícula.” El capítulo inédito de su próxima novela que aparece en este dossier, se construye como un discurso irreverente y a veces despiadado contra las convenciones sociales norteamericanas y los íconos que han dominado ideológicamente la Isla en los últimos 43 años. 
     La vida de Edmundo Desnoes se ha dividido entre New York y la Habana. Nació en la capital de la más grande de las Antillas, de padre cubano y madre jamaiquina, y allí  completó sus estudios hasta la escuela secundaria. Más tarde se trasladó a New York donde obtuvo una maestría en periodismo por la Universidad de Columbia. Después de vivir en Venezuela, Bahamas y los Estados Unidos, Desnoes regresó a Cuba en 1961 y dos años después publicó su primera novela: No hay problema. A esta novela le siguieron otras rápidamente: El Cataclismo, y Memorias del Subdesarrollo con la  cual alcanza la notoriedad literaria. 
     La versión cinematográfica de este último libro, hecha por Tomás Gutiérrez Alea, se convirtió en un clásico de la cinematografía internacional. El guión fue escrito por el autor en colaboración con elSergio Corrieri en Memorias del Subdesarrollo director y además de ganar numerosos premios en festivales internacionales, el New York Times la incluyó entre las mejores películas extranjeras de 1971. Recientemente Rutgers University publicó el guión junto con la novela y hace unos años en 1998 fue incluida en un ciclo de películas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. 
     Además de su labor como novelista y guionista en los años 60, Desnoes ha escrito sobre arte, fotografía y la relación entre la cultura mediática norteamericana y la política. En 1965 escribió un estudio sobre el pintor cubano Wilfredo Lam a quien le unió una gran amistad. En 1968 escribió también una monografía sobre el cartel cubano, entonces en exhibición en el Museo de Ámsterdam y en 1972 apareció el libro del fotógrafo Paolo Gasparini: Para verte mejor, América Latina con textos suyos.
     Luego de desertar en 1979, en la Bienale de Venecia, a donde fue invitado como crítico de fotografía, Desnoes viajó a los Estados Unidos para enseñar durante varios años en la cátedra de literatura latinoamericana de Darmouth College. Desde entonces ha publicado varios ensayos relacionados con los estudios académicos norteamericanos. Entre estos están un ensayo sobre la imagen fotográfica, la cultura de masas y una antología de literatura cubana de la revolución. Sus textos críticos, como el citado “The photographic Image of Underdevelopment”  han aparecido en antologías sobre semiótica como la de Marshal Blonsky On Sings (1985) donde se incluye también un artículo sobre la imagen de Fidel Castro en los Estados Unidos. En 1998 escribió el prefacio al catálogo para una exhibición conmemorativa: Paris 1968: Posters from the Atelier Populaire.
     En todos sus textos, Desnoes polemiza, cuestiona, y duda de cualquier certeza, incluso la propia. portada de Los dispositivos en la florSu antología Los dispositivos en la flor. Cuba, literatura desde la revolución (1981) editada junto con William Luis, es tal vez su libro más controversial y el que suscitó mayores críticas entre los intelectuales de ambos lados del estrecho de la Florida. Publicado en un momento particularmente tenso de la política cubana - norteamericana (la crisis de los 80 y el éxodo del Mariel)  momento tenso -como casi todos desde hace 43 años, el libro incluye fragmentos de discursos de Fidel Castro, Ernesto Guevara, y textos de ficción de autores como Reinaldo Arenas y Cabrera Infante.  Sobre esta antología Desnoes ha dicho recientemente: “Vivo entre Cuba y Estados Unidos, entre el español y el inglés, entre los cubanos de la isla y los cubanos del exilio. Por eso publiqué Los dispositivos en laflor, una antología que abraza y quiere incluir a todos los paridos por la isla caribeña y a todos los nacidos en español.” Tanto en nuestra conversación como en sus respuestas a esta entrevista late un obstinado deseo de mantenerse en el medio, en una especie de puente precario sobre las aguas. ¿Lo ha logrado?
     En diciembre de 2002, Desnoes regresó a Cuba para visitar la familia, sus amigos y participar como jurado del concurso Casa de las Américas. La nota más interesante de aquella visita no fue el aplauso cerrado que le dieron en la institución, ni siquiera las declaraciones del régimen. Para mí, la nota más importante apareció en observación casi marginal, publicada por un periodista independiente en los Estados Unidos. Según el escritor Jorge Alberto Aguiar, en un artículo para Cubanet.org, por la misma fecha en que Desnoes visitaba la Habana el régimen había censurado un acto de música rap en el barrio de Alamar. Los censores del gobierno, preocupados por el contenido ideológico de las letras raperas, buscaban con insistencia los textos de los chicos con el fin de evitar la más mínima subversión del espacio público. En consecuencia, afirma Jorge Alberto:

