Homenaje
a Juana Borrero*
Introducción
Juana Borrero es, por decirlo de algún modo, uno de los "casos"
más enigmáticos e interesantes de la literatura cubana.
Considerada una romántica tardía, suele considerarse su obra
como el resultado,
sobre todo, del excesivo influjo que sobre ella ejerciera Julián
del Casal. De este modo, los estudios sobre el romanticismo hispanoamericano
se han olvidado de ella, mientras que los estudios sobre el modernismo,
cuando la mencionan, se limitan a subrayar, una y otra vez, la influencia
casaliana. A esto debe agregarse que, fuera de Cuba, su obra poética
y sus cartas siguen siendo prácticamente desconocidas. Aún
en Cuba, si Juana no es una desconocida es sólo por las hermosas
páginas que Dulce María Borrero -- hermana de Juana --, Angel
Augier, Cintio Vitier y Fina García Marruz le han dedicado.
Con todo, estos estudios que más que ocuparse de Juana en conexión
con el modernismo se concentran en su obra misma, confirman lo que ya apuntábamos:
Juana es un "caso" especial en la literatura cubana, y aún en la
hispanoamericana. Cupo a Vitier el mérito de haber agrupado
y publicado por primera vez la impresionante colección de cartas
de Juana a Carlos Pío Uhrbach (dos volúmenes), a lo que se
agregó un volumen aparte con su obra poética (1964).
En 1978, Cintio y Fina nos regalaron con una reedición de la poesía
de Juana y la inclusión de un nuevo grupo de cartas: Poesías
y cartas (La Habana: Arte y Literatura).
A pesar del valioso aporte que para el conocimiento de la obra de Juana
han significado -- como ya dijimos -- las lecturas mencionadas, queremos
insistir aquí en que se hace absolutamente necesario intentar nuevas
lecturas y nuevos acercamientos que reconozcan, por un lado, los fuertes
lazos que unen la sensibilidad de Juana a la del modernismo, y por el otro,
lo útil que puede ser explorar la subjetividad de Juana para una
mejor comprensión de las subjetividades finiseculares.
Si bien es cierto que en Juana perviven rasgos románticos, no hay
que olvidar que otro tanto puede decirse de todos los modernistas.
Sin embargo, el énfasis en el cuerpo -- articulado en la escritura
como un cruce de itinerarios eróticos -- apunta a un distanciamiento
de la estética romántica. En el modernismo la mirada
se vuelve sobre el cuerpo; el espíritu que lo combate sin tregua,
no hace otra cosa que realzarlo, afirmarlo. Muy podría el
modernismo afirmar acerca de sí, eso que Juana le dice
a Carlos Pío en una de sus cartas: "Mira chico yo soy «una
ideal» pero no soy «una inocente»" (1978 156).
El cuerpo enfermo, erotizado por su propia ruina, es uno de los sellos
-- si no el sello por antonomasia -- de la escritura modernista, y, por
tanto, de la escritura de Juana. Así, cuando consideramos
su corta existencia (1877 -- 1896), comprendemos las preocupaciones y ansiedades
que Juana debió suscitar en su padre, Esteban Borrero, lo cual recoge
muy bien la correspondencia de Juana, quien le dice a Carlos Pío
en otra de sus cartas: "Me han prohibido que baje cuando tú vengas"
(1966 79). Y en la carta 32, expresa: "Es una verdadera temeridad
que yo te escriba en estas circunstancias. Esta [carta] la estoy
escribiendo en la palma de la mano. Mira tú si estaré
vigilada" (135). Es esta vigilancia la que, entonces, la torna calculadora:
"Es necesario que tú hagas todo lo posible por captarte de algún
modo la simpatía de Papá. Muéstrate práctico
hablando con él. Dile que piensas seriamente trabajar y hacerte
un porvenir. Nada de admiración por los caracteres desequilibrados,
nada de afecto por los bohemios" (218).
Las cartas de Juana desmienten la lectura patriarcal que hacen Vitier-García
Marruz acerca de los Borrero
como "[una] familia encantadora, rodeada de un paisaje idílico"
(1978 27). Acierta, sí, pero a pesar suyo, cuando describe
a los Borrero en los siguientes términos: "siempre habrá
que referirse a «Los Borrero» como a una especie de feudo de
la poesía cubana, como a un sello impreso en cada uno de ellos desde
la cuna, aún más, desde el ancestro" (16). En efecto,
Juana escribe sus cartas entre los muros de un feudo -- la casona familiar
de Puentes Grandes -- y vigilada. ¿Quién, después
de todo, imprime ese sello -- como de propiedad -- desde la cuna, si no
es el patriarca?
Hay que volver a las cartas de Juana Borrero, a su obra poética,
pero mientras tanto, aquí están una muy reducida selección
de sus cartas y poemas, y de aquellos textos -- poemas, recuerdos, semblanzas
-- suscitados por esa asombrosa adolescente que vivió la pasión
del obstáculo.
Francisco
Morán
*Agradecemos
la colaboración brindada por Germán Guerra (quien hizo las
fotos de la tumba de Juana, especialmente para este número) y del
poeta Rolando Jorge por habernos permitido reproducir sus poemas.
Juana
Borrero. Cronología
1877.
Nace en La Habana el 18 de mayo.
1882.
Con sólo cinco años dibuja estampas simbólicas como
la titulada «Romeo y Julieta» que aún se conserva.
1884.
A los siete años escribe su primer poema «Sol poniente»
y recibe clases de dibujo.
1886.
Continúa las clases de dibujo en la Academia San Alejandro.
1890.
Conoce a Casal.
1891.
Aparece en La Habana Elegante su primer poema publicado, «Vespertino».
1892.
Acompaña a su padre a Nueva York. Según su hermana,
conoce a Martí, quien ofrece una velada literaria en su honor en
Chickering Hall.
1893.
La muerte de Casal sume a Juana en un estado de desolación.
Poco antes habían roto su misteriosa amistad, y Casal muere sin
que Juana tuviera tiempo de reconciliarse con él. Esto agudiza
el dolor de la adolescente y sus sentimientos de culpa. En su correspondencia
con Carlos Pío repite obsesivamente -- asociada esa repetición
a ideas suicidas -- los versos finales del poema que Casal le había
dedicado: "Porque en ti veo ya la tristeza / De los seres que deben morir
temprano."
1894.
La lectura de Gemelas, libro de los hermanos Carlos Pío y
Federico Uhrbach -- ambos admiradores de Casal -- despierta el interés
de Juana hacia Carlos Pío.
1895.
Conoce a Carlos Pío e inician una apasionada relación impregnada
-- al menos por parte de Juana -- de fuertes inclinaciones tanto homicidas
como suicidas. Ello ha quedado plasmado en la voluminosa y secreta
correspondencia que Juana mantuvo con Carlos. Se publica: Grupo
de familia, poesías de los Borrero y Rimas (de
Juana Borrero).
1896.
La familia -- obligada por razones políticas -- emigra a Cayo Hueso.
Allí escribe Juana sus cartas más desesperadas y dicta su
último poema: «Última rima». Muere en Cayo
Hueso dos meses antes de cumplir los 19 años, el 9 de marzo.
Dos
cartas a Carlos Pío Uhrbach
42
Sábado
9 noche.
Mi único bien sobre la tierra, mi Carlos; acabo de enviar al correo
mis cartas de hoy pero a pesar de ser extensas, no te decía en ellas
casi nada. Has de saber que estoy hecha una holgazana. El dichoso Dr. que
me reconoció ayer por segunda vez me ha ordenado reposo absoluto.
Una de las cosas que me dijo fue: «¿Usted ha corrido mucho
en estos días verdad?» «¿Yo? ¡no señor,
absolutamente!...» «Pues está usted sufriendo las consecuencias
de una gran fatiga pulmonar... » Y yo mientras tanto me reía
interiormente recordando, recordando.... Qué inocentes son los médicos.
Se figuran que todo está en el organismo físico... Y no saben
ellos que rm enfermedad es «cardiaca».
Me ha prohibido salir... me ha recetado yo no sé qué....
¡Ay! ¡la receta! ¡El elixir de amor! - En mis cartas
de hoy te decía que vinieras el jueves. Trae sin falta a Oscar Held.(1)
Espero hablar contigo mucho, mucho, esa noche... A menos que tú
te niegues a hablarme. Mira: a veces me figuro que me tienes miedo. Si
es así me compuse porque será para ti un tormento estar a
mi lado. Dices tú que esa frialdad es puramente exterior... que
tu alma es mía, mía... ¡Ya lo sé! Pero yo necesito
que tú me lo digas a mí directamente, que me lo jures....
que me digas en voz baja, muy baja, que eres mío que me amas, que
me adoras .... ¡Oh! yo te aseguro que si tú te decidieras
a ser tierno y comunicativo no te ibas a arrepentir.... Tengo tantas
cosas que decirte! Tengo tantas cosas que decirte! Tengo en mi corazón
tanta ternura para ti, y tal necesidad de expansión, que si tu reserva
no la contuviera se desbordaría como un raudal indómito,
y te haría feliz.... ¡muy feliz! Pero tú a mi lado
no eres el Carlos que me escribe.. ¡Pareces otro! Sin embargo yo
soy la misma siempre... Pero tú llegas... y el tiempo transcurre...
y llega la hora de irte y no te he dicho nada y no me has dicho tú
nada tampoco. Has desterrado de nuestro amor, tan poéticamente puro
y elevado, la manifestación del amor más dulce, el detalle
más bello: la confidencia. Oye es necesario que cambies... óyelo
bien porque si no me peleo por milésima vez aunque
tenga que hacer las paces una vez más contigo. El jueves si Dios
quiere estará papá fuera y podremos hablar mucho porque tengo
que decirte que mi Abuelita y Mamá no se muestran hostiles a nuestras
simpatías. Aquí el único inabordable es... ¡Ya
lo sabes! En fin todas mis esperanzas se concentran en el jueves. No las
defraudes. Sé tierno y comunicativo. Dime todas esas frases que
me escribes. Si es muy grande la emoción que te embarga a mi lado
haz un esfuerzo y sobreponte a ella... Ya tú vez qué serena
estoy yo a tu lado. ¿Te amo menos?... ¡de ninguna manera!
