la ceiba (dibujo de Samuel Hazard)      La página Pasión de Cuba está dedicada al ensayo y al artículo.  Presentamos el ensayo Del papel de la prensa en la manipulación y representación de los cuerpos, de Rita Martín.  Rita es, además, una talentosa narradora y poetisa cubana.  El ensayo que nos complacemos en presentar fue leído por su autora en una de las tertulias que tenían lugar en la casa de Domingo del Monte.  Sabemos que la lectura de Rita causó honda preocupación en el círculo delmontino por razones que aquí no vienen al caso discutir.  Estamos seguros de que los lectores de La Habana Elegante lo leerán en silenciosa complicidad con nuestra amiga.
 
 
Del papel de la prensa en la manipulación y representación de los cuerpos

Rita Martín

     Viajar al pasado e introducirnos en los textos aparecidos en el primer órgano insular cubano fundado en 1791, conocido como el Papel Periódicode La Havana y publicado bajo las ideas del iluminismo "Con licencia del Superior Gobierno" propone analizar la función de la prensa en Cuba en la creación de un imaginario nacional Rita Martín, leyendo el Papel Periódico de la Havana (foto tomada en 1791)para los criollos, articulado desde los los primeros escritos que aparecen en este Papel..., y  divulgan ideas relacionadas con el orden, el control y la exclusión de los cuerpos, perfiladas en este período a través de dos asuntos esenciales: la necesidad de (re)clasificación de los cuerpos y las formas de represión sexual, estrechamente vinculados ambos en el establecimiento de orden y control social desde el poder.  El presente trabajo se centra entonces en tres de los primeros artículos contentivos de estas ideas —publicados bajo el seudónimo de El amante del periódico —: "Confusión en los trages", "Carta crítica de la vieja niña" y  "Carta crítica del hombre muger" para, a través de ellos, comprender cómo se articula un determinado diseño social para el imaginario nacional.

     Atribuidos al prebístero José Agustín Caballero — también censor del Papel...— dichos textos mueven la conciencia del receptor  o lector de laportada de La literatura en el Papel Periódico de la Havana época utilizando, desde estas páginas, una interesante estructura representacional, entre teatral y novelesca.  Nos referimos aquí a la utilización de la tertulia como forum social para lo cual Caballero crea un espacio que prefiere la casa de la Señorita (una tertuliana más) a los sitios institucionales ya creados.  Es en esta casa donde lectores del periódico y oyentes (la Señorita y los tertulianos) conocen en las reuniones de jueves y domingo los temas que el Papel... desarrolla, comparable casi al suspenso que crean las novelas por entrega —desarrolladas en el tiempo algo más adelante— en las que sólo se cuenta ciertos elementos de la trama y, poco a poco, se informa al lector de la acción de la misma.
     La tertulia es para Caballero el espacio desde el cual se anticipan todos los temas — y, por supuesto, los que estudiamos — anunciados desde la "Carta en que se propone la definición de la Nobleza, Educación y confusión de trages".  Esta última, mencionada por nosotros, a pesar de no ser parte de nuestro objeto de estudio, debido a la estrecha relación que guarda con los textos propuestos, ya que, desde ella, el crítico presenta para lectores y oyentes el discurso indagativo de la mujer anfitriona, que pregunta sobre el "Prospecto del Papel...", nacido a imitación de los periódicos de Europa: "¿Todo ha de ser pasages de la antigüedad? ¿Historias de otras Naciones? ¿Exemplos de otros Países? El nuestro no me parece que brinda materia para poder hablar arriba de dos semanas" (56), ha dicho la Señorita. 
     Sin haber avanzado mucho en su proyecto, el prebístero anuncia el propósito esencial de sus comentarios en su respuesta: "¡Apenas habrá una Ciudad en el mundo sobre quien tender la vista, que nos presenta tan dilatado campo para exercer la corrección y reforma de abusos" (56). Respuesta rápida que establece, por un lado, la singularidad de la Isla con una Ciudad casi única en el mundo y, por el otro, la necesidad de un discurso útil y propio, relacionado profundamente con la ortopedia social (corrección y reforma).  El primero de los tres artículos propuestos, "Carta sobre la confusión en los trages", reflexiona abundantemente en este sentido. 
