El Templete hacia 1855 (foto de Charles DeForest Fredricks)
 
 
 

Habaneros de todo el mundo: 

Es hora de dar la vuelta a la ceiba ... 

Envíenos sus mensajes ...

 
 
la ceiba

 
 

NO PEREZCA EN LO PORVENIR LA FE HABANERA 

     Tal y como reza en la inscripción situada en la columna conmemorativa de la fundación de la ciudad, erigida por el Gobernador Don Francisco Cagigal de la Vega, en 1754, al morir la ceiba que, de acuerdo con la tradición, había consagrado al lugar de establecimiento de la villa, lo que mantiene (y debe mantener) "nuestra fe habanera", no es siquiera este otro árbol, la madera que tocamos para ahuyentar la mala suerte, o para pedir un deseo en los intramuros del alma, sino que es, en todo caso, la imagen (Lezama diría "el rasguño") en la piedra sobre la que fundamos lo disperso --y casi como una delicada labor de repostería-- rehacemos la ciudad, trayéndola de entre el polvo y los hierros calcinados, al esplendor de las alamedas y los parques, y la liberamos del calabozo profundo del agua, para que pueda, por fin, abrirse como Dios manda, sin miedo ni resentimientos a la prometedora, si bien inquietante línea de su horizonte. 
La Habana Elegante, una vez más, se abre ella misma a su ciudad y a los deseos de nuestros amigos que, esta noche, pueden dejar aquí el testimonio de su indeclinable fe habanera. 
     En la Fidelísima Habana, a los 15 días de noviembre del 1999, encomendamos esa fe a nuestro patrón San Cristóbal. 

Francisco Morán 
La Habana Elegante 
 
 

 La Habana hacia 1855 (dibujo Leonardo Barañano, litografía Eduardo Laplante)

 
 

        DETÉN EL PASO, CAMINANTE, 
       adorna este sitio un árbol, 
       una ceiba frondosa, más bien 
        diré signo memorable de la 
       prudencia y antigua religión 
         de la joven ciudad, pues 
      ciertamente bajo su sombra fué 
         inmolado solemnemente en 
        esta ciudad el autor de la 
          salud. Fué tenida por 
        primera vez la reunión de 
         los prudentes concejales 
        hace ya más de dos siglos: 
          era conservado por una 
     tradición perpetua; sin embargo 
       cedió al tiempo. Mira, pues, 
       y no perezca en lo porvenir 
     la fe habanera. Verás una imagen 
    hecha hoy en la piedra, es decir, 
 el último de noviembre en el año 1754. 
 
 

*     *     *

 

     Voy a darle vueltas a esta ceiba y a pedir que los cotos de poder (siempre tan turbios) no sigan sembrándonos la desunión y la desconfianza infundada y a priori, porque todos somos cubanos en la misma proporción, independientemente de las cuotas de sufrimiento que nos hayan tocado (que no pueden calcularse por lo evidente o lo aparente), y porque si queremos rescatar la dignidad y no la soberbia debemos juntar intereses y ver el futuro desde un ojo común, uniéndonos en vez de separarnos. 
     Esta ceiba, por ejemplo, tan bien plantada en el alma cubana finisecular, es un abrazo sin fronteras donde nos encontramos todos. Gracias, Morán, por hacerlo posible. 

Odette Alonso (México, D.F.) 
 
 

*     *     *

 
 
     Se me ocurre enviarte una secuencia de mi guión sobre Julián del Casal. Ojalá que esa Ceiba virtual, encanto y seducción de nuestros contemporáneos Orishas, recepccione mi mensaje, con la misma eficiencia que lo hace la que aquí hunde sus raices en esta tierra que nos guardará de miserias y rencores. ¡Maferefún Arabba!  (Gracias a la Ceiba) 

Abrazos, 

Jorge Luis Sánchez  

CASAL 
GUION CINEMATOGRÁFICO  
Escrito por Jorge Luis Sánchez. 