Es que mi amor es tan puro, tan puro y tan elevado y tan casto y tan absoluto,
que anula la sensación nerviosa y destierra la turbación
hija de la pasión ardorosamente esclavizadora. «Esa es
la cosa». Desengáñate. Los que se aman espiritualmente
como nos amamos nosotros, no deben jamás sentir la fiebre da la
pasión ardorosamente dominadora... La luz no quema. Seamos pues
felices, gocemos tranquilamente de nuestra dicha. Por qué turbarnos,
por qué enmudecer cuando tenemos tanto, tanto que decirnos?....
Si tú supieras lo feliz lo tranquila que me siento a tu lado...
Como un ave al abrigo del nido. Tú eres el único bien que
me hace bien... A tu lado la duda deja de destrozarme el alma, a tu lado
mi nostalgia se esfuma bajo la influencia benéfica de tu
amor. Te espero con una impaciencia! Con los labios ávidos de dejar
escapar la frase tierna la confidencia enternecedora..... Quisiera poder
inclinar sobre tu hombro mi cabeza fatigada por el fardo de los sueños,
y dormirme allí tan confiadamente como si me durmiera sobre el pecho
de mi padre.
Anhelo estrechar tus manos.... Quisiera poder besarte sobre los ojos y
cubrir de caricias tu rostro adorado.... ¡Es tan dulce un beso puro,
es tan regeneradora una caricia tierna! Cuando estás a mi lado
el mundo desaparece ante mi vista. No existes más que tú,
no veo más que a ti, no oigo más que tu voz (cuando te decides
a hablarme). Y sólo anhelo verte, oírte hablarte decirte
tanto ¡oh tanto! como tengo guardado para ti desde hace tres meses!
Con qué ansiedad espero el jueves! Nos sentaremos muy cerca y algo
apartados... y estoy dispuesta a hacerte hablar. ¡Ya verás,
niño gracioso! Parece mentira que una mujer tenga que darte a ti,
a Carlos Pío Uhrbach, lecciones de valor y temeridad.... ¡Quién
va a creer que tú eres el mismo que..... Nada, nada! Verdaderamente
en el mundo hay contradicciones.
En este momento me dicen que está muy grave una chiquita que vive
al fondo de nuestro patio y a quien según la madre «he
hecho mal de ojo». Figúrate si se muere quién convence
a esa mujer de que yo no tuve la culpa? Será verdad aquello que
dijiste en el último renglón de esbozo?(2) Las madres
del barrio esconden sus niños para que yo no los vea.... les tienen
terror pánico a mis pobres ojos porque según dicen ellas
«son muy prietos y muy penetrativos...» ¿Qué
te parece? Será por eso que tú no quieres mirarme? No te
apures yo te santiguaré la primera vez que te vea, haciendo tres
cruces &.. Pero yo creo que ya a ti «naiden te saca el daño».
Estoy algo disgustada con este accidente. Veremos en qué para. ¡Pobres
gentes!
Espero con ansia el jueves. Entonces podré ejercitar en ti mi maleficio
y te miraré mucho con mis ojos «penetrativos».
Aunque dicen por ahí que no tienen poder más que sobre los
niños.- Escríbeme si te sientes bien. No te fatigues por
mí te lo imploro. No tomes láudanos... te lo suplico por
tu amor por tu madre y por la pasión que creo inspirarte. Vengan
el jueves sin falta. Tren de las siete... de las siete eh? No dejen de
traer a Oscar Held... ya tú sabes que viene muy bien el nuevo amigo.
No has recibido carta de mamá? Escríbele y dale mil cariñosos
recuerdos que le mando. ¡Qué ganas tengo de conocerla! Oyeme
cielo mío: no estés triste. ¿Quién te ha dicho
que tú me has hecho sufrir?... Tú me has proporcionado las
alegrías más grandes de mi vida. Tú me has hecho sentir
la dicha inmensa «de amar y ser amada»... De lo demás
no te ocupes. Mis tristezas son obra mía. Mi imaginación
se encarga de hacerme sufrir con obsesiones torturadoras. Tú no
tienes la culpa. No creas que me has causado el pesar más leve.
Si te lo he dicho ha sido bajo la influencia morbosa de un narcótico
trastornador que me hizo perder el juicio. Sábelo. Adiós
mi cielo. Bésame. ¡Yvone!
1
Oscar Held: dibujante, amigo de los Uhrbach. Federico le dedicó
«Spleen», que apareció en La Habana Elegante
del 7 de julio de 1895, con un dibujo de Held. En el número de 21
de julio del mismo año se publicaron las Rimas áureas
de los hermanos Uhrbach, también ilustradas por Held. Leopoldo Pereira
Medina le dedicó el poema «Mi ensueño», que puede
leerse en el mismo número.
2
Se refiere al siguiente verso de «Esbozo» de C. P. U.: «el
poder magnético de su influjo».
118
Miércoles.
25 de Septiembre 1895. Larrazábal.
11
y media de la noche.
Alma
y vida mía, mi Carlos, mi amado; Voy a dormirme. Beso con anhelo
infinito de besarte, tu retrato que tengo a la cabecera. Como de costumbre
abro Gemelas. Hundo la cabeza entre sus páginas donde estás
tú ... donde está un pedazo de tu alma. Después me
dormiré sugestionada por
tu recuerdo. Soñaré contigo? ¡Ay si soñara!
Cuando puedo soñar que te veo que me hablas, soy tan dichosa! Amanezco
con el alma conmovida aún por la alegría intensa de haberte
visto y es tan profunda la sensación de tu recuerdo que me siento
feliz y contenta. Anoche me dormí muy tarde y muy triste. Por qué?
No lo sé. Desde el domingo estoy en un estado de irritabilidad nerviosa
que me hace sentir intensamente cualquier emoción por ligera que
sea. Esta tarde he llorado de ver un lirio recién abierto destrozado
por la lluvia. No puedo explicarme este estado de exaltación de
mi sensibilidad. ¿Será que me has contagiado de tu extraño
mal? Si así fuera me alegraría porque anhelo compartir tus
penas y tus dolores. Por evitarte un sufrimiento moral o físico
soy capaz de verter hasta la última gota de sangre. Verte sufrir
es morir. Es el tormento más cruel para mi alma. La esperanza de
hacerte dichoso es mi mejor consuelo cuando me asalta involuntaria la tristeza...
Te adoro. Tú no lo sabes... ¡Todavía no lo sabes! Mi
pasión es tan intensa como la tuya. Te amo con toda mi alma con
toda mi alma y con toda mi alma. Mi universo está en ti. Cuando
lo comprendas bien serás feliz. Te amo con un amor supremo que ha
traspasado los límites de lo humano
porque necesita espacio, el espacio inmenso de los horizontes espirituales....
Tú eres lo único que me conmueve. Patria, hogar, todo todo
lo dejaré por seguirte. Donde tú estés estará
mi cielo porque estarás tú. Es por esto que me desespera
exaltándome hasta el delirio, la idea de que puedas algún
día hastiarte de mí, de mi amor infinito. Sé que me
amas. Lo sé y lo creo. Si no lo creyera pudiera llamarme verdaderamente
desgraciada.
Pero la convicción de tu amor me hace dichosa. Te adoro porque me
amas y te idolatraría aunque me aborrecieras. Esta es la verdad.
Contigo se anula mi inmenso orgullo porque contigo no soy más que
alma y corazón. Alma y corazón que te adoran. Comprendo que
estoy irremisiblemente ligada a tu alma por lazos inquebrantables. Tengo
perfecta conciencia de que te idolatro. Siento que todas las potencias
de mi espíritu están convertidas a esta pasión avasalladora.
Te has adueñado totalmente de mi ser anímico y has penetrado
hasta el rincón más oculto de mi espíritu. Has llegado
a constituir mi existencia. Te adoro, te adoro! - Voy a dormirme. Son casi
las doce. Dan en este momento. Tengo sueño y estoy fatigada. Ahora
siento un enternecimiento súbito pensando en lo que me dijiste la
otra noche de que te quería menos. Siento un anhelo inmenso de besarte.
De besarte con apasionada vehemencia. De repetirte que te adoro, que soy
tuya para siempre, que eres mi dueño y mi ensueño mi esposo
y mi bardo. Te idolatro. Me encuentro sola y lloro. Dueño mío!
Bésame para consolarme. Dime que me adoras. Te besa tu Juana.
Dos
poemas
Incluimos sólo dos poemas porque, como más adelante se verá,
otros poemas de Juana aparecen citados -- y en su totalidad -- en el artículo
de Casal. Aquí hemos seleccionado, en primer lugar, un poema
muy interesante por el diálogo que sugiere con otro, muy similar,
del poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera -- "Para entonces"
-- el cual reproducimos también:
Vorrei
morire
Quiero morir cuando al nacer la aurora
su
clara lumbre sobre el mundo vierte,
cuando
por vez postrera me despierte
la
caricia del Sol, abrasadora.
