Fuente de la India Al ver estos gruesos muros, estas rejas con sus puntas agudas y mortíferas que se dibujan a lo lejos en cada uno de sus pisos, reconozco la cárcel de Tacón. La antigua prisión no tenía capacidad suficiente para satisfacer su inexorable severidad y Tacón hizo construir una que es inmensa en comparación a los otros edificios de la ciudad, con la aparente intención de alojar en ella algún día a todos sus habitantes. 
 Tomado de La Habana, por Mercedes Santa Cruz, Condesa de Merlin. 

NO LLORÉIS MÁS,  
DELFINES DE LA FUENTE...

 
 
 Con motivo de la celebración del 480 Aniversario de la Fundación de La Habana, hemos preparado una edición de lujo de La Ronda. Ofrecemos un pequeño dossier del Recreo Literario (La Habana, 1837-38), un fragmento de un atículo sobre los baños públicos de La Habana, aparecido en La Cartera Cubana (La Habana 1838-40).  Hemos incluido un breve artículo (Hospedarse en el Trotcha) de Ledys Camacho y Manuel González Bello) aparecido en Juventud Rebelde.  Como si todo ello fuese poco, ofrecemos las fotografías e impresiones de su viaje a La Habana, de nuestro amigo Manuel García Castellón (profesor en la Universidad de Nueva Orleáns). Finalmente, nuestra entrega se completa con la versión íntegra de la entrevista realizada por Camilo Venegas al arquitecto Mario Coyula, la cual apareció en el número de la Gaceta de Cuba dedicada a la Habana. 
     Los materiales sobre el Recreo Literario deben agradecerlos los lectores a la gentileza y desvelo de nuestro amigo y colaborador en La portada del Recreo LiterarioHabana, Armando Guerra.  En lo que respecta a La Cartera Cubana, nuestro agradecimiento va hacia otro de nuestros fieles amigos: el caballero Robert A. Solera, en Miami. 
     El Recreo Literario era una "colección escogida [sic] de novedades científicas, cuadros históricos, artículos de costumbres y misceláneas jocosas con el título de [...]. Publicación que corresponde a la segunda serie de la Biblioteca selecta de amena instrucción. Comenzó a salir en el segundo semestre de 1837, dirigida por Mariano Torriente. Publicó doce tomos". (Diccionario de la literatura cubana, T.2, 1980).  El prospecto de suscripción es el que sigue (hemos respetado íntegramente la ortografía original): 

PROSPECTO DE SUSCRICION a la segunda serie DE LA BIBLIOTECA selecta DE AMENA INSTRUCCION, con el título DE RECREO LITERARIO

Cuando principié la publicacion de la BIBLIOTECA SELECTA, creí que escasamente por el espacio de un año podria dedicar á ella mi atencion, i con esta mira me apresuré á concluir los doce tomos de que constaba mi compromiso, como en efecto los he terminado un mes antes de lo ofrecido; de modo qne el duodécimo tomo, que correspondia al mes de junio, se ha entregado juntamente con el undécimo. Empero habiendo sufrido alguna alteracion mis primitivos designios, por cuya razon puedo ocuparme todavìa por mas tiempo en esta clase de trabajos; animado asimismo con la favorable acojida que éstos han merecido dentro i fuera de la culta Habana; i no menos estimulado por una porcion considerable de mis suscritores, que desean la continuacion de una obra que les proporciona á un tiempo instruccion i recreo mediante la corlala suma de cuatro reales mensuales, me he decidido á publicar la segunda serie de dicha Biblioteca dividida en otros doce tomos con las variaciones siguientes, que creo serán del agrado de mis lectores. 
1.a Que esta segunda serie saldrà á luz bajo el título de RECREO LITERARIO
2.a Que el tamaño del tomo será en octavo, es decir, otro tanto mayor, i el número de pájinas de 160, equivalentes à 320 del tamaño antiguo; en lo qual habrá á favor de los seaores suscritores un aumento de 20 pájinas. Otra de sus ventajas será la economía en la encuadernacion, porque pudiéndose reunir en uno tres de dichos tomos de 160 pájinas, i obligándose la misma librería en que se despacha esta obra, á ponerlos en buena pasta por cuatro i medio reales, resulta un ahorro de igual suma, respecto de los nueve reales que ahora cuesta la encuadernacion de los tres tomos sueltos en 16.o 
3.a Que presumiendo que por haber recargado de demasiada doctrina mi primera empresa, desearán mis lectores no tener que fatigar tanto su entendimiento en la segunda, i recibirla mas bien como objeto de deleite que de seria meditacion, adoptaré de preferencia artículos de costumbres, que son el espejo de la vida; cuadros históricos, que son la mejor escuela del hombre, variedades teatrales que son en el dia el tipo del buen gusto; i misceláneas jocosas que disipen el mal humor aun del mas tétrico misántropo, sin dejar de sembrar de trecho en trecho sustancia, las semillas de instruccion científica i literaria. 
Como garantìas de su desempeño i ventajas de este plan me será permitido esponer, que estando suscrito á diez de los mejores periódicos de España, Francia, Italia, Inglaterra i Estados Unidos de América, cuyas publicaciones recibo mensualmente, podré tener á mis lectores al corriente de cuanto se publica de mas interesante en toda la Europa culta, ahorrandoles el ìmprobo traba i los inmensos gastos que sufririan si quisieran recurrir á las fuentes orijinales. 
Con estos ausilios i al favor de una escelente coleccion de obras clásicas que he logrado reunir, i mas que todo con el vehemente anhelo de no perder la favorable opinion que creo haber llegado á merecer, merced á la benevolencia de mis suscritores, á los cuales debo espresar en esta ocasion 
mi ardiente gratitud, espero que ofrecerá mayor interes esta segunda parte, ó que á lo menos no será nada inferior á la primera. Bajo estas bases, i refiriéndome á mi antiguo prospecto inserto en el tomo primero de la Biblioteca, por lo que respecta á los demas puntos, que por lo tanto creo escusado repetir, queda abierta la suscricion desde este dia en la librería de la Fama, calle de la Obrapia, número 101. 
A los antiguos suscritores que no gusten continuar en la segunda serie, titulada RECREO LITERARIO, les ruego tengan la bondad de hacerlo saber por todo el corriente mes en los mismos puntos en que se hubieren suscrito; i que se me permita interpretar el silencio de los demas como señal de aquiescencia, bajo cuyo concepto les serán remitidos puntualmente los tomos que se vayan publicando. 
Los nuevos suscritores á la Biblioteca, que entraron despues de haberse aumentado el precio de la suscricion, quedarán igualados con los antiguos si toman parte en esta segunda empresa, entendiéndose que la devolucion de lo que hayan pagado de mas, se les hará en cuenta de los seis últimos tomos. 
A los que entrando a suscribirse á la segunda serie, quisieran tambien adquirir la primera, se les reconocera la suscricion á razon de cuatro reales, dejando anticipado un fondo de tres pesos, que se descontará en los últimos seis tomos de dicha segunda serie. 
Los que quieran suscribirse al RECREO LITERARIO sin tomar la Biblioteca, no tendrán que pagar anticipacion alguna, i tan solo cuatro reales por cada tomo que reciban mensualmente. 
Relativamente á Matanzas, Cuba, Trinidad, Puerto Príncipe, Puerto Rico, Veracruz i Méjico no habrá para esta segunda empresa alteracion alguna en los precios i condiciones que se estipularon para la primera. En las administraciones de correos de Villa Clara, Santi-Espíritu, Cienfuegos, Guanajai, Bhaía-Honda i S. Juan de los Remedios, se admitirán suscriciones á cinco reales cada tomo. 

