Reina María Rodríguez
El rasguño en la azotea 

(fragmento) 

Inventamos una azotea para resguardarnos, 
pues nos creíamos las piedras sagradas de la ciudad 
                                     --y tal vez lo éramos-- 
mientras los gatos enfermaban de transparencia, 
iluminando en las noches sin ardor 

los platos vacíos. 
 

                                              Francisco Morán.

 
 
 Ésta página está dedicada a la poesía cubana. En la azotea de Reina María Rodríguez (en Ánimas no.455 esq. San Nicolás, en Centro Habana) nos reuníamos frecuentemente sus amigos. Lo mismo si había o no había té, o si algún invitado extranjero nos llevaba ron y algunas galleticas, allí, casi como atraídos por el centro gravitacional de la poesía, comenzábamos las tertulias habituales. Lecturas de poesía, la discusión de algún proyecto como lo fue durante un tiempo el de la Casa de poesía, o el del homenaje a Julián del Casal por el centenario de su muerte, constituían la razón de ser de aquellos encuentros. La azotea de Reina, como pronto comenzamos a llamarla, nos acogía a todos. 
 

reunión en la azotea

     Vivíamos en catacumbas individuales que la azotea conectaba con la catacumba mayor: la ciudad. Como quiera que la azotea no pudo recibir--como hubiésemos querido--a amigos como Gastón Baquero o Juan Clemente Zenea, y puesto que algunos de nosotros ya hemos dejado de subir aquellas escaleras y de animar ese espacio que--sin dudas--habría fascinado a Casal, hemos querido crear esta azotea otra, fuera de las murallas, pero dentro de la ciudad, y al que libremente podrán concurrir todos los poetas cubanos. La sombra de los gatos de Reina seguirá rondando peligrosamente la cocina. Mientras, los que van a leer esta noche han comenzado a repartir sus textos, finamente impresos por Reinaldo en Ánimas Ediciones


HOMENAJE A PEDRO DE JESÚS CAMPOS Y UNA REUNIÓN DE AUSENTES 

     La azotea rinde homenaje póstumo al poeta Pedro de Jesús Campos y a una selección de poetas también de los que fueron re-unidos en la antología Una reunión de ausentes.  Diáspora sobre diáspora el alma de la naciónPedro Jesús Campos no ha dejado nunca de fracturarse, pero, paradójicamente, es en esos fragmentos regados por todo el planeta donde reside la fuerza de su unidad, la tremenda fuerza que sopla desde su espíritu. 
     Queremos agradecer de todo corazón la generosa ayuda de Germán Guerra, no sólo por habernos proporcionado estos valiosos despojos del alma de la nación, sino, sobre todo, por haber él mismo contribuido a preservarlos para todos.  Podremos no saber (como nos dice el propio Germán) dónde, en qué laberinto o ciudad descansan los restos de Pedro de Jesús Campos, pero sí sabemos que los nuestros y los suyos, y los de todos, alguna vez serán reunidos en la misma ciudad, que vamos irrevocablemente hacia ella, por más que creamos que nunca llegaremos. 
 
PRESENTACIÓN 

     La idea de publicar textos inéditos de un poeta muerto, fue en el principio el regocijo de entrar en la corriente de los ríos, un bracear a gusto entre sus palabras y metáforas. El trabajo de edición y corrección de los manuscritos, harto agotador y edificante, colmado de consultas gramaticales, dudas semánticas y decisiones in extremis, ha dejado en los desvelados del empeño el sabor de un viaje inconcluso, pero también la certeza de haber visto a Pedro sentado en los rincones de luz, aprobándonos. 
     Pedro Jesús Campos, que con la sangre enferma esperó el paso de un ciclón para alejar su cuerpo,  vivió doce años en Miami y en sus últimos días, en el verano del 92, habitó el delírium tremens de un infinito viaje a New York, la ciudad de las ciudades. Antes fueron el paso sobre las aguas del Estrecho y el puerto de Mariel, La Habana y todos sus fantasmas y los murales, los bustos con su capa de tiempo y las sombras circulares del patio interior de la Real Academia de San Alejandro. Y ya remoto, en el año mítico de 1954, el nacimiento, y en los rincones del cuartel el olor a sangre, el olor de la pólvora y su eco retumbando aún en los oídos santiagueros. Hoy, después de todas las ciudades, no sabemos donde está enterrado. 