     Al comenzar la tertulia en la que se comenta la "Carta sobre la confusión en los trages" ha ocurrido un giro significativo: anfitriona e invitados Prensa de pedal conocida como <minerva>discurren ahora pasivamente con El amante... sobre la "utilidad y servicio" del Papel... Y en este nuevo espacio en que el discurrir se constituye en el antónimo del discutir, llega la batida contra la confusión de los trajes de El amante... Su análisis descubre que en la sociedad de la Isla por esta época está naciendo un espacio otro donde tiene cabida el pobre, el negro y la mulata que atrae a los mozos blancos a su sarao (67); así como que el poder adquisitivo de los pequeños comerciantes determina que el hijo del tabernero se vista como el hijo de un Conde o de un Marqués. 
     Ambos fenómenos —hijos del florecer comercial de la Isla— son definidos como evidencias del desorden por el crítico (67), ya que, según su opinión, son transgresivos de las normas y las buenas costumbres que han de determinar un lugar para cada quien dentro de la clase y/o esfera social a que pertenezcan.  Puntual crítica contra el espacio del afuera y/o del otro, donde las diferentes clases sociales interactúan y confluyen. 
     Crítica entonces para la que no es admisible que "Los adornos y trages que estaban establecidos para diferenciar las condiciones, al presente sirvan para confundirlas" (68); ya que, si el vestir significa status, el "uso" que las capas bajas de la sociedad hacen de la ropa que distingue al aristócrata es uno de los "abusos" sobre los que el comentarista advirtiera en su "Carta en que propone la definición de la Nobleza, Educación y confusión de trages".
     La relación establecida tiene un trasfondo dual. Por  una parte, la idea diferenciadora  nace heredada de la metrópoli, defensora a ultranza de las castas. Mientras, por la otra, Caballero advierte para el concepto emergente de patria la necesidad de crear un imaginario para Cuba a partir de un pasado inmemorial que legitime a la sacarocrasia criolla como auténtica descendiente de una aristocracia, de una prosapia, de un linaje. No es casual que el crítico insista en establecer lo siguiente: "los grandes Señores como la naturaleza los diferenció de los demás en el nacimiento y sangre, deben también distinguirse en el vestido, pues no es justo que sea el mismo trage el del zapatéro, que el de Conde" (68).
     El sistema de castas de la época necesita de la diferencia representacional, y así la ropa ha de servir para consolidar las nuevas estructuras de poder que buscan argumento igualmente en el mandato de Tulio que "había ordenado á los Senadores tragesen el hábito qual convenia á su estado, á su honra, y á la potencia de los Romanos, para que con aquella gloria de cada particular se descubriese a los naturales y extrangeros de la grandeza de su República" (68).
     Si sólo en los inicios mismos de la formación de un país podemos hallar respuestas posibles a las raíces culturales del nacionalismo se entiende nuestra elección en el propósito de estudiar el presente artículo en su especificidad diseñadora de estas relaciones, sobre todo, considerando en este deslinde la definición de Benedict Anderson de nación a través de la creación de una comunidad política imaginada en sus fronteras y eficazmente soberana. Concepto éste que el estudioso amplía al entender que estos jóvenes estados tratan de asegurar la realización de su diferencia (marca de nación) a través de la utilización de un pasado inmemorial y, aún más importante, deslizando la idea de futuro que proyecta a la nación hacia su propio destino, trágico y/o histórico (5-7).
     De la misma manera, el pasado de Cuba sólo encuentra posible realización si, primero, sabe buscar fundamento en las máximas griegas y latinas que le confieren al orador autoridad no sólo en el tratamiento del tema, sino a la cultura naciente —donde se incluye las formas de gobierno— al establecer un vínculo con lo antiguo y lo clásico. Y segundo, en la descendencia aristocrática de los hombres llamados a gobernar.  En ambas direcciones, la creación de un pasado inmemorial e imaginario que, por una parte, singularice la Isla y, por la otra, la desplace temporalmente en el espacio universal donde halle concierto.