-FRAGMENTO- 

SECUENCIA 73 
HABITACION DE CASAL.PASILLO Y ESCALERA. 
INTERIOR/NOCHE 

Sobre la puerta de la habitación hay varios mensajes escritos. Casal, antes de abrir la puerta, lee uno de ellos. 

MARIA CAY (OFF) 
"Trate de luchar, la energía no se gasta." 

Casal se vuelve a María Cay que está detrás de él y ha leído en voz alta uno de los escritos: 

CASAL (seco) 
¿Qué hay? 

Casal vuelve a los mensajes. 
María Cay arranca el anterior escrito y se lo da al poeta. 

MARIA CAY 
Uno tiene que aferrarse a una ilusión, aspirar, desear... 

Casal toma el papel con indiferencia y arranca con cuidado el siguiente escrito: LOS VERDUGOS NO PERDONAN LA ORIGINALIDAD. ENRIQUE. 

CASAL 
¿Qué puedo desear?, ¿Qué puedo elegir? 
...¿Comerciante, Burócrata, Político?...¿Militar? 

Casal va a otro escrito, uno de ellos dice: VIVA EL MODERNISMO, LO HINCHADO 
CANSO. UN REDACTOR. 
María saca de su cartera varias monedas. 

MARIA CAY (ofreciéndole el dinero) 
El remedio está en tus manos, Japón, París...Vete... 

CASAL (arrancando escritos): 
...Yo odio el París rico y burgués, el orgulloso de la torre de Eiffel, el de los turistas...En cambio, adoro el París raro y artificial...El París que visita en el hospital a Verlaine o erige estatuas a Baudelaire, o el que disfruta de la poesía de Rimbaud. 

Casal se vuelve a María Cay y esta cae de rodilla delante de él, quedando su portañuela muy cerca del rostro de ella, entonces Casal acomoda los papeles en su mano y ni se inmuta ante el dinero que le ofrece María Cay. 

CASAL 
...O el japón que tu no conoces y de su existencia a nadie importa. 

María Cay baja las manos y apoya su cabeza en uno de los muslos de Casal. 

CASAL 
...Si yo me fuera, mi sueño se desvanecería... 

Casal mira a María Cay que se guarda el dinero ofrecido. 

CASAL 
Viéndolo desde lejos...(se humedecen sus ojos) yo creo que todavía hay algo en este mundo 
que endulce el mal de mi vida... 

Se hace un pesado silencio, María Cay al ver la nula atención que el poeta le dispensa, se sujeta de él y se levanta, quedando separados por un escrito que dice: ABAJO LOS COBARDES QUE NO ENTIENDEN A LOS GENIOS COMO TÚ Y COMO YO. ANÓNIMO. 

MARIA CAY 
Vivir sólo de la imaginación es condenarte al desequilibrio, Casal...Esto es el trópico... 

Casal detiene la conclusión de María Cay con la mirada, quedan en silencio. Casal le da la espalda, va a quitar el último mensaje, pero se vuelve a María Cay quién recoje el vestido y se retira escaleras abajo, despacio. Casal regresa a al escrito y sonríe ante la lectura del último papel: TÚ TAMBIÉN ERES LA PATRIA, NO TE RINDAS. CARLOS. 

Es mi modesto aporte, aún con los riesgos que entraña enviar un fragmento-rama de un guíón-árbol. 

Jorge Luis Sánchez (La Habana) 
 
 
 

Bella cubana por Samuel Hazard

 
 

Ceiba de los Jardines Insulares 
Ceiba que creció sola, 
            Ceiba sola, 
quién pudiera describir, 
la sirte horrenda de tu copa, 
las venas torcidas hacia la izquierda 
de tus raíces. 
Quisiera acostarme dentro de ti, 
como un güije, 
navegar en tu clorofila, 
a media noche, 
evaporarme en la última hoja 
del verano que olvidas. 
Ceiba poderosa, ¡consígueme un trabajo! 

Jorge Luis Camacho (Canadá) 
 
 
 

fuente (dibujo de Samuel Hazard)

 
 

Vuelve la ceiba virtual 
y sus vueltas y revueltas... 
¿Acabara de llegar 
lo que tanto nos ocupa 
(lo innombrado por demás, 
y que no precisa lupa)? 