     En el Códice sobre el vuelo de los pájaros, manuscrito bautizado por un oscuro paléografo latino, el viejo Leonardo utiliza la palabra strumento para nombar tanto al animal como a sus máquinas volantes, mientras el vuelo humano o mecánico era definido como volo strumentale. Con éste, el segundo título de la colección, sólo pretendo soltar unos poemas rumbo a su vuelo natural, entre los pájaros, y que cada texto siembre en el lector un par de alas y el tamaño de su vuelo. 

G. Guerra

Selección de Peces de plata (cuatro poemas de Pedro de Jesús Campos) 
 

 El Canto de la preparacíón 

                        I 

 Raime, mi amigo de dos lunares 
 los humanos te van a deshumanizar 
 no lo dudes 
 ni un ratico así. 
 Tú lo sabes y no pareces lamentarlo, 
 saber y lamentar 
 son dos cosas ajenas a tu imperio 
 de nanas y de cunas; yo lo sé. 
 Pero sé que no podrás andar 
 once caminos 
 porque en el duodécimo te caerás Oscar Aguirre 
 y todo lo ajeno 
 cobrará presencia a la hora 
 de golpearte la frente 
 ya perlada por gotitas de asombro. 
 Yo te seré solidario, no más 
 porque has de dudar como dudé 
 por mí mismo 
 y sin la ayuda de nadie 
 hasta aprender. 
 Te lo digo, Raime, mi amigo, 
 para que marches secando el ojo 
 y afinando el oído 
 a la hora de escuchar estos cantares. 

                   II 

 No hay mal que por bien no venga y 
 a buen entendedor, pocas palabras; 
 porque agua que no has de beber 
 déjala correr 
 y ojos que no ven 
 corazón que no siente... 
 Árbol que nace torcido 
 jamás su tronco endereza 
 y al que Dios no le da hijos 
 el Diablo le da sobrinos; 
 cree, de tal palo tal astilla 
 y dime con quién andas 
 y te diré quien eres 
 porque quien mal anda mal acaba 
 y más sabe el Diablo por viejo 
 que por Diablo. 
 El que vive de ilusiones 
 muere de desengaños, 
 porque no hay peor ciego 
 que el que no quiere ver 
 y hasta el camarón que se duerme 
 se lo lleva la corriente y 
 tanto va el cántaro a la fuente 
 que por fin se rompe. 
 Cuando veas la barba de tu vecino arder 
 pon la tuya en remojo 
 porque no van lejos los de alante 
 si los de atrás corren bien, 
 y el que a hierro mata 
 a hierro muere. 
 Dios le da barbas 
 al que no tiene quijada 
 pero el que a buen árbol se arrima 
 buena sombra lo cobija. 
 Aunque el que da lo que tiene 
 a pedir se queda, tú 
 haz bien y no mires a quien 
 porque el que da primero 
 da dos veces, y a caballo regalado 
 no se le mira el colmillo. 
 Perro que ladra no muerde 
 y es mejor malo conocido 
 que bueno por conocer 
 pero no olvides 
 que donde las dan las toman 
 y más vale un toma 
 que dos te daré. 
 Y más tendrás que oír 
 Raime de cabellera novata 
 pues nadie escarmienta 
 por cabeza ajena; a saber, 
 ningún hijo de hombre. 
 

 El recurso del éxodo 

                             A Néstor D. de V. 
                             Enigma de la ausencia 

                                    I 

 Aconteció en los tiempos en que al parecer nadie 
                                               /cantaba 
 a no ser como el cisne para desfallecer 
 y de sus plumas blancas el Estado moldeaba 
 diademas silenciosas, con destellos opacos 
 por proceder de la muerte y el canto 
 de cisnes destripados sobre el fango, petró1eo, amargo. 
 Y de ese modo cantaron algunos, 
 y recibieron de ese modo coronas 
 que de las plumas só1o ostentaban los barrotes! 
 Porque a la República que estaba en estado... 
 le daban asco las plumas. 
 El padre del niño lo rodeaba de selectos soldados 
 para evitar un aborto de espantos públicos. 
 Y lacriatura pateaba las sombras profundas y húmedas 
 que se movían con su carga bastarda, custodiada y 
                                               /ansiosa 
 entre mercaderes del cuerpo y mercenarios del alma 
 -- y su asesino temor al canto y a las plumas --. 
 Y en aquel decursar antiguo entre nosotros 
 la repartición cariñosa de rejas y trapos de mordaza 
 ayudaba a alimentar sobre los vientos 
 el perturbado aroma de la paloma blanca. 