Mariano Torrente

Reproducimos a continuación uno de los artículos del Recreo Literario

Acepciones del verbo pasar. 

     Todo pasa en el mundo. Pasan las horas, los pájaros, las nubes, la 
alegria, los deseos i el dolor; pasa la hermosura, la juventud, la ocasion i 
la moda. Se pasa el vado, se pasa la linea. El amor hace pasar el tiempo, i 
el tiempo hace pasar el amor. 
 lomo del Recreo Literario Conviene á veces pasar muchas cosas en silencio; en circunstancias críticas i espinosas se acredita de sabio el hombre que sabe pasar aquellas borrascas con felicidad; entra asi mismo en eI número de las habilidades provechosas saberlo pasar bien con todos. Feliz el que al salir de un gran peligro, puede decir: "ya esto ha pasado." Mas feliz todavia el que siendo preguntado como lo pasa, puede decir con verdad que lo pasa perfectamente bien. De un jóven esforzado, i que por su gran mérito ha sido elevado mui temprano á los honores, decimos que ha dado un gran paso; i esta misma voz la aplicamos á todo el que se interna en los negocios, empresas, carreras, distinciones i aun el bien ó en el mal. 
     Desgraciado el pretendiente que no puede pasar á la audiencia; desgraciado el estudiante que no puede pasar á ecsámen; miserable i digno de lástima es el libro que no pasa a la posteridad; queda mui desairada la lei que no pasa en un cuerpo representativo. 
     Empero cuantos males pueden sobrevenir del verbo pasar. César pasó el Rubicon i fué la señal de una horrorosa guerra civil. Los romanos pasaron por las horas caudinas; los soldados pasan por las carreras de baquetas. Las mujeres volubles i caprichosas suelen decir á un amante olvidado: "pasó aquel tiempo del delirio." Al salir un caballero de cierta academia de canto, le preguntaron ¿qué le habia parecido? i contestó que el canto habia sido pasable, i las cantantes pasadas, i que podria mui bien pasarse sin estas i sin aquel. 
     Un jóven bastante malicioso estaba mirando fijamente á una dama que 
habia sido mui hermosa en su tiempo, pero que ya estaban pasados sus 
encantos, ¿qué es lo que está V. mirando con tanta curiosidad? le preguntó 
dicha dama algo escamada. Nada, le contestó, estoi mirando lo que pasa. 
     Pocos verbos hai que tengan tantas aplicaciones; como el que forma el 
objeto del presente articulo; i asi mismo serán mui pocos los que dejen 
recuerdos mas tristes á un tiempo i mas placenteros, segun sean los objetos 
favorables ó adversos, cuya terminacion se anuncia con el citado verbo; i 
como todo pasa en este mundo, i nos pasamos nosotros, i pasa asi mismo la paciencia i la aficion aun á leer las cosas mas agradables i menos pesadas, 
concluiremos este artículo para que se nos pase sin fastidios i sin censura. 

Torrente, Don Mariano. Recreo Literario. La Habana: Imprenta de la Obrapia, 1837. Tomo 4, pp. 149-150. 
Correspondencia a: recreo@obrapía.hab 
 

LA CARTERA CUBANA 

     Fue una revista fundada y dirigida por el doctor Vicente Antonio de Castro, quien solicitó autorización el 18 de abril de 1838 para publicar El Instructor Habanero. No se le concedió el permiso, por lo que varió el plan y el título de la obra.  Fundó entonces La Cartera Cubana, la cual portada de La Cartera Cubanaempezó a salir con carácter mensual. En el prospecto, aparecido en la página 2 del Diario de la Habana del 30 de junio de 1838, expresan que no se proponen <<que La Cartera Cubana sea un vehículo de escándalo, sino por el contrario, un auxiliar eficaz del orden, de las leyes y de la apropiación de los buenos principios de literatura y moral que tanto contribuyeron a la dicha y prosperidad de las naciones>>.  Se editó en 5 tomos con un total de 30 entregas.  En el último tomo, en la sección de Poesía, figuraron los nombres de Anacleto Bermúdez, José Jacinto Milanés, Ignacio Valdés Machuca, Plácido y muchos otros. (Diccionario de  la literatura cubana, T1, 1980) 
     Vicente Antonio de Castro Bermúdez, nació en Sancti Spíritus el 24 de marzo de 1809. Casado con Clara Bermúdez y Pérez de Corcho, su prima carnal y tía carnal de Anacleto Bermúdez y González de la Piñera, uno de sello con la imagen de Vicente Antonio de Castrolos ocho Estudiantes de Medicina fusilados por los españoles el 27 de noviembre de 1871. Catedrático de Anatomía de la Universidad de la Habana, del 20 de diciembre de 1835 al 24 de octubre de 1842, ocupa, al secularizarse la Universidad, la Cátedra de Víspera (Patología); miembro de la Sociedad de Amigos del País y fundador de la Sociedad Filomédica; introductor de la Anestesia en Hispanoamérica y particularmente en Cuba; Académico de Mérito de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Polifácetico intelectual edita junto a Anacleto Bermúdez (Fileno) La Cartera Cubana. Participa en la Conspiración de Vuelta Abajo junto a Ramón Pintó Llinás y es condenado en ausencia a 10 años de prisión. Fundador en 1862 de la organización masónica Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA) reorganiza la masonería en Cuba. Funge como Gran Maestro de la Gran Logia y Gran Comendador del Supremo Consejo. Muere el 12 de mayo de 1869 en la Calle Sol No.26, en La Habana y es enterrado en el Cementerio de Espada, que estaba situado en 1871 a la altura de las que serían las calles Espada y la prolongación de San Lázaro, cerca de la antigua Batería de la Reina (donde está hoy el Parque Maceo). Ver artículo en El Miami Herald del 10 de octubre de 1987, por Roberto A. Solera: La Guerra Grande: Obra de Muchos