Porque hacer de estas corridas 
alrededor de la ceiba 
 virtual,  
una costumbre anualera 
no estaría mal, si no hubiera 
otra ceiba muy real, 
la isla-ceiba, compañeras! 

Jesus J. Barquet 
 
 
 

regalo de El Anón para Las comidas profundas de José Antonio Ponte

 
 
 

" Vieja mía, pipo, ojalá que dar estas tres vueltas a una ceiba virtual, situada en una Plaza de Armas más cercana a Dios que la del Templete, nos haga reunirnos en un fecha próxima. Que el nuevo año les traiga mucha salud, y paciencia...mucha paciencia" Suyos, Tito. 
 
 

*     *     *

 
Que a cada vuelta de la Ceiba se cumpla un deseo 
que a cada vuelta de la Ceiba su deseo sea mi deseo 
que a cada vuelta de la Ceiba mi deseo sea lo mejor 
que a cada vuelta de la Ceiba lo mejor sea constructivo 
que a cada vuelta de la Ceiba construyamos algo hermoso 
que a cada vuelta de la Ceiba... 

Enrique Pineda Barnet (La Habana)  
 
 

*     *     *

 
 
     No estoy seguro qué decirle a la Ceiba (aunque puedo conversar con la Ceiba del parque de Peñon y San Salvador en el Cerro y recordarme de La Ceiba en Marianao) 
Buena suerte para todos.  
Len Zayas 
Nanin99@aol.com 
 
 

*     *     *

 
 
He aquí mi deseo: 
"En este fin de siglo deseo que las siguientes categorías de mujeres me mimen y me adoren, aunque no me conozcan ni yo me lo merezca: las despechadas y las melancólicas, las recatadas y las sinvergüenzas, las intrigantes y las internautas, las ecológicas y las bohemias, las introvertidas y las despiadadas, las científicas y las jineteras, las celulíticas y las atrevidas, las diplomáticas y las bisexuales. También desearía convertirme en ceiba, para que mis raíces se hundan en lo más hondo de esta tierra yerta y algún día, en el siglo que viene, alguna niña de apellido raro dé tres vueltas bajo mi fronda y, antes de marcharse, grabe su nombre con los dientes en mi grueso tronco exótico y anciano". 

René Vázquez Díaz, (Malmö, Suecia.) 
  
 
 

El Quitrín (grabado en colores del Album Pintoresco de la Isla de Cuba, 1855)

 
 
 
Este año pensé que quizás podría haber estado en La Habana el 15 de noviembre, y que quizás habría podido ir a visitar la tumba de mi madre, la ceiba, El Templete, la Habana Vieja y todos esos lugares donde viven mis recuerdos.  Mi deseo se ha convertido en obsesión y la obsesión en deseo. 
Como Rafael Alberti,  me fui hace 30 años con el puño cerrado,  y deseo regresar con la mano abierta. Santiago Aroca escribía en estos días recordando al poeta: "su herencia va mucho más allá de las mejores páginas de la literatura porque nos hizo ver la enorme belleza que surge de la convivencia de hombres con ideas diametralmente opuestas". Alberti y España lo lograron. Finalmente pudieron convivir y ni él tuvo que pedir perdón ni abandonar sus ideas. 

Humberto López, 
Estocolmo, 8 de noviembre de 1999  
 

*     *     * 

 
 
Toda comunidad, todo hombre, necesitan para residir un centro, sagrado, que se convierte en una hierofanía. La palma, según nos cuenta Lidia Cabrera, por no abrir paso a la Virgen cuando se lo pidió, está condenada a recibir todos los rayos; la ceiba, en cambio, se abrió, acogedora, frondosa. La Ceiba resiste al rayo y al tiempo. El secreto de la Ciudad de La Habana no está en su Catedral, sino en la Ceiba, sinécdoque de ambos, de la ciudad y del país. Cuántas vueltas le dimos sobre el empedrado habanero, expectantes, y en los ojos un brillo que uno podía leer en la mirada del otro: un viaje, el viaje que me haga cruzar del otro lado de las aguas. Del otro lado de las aguas uno vuelve a pensar en la ciudad, cierto gusto a Kavafis, cierto gusto nuestro, a dar las vueltas mentales a la deidad vegetal: no es cierto que el soplo del pánico purifique; conserve entonces la Ceiba todo lo que se ha perdido, lo que está por encontrarse, que su tronco no pueda ser talado y que se siga abriendo acogedora, a cuantos lo necesiten. Centro de la cartografía emocional y sentimental del cubano, sinécdoque de ambos, de la ciudad y del país. 

