Homenaje
al artista cubano Hugo de Soto
Hugo
de Soto, pintor autodidacta, nació en Cuba el 13 de junio de 1928.
1946.
Gana una beca de estudio y se traslada de La Habana a Detroit (U.S.A.),
donde estudia con John Foster en la Society of Arts and Crafts.
1950.
Realiza su primera exposición personal en Detroit en el Detroit
Artist Market, Ceramiche.
1955.
Abre una galería de arte en Detroit. Gana un premio del Museo
de Arte de Detroit, y otro del Museo Cranbrook.
1961.
Marcha a Europa donde ejercita la profesión de pintor.
Actualmente, su obra se encuentra en las colecciones de arte de la Ciudad
del Vaticano y en la
colección privada de S. M. la reina Margrethe II de Dinamarca, así
como en
la del Gobierno de Suazilandia. Los trabajos de De Soto pueden ser
apreciados también en colecciones y museos públicos, algunos
de los cuales son los siguientes: Calvary Methodist Church (Detroit, Michigan),
The J. B. Speed Art Museum (Louisville, Kentucky), Banco Nacional de Cuba
(Zurich), Museo Municipal Emilio Bacardí (Santiago de Cuba), Biblioteca
del Congreso (Washington, D.C.), Museo de Monterrey (México).
Algunas de las muestras colectivas en que ha participado son: Muestra de
Arte Internacional (Galería Moderna, Silkeborg, Dinamarca, y '72,
O. W. Londres), la Bienal de Cali (Colombia), Space Cardin (París),
Muestra de la Gráfica Internacional (New York City), Salon d'Automne
(Grand Palais, París), Salon des Independants (Grand Palais, París),
Grand Priz International Montreux 1991 (medalla de plata), Fantasie e Capricci
Italiani (Universidad de Taiwán).
Quizá lo que más sorprende en Hugo de Soto es su extraordinaria
versatilidad, lo cual le permite trabajar en los más disímiles
ambientes y técnicas artísticos. Algo similar puede
decirse de su
mirada inquieta: del Papa a John F. Kennedy -- pasando por Antonio
Maceo --, o de la revista Vanidades al periódico Tribuna de La Habana
-- pasando por Revolución -- la obra de De Soto atravieza, cómodamente,
una infinita variedad de intereses y acercamientos. Lo mismo como
diseñador de modas, que como retratista, la
versatilidad de Hugo de Soto resiste a cualquier intento de encasillamiento.
Periódicos de Dinamarca, Italia, Cuba y Estados Unidos, le han dedicado
importantes espacios, tal como se aprecia en el imponente dossier
que el artista mismo ha reunido y ha tenido la generosidad de enviarnos
para la preparación de este homenaje. Precisamente fue el
hecho de que estos artículos, en su mayoría, estuviesen en
inglés o en otros idiomas, lo que nos priva de la oportunidad de
ofrecérselos -- tal y como era nuestro deseo -- a los impacientes
lectores de La Habana Elegante. Es por ello que sólo
hemos incluido, en su totalidad, el que recogió Tribuna de
La Habana durante la inolvidable visita de De Soto a la ciudad.
No obstante, hemos tenido cuidado de incluir algunas de las excelentes
obras del artista cubano. La Habana Elegante agradece también
las gestiones realizadas por nuestra amiga Cleopatra Valdés para
hacer realidad este homenaje.
La
Habana Elegante
Entre
las mallas de un lienzo
Hugo
de Soto, nieto del patrón que condujo la embarcación con
la cual Antonio Maceo burló la trocha de Mariel a Majana, cuenta
detalles históricos relacionados con este suceso, ocurrido tres
días antes de la muerte del Titán. Esta acción
la plasmó en un cuadro, donado al Museo de la Ciudad
María
Begoña Aróstegui
En la noche del cuatro de diciembre de 1896, apenas tres días antes
de su muerte, y en un mar encrespado
por la tormenta, el General Antonio Maceo burló, con un grupo de
oficiales y ayudantes, la trocha de Mariel a Majana.
Esta línea militar partía del Mariel hacia el norte, y atravesaba
Guanajay y Artemisa hasta llegar a la costa sur por la parte más
estrecha de la actual provincia de La Habana, cerca del límite con
la de Pinar del Río.