Quiero, al finalizar mi última hora,
cuando
me invada el hielo de la muerte,
sentir
que se doblega el cuerpo incite,
inundado
de luz deslumbradora.
¡Morir entonces! Cuando el sol naciente
con
su fecundo resplandor ahuyente
de
la fúnebre noche la tristeza,
cuando radiante de hermosura y vida
al
cerrarme los ojos, me despida
con
un canto de amor Naturaleza!
1895
Juana
Borrero
Para
entonces
Quiero morir cuando decline el día,
en
alta mar y con la cara al cielo,
donde
parezca sueño la agonía
y
el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes,
ya
con el cielo y con el mar a solas,
más
voces ni plegarias sollozantes
que
el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz retira
sus
áureas redes de la onda verde,
y
ser como ese sol que lento expira;
algo
muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya
el
tiempo aleve la gentil corona,
cuando
la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque
sepamos bien que nos traiciona.
1887
Manuel
Gutiérrez Nájera
Las similitudes son tan obvias y tantas, que sería posible afirmar
que Juana escribió; o mejor, que recortó este soneto sobre
el modelo proporcionado por Nájera. Desde el verso inicial
-- "Quiero morir cuando decline el día" (Nájera) / "Quiero
morir cuando al nacer la aurora" -- comienzan a producirse tales resonancias
que uno se sentiría inclinado a leer el poema de Juana casi como
una simple variación del poema de Nájera, el cual es -- desde
nuestro punto de vista -- superior. Ahora bien, si se les lee cuidadosamente
uno al lado del otro, se echará de ver enseguida que el tema --
que también parece ser un calco -- no es, sin embargo, el mismo.
En el poema de Nájera el sujeto lírico pide morir en plena
juventud, ser "como ese sol que lento expira; / algo muy luminoso que se
pierde." Lo que pide la voz en el poema de Juana es morir en medio
de la luz y del esplendor de la naturaleza. Esto explica que morir
no esté asociado a la juventud y la belleza, sino a la "última
hora," cualquiera que ésta fuese. La muerte del cuerpo no
está relacionada con el ocaso de la naturaleza, sino, por el contrario,
con su despertar.
El segundo de los poemas de Juana que aquí presentamos es, precisamente,
el último de los suyos. Dado el debilitamiento de su organismo,
no pudo escribirlo ella misma y tuvo que dictarlo. Estamos, pues,
ante una escritura mediada posiblemente por la fiebre, por el temblor.
Emerge de estos versos la pesadilla del cuerpo manchado por la sensualidad
y el deseo, jadeante de fiebre. Juana intuye que no puede escapar
de ese cuerpo, ni de "los labios sensuales que besan y manchan," de ahí
que el amado invocado sea un imposible. Véase más
adelante, citado por Casal, su poema Apolo, en el que Juana invierte el
mito clásico: en lugar de Apolo perseguir a Dafne, es ésta
(Juana) la que persigue a la belleza fría e indiferente, marmórea,
del dios griego. Sobre su cuerpo, cerrado al deseo de la adolescente,
dejará ella "mil besos de ternura ardiente."
Última
rima
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en
mis noches tristes de penas y lágrimas,
con
un beso de amor imposible
sin
sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el
deleite jadeante que abrasa,
y
me causan hastío infinito
los
labios sensuales que besan y manchan.
Oh, mi amado! mi amado imposible!,
mi
novio soñado de dulce mirada,
cuando
tú con tus labios me beses,
bésame
sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches,
en
mís noches tristes de penas y lágrimas,
que
me deje una estrella en los labios
y
un tenue perfume de nardo en el alma!
1896
Selección
de poemas, semblanzas, recuerdos y artículos sobre Juana Borrero
Virgen
Triste
Tú
sueñas con las flores de otras praderas,
nacidas
bajo cielos desconocidos,
al
soplo fecundante de primaveras
que,
avivando las llamas de tus sentidos,
engendren
en tu alma nuevas quimeras.
Hastiada
de los goces que el mundo brinda
perenne
desencanto tus frases hiela,
ante
ti no hay coraje que no se rinda
y,
siendo aún inocente como Graciela,
pareces
tan nefasta como Florinda.
Nada
de la existencia tu ánimo encanta,
quien
te habla de placeres tus nervios crispa
y
terrores secretos en ti levanta,
como
si te acosase tenaz avispa
o
brotaran serpientes bajo tu planta.
No
hay nadie que contemple tu gracia excelsa
que
eternizar debiera la voz de un bardo,
sin
que sienta en su alma de amor el dardo,
cual
lo sintió Lohengrin delante de Elsa
y,
al mirar a Eloísa, Pedro Abelardo.
Al
roce imperceptible de tus sandalias
polvo
místico dejas en leves huellas
y
entre las adoradas sola descuellas,
pues
sin tener fragancia como las dalias
tienes
más resplandores que las estrellas.
Viéndote
en la baranda de tus balcones,
de
la luna de nácar a los reflejos,
imitas
una de esas castas visiones
que,
teniendo nostalgia de otras regiones,
ansían
de la tierra volar muy lejos.
Y
es que al probar un día del vino amargo
de
la vid de los sueños, tu alma de artista
huyendo
de su siglo materialista
persigue
entre las sombras de hondo letargo
ideales
que surgen ante su vista.
¡Ah!
yo siempre te adoro como un hermano,
no
sólo porque todo lo juzgas vano
y
la expresión celeste de tu belleza,
sino
porque en ti veo ya la tristeza
de
los seres que deben morir temprano.
Julián
del Casal
Juana
Borrero
¿Queréis conocerla? Tomad el tren que sale, a cada hora,
de la estación de Concha, para los pueblecillos cercanos a nuestra
población, donde la fantasía tropical, a la vez que el mal
gusto, os habrá
hecho soñar en paisajes maravillosos, o en viviendas ideales. El
viaje sólo dura algunos minutos. Tan corta duración os preservará,
si tenéis gustos de ciudadanos de la contemplación, fatigosa
e insípida, de los anchos senderos que parecen alfombrados de polvo
de marfil, de las redes de verdura que, como encajes metálicos,
incrustados de granates, bordan los bejucos en flor, de las quintas ruinosas
que a la trepidación de la locomotora, fingen desmoronarse, de los
surcos de tierra azafranada en que los labriegos, con la yunta de bueyes
uncida al arado, se hunden hasta los tobillos, de las palmas solitarias
que, como verdes plumeros de habitaciones ciclópeas, desmayan en
las llanuras y de las chozas de guano, frente a las cuales escarban la
tierra las gallinas, hincha su moco el pavo, enróscase el perro
al sol y surge una figura humana que os contempla con asombro o pasea sobre
vuestra persona su mirada melancólica de animal.
Frente al río célebre, citado por los periodistas mediocres
y ensalzado por los copleros populares, que se encuentra a mitad del camino,
descended del ferrocarril. En su morada, que se mira en las ondas, siempre
la podréis encontrar. Hasta la fecha en que escribo estas líneas,
su pie no ha traspasado los umbrales de ningún salón a la
moda, yendo a mecerse allí en brazos de algún elegante, como
una muñeca de carne en los de un titiritero de frac, al sonido monótono
de la llovizna de los valses o al del estrepitoso que forma el aguacero
de los rigodones. Tampoco se ha grabado su retrato para ninguna de las
galerías de celebridades que exhiben algunos periódicos,
porque no es hija de mantequero acaudalado o de noble colonial, porque
no se ha dignado solicitar ese honor y, en suma, porque, como más
que talento ha revelado genio, le cabe la honra de ser indiferente al público
o paralizar la pluma de sus camaradas. Los periódicos no se han
ocupado de sus producciones, más que en el folletín o en
la sección de gacetillas, sitios destinados a decir lo que no compromete,
lo que no tiene importancia, lo que dura un solo día, lo que sirve
para llenar renglones. En las columnas principales no se habla más
que de lo que pueda interesar al suscriptor, de la barrabasada de algún
ministro o de la hazaña de un bandolero, del saqueamiento de un
burócrata o del homicidio último, del matrimonio de un par
de imbéciles o de la llegada de cómicos de la lengua, pero
nunca de los esfuerzos artísticos de algunas individualidades, ni
mucho menos de los de una niña de doce años que, como la
presente, ha dado tan brillantes muestras de su genio excepcional, toda
vez que eso tan sólo interesa a un grupo pequeño de ociosos,
desequilibrados o soñadores.
Yendo por la mañana, el caserío presenta alguna animación.