                                     II 

 Pero hubo un día estridente con los ojos vendados 
 que el azar desgajó de una piedad tardía, 
 y todos ese día palparon sus mochilas 
 asustados, 
 porque podía faltarles algún recuerdo 
 y como muertos precavidos, querían llevar sus armas 
                                              /en el viaje. 

 El cielo estaba lleno de símbolos inquebrantables. 
                                        /Eran las lluvias. 
    ¡El aereopuerto estaba lleno de pasaportes y adioses y 
                                              /ansiedades! 

 Y vieron todos que habiendo ido de compras al gran 
                                                  /almacén 
 se olvidaron de compar 
 un impermeable estéril para cubrirse el corazón. 

 Y las aguas lo humedecieron sin remedio. 
 A  ellos,  y  a  los que  quedaban observando  el misterio. 
 

 Só1o  la  carne espantosa  de los  fusilados no  tenía nada 
                                              /que sentir. 

                                      III 

 Convaleciste de tu mal en el presidio oscuro 
 y  la salud  llegó a  tu alma  de una  manera audible 
 con  un  chasquido  propio  de   hierros  maldecidos, 
                         acordonados de impiedad. 
 Pero ellos... cuidadosamente escaparon del repleto 
                                                   /hospital 
 y enfermos de tu fe y de tu espanto, 
 se acuestan en  las aceras  de las  cosas --  gritando -- 
 buscando curación y preguntando: 

 ¿Sabes acaso tú, de  cuál de  las prisiones  te libraste? 

 Y de tanto andar salvando de escombros la mirada 
 se le agobian de odio los ensueños, 
 y sobre el barro 
 ni la esperanza hueca de flotar como un loto 
 le devuelve al alma su carta de esplendor. 

 Todos conocieron que partías y acudieron amantes 
 desbordando 
 la desnudez de tu mirada que no pudo contarlos 
 pues muchos eran hijos de tierras caminadas 
 y los que entre tus rasgos cansados se citaban, 
 estaban embebidos de tu más honda lágrima interior. 

 Fue imposible no brindar. Y brindaron 
 por la cosas deseadas que nadie enumeró, 
 porque en la copa 
 gravitaba la sangre que sería derramada por nosotros 
 y haced ésto en conmemoración mía! 

 No podía escaparse de tu boca 
 pues el traidor novato faltaba de la escena 
 descomponiendo la ocasión de un arabesco fiero de 
                                                 /tu mano 
 entretenido como estaba 
 con el tintinear ruso de las treinta monedas. 

 Y cicatrizábamos de los rastros de arrecifes isleños 
 mirando nuestros pétalos descender. 

                                      IV 

 El ave Boeing reposaba su intrepidez metálica 
 palpitando de canto con sus alas ansiadas 
 y sus plumas expertas brillando bajo el sol. 
 Mirándola en la pista, 
 nos llenó hasta los tímpanos la palabra de siempre 
 la que sellaba la invasión de la sangre 
 cuando nos dividimos en la escuela 
                      cuando nos separamos en dos casas 
 cuando los persuasivos amores de la cárcel, y la trampa 
 del Gran Cazador que nos ahogaba con su lazo amarillo 
 permitiendo sólo el aire exclusivo con que decir ¡Adiós! 
 El vientre iluminado del pájaro del éxodo 
 se le hendió contorneando una elegante herida 
 donde la escalerilla fue el asiduo escalpelo 
 de la cirugía más mortal, más diestra, más azul. 
 Y nos dijimos adiós una vez más 
 pues éso es en nosotros un artificio de la permanencia, 
 nosotros, los que vibramos de eterna despedida. 
 Y la ciudad se levantó para ayudarte en tu desmayo 
 y las manos se alzaron contra el viento 
 hipertrofiado de pañuelos. 