Debido a la suspensión de la lectura y el "perfomance" de Amaury y Luis Eligio, la actividad del sábado 23 [de diciembre] se redujo a presentar a tres cantantes de Rap - que tuvieron que mostrar antes sus letras a la dirección del centro - y a escuchar música grabada. En medio del baile se desarrolló una Acción Plástica donde el público podía escribir y dibujar con pintura roja en el suelo. Una adolescente de apenas de quince años dejó su trazo en una frase del escritor Edmundo Desnoes que provocó comentarios: "El subdesarrollo es la incapacidad de acumular experiencias".
     Sin saberlo o tal vez sabiéndolo aquella adolescente le dio al escritor el mejor homenaje que podía recibir en New York o la Habana. Su mensaje escrito con pintura roja en el suelo era claro: después de cuarenta y tres años de socialismo planificado, su país era más pobre, y más subdesarrollado que nunca. Las palabras de “memorias” nunca habían alcanzado una actualidad  tan sobrecogedora y triste.
 

La duda radical y la certeza ridícula: Entrevista a Edmundo Desnoes

Jorge Camacho

JC: Al inicio de Memorias del Subdesarrollo citas a Montaigne donde habla de las naciones bárbaras. Esto, creo que es evidente, representa la imagen del mundo subdesarrollado desde Europa. ¿Qué hace a Cuba una nación bárbara en los años sesenta en el sentido que da Montaigne a esta frase?

ED: Cualquiera puede aprender a escribir - si al menos tiene un par de habitantes en la azotea - como San Juan de la Cruz o como Gabriel García Márquez. Para alguno sería cuestión de días, para otros de largos años. Pero cualquiera puede escribir una nueva versión de Cien años de soledad. Lo decisivo, sin embargo, es tener voz propia, una mirada que revele una manera nueva, o al menos diferente, de ver las cosas. Yo me propuse existir a partir de las contradicciones, los complejos, las ambiciones del hombre subdesarrollado, y la mujer hundida, clamando desde las delicias del subdesarrollo. Carpentier, por ejemplo, encontró lo real maravilloso, ya que no podía ser un escritor surrealista y, de paso, francés; decidió construir lo maravilloso de una realidad incoherente - yo descubrí mi subdesarrollo, un subdesarrollo que palpitaba con el sueño de ser desarrollado.

JC: Me parece interesante que hay dos mundos en Memorias, el mundo del intelectual y el mundo popular, pero sin embargo ambos mundos se van uniendo en varios lugares de la obra y, por ejemplo, en la película Sergio aparece en este grupo musical que está tocando; luego en el grupo que viene cantando: pa’lante y pa’lante. ¿Cuál es la relación entre lo intelectual y lo popular en Cuba de los sesenta?

ED: En lugar de una tediosa, y tal vez justa, división de la sociedad en clases: alta burguesía, pequeña burguesía, proletariado…yo propongo que entre nosotros existen dos mundos: la calle y  laescena de Memorias del subdesarrollo casa. La casa es el único mundo estable, abrazado por la continuidad; la familia organiza la sociedad. La calle es un mundo fascinante y cruel, un mundo que te amenaza y quieres dominar; el otro es un hermano o un enemigo. La primera escena de Memorias es la fuerza de la calle y de la Revolución. La sabiduría del pueblo contra la sabiduría del individuo. Todos vivimos en la confusión; confusión es existencia. La idea del socialismo sedujo a varias generaciones, convenció a muchos de que había en la ignorancia y la opresión económica una suerte de sabiduría. Que los humillados y ofendidos son superiores. En el fondo, una idea cristiana. El obrero tiene una mayor relación con la realidad y los sentimientos. Como toda ideología, es una construcción cultural. Yo creo en la justicia social porque es una construcción espiritual y no una realidad objetiva. Los mejores, más puros actos son los actos culturales, y también los más monstruosos. La cultura es y será siempre un producto de las élites. Yo me identifiqué con la Revolución como un acto religioso; escribo porque busco la verdad como el místico busca la deidad absoluta. 
     Yo no pretendo, aunque en cierto momento pretendí escribir en nombre del pueblo, hablar en nombre de nadie. Mi experiencia es sólo mi experiencia. El otro es sagrado, impenetrable. Yo no hablo en su nombre, aunque deseo que se descubra en mis palabras. La película, Memorias, pensamos, pensé yo que sería una obra para los happy few de Stendhal. Una obra de minorías. Demasiado intelectual e introspectiva. Recuerdo que durante un alienante trabajo productivo un obrero se acercó y me dijo que había visto Memorias tres veces, que yo tenía razón en lo que decía del cubano. O él era un obrero intelectual o yo era un intelectual obrero.