Los baños de la Plaza de la Catedral 

por Robert A. Solera 

     En múltiples ocasiones había oído hablar de La Cartera Cubana, periódico fundado por mi tatarabuelo Vicente Antonio de Castro Bermúdez en 1838. En él colaboraron "Fileno" --Anacleto Bermúdez, padre; Plácido --Gabriel de la Concepción Valdés y otros conocidos patriotas cubanos. Envuelto en el misterio de lo desconocido, había visto una reproducción de La Cartera en una revista publicada por la Florida International University (FIU), llamada Cuban Heritage. Lamentablemente esa revista pasó a mejor vida a poco de comenzarse su publicación. 
     Siempre tuve la curiosidad de tener en mis manos un ejemplar de la Cartera Cubana y recientemente mi primo Carlos Alberto de Castro me dijo que tenía un ejemplar empastado de la Cartera. Emocionado pude posar la vista sobre la Cartera, que comenzó en julio de 1838, impresa 
en la Imprenta Literaria, a cargo de D. Domingo Patiño, en la Calle del Obispo Num. 78. 
     Los libros viejos dan la oportunidad de echar un vistazo al pasado en busca de las raíces desconocidas de nuestra nacionalidad. Es como si conversáramos, viéramos, camináramos por las calles de La Habana Vieja, viendo con los ojos de los contemporáneos, los empedrados, ventanales, enormes puertas, espectáculo diario que se abría a los ojos de los habaneros de esa época. 
     Econtre con sorpresa, al hojear la Cartera, lo que nunca había oido mencionar. En La Habana de la primera mitad del siglo XIX, había baños públicos. En una crónica denominada Los Baños de la Plaza de la Catedral, se hace referencia a los mismos: 

"¿Pero en la Habana? Aquí no se puede gozar de la vida, se derrite uno de calor, no hay soirées. De bailes, no digo nada; el teatro ...los actores... 

--Vamos amigo mío, que en todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas. Cuando yo estuve en París vi muchas cosas buenas, inmejorables; ¿pero me negará V. que también las hay malísimas, que repugna el buen gusto y a la delicadeza? Si yo fuera a juzgar de la Francia por lo malo que en ella hay, sin hacer cuenta de lo bueno ¿a dónde iriamos a parar? 

--Ya se ve! 
 ... 

Pero Vds.,...vienen aquí creyendo que todavía estamos por conquistar;y mientras más ignorantes son los que nos visitan, más orgullosos se muestran: como su divisa es make money, si lo consiguen pronto, ¡Dios nos asista! Entonces... 

...que cuando hace calor y quiere uno refrescarse, por más dinero que gane si no puede hacerlo, ¿de qué le sirve? !Bah!, ¿qué puedo decir de los habaneros cuando ni siquiera tienen un baño come il faut? 

El tono medio despreciativo y bufón de esta caída no agradó mucho al joven cubano, pero se contuvo recordando la amistad que le unía al francés, y más que todo porque conocía su carácter. Sin embargo, le respondió con gravedad. 

--Nunca está el hombre contento con su suerte. Salió V. de su patria buscando una fortuna, abandonó V. a todo un París soñando montes de oro en las Américas, recorrió V. la del Sur, y vino a parar a La Habana, donde ha comenzado su carrera por tener dos mil pesos anuales; se ha 
estado V. trabajando como un negro sin salir apenas de su escritorio, sin preguntar siquiera donde se bañan los que quieren hacerlo; y después con tono doctoral y decisivo esclama (sic): "!Qué mengua la de no haber un baño en la Habana.'' ---Hubiérase V. informado y sabría que en la 
calle del Tejadillo existen hace mucho tiempo, y en la de Aguiar detrás de San Agustín, se acaban de establecer; que si V. los prefiere del mar los encontrará a la orilla de la playa, si de agua dulce y al tiempo en el Tívoli, y... 

...lo sabía, pero amigo los de allá fuera, por recibir el agua de la Zanja, y por otras razones no siempre son muy aseados, mucho menos cómodos, no come el faut; tampoco estoy acostumbrado a bañarme en el mar; y los de acá adentro, los de agua templada...¿V. sabe lo que dice? Baños tibios para mí. Vamos V. no conoce la influencia que tienen, y lo estraño (sic), porque fue educado en Francia...... 

Ya no puedo resistir más amigo mío; y diga V. lo que quiera en la Habana falta un baño que... 
--Esté al nivel del siglo, ¿no es eso? 

--Cabalmente. 

--Pues bien venga V. conmigo, que cerca le tenemos. Y el defensor de las cosas de Cuba, como buen hijo de la Habana, pagó lo gastado y dando el brazo a su compañero le condujo a la plaza de la Catedral. 
 