 ¡Adiós, adiós! Misión de mi existencia, 
 adiós pecho dorado que llevé en mis entrañas 
 mientras le terminaba el corazón; hijo querido, 
 que mis ojos te llevas en la frente de herencia 
 para cuidar de tus caminos ¡Adiós! 
 Te me quedas aquí como un niño, protejido 
 por la silente manta de mi sudor de madre. 
 Tu padre también lloraba duramente 
 limpiándose los ojos de cuando en cuando 
 con la cortina floreada de la puerta del baño! 

 Y sintiendo el despego inmenso de los cuerpos 
                                              /marmóreos 
 que bajan en descenso inusitado, ansioso 
 a los aceites insomnes de la muerte, 
 tratabas de alcanzar, dejando atrás viejas cuestiones, 
 preocupaciones de otra estirpe. 

 Y la corona de espinas rodaba por el  viento enfebrecida, 
 desconcertada, buscando otra cabeza... 
 Y el ave  Boeing calentaba  confiada sus  cuatro cocinas. 

                                      V 

 Algunas luces comenzaron a punzar bajo el viento 
 para mediar entre el temblor rotundo y el despegue, 
 y el mundo se hizo un caos de reactores 
 donde se hundió tu rostro mansamente. 
 Y con la alcohólica fuerza del asombro 
 las manos se aferraban a un momento sin treguas 
 que se descomponía sin apenas ser visto 
 porque en los ojos (el ave se movía) 
 las aguas comenzaron a caer sin reparos 
 sobre la nitidez crucial de lo que estaba pasando, 
 emborronando un crepúsculo ardiente 
                       que se moría detrás de la pista. 
 El ave Boeing se desentendía del aeropuerto 
 para empezar con su astucia mecánica 
 a traficar con la distancia, con lo desconocido, 
 con la noche. Con el tremendo Adiós. 
 Su punzada de fuego te apartaría de mi tanto 
 como otra vez el aletazo fiero de una mala condena! 
 Adiós como otras veces hermano mío, 
 porque no hay otra forma más pura de gritarlo 
 -- ni en la garganta de los ángeles. 

 Mañana, mañana... hay demasiadas arenas en la playa. 
 Y entre estas duras flores silvestres del abismo, 
 entre este viento envenenado, tendido sobre el mar, 
 entre la indiferencia legal de las ciudades 
 que nos amparan del cielo entre sus tetas, 
 ¿tendrá importancia alguna nuestro destino individual? 

 De todos modos... Cuídate y Adiós. 

                                               28 Junio 1979 
 
 

