La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana
Hojas al viento | En la loma del ángel | La Ronda | La más verbosa | El templete
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal
     La Habana Elegante trae a sus páginas uno de los cuentos del libro Adios a las almas, de Jorge Alberto Aguiar Pérez.  Su presentación se la hemos cedido al periodista camagüeyano, Héctor Antón Castillo, el cual colabora en Noticias de Arte Cubano. 
     Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD, La Habana, 1966. Poeta y escritor. Adiós a las almas
(Col. Pinos Nuevos, Edic. Letras Cubanas 2002) es su primer libro publicado. Tiene inéditos dos libros de cuentos, una novela, y cuatro libros de poesía. Desde 1999 ha dirigido y coordinado en Ciudad de La Habana los talleres de narrativa "Salvador Redonet", "Carlos Montenegro" y "Enrique Serpa"; el Taller Literario para jóvenes "Juana Borrero"; y el Laboratorio de Escritura Creativa "Enrique Labrador Ruiz".  Una entrevista suya al poeta cubano Eliseo Diego fue publicada por las revistas Casa de las Américas (195/1994) y Extramuros (8/2002). Actualmente escribe un libro sobre teoría y técnica de la ficción narrativa.  Reside en La Habana.
 

¿Por qué se despiden las almas?

por Héctor Antón Castillo  (Camagüey, I966) 

     Todo debut es un misterio. Mucho más cuando ese estreno estuvo sometido a la prueba de una larga espera. En el caso de la literatura, ese “romper el hielo” deviene una mezcla de añoranza y Jorge Alberto Aguiarterror. Una voz dispuesta a mostrar su alcance pero que a la vez sospecha con pavor que la respuesta del eco puede reducirse al más rotundo silencio. Por esta razón, publicar un primer libro significa exponerse a una paradójica dualidad: la euforia de liberar a las fábulas de su encierro y la 
posibilidad de que éstas deban permanecer a la deriva en el imaginario del presente o de la posteridad. 
    Adiós a las almas es el primer volumen de cuentos de un “novísimo tardío”  nombrado Jorge Alberto Aguiar Díaz (La Habana, I966). Cuando lo conocí a finales de la década del ochenta había escrito una novela que, de tanto pensarla, acabó destruyéndola. Desde entonces, se asumía como un admirador y deudor del maestro del realismo sucio Charles Bukowski. Asimismo, éste autodidacta irremediable desconfiaba excesivamente de sus potencialidades literarias e, incluso, con el paso del tiempo llegué a entrever que su prolongado silencio editorial era definitivo. Una vez me enteré que se iba de viaje a Europa y  sospeché que no regresaría. Sin embargo, todas mis predicciones se vinieron abajo cuando supe que había vuelto de Madrid para seguir amando, padeciendo y narrando la ciudad 
donde transcurren casi todos sus relatos y, más tarde, convertirse en JAAD el sucio, coprotagonista de sus propias historias. 
     Como era de esperar, la calle es la protagonista de cabecera en los cuentos de JAAD. Y para plasmarla en toda su dimensión, éste empuña una prosa ágil y directa, agresiva en ocasiones, aunque no desprovista de matices poéticos donde el fatum insular propicia breves y emotivos 
efectos sonoros. Alguien podría objetar que a través de todo el libro hay un uso desmedido de las malas palabras, que acaso la mayoría sobran, pero el ritmo obsceno de estos “tumbaos callejeros”portada de Adios a las almas resultan “evidentes exageraciones”, en las cuales, como diría Jorge Luis Borges,  “vale más lo 