Desde meses antes había sido fortificada, concentrando en ella alrededor
de 10 mil hombres - la
mayoría de los batallones en campaña - para tratar de aislar
a Maceo después de su victoriosa campaña por Vueltabajo,
e impedirle toda comunicación con el General Máximo Gómez.
En
la Caleta de la Caña, cercana al Mariel, estaba escondido un bote
en el que cuatro colaboradores (el patrón, Carlos Soto, Gerardo
Llaneras, Eudaldo Concepción y Juan Funes) realizaban viajes nocturnos
por las afueras de la bahía para conducir la correspondencia de
guerra.
-- Mi abuelo, carpintero de ribera y hábil marino, había
reparado un bote abandonado para estos menesteres,
pues el suyo fue incautado por los españoles al saberle “alzado,”
precisa el pintor cubano Hugo de Soto, nieto del conductor de aquella embarcación.
De Soto, radicado en Italia desde 1946, vino invitado a Cuba por la Bienal
de La Habana y Cuba-Moda 84, aunque se vio imposibilitado de participar
en el primer evento por estar trabajando en un mural de cerámica
en la ciudad francesa de Lyon. Sin embargo, aprovechó su permanencia
en el país para realizar un cuadro que refleja los acontecimientos
narrados.
Acción
histórica
Varios relatos precisan que Soto, acompañado de Llaneras y Concepción,
ante la insistencia del General Maceo de cruzar las líneas españolas,
propuso al Titán hacer la travesía bahía adentro,
en la misma boca del Mariel, debido al mal estado del tiempo.
Los otros tripulantes eran los Generales José Miró Argenter,
Jefe del Estado Mayor y Pedro Díaz,
los Coroneles Alberto Nodarse, Charles Gordon y el médico Máximo
Zertucha, los Tenientes Coroneles Alfredo Jústiz y Manuel Piedra
y los Capitanes Nicolás Sauvaneli, Ramón Peñalver
y Ramón Ahumada.
También figuraban los Tenientes Francisco Gómez Toro y José
Urbina y los asistentes Benito y Ricardo Echevarría, Juan Pérez,
José Delgado y Andrés Cuervo, para un total de 18.
Con el fin de evitar ser detectados por dos cruceros españoles atracados
en el puerto, los prácticos “remaron” con las jícaras que
llevaban para sacar agua del bote, dato que De Soto escuchó muchas
veces contar a su abuelo.
“Puesta a flote nuestra embarcación, embarcó primero el General
Maceo con algunos expedicionarios
y tres boteros, así como dos bombas de dinamita. Los demás
desembarcamos en cuatro viajes sucesivos. Yo lo hice en el penúltimo”,
señala el oficial Manuel Piedra en su libro Mis primeros treinta
años. Carlos Soto trató de preservar el bote,
al esconder éste posteriormente bajo piedras, arena, yaguas y ramas.
El comprendió su valor histórico, ya que Maceo constituía
una leyenda viviente por sus hazañas, sobradamente conocidas por
los propios españoles.
-- Esta pequeña embarcación de apenas cuatro metros de eslora,
fue desenterrada al finalizar la guerra por la familia Morante, del Mariel,
la cual la mantuvo guardada durante años.
Después estuvo en la antigua Academia Naval del Mariel, y por último,
pasó al Museo de la Ciudad de La Habana, donde se puede observar
hoy, indica de Soto.
-- Mi abuelo y el único hermano de este Antonio - fusilado cuando
la frustrada expedición del
Virginius - suprimieron de común acuerdo el De en su apellido,
alegando ser así menos hispanos, aunque ya se retomó el original
que consta en documentos, aclara el artista.
Todos esos recuerdos los conserva muy vívidos, ya que su antecesor
murió en 1944, a los 84 años, con el grado de Comandante
del Ejército Libertador, cuando aún trabajaba como práctico
del puerto habanero, oficio que desempeñó durante 30 años.
La intención artística de la obra refleja la acción
narrada, de unos dos metros de altura, es presentar a estos héroes
como seres humanos en el empeño de una proeza, cuestión palpable,
en el rostro preocupado del General Maceo.
El pintor donó al Museo Municipal del Mariel una bandera cubana,
realizada por su abuela María de Jesús Pereira, los catalejos
y el sable de su abuelo, así como documentos y fotografías
relacionados con este patriota.
“Venir a Cuba es no perder mis vínculos con la patria y esto me
ayuda a vivir,” manifiesta Hugo de Soto.
Tribuna
de La Habana, 12 de agosto de 1984
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