La Habana Elegante agradece al profesor Jorge Yviricu el envío
del siguiente ensayo que echa
más leña a los misterios que rodean la vida de la Condesa
de Merlin. Cuando le solicitamos su ficha bio-bibliográfica,
el profesor Yviricu se expresó de sí mismo en los siguientes
términos: "Pinareño inveterado, [...] lleva 30 años
practicando la docencia en diferentes universidades norteamericanas, veinte
de ellos en la California State University de Bakersfield.
Ha publicado ensayos sobre muchos temas más o menos recónditos;
el último, sobre el poeta José Kozer, en la recientemente
aparecida La voracidad grafómana (México: Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM, 2002)"
Los
misterios de la condesa de Merlin*
“Si j’avais deux aïeux à l’armée des émigrés,
j’en avais deux autres qui votaient la mort du roi. Je suppose que cela fait compensation”.
Jean de Tinan
Jorge
Yviricu, Ph.D.
Professor
of Spanish
California
State University, Bakersfield
Nada
resulta más intrigante que repasar la biografía de un autor
conocido y encontrarse con inconsistencias o lagunas en las que antes no
se había reparado. Así me sucedió recientemente
con la
condesa de Merlin a raíz de leer los dos interesantes artículos
que aparecieron en la edición de Otoño de 2000 en La Habana
Elegante. A la condesa, además, me une una presencia cotidiana:
atesoro un retrato oval suyo que me ha seguido a través de años
y avatares. Dicho retrato sirve de ilustración tanto al artículo
de mi amiga la profesora Adriana Méndez Rodenas en la revista, como
a la monografía que en 1998 ella le dedicara, Gender and Nationalism
in Colonial Cuba (cubierta; 216).
El artículo de la profesora Méndez al que me refiero, “Où
est la Comtesse Merlin?”, me picó la curiosidad al leer sobre su
búsqueda de la tumba de la condesa en París: “Por el Chemin
de Chèvres del mismo Père Lachaise (División 29),
había encontrado una imponente tumba/monumento dedicada
a la memoria de Martin [sic] de Thionville (1762-1833), pero las fechas
no coincidían con las de Antoine-Cristophe [sic] (1771-1839).
¿Dónde se encuentra el famoso general? ¿Y dónde
están enterrados los cuatro hijos de la pareja? A pesar de
sus bien intencionados biógrafos, la vida de Mercedes Santa Cruz
y Montalvo sigue envuelta en el velo del misterio” (pantalla 4).
En este trabajo trataré de responder a algunas de sus preguntas.
La labor detectivesca tiene largas frustraciones y, a veces, inesperadas
recompensas. La tumba/monumento
a la que se refiere la profesora Méndez es la de Antoine-Christophe
Merlin (1762-1833), gran tribuno revolucionario francés conocido
como Merlin de Thionville. Se le añade a su apellido el nombre
de su ciudad natal para distinguirlo de otro famoso revolucionario, Philippe-Antoine
Merlin (1754-1838), a quien se conoce como Merlin de Douai. Aunque
amigos, los dos no tenían parentesco alguno.
Una rápida búsqueda en el libro José Bonaparte,
Rey de España, de Juan Mercader Riba, enredó un poco
el asunto. Escribe el autor que el 16 de agosto de 1809, por decreto
del rey José, obtuvo el nombramiento de capitán general de
la Guardia Real “el general Cristóbal-Antonio de Merlin,
conde de Merlin, que tuvo al parecer, un hermano regicida” (73).
Es interesante subrayar tres cosas: primero, que la profesora Méndez
se refiere al marido de la condesa como Antoine-Christophe, confundiéndolo
con el tribuno revolucionario, mientras que Mercader presenta su verdadero
nombre, aunque lo traduce a Cristóbal-Antonio; después, que
el empleo de la frase "al parecer" hace obvia la falta de certidumbre sobre
el cuñado de la condesa; y por fin, que Mercader recoge que en agosto
de 1809, o sea dos meses antes de su boda con Mercedes Santa Cruz, ya se
conocía a su futuro marido por el título de conde, a pesar
de que todas las otras biografías traen que lo recibió al
año siguiente, como resultado de esa boda.
La fuente más fidedigna para obtener información sobre títulos
napoleónicos es el Armorial du premier empire, del
vizconde Albert Révérend. En el tercer tomo de la obra,
de 1896, aparece que el marido de la condesa es el menor de cuatro hermanos,
y que el mayor es precisamente el tribuno revolucionario Merlin de Thionville.