simbólicamente exacto que lo históricamente verdadero”. Así también, dichos excesos devienen un recurso letal para cuestionar un orden sociomoral que, sin interés de hacer una denuncia explícita, urge sacudirlo de tanto simulacro y apatía. Temas como el éxodo, la prostitución en sus diferentes niveles o el suicidio, son tratados con desenfado y osadía. Pero junto al “latido de la ausencia”  que padecen los “atascados de la historia”, prevalece un interés por hallar la moraleja de estas “almas desarmadas”: un matón siempre es un matón hasta en la más melodramática de las situaciones; así como desacralizar la condición victimaria de una joven entregada al oficio de alquilar su cuerpo que de pronto asume el rol de verdugo amenazante, constituye una manera de no quedar en la epidermis de un cliché transformado en pretexto ideal, para impugnar al régimen social donde  “nada ni nadie las hará cambiar”.  Indagar en la esencia de la marginalidad nuestra de cada día es una de las preocupaciones que seguramente motivaron la realización de este libro. Y, por momentos, el lector  tiene la confusa certeza de que el sujeto marginal urbano es más un producto del alma individual carente de luz que del cuerpo de una nación plena de oscuridad. 
     Un detalle significativo de Adios a las almas reside en la fusión orgánica de la reflexión sociológica y la estrictamente personal. Si los personajes de JAAD miran obsesivamente el mar, éste necesita tanto o más ese instante de sosiego donde procurar una respuesta a su perenne 
incertidumbre. Entonces algo nos dice: “el sucio que escribe no es tan diferente de los sucios que actúan”. Así, todos experimentan un miedo semejante a extraviarse en el horizonte de sus dudas, rencores y anhelos.  Porque JAAD es tan pusilánime, egoísta y tramposo como sus criaturas. 
Está perdido dentro de sí mismo, no soporta pararse delante del espejo para ver cómo lo aplasta su propia historia y, después de todo, pretende ser feliz en medio de la guerra. Quizás por la veracidad de estas confluencias es que recibimos con satisfacción este amargo y estremecedor conjunto de relatos que publica la Editorial Letras Cubanas dentro de su colección Pinos Nuevos
     Es una verdadera lástima que la edición esté plagada de erratas. Una dificultad que se traduce en  pañuelosaludo irrespetuoso a un recién llegado al ámbito editorial. Sólo de este modo, asociamos esta fatalidad al hecho de que Jorge Alberto Aguiar pertenece a una promoción de poetas y 
ensayistas encabezada por Juan Carlos Flores, Almelio Calderón o Pedro Marqués de Armas de la cual él era prácticamente el único que se mantenía inédito. Tales deslices provocan que en el trayecto de la lectura nos encontremos con ese tipo de pifias que nos hacen dudar acerca de la buena vista de editores y correctores. Por lo que ellos son los máximos responsables del lado oscuro de un libro empecinado en detectar la luz en medio de tantas penumbras. 
     En una época de mercadeo literario con los conflictos más lacerantes que azotan a la isla, la propuesta comentada deviene una opción narrativa donde se tocan los mismos tópicos, aunque despojados de esa “espectacularidad contestataria” que conduce a un vulgar choteo sin límites. Por suerte, JAAD desechó la  “receta indispensable” para escribir una atractiva crónica de la Cuba actual con serias intenciones de imponerse en la arena internacional. De igual forma, se mantiene al margen de la denominada literatura de la venganza sobre la cual ya teorizan ciertos críticos de la diáspora. Su libro no le hace el juego a nadie, solo a la vigilia que mantiene viva la llama de la conciencia 
crítica del narrador. Tampoco estamos en presencia de un texto afirmativo. Porque al arribar a la última línea, una pregunta, una sola interrogante continúa latiendo en nuestra memoria: ¿Por qué se despiden las almas?
 