     Al discurso insistente en establecer el uso del traje como clasificación social de los cuerpos corresponde la preocupación normativa representacional de las estructuras sociales y de poder. Es la historia universal (con predilección por la griega o la romana) la que avala las palabras del prebístero para quien el "abuso" de los otros en su utilización de un "uso" no aceptado, rompe los marcos de toda representación normativa, ya que crea una farsa en el intercambio de los papeles dentro del amplio escenario social de difícil reordenación y, por ende, de carácter irreversible. Resultando imprescindible el aborto inmediato de las nuevas relaciones que la sociedad tiende a realizar. 
     La representación, según su opinión, no ha de ser espontánea sino dirigida a cumplir determinadas funciones dentro del nuevo orden incipiente marcador del libro El Papel Periódico de la Havanaburgués.  Al efecto, los párrafos finales refuerzan el concepto al echar mano al propio cuerpo legislativo vigente en esos años en Cuba: "A los tales diria yo: esa espada que te ciñe, no es tuya, las leyes de Indias te impiden que la traigas: esa casaca y chupa guarnecida que te adorna , á otro le pertenece; en una palabra, ese brillante porte de tu persona, en un todo desdice á tu estado humilde" (69).  El  "abuso" del humilde entonces se reforma sólo a través de la amenaza jurídica del poder y aquél, para su realización social tiene que aceptar anteponer la honestidad al lujo en el traje que le viste, y que sólo debe ser entendido como forma de suplir su necesidad.
     De suceder lo contrario e insistan los hombres y mujeres en vestirse y actuar de otro modo y así ocupar el otro espacio no normado, el del afuera, aparecerá el poder como ejecutor de las leyes.  Esto no lo dice, pero ya el lector lo sabe.  Lo ha anunciado, "las leyes de India te impiden",  por ser  un tal más, estas actuaciones.  Y la conciencia social, esto sí lo dice, ha de ver en estas representaciones ejemplos de ridiculez, ignorancia y locura, por lo que naturalmente deben —tienen—, que rechazar tales manifestaciones sociales que, en esta crítica, aparecen señaladas a través del "abuso" de las armas que no corresponden al otro (blanco[a] pobre, negro[a] esclavo[a] o libre, mulatos [as] y pequeños comerciantes) y del ropaje que por no pertenecerle lo ridiculiza. 
     La tertulia del día finaliza con el convencimiento absoluto de la Señorita de la importancia del Papel... en tratar temas concernientes a la realidad inmediata y concreta de Cuba: "Ahora conozco (dixo la Señorita) que en nuestro País sobran materiales para construir mil Periódicos" y, con el reconocimiento de la autoridad de El amante, ésta decide escribir utilitariamente y al servicio de la Patria: "V.  me ha abierto Campo para formar dos discursitos que diré a Vms. en término de quatro días". 
     La inclusión de una décima remata el suspenso.  En ella Caballero resume la defensa de su estilo aún imperfecto; pero que tiene el mérito de ser "claro", asunto vital para divulgar y llegar a la mayor cantidad de lectores posibles y, en consecuencia, dar cuerpo al nacimiento de una conciencia social.
     Como en una pequeña pieza teatral de tres actos, llega el anunciado discurso de la Señorita quien da paso a su "Carta crítica de la vieja niña" y advierte sobre el tema de su segundo discurso "Carta crítica del hombre muger", con lo cual crea expectación en sus lectores potenciales y oyentes invitados.  Y a semejanza de un cuento breve, la Señorita asume dos funciones: la de narradora y personaje.  La trama, muy sencilla, una visita a una amiga de su madre y, en ella, el testimonio de los esfuerzos de esta mujer que bordea los setenta y cinco años en dar arte a su rostro envejecido.  Al modo de Caballero, no se hacen esperar las anticipaciones: las lecturas de la vieja dama (Comedia de Calderón y Dar la vida por su dama) referentes del gusto profano y de la sicología ligera de esta mujer; así como una descripción de la colección de pomadas diferentes que aquella usa para arreglarse y que reincide en la misma idea de frivolidad, ligereza.
     Si la "Carta sobre la confusión en los trages" se centraba en el vestir sobrio para mantener la honestidad tanto para hombres como para mujeres, la "Carta crítica de la vieja niña" reflexiona en este sentido para preservar la virtud de lo femenino.  La crítica comienza rápida.  Primero, el personaje-narrador de la Srta. caricaturiza el resultado del arreglo de la Vieja niña: "Habia ya acabado de peinarse el BOLERO, muy empolvado y erizado á beneficio del extracto de Saturno" y, en segundo lugar, establece que ésta ha quedado a semajanza del "mismo Diablo" (72). 