Es fácil confundir a los dos hermanos: el mayor es Antoine-Christophe;
el menor lleva los mismos nombres, pero invertidos. Révérend
escribe sobre él lo siguiente: “Christophe-Antoine Merlin, comte
en 1810, par décret de Joseph, roi d’Espagne [. . .]; né
27 mai 1771, † à Paris, 9 mai 1839; marié, 31 octobre 1809,
à Maria de las Mercédès Santa Cruz y Montalvo, † à
Paris, 1er mars 1852, dont deux fils et une fille” (232). Presento
la información en detalle para que pueda observarse que mientras
que todas las otras fechas mencionadas incluyen el día y el mes,
del condado español de Christophe-Antoine sólo aparece el
año, lo que hace el dato algo sospechoso. Pero Révérend
añade un problema más al asunto. Mientras que la profesora
Méndez pregunta por los cuatro hijos de la condesa, Révérend
sólo menciona a tres: François (1814-1900), Gonzalve (1816-1887),
y Maria de las Mercédès-Josefa-Terésa (1812-1876),
nacida en Madrid y apadrinada por el propio rey José.
Otra fuente valiosa es la obra de un pariente lejano de la condesa, que
lleva su mismo apellido. Me refiero a Francisco Xavier de Santa Cruz
y Mallén, 7mo conde de Jaruco1, autor del más rico
repertorio biográfico cubano, la Historia de familias cubanas.
Como se podría esperar, el primer tomo de la obra, de 1940, contiene
una copiosísima información sobre la condesa, su marido,
y sus descendientes. En él se encuentra la respuesta a la
primera pregunta. Según Jaruco, Christophe-Antoine “está
enterrado en el cementerio del Père-Lachaise, en el panteón
del General Gonzalo O’Farrill y Herrera, que se halla situado en el 45
División del Chemin Perignon” (347). Como Révérend,
Jaruco sólo menciona a tres hijos, traduciendo sus nombres a Teresa,
Francisco y Gonzalo. Sobre el condado de Merlin trae lo siguiente:
“Por el año 1810 le concedió el Rey José el condado
de Merlin, cuyo título, como los demás concedidos por este
Monarca, fueron anulados por la Comisión encargada de solucionar
los litigios de carácter internacional entre España y Francia”
(347). Obsérvese que tampoco Jaruco posee información
detallada sobre la fecha de la concesión del título.
A las preguntas de la profesora Méndez habría que añadir
dos más: ¿será posible que la condesa de Merlin sólo
sea en propiedad Madame Merlin tras serle anulado el título al marido?
O peor aún, ¿existiría de veras tal título,
o será meramente una fantasía que los años no han
sabido borrar?
Todas mis pesquisas por conseguir una relación detallada de los
títulos concedidos por el efímero rey José no han
dado resultado hasta ahora. Lo que sí he podido obtener es
una obra poco conocida (sólo existen dos ejemplares en los EE.UU.),
que fue publicada por un descendiente del tribuno revolucionario en 1949,
Les
Merlin de Thionville, del coronel Eugène Paul-Albert
2.
El libro reseña la carrera de los cuatro hermanos Merlin, todos
ellos generales, basándose en datos recogidos en los archivos del
Ministerio de la Guerra francés, a los que como militar tuvo acceso.
Nada parece más lejano del aristocrático entorno familiar
de los condes de Jaruco que el de la familia con la que emparentó
Mercedes al casarse con Christophe-Antoine. El padre, que para mayor
confusión también se llamaba Christophe Merlin (1731-1794),
había sido alguacil y después procurador en la bailía
de Thionville, cargo legal que lo situaba entre la burguesía local.
Al estallar la Revolución francesa en 1789 anima a sus cuatro hijos
a que participen en ella.
Ya se ha anotado que el hijo mayor, Antoine-Christophe, a quien en lo adelante
se llamará Antoine-abogado de profesión, tuvo un brillante
historial revolucionario. Elegido en rápida sucesión primero
diputado a los Estados generales (1789), después a la Asamblea legislativa
(1791), a la Convención nacional (1792), y al Consejo de los Quinientos
(1795), su carrera llegó a su cenit al presidir la Convención
durante el mes de agosto de 1794. Fue miembro destacado de los Jacobinos,
grupo de extrema izquierda que exigía la deportación de los
sacerdotes, el secuestro de los bienes de los nobles emigrados, la ejecución
del rey, etc. Como comisario de la Convención fue enviado
a la Vendée en 1793, y allí combatió contra las guerrillas
monárquicas con tanto denuedo y suerte que logró derrotarlas
y pacificar la región. Sin embargo, utilizó su posición
para enriquecerse expropiándoles los bienes a los derrotados (Senez,
párr. 3). El boato con el que posteriormente se rodeó,
y la enemistad de Napoleón Bonaparte, le costaron perder su influencia,
cesando toda actividad política en 1798. Brillante orador,
se recuerdan de él frases célebres, como la que pronunció
contra la monarquía: “No es con discursos, sino con cañones,
que hay que atacar el palacio de los reyes para que el pueblo sea libre”
(Paul-Albert 11).