     Nota de contracubierta del libro Adiós a las almas:

     Como expresa Pedro Marqués de Armas: «Cuentos realistas pero no realismo ad usum como demanda el mercado o pudiera asimilar determinada política cultural; invención de un relato íntimo e histórico que trata irónica y, en ocasiones, oníricamente lo real. Y es que JAAD el sucio convierte el material abyecto de sus narraciones, con particular tratamiento del lenguaje, en una jugarreta literaria cuyos golpes de efecto suspenden cualquier apego roñoso a un entorno inmediato. El horror -- parece decirnos -- vale más mostrarlo que denunciarlo y más, mucho más, desfondarlo cómica y sentimentalmente».
 

PALOMA

                   A Paloma, su poema

     Yo iba a lo mío: compra-venta de libros a domicilio.
     Me detuve en Cuba y Desamparados.
     Edificio colonial en ruinas.
     Subí hasta la azotea.
     Escaleras cochambrosas, mierderas y mierdosas.
     Alguien me había dicho que la niña que vive en la azotea está buscando El hombre rebelde tiene veinte años y está buenota como una yegua pero ten cuidado está loca ¿Loca? Sí loca de remate llévale el libro y sal corriendo loca de remate ¿me oíste?
     Claro que sí. Te oí. Parecías una cotorra desplumada. Viejo calvo. Impotente. Payaso. Lo repitió cinco o seis veces. Le tenía miedo a las niñas locas de veinte años pero yo no. Yo soy JAAD, Jodido Aunque A veces Descojonado, ese perdedor que a veces gana. Y JAAD se arriesga. Hay que vivir peligrosamente. El tipo fue su profesor y se la templó en el Pre y ahora tiene miedo pero tú no. Tú buscas el libro bajo tierra y se lo llevarás a su casa y es un regalo ¿un regalo? Claro princesita un regalo y quiero acostarme contigo y te la imaginas encima de ti con el pelo suelto sus tetas durísimas y mojada tan mojada que pareces agua tú eres de agua déjame tomar agua de tu pozo sin fondo y me arrodillo y empezará a llover y le dirás tú eres  Tota yo soy Tabo dos viejos pánicos jugando a la vida beberé tus flujos cósmicos y estuve buscando mi alma en tu hueco caliente te perdiste en el túnel del tiempo y ella reía tú estás loca yo estoy loco soy un caracol que se arrastra a casa que recorre cada pliegue de tus intestinos soy un caracol soy un caracol eras un caracol JAAD eras un caracol ahora no eres otra cosa que un pobre diablo que compra y vende libros a domicilio que subes unas escaleras cochambrosas mierderas y mierdosas.
     Llegué a la azotea.
     Una  puerta.
     Sobre la puerta un No pintado de rojo. Y una frase de Dostoievsky: Me mataré para afirmar mi insubordinación, mi nueva y terrible libertad. 
     Cogí aire. Tenía que reponerme. Me estaba convirtiendo en un viejo de treinta y cinco años. Me soplé la nariz. Visualicé la verga de un caballo. Ese eres tú, JAAD, indómito corcel que cabalgarás sobre la sábana y la sabana aterciopelada de una piel primorosa. ¡ Oh, gran unicornio infatigable!
     Me quité el sudor de la frente y el sarro de los dientes.
     Por fin toqué.
     Abrió la puerta.
     Borracha.
     Desnuda.
     -- Estoy haciendo Body-art, tengo una vulva de colores y esta noche me voy a suicidar -- dijo.
     En cada mano un pincel. Un pezón rojo y otro azul. Me quedé mirándola con descaro. ¿Cómo fue posible que el burro profesor se acostara con aquel encanto? Estaba fumando marihuana.
     --Te ibas a suicidar, princesita. Ya no. Mira lo que traigo para ti.
     Abrió los ojos. Gritó. Se me tiró encima. Me dio un beso en la frente y luego en los labios. JAAD estará hecho polvo pero resucita. 
     Apenas me rozó tuve una erección. Muy bien, niño malo, ella va a decirte pasa y tú pasarás y dentro de diez minutos estarán uno dentro del otro.
     -- Pasa, dijo.
     Palomar con paloma pensé. Palomar derruido, carcelario, milagroso.
     -- Me llamo Paloma.
     --Ya lo sé.
     -- ¿Cómo lo sabes?
     -- Lugar común: vives en un palomar.
     --¿Y tú cómo te llamas?
     -- JAAD.
     -- Ya lo sabía.
     --¿Por qué?
     -- Lugar común: tal para cual.
     Nos reímos. Dos locos a diez pisos sobre el nivel de la ciudad. Su cuarto era pequeñísimo.  Todo de madera. No había baño. Una puerta conducía a la azotea.  Asomé la cabeza.
     --A lo lejos, el mar.
     -- No tengo dinero pero quiero el libro.
     -- Es un regalo.
     --¿Un regalo?
     --Claro princesita un regalo y quiero acostarme contigo.