Cronología para una Reunión de ausentes y silentes. (fragmento

     En el convulso año cubano de 1994, mientras cientos de hombres y mujeres se lanzaban a las calles habaneras gritando libertad y miles se aventuraban al Estrecho buscándola, un grupo de sedientos poetas cubanos residentes en el desierto de Miami, usábamos reunirnos cada noche de viernes en los dos únicos oasis que daban acogida a toda la poesía que de izquierda a derecha, Néstor Díaz de Villegas, Pedro de Jesús Campos y un desconocido. Sentado, Allen Ginsberg ( Miami, 1985)veníamos arrastrando. La  Casa Mango de la sagüesera, residencia de la artesana y poeta Margarita Trancho; y El Salón Dou  de Kendall, hogar y acogedora tertulia del poeta Benigno Dou, fueron los lugares donde nos conocimos, nos amamos a ratos, leímos nuestros versos, nos emborrachamos de nosotros mismos  y llegamos a odiarnos sanamente. 
     Previsores del final de un grupo que nunca tuvo nombre, decidimos armar una antología que jamás pretendió otras fronteras que no fueran las paredes de nosotros mismos. Con las manos en la obra y muy pocos recursos económicos, nos sorprendió el verano del 95, ya sin grupo y con el boceto de una antología también huérfana de nombre, de la que sólo pudimos ver unas pruebas formateadas, salidas desde La Torre de Papel. 
     Viernes, noviembre 3 de 1995. En el marco del programa de pre-Feria, en el InterAmerican Center del MDCC (1), nos reunimos por última vez para leer todos de una antología que nunca llegó a la imprenta. En el programa de la actividad podía leerse el provisional, sospechoso y pelotero título de Voces Emergentes: Antología de Poemas. Éramos Lucía Ballester, Jorge Posada, Carlos Díaz, Nestor Díaz de Villegas, Benigno Dou, Germán Guerra, Elena Iglesias, Alejandro Lorenzo,  Esteban Luis Cárdenas, Rita Martín, Margarita Trancho y Juan  Carlos Zamora. Ese fue el final. 
En una tarde de agosto de 1996, decido echar aliento sobre las cenizas, tratando de resucitar ese viejo cadáver que disfrazado de antología, nunca dejó de alarnos las sábanas en estos insomnios miamenses. Hablo con Benigno Dou y comenzamos a rearmar el entarimado de un libro del que todavía no teníamos ninguna certeza. 
     En una de las primeras noches de diciembre de 1996 conozco en casa de Benigno Dou al poeta cubano Rogelio Fabio Hurtado, de paso entre La Habana y Miami, y al Señor Bernardo Trujillo, Doctor en medicina, bibliófilo y editor. Ya teníamos editor, pero no libro acabado y decidimos lanzar primero entre las llamas de la imprenta a Vicio de Mami, el libro de Néstor. 
    Agosto de 1997. Finalmente está acabada la antología, de prólogo a índice tenemos en las manos  un mamotreto que suma 150 páginas y 18 poetas y el dinero suficiente para pagar la edición del libro sólo hasta la mitad. No sabíamos si teníamos poco dinero o si eran los precios de imprenta que tocaban las nubes. 
     Diciembre de 1997. Ante todas las opciones agotadas le consulto a Benigno la posibilidad de cometer eutanasia con el libro  y devolver el dinero a los socios. Al tercer día tengo por respuesta que Fernando Villaverde desde su editorial Termino puede imprimir en Denver, Colorado, con precios que podemos asumir. 
     En la primera semana de julio de 1998 ya teníamos antología impresa; Reunión de ausentes: Antología de poetas cubanos. Selección de Benigno Dou y Fernando Villaverde. Prólogo de Germán Guerra. 
     En fin, todos hemos ganado porque de las páginas del libro se esfumaron los poemas de Juan Carlos Zamora, el único de los antologados que se proclama comunista en exilio, y siguiendo las enseñanzas de un viejo censor del Instituto Cubano del Libro, pero esta vez a la inversa, tenemos otra antología -- otra de las tantas -- políticamente correcta, políticamente justa, para que sea disfrutada a plenitud por nuestros intelectuales de diestras y siniestras y por nuestros mayores de calle 8 y Coral Way desde los cómodos sillones de la intransigencia patriótica. 

Germán Guerra 
martes, noviembre 17 y 1998

(Fragmentos de las palabras leídas en la XV Feria Internacional del Libro de Miami con motivo de la presentación del libro Reunión de ausentes: Antología de poetas cubanos). 

(1) Miami-Dade Community College

Nota de La Habana Elegante: por razones obvias de espacio era materialmente imposible incluir a todos los poetas que aparecen en la antología, de modo que sólo incluimos a algunos de ellos. Por la misma razón prescindimos, además, de la información bibliográfica que precede a los textos de los respectivos autores.  Creemos que lo más importante aquí es que esta antología demuestra con creces la calidad de las voces que, sobre todo a partir de los 80's, comienzan a hacerse escuchar de este lado del Estrecho. 
 

