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Al Berto o los desiertos del porvenir

Introducción a la poesía del poeta portugués Al Berto (Alberto Raposo Pidwell Tavares)

Pedro Marques de Armas

     Al Berto - Alberto Raposo Pidwell Tavares - es uno de los mejores poetas portugueses de la segunda mitad del siglo XX.
     Nacido en Coimbra en 1948, creció en su mítico Sines, en una familia de la alta burguesía de origén británico, contra la que parece marcar - desde temprano - su diferencia de artista errante e irreverente.
     Exiliado en Bruselas en 1967, donde estudió artes visuales, se dedicará - a partir de 1971 - exclusivamente a la literatura, pero sin abandonar sus vínculos con la pintura, recurrentes en su obra.
     En su primer libro, Á procura do Vento num Jardim d´Agosto (1977), se observa cierto apego al surrealismo, pero ligado a su propia experiencia vital, como de nómada en una Europa noctura y underground - también París, Barcelona - por la que desfilan los fantasmas de Rimbaud, Genet y Bataille, abriéndose camino entre superficies y geometrías harto desoladas.
     El deseo apremiante, la transgresión sexual (y criminal), y el vértigo de la muerte, son los tópicos obsesivos de sus poemas, prosas y "diarios": escritura sin tiempo - y a la vez perfectamente teatral, excesiva - donde los verbos mudan y se está siempre lejos de cualquier suelo estable.
     En sus libros asoma el concepto nietzscheano - no intelectualmente asumido, pero sí delirantemente vivido - del devenir como desierto poblado; por eso su pathos apunta a una intensidad pura, en permanente deriva, por donde pasan vestigios de otras latitudes - India, Yucatán, "Arabias y Américas" - que vienen a "enganchar" en un cuerpo - el suyo - sometido al desgaste, las contorsiones de la soledad y las resacas químicas.
     Al Berto falleció de Linfoma en 1997.
     Entre sus libros más importantes se encuentran: Trabalhos do Olhar (1982), Salsugem (1984) A Seguir o Deserto (1984), Uma Existência de Papel (1985), A Secreta Vida das Imagens (1991) y Horto de Incêndio (1997).
     En O Medo (1998) quedó reunida toda su obra.





Selección de poemas de Al Berto

(traducción del portugués, de Pedro L. Marques de Armas)


El mito de la sirena en plástico portugués

yo vi
la sirena de plástico despedazarse en la roja sal de las mareas portuguesas
senos tullidos en la sangre de un lápiz de color
en la boca la furia de los viajes: europas américas arabias
mares estrechos donde es posible morir
nuevos países nuevas profundidades delirantes visiones
por entre el coral de tu cuerpo nómada
vestido de neblina y de ríos
breves láminas surcan la memoria de pequeños espectáculos
y tu mano se abre para ofrecernos un huevo
o sería el mundo pintado de blanco y amarillo?
yo vi
la sirena de sueño cansado levantarse luminiscente
caminar incierta por la noche adelante
ojos vibrátiles captando la fragancia preciosa de los distantes marineros
en celo
los dedos por encima de otros sexos lisos como linos que se deslizan para
dentro de los sueños
inocencia calcárea de los días
medusas muertas
el cuerpo hinchándose con los despojos de un mar
yo vi
la sirena en plástico portugués
crecer de las perlas insomnes de una ostra
y encorvar el cuerpo sobre la hoja de papel
fascinada
abría los labios húmedos para chupar el sexo del marinero dibujado
se escondía después en una grieta penumbrosa del muelle
prolongaba la vigilia del cuerpo en la observación de los astros
mientras tú continuaste a dibujar
yo vi
su transparencia de saliva pura atravezar cuerpos y estrellas
sin que tu cuerpo sufriese
o su transparencia disminuyera
hasta que la noche sedienta abría camino a las dagas adivinadas
y al sexo en placer silencioso
donde peces luminosos trazan en el agua las líneas de la palma de la mano
yo vi
la sirena de plástico construir un país
y un velero para evadirse en dirección de otras islas
llevando por equipaje los residuos dados en la costa: botellas blancas de gin
nocturno zapatos hinchados paños preservativos usados pedazos de loza embalages carcomidos cartones de cajas al viento velas de inmensa armadía vestigios de comida rápida peines vidrios filmes maderas fotografías que el tiempo rehuso morder
y navegó
navegó lentamente conoció la sed y el hambre
el frío la nieve de fluctuantes islas la alucinación
yo vi
la sirena embriagada abrir botellas de cerveza con los dientes
y ofrecer flores envenenadas a los amantes
doblada sobre las flores de la vejez se dejaba caer
en el vértigo fortísimo del aguardiente
roía las uñas y el herrumbe de los juguetes
desenterraba de la memoria collares delirantes
restos de rostros carbonizados
arenas cubiertas de oro y de ponzoña
yo vi
la sirena hender su propio cuerpo a golpe de sílex
y tatuar cerca del antiguo corazón un rostro un cereal enfermo
en las venas rasgadas por monstruos marinos y por el miedo
el inmenso miedo del fin de la adolescencia
yo vi
la sirena en plástico portugués abrir un surco de soledad
el precipicio
y negar la falsa miel de la tierra inclinada sobre el olvido
rectángulo de monotonía donde zozobra el vómito
todo enloquece en la punta del lancinante lápiz
las lágrimas el grito
yo vi
la sirena soltar de sus manos el último paisaje vivo
la amapola opiácea de la muerte envolviendo cuerpos
antes de sumergirse para siempre en la oscuridad contínua del mar
yo vi
enrojecidas planicies
donde minúsculos animales fluorescentes asemejan ojos muy abiertos
rasgando el confuso rocío con sus colas peludas
enroscándose en el doloroso pulso
transformándose en pulseras de sangre
la serpiente mineral estrangulando el dedo
y en el hombro del mar el adolescente desnudo reclina el cuerpo de agua
dentro del enmarañado de libélulas enfurecidas volando
volando volando
yo vi