     Al igual que en la "Carta sobre la confusión en los trages", la presente busca autoridad para su crítica en autores y frases célebres.  Así, la actuación de esta mujer que se esfuerza en autopresentarse y representar un papel distinto al designio que —según el criterio defendido en estas páginas— le han marcado la naturaleza y la sociedad, desata el comentario airado de la narradora al entender que la tendencia a salir hacia el afuera de los marcos representacionales  normados debe ser corregida antes de que se convierta en costumbre.
     Cumplido con el ciclo reproductivo y con sus sagrados deberes de Tomado de El Fígaro (20 de mayo, 1902): La Escoba del Siglo Veinte (¿La Libertadora?)esposa y/o madre, a la mujer mayor le corresponde el aprendizaje de su propia vejez que se traduce, según este artículo,  en llevar una vida ejemplar y virtuosa.  Peinando canas, quieta y encerrada la mujer preserva la virtud y, lo más importante, sirve de modelo para que hombres y mujeres jóvenes repitan nuevamente la idea original que sobre lo femenino les ha sido enseñada.  Salir de este espacio del adentro constituye una ruptura de las normas, una representación otra, igualmente transgresora, que debe ser corregida.
     Concentrándonos en la "Carta crítica a la vieja niña"  descubrimos con Judith Butler — a través de su libro Bodies that Matter: on the Discursive Limits of  "Sex" —  cómo se relacionan profundamente dos puntos a saber.  El primero, que la representación del ser humano se encuentra predeterminada y construida por los intereses normativos de la sociedad que conforma una matrix dentro de la que se reglan las leyes y las conductas de hombres y mujeres, y por ende, se condiciona desde el poder la propia representación del humano.  Toda representación que se corresponda con el mundo del adentro ha sido normada y, de esta manera, respetada.  Todo lo que tiende a representarse en el espacio del afuera resulta anormal, transgresor y peligroso.  Lo segundo, la validez de la matrix halla sus raíces más profundas en lo que Butler ha denominado como original fantasmagórico, establecido por la repetición de un modelo  limitado y que, por su propia esencia imitativa, la teórica entiende como artefacto histórico inestable, resultante sólo de una continuidad en el tiempo (95).  Una proporción directa nace de esta manera: mientras las representaciones sociales se correspondan con las normas de la matrix, la misma tiende a cerrarse sobre sí misma.  En cambio, si el número de representaciones transgresoras crece, la matrix tiende a expandirse en el propio resquebrajamiento de los límites impuestos. 
     No habiendo así cuerpo prediscursivo alguno, surge la necesidad de su construcción para el diseño social.  Al abundante número de representaciones del afuera presentes en las costumbres de Cuba en esta época, el discurso de poder impone una matriz cerrada, conveniente y necesaria para el diseño social.  No es casual que la narradora-personaje femenino de esta "Carta..." realice un discurso semejante al de El amante en sus referencias históricas, en las opiniones que vierte sobre el control del espacio femenino y, a través de éstas, su propia voz representada y defendida tras la autoridad, por una parte, del pasado inmemorial y, por la otra, del original fantasmagórico como artefacto que defiende las estructuras de la matrix y, por ende, del poder.  Si entendemos todo ello, podemos comprender que la técnica empleada es un proceso inverso; es decir, el discurso masculino — representado en estos artículos a través de las opiniones de El amante — ha elegido dar voz al espacio femenino creando para ello un personaje, una firma y una máscara: la Señorita.
     Al modo del teatro griego, Caballero se ha investido de una máscara para representar el discurso que la matrix desea de lo femenino.  Pero al usar su firma, su voz y sus características no sólo físicas sino también sexuales (recuérdese que la Sta además de joven e inteligente es virgen), el prebístero ha ido un poco más lejos: se ha travestido para ocupar su espacio y, de este modo, la ha anulado.  La palabra femenina entonces sólo puede representarse a través de la voz masculina y, por ende, realizada dentro de los limitados marcos que el poder le brinda: el de repetir  una vez más un modelo ejemplar de virtud que sirva para hombres y mujeres jóvenes que, igualmente, han de repetir este ciclo, como muestra de su mejor servicio al concepto naciente de patria. 