 CONTEMPLACIÓN 

 Yo miraba las costas desde mi pobreza 
 desde la transfiguración de mi país en casa de espejos, 
 en espejo de las vanidades, 
 yo miraba las costas como un apacible rey su clavicordio, 
 y en los cánticos de la tarde yo esperaba tranquilo 
 y en Dios yo esperaba, 
 mas en la contemplación de las eternas noches de occidente 
 oscuros cuerpos vi volver a las aguas 
 hasta que alguna fuerza los empujara hacia el abismo 
 o hacia la definitiva luz de un faro en otras costas, 
 la más visible fue siempre costa de la esperanza, 
 y así se acomodóla brújula en su norte, 
 la segunda nación en su gobierno 
 y fue en fin la segunda nación llamada próspera; 
 en cambio todo fue aquí como espada torcida en reja de arado 
 como nación al pairo sobre nave de junco, 
 todo extrañamente nuestro, 
 menos la llave con la que entrábamos en otros tiempos 
 por las luminosas puertas de América. 
 América, tierra del ángel emigrante 
 de perdidos ángeles buscando 
 alguna visionaría alucinación que los devuelva a casa, 
 que para huir de América se cuelgan 
 muertos ya en los parques de los condados 
 a merced de la rapiña humana, 
 que resucitan otra vez en América 
 más perdidos que nunca, más imperfectos que nunca 
 pero buscando aún una revelación que los haga sentirse vivos. 
 Yo he mirado las costas hasta su salvaje infinitud 
 y me he balanceado buscando una luz que se asemeje 
 a la luz de las eternas noches de occidente, 
 que ciego creyendo en esta providencia 
 me hundí buscando mi iluminación 
 por el oscurísimo gran ojo de la frontera 
 y no hubo frontera alguna para mi sed de viaje, 
 só1o otros muertos que rumbo al sol guiaban sus amarillentos 
                                                     / huesos. 
 Yo no vi más. 

Adalberto Guerra (Matanzas, 1967) Reside en Estados Unidos desde 1995. 
 

 SONETOS MONÓTONOS 

                         1 

 Vivir es olvidar mal lo vivido, 
 No aprobar las lecciones del pasado; 
 No cuentes que retorne lo partido 
 Por más que el Cielo engañe de estrellado. 

 Vivir es confundir lo más querido, 
 Continuar atisbando lo esperado; 
 Dialogar hasta verse sin sentido 
 Por más que el mundo mande estar callado; 

 Vivir es ir muriendo sin apuro, 
 No averiguarle a la alegría razones, 
 Saltarse los escombros cual canguro; 

 Vivir es desgastar los pantalones 
 Sin esperar prodigios del futuro, 
 Vivir es inventar viejas canciones. 

                       2 

 Ignoras que te sueño cotidiano 
 que regresando Tú vuelve la vida 
 y leve entre las manos se me anida 
 la aleteante alegría del verano; 

 A la mañana luego asciendo ufano, 
 contento de saberte en mí escondida 
 como suelta gacela consentida 
 combas el cuello, comes de mi mano; 

 Al dormirme te cito con ternura, 
 agradezco ese obsequio de la suerte, 
 si andando por la luz no puedo verte 

 Tú  me  visitas  en la  noche oscura 
 y el corazón, que riñe con la muerte, 
 vuelve a latir nutrido de locura. 

Rogelio Fabio Hurtado (La Habana, 1946) Reside en La Habana 
 
 

OTRA VERSIÓN DEL MILAGRO SECRETO 

                         de Jorge Luis Borges 

 El principio del mundo es la palabra: 
 si a un hombre su deseo es concedido 
 por el Altísimo; si ha pedido 
 que la muerte un segundo se entreabra 

 y lo deje pasar; si ha comprendido 
 que en ese instante de su vida labra 
 la Eternidad, tendida como un abra 
 entre el Monte Será y el Monte Ha Sido. 

 Tal hombre metafísico aparenta 
 cumplir estrictamente lo pactado: 
 Fausto al revés, reescribe por su cuenta 

 el final que le estaba reservado 
 y en un tosco vehículo que inventa 
 se escapa a un Paraíso Recobrado. 
 

 DEBUT 

                   para R

 La oscura cantidad que se insinúa 
 debajo de tus blancos pantalones 
 es como un dios detrás de los telones 
 transformándose en héroe. Continúa 

 la acción: el dios escapa entre botones 
 de nácar, le abre paso una ganzúa 
 al brillante escenario. Sobreactúa 
 en la parte del rompecorazones. 

 Le hago llegar al triste camerino 
 un manojo de rosas tatuadas 
 y un ánfora del foro con su vino 

 hecho de aguas metamorfoseadas 
 cual corresponde a un pícaro divino 
 que ha encarnado el papel del rey de espadas. 

Néstor Díaz de Villegas (Cumanayagua, 1956) Reside en Estados Unidos desde 1979. 