(1979)



 

Auto-retrato con revólver

las palabras fueron hilvanadas por los perezosos dedos
el texto se revela en la claridad de las manchas de tinta
tejo la ausencia de un cuerpo que me es absolutamente necesario, me duelen estos gestos
estas cosas cubiertas de polvo sobre la mesa: papeles estrujados, fotografías, cartas interrumpidas, objetos quebrados, señales ténues de aceite, fondos de tazas,
lápices, cigarros aplastados, el revólver

en uno de los bordes inaccesibles de la casa, las añaras van construyendo nidos diáfanos
segregan sabios laberintos en peligrosa baba
me siento vacío, hoy
la comprensión del mundo se me escapa, poco importa
todo está en calma alrededor de la casa, el jardín quieto
podría pasar el día leyendo, por distracción, a la manera de los principes persas
la noche enrojece las maderas, calienta
los libros parecen de piedra en su orden cauteloso

al alcance está el revólver
cerca de la mano que nunca aprendió a escribir, calienta
al simple contacto de los dedos
la otra mano, la derecha, declinó un poco cuando supo el silencioso oficio

yo explico: hoy debe ser domingo
y la mano izquierda masturba mientras la derecha escribe con destreza, sin cesar
más tarde, escribía yo
podrían las manos cambiar de oficio
el revólver se teñiría de tinta permanente, en el papel
el surco terrible de una bala

(1978 / 79)


Truco del veneno

te ofrezco una naranja
tengo siempre naranjas escondidas en el fondo de las faltriqueras
canicas como ojos asustados de panteras, cordeles encerados
buenos para entrangular
navajas dulces para abrir señales de vida sobre la piel
y un cuchillo quebrado que me ayuda a recordar algunos nombre de ciudad

lo peor es que en los juegos de naranjas, incluso en los días más difíciles
quien PIERDE GANA
sabemos que el veneno actúa siempre desde los pies hacia la cabeza
entontece
espero, atento a la última convulsión

más tarde, desato el cordel
retiro el cuchillo profundamente enterrado, retrocedo un poco
contemplo la sangre y la obra, vacío las faltriqueras
sustituyo los objetos, me quito los guantes
borro las impresiones digitales, falsifico las fotografías
lavo lentamente la sangre y el esperma de la boca
salgo hacia la calle, clandestino
procuro otro puto tardío por la ciudad
seduzco con la imagen deslavada de una naranja, recomienzo
el inocente juego

(1979 / 80)





Truco inoxidable

cuchillo
repito cuchillo
escribo cuchillo por el cuerpo, dibujo cuchillo en el pecho de la noche
me desembarazo del sumo inoxidable de otro cuchillo
cuchillo
sonrío cuchillo en lo oscuro de un callejón

-Hoy no matarás!

(1979 / 80)


El olvido en Yucatán

me contaron que existen cristos
con rostros lívidos modulados en cera
tienen barba y cabellos auténticos
y lágrimas de sangre hechas con rubí
en yucatán.... enciendo fuegos

donde nada consigue arder te inmovilizo
en el inicio de la memoria olvido el magro cuerpo
la enfermedad sin nombre diezmará los órganos escondidos
debajo de la piel y de la sangre... voy de viaje

incluso antes de haber llegado... invado la noche
y las palabras sin ninguno... en yucatán
muero lejos del mundo y no creo
en nada de lo que me contaron

(1982 / 83)


Lápida

la continua oscuridad se torna claridad
iridiscencia luz
que incendia el corazón de aquel cuyo oficio
es escribir y mirar el mundo a partir de la tiniebla
humildemente
fue este el trabajo que te predestinaron
vivir y morir
en ese simulacro de infierno

dios mío!
tenía que escoger la mejor manera de arder
hasta que nada quedase de mí sino un hueso
y media docena de sílabas sucias
calcinadas