Los otros dos hermanos son menos conocidos. El segundón, François
(1765-1842), corre la suerte política de su hermano mayor.
Tras una fulgurante carrera militar que lo lleva en seis años de
voluntario a general en 1797, pasa a pelear en Italia y, como resultado
de una serie de derrotas para las armas francesas, se le destituye y encausa.
A pesar de haber sido exonerado por un consejo de guerra, Napoleón,
por entonces primer cónsul, lo retira en 1800. El tercero,
Gabriel (1768-1842), voluntario desde los 19 años, supo mantenerse
ajeno a las intrigas políticas que alejaron a sus hermanos mayores
del ejército. Promovido general de brigada en 1809, recibió
un título de barón de Napoleón, ya emperador, el 28
de enero del mismo año (Révérend 231).
Christophe-Antoine, a quien se llamará Christophe -- su apelativo
común -- marchó a las guerras revolucionarias de voluntario
desde 1791, a los 20 años. Teniente, y en seguida capitán
en 1792, Paul-Albert recoge que en un parte de ese año se le califica
de “franco republicano descamisado” (32). Su carrera militar recuerda
la de su hermano Gabriel, no tan rápida como la de los dos mayores,
pero mucho más duradera. Ascendió en 1795 a ayudante
general, y en 1805 a general de brigada. Nombrado en 1807 ayudante
de campo de José Bonaparte, por entonces rey de Nápoles,
tan bien supo ganarse su confianza que le pidió que lo acompañara
al año siguiente, al recibir de su hermano Napoleón el trono
de España. Como ya se ha visto, en agosto de 1809 el rey José
lo nombra capitán general de la Guardia Real, y dos meses más
tarde apadrina su boda con Mercedes Santa Cruz.
Los motivos de la boda son harto conocidos. Responden en parte a
la política napoleónica de fomentar matrimonios entre la
nobleza española y los oficiales del ejército de ocupación.
La influencia de los padres de Mercedes en la Corte española se
debía a la posición del tío, el general Gonzalo O’Farrill
y Herrera (1754-1831), ministro de la Guerra de Carlos IV. Después
de la invasión francesa en 1808, O’Farrill colaboró con los
invasores, retomando su antiguo cargo en el gabinete del flamante rey José.
Su sobrina, María Teresa Montalvo y O’Farrill (1771-1812), madre
de Mercedes, había enviudado en 1807 de su marido, el 3er conde
de Jaruco. Todavía joven a los 37 años, anfitriona
de la tertulia más vibrante de Madrid, descrita por una viajera
de la época como una “hermosa habanera, en extremo voluptuosa, que
vivía entregada por completo a la pasión del amor” (Villaurrutia
xii), la condesa viuda de Jaruco se convirtió en la amante titular
del rey José, cuya esposa nunca se tomó la molestia de viajar
a Madrid. La boda fue, pues, tanto un trato político como
una ofrenda amorosa.
La triste salida de los afrancesados de España, tras las derrotas
de las fuerzas imperiales, aparece certeramente descrita en un reciente
artículo de José Luis Prieto (pantalla 2). Muerta su
madre en 1812, con Mercedes se exilió todo su núcleo familiar:
su tío abuelo el general O’Farrill, y su hermana María Josefa
(1791-¿?), casada ella también con otro afrancesado, Pedro
Miguel Sáenz de Santa María y Carassa (1781-1823), hijastro
del general O’Farrill, y auditor del Consejo de Estado del rey José
(Jaruco 348).
En la Francia de 1814 a la que llegan imperaba la incertidumbre, se vislumbraba
el fin. Antoine, retirado en el campo, y de toda actividad política
durante el Imperio por no perjudicar la carrera militar de sus dos hermanos
menores, decide armar a sus expensas a un grupo de voluntarios para luchar
contra los ejércitos europeos que ahora invadían Francia.
Su objetivo es pelear por la patria, no por su antiguo enemigo Napoleón;
pero su plan fracasa por falta de entusiasmo popular. En una carta
achaca la culpa a los antiguos nobles emigrados, a quienes Napoleón
había concedido el retorno a Francia, aduciendo que les aconsejaban
a los campesinos a quedarse tranquilos en sus tierras para no despertar
la ira y venganza de los invasores (Paul-Albert 23).