     El artículo se cierra con la inclusión de un soneto que como colofón advierte nuevamente  que todo lo que no sea representado dentro de los modelos normativos significa "demencia, y aún locura,/ presentarte hoy [Vieja niña] con tanta hipocresía?" (73). 
     Ya se ha dicho en esta "Carta crítica de la vieja niña" del modelo representacional que debe seguir la mujer dentro de la matrix y, sin embargo, en ésta no se insiste demasiado en las consideraciones sociales establecidas para la construcción de este género en la época.  Aunque en la propia "Carta crítica a la vieja niña" se anuncia el espacio de lo femenino  como diabólico e hipócrita; no será hasta el acto número tres, o "Carta crítica al hombre muger" donde lo femenino alcance a ser un espacio siniestro e igualmente inmoral. 
     Una vez travestido, El amante continúa del mismo modo dicha representación al dirigir una vez más, en la voz de la Srta., su "Carta crítica del hombre muger", ilustrativa desde el propio título en el que critica la dualidad del hombre-mujer.  Arremete así contra la posibilidad de que un cuerpo contenga al otro; ya que, para la matrix ambos se encuentran natural y esencialmente separados por dos condiciones: físicas y morales. 
     La contención de un cuerpo en otro es fundamental para entender la definición de la época que aparece de inmediato y reza: "Afeminación, antiguo BOLERO, ó enfermedad que ha contaminado á una porcion considerable de hombres de nuestro País" (76); y a través de la cual se establecen cuatro puntos: l) la antigüedad de esta representación sexual, 2) su carácter de fingimiento y/o farsa —recuérdese que la palabra bolero también lleva el significante de "el que miente";  3) la descripción de lo afeminado como enfermedad y  4) el reconocimiento implícito de la existencia de un gran número de personas en la Isla que representan al hombre-muger.
     Si el bolero de la Vieja niña no parecía definir otra cosa que su peinado, resulta interesante observar cómo la palabra BOLERO se desplaza haciacaricatura de La Caricatura (La Habana, 17 de noviembre de 1889) ambos artículos connotando para ambos fingimiento y simulación.  La Señorita Caballero — que muy bien podría llamarse de este modo nuestro personaje travestido— descubre aquí un vínculo poderoso entre mujer y afeminado.  En su criterio, ambos constituyen un "perfomance" falso y, por lo tanto, transgresor, perteneciente al mundo del afuera.  Ante la posibilidad de tal unión "extramuros", el discurso de poder entiende el peligro.  Razón que determina separarlos y apelar y solidificar este criterio en la conciencia social.  Por ello se dice en estas páginas que será inconcebible que una mujer "admita á su trato semejantes avechuchos", representantes del "papel de Gallos entre las Mugeres, y de Gallinas entre los Hombres" (76). 
     La diferencia y la jerarquía social llega rápida, los hombres pueden tender a la compasión del afeminado; pero la mujer ha de tender al desprecio; ya que "que vestido de la condición femenina [aquel], es peor que la misma muger" (76). Observemos que si bien este artículo se dirige fundamentalmente contra el afeminado, existe también en él una alternancia constante entre éste y la figura de la mujer.  La correspondencia entre uno y otra es sustantiva.  Si a ésta le tocara otro lugar en la escala social otro muy diferente sería el espacio del afeminado.  Pero tocándole un ámbito reducido e inferior, la criatura que a ella se asemeja ocupa un estrato todavía más cerrado y  bajo.  Tanto más hacia el subsuelo porque, según estas páginas, éste ha elegido otra actuación que cuestiona la naturaleza misma del género masculino.
     Los hilos que mueven el discurso de Caballero dentro de esta alternancia representacional funcionan en crear una conciencia en el lector.  Por un lado, un lugar de bajos fondos se le destina a ambos cuerpos.  Por el otro, presenciamos una evidente manipulación de éstos, pues está en sus propósitos que estas dos actuaciones excluidas de poder entren en pugnas irreconciliables y, de esta manera, los posibles aliados del afuera (mujer y afeminado) se conviertan en enemigos.  Finalmente, ha quedado prohibido dentro de la matriz social que Caballero diseña para Cuba "que ni la muger se vista en hábito de hombre, ni éste en trage de muger" (77).