Es la hora en qu desfila, por la calzada polvorosa, la diligencia atestada
de pasajeros; en que rechinan las ruedas de enormes carretas arrastradas
por bueyes que jadean al sentir en sus espaldas de bronce el hierro punzante
del
aguijón; en que cruje el pavimento de los puentes al paso de los
campesinos que, con la azada al hombro y una copla en los labios, marchan
a sus faenas; y en que las rojas chimeneas de las fábricas abiertas
vomitan serpientes de humo que se alargan, se enroscan, se quiebran y se
disgregan entre los aromas del aire matinal. En tales horas, podréis
encontrar a la niña, con el pincel empuñado en la diestra
y con la paleta asida en la izquierda, manchando una de sus telas, donde
veréis embellecido algún rincón de aquel paisaje,
iluminado por los rayos de oro de un sol de fuego y embalsamado por los
aromas de lujuriosa vegetación. Llegada la noche, el sitio se llega
mágicamente a transformar. Más que al borde de un río
del trópico, os creéis trasportados a orillas del Rhin. Basta
un poco de fantasía para que veáis convertirse la choza humeante
a lo lejos en la tradicional taberna de atmósfera agriada por el
fermento de la ambarina cerveza y ennegrecida por el humo azulado de las
pipas; para que el galope de un caballo a través de la arboleda
os haga evocar la imagen del Rey de los Alamos de Goethe o la del
Postillón
de Lenan; para que el pararrayos de una de las fábricas que recortan
su mole gigantesca sobre las evaporaciones nocturnas os parezca la flecha
de histórica catedral; y para que el simple ruido de las ondas zafirinas,
franjeadas de espumas prismáticas, os traiga al oído la voz
de Loreley que, destrenzados los cabellos de oro sobre las espaldas de
mármol, entona al viento de la noche, desde musgosa peña,
su inmortal canción. Para la que inspira esta página, será
la hora de arrinconar la tela esbozada, pasear la espátula sobre
la paleta y aprisionar el color en sus frascos, dejando que su espíritu,
como halcón desencadenado, se aleje de la tierra y se remonte a
los espacios azules de la fantasía, donde las quimeras, como mariposas
de oro en torno de una estrella, revoloteen sin cesar. Ella nos brindará
después, en la concha de la rima, la perla de su ensueño,
pálida unas veces y deslumbradora otras, pero siempre de inestimable
valor. Así pasa los días de su infancia esta niña
verdaderamente asombrosa, cuyo genio pictórico, a la vez que poético,
promete ilustrar el nombre de la patria que la viera nacer.
No la he visto más que dos veces, pero siempre ha evocado, en el
fondo de mi alma., la imagen de la fascinadora María Bashkirseff.
Esta no aprendió nunca a rimar, pero su prosa encanta y sugestiona
su pincel. Ambos espíritus han tenido, en la misma época
de la vida, idéntica revelación de los destinos humanos y
análogos punsos de vista para juzgarlos. Se ve que han sufrido y
han gozado por el mismo ideal. Pero ahí debe limitarse la comparación.
Una vivió en los medios más propicios para el desarrollo
de sus facultades y la otra se enflora en mísero rincón de
su país natal. Aquélla fue rica y ésta no lo es. Tuvo
la primera por maestros los dioses de la pintura moderna y la segunda no
ha recibido otras lecciones que la de su intuición. La hija de la
estepa voló tempranamente al cielo
«Dans
le linceul soyeux de ses cheveux dorés»
y
la del trópico, por fortuna, se afirma en la tierra con toda la
fuerza de la juventud.
Una tarde, al volver de su casa, esbocé su retrato por el camino
en los siguientes versos:
Tez
de ámbar, labios rojos,
Pupilas
de terciopelo
Que
más que el azul del cielo
Ven
del mundo los abrojos.
Cabellera
azabachada
Que,
en ligera ondulación,
Como
velo de crespón
Cubre
su frente tostada.
Ceño
que a reces arruga,
Abriendo
en su alma una herida,
La
realidad de la vida
O
de una ilusión la fuga.
Mejillas
suaves de raso
En
que la vida fundiera
La
palidez de la cera,
Lu
púrpura del ocaso.
¿Su
boca? Rojo clavel
Quemado
por el estío,
Mas
donde vierte el hastío
Gotas
amargas de hiel.
Seno
en que el dolor habita
De
una ilusión engañosa,
Como
negra mariposa
En
fragante margarita.
Manos
que para el laurel
Que
a alcanzar su genio aspira,
Ora
recorren la lira,
Ora
mueven el pincel.
¡Doce
años! Mas sus facciones
Veló
ya de honda amargura
La
tristeza prematura
De
los grandes corazones.
¡Ah! Y también de las grandes inteligencias. Hay pocos seres
que, con doble número de años, tengan percepciones tan claras
de las cosas y puedan emitir juicios tan acertados sobre ellas. Sin haber
visto nada, dijérase que lo ha visto todo. Un simple hecho observado,
rápidas lecturas de algunos libros, ligeras reflexiones emitidas
en su presencia, han bastado para desgarrarle el velo negro del misterio
y hacer que sus ojos contemplen a la inmortal Isis en su fría desnudez.
Como todos
los grandes artistas, oye la voz de la realidad, pero no se aprovecha de
sus lecciones. Es que esos soñadores, a la par que los espíritus
más lúcidos, son también los más rebeldes.
Aunque el mundo imagina lo contrario, nada pasa inadvertido para ellos,
por más indiferentes que se muestren a todos los acontecimientos.
Esa indiferencia no es más que la resignación al mal o el
desprecio que inspira el peligro a los fuertes. Es la confianza que adormece
a la oveja extraviada en un bosque de lobos o la osadía del águila
que bate sus alas entre nubes preñadas de rayos. Todavía
puede afirmarse que, por la delicadeza de su sensibilidad, los hechos dejan
en su carácter huella más profunda que en el de los otros.
Algún tiempo tarde[sic] en descubrirse, pero se la llega a encontrar.
La melancolía que destilan las primeras producciones de ciertos
artistas no es más que la fermentación de los pesares que,
día por día, les ha causado la observación de las
múltiples deficiencias que la vida ofrece ante sus deseos. No es
imaginaria, como algunos pretenden, sino real. En unos suele ser pasajera
y en otros inmortal. De ahí ese hastío prematuro, ese profundo
descorazonamiento, ese escepticismo glacial, ese adormecimiento de los
sentidos, ese apetito desenfrenado de lo raro y ese estado de catalepsia
en que se encuentran por completo sumergidos a los veinte años.
Los que se consuelan en algunas horas, son los que se construyen, en el
campo de la fantasía, un lazareto ideal, donde esconden la purulencia
de sus llagas, pero donde nadie los seguirá por temor a los contagios
mortales. Allí viven con sus ensueños, con sus alucinaciones
y con una familia compuesta de seres imaginarios. Cada vez que salen al
mundo, el asco los obliga a volver sobre sus pasos. Si hubieran nacido,
en los primeros siglos, hubiesen ardido, como antorchas de carne, en los
jardines de Nerón; si en la época medioeval, sus imágenes
serían veneradas sobre el mármol de los templos cristianos.
Pero han venido al mundo en pleno siglo diecinueve y no ha encontrado ninguno
su sitio al sol. Tan absoluta desconformidad,[sic] no sólo los hastía
de lo que han conocido, sino de lo que no han visto, de lo que no verán
jamás. Así se explica que algunos, como la niña de
quien me ocupo, contemplando solamente el mundo desde la ventana de su
hogar, se sientan ya tan adoloridos y se atrevan a impetrar su misericordia
de la manera desgarradora que ella lo hace en su composición.
¡Todavía!
¿Por
qué tan pronto ¡oh mundo! me brindaste
Tu
veneno amarguísimo y letal...?
¿Por
qué de mi niñez el lirio abierto
Te gozas en tronchar?
¿Por
qué cuando tus galas admiraba,
Mi
espíritu infantil vino a rozar
Del
pálido fantasma del hastío
El hálito glacial?
Los
pétalos de seda de las flores
Déjame
ver y alborozada amar,
Ocúltame
la espina que punzante
Junto al cáliz está.
¡Más
tarde...! Cuando el triste desaliento
Sienta
sobre mi espíritu bajar
Y
el alma mustia o muerta haya apurado
La copa del pesar,
Entonces
sienta de tu burla el frío
Y
de la duda el aguijón mortal...
¡Pero
deja que goce de la infancia
En la hora fugaz!
Todas sus composiciones inéditas, ya las que duermen en el fondo
de su memoria, como ramas de corales bajo las ondas marinas, ya las que
oculta en sus estuches, como enjambre de luciérnagas vivas en vasos
de cristal, porque esta niña, como verdadera artista, comprende
la mezquindad de la gloria y le repugna la ostentación de sus sentimientos,
están humedecidas por ese relente de tristeza que se aspira en las
estrofas que acabo de copiar. A través de esas composiciones, el
alma de la niña parece un botón de rosa amortajado en un
crespón, un ramo de violetas agonizante entre la nieve, un disco
de estrella sumergido en un lago turbio. Las que irradian fulgores esplendorosos
son aquéllas en que revela su gran talento de artista, bosquejando
un paisaje, como los de Sanz, verdaderamente ideal, o cincelando una estatua
que, por el soplo de vida que las anima parecen sustraídas del taller
de un Rodin. Ved una muestra de lo primero
Crepuscular
Todo
es quietud y paz... en la penumbra
Se
respira el olor de los jazmines,
Y
más allá, sobre el cristal del río
Se
escucha el aleteo de los cisnes
Que,
como grupo de nevadas flores,
Resbalan
por la tersa superficie;
Los
obscuros murciélagos resurgen
De
sus mil ignorados escondites
Y
vueltas mil y caprichosos giros
En
la tranquila atmósfera describen
O
vuelan luego rastreando el suelo,
Rozando
apenas con sus alas grises
Del
agrio cardo el amarillo pétalo,
De
humilde malva la corola virgen.
y
otra de lo segundo
Apolo
Marmóreo,
altivo, indiferente y bello,
Corona
de su rostro la dulzura
Cayendo
en torno de su frente pura
En
ondulados rizos el cabello:
Al
enlazar mis brazos a su cuello
Y
al estrechar su espléndida hermosura
Anhelante
de dicha y de ventura
La
blanca frente con mis labios sello.