Tanto Antoine como Christophe se adhieren al gobierno de Louis XVIII a
la caída del Imperio. Christophe, sin embargo, apoya a Napoleón
durante el período de los Cien Días, cuando éste inesperadamente
vuelve de su exilio en la isla de Elba. Eso, a pesar de que el rey
le había confiado
el puesto de inspector de caballería y conferido la Orden de San
Luis. En una carta dirigida al ministro de la Guerra afirma su devoción
al emperador (Paul-Albert 35). Antes le había confiado al
mariscal Suchet sus verdaderos sentimientos: “Hemos servido a Bonaparte,
después al rey en 1814, vamos a servir a Bonaparte en 1815, probablemente
sirvamos a alguien más el año próximo” (Paul-Albert
35).
¿A qué responden los repentinos giros políticos de
Christophe? Paul-Albert recoge un dato significativo. Desde
su retorno a Francia en 1813, Christophe había solicitado en varias
ocasiones del gobierno imperial que le concediera el título de conde.
Justificaba su petición alegando que su esposa Mercedes, “que como
hija de conde tenía el derecho de utilizar el título de condesa
según la costumbre española, resultaba socialmente superior
a él, que sólo era barón” (34). En la carta
que dirige al ministro de la Guerra al volver Napoleón en 1815,
renueva su demanda para que se le conceda el título (Paul-Albert
35).
Parece insólita tal petición, pues está fundada en
dos mistificaciones. No existe constancia de ninguna costumbre española
que le permita a una hija casada, no heredera, asumir un título;
ni tampoco tenía Christophe derecho a portar el título de
barón, que Napoleón le había concedido sólo
a su hermano Gabriel en 1809. Entre los expedientes consultados por
Paul-Albert nunca aparece el condado español que el rey José
supuestamente le concediera, ni Christophe lo presenta como justificación
para que el gobierno imperial francés se lo reotorgue o rehabilite.
¿Por qué tal afán en alguien que, como ya se ha observado,
20 años atrás se enorgullecía de su franco republicanismo
descamisado? La Revolución había abolido la nobleza
y los títulos hereditarios desde 1790. Socavando paulatinamente
el igualitarismo revolucionario, Napoleón se proclama cónsul
vitalicio en 1802, emperador en 1804, y desde 1808 distribuye títulos
hereditarios para ayudar a crear una clase dirigente que le sea afecta.
Para justificar los cambios utiliza la maquinaria propagandística
de su gobierno, probablemente uno de los primeros experimentos modernos
en la manipulación de la opinión pública.
A pesar de su antiguo fervor republicano, se comienza a observar un cambio
de actitud en la familia Merlin. Ya en 1804 Antoine había
casado en segundas nupcias con una hija del barón de Lepel.
En 1805 vende su mansión suburbana por la friolera de 102,000 francos
de la época, compra una antigua abadía en el campo (Paul-Albert
22), y allí se retira a vivir en la opulencia. En 1809 aconseja
y aprueba la boda de Christophe con Mercedes: es tanta la admiración
que siente por su nueva cuñada, apenas llegada a Francia, que en
su honor nombra a la menor de sus hijas Maria Augusta de las Mercedes (1814-1891)3.
Christophe sigue su ejemplo. Al casar con Mercedes se instalan en
el castillo de Boadilla del Monte, antigua residencia de un infante de
España, que Christophe había adquirido poco antes (Figueroa
76). Vivir como, y agregarse a la antigua nobleza parece convertirse
en una preocupación familiar.
Después de la definitiva derrota napoleónica en Waterloo,
y el regreso al poder del rey Louis XVIII, período que se conoce
como la segunda Restauración, los Merlin pasan momentos difíciles.
A Christophe se le acusa de “solicitar del usurpador [léase Napoleón]
el título de conde, en pago de su fidelidad y de su devoción”
(Paul-Albert 35). La policía le sigue los pasos e investiga
su conducta, como también lo hace con su hermano Gabriel, a quien
destituyen de su puesto militar.
Sin embargo, el más comprometido de todos los hermanos es Antoine.
La notoriedad de su actuación revolucionaria le crea muchísimos
problemas con el nuevo régimen. En enero de 1816 se proclama
la ley que manda al exilio a todos los diputados que habían votado
por guillotinar al rey Louis XVI, tildándolos de regicidas.
Antoine se defiende con una sutileza: arguye que al debatirse la culpabilidad
del rey en la Convención en 1793, él no se hallaba en París
sino en Maguncia, defendiéndola de los prusianos. Su situación
legal resultaba sumamente compleja, pues si bien era cierto que no se encontraba
físicamente presente, y por lo tanto no había votado, no
era menos cierto que desde Maguncia le había dirigido una carta
inflamatoria a la Convención, apoyando la ejecución del rey.