Damaris Calderón (Chile) 
 
 

*     *     *

 
 
PARA LA CEIBA 
Tú conoces los extraños ritos 
 y por ello tu mirada se sustrae. 

En algún sitio oculto, 
amasando su miedo 
construye su casa el leñador. 
Si te inclinas 
oirás el ruido de un campo inexplorado. 
(...) 
Una leve mancha y nada más. 
Todo el paisaje está en el árbol. 

María Elena Hernández Caballero (Chile) 
 
 

*     *     * 

 

Cuando pensamos en enviar nuestro deseo, algunos de nosotros dijeron: pero, si CubaNueva, es ya de por sí un deseo; solamente puede existir en el cyberespacio, es la Isla Virtual, es decir, un deseo. Y es verdad:  nuestro proyecto es un deseo, una visión, un sueño. 
Hoy, 9 de noviembre, se cumplen diez años de la caída del muro de Berlín. Aunque los cambios en Cuba no van tan rápido como deseamos algunos, creemos que juntos todos los cubanos podemos comenzar a derribar el muro invisible que nos separa. Ese muro invisible, que después de 10 años, aún existe entre la Alemania del Este y la Occidental. Para nosotros los cubanos es 
importante comenzar a derribar ese muro invisible que nos separa, que nos divide, que nos aleja y que nos convierte en los de allá y los de acá. En CubaNueva tratamos diariamente de derribar ese muro.... 

Por la redacción 
Humberto López 
Director 
 
 

*     *     *

 
 
Para  la Habana  
en su cumpleaños 

La Habana fue para mí 
una luz blanca 
un olor de calle estrecha 
y un pregón en el atardecer de un parque 

todo lo he casi  vuelto a  sentir  
en un  balcón de Málaga por la mañana, 
y  por la vuelta del malecón en Alejandría. 

 Tengo el amor puro de las ciudades. 

Diana, habanera de segundo grado, por ahora en la Naranja del Sur 

Diana Alvarez 
 
 

Paseo y Alameda de Paula (Album Pintoresco de la Isla de Cuba, 1855)

 
 

     Aquí te mando estos platanitos maduros amarrados con cinta roja, para que los pongas al pie de la ceiba elegante. Te manda un gran abrazo y, además de almorzar juntos, iremos a visitar la ceiba del Templete: 

"Mi pensamiento está muy lejos, en la soledad de Bethmoora, cuyas puertas baten en el silencio, golpean y crujen en el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy bellas, pero nadie las ve. El viento del desierto vierte arena en sus goznes, pero nadie llega a suavizarlos. Ningún centinela vigila las almenadas murallas de Bethmoora, ningún enemigo las asalta. No hay luces en sus casas ni pisadas en sus calles. Está muerta y sola más allá de los montes, y yo quisiera ver de nuevo a Bethmoora pero no me atrevo": donde Lord Dunsany escribió Bethmoora leo, donde quiera que esté, La Habana. 