Hospedarse en el Trotcha 

Ledys Camacho y Manuel González Bello 

     El Cerro y la parte de la ciudad ahora nombrada Habana Vieja, ya no eran de total contento para la burguesía de las últimas dos décadas del pasado siglo. Ya sus miradas se fijaban en otras partes de la naciente urbe,El Trotcha, tal como se veía en 1886 cuando fue inaugurado entre ellas el Vedado, zona prohibida entonces a los pobres. Los grandes comerciantes y adinerados emigraban hacia el entonces sereno y calmo Vedado, todavía sin muro del Malecón y abundante en terrenos casi vírgenes. 
     Uno de los atraídos por el reino de la paz fue el catalán Buenaventura Trotcha Fornaguera, quien adquirió una porción de los terrenos del Conde de Pozos Dulces con el propósito de construirse una lujosa vivienda próxima al mar. Eran tiempos de guerra de cubanos contra la metrópoli española, pero Trotcha, que había venido de Cataluña con el confeso objetivo de hacerse de una fortuna y encontrar tranquilidad, sólo pensaba en sus negocios. El sitio escogido por el catalán se ubicó en el tramo que hoy corresponde a Calzada entre Paseo y 2. Allí se hizo construir una residencia. 
     Trotcha contrató a prestigiosos arquitectos e ingenieros de la época, y a medida que la obra avanzaba, al caer la tarde invitaba a sus amigos a contemplarla, en compañía de botellas de vino que descorchaban a la sombra de los árboles y arbustos. 
     -Será la edificación más bella y atrayente de La Habana- le decía su coterráneo René León, que no dejaba de adular a su amigo para hacerle el interior del Trotchaolvidar una deuda contraída una década atrás. 
     Cuentan que Trotcha se obsesionó con la residencia que construía, a tal extremo que se le veía solitario dibujando en un papel cada pared que se levantaba, y que en los barcos que zarpaban del puerto inevitablemente iban cartas del catalán, en las que prodigaba elogios a su futura residencia. 
Al fin, en 1886 quedó inaugurada. Pero el comerciante no se conformó con la tranquilidad personal. Quiso sacar provecho a su propia casa y compartir con otros una pasión que lo acompañó hasta el último día de su existencia: la buena mesa. Comidas españolas, criollas y francesas, acompañadas de los mejores vinos, eran el regocijo mayor del catalán. Por eso ordenó acondicionar algunos salones y jardines como adorables sitios de estar, y en ese paraíso encontró aposento la Sociedad del Vedado, fundada por él.  Por toda la ciudad corría la noticia: las mejores comidas de La Habana se podían degustar en el nuevo local. 
     Buenaventura Trotcha no se dormía como comerciante. Pronto tuvo una nueva idea: habilitó en la planta alta varias habitaciones para aquellos que quisieran prolongar su bienestar más allá de la tarde. Con el aumento de la demanda, en 1902 le añadió nuevas habitaciones al edificio original, y le llamó Hotel Edén. Pero tampoco era suficiente, y el catalán, embullado con su negocio, años después hizo levantar otra edificación. 

Leyendas de un hotel 

     Los lectores más jóvenes no saben con exactitud de qué edificación se está hablando. Pero se trata de las ruinas que hoy día existen en Calzada entre 2 y Paseo, y que siempre se conoció como hotel Trotcha. 
     Durante la primera mitad de este siglo, el Trotcha fue uno de los atractivos habaneros. Al encanto de la edificación, donde se combinaban distintos estilos, se añadía el encanto de los jardines. La brisa del mar, antes de que se interpusieran los edificios y casas más próximos al Malecón, completaban la mayoría. 
     La historia del Trotcha todavía está por escribir. Pero mientras, con el paso de los años han ido surgiendo leyendas que algo deben tener de nuestra amiga Sarah Bernhardt nos escribió anunciando que se hospedaría en el Trotchaverdadero. Se dice que allí se hospedó el poeta nicaragüense Rubén Darío, aunque otros afirman que sólo visitó el hotel. De Mazzantini, el famoso torero, se cuenta que vivió en el Trotcha un idilio amoroso con la no menos famosa actriz Sarah Bernhardt. Otras versiones ponen como escenario del romance al hotel Petit, próximo a La Chorrera. Pero más allá de las leyendas, lo cierto es que el Trotcha albergó a personalidades importantes y dio brillo al Vedado. Luego llegó el implacable tiempo, y el hotel, que había devenido edificio de vivienda, se fue destruyendo poco a poco, a lo que contribuyó un incendio. 
     Hoy día apenas quedan ruinas. Pero de esas ruinas surgirá un hotel cuatro estrellas de 200 habitaciones, de acuerdo con un proyecto que ejecutarán la entidad Arquitel S.A., con sede en Panamá, y la corporación Cubanacán (aquí nos entrometemos nosotros: es decir, el Trotcha estará, pero no estará). El propósito es conseguir un diseño original y moderno sin violar el estilo de las ruinas. Bueno sería que alcanzara el máximo esplendor, pues próximo tiene al majestuoso hotel Cohiba, que por su ubicación ya restó esplendor a su vecino Riviera. El renovado Trotcha ha de correr mejor suerte (nos volvemos a entrometer: lo de "mejor suerte" se refiere al hotel y a los afortunados turistas que hospede). El Trotcha, que nació a fines del siglo XIX, resurgirá a principios del siglo XXI. Entonces volverá a ser escenario de hechos verdaderos y de leyendas. 

Juventud Rebelde, 13 de agosto de 1999 
 

Mis amores con La Habana;  
entrevista a Mario Coyula por Camilo Venegas 

     Desde aquí puede verse la ciudad entera de una vez, todo está al alcance del dedo índice, sus colores son muy tenues y se parcelan por franjas que la dividen en el tiempo; la luz es igual en cualquier parte, no están los grises del amanecer, ni los naranjas de la tarde y mucho menos los violetas que trae la noche. Desde aquí a La Habana hay que mirarla con un telescopio y el mar se acaba sin hallar los límites del horizonte. Aún así Mario Coyula habla como si estuviéramos en la ciudad tangible; para él la Maqueta de La Habana, esta enorme simulación hecha con papel y madera, es otra realidad, la única donde se puede jugar con el tiempo y ver el antes, el ahora y lo por venir. Además de ser profesor titular de la facultad de Lonja del comercio (1910)Arquitectura de la Universidad de La Habana y subdirector del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital, Coyula es autor del Parque Monumental de los Mártires Universitarios y del Mausoleo de los Héroes del 13 de Marzo. En 1984 obtuvo el premio de Crítica Arquitectónica Joaquín Weiss y ha escrito, entre otros, los libros: Diseño urbano (La Habana, 1985), Quienes hacen ciudad (Cuenca, 1997) y Havana Two Faces of the Antillean Metropolis (Chichester, 1997, en colaboración). Aunque ha impartido cursos en universidades como el IUA de Venecia, Harvard, U. Mass, City College, Pratt y Cornell, este arquitecto de sesenticuatro años da la impresión de no haberse movido nunca de El Vedado, a veces parece que todo lo ha visto desde el portal de su casa, mientras el sol se hunde y el mar se convierte en una oscuridad del otro lado de lo oscuro. 