Dicha carta, famosa en su momento y muy influyente, comienza con la arenga
“[a]quí estoy rodeado de muertos y moribundos, y el tirano [léase
Louis XVI] vive todavía” (Paul-Albert 13).
La defensa de Antoine acaba por prevalecer, ya que no puede considerársele
técnicamente regicida. A pesar del fallo, sus antiguos enemigos,
ahora en el poder, no cesan de hostigarlo. Como no consiguen sacarlo
legalmente de Francia, tratan con amenazas y persecuciones de que se exilie
por su propia voluntad. Al no lograr su propósito, recurren
a tratar de enviarlo a alguna región dentro del país donde
su presencia no constituya una amenaza implícita para el gobierno.
El prefecto del Aisne, departamento donde está situada la abadía
de Saint-Eloi-Fontaine, que Antoine había adquirido en 1805, le
impide regresar a ella durante 15 meses, argumentando que “su sola presencia
reviviría las esperanzas de un partido que no debe existir más”
(Paul-Albert 24). Antoine acaba por enviarle una carta a Louis XVIII,
en la que le pide perdón por sus “errores de juventud” (Senez, párr.
5). El rey por fin decide que se le permita volver a su casa, pero
que allí lo mantengan bajo estricta vigilancia policial.
Christophe tiene más suerte. En julio de 1816 el rey le renueva
su nombramiento de inspector general de caballería, cargo que ocupa
hasta 1821. ¿Por qué el trato preferencial a Christophe,
único de los hermanos en pasarse abiertamente al bando napoleónico
durante los Cien Días? Hay que buscar la mano del general
O’Farrill en esto. O’Farrill se había educado en la Francia
del antiguo régimen, había servido con distinción
en el ejército francés con los mismos oficiales nobles que
ahora estaban en el poder. No en balde al hijo que Mercedes y Christophe
tienen en 1816 le ponen su nombre: Gonzalve, la traducción de Gonzalo
al francés.
Hay poco escrito sobre la vida de Mercedes durante la Restauración.
La alta sociedad de la época se hallaba estrictamente dividida entre
antiguos nobles y sus simpatizantes, los que debían sus títulos
y prebendas a los reyes, y la nueva nobleza imperial creada por Napoleón
y después reconocida, en aras de una reconciliación nacional,
por Louis XVIII 4.
Durante 1821, con la intervención francesa en España para
sostener el absolutismo de Fernando VII,
el Deseado, cambia el panorama político, recrudeciéndose
aún más la represión conservadora tras la muerte del
rey y la sucesión de su hermano, Charles X, en 1824. Es por
eso que Christophe pierde su puesto en 1821 y que lo retiran del ejército
en 1825. Mercedes, como hija de conde y hermana de un grande de España,
habría tenido acceso a los círculos de la vieja nobleza;
pero su matrimonio con Christophe, y su íntima amistad con los Bonaparte,
la hacían sospechosa o indeseable. Sólo despliega su
actividad social por las causas liberales del momento, como el concierto
que ofreció en Ginebra en 1825 a favor de la insurrección
griega (Jaruco 348).
Hace falta otra revolución, la de 1830, y la subida al trono del
hijo de un verdadero regicida-el duque de Orleáns, hijo del desdichado
Philippe Égalité-para que Mercedes brille con todo su esplendor;
para que, como antes su madre en Madrid, logre crear un salón mundano
a la medida de su talento y ambición, marco ideal donde despliega
sus dotes artísticos y sociales. Paul-Albert la describe como
una “perfecta mujer de mundo, cultivada, bonita, elegante, excelente anfitriona”
(36). En su salón se codeaban, además de artistas y
otras celebridades, “los viejos republicanos, los viejos bonapartistas,
y los orleanistas” (Paul-Albert 36), pero no los legitimistas. Christophe
recupera su antiguo puesto de inspector general de caballería.
El nuevo rey, Louis-Philippe, lo honra nombrándolo gran oficial
de la Legión de honor en 1834 (Jaruco 347). Sin embargo, el
fin está cercano. Antoine, enfermo por varios años,
viudo por segunda vez, muere en París en 1833; Christophe lo sigue
en mayo de 1839.
