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Esta sección ofrece dos ensayos, siendo el primero de
ellos, Cuando los barcos no llegan,
es una reflexión de Rafael Álvarez R. sobre el Coloquio con Juan Ramón
Jiménez, de José Lezama Lima, mientras que Pablo
de Cuba Soria en La Última Lectura De Orlando / El
Sendero Otro, nos propone lo que llama - a modo de
subtítulo - (Esbozos sobre
cierta poesía de Eliseo Diego). Cuando los barcos no llegan La mer, la mer, toujours recommencée. Paul Valéry A Denis. Rafael Álvarez R. I Setenta años nos separan del Coloquio con Juan Ramón Jiménez, encuentro entre titanes de las letras: el andaluz y José Lezama Lima. El primero, había sido llamado por don Fernando Ortiz a ofrecer disertaciones en la capital; el segundo, en ese entonces alumno de Derecho y secretario de Verbum,1 devorador impenitente de literatura; ambos: vasallos de La Habana y sus encantos, del “secreto” al que se refiriera María Zambrano. Si la Ínsula es para la malagueña su “patria pre-natal”,2 para el nacido en Moguer se acerca a lo íntimo en poesía porque “[…] busca en su bella nacionalidad terrestre, marina y celeste su internacionalidad verdadera”.3 Es desde el hallazgo del potencial literario donde ellos detectaron la inquietud por la edificación de un saber “oculto”. En el caso de Juan Ramón Jiménez la alianza generó el Festival de la Poesía Cubana (14 de febrero de 1937, teatro Campoamor) y La poesía cubana en 1936.4 Al cerrar el prólogo de esta antología, en correspondencia con la tentativa de “iluminar el misterio” del país, señala: Cuando el mar de una isla no es sólo mar para ir a otra parte, sino para que lo pasee y lo goce, mirando hacia dentro, el cargado de conciencia universal tanto como el satisfecho inconciente, esa isla será alta y hondamente poética, no ya para los de fuera sino, sobre todo, para los de dentro.5 Este texto de Juan Ramón, así como su presencia, avivaron la lucidez de los intelectuales. En vísperas de su primer aniversario entre nosotros fue interrogado públicamente sobre el “explosivo” que detonó con estas notas introductorias a La poesía cubana en 1936: el asunto insular. Sus juicios incentivaron la polémica que ya venía fraguando un peligroso interlocutor: José Lezama Lima. Coloquio… se recuerda como una hiperbolización del imaginario lezamiano ya que no existe una fuente que autentifique step by step la presunta controversia, publicada por la Revista Cubana en el número correspondiente a enero-marzo de 1938. No obstante, si bien el creador de Sonetos espirituales reconoció añadiduras en sus intervenciones una vez impresas, no desmintió su coautoría, como lo afirma en la nota-exergo al facultar el inicio de la plática. Así (se) legitima el encuentro como baluarte de la reflexión, no ya en la maniobra de deslindar sus ideas de las de su colega, sino en el aporte que se ofrenda a los debates en torno a la identidad nacional en un período que demandaba la urgencia. II Contrario a lo que se cree La isla en peso6 no origina la saga insular, aparece seis años más tarde que Coloquio con Juan Ramón Jiménez. Lezama Lima sugiere primero el mito. Si para él es una “fiesta innombrable”7 nacer en la Isla, y ella constituye la destinataria de su telos; para Virgilio Piñera es incertidumbre, insuficiencia, limitación (sobre todo existencial) por su aislamiento. Piñera, cuyo poema-libro referido es escéptico frente a las normas identitarias consensuadas por la voz coral, será como ese hijo díscolo que “mata al padre” y se separa de sus influencias para fijar las suyas. Asistimos a la colisión de dos visiones programáticas que disienten sobre un mismo metarrelato: la insularidad. III Lezama abre8 Coloquio… puntualizando que el insularismo no se debía identificar con la etapa anterior o “contemporánea” de nuestra lírica ni con lo más evidente de nuestra conducta. ¿A qué sujetarnos para circunscribir el indicio? Si examinamos en algunos diccionarios de lengua española el vocablo “isla”, las definiciones convergen en que es: una porción de tierra