     El discurso contra la representación del hombre que lleva hábito de mujer deja asomar, igualmente, una exlusión para la mujer que llevase hábito de hombre; y, curiosamente, es el único de los tres artículos propuestos que, además, se argumenta tras la máscara de la religión: "Aun quando el pudor y la honestidad no les proscribiera a indecencia con que se presentan, la Religión sola bastaría para apartarlos y contenerlos en los límites de la moderación" (76).  Observemos que aquí no se expresan las consideraciones religiosas contra la afeminación.  Lo que sí queda establecido categóricamente es el poder represivo e intolerante de la institución iglesia llamada también, en este servicio de utilidad y servicio a la patria, a ejercer corrección de las costumbres y los "abusos".  Vestir un hombre traje de mujer es otro de los "usos" que no le corresponden y para cuya reforma ya ni tan siquiera son las leyes de India las que lo impiden, sino la religión que, de la misma manera, reprime.
     Mientras la caricatura del afeminado continúa, llega en esta línea un argumento final con el que se remata la defensa de la represión de este cuerpo.  No es otro que el cuestionamiento de la fidelidad, servicio y utilidad a la patria en tiempos difíciles: "¿Si se ofreciera defender á la Patria, que tendriamos que esperar en semejantes Ciudadanos o Narcisillos?" (77). La respuesta implícita es un "nada" rotundo con el que afirma el rechazo a este cuerpo en una época en que en los criollos nace con esa fuerza más la idea de separación lenta, pero progresiva de la corona, caldeada al fragor de una idea de protonación que ya se asoma.  De la misma manera, no hay duda, se asoma la herencia de intolerancia española contra estas representaciones sexuales; así como, de toda una época sexual, iniciada en el siglo XVII, y sobre la que nos alerta Foucault en su Historia de la sexualidad, defensora del cuerpo como elemento (re)productivo y, por tanto, de un criterio para el cual es inadmisible la diversidad de representaciones sexuales (10). 
     Hacia el final, Caballero da otra vuelta de tuerca contra afeminación y afeminado. Y es que si a los otros cuerpos excluidos del poder les reconoce una representatividad dentro de la sociedad y, en estos términos, su espacio — aunque reducido — y el derecho de su existencia — por limitado que sea — para el cuerpo del afeminado no sólo se cuestiona su posible locura, sino su propio derecho de ser; de existir.  Para él, dicha representación no tiene valor alguno y sólo tendrá el afeminado derecho a la vida si, en lo adelante, piensa en "vivir como Hombre" (77).  Lo que significa, representar el papel de lo que se entiende no sólo como lo masculino, sino como lo humano en esta sociedad.  Construcción genérica esencial para comprender la exclusión, represión y reducción de los otros cuerpos de la matrix; pues ésta lo abarca todo: "no hay hipervoles bastantes que ponderen su dignidad [la del hombre]  ¿Qué fábrica puede inventar el Artífice mas sutil que cotejada con él, no salga vencida y avergonzada á vista de su delicadísima arquitectura?" (77).
     Sólo el Hombre (lo humano) es comparable con Dios.  Para el afeminado, que no se decide a vivir según su construcción de género físico — hombre — se le señala un espacio representacional en el afuera, determinado desde el adentro como un sitio de sombras, siniestro, inmoral. Contrario a lo que sucede en los artículos anteriores, la matrix social no le otorga un lugar en el adentro al afeminado.  Lo rechaza y en este acto, lo destierra.  De manera que la vida de éste en el afuera no puede ser comprendida todavía en esta época ante los ojos de la sociedad como una elección de "perfomance", sino como castigo.
     No existiendo ciclos reproductivos, ni modelos a imitar y repetir del afeminado, de lo que se trata es de anular esta representación.  Así, la matrix brindaría a sus nuevas generaciones un modelo ejemplar de virtud y honestidad a repetir.  Un original fantasmagórico que repita la representación de lo masculino como una construcción única de lo humano y, por lo tanto, de lo único auténticamente capacitado para ejercer el poder, realizándose una vez más, y cuantas veces sea necesaria, la expulsión de todo lo que signifique una actuación de otredad, transgresora y dañina para el diseño de una sociedad cuyo orden corresponda perfectamente con el control.