La década de los 1840 es para Mercedes de múltiples actividades
sociales y literarias, pero también atestigua un paulatino desencanto,
provocado por varios factores: un amor otoñal desdichado, la pérdida
de su independencia económica, y la apremiante vejez. En 1840
vuelve a Cuba después de 38 años de ausencia, a visitar a
su hermano Francisco Xavier, 4to conde de Jaruco (1795-1889), a quien no
ha visto desde la niñez. Su visita es un viaje de estudios
con doble propósito,
quiere reunir información para un libro sobre Cuba, y reclamar la
parte de la herencia familiar que cree corresponderle. Las cartas
al hermano durante los años subsiguientes la muestran cariñosa
y suplicante, siempre en busca de recursos económicos.
¿Por qué esa necesidad? A la muerte de su marido se
reparte la fortuna familiar entre los tres hijos y la viuda. Enamorada
e ingenua, deja que su amante, Philarète Chasles (1798-1873), casi
diez años menor que ella, le administre la hacienda. Chasles
cae en la cárcel de deudores en 1843, y aún así Mercedes
le sigue fiel hasta el desenlace final de la relación tres años
después, cuando ya arruinada, se cerciora de que la engaña
con otra.
Faire des châteaux en Espagne es el equivalente francés
de levantar castillos en el aire. Ilusa, vuelve a España
en 1845 en busca de dinero, olvidando que, como afrancesada, todo lo que
abandonó 31 años antes había sido confiscado.
¿Qué espera? ¿Que le devuelvan el castillo de
Boadilla, comprado a precio irrisorio por Christophe de los bienes nacionales
secuestrados (Mercader 386)? ¿Que le reintegren los cuatro
millones de reales en bonos del estado que el rey José le había
otorgado a su madre para poder pagar las dotes de sus hijas (Villaurrutia
xiv; Glover 167)? Sale de España muy agasajada, pero tan pobre
como al llegar, comprobando una vez más que quien vive de ilusiones
muere de desengaños.
De sus hijos, Teresa (1812-1876), que recibió el nombre de su abuela
materna, parece ser con la que Mercedes más se compenetra.
Casó dos veces: la primera, en 1836, con Firmin-Désiré
Gentien, un burgués adinerado, dueño del impresionante castillo
de Dissay, que está cercano a Poitiers. Allí pasa Mercedes
largas temporadas al final de su vida, en un marco a la altura de sus pretensiones,
que por desdicha poco duró. Gentien, a quien en su usual afán
nobilizante rebautiza Gentien de Dissay en la carta que le dedica en La
Havane 5, muere a fines de la década de los 1840, dejando
a Teresa con tres hijas pequeñas, su madre, y el castillo que mantener.
Por suerte para ella, vende el castillo en 1850, y ese mismo año
casa con Alfred de Ferry (1814-1891), recaudador de impuestos, de familia
de antigua nobleza, hijo de padre emigrado durante la Revolución
que después fue cajero general del ejército napoleónico
en España. Muertos Teresa y Alfred en la ciudad de Autun,
allí habría que buscar su tumba. Su descendencia, recopilada
por su tataranieto Arnaud de Ferry, quien gentilmente me ha proporcionado
mucha de esta información y el retrato de Teresa que ilustra este
artículo, puede consultarse en la red informática 6.
François-Xavier Merlin (1814-1900), su segundo hijo, bautizado en
honor de su tío materno el 4to conde de Jaruco, fue coronel de ingenieros
del ejército francés. Casó alrededor de 1840
con su prima hermana Teresa Sáenz de Santa María y Santa
Cruz (¿1820?-1884), hija de su tía María Josefa.
Jaruco escribe que no tuvieron hijos de su matrimonio (348). Comendador
de la Legión de honor, murió en París. Es probable
que, junto con su esposa, se encuentre enterrado en el panteón del
general O’Farrill.
El hijo menor, Gonzalve (1816-1887), capitán de artillería
en el ejército francés, tuvo dos hijos de su esposa Juana
de Cárdenas y Cárdenas (1817-¿?), lejana prima habanera,
hija del 1er marqués de Campo Florido y viuda del 2do conde de San
Fernando de Peñalver. De sus dos hijos el mayor, Michel (1850-¿?),
fue capitán de húsares del ejército francés
y comendador de la Legión de honor. Según Jaruco, recibió
en 1881 del Papa León XIII el título de conde de Merlin (348),
regularizando así esta vieja obsesión familiar. Gonzalve
y su hijo menor, François (1853-1882), murieron ambos en La Habana.
Allá habrá que buscar sus restos, quizás en alguna
de las tumbas de la familia Cárdenas en el cementerio de Colón.
Al comenzar este ensayo recogí el sentimiento de la profesora Méndez
sobre los muchos misterios que a pesar de sus múltiples biógrafos
todavía rodean la vida de Mercedes Santa Cruz. En realidad
hay que buscar en la condesa la fuente original de todos los misterios.