Antonio José Ponte (Porto,Portugal) 
 

*     *     * 

 

     En Damasco, en Siria, hay un cafe que se llama el Cafe de La Habana. Es el único lugar donde se puede tomar café y mirar para la calle. El sitio está vacío; las mesas están sucias. Mirar hacia la calle es un decir: los cristales del Cafe de La Habana estan llenos de polvo, y los meseros te 
atienden con desidia.  
     En el mercado, que acabamos de visitar, hay enormes carteles que alaban a Hafez al-Assad y a su hijo, el heredero que acaba de morir en un accidente de avioneta. Un amigo me traduce las consignas y también me traduce los nombres de las plazas: el León del Desierto, la Plaza de los 
Mártires, la Plaza del Campesino. La arquitectura de esas plazas: un horrendo gusto por el cemento, y unas fuentes iluminadas que parecen salidas de una película de Esther Williams. 
     Esta burda escena orientalista, y escrita en código, es mi ofrenda de este año junto a la Ceiba a la cual nos ha convocado gentilmente Francisco Morán. Se la tributo así también a su pasión por Julián del Casal, que nunca pudo llegar en cuerpo hasta Damasco y que, afortunadamente, no fue tampoco el autor intelectual de ese Café. 

José Quiroga (desde El Templete de Dupont Circle) 

  

Entrada del puerto de La Habana (Album Pintoresco de la Isla de Cuba, 1855)

 
 

     Al pie de la Ceiba pongo todos mis deseos, todos mis sueños, todo cuanto le pido a los Dioses para Cuba, y los cubanos. Que el nuevo Milenio nos traiga paz, y unidad, y libertad, y prosperidad. Que este nuevo siglo que comienza nos devuelva, a los que estamos dispersos por el mundo, la Patria real, la que se puede tocar, y oler, y abrazar tanto con el cuerpo como con el corazón. 
      
Sergio Fernandez 
1462 SW  23 Terr. 
Miami  Fl  33145  
 
 

*     *     * 

 

Querido Morán: 

El ocho, me ha dicho alguien o lo he leído en algún lugar (seguramente Borges) es el símbolo del infinito para los japoneses.  Tú seguramente lo sabrás mejor que yo, tú que eres ducho en japonerías, como tu ídolo y maestro.   
Ocho números de La Habana Elegante en esta, su segunda época, continúan, simbolizan, presagian, prometen muchos más. Es un honor y un placer haber publicado en estas páginas a un tiempo intangibles e inderribables, como las murallas del Paraíso. Gracias por tu esfuerzo de infatigable jardinero, tú, fingido Cloridano, tú, príncipe. 

Un abrazo (y a correr, que en la Ceiba se armó el molote). 
  
Félix Lizárraga 
 
 

Plaza de Armas (1823, dibujo y grabado Hippolite Garnerey)

 
 
 
Uno... Una... 

Uno es el sueño, 
Una la patria. 
Uno es el impulso, 
Una la contienda. 
Uno es el llanto, 
Una la victoria. 

Roberto Esquenazi-Mayo 
Universidad de Georgetown 
Washington, D.C.  
 
 

*     *     *

 
 
Ibba aggó moyubá 
Ibba aggó moyubá. 
Omó oddé koni kosí, 
Ibba aggó, aggó moyubá, 
Eleggua echú loona. 

Qué la Patria unida se haga realidad para todos los cubanos. 

Mariela A. Gutiérrez, Chair  
Dept. of Spanish & Latin American Studies 
University of Waterloo  
 
 

La fuente de La Noble Habana o de La India (grabado a partir del dibujo de Santiago Sawkins, 1838)

 
 

    La Habana es mi obsesión. Cargo con ella cada día del año. Perennemente doy vueltas a la ceiba sagrada que respira al pie del Templete. No es por casualidad que siempre regreso junto a ella en sueños... y en mis novelas: 
   «Todos los años se dirigía en obediente peregrinación hasta La Habana Vieja para conmemorar el nacimiento de su ciudad. Allí, a la medianoche, cumplía con ese rito obligatorio de habanidad que consiste en dar doce vueltas alrededor de la ceiba que se alza junto al Templete, el primer sitio donde --según la leyenda-- se oficiara la primera misa.... Ceiba centenaria y liuminosa; rescatada de las tinieblas por los reflectores que el hombre --reverente hasta en su tecnología-- había colocado en aquella zona de monumentos antiguos para exaltar la figura del árbol más mágico de la isla...» 
                                                                    Casa de juegos (Editorial Planeta, 1999) 