Empecemos por trazar un límite, una línea de partida: ¿qué importancia tenía como conjunto arquitectónico La Habana en 1959? 
 
Yo creo que esta ciudad tenía una gran importancia, lo que no estoy seguro es de que si todos estábamos concientes de esa importancia; después del triunfo de la Revolución en la mayoría de los arquitectos primaba la idea de que había que seguir modernizando la ciudad con el mismo impulso que se hizo en la década del 50. Nosotros despreciábamos muchos de los edificios que se consideraban monumentos; en aquel entonces, por ejemplo, yo veía al Capitolio como una gran vaca echada que no nos dejaba pasar, como un desastre, como antiarquitectura. En general creo que menospreciábamos a esa arquitectura ecléctica que es la que marcó a La Habana y a todas las ciudades de Cuba en el boom constructivo de la Danza de los Millones. Sin embargo ahora —ahora quiere decir hace veinte años—, es que podemos ver lo valiosa que es toda esa masa construida que cubre varias épocas y donde se distinguen estilos, sectores sociales y niveles de ingreso muy diferentes, pero a veces muy bien mezclados; una de las cosas que tenían muchos barrios de La Habana es que si bien había una homogeneidad física, visual, sin embargo había una mezcla social al interior del barrio. El Vedado es quizás en esto un paradigma; un sitio que siempre tuvo un aura residencia en el Vedado, calle 19, no. 710 esq. a Paseo (ca. 1925)aristocrática, de suma elegancia, y que sin embargo desde sus primeros momentos estaba muy mezclado socialmente. Un buen ejemplo es que al lado de la casa de un hombre tan rico como Ernesto Sarrá, que ocupa más de media hectárea, podía estar la de un médico de éxito, luego la de un empleado público y al doblar una ciudadela. Todo coexistía y la expresión hacia el exterior de esas diferencias sociales no se veía; la clase dominante impuso sus patrones culturales hacia los espacios públicos y esa sucesión de máscaras era más que todo un problema elemental de economía, porque ellas impedían que el barrio se devaluara. 
La mayoría de las veces sólo se insiste en el valor de La Habana Vieja y entonces se corre el riesgo de que por pensamiento inverso se piense que el resto de la ciudad no tiene valor. Por eso te decía que para mí lo valioso al final de los 50 era esa gran masa construida que comienza en La Habana Vieja, pero que es también El Cerro, Centro Habana, El Vedado, Miramar, La Sierra, Ampliación de Almendares, Nicanor del Campo, Santos Suárez, La Víbora, Casino Deportivo, Lawton, Guanabacoa, Regla, Casablanca, Santa Fe, Santa María del Rosario, Santiago de las Vegas... yo diría que más de la mitad de la ciudad tiene valor, porque en ella aparecen estilos y tendencias de todas las épocas, desde el prebarroco con influencia mudéjar del sur de España —que son algunas de las casas que nos quedan del siglo XVII—, el barroco del siglo XVIII —que no es sólo la Catedral, aunque ella es nuestra gran fachada barroca—, el neogótico, el neoclásico —gran parte de El Cerro es neoclásico—, el art nouveau de principios de este siglo —que más que art nouveau belga o francés, fue el modernista catalán el que se impuso aquí, porque eran maestros de obra catalanes los que lo hacían—, luego el gran empuje de la arquitectura ecléctica —que yo siempre trato de separar el eclecticismo mayor de los grandes edificios como el Palacio Presidencial, el Capitolio, el Centro Asturiano, el Centro Gallego o de las mansiones de la gente de más dinero; del eclecticismo menor, que se extendió por todos esos barrios antes mencionados y que a mi juicio es más importante todavía, porque le dio forma y masa a toda la ciudad—, después vino el art deco de los 30 y luego el protorracionalismo —como el stadium de la Universidad y muchos edificios que surgen con la gran explosión constructiva que hubo en la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial, donde surgieron más de cincuenta nuevos repartos. Creo que los dos estilos que más marcaron a La Habana y sobre los que descansa gran parte de su importancia son el eclecticismo entre el año 10 y los 30, y el movimiento moderno en los 50, que lo extiendo hasta los 60; a partir de ahí comienza la decadencia de nuestra arquitectura. 
 
¿En que se diferencia La Habana de La Habana cuarenta años después? 

Los cambios sociales y económicos marcaron a la ciudad, pero no la cambiaron.. La mayoría de las construcciones se hicieron para bien y para mal en la periferia, fuera de la ciudad y muy pocas se integran a ella, como es el caso de Alamar que es la anticiudad o la no-ciudad. Una vez se proyectó borrar Centro Habana y llenar todo aquel espacio con pantallas y torres; no me imagino qué hubiera sucedido, eso hubiera sido un desastre; al exterior en el Vedado, foto por Tria Giovan (1995)menos Alamar está lejos y sembrándole árboles se puede tapar un poco. Lamentablemente no fuimos capaces de crear una nueva arquitectura que fuera cubana y que reflejara la revolución y todos los cambios de otro orden que ella propuso; apenas hay algunas obras de mucha calidad, como islas, que se destacan dentro de ese panorama tan pobre. En estos años también muchos arquitectos, de una manera equivocada, han ido a lo más superficial, creyendo que hacer algo cubano es ponerle tejas, rejas y vidrios de colores. La arquitectura cubana contemporánea está por hacerse, porque un movimiento arquitectónico no lo hacen obras aisladas, si no la masa generalizada. Piensa que eso fue lo que le dio a está ciudad el valor que tiene; no eran veinte, treinta o cien edificios espectaculares, sino era una masa de decena de miles de edificaciones, una al lado de la otra, muy bien organizadas; con sus portales, sus fachadas, sus columnas... Eso es todavía, por fortuna, lo que de mucha calidad La Habana ha logrado salvar de La Habana. 

A veces tengo la impresión de que La Habana es una ciudad hecha para que la caminen, para que la vean... 