JC: Otra cosa que tiene que ver con la música. En la novela la chica habla cantando, en Los dispositivos hablas de la música antes del triunfo de la revolución. ¿Tienen algún propósito estas ideas en la novela?

ED: Cumple, como siempre debe ocurrir cuando tocamos lo ideal en literatura, al menos tres funciones. Adelanta la narración, provoca una sonrisa en el lector y revela una faceta importante del personaje. También se relaciona con tu pregunta sobre la cultura popular. Si algo influyó profundamente en mi locura literaria, ese algo es la letra de las canciones populares. De niño memorizaba la letra de innumerables canciones, muchas veces sin entender el sentido de las palabras, sólo su musicalidad y su poder evocativo. Recuerdo haberle preguntado a mi tía Julia: “¿Qué quiere decir frenesí?” Jamás olvidaré la siguiente metáfora de un bolero: “el hastío es pavo real que se aburre de luz en la tarde”. Las canciones populares son el origen de muchos de nuestros sentimientos más íntimos. Increíble pero cierto. En eso Elena y yo somos uno.

JC: Memorias, el libro, y Memorias, la película, están indisolublemente unidas. ¿Te molesta esta unión? 

mano de Edmundo DesnoesED: Todo lo contrario. Yo generé las palabras, y Titón, las imágenes. Hoy no puedo pensar en la novela sin la película; la persistencia de Memorias en nuestra cultura es un fenómeno literario y cinematográfico. Son una y la misma cosa; el conflicto entre literatura y cine ha desaparecido. No reniego, como la mayoría de los escritores, de la versión cinematográfica de mi novela. El cine aquí no es un género transitorio, Memorias me ha convertido en un clásico. Y lo clásico, como dijo Juan Ramón, es lo vivo. Es mi cárcel, mi monumento y mi tumba.
     La novela y la película son uña y carne. Con algunas pequeñas diferencias en el largo de las uñas. Titón aportó al guión el uso del documental, la discusión ideológica de la invasión de Playa Girón, todo el análisis de las clases en Cuba. Yo pensé al principio que la secuencia era un ensayo, una suerte de cuña dentro de la narración. Ya es parte integral de la obra. También añadió las imágenes de Sergio cubriéndose el rostro con la media de seda de su mujer y la capa de piel sobre los hombros. Yo añadí la grabación secreta que la desquició. La secuencia de la visita de los inspectores de la Reforma Urbana también se le ocurrió a Titón.

JC: ¿Cómo surgió la idea de añadir los momentos críticos en la película?

ED: Normalmente la introducción de metraje documental no funciona con la ficción narrativa. Resulta un poco arbitrario y estéticamente contradictorio. Pero vivíamos un momento histórico donde la narración historia y la ficción cinematográfica formaron un todo y todo fluye con naturalidad. Estábamos viviendo en la historia y en la subjetividad a un mismo tiempo. Creo que fue Sydney Pollack el que dijo que el documental y la narración cinematográfica integraban en Memorias un tejido sin costuras.

JC: Y cuando has explicado esto a los estudiantes en las Universidades norteamericanas ¿cómo se han sentido? ¿Cuál ha sido la reacción de ellos a la película?

ED: Depende de la ubicación individual. Algunos puristas insisten en que es una cuña arbitraria dentro de la narración. Otros aprecian la lección de historia, aunque algo simplista y dogmática. A mí siempre me recuerda los años de intensidad y compromiso: así veíamos el mundo dividido en clases -el torturador y el torturado, el hombre de la libre empresa, el sacerdote. Un poco mecánico pero válido.

JC: Tanto en el libro como en la película hay una fuerte crítica a Hemingway. No sé si esto lo ves como parte de tu generación que se sintió así porque en los últimos años ha habido películas, libros y no ha habido una crítica tan fuerte.