    «... La luz se apagó y me vi frente al Templete. No sé cómo llegue hasta allí [...] Tampoco la luna aparecía por ninguna parte, pero su luz estaba junto a mí: salía de Muba. [...] Mi negra brillaba como un frasco cuajado de cocuyos. Se acercó al pilar de la Virgen y, al amparo de su resplandor, descubrí una inscripción que nunca antes había visto: "Mira, pues, y no perezca en lo porvenir la fe habanera''. La leí varias veces acariciándola con los dedos. Noté la fecha. 1754. Su autor debió haber sido brujo --pariente de Nostradamus, quizás-- porque era premonitoria sobre lo único que hoy nos queda: la fe. Una fe sin amor, un amor que buscamos y que no logramos apresar.[...] A mí sólo me importa esta ciudad. Presiento que oculta el remanente de lo que fuimos, de lo que algún día volveremos a ser. Sus ruinas conservan lo que ya ha abandonado a quienes la habitamos: el orgullo, la esperanza, la posibilidad. Tal vez ese sea mi destino: convertirme en sacerdotisa de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana; en una vestal que guarda sus secretos, que vigila en las noches para que no se extinga su llama...» 
El hombre, la hembra y el hambre (Editorial Planeta, 1998) 

Y así, con el deber sagrado de las antiguas sibilas, sigo evocando junto al mar las imágenes de esa Habana neblinosa y transparente que, como el hechizo de una Shambhala caribeña, es apenas una imagen inalcanzable desde esta ciudad de Miami. Pero es su visión la que me mantiene ardiente y ansiosa, como una amante que algún día volverá al lecho que más ama. 

Daína Chaviano 
 
 

*     *     * 

 

te recuerdo, habana, todos los días de esta muerte.  
humberto tirado 
 

*     *     * 

 

LA HABANA es el fragmento de luz y lluvia que se dibuja en el ojo del pez que la contempla desolado a través del cristal del agua; es el coche musical que alista la cintura y aprieta las nalgas de cabra, trompo, terror, sábana sudada, el coche en candela que se lleva un rabo de nube, la levita de Valenzuela, el incendio y la cornisa que se deshiela; es la modesta Calzada que ennoblece la memoria, la baraja y el velorio, la jerarquía del polvo, el horror en los espejos, el grave niño y el interior sagrado; La Habana es el el perdido rostro de la abuela, es, en fin, el sitio en que tan bien se está; La Habana y su maldita circunstancia que no sabe del tiempo, el miserable acto de recordar, la sangre adolescente, la santidad desinflada, la mujer pulpo y los espejos estratégicos; La Habana y sus recurrentes aguaceros que no limpian nada, un sueño mal parido, morir de luz o morir de peste, La Habana bajo la lluvia (un crimen, un guateque) y más abajo, siempre más abajo... La Habana, una ciudad de amplias avenidas y estrechos silencios que siempre van a la mar, que es el soñar. 

Pío E. Serrano 
verbum@globalnet.es 
 

*     *     *

 

No sé si en un árbol se cifre el sentido pleno de una ciudad, menos de
un país.  No sé si el árbol tenga algo de ominoso aleph. Tal vez al
merodear el asiento de Changó, recuerde como visitante y extranjero La
Habana que me ha tocado presenciar: la del desecho y el esplendor que
huye entre las risas y el desconcierto.  Lo de visitante lo repito como
seña de identidad constante, lo de extranjero no sé si algo signifique
en el Caribe.  En mi tierra, Puerto Rico, proliferan las ceibas pero
carecen de esa centralidad mitológica que le otorga cierta cubanidad.
(En la escena que recogen mis palabras anteriores, protestan los devotos
que los Orishas guardan en la menor de las Antillas). Mi preferida hoy,
al desear vistas mejores sobre La Habana, es aquella ceiba que deambula
de noche y niega el enrejado.  Monstruosa en su silencio, enorme por
nómada.  De todos modos, en la oscuridad y la querencia alejada, aquí
van mis extrañas frutas.  Maferefún Iroko.

Juan Carlos Quintero Herencia, Providence, Rhode Island.
Juan_Carlos_Quintero-Herencia@brown.edu
 
 

 
 
 
 habanaelegante@pipeline.com