La Habana siempre fue una ciudad muy ostentosa y sus fachadas son el mejor espejo de ese juego de apariencias; todos querían ostentar, desde el más rico que quería hacer ver todas sus riquezas, hasta el menos rico que no quería parecerlo. Si uno deja fuera del juego a los que estaban fuera del juego, es decir, a los marginales de los barrios insalubres —del Llega y pon, de Las Yaguas o de la Cueva del Humo—; una característica común hasta de los sectores obreros era tratar de lucir lo mejor posible hacia la calle; eso por supuesto tenía su lado censurable, que era el juego a la hipocresía, pero tenía su lado positivo que era el de crear una imagen urbana que se ofrecía a los ojos del que andaba por las calles. 
Ahora, por los años 50 había en La Habana del Centro  —digámoslo como Fina García Marruz— unos veinte kilómetros lineales de frentes de tiendas, si se sumaban los de todas esas grandes arterias comerciales: Belascoaín, Galiano, Reina, Obispo... esas calles estaban hechas para el paseante, eran cientos de pequeños y medianos negocios puestos en función del que camina, del que mira. La mayoría de esas tiendas están cerradas y uno se encuentra en el medio de las calles unos horribles kioskos que lo estropean todo. Yo sé que es difícil recuperar esa veintena de kilómetros de un golpe, se necesita de muchos recursos, pero sería bueno convencernos de que esta ciudad que heredamos dependía en gran medida de quienes paseaban por ella, de quienes se detenían a mirarla; la recuperación del comercio de La Habana no puede hacerse a base de inversiones en nuevos edificios, porque eso nos llevaría a perder la textura y el carácter de lo que era la ciudad; hay que pensar en recuperar esos sitios que eran parte de su tradición. Esas grandes inversiones luego parecen mastodontes, porque rompen la escala de lo que les rodea. Esto también es aplicable a los hoteles; a veces queremos adaptar la realidad a las estructura organizativas, cuando lo ideal sería adaptar esas estructuras a la realidad. La ciudad tiene cientos y cientos de mansiones espectaculares que se están perdiendo y que funcionarían muy bien de hostales, de paradores o de pensiones. Insisto en que debe pensarse más en rescatar lo que se está perdiendo que en construir nuevos edificios, lo mismo para tiendas, que para hoteles o inmobiliarias; el caminante de La Habana lo agradecería mucho. 
En 1929, el francés Jean C. N. Forestier proyectó para La Habana un borde marítimo moderno y homogéneo, a imagen y semejanza de la mayoría de las ciudades portuarias de Europa; luego, el Plan de Ordenamiento del equipo de la Town Planning Associates proponía la construcción de una estructura de grandes avenidas y edificios muy altos en función del turismo, salvándose apenas sitios muy representativos. ¿Qué habría pasado si esos proyectos se hubieran llevado a cabo? 
La Habana de Forestier era una ciudad que quedaría con la mirada fija en el mar y que respondía al medio de transporte de aquella época; aunque se dice que Forestier la sobrevoló en un aeroplano para entenderla desde el aire. Es cierto que su plan tenía las mismas intenciones de lo que se hizo con París; aunque de haberse llevado a cabo, hubiera aumentado los valores del paisaje de La Habana. Forestier era un paisajista, él le daba mucho valor al verde y lo sacrificaba todo en función de esa idea. El otro plan, que se comenzó treinta años después, era muy diferente y su objetivo fundamental era escenificar la apoteosis del capitalismo. Aquí es muy curioso cómo los arquitectos que trabajaron en este plan —todos provenían de Harvard— pusieron al servicio de una dictadura tan inculta como la de Batista los códigos del movimiento moderno de la arquitectura, que desde los años 20 había surgido muy matizado por un contenido progresista, iconoclasta y antiburgués. Yo creo que ese plan hubiera sido muy perjudicial para La Habana; aunque para ser honrado, nosotros hubiéramos hecho lo mismo en los 60, porque nos parecía lo novedoso; todos los que estudiamos arquitectura en la década del 50, estábamos entrenados para hacer eso. 

Independientemente de todo el favor que le hizo a La Habana no participar en el auge constructivo de los 60, ¿crees que eso limitó su sistema urbano? 

Lo peor que le sucedió a esta ciudad fue que se dejó de invertir en su mantenimiento, en su actualización. A principios de este siglo La Habana se apoyaba en un sistema de alcantarillado flamante; en un acueducto que a pesar de que ya tenía problemas en las zonas centrales, llegaba muy bien a las zonas donde se estaba gestando el desarrollo; y se apoyaba en una red de calles muy bien mantenidas. Esas inversiones ocultas duele mucho hacerlas porque no se ven, pero ellas son las que sostienen todo lo demás. Esas inversiones que se han ido dilatando porque no hay recursos tendrán que hacerse de todos modos; creo que mantener las pipas de agua al final saldrá más caro. Si El Vedado tuviera su tendido eléctrico y telefónico soterrado, sus árboles pudieran crecer en paz y esos servicios no estuvieran a expensas de un viento platanero. Esa pelea habanera de los tendidos contra el follaje, siempre la pierden los árboles y ellos juegan un papel vital en el paisaje de gran parte de la ciudad. 

La Habana es una ciudad fácil de reconocer en el tiempo, sus épocas están muy bien limitadas por ella misma, ¿cuál de ellas es para ti la más valiosa y cual la más prescindible? 

Ahora yo podría contarte mis amores con La Habana, hay algunos que han sido muy pasajeros, pero hay otros que tendré que llevarlos conmigo para siempre. A veces yo vuelvo a un sitio de la ciudad y me parece que lo veo por primera vez, que lo acabo de hallar en ese momento; ese eterno descubrimiento me ayuda también a entenderla y a vivirla. Eso me ha pasado con Casablanca, con Santa María del Rosario, con Santa Fe o con la Loma de Chaple. Hay lugares a los que decido no volver, porque no me siento seducido por ellos. Para mí La Habana ha dejado de ser una escenografía y se ha convertido en algo mucho más intimo. De todas formas lo que más me gusta de ella es El Vedado, el sitio donde nací y donde vivo; él es el comienzo de mi gran pasión por esta ciudad. Lo más prescindible es toda la cacharrería que en un momento se hizo pensando que se le iba a añadir algo positivo al entorno. Yo recuerdo a una arquitecta que trabajaba conmigo, María Elena Martín, que en medio de la discusión de un programa de embellecimiento de la ciudad —de esos que se conciben por un congreso o por la celebración de una fecha— dijo que no había que hacer nada, que lo único que necesitaba la ciudad para estar bella, era que quitaran lo que quedaba de la campaña anterior. La ciudad necesita que le quiten esos artefactos oxidados, esos letreros que ya no se encienden, todo esa distorsión que proliferó por todas partes. Ahora, la única zona de la ciudad que no me significa nada es Alamar, pero como ya no podemos demolerlo, creo que debemos mejorarlo todo cuanto se pueda. Allí hay que urbanizar, hay que crear el paisaje de la calle: jardines, árboles, espacios públicos; allí hay que hacer ahora lo que se debió hacer al principio, aunque ya no tenga la misma eficacia. 