 
 MEA CULPA, FELIX CULPA 

 Yo, ni más vil ni menos vil que nadie, 
 Me declaro culpable. Ciertamente 
 Soy el secreto, el único culpable 
 Del llanto de aquel niño en la ventana, 
 De la imperfecta rosa que no nace, 
 de la lluvia plomiza en este invierno. 
 He de pagar el precio de la culpa 
 Que arrastro desde siempre como un fardo, 
 Como se arrastra a nuestros pies la sombra. 
 Como una dura losa de sepulcro 
 Al centro de mi ombligo encadenada. 
 He de pagar el precio de mi culpa. 
 He de aceptar el cáliz, la cicuta, 
 He de colgar del árbol nueve noches, 
 He de arrancarme un ojo que ha pecado. 
 He de arder en el fuego jubiloso. 
 He de nacer de nuevo. 

 
HUMO 

 Como arde un cigarro, fuego breve 
 Que es primero un fulgor en la penumbra 
 Y se va haciendo cada vez más leve 
 Hasta quedarse sólo en un amargo 
 Regusto de los labios, la ceniza 
 Descendiendo, fugaz, palpable bruma, 
 Y la columna azul, alta, indecisa, 
 del humo que se eleva y que se esfuma: 
 Y palpita el fulgor en el silencio 
 De bosques entrevistos y lejanos 
 Como si fuese eterno: y sin embargo 
 Se va, dejando intacta la penumbra, 
 Vuelve en silencio al fondo del silencio: 
 Así murió mi padre entre mis manos. 

Félix Lizárraga (La Habana, 1958) Reside en Estados Unidos desde 1994. 
 

 LOST GENERATION 

 Todo se hacía en aras del paraíso, 
 cuando creer en paraísos 
 es arriesgarse a amanecer 
 en su cuarto contiguo: 
                              el infierno. 

 ALGUIEN CANTA EN LA RESACA 

 Me obsesiona cruzar los mares, 
 imaginarme que existe una orilla 
 donde me aguarda la calma. 
 Por eso canto, 
 soñando que ya me acerco 
 al anhelado nido. 
 Por eso canto (¡esta vez es real mi coraza!). 
 En estos mares es Ulises 
 quien hechiza a las sirenas. 
 Por eso canto -- seguiré cantando -- 
 aunque sé que me estoy mintiendo, 
 que tal orilla 
 para el hombre no está reservada: 
 siempre la custodian inexpugnables resacas. 
 Hacia la misma resaca el hombre otra vez navega... 
 Ah, olvidémonos de tal orilla, 
 que el canto será nuestra única llegada 
  posible. 

Joaquín Gálvez (La Habana, 1965) Reside en Estados Unidos desde 1989. 
 

 SUS PADRES NO LE ENSEÑARON  
EL LENGUAJE DE LAS FLORES  

 Sus padres no le enseñaron 
 el lenguaje de las flores, 
 ni los misterios de la curva del ojo 
 en los grabados de antiguas teogonías. 

 No supo los secretos de la aurora o la noche, 
 el vuelo aflechado de la garza, 
 ni el sueño vibrante de los complotados 
 en los refugios de la muerte o la demencia. 

 Nunca aprendió tampoco 
 sobre la rebelión de la Belleza, 
 el dolor que anida en los muros de las catedrales, 
 o del amor inexplicable de las caracolas. 

 Só1o tuvo la oscura visión Juan Pablo Ballester 
 de los laberintos y las cuevas 
 donde la múltiple pupila de la mosca 
 sucumbe a la pericia de la araña. 

 Sus padres no le enseñaron 
 el lenguaje de las flores; 

 desnudo 

 lo abandonaron para siempre 
 en este círculo aterrado, 
 donde no existe opción 
 para los rumbos. 
 

 LOBO ANTIGUO 

                 Para A. G. B

 Has clavado tus emblemas en la noche 
 -- diamante irreversible --, como un furor 
 que se dilata, arde. 
 Sientes el aroma de las bestias asesinadas; 
 el viento sopla de la orilla difusa. 

 Tus manos se estremecen, 
 tus ojos han visto las estrellas, 
 su lumbre suspensa sobre los campos apacibles. 
 Se fugan siluetas hacia un pozo. 