     Me dio ron y me pasó la marihuana. 
     Me dijo que me quitara los zapatos. Para entrar en mi cuartucho hay que amar la vida, vivir sin miedos ¿te gustan mis poemas?  Me señaló una pared. Había de todo.  Lorca, Eliot, Mandelstam,Erick García: Cielo raso (instalación), 2000 Casal, Pavese.  Escribí algo mío.  Claro que sí, JAAD, tu nombre debía estar al lado de esa gente.
     Me senté en el piso. Se sentó frente a mí. ¡Ah, que bien! Me mandó tu profesor ese descarado cara de buey y picha de merengue yo tenía diecisiete y me acosté con él porque me dio la gana me gustaron sus cincuenta años después se volvió un cínico todo el mundo es cínico tú también  ¿verdad, JAAD? Un poco sí qué le vamos a hacer y se ríe y te da un beso y sentí el calor de sus entrañas a través de su boca ¿te quieres acostar conmigo? Claro le dijiste claro que sí princesita si antes de conocerte ya quería acostarme contigo e imaginé que rodábamos por el piso y te subías arriba de mí y te abrías para mí así estuvimos una hora dos horas tres horas y jugábamos a vivir uno dentro del otro y tú te reíste y nos paramos en el alero para volar y me dirías soy una paloma empújame y te empujaría y serías libre.
     --¿Todo eso está en tu mente? -- preguntó abriendo los ojos y las piernas.
     --Sí.  Cuando no soporto más me encierro dentro de mí a soñar.
     --Tócame. No soy un sueño.
     -- Toqué sus teticas.  Bajé la mano.  Toqué su pubis.  A lo lejos escuchaba el mar y entre mis dedos sentía cada pulsación de las olas.
     Dicen que estoy loca.  A lo mejor tienen razón.  ¿Estoy loca?  No sé, pero cada día quiero vivir menos allá afuera.
     -- La imaginación es el verdadero reino de la libertad.
     -- Déjame tocarte.
     --Tócame.
     Tocó y pintó mi cara. Tocó y pintó mi cuerpo. Pintó líneas y círculos sobre su piel que se erizaba. Se convirtió en erizo y hundía en mi deseo y mi sangre sus púas punzantes.
     Quise entrar por su vagina y salir por su boca manchada de amarillo. 
     Entrar por su vagina y salir por el otro lado del universo.
     -- Vamos a jugar a Tota y Tabo - dijo de repente.
     Corrió hasta los libros que tenía amontonados en un rincón y sacó Dos viejos pánicos. Comenzó a leer. Tabo ¿Qué? Vamos a jugar. No. ¿No? ¿Y qué haremos? Recortar y quemar. Sí, Tota, hay que quemar a la gente. Ayer quemé doscientas, y hoy pienso quemar quinientas. Paloma se reía. Siempre juego a Tota y Tabo yo también ¡qué raro ¿verdad?! No hay nada raro JAAD todo se conecta  ella y tú su vida y tu muerte tu muerte y su vida ella que es Tabo tú que eres Tota vamos a jugar y jugaron.
     Sacó otro cigarro. Bebimos. Cantos Gregorianos. Incienso. En la azotea se recostó al muro. Se inclinó. Abrió las piernas. No pensé en otra cosa que hundirme dentro de ella, que entrar suave y después con fuerza. Con fuerza, JAAD sin miedo y con fuerza que hoy es el último día del mundo. Ella gime y tú la besas y tú gimes y ella te besa y el aire y el sol y el cielo nublado y vista hermosa de una ciudad que se pudre y me hundo te hundes nos hundimos y te subo al alero y ella que ríe aquí te quiero lamer morder chupar comerme tus entrañas parecías un ángel serás un ángel siempre un ángel que todo el mundo pase y te vea desnuda y que lo vean a él hurgando como zapador en tierra minada voy a explotar explota princesita y explotaría una y mil veces más y estarían allí los dos hasta que llueva y la lluvia los dejó acurrucados con frío y se darán calor como yegua y caballo limpiándose las heridas.
     -- Empújame. Quiero volar. Vamos  JAAD, empújame.
     -- No.
     -- Empújame.
     -- No.
     -- Empújame.
     -- No.
     Y se levantó a buscar los binoculares. Vamos a ver el crepúsculo. El sol cayendo dentro del mar, allá a lo lejos, y barcos en la bahía y pescadores somnolientos y rojo sobre gris. Nos besamos. Me dijo que era muy triste morir sin ver el mundo. El Mundo. ¿Cómo es el Mundo? Le hablé de Madrid. ¿Estuviste en Madrid? ¿Por qué regresaste?
     -- Por amor.
     --¿Por amor? ¿Amor a quién? ¿Amor a Cuba?
     Amor a la patria. Extraño sentimiento. Pasión enfermiza. Delirio que somete y libera. Ser rey y esclavo.
     -- Por amor a una mujer, parece ridículo ¿verdad?