ED: El ensayo sobre Hemingway es, fue un intento adolescente por reclamar mi derecho a expresar mi propia visión de la isla de Cuba y mi lugar, como escritor del subdesarrollo, dentro de la literaturaEdmundo Desnoes mundial. Luchaba por mi independencia Also Rises y The Green Hills of Africa. Como escribió Paul Valery, “el león se nutre de cordero asimilado.” Yo quería ser el león y no el cordero que alimentó a Hemingway. El ensayo no me convirtió en león pero me libró de ser cordero. Me siento más como una palabrera cabeza de león con el cuerpo de un blando cordero.
     También me ayudó a reclamar mi lugar dentro del discurso ideológico de la revolución. Fidel Castro había declarado que “toda la obra de Hemingway es una defensa de los derechos humanos” y yo aproveché la oportunidad para escribir, temblando de miedo ante posibles represalias, que nuestro Comandante en Jefe había sido demasiado generoso. Que la revolución, por oportunismo político defendía a Hemingway, pero que era obvio que todo escritor es producto de su época y su circunstancia.
     Hoy vuelvo a insistir: Hemingway es un maestro de la narrativa desarrollada y muscular (en mi caso admiré primero a Pío Baroja), pero su visión nos ignora y nos humilla (como escritores arrabaleros). Mi ambición, mi locura quijotesca: alimentarme, como cordero, de león asimilado.

JC: Una de las cuestiones más impactantes de los sesenta es la fragmentación de la familia por cuestiones políticas. En Memorias aparece también esta problemática que se ha agudizado tremendamente en los siguientes 43 años de la revolución.

ED: Es parte de mi visión existencial del individuo solo ante la sociedad. Yo en realidad he vivido siempre de espaldas a la familia. De joven, si veía venir por la acera a mi hermano, cruzaba la calle para no tener que saludarlo. Por muchos años yo creía más en la amistad y la sociedad. En la comunión de la pareja. En los “vasos comunicantes” de Goethe y no en la sangre.
     Recuerdo que Oscar Lewis, el sociólogo, le preguntó al Che si la revolución se había propuesto deliberadamente destruir los lazos familiares. El Che le respondió que las leyes, las medidas revolucionarias que afectaron a la familia no fueron nunca premeditadas, sino un accidente del proceso.

JC: ¿Cuáles son los libros que leería Sergio?

ED: Primero quiero aclarar que soy y no soy Sergio. Pero si algún libro influyó en tanto Sergio como en Desnoes, es El extranjero, de Camus. Mi ventaja es que nuestro existencialismo trasciende porque palpita dentro de la historia. Pero hay un libro que no leyó Sergio y que formó mi subjetividad, mi aguda interioridad: Memorias del subsuelo, de Dostoievski. El título viene de la traducción que me tocó leer de adolescente; hay otras versiones en español: El hombre del subsuelo, El hombre subterráneo

JC: La novela tiene un estilo sentencioso.

pie de Edmundo DesnoesED: Es parte de mi manera de vivir: pasar de la acción a las ideas, de vivir, de insertarme entre los hechos y el pensamiento. Vamos a decirlo sin ambages: ligado al escamoteo de la contrarreforma. Como Antonio Machado, prefiero una buena metáfora que una docena de aproximaciones desconcertantes. No quiero impresionar, quiero compartir una experiencia.
     Escritores como Carpentier y García Márquez han escogido deslumbrar más que convencer. Es la gran imaginación que carece de rigor intelectual. Mucha bulla y pocas nueces. Creo que los escritores comprometidos con lo real maravilloso me recuerdan al mendigo con el culo en el charco de agua y soñando con una cornucopia de melones y otras frutas deliciosas y descomunales. Tengo 72 años y voy a decir lo que siento y no sentir lo que digo. Los escritores del boom se convirtieron en demiurgos, en creadores de un mundo cerrado y alucinante, pero impotente. No hay espacio para la incertidumbre, las dudas y la bancarrota del mundo que los jóvenes han heredado. 
     Lo único que tiene valor en Memorias es la subjetividad, la voz interior, la ambigüedad del narrador.

JC: También reaparecen las metáforas biológicas con mucha frecuencia. La idea de podredumbre. Esta metáfora parece sugerir que las cosas en el trópico son como son. ¿Crees que hay una especie de esencialismo en las cosas?