(1984)





Jean Genet y el milagro de la rosa

dos grietas enrejadas por donde la noche escapó
una mano en lo claro intenta alcanzar la rosa blanca
que otra mano en lo oscuro parece ofrecer

se nos fuga la complicidad simple de este gesto
o del milagro que un pétalo de rosa puede desencadenar
en el pecho nítido del condenado a muerte

el temblor de los nervios se esparce por los músculos
extendido en el catre los dedos enroscados al sexo
consuelo o deseo de un rostro en la sospecha
que de la excesiva claridad del esperma irrumpa
la máscara deshecha de lo mío

-Qué pena perpetua esconderemos de nosotros mismos?
-El silencio y la ceguera son caminos únicos para la visión.
-Ese lugar de Dios donde crecen mandrágoras del esperma bebido por la tierra

nos agarramos a la memoria uno del otro
el tiempo es cosa que no existe más
donde vertiginosas pasiones se transmutaron en tatuajes
sonidos imperceptibles a través de húmedos granitos y tinieblas
que sólo la insondable noche de la prisión enseñó a descifrar

vivimos en la precisión milimétrica de la celda
con el amargo susurro de una ausencia apagando el habla
y del pensamiento cualquier noción de Mundo
permanecemos inmovilizados bajo la densa cuerda de luz
que ahorca la secreta y blanca oscuridad del alma

(1985)





Retrato de fugitivo por Paulo Nozolino

camina por la soledad nocturna de los cuartos de hotel
y de fotografía en fotografía llega exhausto
al minucioso poema en negro y blanco
pero ya no lo sorprende la violenta visión del mundo
este lento destrozo que un líquido susurro de plata
revela a partir de la iluminada fracción de segundo

y bebe
y ama
y huye de sí mismo
con la leica dispuesta a herir como una bala sonando
en el fondo de la memoria un neón una piedra
una arquitectura de luz y sombra o un desierto
donde se echa para retocar los días con un lápiz
en la certeza que sobrevivirá a estos perfectos accidentes
a estos restos de cuerpos cada vez más turbios
por el tiempo por el sonido o por la melancolía

pero regresa siempre a la transhumancia de las ciudades
cuando el alba del flash atrapa el furtivo gesto
sobre el papel fotográfico muere el misterioso fugitivo
después
viene el miedo
que se desprende de la mirada inmovilizada y del rostro
nace una vida de infinito caos

(1985)


Recado

escúchame
que el día te sea limpio y
en cada esquina de luz puedas recoger
alimento suficiente para tu muerte

ve hasta donde nadie te pueda hablar
o reconocer -ve por ese campo
de cráteres extintos -ve por esa puerta
de agua tan vasta como la noche

deja que el árbol de las casiopeas te cubra
y las locas avenas que el ácido enmoheció
se alcen en el vértigo del vuelo - deja
que el otoño trague los pájaros y las abejas
para que pernocten en la dulzura
de tu breve corazón - escúchame

que el día te sea limpio
y más allá de la piel construye el arco de sal
la morada eterna - el mar por donde fugará
el etéreo visitante de esta noche

no olvides el navío cargado de luces
de deseos empolvados - no olvides el oro
el marfil - los sesenta comprimidos letales
al desayuno

(1996)


Notas para el Diario


diós tiene que ser sustituido rápidamente por poemas, sílabas sibilantes
lámparas encendidas, cuerpos palpables, vivios y limpios.

el dolor de todas las calles vacías.

me siento capaz de caminar en la lengua aguzada de este silencio. y en su simplicidad, tan clara, en su abismo.
me siento capaz de acabar con este vacío, y de acabar conmigo mismo.

el dolor de todas las calles vacías.

pero gusto de la noche y de la risa de cenizas. gusto del desierto, y del ocaso de la vida. gusto de los engaños, de la suerte y de los encuentros inesperados.
pernocto casi siempre en el lado sagrado de mi corazón, o donde el miedo tiene la precariedad de otro cuerpo.

el dolor de todas las calles vacías.

pues bien, mario - se sabe que el paraíso llega a lisboa en la fragata de alfeite. basta poner una luna nerviosa en la punta del mástil y mandar arrear el velamen.
y es preciso decir: de aquí nadie sale sin registro.

el dolor de todas las calles vacías.

sucios los ojos de sangre. llueve torrencialmente. el filme acabó. no nos conoceremos nunca.

el dolor de todas las calles vacías.

los poemas duermen en el desasosiego de la edad. fulguran en la perturbación de un tiempo cada día más corto. y, a veces, los oigo en el trance de la noche. me asolan imágenes, me arañan metáforas insidiosas, puercas... y nada escribo.
el regreso a la escritura terminó. la vida también - y el alma agujereada por una saudade del tamaño de este mar.

el dolor de todas las calles vacías.     

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