rodeada de agua, sea de mar, río o lago. Juan Ramón Jiménez comenta al respecto: ¿Qué extensión le da usted al concepto “insularismo”? Porque si Cuba es una isla, Inglaterra es una isla, Australia es una isla y el planeta en que habitamos es una isla. Y los que viven en islas deben vivir hacia adentro. Además, si se habla de una sensibilidad insular, habría que definirla o, mejor, que adivinarla por contraste. En este caso, ¿frente a qué, oponiéndose a qué otra sensibilidad, se levanta este tema de la sensibilidad diferente de las islas? En poesía, para concretarme a la esencia de todo problema de sensibilidad, no he advertido que el problema del “insularismo” penetre el de la sensibilidad artística hasta darle un tono distinto. Véase, por ejemplo, la gran lírica inglesa.9 Si nos restringimos a la acepción geográfica de la palabra “isla”, la tesis insular se dinamitaría porque se ajusta conceptualmente a la Tierra toda: sitiada por agua. El autor de Platero y yo vislumbra una de las agravantes, la imposibilidad de definir la tesis como el estudio antropológico de los isleños, lo cual da fe de cierta reticencia que buscará zonas débiles en las opiniones / contrapunteos de Lezama. IV Cuando el andaluz declara que la poesía inglesa no había sido afectada por el tono del insularismo lanzó un desafío intelectual. Un lustro después obtendría la repuesta, Clavileño.10 En el primer número (primera página) se difundía la traducción que hiciera Eliseo Diego de una leyenda irlandesa del siglo XII: “La isla”.11 Con este texto poético se pretendía exhibir que la desazón insular era consustancial a la lírica inglesa desde la Edad Media. Consideramos que la escogencia de un solo texto no solventa de modo contundente el reto; no obstante para Clavileño sí representó una muestra irrefutable de la proporcionalidad entre insularismo y lírica. En las entregas ulteriores de la revista se vuelve al motivo en: “Las islas” (versión por Gastón Baquero de un poema de Hilda Doolittle) y “Por este Picasso”, comentario de Cintio Vitier. Asimismo el año siguiente (1943) Virgilio Piñera publica La isla en peso. El fenómeno ilustra cómo hay motivos que hallan eco en el círculo concéntrico que tomaría el nombre de grupo Orígenes. V Lezama Lima se ve obligado a enmarcar un área de definición con lo otro divergente a la ínsula, lo que promueve en las zonas medias del intercambio la hipótesis de un contraste entre la sensibilidad insular cubana y la continental mexicana. Hipótesis que pone en solfa el español al referir que, si pertenece Perú al tipo continental e Inglaterra al insular, son distintos en naturaleza expresiva: Perú de México, México de Perú, Cuba de Inglaterra, Inglaterra de Cuba. Se diserta, entonces, sobre la creación poética afrocubana. No son pocos los origenistas que la han censurado12 por declinar hacia un exotismo pintoresco, tipificación de lo cubano, antillanización (en un sentido negativo). Para Juan Ramón la sensibilidad mestiza es análoga a la isleña: ambas desarrollan una vanidad disociadora de las expresiones globales por diferencia y exclusión. Considerando que para los gnósticos la sangre era una mezcla impura de agua y fuego, el contraparte habanero expresa que “abogar por una expresión mestiza es intentar un eclecticismo sanguinoso”, “una poesía inexacta, de inservible pureza”, “una timidez que provocaría toda clase de superficialidades e insolencias”.13 Lezama reconoce que es un avance la “incorporación de la sensibilidad negra y del vocablo onomatopéyico”. Pero distingue dos vicios: el acecho del pintoresquismo, y el recreo en la sinuosidad fonética: “se ha contentado con la primera simpatía de la prueba orejera”.14 Por otra parte esclarece el cubano que la sensibilidad isleña no es antagonista de la directiva universal porque llega a lo cosmopolita luego de una reafirmación de lo autóctono. Esta idea concilia la dualidad hasta ese instante en pugna para las vertientes literarias nacionales y hace guiños a un aforismo suyo del artículo “Razón que sea”, publicado en el