“Era tan discreta como bella” (Figueroa iii), escribe Mesonero Romanos,
uno de sus admiradores; tan discreta fue que en vano se buscan a través
de su obra detalles que esclarezcan importantes aspectos de su vida.
Oculta, máximo misterio, la (in)noble gesta revolucionaria de la
familia Merlin, que tanto pábulo pudo ofrecerle para su obra literaria,
por congraciarse con una clase social que en Francia la recela o rechaza
por esas mismas conexiones bonapartistas o republicanas, y en España
por su afrancesamiento. Sus múltiples nombres manifiestan su otredad,
su rebeldía ante un destino que la aleja de lo que originalmente
fue. No debe olvidarse que los franceses, por lo regular ignorantes de
las costumbres y apellidos de los españoles, sabrían del
título del padre sólo a través de Mercedes misma,
por el née de Jaruco que los manuales sociales mundanos proclamarían.
Se observa en ella una necesidad casi obsesiva de volver a sus raíces
idealizadas, al edén perdido de su juventud, a una Cuba hiperbólica
donde “un aire de elegancia y de limpieza se extiende por todas partes,
[. . .] todo [. . .] respira aristocracia y una distinción que no
hallará en otras regiones del planeta. [. . .] aquí no tenemos
pueblo ni miseria” (La Habana 308). Aferrada a un título caduco,
o de fantasía, su vida parece dedicada a la (auto)decepción,
en un afán aristocratizante que bien podría calificarse de
bovarista.
Ya en 1828, vivos aún todos los Merlin, escribe Teissier en su Histoire
de Thionville que los cuatro hermanos “han sido confundidos en muchas
obras históricas y biográficas, ya sea entre sí, ya
sea con el general Merlin, de Douai” (324-25). Este apellido es lo
bastante común en Francia como para hacer posible tanto la confusión
como la mistificación. Para evitarlo es precisamente que se
le presta al hermano mayor el nom de guerre de Merlin de Thionville, alias
que jamás utilizó en el registro civil. La confusión
persiste todavía. Todos los hermanos nacieron en Thionville
pero, a pesar de lo que escriben algunos autores recientes, ninguno de
los menores agrega a su nombre el de la ciudad natal. Nada más ajeno
a la condesa que permitir que se le añadiera a su apellido algo
que pudiera asociarla con un presunto regicida.
Como se observará, queda mucho por hacer para llegar a una biografía
definitiva de la condesa de Merlin. Habrá que pulsar los antiguos
archivos del ministerio de la Guerra, si es que todavía existen;
establecer una lista de las personas enterradas en el panteón del
general O’Farrill; buscar entre las actas notariales parisinas para tratar
de averiguar los pormenores de su vida económica y legal; revisar
los archivos españoles que sobrevivan desde los tiempos del rey
José; repasar viejos periódicos y archivos habaneros; releer
su obra para encontrar subtextos hasta ahora no imaginados. Espero,
con este trabajo, haber aportado un grano de arena a esa labor.
*Quiero
dejar constancia de mi agradecimiento a mis amigos los profesores Thomas
Blommers, Ozzie Díaz-Duque, José Kozer y Joanne Schmidt por
sus sugerencias y, o gestiones por conseguir algunas de las obras que utilicé
en este trabajo.
Notas
1
Los Santa Cruz eran una familia muy dada a la endogamia: por línea
femenina el 7mo conde (1889-1954), era nieto de una sobrina de Mercedes,
y por lo tanto su sobrino biznieto; pero además, por línea
masculina también descendía de un tío abuelo de la
condesa.
2
El autor fue nieto de Mercedes Merlin [de Thionville], e hijo de Paul Albert
(1827-1880), profesor de literatura francesa en el Collège de
France.
3
Los grandes hitos de la vida de esta otra Mercedes Merlin [de Thionville]
se describen en los primeros capítulos de la biografía que
Jean-Paul Goujon le dedica a uno de sus nietos, el novelista Jean de Tinan
(1874-1898), una de las personalidades más interesantes del fin-de-siècle
francés. En esos capítulos, Goujon presenta su entorno
social y familiar, que incluía a Athénaïs de Tinan Paulinier
(1798-1889), hermana de su esposo el barón de Tinan. Mme.
Paulinier es la pintora del bellísimo retrato de la condesa premiado
en el Salon de 1833 (Petteys 549).