Contra
su pecho inmóvil, apretada
Adoré
su belleza indiferente;
Y
al quererla animar, desesperada,
Llevada
por mi amante desvarío,
Dejé
mil besos de ternura ardiente
Allí
apagados sobre el mármol frío!
Así
tiene muchas que no transcribo por haber sido ya publicadas, sobresaliendo
entre todas el soneto
Las hijas de Ran
Envueltas
entre espumas diamantinas
Que
salpican sus cuerpos sonrosados
Por
los rayos del sol iluminados,
Surgen
del mar en grupo las ondinas.
Cubriendo
sus espaldas peregrinas
Descienden
los cabellos destrenzados
Y
al rumor de las olas van mezclados
Los
ecos de sus risas argentinas.
Así
viven contentas y dichosas
Entre
el cielo y el mar, regocijadas,
Ignorando
tal vez que son hermosas
Y
que las olas, entre sí rivales,
Se
entrechocan de espuma coronadas
Por
estrechar sus formas virginales.
Para comprender el valor de sus cuadros, es preciso contemplar algunos
de ellos. Corta serie de lecciones, recibida de distintos maestros, han
bastado para que, iluminada por su genio, se lanzase a la conquista de
todos los secretos del arte pictórico. Puede decirse, sin hipérbole
alguna, que está en
posesión de todos ellos. «No me explique teorías, porque
son inútiles para mí - le decía recientemente a Menocal
-, pinte un poco en esa tela y así lo entenderé mejor.»
Y, en efecto, al segundo día, la discípula sorprendió
al maestro con un boceto incomparable. Muchas personas lo han admirado
más tarde en el Salón Pola. Era una cabeza de viejo, preparada
en rojo, donde se encontraban trozos soberbios. Aquella calva amarfilada,
cubierta de grueso pañuelo, bajo cuyos bordes surgían mechones
de cabellos grises; aquella frente rugosa, deprimida hondamente en las
sienes, donde la piel parecía acabada de pegar a los huesos; párpados
abotagados, próximos a cerrarse sobre las pupilas lánguidas,
húmedas vidriosas; labios absorbidos que moldeaban una boca desdentada
aquellas bolsas de carne, colgadas alrededor de la barba, y sobre todo
aquella expresion de cansancio, de sufrimiento y de mansedumbre senil sorprendían
al más indiferente de los espectadores. Después de ese retrato,
ha hecho otros muchos, abordando de seguida el paisaje y el cuadro de fantasía.
Merece especial mención entre los primeros, el que representa la
salida de su hogar. Es el fondo de vetusta casa, tras cuya altura se dilata
el firmamento azul. Se ve una puerta solferina, de madera agrietada y de
goznes oxidados, encuadrada en ancho murallón, jaspeado por las
placas verdinegras de la humedad y enguirnaldado por los encajes de verde
enredadera cuajada de flores. Frente al murallón, serpentea un trozo
del camino, sembrado de guijarros que chispean a la luz del sol. Tallos
de plantas silvestres se siguen a trechos. Hacia la izquierda se extiende
el río entre la yerba de sus orillas, como una banda de tela plateada
que ciñera una túnica de terciopelo verde. Así tiene
otros paisajes, lo mismo que cuadros de fantasía, que producen la
impresión de lo sublime en lo incompleto, pues al lado de trozos
magistrales se ven algunos que sólo su inexperiencia ha dejado sin
retocar.
Dentro de poco tiempo, toda vez que una artista de tan brillantes facultades
no puede permanecer en la sombra, ya porque una mano poderosa la arrastre
a la arena del combate, ya porque se lance ella misma a cumplir fatalmente
su destino, su obra será sancionada por la muchedumbre y su nombre
recibirá la marca candente de la celebridad. Entonces llegarán
para ella los días de prueba, los días en que se cicatrizan
las viejas heridas o se abren las que ningún bálsamo ha de
cerrar, los días en que el alma se estrella de ilusiones o las esperanzas
naufragan en el mar de las lágrimas, los días en que uno
se siente más acompañado o tal vez más solo que nunca,
los días en que fuerzas generosas nos encumbran a las nubes o manos
enemigas nos empujan a los abismos de la desolación. ¡Ay de
ella si no sabe, al llegar esa época, encastillarse con su ideal,
nutrir con su sangre sus ensueños, dar rienda suelta a su temperamento,
agigantarse ante los ataques, desoír consejos ridículos,
aplastar las babosas de la envidia y mostrar el más absoluto desprecio,
al par que la más profunda indiferencia, por las opiniones de los
burgueses de las letras!
Julián
del Casal
Juana
Borrero
Hace
un año exacto que conocí a Juana Borrero. ¿Para qué?
me pregunto hoy desolado. Cuando nos encontramos, traíamos cada
cual su fardo abrumador de nostalgias, tristezas y esas aspiraciones soñadoras
que constituyen el patrimonio aniquilador, que ensombrece la vida, porque
pugna en desacuerdo perpetuo con la realidad, y es demasiado altivo para
someterse a la vileza de la adaptación.
Y
no quiero, debo ni puedo, exponer la intimidad de esa grande alma que nos
deja. Es un Santuario inaccesible a los profanos, a los que, como yo, no
la han consagrado todo el anhelo de un espíritu, todos los afanes
de la dicha.
Pero
sí diré lo que valía, lo que era, lo que pudo ser,
dónde le hubiera sido fácil llegar, porque sus alas eran
poderosas para cernirse sobre las cimas maravillosas del arte, porque la
estructura de su pecho no estaba constituida para respirar las miasmas
de la tierra. Nadie más sedienta de idealidad que ella!
Se
ha juzgado a Juana Borrero un temperamento de fuego. Están
en un error los que así piensan. Ella
no tenía nada de tropical; sólo su aspecto pudiera hacer
creer que había nacido en esta zona. Siempre soñaba con brumas;
Alemania la seducía y su imaginación se desencadenaba para
volar, alondra inspirada, a la Selva Negra, o rasgar con el filo jamás
embotado de sus alas, los cendales neblinosos que envuelven el Rhin. «Yo
sueño con un clima extraño - me decía - donde nunca
haya Sol! Ah! el Sol es mi primer enemigo» y se complacía
con lujo de imágenes en desplegar a los ojos de mi mente, panoramas
septentrionales, paisajes de hielo, castillos circundados de pinos, lejanías
crepusculares, lagos helados y comarcas pobladas de abetos.... Y yo, confidente
de esos desvaríos ansiosos, la escuchaba, sugestionado por la magia
fascinadora dc su verbo! - Oh! ¡Cuán lejanas me parecen esas
palabras! Sus ecos vibrarán mientras viva en mi corazón;
pero ya jamás, jamás las volverán a escuchar mis oídos!
Juana
Borrero tuvo el presentimiento de su prematuro fin. Amaba la muerte y al
mismo iiempo le inspiraba horror. Este dualismo no será comprensible;
pero fue un hecho real.
En
las noches melancólicas de luna; cuando la naturaleza parecía
narcotizada por la lumbre fría de los astros, recitábame
las inmortales rimas que le consagró el pobre Casal y cuando llegaba
al último verso «Porque en ti veo la honda tristeza - de los
seres que deben morir temprano» - su cabeza hacía signos afirmativos
y su voz desfallecía, desvaneciendo sus timbres flébiles,
como se apagan las notas musicales en las penumbras de los templos.
Yo
quiero que sepan lo que valía, repito. Quiero gozarme en la enumeración
de sus aptitudes excepcionales, porque el infinito de mi dolor no puede
en mi corazón dilatarse con recuerdos punzadores. Su memoria es
legado; queda en mi corazón indigno de albergarla, pero grande,
sí, dos veces grande, por el infortunio y por encerrar su historia.
Después
de muerto Casal, nadie en Cuba ha tenido un temperamento tan artístico,
intuiciones tan precisas, ni inspiración tan delicada. Sus últimas
rimas inéditas, son una demostración palpable del alcance
aaquirido por su estro desde la publicación de Rimas hasta
ahora. Ella supo no dedicar su pluma más que a colorear asuntos
elevados, a cincelar versos impecables, porque su divisa literaria era
«el Arte por el Arte». Su desdén por lo vulgar fue tan
grande como su talento! ...
...Y
cuántos proyectos consternaban su fantasía! Todos hermosos,
levantados, excelsos. «Mira - me dijo una vez,- tengo en preparación
un libro, muy curioso que titularé En la Dicha, tú
escribirás el prólogo, yo las rimas, y colaboraremos en el
epílogo»... Y su faz se iluminaba y de sus labios entreabiertos
por la sonrisa, me figuraba ver surgir una aureola que se iba convirtiendo
en nimbo para circundar aquella cabeza soberbia y erguida que ya jamás
encentraré.
Sus
pinceles supieron conquistarle lauros. Cada cuadro era un triunfo, cada
rasgo el signo de una inspiración. Yo soy un indocto. Yo no puedo
juzgarla. Casal ya expresó su valía. Yo no he sabido más
que amarla, como ya no sabré más que recordarla llorando.
Recuerdo
que sus predilectos eran, por rara coincidencia, también los míos.
Christian Chalón y el gran Boticelli la encantaban! Una ocasión
me describía la gran tela El Destino del simbolista italiano,
y su semblante se animaba, traduciendo sus sensaciones de modo tan asombroso
que sus ideas iban a clavarse en mi cerebro conmoviendo toda mi red nerviosa.