primer número de Espuela de Plata, en 1939: “La ínsula distinta en el Cosmos, o lo que es lo mismo, la ínsula indistinta en el Cosmos”.15 La originalidad de la isla la vuelve irrepetible en un diapasón donde cada una de las partes exhibe lo que la identifica y distingue de las demás. A la vez es “indistinta” porque aporta su “resaca” o cosecha del conocimiento científico-humanista a “las corrientes marinas”, en beneficio del flujo ecuménico. VI El autor de Paradiso apela a las aristas que precisan su formulación: “Insularismo” ha de entenderse no tanto en su acepción geográfica, […] sino, sobre todo, en cuanto al problema que plantea en la historia de la cultura y aun de la sensibilidad. […] Frobenius ha distinguido las culturas de litoral y de tierra adentro. Las islas plantean cuestiones referentes a las culturas de litoral. Interesa subrayar esto desde el punto de vista sensitivo, pues en una cultura de litoral interesará más el sentimiento de lontananza que el de paisaje propio. […] Me interesa subrayar su afirmación de que el insular ha de vivir hacia adentro, opinión que coincide con la del maestro Ortega y Gasset cuando afirma que los isleños sólo entornan los ojos a la vista de los barcos cargados de enfermedades infecciosas.16 En sentido recto o figurado lo que distinguiría a una isla es que se transmute en subjetividad vivencial para la creatio, en poética(s). El insularismo se erige condicionante del devenir: articulación entre lo colectivo (internacional) y lo individual (Cuba) donde este último se universaliza toda vez que se reconoce como parte y centro de lo colectivo, sintiéndose bienaventurado por el entorno que lo circunda (visión lezamiana); pero también el insular puede desarmonizarse con su onthos al percibirlo como fatalidad: la ausencia de fronteras, enclaustramiento de la cultura (visión piñeriana). En ese rumbo el límite es un adversario visceral: “¡Nadie puede salir, nadie puede salir!/ La vida del embudo y encima la nata de la rabia/ Nadie puede salir/ el tiburón más diminuto rehusaría transportar un cuerpo intacto/ Nadie puede salir”.17 La criatura insular anhela “el viaje” o “la huida” -físico(a) o simbólico-ontológico(a)- hacia una circunstancia otra, cuerpo de su nostálgica lontananza. Por ello –incluso cuando le sea imposible cumplimentarlos- abdica del “deber ser” o “deber vivir hacia adentro”, según han propuesto Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset (opiniones con las que converge Lezama); y más aún cuando llega un barco: resorte que goza de un libre albedrío envidiado por este isleño, incluso si supone la muerte. José Lezama Lima ubica su propuesta como símbolo en la disquisición sobre lo cubano: Yo desearía nada más que la introducción al estudio de las islas sirviese para integrar el mito que nos falta. Por eso he planteado el problema en su esencia poética, en el reino de la eterna sorpresa, donde, sin ir directamente a tropezarnos con el mito, es posible que este se nos aparezca como sobrante inesperado.18 Este pronunciamiento funda lazos entre insularismo, literatura y cubanidad: agentes taxonómicos que devienen la estrategia “infalible” del proyecto lezamiano para Cuba. El mito insular es la directriz instructiva al tiempo que establece un complemento con la poesía –crisol de la imago y la metáfora- para arribar a una interpretación unitaria del mundo. La imagen detenta el poder de otorgar vida en el acto de nombrar las cosas, el hecho demiúrgico por excelencia. Sugiere la necesidad de plenitud en un doble significado: de alborozo espiritual y de espacio rebosante. Preña un vacío, se entroniza órbita de todo cuanto es. La metáfora funge como la aptitud humana para captar las analogías entre dos elementos comparativos, una suerte de aura clarificadora sobre el reconocimiento de esas semejanzas. Pero el tropo según el ideario estético y conceptual de Lezama, como ha advertido Cintio Vitier,19 no sólo se aplicaría a lo literario sino también a la historia del país. El estudio de las causas y consecuencias de fracasos