     Le dije un poema de amor y un poema patriótico: El trapo heroico de Poveda.  Vimos a lo lejos la bandera de la estrella solitaria. Demasiada soledad.  El frío de las estrellas.  Muerte cósmica.  El frío de Casal.  Hablamos de Casal.  Se había leído toda su poesía.  Por supuesto, aquel verso: "tranquilo iré a dormir con los pequeños."
     Miró hacia la calle. Quería volar. Todo su cuerpo quería volar. JAAD lo sabía. Se le acercó y la abrazó. Podía escaparse en un segundo.
     -- Cuando te vayas me tiro.  Voy a volar y dormiré con los pequeños.  Mi cabeza contra el asfalto. ¿No te gusta esa imagen?
     La besé.
     Ya era de noche.
     Vete, llegó la hora.
     -- Un hombre rebelde es un hombre que un día dice no - dije de memoria el comienzo del libro.
Quedó en silencio.
     --¿No te alegró el regalo? ¿No querías tenerlo?
     Temblaba.  Puro temblor por dentro y por fuera. 
     --¿Cómo es que te vas a matar? Ellos están locos, nosotros no.
     Seguí hablando para distraerla. 
     --¿Sabes lo que quise hacer cuando terminé de leerme El hombre rebelde?  Escribir No en todas las paredes.  Salir a la calle y pintar No en todas las paredes.  ¿Te imaginas, Paloma? un No que iba a entrar por los ojos y quedarse en la conciencia de toda la gente.
     Miraba al horizonte.  Ya no me escuchaba.  Se alejó de mí.  Me dejó en el muro y regresó al cuarto.
     -- Vimos el crepúsculo, Paloma, y tenemos que ver el amanecer.
     -- No.
     -- ¿Por qué no?
     -- Porque no.
     -- Vamos, Paloma.
     -- Vete.
     -- Dale, princesita.  Vamos a jugar otra vez a Tota y Tabo.
     -- Vete.
     --¿Qué me vaya?  ¿Por qué?
     --Vete.  Hoy es el último día del mundo.
     El mundo estaba loco y nosotros cuerdos.  O al revés.  No importa.  De todas formas no teníamos otra opción: ser felices en medio de la guerra.  Se lo dije.
     -- Es una frase muy linda.  Yo necesito acción.  Vete.
     -- Basta de palabras.  Un gesto.  Una acción - dije imitando la voz de un narrador de radionovelas.
Fue otra vez hasta el rincón de los libros.  Me trajo un libro de Cesare Pavese.
     -- Un regalo.
     -- ¿Un regalo?
     -- Sí, un regalo.  Y quiero que te vayas.
     -- No estás hablando en serio. 
     -- ¿Por qué no?  ¿Cuánta gente se mata todos los días?  Se pegan candela, se ahorcan.  Yo quiero volar.
     Ser libre mientras se está cayendo, pensé.  También somos unos exiliados en la tierra de la imaginación.  Ya nada sirve de nada. 
     -- Paloma.
     -- No te pongas patético.  Vete.  Escríbeme un poema.
     -- Y me fui.
     Recordé al profesor.  Al profesor que estaba loco de remate. 
     Quise quedarme.  Insistí.  Ya no se reía.  En la azotea quedaron los pinceles, el óleo, la paleta, los libros. 
     Y me fui.
     Y nunca la olvidé.
     Y te escribí un poema. 
     Bajé las escaleras.  Pensé que se iba a desplomar el edificio.  Esquina de Cuba y Desamparados. Una esquina más.  Una esquina cualquiera del mundo.
     En cada rincón me reía, Paloma.  En cada rincón lloraba, Paloma.
     Te escribí un poema y jugué a Tota y Tabo mientras bajaba.  Despacio.  Cuando llegue a la calle quiero que hayan pasado diez años, pensó JAAD.  Hay que pensar peligrosamente.  Te imaginé otra vez.  Te vi otra vez.  Otra vez entramos uno dentro del otro para escapar y escaparnos.  Tú eras bella y paloma, Paloma.  Tú fuiste bella y paloma, Paloma.
     Cuando llegué a la calle era de día.
     Vi el cuerpo en el asfalto.
     Su cabeza rota.  Su boca grande pintada de amarillo.
     Tocaba tus alas de paloma, Paloma.  Tus alas rotas.
     Alguien gritó.  Alguien se asomó a una ventana.
     Te besaba, Paloma.  Besaba tu pico ardiente de paloma, Paloma.  Te vi caer en ese momento.  Te veía caer.  Te veré caer. 
     Un gallo cantó. 
     Me arrodillaba otra vez para comerme tu fresa.  Te abría las piernas.  Quería ver el Aleph.  Quería ver el insondable universo. 
     Y vi el sol.  Me vi a mí mismo caminando rumbo al mar.
     Cerré los ojos.
     Cerraría los ojos para recordar.
     No tenía otra opción, Paloma..
     No tendré otra opción, Paloma.
     No tengo otra opción.
     Recordar y recordarte, ser feliz en medio de la guerra.
 

La Azotea de Reina | El barco ebrio | Ecos y murmullos | Café París | La expresión americana  
Hojas al viento | En la loma del ángel | La Ronda | La más verbosa | El templete
Álbum | Búsquedas | Índice | Portada de este número | Página principal
Arriba