    La prensa resulta entonces esencial en el análisis del lado tenebroso del iluminismo en nuestras tierras americanas, caso específico la Isla de Cuba, expresado en crear una conciencia nacional de intolerancia y represión a través de una lectura altamente manipuladora de los cuerpos y que halla absoluta correspondencia con los intereses de las estructuras de poder caracterizado en esta época por su naturaleza dual: el poder imperante de la corona y el naciente (el de la sacarocrasia criolla); ambos, por supuesto, representantes (y representados) por todo un sistema legislativo que funciona en dos direcciones: la de ejercer control y corrección, al lado de la labor de exclusión y represión de todo aquello que transgreda las normas.

Notas

1.  En la página 16 de la edición de Fina García Marruz, Cintio Vitier y Roberto Friol de La literatura en el Papel Periódico...", encontramos dicha cita, elegida ésta en lugar de la fuente original por la imposibilidad de tener éste con nosotros al momento de realizar este trabajo.  Igualmente, existe un tácito reconocimiento de la seriedad de estos editores no sólo en este sino en otros trabajos de rescate para la literatura cubana. 
2. Se hace condigno señalar que los tres artículos que analizamos llevan sus títulos entre corchetes, indicando con ello que éstos no figuran a la cabeza de los textos; pero sí en los índices del Papel periódico... También advertimos que en nuestras citas respetamos la ortografía original de los artículos mencionados. 
3.  Hay desde 1728  un despliegue en Cuba de importantes fundaciones institucionales criollas como la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo y del Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio (1773). Posteriormente, la presencia de la Sociedad Económica Amigos del País de la que es vocero el Papel; el Real Consulado de Agricultura y Comercio, y La Casa de Beneficiencia.  Nuestro trabajo empero, no discute las ideas que fueron parte del debate cerrado de esta élite criolla, sino aquellas que se dieron a conocer en la prensa y que, por ende, tenían mayor influjo en la población y en la conciencia social del joven estado.
4.  Los editores de La literatura del Papel Periódico de La Havana advierten de la importancia de este órgano como fuente nutricia para la literatura cubana posterior. Dividen así su selección en narrativa, poesía y artículos de costumbres. Los escritos que hoy estudiamos hasta ahora, han sido vistos en su influjo sobre los articulistas. Con total de acuerdo con esta relación, deseamos añadir la posibilidad de que los mismos sean igualmente una fuente riquísima para la narrativa y aún el teatro burlesco que se desarrollaría en la Isla.
5.  En el "Prospecto del Papel Periódico de La Havana" (45) se anuncia el carácter imitativo del Papel; así como la necesidad del mismo en una ciudad de crecimiento evidente. 
6.  El subrayado es mío [R.M]
7.  Las Leyes de Indias estuvieron vigentes en Cuba hasta los primeros años del siglo XX.
8.  No ha lugar para apostillas al tema; pero siendo demasiado tentador, no dejamos pasar por el alto el hecho de que justamente sea la décima espinela la que, años después, se convirtiera en la forma popular de la poesía cubana, utilizada con gran fineza, humor y corrección por los campesinos cubanos. 
9.  Toda la crítica arquitectónica, literaria y aún la historia nos hablan de La Habana como una ciudad extramuros. Mientras la sociedad reglada se realizaba en la zona de intramuros (del adentro); el área extramuro (el afuera) crecía en comercio y en la realización de los diferentes cuerpos sociales.

Bibliografía

Bibliografía activa

Caballero, José Agustín. "De las consideraciones sobre la esclavitud en este país", "Industria de   la Isla"; "Elogio que a la inmortal memoria del Exmo. S. De. Luis de las Casas y Arragorry".  Escritos varios. La Habana: Editorial de la Universidad de La Habana, 1956.

-----------------------------. "Nobleza mal entendida", "La educación de los hijos, "La confusión de   los trages", "Carta crítica de la vieja niña", "Carta crítica del hombre muger". La literatura en el Papel Periódico de la Havana [Editores: Roberto Friol, Fina García Marruz  y Cintio Vitier] La Habana: Letras Cubanas, 1990.

Bibliografía pasiva

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