ED: La podredumbre es un factor central y vital de la vida en el Caribe. El trópico es un proceso de descomposición. Todo es fugaz y violento como el crepúsculo. Somos fugaces, efímeros, evanescentes… Todos los humanos somos mortales, pero nosotros en el Caribe somos especialmente transitorios. Tú guardas un libro y se llena de musgo y se corrompe con la humedad. El sol quema y borra las imágenes. A eso se refiere Sergio cuando habla de la mujer cubana como una fruta de se pudre antes de alcanzar su madurez. Como el verso de Lezama: “Ha, que tú escapes en el instante en el que ya habías alcanzado tu definición mejor…”

JC: Y Orígenes

ED: Lo más atractivo de Orígenes, para un escritor joven y algo comemierda, es la pureza del movimiento. Aunque vivió de espaldas a la política y refugiado en un concepto de la burguesía colonial, católica, “por la más bien enorme Calzada de Jesús del Monte, donde la demasiado luz forma otras paredes con el polvo,” la revista era un oasis. Era un mundo donde se respetaba la literatura, una isla de pureza cultural en medio de una isla de corrupción. Orígenes influyó en mi amor y terror de las palabras, en la salvación a través de la literatura. Siento que Lezama, por su poesía liberadora y endemoniada, es el escritor más redentor del siglo XX cubano. La palabra lo es todo y no es nada.

JC: Me dices que estás escribiendo una nueva novela.

ED: Está casi terminada, como mi vida. Ahora veo que forma un díptico con Memorias del subdesarrollo, la podría titular Memorias del desarrollo. Es la misma voz, el mismo narrador en busca de su salvación, no a través de una cierta curiosidad política, social, sino enfrascada en una búsqueda espiritual, de salvación a través del otro, de la mujer como mediadora mística. Es una exploración de la vejez, del exilio en español en un mundo que habla inglés, si el fin final es una iluminación o simplemente la incoherencia. El exilio y la vejez me han hecho transparente. Muchos escritores se aferran a su juventud, al pasado cuando el cuerpo se les va arruinando, cuando los recuerdos se corrompen y lo traicionan. Los demás te miran como un ser ridículo o transparente. Yo me lanzo al vacío del precipicio.

JC: ¿Qué crees de lo que se ha publicado últimamente en Cuba y fuera de Cuba?

ED: Trilogía sucia de La Habana me parece un libro detergente, limpiador. Muchos lo leen por sus pasajes escabrosos, por su priapismo elocuente. Yo lo encuentro refrescante, es un baño que remueve todo los excesos ideológicos, moralistas, sociológicos, toda la retórica, de lo realmaravilloso, la verborrea literaria de los últimos cuarenta años. Pedro Juan Gutiérrez nos devuelve al escepticismo purificador de la novela  picaresca - tal vez la  más genuina creación literaria de la narrativa en lengua española. También he leído con curiosidad criolla, especialmente la exploración de nuestra relación con personajes que responden al nombre de Volodia Y Ekaterina. Creo que la voz de los jóvenes escritores debe buscar los huesos y no la piel de nuestra nueva realidad existencial. Y siempre con una dosis de duda radical después de tantos años de certeza ridícula.

 JC: Eres un escritor entre dos culturas.

Vivir entre dos culturas es vivir en un puente. Siempre estás viajando entre una ribera y otra. Y bajo tus pies sientes la corriente del río: a veces turbulenta, amenazando engullirte y arrastrarte hacia elJorge Luis Camacho abismo, otras dulce, llena de tiernos remansos, de un fluir mirando el cielo. Es un puente turbulento y dulce. Quiero aprender a vivir en el puente, consciente de Edmundo Desnoesque nunca descansaré en la ribera derecha y tampoco en la ribera izquierda.
     Martí encabezaba la correspondencia dirigida a mi abuelo en Jamaica: “Mi noble Pérez.” Mi abuelo, Francisco Pérez ayudaba desde Kingston a organizar la guerra del 95. Allí mi padre conoció a mi madre, Hilda Desnoes. Hija de una acaudalada familia de origen francés, pero de habla inglesa. De ahí viene mi conocimiento de las dos lenguas, que es decir las dos culturas. Hablaba de niño inglés con mi madre y español con mi padre.
     Abandoné sin pensarlo el apellido de mi padre gracias a una sugerencia de Lezama Lima: “Yo no puedo publicar en Orígenes a un autor con ese apellido, Pérez. ¿No tienes otro?” Le respondí con el apellido de mi madre. “Ese sí es un nombre literario, Desnoes. Como el tierno poeta Robert Desnoes, mezclado con el novelesco Edmundo Dantés, conde de Montecristo.” Y así nació el escritor en las páginas de Orígenes. Creo que resulta revelador que abandoné un nombre con abolengo patriótico por otro de estirpe literaria.

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