¿Qué importancia tiene el mar para La Habana? 

La Habana está dentro del mar y el mar está dentro de La Habana, es un constante ejercicio de equilibrio donde se benefician y se agreden. Durante la colonia se veía el mar como una amenaza y se le dio la espalda; aunque hubo un proyecto que nunca se ejecutó, de ese genio de la ingeniería que perla marina: ¡oh, el mar!, el límite, la amenaza, la esperanza...fue Albear, de abrir un paseo marítimo. Cuando se empezaron a levantar los siete kilómetros del Malecón, a principios de este siglo, había una tendencia generalizada en todo el mundo de que el hombre podía dominar a la naturaleza; por aquellos años se construyó el célebre Titanic, que era un barco que la fuerza de la naturaleza no podría hundir; la misma aspiración tenían los habaneros con su malecón, él es la gran metáfora de esta ciudad. 
Hay dos calles perpendiculares al mar, que son Paseo y G, que llevan su presencia ciudad adentro, esa es una virtud que en Miramar no se consiguió; para La Habana del futuro hay que tener en cuenta el mar, no se le puede seguir tapando, su expresión es parte de nuestra identidad y debemos procurar que se le vea lo más lejos posible. 

¿Qué importancia tiene el Almendares? 

Lamentablemente La Habana se olvidó de lo vital que era para ella el Almendares. Es el único río que cruza la ciudad y aunque comparado con otros ríos del mundo es insignificante, para La Habana es casi una presencia poética; ahora recuerdo aquello de Lezama donde aseguraba que Mariano, el pintor, era dichoso porque conocía ya los cuatro grandes ríos: el Ganges, el Sena, el Amazonas y el Almendares. Ese río tiene unos paisajes soberbios y atraviesa casi todas las zonas verdes de la ciudad: el parque Almendares, el bosque de La Habana, el parque forestal, los jardines de la Tropical, los jardines de la Polar... El proyecto del Parque Metropolitano está muy ligado al Almendares y uno de sus objetivos fundamentales es recuperar ese cinturón verde que tenía el río en ambas márgenes; hay un viejo sueño que es continuar el Malecón río adentro; por el camino del Almendares podríamos traer los parques naturales hacia la ciudad, incluso los tres últimos que se hicieron, que están demasiado alejados; y además se le crearía un nuevo frente a El Vedado —que nunca ha reconocido al río. Con ese proyecto eliminaríamos los astilleros, el Fanguito y recuperaríamos el encuentro del Almendares con el mar; se produciría una revalorización increíble de los terrenos que miran hacia el río, y se le salvaría, que es una deuda y un deber que tienen los habaneros. 

¿Qué importancia tiene la luz? 

Cada ciudad tiene una luz distinta y la de La Habana tiene un peso sobre ella determinante. La luz de esta ciudad es muy fuerte y eso hizo que su arquitectura no descansara en el uso del color, sino en los efectos de luz y sombra; eso también limitó su gama de colores, que siempre estuvo restringida a los colores que iban del blanco hasta el siena tostado y el ... cuando los cierras parece / que va muriendo la tarde...carmelita rojizo, pasando por el arena, el beige, el ocre y el amarillo muy claro; eran los colores que se conocen como constructivos, porque recuerdan a los materiales de la construcción. Lamentablemente esos tonos han sido sustituidos en gran parte de La Habana por otros muy chillones, que además envejecen muy mal, porque se difuminan, se manchan y eso hace que la ciudad se parezca a esas señoras muy mayores que se embadurnan el rostro con maquillaje. La licencia de pintura es una norma que nunca ha dejado de estar en vigor, pero no se aplica, y probablemente el que decide el color de un edificio es el propio pintor de brocha gorda. Esa confusión de colores ha hecho que los efectos de luz se trastoquen y la ciudad se desfigure. 

¿Pudiera decirse que El Vedado es el frenesí del eclecticismo en Cuba? 

Es indudable que El Vedado es el conjunto ecléctico más grande del país. Cuando se empezó a poblar, en la década del 80 del siglo pasado, sus villas eran neoclásicas; pero ese proceso se detuvo por la Guerra de Independencia y ahora apenas quedan testigos de esa época en la calle Línea y en Calzada. De aquellos inicios lo más importante fue el concepto tan moderno que manejaron sus fundadores a la hora de trazarlo y urbanizarlo. No es casualidad que en ese mismo momento Cerdá hacía su plan para el ensanche de Barcelona; los que concebían El Vedado sabían lo que Cerdá hacía, se carteaban con él; esos años también fueron los del Ring de Viena. El hecho de que El Vedado naciera cuando muchas de las ciudades europeas se modernizaban fue determinante en su apariencia. 
Para mí El Vedado es la pieza más importante de la capital, cada vez le doy más valor, creo que es una urbanización que ha demostrado una enorme capacidad para asimilar golpes muy grandes, golpes que en otro sistema urbano hubieran sido devastadores; aún ahora que ya está muy dañado, asimila con dignidad operaciones de cambios de uso, agregos, serias modificaciones, incluso hasta nuevas inserciones. Cuando yo pienso en la ciudad de la manera más individual, en lo primero que pienso es en él, por eso me duele mucho ver como se ha ido degradando; aunque yo esté en otro sitio, mi fantasma es incapaz de moverse de El Vedado. 

¿Cuáles son los arquitectos que mejor han entendido el espíritu de La Habana? 

Yo creo que esos constructores anónimos que le dieron forma a un gran porciento de esta ciudad entendieron mejor su espíritu que los propios arquitectos. Eso tiene que ver con la identidad y con ese falso círculo de tiza que deja a todo lo cubano dentro y saca lo foráneo para afuera. La esencia de La Habana es el concierto que ella misma organiza y ahí lo más importante es la escala, el ritmo que la luz y la sombra establecen en sus fachadas. Hay dos edificios que a mí me parecen ejemplares: uno es el Palacio de los Capitanes Generales, de Fernández de Trebejo, y el otro es el restaurante Las Ruinas, de Joaquín Galván. 

¿Cuáles son las construcciones que más han agredido la ciudad? 