pasados debía obtenerse en aprendizaje para salvaguardar el futuro. Y también la metáfora histórica se emplearía para absorber la dimensión esencial de lo cubano en épocas anteriores, a cuya resultante habría de insuflársele el aliento integracionista. VII Lezama Lima intuye el fin último para Cuba (teleología insular) mediante el talento hipertélico de la Poesía, arma epistemológica. Puede resultar ingenuo su empleo cosmovisivo de la metáfora de la historia, que le encomendara su teoría generadora a la Poesía, e incluso que ésta trascienda los propios márgenes literarios desde una focalización “objetiva”. Sin embargo, no debe olvidarse discurrimos en torno a un hombre de ferviente cristianismo que reposa en la tutela del espíritu como guardián de la potenciación de la materia. Lezama “desenvuelve […] una poética anagógica y simbólica de fuente religiosa pero que reconoce, por el concepto cristiano de la encarnación, la validez de la realidad material, afirmará en última instancia la unidad poética del mundo como expresión no sólo de su materialidad sino de su espiritualidad”.20 El Coloquio con Juan Ramón Jiménez representó una de las coyunturas que llevó a la aparición de un “estado poético” en el que convergieron los “diez poetas cubanos”, núcleo del grupo Orígenes. José Lezama Lima cimentó sobre una realidad dislocada un corpus donde la poiesis constituía el medio toral de su infraestructura, beneficiada de un sistema de notaciones conceptuales y una integración disciplinaria que coadyuvaron a un desentrañamiento de la identidad cultural de la nación. Nunca fue perdida la utopía. Notas 1. Órgano de la Asociación de Estudiantes de Derecho. Es considerada la matriz – quizá también junto a Luz y Grafos - de las revistas que devinieron Orígenes, donde se nucleó el grupo de igual nombre. Verbum se da a conocer en junio de 1937, su director fue René Villarnovo y el secretario-organizador José Lezama Lima. Le sucedieron las preorigenistas habaneras: Espuela de Plata (bimestral de arte y poesía, 1939-1941); Nadie Parecía. Cuaderno de lo bello con Dios (1942-1944); Clavileño (mensual de poesía, 1942-1943). Dirigidas por Lezama, Guy Pérez Cisneros y Mariano Rodríguez la primera; Lezama y Ángel Gaztelu la segunda; y la tercera, editada por un colectivo integrado por: Gastón Baquero, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Justo Rodríguez Santos, las hermanas García Marruz, Emilio Ballagas; hasta llegar a Orígenes en 1944. 2. María Zambrano: La Cuba secreta, en Correspondencia José Lezama Lima-María Zambrano, María Zambrano-María Luisa Bautista, comp., int. y notas Javier Fornieles Ten, Junta de Andalucía, Renacimiento, 2006, p. 281. 3. Juan Ramón Jiménez: “Estado poético cubano” (prólogo a La poesía cubana en 1936), en Juan Ramón Jiménez en Cuba, comp., pról. y notas Cintio Vitier, La Habana, Arte y Literatura, 1981, p. 72. 4. Juan Ramón Jiménez (comp., pról. y apéndice): La poesía cubana en 1936, La Habana, Institución Hispanocubana de Cultura, 1937. 5. Juan Ramón Jiménez: “Estado poético cubano”, en ob. cit., p. 76. 6. Virgilio Piñera: La isla en peso, La Habana, Tipografía Úcar García, 1943. 7. “La mar violeta añora el nacimiento de los dioses/ ya que nacer es aquí una fiesta innombrable”. Versos tomados del poema “Noche insular: jardines invisibles”, perteneciente al libro Enemigo rumor, 1941. 8. Lezama despliega una prosa de exquisita riqueza plástica en las imágenes sugeridas para evocar figuraciones del art nouveau. Entre ellas insiste en la “serpiente de cristal” que “se persigue” y muda su epidermis. Con esta representación alude no sólo al principio filosófico de la circularidad, a la renovación y el cambio necesarios en el acto de mudanza epitelial, sino también a la dicotomía ser/parecer. “La piel anterior es ya un papel […] el papel cae con la elegancia con que se frunce la hoja”, nos dice sobre la naturaleza marcesible de lo aparente, así sobre su ponderación de la búsqueda del centro, la estructura de uno mismo. Después tiende su red analógica entre la