Sus pupilas fosforecían radiosas como agrandándose en dilataciones
elásticas para abarcar el conjunto de la pintura sugestiva y acabada
que ponía ante ellas el poder irreductible del recuerdo... y terminaba
por dejarme profundamente impresionado, pálido, anheloso, como si
hubiera puesto ante mí el cuadro y prestado su sensibilidad dolorosa
por lo sutil, para apreciarlo... Después serenábase su rostro
adquiriendo la expresión inteligente que le era habitual, como si
aquel soplo tormentoso que cruzó por su alma, llegando de las regiones
de la Belleza, no hubiese alterado su espíritu!
¿Y
qué más?... No sé; no sé! No quiero saberlo.
¿Para qué? ¿Qué importa a los más? Los
que la amaron; los que supieron quien era: los que hayan penetrado mi alma;
comprenderán que la partida de la virgen ha sido el eclipse total
de mis ilusiones.........;.......
Y
yo al trazar desordenadamente estas líneas, sin pulirlas, porque
son para ella y no puedo tener vanidad, siento el vértigo que producen
las caídas de los precipicios y que se abre en mi alma la flor embalsamada
de la fe religiosa, no sé si blanca o negra, porque las sombras
de mi espíritu me impiden percibir el matiz de su corola.
Y
esta mañana gris y fría, me parece radiosa y cálida;
porque el invierno está en mi corazón y la noche en mi alma!
Marzo
12, 1896
Carlos
P. Uhrbach
Esbozo*
A Domingo Martínez Luján
No
hay en su rostro alburas de frío alabastro,
ni
la pálida lumbre de un disco puro.
Difúndense
en el nácar de sus mejillas,
los
tintes melancólicos del crepúsculo.
Ciñen
su augusta frente soberbios lauros.
Inmortales
conquistas de excelsos triunfos!
Y
en su cuello proyectan los crespos bucles
la
penumbra azulada de un palio bruno.
En
su boca la aurora de la sonrisa
a
los arpegios lánguidos del arrullo,
mezcla
trémulos iris de suaves perlas
que
iluminan sus frescos labios purpúreos,
En
las noches azules ritman sus cantos
los
acordes melódicos del conjuro,
evocando
vibrantes, visiones blancas
con
sibilino rito de extraño culto.
Constelan
sus pupilas brillos astrales
con
resplanclores vívidos de carbunclos,
que
disipan las brumas de la tristeza
con
el poder magnético de su influjo.
Carlos
P. Uhrbach
*Apareció
en La Habana Elegante el 7 de julio de 1895. Se reprodujo
en Oro, 1907, p. 304, con el título de «Juana Borrero»
Última
rima
Aspiración
Para
que compasiva la recoja,
queda
mi rima humilde en esta hoja
que
ensueños melancólicos despierta;
brinda
calor tu libro a mis difuntos
anhelos
de pasión, guardando juntos
mis
versos y los versos de la muerte!
Sólo
el recuerdo del amor perdura!
Es
mi estrofa ave herida, y se clausura
donde
hallaron sus sueños dulce nido.
Ya,
desdeñoso de mundana gloria,
quiero
vivir con ella en tu memoria
o
perderme con ella en el olvido!
Carlos
P. Uhrbach
Apareció
en Cuba y América (Nueva York, 15 de mayo de 1897) cor título
«Aspiración» y en una sola estrofa. Se reprodujo en
Oro
(1907) tal como lo transcribimos.
Juana
Borrero
(exergo)
La
niña-musa, la niña maga, que consagró, urgiéndola
con el óleo dulce de su prosa, el pálido arcángel
de la poesía que duerme sueño eterno en su cripta de mármol
y vive vida eterna en sus Bustos y rimas. La flor de poesía que
todas las brisas de una popularidad naciente embalsaman, añadiendo
perfumes a su perfume inicial.
Alma
de fuego y luz en que se esmalta el oro de la rima y en que se solidifica,
resistente, el platino inestimable de un pensamiento, siempre excepcional.
La Inspiración - vestal soñadora - ha posado en esa frente
la caricia augusta que señala a los elegidos el sendero donde está
prohibido transitar al mayor número. Dones de hada llenaron su cuna;
dones de hada abrillantan su ser. Un rostro en que se traducen las emociones
asombrosas de la vida y un alma de fuego y las en que se esmalta el oro
de la rima y en que se solidifica, persistente el platino inestimable de
un pensamiento, siempre excepcional.
Los
arabescos de su fantasía, como una red de mallas luminosas, encierran
las ideas transparentando la gracia alada de sus expresiones. ¡Cuánto
azul en el alma de la que ha dado, como primeros balbuceos, estas lindas
endechas que consagran un talento de pureza helena! Estos versos son una
promesa y una realidad. Flor y fruto a un tiempo. Flor de vida artística,
fruto de bendición poética. Las líneas de su pensamiento,
como una orla de luz, fijan los contornos de su frase a la manera indeleble,
y los arabescos de su fantasía, como una red de mallas luminosas,
encierran las ideas, transparentando la gracia alada de sus expresiones.
Vive
y canta siempre! La única verdad es el arte; el único consuelo
la rima. El horizonte interiormente contemplado, es el menos embustero
de los espejismos. Sé dichosa oh hija de un suelo desgraciado! Sobre
la almohada de espinas en que Andrómeda, caída de la roca,
reposa, inclina tu alma como un arpa y que tus frases, en que irá
la dulzura tristemente ideal de todo un pueblo, sean el más fecundo
de los lenitivos. Vive y canta siempre!
Gris
y Azul, rindiendo un homenaje de admiración y simpatía a
la inspirada niña, se ha conquistado todos los aplausos. Con una
solicitud que el entusiasmo aprueba, ha realizado esta idea: reunir en
sus páginas y ofrecer a Cuba los primeros ecos de una lira que tiene
ya su puesto, y de los más prestigiosos, en su Parnaso. Ni un solo
instante se ha interrumpido la patriótica labor. Los primeros gorjeos
del más adorable de los ruiseñores, halagan nuestro oído.
Ellos dan la medida de lo alto, vibrante y seguro que es el canto de hoy.
Ah sí! Gris y Azul, rindiendo un homenaje de admiración y
simpatía a la inspirada niña, se ha conquistado todos los
aplausos.
Conde
Kostia...
[Aniceto
Valdivia]
Prólogo
a la primera edición de Rimas, publicada por la Biblioteca
de Gris y Azul, La Habana, Establecimiento Tipográfico La
Constancia, 1895.
Juana
Borrero*
Il
semble que la femme soit plus que nous sujette aux destinées. Elle
les subit avec una simplicité bien plus grande. Elle ne lutte jamais
sincèrement contre elles. Elle est encore plus près de Dieu
et se livre avec moins de réserve a l’action pure du mystère.
Maeterlinck,
Sur
les femmes
Mientras
los hombres hacen sus daños, armados y llenos de odio, en la crueldad
de la guerra, allá en la isla de Cuba, una rara niña, una
dulce y rara niña, penetra en la sombra mortal delante de los tristes
ojos de sus hermanos: y paréceme que vuelve el rostro como para
decir adiós, y que su mano traza un vago gesto enigmático
que anuncia la esperanza de un futuro momento consolador; tal una blanca
visión, en un misterioso castillo antiguo, al perderse en una puerta
llena de obscuridad en el imperio del silencio, en una hora inmemorial.
Cuba ha sido para el naciente pensamiento de América, isla cara
y gloriosa, pues pudo allí aparecer,
después del gran Martí, aquella excepcional alma solitaria
que se llamó Julián del Casal y al lado suyo su hermana de
espíritu, esa extraña virgen hoy difunta, Juana Borrero que,
por cerebral y vibradora y artista, puede en medio distinto ser colocada
a la par de María Bashkirtseff.
Como la eslava, fué escritora y pintora; como la eslava, tuvo curiosos
ensueños de grandezas legendarias; como la eslava, poseyó
la dicha de la belleza, si bien en esa cubana imperaba la rica y quemante
hermosura de la criolla. No la vi nunca en Cuba, pero por su retrato sé
de sus copiosos cabellos obscuros, de sus ojerosos y grandes ojos negros,
de su boca de fuertes y sensuales labios, y de la tristeza profunda y distintiva
que envolvía toda su persona, poniendo en ella algo de desterrada
o de nostálgica. Así partió de este mundo llevándose
sus flores espirituales, su virginidad, sus ensueños y su magia.
Era la amada y creo que la prometida de uno de los dos hermanos Uhrbach,
encantadores y generosos poetas.
Por Carlos Uhrbach sabemos que aquella niña tropical no amaba el
sol. Dice el desolado joven:
“Se ha juzgado a Juana Borrero, un temperamento de fuego. Están
en un error los que así afirman. Ella no tenía nada de tropical;
sólo su aspecto pudiera hacer creer que había nacido en esta
zona. Siempre soñaba con brumas. Alemania la seducía y su
imaginación se desencadenaba para volar a la Selva Negra, o rasgar
con el filo jamás embotado de sus alas, los caudales neblinosos
que envuelven al Rhin.
“Yo sueño con un clima extraño - me decía - donde
nunca haya sol. ¡Ah! el sol es mi primer enemigo”. Y se complacía
con lujo de imágenes en desplegar a los ojos de mi mente panoramas
septentrionales, paisajes de hielo, castillos circundados de pinos, lejanías
crepusculares, lagos helados y comarcas pobladas de abetos.