Las agresiones a la ciudad no se pueden sintetizar en un edificio, las adulteraciones a veces son tan perjudiciales como las implantaciones. De lo construido en los últimos años te puedo poner un ejemplo muy reciente: el shopping mall que se hizo frente al Cohiba, lo han cubierto de vidrios y lo han puesto a mirar hacia el oeste que en arquitectura es un pecado capital. Lamentablemente la gente identifica eso como algo novedoso porque en la ciudad no había cosas así, y no se dan cuenta de que hace veinte años esos modelos ya no se intentan; una vez más nos llegó demasiado tarde la influencia. Es indispensable que La Habana se incorpore a la modernidad, pero a lo moderno de calidad; de la misma manera pienso que debemos permitir que arquitectos extranjeros construyan en La Habana. Ahora, por ejemplo, uno de los deconstructivistas fundamentales, el austríaco Wolf Prix, está interesado en hacer un edificio en Rampa y Malecón, creo que esas son las cosas que debemos propiciar; darle espacio a los buenos arquitectos y quitárselo a esos simuladores que vienen a cambiar vidrios por pepitas de oro. Recuerda que el Museo Guggenheim de Bilbao ha sido muy discutido; pero con él su arquitecto, Frank Gehry, puso a esa ciudad vasca en el mapa de la cultura contemporánea. 

¿Qué piensas de construcciones como el hotel Parque Central, que se apropian de un trozo de un edificio en ruinas y a partir de ahí buscan confluencias? 

La idea original es muy buena, pero el proyecto que se ejecutó fue una gigantesca equivocación, un naufragio. Ese lugar estuvo veinte años esperando por una inversión y desde el principio se pensó que algo así era lo que podía funcionar allí; proyectos tan sensibles como ese se llevan a concurso para poder escoger entre muchos el mejor. Ese lugar merecía un edificio que se inspirara en aquellas arcadas tan dignas, tan bien proporcionadas, y las reinterpretara sin llegar a ser una copia mimética del pasado; siempre pensé que en esa pequeña manzana podíamos ver un viaje a la semilla como el de Carpentier, pero no fue posible. 

¿Qué pasaría con La Habana si el capital de Miami empezara a invertir en ella? 

Cierra los ojos y figúratelo por un momento. Andrés Duany ha hablado de eso de una forma muy bonita y muy exacta. Yo no creo que la burguesía culta que se fue en 1960 regrese a invertir otra vez; probablemente serán los que hicieron dinero de una manera sospechosamente rápida y que pretenderán seguir haciéndolo aquí, ligados a un modelo sucio de éxito. Duany dijo hace muy poco que esos cubanos que hicieron Miami —Miami era un pueblo de campo muy feo, donde sólo se salvaba el distrito art deco, y ahora es una gran ciudad muy fea— querrán reiterar aquí el esquema de Hialeah. Es muy curioso, ellos pretendieron repetir allí La Habana y no les salió; si vuelven, querrán duplicar, en el original, la mala imitación de la imitación, lo cual será una sucesión de equívocos. 

Supongamos que la ciudad real permite los mismos juegos con las formas y el espacio que esta maqueta: ¿qué sitio de La Habana o qué edificio tú borrarías ahora mismo, cuál taparías con una campana de cristal para que estuviera siempre intacto? 

A mí no me interesan tanto los edificios aislados, me interesa más la masa, el tejido urbano. Ahora, un edificio que no me gustaría que se hubiese hecho —que es distinto a borrarlo— es la Embajada Rusa, otro que me resulta muy feo es el hotel Cohiba, el hospital Hermanos Ameijeiras es muy intrusivo en esa zona de la ciudad y al hotel Parque Central lo eliminaría ahora mismo sin que me temblara la mano. Como edificios a preservar hay muchos, muchos; un edificio es un contexto, por eso yo quisiera poder salvar áreas enteras de la ciudad; pero me temo que si dejo a La Habana dentro de una campana de cristal, la privaría de su mejor virtud, que es la de encarar al tiempo y desafiarlo. 

Por último, tracemos otro límite, pongamos una línea sobre el 2059, ¿cómo quiere Coyula que sea La Habana dentro de sesenta años? 

En espíritu, lo más parecido a lo que es ahora. Uno de los grandes retos que tenemos, además de salvar a la ciudad física, es salvar su espíritu. Para ese entonces ya debe haberse construido en una de las grande zonas de reserva para el desarrollo urbanístico que tiene la ciudad en este momento: el antiguo aeropuerto de Columbia. Son algo más de ochenta hectáreas con salida al mar, donde se podría vincular la Playa de Marianao con la zona del Obelisco de Finlay y, desde ahí, llegar hasta el aeropuerto de Rancho Boyeros. Eso sería uno de los grandes proyectos de La Habana, se debería hacer un concurso y adelantar ideas, para que la inversión no nos coja de sorpresa y volvamos a caer en la trampa de la falta de tiempo para pensar. 
En la ciudad, antes de hacer algo, debemos verla ahora y verla muchos años después. El Monte Barreto —ese supuesto abismo que cruzaba lento el mulo de Lezama— era otra gran área de reserva, pero lo sembraron con edificios dispuestos de una manera poco imaginativa, y se desperdició la oportunidad de concebir la mejor urbanización posible. Allí por ejemplo logramos salvar una microrreserva de plantas autóctonas del lugar, y ahora fue muy dañada por un terraplén que se hizo para las obras de construcción del Hotel Miramar; ese terraplén se pudo hacer como una prolongación de 7ma. avenida —que es una calle que habrá que empatar alguna vez—, pero nadie reparó en eso, simplemente se buscó el camino más corto, aunque este partiera en dos mitades la microrreserva. Esas cosas no pueden seguir sucediendo, cada vez las heridas que le hagamos a la ciudad tardarán más tiempo en cerrar. 
La Habana no soportará por mucho más tiempo la indolencia de los que la viven, no se puede seguir saqueando el paisaje; hay que rescatar el sentido de pertenencia incluso en los que acaban   de llegar del interior, sus hijos serán habaneros y se lo van a agradecer. Aunque ahora está deteriorada, despintada y a veces hasta desdibujada, hay que tratarla con respeto. Ella es nuestro paisaje, el sitio que más verán nuestro ojos... La Habana en el 2059 será la ciudad que nos merezcamos tener. 

Gaceta 2/99