sierpe -que prosigue en su peregrinaje hacia la esencia- y Picasso y Juan Ramón Jiménez, quienes han obrado de igual modo según su criterio: “Juan Ramón, Picasso. Su fidelidad radica sólo en el acoplamiento de la virtud aprehensiva volcada sobre el objeto provocador en el momento en que éste ofrecía el mejor de sus cuerpos”. Sugiriendo una afinidad ideotemática con “Ah que tú escapes en el instante/ en el que ya habías alcanzado tu definición mejor”, el autor de estos versos nos convoca al examen de su órbita poética en el fragmento citado: la aprehensión de la sustancia. Inicia la apertura a su “Coloquio…” luego de referir las virtudes a destacar de su contraparte español, para sí “leyenda silenciosa”. 9. José Lezama Lima: Coloquio con Juan Ramón Jiménez, en Juan Ramón Jiménez en Cuba, comp., pról. y notas Cintio Vitier, La Habana, Arte y Literatura, 1981, p. 157. 10. Para desarrollar este segmento fue consultado el estudio inédito Clavileño: un sol que no se puso, pp. 26-28, del poeta e investigador Amauri Francisco Gutiérrez Coto. Mi agradecimiento. 11. Copiamos el texto de la fábula como se indica por Eliseo Diego: Tomada probablemente de: Giraldus Cambrensis. “The Phantom Isle.” En: W.B. Yeats (editor): Irish Fairy and Folk Tales, New York, Boni and Liveright, inc, 1918. “La isla” Entre todas las islas hay una recientemente formada a la que llaman El Fantasma, que tuvo su origen de este modo. Un día de mucha quietud se alzó un largo bloque de tierra a la superficie del agua donde antes nada hubo, con gran azoro de los isleños que miraban. Algunos dijeron que era una ballena o un monstruo del mar; otros, observando que no se movía, dijeron: “no, que es tierra”. Para reducir sus dudas a certezas, los jóvenes más valientes de la isla resolvieron acercarse en una barca. Cuando, sin embargo, llegaron tan cerca que podían desembarcar, la isla se hundió en el agua y desapareció de la vista. El siguiente día reapareció, y volvió a burlarse de los mismos jóvenes con la misma ilusión. Por fin, mientras remaban en el tercer día siguieron el aviso de un viejo, y dejaron volar contra ella una flecha barbada de hierro, al rojo vivo, y entonces pudieron desembarcar encontrándola habitable. Esta es una de las muchas pruebas de que el fuego es el más grande enemigo de toda clase de fantasmas, ya que todos los que han visto las apariciones caen en desmayo tan pronto sienten la viveza de la llama. Pues el fuego, por su situación y naturaleza, es el más noble de los elementos, es un testigo secreto de los cielos. El cielo es de fuego; los astros son de fuego; la zarza ardió en el fuego, mas no fue consumida. Y el Espíritu Santo estaba sobre los apóstoles en lenguas de fuego. 12. En las revistas anteriores a Orígenes se ubican los textos: “Presencia de ocho pintores”, de Guy Pérez Cisneros, en Verbum, número uno, junio de 1937 (pp. 56-67); “Agua clara en el caracol del oído”, de José Ardévol, en Espuela de Plata, número uno, agosto-septiembre de 1939 (pp. 9-10). En el número doce de Orígenes (invierno de 1946) José Rodríguez Feo da a conocer “Los cuentos cubanos de Lino Novás Calvo”. Otros integrantes del grupo han reflexionado sobre el asunto en publicaciones posteriores, ellos son: Gastón Baquero, Lorenzo García Vega, Cintio Vitier. 13. José Lezama Lima: “Coloquio con Juan Ramón Jiménez”, en ob. cit., p. 163. 14. Ibídem, p. 159. 15. José Lezama Lima: “Razón que sea”, en Espuela de Plata (ed. facsimilar), Sevilla, Renacimiento, 2003, p. 51. 16. José Lezama Lima: “Coloquio con Juan Ramón Jiménez”, en ob. cit., p. 157. 17. Virgilio Piñera: La isla en peso, en Doscientos años de poesía cubana, comp. y pról. Virgilio López Lemus, La Habana, Abril, 1999, p. 273. 18. José Lezama Lima: “Coloquio con Juan Ramón Jiménez”, en ob. cit., p. 159. 19. Cfr. Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía, La Habana, Letras Cubanas, 1998, p. 328. 20. Jorge Luis Arcos: Orígenes: la pobreza irradiante, La Habana, Letras Cubanas, 1994, p. 43. |
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