“Y yo, confidente de esos desvaríos ansiosos, la escuchaba, ¡la
escuchaba sugestionado por la magia fascinadora de su verbo! ¡Oh!
¡cuán lejanas me parecen esas palabras! Sus ecos revibrarán
mientras viva en mi corazón...”
Julián del Casal ha dejado entre sus versos una canción que
celebra a la sororal Virgen Triste:
Tú
sueñas con las flores de otras praderas...
.....................................................................
...de
los seres que deben morir temprano!
Ese profeta de la muerte no se equivocó. Él partió
antes: había asimismo en su faz la tristeza especial que señala
a los seres que deben temprano morir y que en lo antiguo indicaría
una predilección de los dioses. Parece que estos seres fuesen de
vuelo hacia una región señalada y que en su peregrinación
se equivocasen de senda y se hallasen de pronto perdidos en la áspera
selva de esta existencia.
A esas almas, aún en medio de la primavera, en pleno florecimiento
vital, queridas de la gloria o amadas del amor, diríase que alguna
potencia invisible y fatal está de continuo haciendo señas
desde la entrada de la tumba. La muerte les produce cierta atractiva impresión
desconocida para el resto de los humanos. En una carta íntima dice
Juana Borrero:... "A pesar de que algunos me juzgan tan venturosa, hay
en mi alma abismos tan profundos de tristeza y sinsabores tan ocultos,
que muchas veces anhelo la muerte, consoladora de todas las amarguras.
"En estos momentos en que me atormenta despiadado el insomnio, cruzan por
mi cerebro ideas tan lúgubres que me producen un desaliento inmenso”...
Y Uhrbach nos cuenta: "Juana Borrero tuvo el presentimiento de su prematuro
fin. Amaba la muerte y al mismo tiempo le inspiraba horror. Este dualismo
no será comprensible; pero fué un hecho real.
"En las noches melancólicas de luna, cuando la naturaleza parecía
narcotizada por la lumbre fría de los astros, recitábame
las inmortales rimas que le consagró el pobre Casal, y cuando llegaba
el último verso: ..."porque en ti veo ya la honda tristeza de los
seres que deben morir temprano”, su cabeza hacía signos afirmativos
y su voz desfallecía, desvaneciendo sus timbres flébiles,
como se apagan las notas musicales en las penumbras de los templos”.
Yo me imagino el dolor de ese artista enamorado, que no llegó al
triunfo de la posesión y que no volverá a encontrar sobre
la tierra a su Leonora, "¡nunca más!”
Y es de llorar con gran desolación por esas desaparecidas flores
que se creerían imposibles entre la común vegetación
femenina y que tan solamente se encuentran a modo de sorpresas que lo desconocido
pone de cuando en cuando a la mirada del poeta. Esas almas femeninas tienen
en sí una a manera de naturaleza angélica que en ocasiones
se demuestra con manifestaciones visibles; son iguales en lo íntimo
a los hombres elegidos del ensueño, y se elevan tanto más
maravillosamente cuanto sus compañeras terrenales, inconscientes,
uterinas, o instrumentos de las potencias ocultas del mal, son los principales
enemigos de todo soñador. "Parece, dice Maeterlinck, que la mujer
estuviese más que nosotros sujeta a los destinos”. Y si ello es
una verdad de la vida profunda, lo es más respecto de esas mujeres
de excepción. Así el destino tuvo a esta pobre y armoniosa
niña encadenada a una fibra incógnita y divinamente magnética,
por la cual venían a ella los temblores supremos del misterio, pero
la cual era acortada con fatal avaricia por las manos de la muerte.
Deja cuadros y poesías, la adorada de Botticelli y de Dante Gabriel
Rossetti.
El libro de los versos de esta privilegiada doncella, ya célebre
en su isla maternal y en gran parte de América, debía ser
acompañado de otro libro epistolario en que se documentase la psicología
de la Bashkirtseff hispanoamericana. Más que los hombres, las mujeres
se transparentan en las cartas, desde los ragos que investiga el grafólogo
hasta la expresión que encierra el secreto de sus sentidos, de sus
nervios, de sus visiones. Siento no tener " el libro raro de las poesías
de Juana Borrero para dar alguna muestra de su manera y vuelo. Apenas verán
mis lectores estos versos tristes, dedicados a un amado poeta:
Escuchando
las notas aladas
que
surgen vibrantes de tu arpa de oro,
se
han llenado mis ojos de lágrimas
y
ha subido a mi boca un sollozo,
escuchando
las notas aladas
que
surgen vibrantes de tu arpa de oro.
¡Yo
no sé lo que tienen tus rimas
que
al llenar mi alma de triste dulzura,
me
recuerdan la imagen querida
de
un ser adorado que duerme en la tumba!
Misterioso
poder de tus rimas
que
llenan mi alma de triste dulzura...
Canta,
¡oh bardo! Tus cantos evocan
en
mi pecho enfermo profunda tristeza,
y
se puebla mi mente ardorosa
de
febriles, fugaces quimeras,
cuando
escucho tus cantos que evocan
en
mi pecho enfermo profunda tristeza.
Y
estos otros, a una amiga:
Aunque
sólo la vieron mis ojos en noche remota,
no
he podido borrar de mi mente la imagen hermosa.
Sobre
el fondo sombrío del palco las luces radiosas
la
ceñían de bucles de fuego, luciente corona;
negro
traje de raso y encaje cubría sus formas,
modelando
del talle correcto la curva graciosa;
se
veían sus brazos de nieve cubiertos de blonda;
en
el pecho llevaba prendido un ramo de rosas.
¡Pero
yo comprendía al mirarla que no era dichosa!,
que
al través del raudal de su risa vibrante y sonora
expiraba
el gemido profundo de intensa congoja.
Hay en ella sonetos admirables, a lo Casal, llenos de un sensualismo místico,
extrañísimo, en el cual quizás encontraríamos
la influencia del poeta de Nieve, tan celebrado por su maestro Verlaine,
y por el poderoso Huysmans.
¡Pobre y adorable soñadora que ya no es más de este
mundo! ¡Flores para la flor! ¡Bien resonarían para ella
las palabras que lamentaron la muerte de la dulce Ofelia!
Yo saludo a la virgen que asciende a un balcón del Paraíso,
en donde estará como la amada de Rossetti o la Rowena de Poe; mas
es más hondo mi lamento si considero que ese ser especial ha desaparecido
sin conocer el divino y terrible secreto del amor...
Rubén
Darío
*
Publicado en La Nación de Buenos Aires, 23 de mayo de 1896.
Una
tumba
A Juana Borrero
En
sol, en el Ocaso, cabecea
entre
blondos cendales de neblina
cual
funeral antorcha, y su opalina
lumbre,
sobre los árboles gotea.
A
los fulgores de la luz febea
el
cielo entristecido se ilumina,
y
en la franja de brumas purpurina
el
astro de la tarde parpadea.
Sobre
las negras rocas que la espuma
lame,
al chocar, de las inquietas olas,
se
eleva humilde cripta funeraria,
donde
la luz crepuscular se esfuma,
coronado
de fúlgidas aureolas
la
cruz de mármol triste y solitaria.
Federico
Uhrbach
La
imposible
Cuando
Casal visitó a los Borrero en la mágica casona de Puentes
Grandes, el poeta de Hojas al viento
era un hombre ya hecho y Juana una niña en tránsito precoz
hacia la adolescencia. El encuentro y la visita, desgarradamenie evocados
por don Esteban después de la muerte de ambos, tuvieron un valor
profundamente emotivo en la vida de Casal, pero en la vida da Juana fueron
mucho más. Allí quedó sellado su destino, inexorablemente
trágico. Casal debió naturalmente fascinarla, porque reunía
en el más alto grado, como poeta y como hombre, todos los atributos
de refinamiento, tristeza y elegancia espiritual, a más de la apostura
física, que aquella niña artista soñaba ya a través
de sus lecturas, dibujos y adivinaciones femeninas. Esa fascinación
se tornó pronto en obsesión. El temperamento de Juana era
sin duda patológicamente obsesivo, y la imagen de Casal, con el
que tuvo relaciones que desconocemos pero que al cabo, por una causa u
otra, se alejó, tornósele centro fijador de torturas y remordimientos.
Es evidente que Juana, al morir inesperadamente Casal, después de
muchos meses sin verlo, contrajo con su memoria un sentimiento de culpa,
probablemente imaginaria, mas no por ello menos torturante. Al aparecer
en su horizonte, traído por la dedicatoria de Gemelas a Casal
y por su condición de discípulo devoto del maestro de Nieve,
el también neurótico y extraño Carlos Pío Uhrbach,
Juana proyectó sobre él toda su frustración anterior
y toda su alucinada voluntad de amor. No creo que su relación con
Carlos Pío se redujera a una simple transferencia erótica,
que fuera, por así decirlo, una relación vicaria. De ser
así, no hubiera redoblado sus remordimientos, como en efecto ocurrió,
ni, por otra parte, hubiera desatado en ella el infierno de los celos.
Esa relación fue auténtica y basada en cualidades de Carlos
Pío que Casal no tenía (para resumirlo en un rasgo, diremos
que no puede concebirse a Casal muriendo en los campos de la Revolución);
pero la sombra de Casal se interponía entre los desesperados amantes.
Esa sombra estaba hecha de diversos planos.