 Voces. Voces. 

 ¿Qué ojo implacable se vierte 
 sobre los enigmas de tu espera? 

 ¿Quién tiembla cuando aprietas el puñal 
 que brilla en tus dedos húmedos? 

 Las profecías tienen olor a sótano, 
 se pudren entre los viejos cadáveres 
 que hieden a orina de caballo. 

 Pero tus colmillos no están afilados, 
 aún sueñas. 

 El viento te agranda la mirada 
 y te detienes a las puertas de los templos, 
 en las villas derruidas 
 donde se cruzan, sin verse, los torpes, 
 los solitarios. 

 Voces. Voces. 

 Todo sueño está poblado de mañas, 
 nadie regresa de uno por su astucia, 
 só1o la muerte; 
 acaricia, pues, su aliento, sé su cómplice. 
 ¿No amas, acaso, su simetría de tigre perfecto, 
 la tremenda hermosura de sus signos? 

 La belleza te rompe el vientre 
 con la celeridad de un cuchillo de vidrio; 

  los sueños estallan, 
  ¡hunde los dientes en el estremecimiento 
  de los sueños! 

  Has clavado tus emblemas en la noche, 
  pero no son ya el brillo alucinado 
  del diamante. 

  Sobre tu cabeza de viejo animal, 
  en la vasta revelación de la negrura, 
  se desvanecen los signos de tu estirpe. 

Esteban Luis de Cárdenas (Ciego de Ávila, 1945) Reside en Estados Unidos desde 1980 
 

 CARDIOMEGALIA 

                            

 MIEDO, 
 NO ME QUEDAN CIGARROS 
 Y TE VEO SALIENDO DEL ESPEJO. 

 No basta gritar, 
         desnudarse, 
         despeñarse, 
 no basta dejar la piel en una cerca 
                       si todavía los alambres 
                       definen ciudades y países, 
 si todavía las arañas 
 permiten la existencia de los puentes, 
 SI LOS PUENTES 
 PERMITEN LAS CIUDADES Y LOS HOMBRES. 

 Una mujer parada frente a un hombre, 
 desnudándose, 
 gritando, 
 cayéndose. 

 UN HOMBRE Y UNA MUJER 
 mordiéndose, 
 porque se acabaron las manzanas, 
                     los panes, 
        los peces, 
        las libertades y las herraduras. 
 Una mujer parada frente a un hombre, 
 dos especímenes de la esquina más común 
 mordiendo el hueco dejado por los dioses. 

                     VI  
 
Las nubes se llenan de señores muy viejos, 
 de triángulos y éxodos. 

 ¡Fuego!, 
 y comienzan a caer los condenados, 
 a caer entre ronquidos y vigilias 
 en un caer de vidrio roto, lento 
 caer interminable. 
 Las vísceras calientes 
 empañando un horizonte de ladrillos 
 vertical, 
 interminable. 
 La sangre aún caliente 
 porque los zares dictan cimitarras 
 sobre el hombro de los onanistas 
 y comienzan a caer los condenados. 
 La sangre danza con el engaño de la arena 
 combando mármoles y olvido 
 en un cementerio de provincia 
           -- tristísimo pueblito --. 

 ¡Fuego!, 
 y en un caer interminable 
 relojes de arena, agua y sol, 
 alguien que empantana un corazón de corcho 
 pegado a la nocturna máquina de fabricar noticias, 
 vestales 
 obligadas a orinar esos terrores 
 en el rincón más tibio de la casa, 
 vitrales, 
 hormigas con su línea de cansancio a través de una calle 
 una calle un balcón un templo abandonado, 
 un hombre con su perro bajo el brazo 
 con su bolso de vientos y rutinas, 
 un loco 
 que arrastra su lata de sarnas y cantos gregorianos 
 de triángulos y éxodos 
 ronquidos y vigilias 
 mármoles y olvido 
 imanes caracoles 
 búhos pirámides ventanas. 
 Y te veo saliendo del espejo, 
 y pararme ante el espejo 
 es la única manera de saber 
 que aún no he sido fusilado. 

Germán Guerra (Santiago de Cuba, 1966) Reside en Estados Unidos desde 1992.