4
La acrimonia social continúa a través de la mayor parte del
siglo XIX. M. Prévost, en el artículo del Dictionnaire
de biographie française dedicado a Paul Albert, escribe que
después de casar éste en 1852 con Adèle de Tinan,
nieta de Merlin de Thionville, “[s]us opiniones parecían sospechosas;
esta boda con una descendiente de un [diputado de la] Convención
le atrajo enemistades” (1210).
5
Varias de las cartas en el libro están dirigidas a familiares: a
su hija Teresa, Mme. Gentien de Dissay (I-IV, VI, XII-XVI, XXXVI); a su
yerno Firmin-Désiré (XXVI); y a otro pariente cercano, el
historiador Philippe de Golbéry (1786-1854), casado con su sobrina
Rose Merlin [de Thionville], hija mayor de Antoine, a quien dirige la carta
XXIV.
6
Su dirección electrónica es: http://www.multimania.com/deferry
Obras
consultadas
Azanza,
Miguel Joseph de et Gonzalo O’Farrill. Mémoire de D. Miguel
Joseph de Azanza et D. Gonzalo O’Farrill. Trad. Alexandre
Foudras. Paris: Rougeron, 1815.
Figarola
Caneda, Domingo. La condesa de Merlin. María de
la Merced Santa Cruz y Montalvo. Paris: Excelsior, 1928.
Figueroa,
Agustín de. La condesa de Merlin. Madrid: Imprenta
de Juan Pueyo, 1934.
Glover,
Michael. Legacy of Glory. New York: Charles Scribner’s
Sons, 1971.
Goujon,
Jean-Paul. Jean de Tinan. Paris: Plon, 1991.
Gumá
Montalvo, Mariana, “Habaneras”. La Habana Elegante (Fall 2000):
8 pp. 29 agosto 2001 http://www.habanaelegante.com/Fall2000/Ronda.htm.
Jaruco,
Francisco Xavier de Santa Cruz y Mallén, conde de San Juan de. Historia
de familias cubanas. La Habana y Miami: Editorial Hércules
y Ediciones Universal, 1940-88.
Méndez
Rodenas, Adriana. Gender and Nationalism in Colonial Cuba.
Nashville & London: Vanderbilt, 1998.
---.
“Où est la Comtesse Merlin?” La Habana Elegante (Fall 2000):
4 pp. 29 agosto 2001 http://www.habanaelegante.com/Fall2000/Ronda.htm
Mercader
Riba, Juan. José Bonaparte, Rey de España.
Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983.
Merlin,
Antoine-Christophe. Vie et correspondence de Merlin de Thionville.
Ed. Jean Reynaud. Paris: Furne, 1860.
Merlin,
Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de. Correspondencia íntima
de la condesa de Merlin. Trad. Boris Bureba. Ed. Emilia
Boxhorn. Madrid y París: Industrial Gráfica Reyes,
1928.
---.
La Habana. Trad. Amalia Bacardí. S.l.: s.n.,
[¿1981?]
---.
La Havane. Paris: Amyot, 1844.
---.
Souvenirs et mémoires de Madame la comtesse Merlin.
Ed. Carmen Vázquez. Paris: Mercure de France, 1990.
Paul-Albert,
Eugène. Les Merlin de Thionville. Metz: Coopérative
d’édition et d’impression, 1949.
Petteys,
Chris. Dictionnary of Women Artists. Boston: G. K. Hall,
1985.
Prévost,
M. “Albert (Paul)”. Dictionnaire de biographie française.
Paris: Letouzey et Ané, 1933.
Prieto
Benavent, José Luis. “Mercedes de Santa Cruz y Montalvo. Condesa
de Merlin”. Revista Hispano Cubana 13: 5 pp.
21 enero 2003 http://www.hispanocubana. org/revis.../REVISTA13/articulos/mercedes.html
Révérend,
Albert, vicomte. Armorial du premier empire. Paris:
Au bureau de L’Annuaire de la noblesse, 1894-97.
---.
Titres, anoblissements et pairies de la restauration 1814-1830.
Paris: Chez l’auteur et chez H. Champion, 1901-06.
Senez,
Yohan. “Antoine Merlin, dit Merlin de Thionville (1762-1833)”.
Notes et Archives 1789-1794. Ed. Philippe Royet. (2002): 5
párrafos. 10 septiembre 2002 http://royet.Org/nea1789-1794/notes/acteurs/merlin.htm.
Teissier,
Guillaume-Ferdinand. Histoire de Thionville. Metz: Verronnais,
1828.
Villaurrutia,
[Wenceslao Ramírez], marqués de. Prólogo. La
condesa de Merlin. Por Agustín de Figueroa. Madrid:
Imprenta de Juan Pueyo, 1934. xi-xviii.
|