En primer término, la imagen de la propia Juana, la imagen que ella
oscuramente se sentía en el deber de realizar, la había fijado
Casal en las hermosas y fatídicas estrofas de «Virgen triste»,
que terminan con esta sentencia:
Ah!
yo siempre te adoro como un hermano,
No
sólo porque todo lo juzgas vano
Y
la expresión celeste de tu belleza,
Sino
porque en ti veo ya la tristeza
De
los seres que deben morir temprano.
En segundo término, el maniqueísmo de Casal, resuelto en
la irreconciliable dualidad del Arte y la Vida, chocaba profundamente con
el verdadero temperamento de Juana; mas, por eso mismo y como una terrible
expiación, ella quiso llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
Si la Vida, en la estética casaliana (véanse «Blanco
y negro», «Cuerpo y alma»), es irredimiblemente impura
y mala, si él en su semblanza la vio pasando de la virginidad a
la muerte, a Juana en su alucinación amorosa no le quedaba otro
camino que, estrangulando las poderosas fuerzas vitales de su ser, convirtiéndolas
en pura voluntad, realizar algo que también soñaron las cátaras
del mediodía francés en el siglo XII: el matrimonio absolutamente
espiritual. Ese es el tema obsesivo, latente siempre en sus cartas a Carlos
Pío, de quien arrancó la promesa solemne de cumplir sus sublimes
y conscientemente antinaturales deseos. El rencor de Casal hacia la naturaleza,
ella lo asumió como odio programático. Que no era sincero,
lo comprobamos leyendo sus espontáneos sonetos «Himno de vida»:
En
el misterio de la selva hojosa
Extiende
amor su imperio dominante;
Allí
al posarse en el clavel fragante
Se
enciende de pasión la mariposa!
o
«Vorrei Morire»;
¡Morir
entonces! Cuando el sol naciente
con
su fecundo resplandor ahuyente
de
la fúnebre noche la tristeza,
Cuando
radiante de hermosura y vida
al
cerrarme los ojos, me despida
con
un canto de amor Naturaleza!
Muy cerca del paganismo solar estaba espontáneamente Juana. Casal
torció el rumbo de sus energías, dirigiéndolas hacia
la noche tanática, en uno de los raptos de romanticismo del imposible
más absoluto que se han conocido, incluyendo a los románticos
alemanes. El tránsito de un pathos al otro podemos apreciarlo simbólicamente
en su decisivo soneto «Apolo»:
Marmóreo,
altivo, refulgente y bello,
Corona
de su rostro la dulzura,
Cayendo
en torno de su frente pura
En
ondulados rizos sus cabellos.
Al
enlazar mis brazos a su cuello
Y
al estrechar su espléndida hermosura
Anhelante
de dicha y de ventura
La
blanca frente con mis labios sello.
Contra
su pecho inmóvil, apretada
Adoré
su belleza indiferente,
Y
al quererla animar, desesperada,
Llevada
por mi amante desvarío,
Dejé
mil besos de ternura ardiente
Allí
apagados sobre el mármol frío.
No había manera de animar ese mármol, que era el ideal de
belleza casaliano, que era quizás
Casal mismo. La niña alucinada va a probar entonces que su fuego
no era simplemente carnal, sino esencialmente espiritual; que también
ella, en medio de las llamas, puede hacerse como el mármol frío;
que su beso soñado, sin dejar de ser ardiente, puede ser absolutamente
casto. Un beso casto y salvaje, la más temeraria paradoja imaginable,
es lo que le ofrece como sumo ideal a Carlos Pío. Todo esto sólo
es posible en la poesía, en una poesía que se empeña
en separarse de la vida, en una poesía que tiene sus raíces
en el maniqueísmo, en el mito de Tristán e Isolda, en las
cortes provenzales. Herejía albigense de la pureza enemiga de la
vida, que es una de las raíces más poderosas del romanticismo
y que en nosotros dio una flor trágica. Pero nada de esto es posible
en la vida. Consumida por la obsesión, por las alucinaciones, por
la fiebre desviada de su verdadero objeto, Juana se apagó como una
brasa en el arenal de Cayo Hueso, dejándonos en las manos la hoja
tibia de su «Última rima», como el testamento del imposible.
Cintio
Vitier
Tomado
de Poetas cubanos del siglo XIX (Semblanzas) y reproducido
en Crítica cubana (La Habana: Letras Cubanas, 1988).
En
la margen izquierda del Almendares
(A
la memoria de Carlos Pío
Uhrbach
y Juana Borrero)
Hablar
únicamente del nombre de una flor
o
de la intervención sencilla
de
la tierra y del agua y del sol en sus formas,
pero
mucho después de haber andado
por
la margen izquierda del río Almendares,
después
de haber entrado por la gran puerta
de
la casa de Puentes Grandes,
ella
radiante y fatigada y él con los ojos vueltos
hacia
las blancas sábanas,
hacia
el hueco en penumbras
donde
caen los fruncidos de las telas,
donde
ella se desnuda,
pues
lo desnudo es siempre lo que canta,
porque
la desnudez es el comienzo de la lluvia
y
la lluvia es el único centro
brumoso
y tumultuoso de estos amantes.
Oh
proyecto insalvable y demasiado lógico
de
empezar a gritar que él está enamorado,
sin
que su boca joven contradiga a la Historia
ni
al hechizo de este cuerpo desnudo
que
invade cada noche lo sobrenatural.
Heberto
Padilla
Brise
Marine
Nos
detuvimos en el viaje a Cayo Hueso,
la
sal pegada a los cristales,
álbum
musitando nombres claves:
house
sparrow,pileated
woodpecker.
Durante
el
camino la marisma
llena
de humo tu vestido
Caras
de muchachas cantábricas
resuellan
en un paisaje de Renoir,
esa
luz brilla en los cornos
Tomamos
a la izquierda
barn
owl, peregrine falcon,
summer
tanager. Ambito
minucioso
, yambo
para
cualquier niñez
En
París Milene enceguece
Pronuncia
Sena o Almendares
Nadie
sabe con certeza.
Juana
Borrero
Una
y otra vez un diciembre glacial
especialmente
por la costa
Abrevan
pescadores
junto
a su país de curricanes
A
lo lejos arrastra la marea niebla y puentes
Al
paso del nivel un barranco oloroso a lluvia
nos
confunde con un escaramujo
Experimentada
en la ceguera,
mi
mujer enardece los trigales de Booz
Sentada
en duros bancos de iglesia,
madura
ahora una iluminación
como
el gangueo de un ladrido
que
viene a enroscarse a los guardafangos y al timón,
y
hace declinar mi revolteo extranjero
Brumas
e hinchazones revientan
el
último camino hacia el faro
Otra
voz alega por estos fosos, charcos y hondonadas
Sonriéndome
en busca de ayuda me refino
y
dejo hablar al viento que, al fin y al cabo, es
las
más templada compañía para los perdidos.
Acerca
de Stevens’ The Idea of Order at Key West
Doomed
and determined...
Bob Dylan
Jose’s
cantina. Carne de puentes
Saborea
su posuelo matinal
entintado
con la milla de los turistas
La
anciana gris fue anoche fantasma
Crujen
en el maho tree todos sus fetiches
Caminar
estas calles es rozar experiencia
pues
ya el pueblo no respira
Hacia
el sur vuelve la brisa
Restos
de carnaval entre lápidas
Se
van alejando los sargazos
que
dentro del camposanto
picotean
gallos y gallinas
y
serán el bullicio de un río secreto
al
llegar al Burial Military Grounds,
aquella
hija de Ram apartando la mano
con
su bloody mary, unas acuarelas,
la
boina tejida por la manigua
En
el pueblo nadie respira
Tejen
sus donaciones las familias
con
enormes sombreros de paja
II
Pescado
blanco
arrollado
en brasas
Vivió
en Castilla,
ahora
negocia
tabaco
y ron
de
la Habana
Rueda
solo
Solloza
en medio
de
las tiendas
y
la bisutería
Su
pelo entrecano
y
los collares
olorosos
a Santa Bárbara
salpican
mis dientes
No
volverá
La
cruz
sobre
el estandarte del día
dice
“Gloria de Cuba”
En
el pueblo
nadie
respira
Gallos
y gallinas
dentro
del camposanto
III
El
rollo japonés
trabaja
al viento
Despeinado
huracán,
el
humo de mi carro
recorre
lomas que duermen
bocarriba
sujetando
el
chorro de esponjas
que
a la izquierda,
alzan
un camino verdinegro
El
calor,
la
canícula
minúscula
en
este cayo
invitando
al
viajero
(¿los
hay?)
a
sonreir
frente
a la cámara
Un
día más
La
lápida
bajo
los grilletes del sol
“Familia
Rivera, 1973”
En
el pueblo
nadie
respira
Sólo
noventa millas
mientras
sorbo
mi
bloody mary.
Rolando
Jorge
Rolando
Jorge nació en San Antonio de los Baños en el año
de 1955. Ha publicado Admoniciones (Centro Provincial del
Libro y la Literatura. Cuadernos La Puerta de Papel. La Habana, 1990),
calificado por la crítica del momento (Gaceta Literaria. UNEAC,
1993) como libro inaugurador de una de las nuevas vertientes de la joven
poesía cubana, y El linchamiento de los caballos expósitos
(Grupo Editorial Eclepsidra. Caracas, 1998). Residió en Venezuela
a partir de 1996 y desde 1999 gasta las horas y las aceras de Miami.
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